6
ᴀʟʟ ᴛʜᴇ ɢᴏᴏᴅ ɢɪʀʟꜱ ɢᴏ ᴛᴏ ʜᴇʟʟ
Comencé a subir las escaleras cuando comprobé que nadie tenía la atención sobre mí. Por lo general, no había una regla estricta sobre subir a las clases durante el almuerzo, pero sí que despertaba curiosidad. Así conseguí llegar a la segunda y solitaria planta. Allí sentí que el corazón se me iba a salir por la garganta y no dejaba de pensar en las cosas que podían salir mal. Iba a hacerlo, o más bien, tenía que hacerlo si no quería sufrir algún tipo de consecuencia, fuese cual fuese.
Y allí estaba, la puerta de los baños de chicas de la segunda planta. No había nadie por los pasillos y debía apresurarme si no quería ser vista. Lo cierto es que en ningún lado se especificó que tuviesen que ser los de chicas, pero supongo que era algo evidente. Antes de aventurarme a meterme en uno de los cubículos elegantemente construidos con ladrillos, me paré a comprobar el papel con las instrucciones de nuevo. No quería cometer otro error más y sumarlo a la lista. Entré en el indicado y cerré la puerta con pestillo. No sabía cuántos iban a venir, ni cuándo iban a hacerlo, así que solo esperé mientras sacaba la bolsa con unas pastillas diminutas de color blanco. No tenía ni idea de qué eran y tampoco quería saberlo por mi bien; al menos si me pillaban y me interrogaban, mi desconocimiento podría ser algo clave. O puede que no y ya estuviera condenada al mismo infierno solo por realizar una venta.
Transcurrieron diez minutos sin que nadie viniera y yo tenía demasiadas bolsitas para vender. No dejé de revisar la hora, deseando que el timbre que señalara la finalización del almuerzo sonara. Sentía que, si dejaban pasar más minutos, yo iba a acabar con cada una de mis uñas. Quería que fuese alguien, quería realizar la primera venta para acabar con mi nerviosismo. Porque una vez realizara la primera, todas serían iguales y necesitaba saber que era algo sencillo y soportable.
Entonces se escuchó la puerta abrirse, seguido de unos pasos que avanzaban por el interior del baño. No sabía qué era peor, que nadie acudiera o que sí lo hicieran, porque me sentí indefensa y temía que me pillasen. Había demasiadas formas de husmear por los baños; arriba, debajo de la puerta y entre baños. Solo bastaba con echar una miradita y ya me tenían.
«Mierda, ¿y si es un profesor? ¿Y si ya vendieron aquí y conocen el lugar de venta?»
No dejaba de repetirlo en mi cabeza, y como respuesta, mi cuerpo no quiso respirar para no hacer ruido. La puerta a mi izquierda se abrió y gracias a la iluminación, podía ver su sombra entrar en el cubículo para después cerrar la puerta. No moví ni un músculo y deseé no existir en esos momentos.
—¿Tienes papel? —escuché decir a un chico cuya voz desconocía así que podría haber sido cualquiera.
—S-sí... —conseguí decir instintivamente, pero entonces me quedé en blanco. Había un protocolo escrito en el papel que no recordaba, estaba tan preocupada porque no me pillaran que olvidé memorizar lo que yo tenía que responder. Comencé a buscar el papel en el interior de mi bolso, pero no conseguía encontrarlo.
«Mierda. Mierda. Mierda...»
—¿En qué baño estás?
¡Era eso! Tenía que preguntar eso. Por suerte ellos se sabían bastante bien lo que yo debía preguntar y por alguna razón decidió ayudarme. «Gracias, seas quien seas por echarme una mano y ojalá que no se lo cuentes al chico con el que hablaste.»
—A tu derecha —respondí de inmediato.
Segundos después, dos billetes de veinte dólares aparecieron por la ranura de abajo que conectaba con el baño contiguo, lo cual quería decir que quería dos bolsitas. Me dispuse a cogerlas de inmediato para también mostrarlas por la ranura justo al lado de su mano con los billetes. Noté su mano agarrar el par de bolsitas con pastillas y por ello me encargué también de coger los billetes de inmediato. Entendí con rapidez la razón que me llevó a estar vendiendo de esas cosas. Seguramente habrían hecho esto mismo aquella noche en la fiesta. Kilian les mostraría la droga y ellos el dinero. Pero cuando yo lo distraje con la llamada, aquellos chicos aprovecharon y cogieron la bolsa sin entregar el dinero. Por eso corrían como desalmados calle abajo, se habían llevado un gran botín totalmente gratis. Y al no poder pillar a los chicos, Kilian lo pagó conmigo y en parte tenía razón; fui tan tonta de llamar a la policía prácticamente a su lado, alertándolo por completo.
—Gracias —añadió tras el trueque de una forma seca y distante.
