7
ɪ'ᴍ ꜰʀɪᴇɴᴅꜱ ᴡɪᴛʜ ᴛʜᴇ ᴍᴏɴꜱᴛᴇʀ ᴛʜᴀᴛ'ꜱ ᴜɴᴅᴇʀ ᴍʏ ʙᴇᴅ
No voy a mentir, estaba muy nerviosa. Ese era mi estado más recurrente en esos días. Tenía la responsabilidad de vender droga en el instituto, corriendo el riesgo de que me pillasen. Me había convertido en la camella de aquellos que la consumían.
Luego, estaba Dexter.
Había sido todo tan repentino, tan inesperado, que no sabía muy bien como digerirlo. Por lo que mi cuerpo estaba en constante tensión, e ir al instituto me parecía tanto un martirio como una bendición.
Detestaba el momento del almuerzo y eso que solo llevaba dos días cometiendo ese acto delictivo que podría llevarme a la cárcel a la perfección. Me sentía tan mal con lo que estaba haciendo, que me torturaba con solo pensarlo. No era algo difícil y me podía acostumbrar a ello, pero no al miedo. A la incertidumbre por no saber si alguien sería capaz de mirar y descubrir quién era yo para chivárselo a alguien. Y todo ello sumado al hecho de fomentar el consumo de estupefacientes. Me daba asco a mí misma.
Y mejor ni hablemos de Kilian. Iba enserio cuando dijo que tenía que conseguir esa invitación. ¿Y si no la conseguía? ¿Qué tenía pensado hacerme si no lo hacía?
Vendí la mitad de lo que Kilian me había dado, y todo fue con normalidad. Aun así, no apagué las alarmas por si alguien sospechaba algo. Ni siquiera que el sobre estuviera en mi taquilla me tranquilizaba. Tampoco estaba comiendo y ocultarle eso a Cailin no iba a ser nada fácil, sobre todo cuando viese que me estaba ausentando todos los días la segunda mitad del almuerzo.
—Mira, este es el vestido que voy a llevar. —Su teléfono se coló en mi visión, mostrándome un vestido precioso color azul marino.
—Es precioso. —Mostré una sonrisa sincera, sabía que le iba a sentar bien—. Sigo sin entender por qué no celebráis Halloween como todo el mundo. Lo normal es ir disfrazado.
—Qué puedo decir yo, es lo que hay. Al menos la decoración de la fiesta será temática.
—Oye... ¿y no te quedan invitaciones?
Cailin levantó la mirada de su pantalla y alzó las cejas, sorprendida.
—¿Quieres ir? —cuestionó mostrándome poco a poco una sonrisa.
—Bueno, es que siempre vas sola y...
—¡Eso es genial! —Mostró un entusiasmo desmedido apretándome las manos, pero de pronto borró toda muestra de felicidad—. Vaya...
—¿Qué?
—Esta fiesta tiene invitación.
—Lo sé, te lo dicho. ¿Pero qué pasa?
—Pues que las dan justas. No quieren que sea algo que se descontrole. Es muy privada. Ay, ojalá pudieras venir, no estaría sola viendo cómo todos se lo pasan bien con sus amigos.
—¿Y qué sueles hacer si vas sola?
—Hablo con las personas que los consejeros de mis padres me indican y bebo o como en algún rincón hasta que he cumplido con el tiempo requerido de presencia. Aunque me gustaría pasarlo bien, no es más que un trámite para los Lockwood.
—Pues qué divertido.
—Siento no poder darte una invitación.
—No te preocupes, no importa.
Pero sí que importaba. Sin Cailin, ¿qué iba a hacer? Era mi única opción para conseguirla. ¿Cómo iba a conseguir una? Ella lo había dicho, era una fiesta exclusiva, una para la alta sociedad e influencers. Y yo no era nada de eso.
—Para la próxima me encargo de pedir otra, lo prometo.
—Gracias —hago el esfuerzo por sonreír, pero lo cierto es que el resto de fiestas no me interesan ahora mismo.
Caminaba con un nudo en el estómago hasta mi próxima clase. No dejaba de pensar en opciones para obtener una invitación; incluso ojeé la página del evento. Quizás, si le escribiera al organizador, me dejaran una. Pero, ¿y qué le diría? "Hola, soy Effie Green, sí, hija del doctor Colin Green e hija de su exmujer repudiada y odiada por vosotros." Estaba claro que no era una opción.
