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=Obligarte a quererme=

Hola, no sé si estás leyendo esto... Lo más probable es que no pero aquí voy.

Han pasado demasiadas cosas desde la última vez que te escribí, quisiera decir que la mayoría de ellas son buenas pero te estaría mintiendo enormemente. 

¿Recuerdas que hace un par de años te conté sobre un chico que me acosaba? Bueno, no "acosaba" de acosar sólo era un poco extraño; en fin, unos días después él se me propuso y me pidió —más bien me rogó de hecho— que saliera con él. Te diré la verdad: al principio estaba algo nerviosa. No tenía idea cómo funcionaba eso de intentar gustarle a alguien, aunque en realidad a él ya le gustaba desde hace un tiempo, de no ser así no me habría invitado.

¿Me estoy desviando del tema? Claro que lo hago. Siempre lo hago cuando estoy nerviosa.

Me sentía muy confundida por su actitud hacia mí. Él nunca fue como los otros chicos, ¿sabes? Él es gentil, amable, inteligente, cuidadoso y muy, muy protector conmigo... O al menos así era antes.

Todo iba demasiado bien para ser real, me decía cosa lindas al oído, me defendía de los bravucones de la escuela y hablaba bien de mamá, aunque ella parecía odiarlo desde el minuto cero. Pero creo que ya lo suponías, ambos sabemos cómo se comporta desde que te marchaste.

Daniel era como un sueño, él simplemente no parecía de nuestro mundo. Eso era lo que más amaba de él, lo que ahora más extraño. Sus abrazos, caricias, palabras de aliento. Todo lo que tenga que ver con ese chico no es más que un triste recuerdo.

Poco después de que conociera a mamá, me pidió ser su novia. ¿Puedes creer eso? Un chico lindo se arrodilló frente a mí y me pidió ser su pareja frente a todos los niños que me molestaban. Ellos eran sus amigos, no entiendo por qué los "traicionó" de esa manera. ¿Habrá sido culpa mía acaso?

Pasó un año después de eso, y luego otro más. Sin embargo, él cambió de la noche a la mañana.

Ya no me visitaba en casa, tampoco me devolvía el saludo cuando nos cruzábamos en los pasillos de la escuela. Se dedicó a ignorarme por completo y sentía que era yo la responsable de eso. Me preguntaba si fui buena novia, pero ¿hay exactamente un manual donde diga qué es la "buena novia"? Lloraba por las noches porque me sentía sola, ¿es malo sentirse así incluso sabiendo que tu madre y tu prima andan merodeando por la casa?

Pasaron los días que, poco a poco, se convirtieron en semanas. Semanas en las que Lana, Michael y Sarah —es una nueva amiga, estoy segura que te agradaría mucho— intentaban convencerme para que comiera, durmiera e incluso me levantara de la cama donde era capaz de permanecer por horas y horas. Ahora siento que solamente fui un peso para ellos, pudieron aprovechar ese tiempo en hacer otras más... menos insignificantes.

Fui a una salida con todo mi salón. Sí, así como lo lees. La chica que odia los espacios abiertos donde una solterona con ropa deportiva te dice que jugaremos a la búsqueda del tesoro, sólo para pasar el rato. Mamá no me obligó esta vez, no quería estar un minuto más en casa. Lana se consiguió un trabajo de medio tiempo así que únicamente íbamos a ser mamá y yo; no lo hubiese soportado.

Ese día, Daniel terminó conmigo.

Lo siento, de verdad lo siento. Todavía no lo proceso por completo.

Creí que era diferente. Creí que siempre me cuidaría, que siempre me protegería y estaría ahí para mí. Que no rompería mi corazón ni me haría promesas falsas.

Pero me equivoqué... Siempre me equivoco. ¿Y sabes por qué?

Porque confío ciegamente en los demás. 

Porque no me importa si me apuñalaste una, dos, o hasta quinientas veces. Yo siempre volveré a confiar en ti de nuevo. Y... aunque quiera odiarlo, aunque desee odiarte, simplemente no puedo hacerlo, y por eso me odio a mí misma.

No quiero que digas que estoy exagerando porque te aseguro que las lágrimas que intento mantener en mis ojos no son falsas, la opresión en mi pecho no es un invento, mi corazón roto no es un juego.

Creo en que las personas cambian. Creo en que los buenos se vuelven malos y los malos siempre serán malos. Cuando veía películas contigo, solía doler más lo primero que lo segundo.

Soy una chica ingenua porque no veo más allá de las tiernas pero falsas sonrisas que me dan las personas. Soy estúpida porque espero a que sean ellas las que se den cuenta de su error y vengan a decirme que no tenían intención de hacer lo que hicieron.

Daniel me dejó y aún así estoy esperando que regrese. 

¿Por qué no siento lo mismo contigo, papá?, ¿por qué siento que ya me di por vencida contigo?, ¿por qué no es igual con él?

El calendario de la cocina marca el mes de diciembre, ¿por qué demonios no estás aquí ya?

¿Cuánto más tengo que esperar por alguien que sé que no vendrá?

Si sé que nunca volverás a nuestras vidas, ¿por qué sigo escribiéndole una carta al hombre que ni siquiera sé dónde vive?

Son muchos "por qué", ¿no te parece?