Dicho eso, tiró de la cadena y salió del baño sin decir nada más. Era lo más raro que había hecho en mi vida. Miré lo que sostenía una de mis manos, tenía cuarenta dólares y los había conseguido en menos de cinco minutos. ¿Y eso era todo? Debía admitir que en mi cabeza todo sonaba mucho más exagerado, lo cual no quería decir que no corriera peligro de ser pillada y debía estar en alerta de quien estaba entrando en el baño. Pero, tenía cuarenta dólares, ¿cuánto tardaba yo en reunir cuarenta dólares? ¿Tres meses? Aunque estaba claro que ese dinero estaba sucio, no era una forma honrada de conseguirlo. Pero entendí que mucha gente desesperada cayera en la tentación de dedicarse a venderla, el propio negocio en sí era una droga muy peligrosa y adictiva. ¿Y quién iba a decirme a mí que acabaría vendiendo droga en el instituto? Todo estaba siendo una auténtica locura.
Después de aquel primer chico, vino una chica que compró tres bolsas y, tras ella, dos personas más que solo compraron una. Un total de ciento cuarenta dólares; jamás había tenido tanto dinero junto en mano. Guardé bien el dinero en el sobre, asegurándome de que estuviera todo en orden. En cuanto volví a estar sola, salí de los baños, vigilando que nadie estuviera rondando por los pasillos antes de tiempo. El timbre sonó cuando estaba bajando las escaleras, y eso fue razón suficiente para generar aquel bullicio que solía armarse, sobre todo en los pasillos que tenían taquillas. Como todo el mundo, yo también acudí a la mía para poder guardar el sobre a buen recaudo y continuar con las clases como un día cualquiera. Intenté esconderlo al fondo, entre varios libros y papeles sueltos; solo esperaba que, al intentar sacar un libro, no saliera disparado también.
—Con que te haces la dura, ¿no, Effie? —escuché decir a mis espaldas, lo que provocó que me asustara y cerrara de inmediato la taquilla para evitar que alguien viera el sobre.
—¡Dexter! —exclamé al girarme, abriendo mucho los ojos. Había reconocido su voz de inmediato. Estaba demasiado guapo, como cada día, ajustándose las gafas sobre el puente de su nariz. Era tan mono. Mi subconsciente aún no asimilaba que él supiera de mi existencia y, sobre todo, que se acercara a hablarme—. Menudo susto. ¿Qué decías?
—Vale, sí, era eso —soltó una risa juguetona que casi me provoca un desmayo y no me podía creer que me la estuviera dedicando a mí—. No está mal, me gusta. Pero la verdad es que ayer me quedé con ganas de seguir hablando contigo y estuve esperando tu mensaje.
El número de teléfono. Dexter. «Me dio su número de teléfono, ¡lo había olvidado por completo! ¿¡Cómo pude olvidar una cosa así!? No, en serio, ¿cómo se puede ser tan tonta?»
—¡Lo siento! Ayer tuve muchas cosas que hacer por la tarde y estaba tan cansada que en cuanto llegué a casa me quedé dormida —mentí, juntando las cejas y mostrando una leve sonrisa.
—No te preocupes —respondió sin darle importancia, algo que me dejó más tranquila. Sin embargo, mi cuerpo se tensó por completo cuando decidió colocar su mano sobre mi taquilla, dejándome acorralada y acercando sus labios a mi oído—. Pero espero que hoy sí tengas algo de tiempo para mí.
Sus palabras salieron arrastradas, penetrándome, calando hondo y recorriendo cada rincón de mi cuerpo. Los vellos se me pusieron de punta. No me podía creer que Dexter Lexington, conocido por mí misma como el semidiós del maldito Olimpo griego, me estuviera pidiendo tiempo para que le escribiera un mensaje. ¿En qué clase de universo estaba metida?
Nos miramos a los ojos por unos segundos. Los suyos, a través de esas gafas, se desviaron por un momento hasta mis labios y entonces sonrió para después volver a su posición inicial. Me dedicó un guiño burlón y continuó caminando por el pasillo. Estoy segura de que me volví de piedra en ese momento. Pero no podía quedarme mucho tiempo allí, procesando la situación que acababa de vivir, si quería llegar a clase de matemáticas sin ser castigada por llegar tarde. Algo que nunca se había dado.
Por suerte, cuando llegué al aula aún estaba entrando gente, así que me senté en mi lugar en la primera fila y comencé a abrir el libro por donde lo dejamos la última vez. La profesora no tardó en comenzar la clase y atendí en todo lo que nos indicaba. Pero, para la desgracia de mi atención, recibí un mensaje de teléfono y fui tonta al pensar que sería de Dexter. Era yo la que tenía que enviárselo. No obstante, desconocía el número que me había escrito y ello me generaba aún más curiosidad. Aproveché que la profesora estaba como loca apuntando cosas en la pizarra para comprobarlo.
(212) 555-5678:
¿Lo has vendido todo?
«Ay, no.»