Frené en seco al entrar en la clase y ver cómo esos ojos verdes me miraban a través de sus gafas. Dexter me sacó una sonrisa en cuanto me vio entrar e hizo un gesto con la cabeza para que me sentara a su lado.
Me costaba respirar. ¿Cómo podía ser tan atractivo? Ese gesto me devolvió la vida por completo. Le sonreí y caminé hasta su mesa, donde ocupé el lugar de al lado.
—Hola —dije echándome el pelo hacia atrás y ajustándome la diadema.
—Hola, Eff. —Escuchar ese diminutivo de sus tan apetecibles labios, había despertado algo en mí—. No te había visto en todo el día, ya pensé que no habías venido.
—Hoy he tenido clases en la planta de arriba, quizás sea por eso.
—Me gustó hablar contigo ayer —confesó sin ningún atisbo de timidez.
—A mí también.
—¿Hablaremos más hoy?
—Sí, claro —respondí notando los revoloteos.
El profesor de historia entró y todos callaron gradualmente hasta que la clase dio comienzo. Me resultaba complicado atender sabiendo que tenía a Dexter a mi lado. En un movimiento inconsciente, dejé mi mano derecha sobre la mesa. Minutos después, sentí un roce caliente en mi dedo meñique. Lo miré sin darle mucha importancia hasta que me di cuenta de que se trataba de la mano de Dexter; estaba muy pegada a la mía, tanto que se rozaban. Los colores comenzaban a subírseme por todo mi cuerpo hasta teñir mis mejillas. No había sido casualidad, estaba siendo intencionado.
Cuestioné en mi cabeza miles de veces qué debería hacer, decantándome por hacer lo mismo. Mi mano se movió ligeramente hacia la suya, abriéndose camino bajo sus dedos poco a poco, hasta que tres de los míos reposaron bajo los suyos de una forma tierna y cálida. No sé cómo no me derretí.
Ni siquiera hizo falta mirarnos; hacíamos como que atendíamos cuando éramos muy conscientes del tacto de nuestras manos entrelazadas. Uno de sus dedos se levantó y comenzó a acariciar el mío suavemente. El corazón amenazaba con salírseme como siguiera de esa forma y las mariposas no iban a cesar el revoloteo en mi vientre. Podría haberme pasado así toda la mañana y no me habría importado. ¿Por qué no podíamos haber coincidido en más clases?
Continuó moviéndola con el objetivo claro de cubrir toda mi mano poco a poco. Noté cada paso que avanzaba y cada caricia sobre mi piel. Estaba tan absorta en mi sentido del tacto que no podía utilizar el resto de forma correcta; no me importaban el profesor y su lección, y mucho menos el resto de compañeros. Solo estábamos Dexter y yo, sumidos en unas caricias inofensivas, pero de lo más lujuriosas.
Vibración.
Di un respingo sobre mi asiento cuando mi móvil vibró en el bolsillo de mi americana y no pude evitar retirar mi mano de la suya, rompiendo lo que teníamos. Contuve la respiración; no quería que pensara que me había incomodado, por lo que le dediqué una mirada de disculpa, a lo que él respondió con una leve sonrisa. Saqué el teléfono para comprobar qué me había roto el momento y no pudo ser otro que Kilian.
Kilian:
¿Cómo ha ido hoy?
Empezaba a sentirme molesta por sus mensajes a mitad de clase. «¿No sabe que estoy en el instituto?» Me apresuré en contestarle.
Effie:
Bien.
De reojo vi que Dexter se había dado cuenta de que estaba escribiendo en el teléfono, el cual ocultaba bajo la mesa. Estuve a punto de bloquearlo cuando recibí otro mensaje.
Kilian
Buena chica.
¿Y la invitación?
«Ay no. La invitación.»
Ya lo tenía apartado a un lado de mi mente y tuvo que volver a recordármelo. Pensé que quizás lo mejor era avisarle de que lo más probable era que no fuese posible conseguirla.
Effie
Estoy en ello.
Pero no puedo contar con mi amiga,
ella me ha contado que las invitaciones
son muy exclusivas.
Kilian
Consíguela.
Su respuesta me hizo rabiar por dentro. ¿Por qué era así conmigo? ¿No lo sabía todo sobre mí? Pues debería saber que no tenía ningún tipo de influencia al contrario que todos los que tenía a mi alrededor.
