=¿Quién es Sarah Jones?=
La noche de la fiesta había llegado por fin.
Daniel se despidió de Lucy con un beso y un abrazo; Michael se quedaría con ella y le haría compañía, pero decidió, por su propio bien, no avisarle al castaño.
Ahora Daniel se encuentra en casa de Terry, esperando que su amigo se termine de admirar en el espejo mientras se acomoda la chamarra.
—¿Crees que alguna chica linda me invite a bailar? —pregunta Terry, mirando los ojos del otro por el sucio espejo.
—No lo creo —se sincera Daniel levantando sus hombros—. A menos que sea de su agrado los chicos con cabello verde moco.
—Tsk, como sea —en ese momento, una figura femenina de cabello azul entra en la habitación—. ¿Irás a la fiesta con nosotros, Sarah?
La chica mira a su hermano de reojo, bufa pesadamente y se corre los mechones que le molestan en la cara.
—No, gracias —responde algo tosca—. Sinceramente no me agrada ni un poco la chica esa que hará la fiesta, a menos claro que quieras termine metida en una pelea de gatas y mamá te castigue por eso.
Terry analiza las palabras de la peliazul y niega con la cabeza.
—Como quieras, hermanita. Nosotros nos vamos, no olvides llamar si necesitas algo, ¿bien? ¡Adiós!
Dicho esto, toma del brazo a Daniel y baja a toda velocidad las escaleras. Apenas faltan treinta minutos para que la fiesta empiece. No quiere ser de los que llegan tarde y se ven obligados a saludar a todo el mundo.
Sarah oye el silencio que se ha establecido en su cuarto. No puede creer cómo se ha puesto Daniel desde que lo vio por última vez hace unos años.
Estaba más alto y con el cuerpo marcado —sin ser exagerado—, sus granos feos habían desaparecido junto al horrendo peinado de emo. Y sus dientes. Sus dientes ahora eran perfectamente parejos y blancos brillantes.
Sacude su cabeza para salir de su ensoñación y sigue buscando entre sus cosas el dinero que le dejó su padre, quien en estos momentos está en una cita con su esposa. Cuando al fin lo encuentra, toma su chaqueta de cuero y baja las escaleras, haciendo el mismo recorrido que su hermano hace unos momentos.
Sale de la casa y atraviesa las calles iluminadas de la siguiente manzana.
Oye a lo lejos el sonido de la música barata que ahora solían escuchar sus compañeros y deduce que la fiesta es del lado opuesto al que está caminando.
Sonríe de lado, con una expresión soberbia, y continúa su rumbo.
No sabe hacia donde se dirige exactamente. Sin embargo se aleja con paso decidido, sabiendo que pronto tendría la respuesta a esa incertidumbre.
***
—¡Lucy! Tu amigo está aquí.
La voz chillona de su prima Lana se oye por toda la casa. Había invitado a Mike esa noche para distraerse viendo alguna serie de humor en Netflix, aunque lo hizo más bien para olvidar el hecho de que su novio podría estar comiéndole la boca a cualquier chica en ese preciso momento.
No, Lucy.
Contrólate.
—Creí que irías a la fiesta de tu amiga —dice confuso Michael cuando ve a Lana Wilson en pijamas—. Ya sabes, usualmente cada vez que entro a esta casa tú estás endemoniadamente sexy, usando vestidos que deberían catalogar como blusas en la mayoría de los negocios.
Lana pone los ojos en blanco.
—Mandy Rogers ya no es mi amiga. Ni ella ni Amanda Foster... ambas son unas perras regaladas.
—Qué curioso que las llames así cuando tú eres igual. ¿O qué? ¿Vas a decirme que ya no estás detrás del novio de tu propia prima, mhg?
En ese momento, Michael Henderson hubiese esperado un golpe, un grito o al menos un berrinche por parte de la chica.
Pero se sorprende cuando dirige sus ojos a los de Lana y se da cuenta que está a punto de llorar.
—Oye... sólo estaba bromeando, ¿sí? —palmea su espalda y frota sus hombros—. Cielos, ustedes las Wilson están bastante sensibles últimamente.
—¿Qué le pasa a Lana? —pregunta preocupada Lucy—. ¿Le duele algo?
—Su dignidad, tal vez —Lucy le dirige una mirada asesina y corre a abrazar a su prima. Puede que ella sea muy cruel pero la quiere de igual manera.
—Mike te molestó, ¿no es así?
Lana asiente con la cabeza y esconde su carita en el cuello de la rubia.