Quizás nuestro error no es confiar ciegamente en los demás. Somos humanos pero la humanidad me decepciona cada día un poco más.

Nuestro único error es preguntar mucho, llenándonos de "por qué", y no intentar decir: "¿y por qué no?".

Te extraño pero tengo más que sabido que jamás volverás.

A Daniel también lo extraño, pero si hay algo que me duela más que su lejanía es la incertidumbre de saber si le importo lo suficiente como para intentar recuperarme.

Hasta aclarar esa duda, no esperes que vuelva a escribirte otra maldita carta. Finge que no existo y que no me amas, que jamás tuviste una hija que claramente no tuvo la culpa de todas las cosas que hayan pasado entre mi madre y tú. Lo único que te pido es que no te aparezcas en mi vida cuando por fin logre superarte. 

No te odio, padre... pero tú tampoco me amas. No pienso obligarte a quererme.

Hasta siempre, Lucy.

—¿Qué estás haciendo?

—¿Lana? —la rubia se sobresalta, escondiendo rápidamente la carta que acaba de terminar debajo de su cama—. Creí que tenías trabajo hoy.

—Sí, sobre eso... me despidieron.

—¡Qué cosa! ¿Ahora a quién asesinaste?

—Bueno, en realidad no me despidieron —la menor frunce el ceño ligeramente esperando una respuesta lógica—, yo renuncié.

—Pero, ¿por qué harías algo como eso? Siempre quisiste trabajar en ese salón de belleza, desde que supiste que una de las empleadas había robado spray para cabello que quiso usar en su perro.

Lana lanza una pequeña carcajada, recordando ese día en el que ambas pasaron por allí y de chismosas oyeron todo el drama entre las señoras.

—Sólo... Creo que quería un descanso del olor a químicos y mechones resecos adornando el piso. Además mi único trabajo ahí era limpiar y lavarle el cabello a las insoportables señoras ricas que "tienen el cuero cabelludo demasiado sensible para dejarlo en manos de arpías que no se cortan las uñas" —Lucy rie ante el comentario de su prima—. Me alegra verte feliz, Lucy.

—Me gustaría decir que lo estoy —menciona en un susurro casi inaudible—, pero la verdad es que me siento muy mal ahora, Lana. Ya no sé qué más hacer.

—¿Qué tienes, linda? —la preocupación de la mayor es notable, sabe que algo no anda bien cuando Lucy utiliza ese tono de voz. Como si intentase ocultar algo de lo que está muy avergonzada—. Sabes que puedes confiar en mí, ¿cierto?

Lucy se limita a asentir con la cabeza, hasta que un vago recuerdo azota su mente.

—Lana —llama con temor.

—¿Hum?

—¿Qué era eso de lo que te disculpaste hace un par de meses?

—No sé de qué hablas —responde tajante.

—Aquella mañana —le interrumpe la menor—, la contigua a la fiesta en la casa de Amanda, tú te apareciste en la sala donde Mike, Sarah y yo estábamos durmiendo —se detiene un segundo por temor a continuar, intentando hallar las palabras correctas—. Te disculpaste conmigo por algo... por algo que viste en tu teléfono.

A estas alturas, la mente de Lucy está maquinando de la forma más desesperante y angustiante. Su labio inferior comienza a temblar y no puede evitar jugar con las mangas de su suéter.

—Lucy...

—Tú ya lo sabías, ¿no es así? —los acuosos ojos de la chica se dirigen con cierta ira hacia los contrarios—. Lo sabías y no quisiste decirme nada, ¿me equivoco acaso?

—No lo entenderías —contesta, tajante.

—Eso crees tú —Lucy eleva su voz con ira y frustración—, eso creen todos. ¡No soy una niña y mucho menos una muñequita de porcelana! ¿Por qué no pueden entender eso? —ante el decepcionante silencio que Lana le da a la discusión, la rubia prosigue—: Sé que sólo tratan de protegerme porque me aman, me lo han dicho tantas veces. Pero, si de verdad lo hacen, si me quieren como dicen quererme entonces déjenme enfrentar esto sola.

—Bien —dice Lana mientras asiente con la cabeza—. ¿Y después de eso qué pasará, eh? Te haces la chica fuerte y superada, la que no le importa una mierda que su triste mundo se esté derrumbando y que, a pesar de todo eso, no quiere que le presten unos brazos donde llorar.

—No ocurrirá esta vez.

—¡Eso no lo sabes! —la voz de su prima se oye quebrada— ¿Qué haré cuando ya no lo soportes, Lucy?

La susodicha se muerde el labio y agacha su cabeza, no puede mirarla a los ojos.

—Dime qué voy a hacer cuando todos estos años de avances, retrocedan de un día para el otro. ¡¿Qué mierda voy a hacer cuando te encuentre en el piso del baño con las muñecas ensangrentadas?!

—Basta —hace una pausa—. No tienes ningún derecho a recordármelo.

—Y tú no tienes derecho alguno a intentar alejar a tus amigos.

Sin decir nada más, Lana se marcha de su habitación dejándola sola en un abrumador silencio.

Lucy saca la carta que mantuvo oculta desde la llegada inesperada de la mayor y la observa detenidamente, para luego arrugarla con impotencia que acumula desde hace un par de años.

"No sé por qué me gasto tanto", piensa. "Él nunca volverá".


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