Dexter debió de notar mi incomodidad por la mirada que me echó, aunque no lo miré directamente lo supe. Acto seguido, arrancó un trozo de papel de su libreta y comenzó a escribir en él para después ponerlo frente a mí sobre el libro abierto de historia. Le eché una mirada en la que conectamos antes de coger el papel y leerlo.
«¿Ocurre algo? ¿Estás bien?»
Sonreí sin remedio al leerlo. Le devolví la vista y entonces decidí responderle cogiendo uno de mis bolígrafos.
«No pasa nada, estoy bien. No te preocupes :D»
La coloqué sobre su mesa y volví a hacer como que prestaba atención a la clase. Me había agradado que Dexter se preocupara por mí, eso me demostró una vez más que ese chico estaba hecho para mí y creo que las mariposas estaban de acuerdo. Jamás pensé que alguien procedente de la alta clase pudiera ser tan atento y cuidadoso, Dexter era casi como un espejismo en medio de un montón de vanidosos.
Otro papelito se coló en mi libro cuando menos lo esperaba. Volví a mirarle y éste, a través de sus gafas, hizo un gesto de ánimo para que lo mirase. Y por supuesto que iba a mirarlo, cualquier cosa que proviniera de él era dueño de mi atención.
«Espérame a la salida, quiero decirte algo.»
Asentí en cuanto le volví a dirigir la mirada y apreté los labios para reprimir una sonrisa cargada de felicidad. Quería verme a la salida, y quería decirme algo. Como eso siguiera así, estaba segura de que o me desmayaría o explotaría, y esperaba por mi bien que fuese la primera.
El resto de horas pasaron más lento de lo normal, puede que por mi insistencia por querer que pasasen los minutos. Pero finalmente, era la hora de marcharnos a casa y acudí a mi taquilla para recuperar el sobre y los libros que iba a necesitar para estudiar. Cailin me encontró por el camino y caminamos hacia la salida juntas. Quise decirle que teníamos que esperar, pero no hizo falta cuando vi que ya estaba esperándome, apoyado sobre la baranda de las escaleras a mitad de la bajada. Con las manos metidas en los bolsillos del pantalón vino del uniforme y la chaqueta abierta sobre la que reposaba la cinta de la mochila que llevaba cruzada. En cuanto me vio salir, sacó una sonrisa y se enderezó a la espera de que acudiera a él.
—¿Te está esperando? —cuestionó Cailin dejando la boca abierta y arrugando el entrecejo.
—Sí, me había dicho que lo esperase, pero ha salido antes al parecer.
—¡Qué fuerte!
—¿Me esperas abajo?
Cailin asintió varias veces con una sonrisa traviesa. No sé qué es lo que se le estaría pasando por la cabeza, pero seguro que nada que ver con la realidad. Mi amiga bajó las escaleras no sin antes saludar con la mano a Dexter y éste respondió de igual forma. Bajé tras ella, pero me detuve a la altura del semidiós que me devolvió la mirada a través de los cristales que ajustó debidamente. Mis nervios florecieron por la situación, y la curiosidad aumentó por querer saber qué era lo que quería decirme.
—Hola —dije algo avergonzada.
—Hola. —Su sonrisa hizo que todo en mí se desajustase. Apreté los labios reprimiendo mi sonrisa desviando los ojos de los suyos al suelo.
—Qué... ¿Qué querías decirme?
—Pues quería invitarte a venir conmigo a una fiesta este fin de semana.
—¿Una fiesta? —Cuestioné acordándome de la fiesta en el Wonder, necesitaba saber que era esa.
—Sí. ¿No has oído hablar de ella? ¿No te invitaron?
—¿Te refieres a la fiesta de Halloween que se celebra en el hotel Wonder? He oído algo.
—Sí, justo esa.
—Bueno, a mí no me han invitado... —Me desinflé un poco al pensar que él estaba pidiéndome que lo acompañase porque pensó que fui invitada como todos.
—¿No?
—No. —Negué con la cabeza—. No sé si lo sabes, pero mi madre no es muy querida, así que...
—Sí, lo sé. Pero, ¿y tu padre?
Otra vez con lo mismo. Sí, sería lo lógico, que mi padre me diese a mí la invitación, pero no era el caso y si ya era suficientemente duro para mí saber que no le importamos tanto como sus nuevos hijos, mucho más si no dejaban de recordármelo.