—Mmm, déjalo que es un torpe... ¿quisieras quedarte con nosotros a ver series? —Lana mueve la cabeza en negación, se despide de ambos con un saludo de manos y sube a dormir—. No preguntaré qué le dijiste porque me enfadaría más contigo. ¿Qué quieres ver?
—Traje una película muy buena para ver, debe estar en mi bolso. Espera aquí.
Lucy asiente.
Se acomoda en el sofá, ya con un pote de palomitas bajo un brazo y la bebida en el otro.
Ve que su celular está a sólo un par de pasos de ella. Pero no lo revisará.
Sabe que Daniel no le escribió nada.
De todos modos, él se divertía con sus viejos amigos.
Confía en él, Lucy.
Se dice a sí misma.
"¿Que confíe en él? ¿Cómo? ¡Él ni siquiera confía en que Michael y tú no tienen nada!"
Oh, no. Esa maldita voz de nuevo.
Esa culpable de las inseguridades diarias de Lucy, causante de todas las peleas que han tenido en estos años y madre del capricho que nace en la rubia por ser egoísta cuando se trata de novio.
Bueno... Lucy la llamaba Daisy.
Quita su vista del celular y la concentra en su amigo, quien entra apresuradamente en la sala con una cara de confusión existencial.
—¿Pasa algo?
—No encuentro la película —alza las manos y las deja caer con fuerza—. Juro que la traje.
—Se te habrá caído cuando venías.
—Nah. No soy tan estúpido.
De pronto, ambos oyen el timbre de la casa de Lucy.
—¿Pediste pizza? —pregunta Michael.
—N-no. Me pregunto quién será a estas horas.
Cuando Lucy abre la puerta, se encuentra con la oscuridad de la noche acompañada de una figura conocida.
Tez blanca, cuerpo delgado pero con cara redonda, el cabello tintado de azul y los ojos penetrantes.
—Encontré esto en el jardín de tu casa —levanta una pequeña bolsa y la baja al instante—¿Alguien de tu familia es tan estúpido como para dejar caer una película así de buena?
—B-bueno... De mi familia no creo, pero... puede que mi amigo sí.
La chica sonríe de lado. Lucy cree reconocer también esa expresión, mas no recuerda de dónde exactamente.
—Acabas de llamar estúpido a tu amigo, ¿eres consciente de eso?
—S-sí... no... no lo sé —la rubia agacha la cabeza con un dedo entre sus dientes. A Sarah eso le parece adorable.
—Terry tenía razón —Lucy reacciona al oír ese nombre. ¿Ella conocía a Terry Jones?—. Ya entiendo por qué Daniel sonreía como bobo cuando me hablaba de ti.
—¡Lucy! ¿Por qué tardas tan...? ¿Y ella qué hace aquí? —Mike parece enfadado.
Sarah ni se inmuta al verlo. Le arroja la película de tal manera que el otro la atrape y mete ambas manos en sus bolsillos.
—Debí imaginarme que eras tú, Henderson. Tu perfil coincidía muy bien con el idiota que tenía en mente cuando vi eso en el piso.
—¿U-ustedes se conocen?
—Desgraciadamente.
—Somos compañeros de laboratorio, Lucy —la rubia asiente aún un poco confundida—. Aunque eso no explica qué haces acá.
—No te preocupes, yo ya me iba. De todos modos aún debo buscar qué hacer —da un pequeño suspiro—. Mi hermano, Terry, y tu novio se fueron hace rato de casa a esa estúpida fiesta.
—Pues hubieses ido con ellos —responde de mala gana Michael.
Sarah se limita a lanzarle una mirada de profundo odio. Lucy cree que si las miradas asesinaran, su amigo ya estaría más que muerto.
Cuando está a punto de cruzar el umbral, una dulce voz la detiene.
—Puedes quedarte si quieres.
—¡¿QUÉ?!
—No creo que quieras tenerme aquí, nena. Soy un estorbo.
—Sí, gracias por entender. Adiós.
—¡Michael! —le reprende Lucy, a lo que recibe un bufido—. No pareces un estorbo... Además, creo que nos vendría bien una nueva amiga en nuestro grupo.
—Awww, eres tan linda aun sin conocerme —la rubia se ruboriza y deja un espacio para que la peliazul pueda pasar. Cuando esta llega junto a un irritado Michael, se dirige nuevamente hacia la tímida chica—. Ya entiendo por qué Daniel dice que eres especial.
Y en ese momento, sólo en ese momento, a Lucy se le llenó de alegría el corazón.
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