—Mi padre tiene nueva familia... —comencé a explicar, pero estaba segura de que él estaba más que al tanto de ello—. Dexter, siento si pensabas que yo era de otra forma. Como ves, no tengo la influencia que tenéis todos en este instituto. Tampoco tengo miles de vestidos o trajes y tampoco zapatos y bolsos de la marca más cara del mundo. Apenas mi madre me da dinero de lo que le pasa mi padre y tengo que gestionarlo de la mejor manera posible. Aun así, aunque me gustaría haber ido contigo, tampoco sería buena idea porque no tendría nada que ponerme a la altura y no sois partidarios de los disfraces, así que... Lo siento.
Con un nudo en mi garganta, me dispuse a terminar de bajar las escaleras y reunirme con Cailin a la cual cogí del brazo para comenzar a caminar hasta la parada del metro a paso apresurado.
—¿Qué ha pasado? —cuestionó con extrañeza en su tono de voz.
—Nada. Solo... puede que ya no hable más con él.
—¿¡Qué!? ¿Por qué?
Durante el camino le expliqué todo y mi amiga no pudo evitar reírse de mí por ser siempre tan drástica y exagerada. Es verdad que no le había dejado hablar, y que en ningún momento él me dijo que eso fuese un problema. Pero me sentí inferior en ese instante, porque cualquiera de sus exnovias habría acudido con él sin problema, con su invitación y su conjunto, como solían hacer todos en el St. Joseph. Yo no era como ellos, no podía estar a su nivel, era imposible. Fui tonta al pensar que podría estar con él, ¿cómo iba a hacerlo? Sus planes eran totalmente distintos a lo que yo me podía permitir.
El resto de la tarde me la pasé en mi habitación. Hice los deberes y después me tumbé en la cama con intención de ver una película de las de mi lista, pero me fue imposible atender. Boca arriba sobre el colchón, con la vista en el techo, no dejé de pensar en todo. La fiesta. La invitación. Kilian. Dexter. Y mientras, Cailin intentando buscar una forma de conseguir alguna invitación.
El día siguiente llegó y todo transcurrió con normalidad, con mi nueva normalidad, aunque no creía que fuese a acostumbrarme nunca a ella. Cailin seguía sospechando del por qué me separaba de ella a mitad de la hora del almuerzo a pesar de haberle dicho que tenía que ayudar a un alumno con sus matemáticas a demanda de mi profesora. Tampoco vi a Dexter por ningún lado y lo cierto es que lo estuve evitando. Me sentí mal al haberme alejado de forma tan tajante y quizás Cailin tenía razón y era una exagerada, pero tampoco él me habló por mensajes o me buscó por el instituto. No sé, me aferré a esa esperanza que me verificara que de verdad exageré, pero no pasó, así que quizás sí estuve en lo cierto y Dexter quería a alguien con más poder adquisitivo.
Kilian:
Ven esta tarde, y más te vale que tengas la invitación.
Por si las cosas no podían ir a peor, ahí aparecía este tío para hacerlo posible. La amenaza se sintió hasta en Europa y solo me entraron ganas de vomitar en mitad del metro en el que iba subida de camino a casa. Temía ir a Brooklyn con la noticia de que no había conseguido invitación alguna y me atenía a la consecuencia que fuese porque no podía hacer mucho más.
Decepcionada conmigo misma, caminé tras salir del metro hacia mi casa. El camino no era demasiado, pero suficiente para pensar en todo y recapacitar sobre los hechos. Sin embargo, antes de entrar en casa, vi algo al final de la calle. No algo, sino, alguien. Y esa persona ya la había visto antes, por desgracia. Era un hombre de unos cincuenta años, tenía barba y el pelo grisáceo peinado hacia un lado. Iba bien vestido, de traje y una gabardina los días de frío. No solo lo había visto en los alrededores de mi casa, también en el instituto. La primera vez que lo vi fue en el colegio hace años. Se quedaba mirando desde el otro lado del patio, pero recordaba a un fantasma porque cuando desviaba la vista y lo volvía a buscar, ya no estaba. Más tarde lo vi en el parque, desde lejos entre los árboles. No aparecía tan frecuente, solo de vez en cuando, quizás una vez cada dos meses.
Y allí estaba, al final de la calle, con las manos metidas en los bolsillos del pantalón. Había personas caminando, pero yo siempre, de alguna manera, daba con él. Aunque, lo más curioso es que nunca, nunca, se había atrevido a acercarse. Por eso, un día, caí en la cuenta de que quizás solo fuese cosa de mi imaginación, porque una vez llegaron los problemas para dormir y las pesadillas aparecieron, él se convirtió en un protagonista de éstas.
Suspiré y desvié la vista hacia el suelo y terminé de subir las escaleras hasta meterme en casa. Terminé de suspirar retirando esa imagen de mi mente, como siempre había hecho. No era importante, no tenía relevancia, quizás solo fuese la culpa personificada. Lo más sensato sería acudir a un psicólogo, pero me incomodaba el simple hecho de hablar de ello con mis padres.
Volví a caminar cuando escuché a mi madre y a mi hermana hablar entre ellas animadamente, estaban en el salón así que me acerqué a ver qué hacían. No esperaba encontrarme una enorme caja de color blanco y de buena calidad en el suelo del salón. Mi madre estaba sacando un vestido de ella y sobre el sofá ya había varias prendas de ropa.
—¿Qué hacéis? —cuestioné arrugando el entrecejo mientras observaba por encima lo que habían sacado de allí.
—Nos han enviado esto, no sabemos quién —contó Lia con una sonrisa—. Lástima que ninguna sea de mi talla.
—Yo creo que puedo ponerme algo —añadió mi madre observando el vestido que tenía sujeto en sus manos, ostentaba un diseño precioso y sofisticado.
—¿Y por qué nos enviarían esto?
Me acerqué a sacar algo de la caja dejando el bolso del instituto a un lado. Había zapatos, bolsos y ropa, saqué una blusa negra con destellos plateados y un escote que dejaría ver bastante. Pero era preciosa y tenía pinta de cara, por eso se me ocurrió ver la etiqueta, pero no fue el precio lo que me sorprendió, fue la marca.
Lexington.
Miré la etiqueta del resto de cosas, mi madre y mi hermana me observaban extrañadas ante mi leve desesperación por mirar las etiquetas y comprobar que todo era de lo mismo. La tapa de la caja me lo confirmó de inmediato. Todo era de la marca Lexington.
—¡Casi lo olvido! Había un sobre... espera. ¿Dónde está? —exclamó mi hermana abriendo sus ojos dejando ver el color azul de ellos.
—Creo que lo hemos enterrado en ropa. —Mi madre comenzó a meter de nuevo toda la ropa en la caja hasta que al final salió el sobre que recogió Lia.
Observé sin quitarle ojo al sobre, aunque creí saber de qué se trataba. Lia sacó un papel color lila del mismo y comenzó a leerlo para sí misma hasta que arqueó las cejas con sorpresa.
—¿Qué es? —cuestionó curiosa mi madre.
—Una invitación, para la fiesta en el WonderLand Palace este sábado.
—¿Qué? —irrumpí abriendo mucho los ojos. Me aproximé a ella y le arrebaté la invitación para verla con mis propios ojos.
La invitación era clara, te invitaban a la fiesta privada de Halloween que iba a celebrarse en dicho hotel famoso por ser ambientado con decorados que recordaban al cuento de Alicia. Se encontraba en el SoHo y era relativamente reciente haciéndose con fama de inmediato por su originalidad en la decoración y por permitir que artistas lo utilizaran como galería. También se hacían fiestas como esa, unas muy especiales y diferentes, ambientadas sobre todo en el país de las maravillas. Todos saben lo especial que es ese hotel y de lo sumamente caro que es hospedarse allí.
Y yo tenía invitación.
—Todo esto es para mí —me atreví a decir lo que captó la atención de ambas.
—¿Cómo? ¿Quién te enviaría todo esto? —interrogó mi progenitora.
—¿Y por qué? —agregó Lia con una risa que llegó a molestarme, aunque no lo expresé como tal.
—Un chico del instituto me invitó, pero no esperaba que fuera a enviarme todo esto. —Sentía arder las mejillas y saqué una sonrisa al releer la invitación. Y yo andaba pensando en que ya no querría saber nada de mí.
—¿Un chico? ¿Qué chico, Effie?
—Dexter Lexington.
—¿¡Un Lexington!? —gritaron ambas al unísono.
Claro, olvidé mencionar lo importante que es esta marca para la alta sociedad del mundo entero. Los Lexington compiten con marcas como Gucci y Versacce, pero su origen fue en Gran Bretaña hace años. En ese momento todo el imperio recaía sobre la madre de Dexter pues el señor Lexington, hijo heredero, murió hace unos años. Hasta que Dexter no cumpliera la mayoría de edad, todo pertenecía a ella.
—S-sí.
—¡Qué buena noticia! —alzó la voz mi madre con lo que yo me sorprendí—. Es estupendo que te inviten a una fiesta, Effie. ¿Qué te pondrás? ¿Puedo ayudarte a escoger?
—No. No lo sé. Acabo de enterarme de que finalmente podré ir y tengo que agradecérselo primero.
—Entonces, ¿irás con él a la fiesta? —Quiso asegurarse.
—Eso parece —afirmé con una sonrisa que deshice de inmediato para observarlas, mi hermana no parecía muy contenta con toda la situación.
Si no hubiera llegado a tiempo, ya se habrían repartido todas las prendas y quien sabe que hubieran hecho con la invitación. Recogí todo lo que habían esparcido por el salón y lo metí de cualquier forma en la caja, ya lo ordenaría luego como era debido. Solo quería salir del campo de visión de sus ojos. Incluso el repentino interés de mi madre hacia mí me había revuelto el estómago.
Cuando estuve en mi habitación y sentada en mi cama, abrí de inmediato el chat donde intercambiaba mensajes con el semidiós que me había enviado la caja junto a la invitación. Resultaba que en el día anterior solo quería ofrecerme la invitación si acudía con él y yo le solté todo aquello de forma dramática y salí corriendo como la Cenicienta a media noche. Por todos los dioses, ¿qué pensaría en aquel momento de mí?
Effie
Acabo de llegar y he visto lo que me has enviado...
¡Muchas gracias! Pero no tenías que enviarme nada.
Dexter Semidiós😍
Ahora que ya tienes vestidos, bolsos y zapatos, junto a la invitación, ¿vendrás conmigo?
Desde luego que no estaba preparada mentalmente para ese mensaje. Mi cuerpo cayó rendido hacia atrás sobre el colchón de mi cama rebotando todo mi ser junto a mi corazón desenfrenado. No me podía creer que mi semidiós hubiera hecho eso para que lo acompañase a la fiesta. ¿Realmente era consciente de quien era y estaba dispuesto a ser objeto de rumores por parte del resto del instituto? Menuda locura.
Effie
¡Pues claro! 😊
Dexter Semidiós😍
Genial.
¿Y a un café ahora mismo?
«Un... ¿café? ¿Con Dexter? ¿Ahora?»
Pensé que estaba delirando, no sé si él o yo, pero de cualquier forma aceptaría una y mil veces más. No estaba preparada para pasar tiempo con el semidiós fuera del instituto, pero eso no iba a impedirme mi momento.
Effie
También me parece bien.
Al cabo de unos minutos ya estaba esperándole frente a la cafetería donde nos habíamos citado y con los nervios a flor de piel. No esperaba que mi tarde fuese a ser así, pero qué decir, desde que empezó el curso nada estaba ocurriendo como siempre lo había hecho y me estaba gustando.
Un coche con los cristales tintados de negro aparcó frente al establecimiento donde yo esperaba impaciente. De él bajó mi semidiós vestido con unos vaqueros algo ajustados que le quedaban de escándalo y una sudadera gris de la marca Tommy Hilfiger. Su cabello estaba algo despeinado, justo como lo llevó en la fiesta de Cailin y que tanto me gustó, además de sus gafas que se ajustó antes de dedicarme una mirada de infarto junto a una sonrisa ladeada. Salivé como una tonta al observarle caminar hacia mí.
—Qué puntual —comentó nada más llegar mostrándome sus blancos dientes en una sonrisa que le achinaba los ojos.
—Bueno, no estaba tan lejos —respondí con timidez—. ¿Entramos?
—Había pensado en pedirnos el café para llevar y pasear por Central Park, ¿qué te parece?
—Una estupenda idea.
No sé si lo hizo por mí, pero era un café con un precio asequible que pude pagarme y no insistió en invitarme cuando le dije que no importaba y que lo haría yo. Salimos directamente hacia Central Park, que no quedaba más que a unas pocas manzanas de la cafetería. Una vez pisamos el interior, el paseo fue mucho más relajado que con el bullicio de la ciudad y pudimos conversar sin problemas.
—Bueno, ¿te gustaron los vestidos? —soltó para darle un sorbo al café servido en un vaso para llevar con tapa en el que ponía su nombre, al igual que el mío, salvo que en este aparecía mi nombre. Me gustó cuando el dependiente dijo en alto "Dexter y Effie".
—¡Sí, por supuesto! Pero no te voy a negar que no me guste la idea de que me los hayas regalado. A veces regaño a Cailin por ello. Me siento mal al recibir regalos sin ser mi cumpleaños y encima tan caros.
—No me sorprende escuchar eso de ti, eso te honra y por eso te los mereces más que nadie. De todas formas, Effie, a mí esos vestidos no me han costado nada.
—Aun así... bueno, muchas gracias. Y gracias por invitarme.
—No es nada, me alegro de que puedas venir conmigo.
—¿Cómo supiste mi dirección?
—Cortesía de una Lockwood.
—O sea que Cailin lo sabía y no me ha dicho nada.
—Se lo pedí yo, no te enfades con ella, quería que fuese una sorpresa.
—Sin duda lo ha sido. —Encogí los hombros agarrando el vaso del café con fuerza.
—Y, por cierto, eres justo como yo pensé que serías.
Me quedé anclada al sitio con esa declaración; había recordado aquello que le dije y de lo que no le di oportunidad a responder. Nunca pensé que pudiera llegar a gustarme más de lo que ya lo hacía, pero estaba claro que tenerlo cerca y mantener conversaciones dejaba claro lo cierto que podía llegar a ser.
Dimos un paseo por casi todo Central Park hasta que nos llegó la noche. Hablamos sobre muchas cosas y descubrí otras, como que le gustaba cocinar a pesar de tener a alguien que lo hacía para su familia. También me prometió que me cocinaría algún día.
Cuando ya fue lo suficientemente tarde, un coche pasó a recogernos y me convenció para llevarme a mi casa. Estaba demasiado feliz por cómo había resultado la tarde, por ir subida en un coche a su lado y por estar viviendo todo aquello con lo que fantaseé tantos años.
Llegamos frente a mi casa; ni siquiera tuve que mirar por la ventana para saberlo, el coche se había parado y Dexter acaparó toda mi atención.
—Aquí está su parada, señorita —mencionó con un tono jocoso que me sacó una sonrisa.
—Eso parece, muchas gracias por traerme.
—Es un placer y gracias por deleitarme con su presencia esta tarde.
—Oh, es placer es mío —respondí siguiéndole el rollo—. Nos vemos mañana en la fiesta.
—Descuida, te recogeré yo mismo aquí a las ocho.
«De acuerdo, no esperaba que también fuera a venir a buscarme, todo un plus al que no me pienso negar.»
—Vale... —murmuré con timidez y me desabroché el cinturón.
—Por cierto, —se apresuró a decir antes de dejarme poner un pie en la calle— mi corbata será roja.
—¿La reina de corazones? —se me ocurrió decir con una sonrisa, sabía a qué se refería.
—Sí. Buenas noches, Effie —me dedicó con una sonrisa ladina.
—Buenas noches, Dexter.
Salí del coche y cerré la puerta no sin antes dedicarle una última sonrisa a mi queridísimo semidiós. Me quedé ahí al pie de la acera observando cómo el coche se alejaba a través de la carretera de Gramercy Park.
—¿Quién es el pijo ese? —escuché que me decían junto a mi oído izquierdo. Una voz que por desgracia conocía y que me ponía hasta el último vello de punta.
Y entonces recordé lo que había olvidado por completo. La había cagado pero bien.
AAAAYYYYYYY
Por Dios que estrés de vida lleva esta chica últimamenteeee😵😵
¿Qué pasará?
¿Se la liará y acabará mal parada?
Y en la fiesta...
¿será una bonita velada de Effie con Dexter?
Por cierto, nótese mi amor hacia Alicia en al País de las Maravillas ejejejeje
¿Tenéis ganas de más? Porque yo sí🤭🤭
Si os va gustando, háganmelo saber con un voto, porfiiii🥺🥺
Y feliz no cumpleaños a todos 🥳🥳
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