Había olvidado que le di mi número. De alguna forma, me había hecho creer a mí misma que tras vender ese día, todo eso se había quedado a un lado. Pero no era así porque, a partir de ese momento, siempre iba a estar conectada a ese hombre hasta que la deuda se saldase. Y ya me advirtió de que no ignorara sus llamadas y mensajes. Supuse que, si lo hubiera hecho, no habría tardado en aparecer por allí o incluso en la puerta de mi casa. No podía escapar de él porque lo sabía todo sobre mí. Y tras lo ocurrido la tarde anterior, me sentí desnuda, como si llevara tatuado toda clase de información sobre mí. ¿Tan fácil era saber todo lo que me concernía? Ese tío me daba demasiado miedo.
Effie:
Sí.
Respondí rápidamente para seguir atendiendo a la profesora quien había comenzado a sacar a alumnos a corregir los ejercicios que mandó la última vez.
—Green, a la pizarra —escuché decir a la profesora dirigiéndose a mí.
Me levanté de mi asiento para hacer el ejercicio que me tocaba. Como siempre, coloqué bien mi uniforme para evitar cualquier burla y cogí la tiza con la que comencé a resolver. La profesora confió en mí para que resolviera el ejercicio más difícil de todos, pero de nuevo la vibración del teléfono se hizo presente en el bolsillo de mi chaqueta y un escalofrío se apoderó de todo mi cuerpo. Más vibraciones, y sabía que sería él de nuevo. No había hecho nada malo, pero tenía miedo de lo que pudiera llegar a poner.
—Euphemia, ¿ocurre algo? —intervino la profesora al ver que dejé de escribir sobre la pizarra.
—No, solo estoy pensando.
Miré de nuevo el ejercicio y era como si no fuese el mismo, solo pensaba en lo que podían ser los mensajes. Advertencias, amenazas u obligaciones de algo que no quería hacer. Si tardaba en contestar podía enfadarse y todo podía terminar peor de lo que empezó.
«Mierda, no logro concentrarme».
—Green, siéntese —ordenó la profesora con decepción en su tono de voz, sacándome de la locura en la que se había convertido mi mente.
Todo quedó en completo silencio, ni siquiera el resto de la clase podía creerse que no pudiera resolver el ejercicio, no era propio de mí en esa asignatura.
Cailin:
Tía.
¿Qué ha pasado antes?
Os he visto a Dexter y a ti muy juntos.
¿Sois ya pareja?
Me muero si es cierto.
Solo era Cailin. Suspiré relajando mi cuerpo por completo. Había olvidado que mi querida amiga tenía por costumbre mandar numerosos mensajes en vez de hacerlo en uno solo. Sin embargo, aún no había recibido respuesta de ese tío, lo cual me inquietaba. Iba a tener que acostumbrarme a recibir sus mensajes en cualquier momento, porque acababa de decepcionar a mi profesora de matemáticas solo porque pensé que se trataría de él.
Al terminar las clases, volví a mi taquilla para recoger mis cosas y poder volver a casa. Tenía que coger el sobre con el dinero sin que nadie se percatase, así es que luché por buscarlo entre los montones al fondo y en cuanto logré tocarlo, fue directo a mi bolso. Cada acción que tuviera que ver con ese sobre, para mí era toda una odisea de sentimientos nerviosos y temerosos. Posteriormente devolví los libros que no necesitaría y cerré la puerta.
—¡Effie! —asaltó mi amiga con brusquedad. ¿Por qué nadie saludaba tranquilamente?
—Cailin, no he podido responder a tus mensajes, pero no, no somos nada.
—Jo... —se quejó haciendo un puchero.
—¿Qué esperas? Prácticamente nos conocimos de hace dos días y ayer fue la primera vez que hablamos sin ser interrumpidos.
—¿Y entonces que vi antes? Te juro que te comía con los ojos.
—Ayer se me olvidó enviarle un mensaje y solo vino a recordármelo.
—Pensé que lo hiciste antes de... eso —dijo refiriéndose al tipo tatuado que vino a buscarme.
—No, no sabía bien qué escribirle y lo borré para hacerlo después. Pero ya sabes que no pude.
—¡Tía! ¿Y a qué esperas? —exclamó abriendo mucho los ojos y zarandeándome el brazo.
—A tener un momento de paz, supongo.
—Promete que lo harás cuando llegues a tu casa.
—Lo prometo.
Levanté la mano en señal de promesa y ambas salimos del instituto bajando las escaleras. No podía evitar mirar al frente justo donde estaba el tipo tatuado el día anterior. Quizás no fuese la mejor persona del mundo ni la mejor situación, pero al menos sabía que no tenía intenciones de hacer nada conmigo, solo que le regresara lo que perdió por mi culpa.
Cailin me acompañó hasta la boca del metro. No dejaba de hablar sobre cómo un par de chicos la habían saludado en gimnasia y empezaba a pensar que le estaba entusiasmando demasiado el hecho de ser más conocida, nunca antes había ocurrido. Estaba claro que la marcha de su prima del St. Joseph ese año, le había afectado.
Mi teléfono vibró y yo me puse rígida mientras caminaba.
No podía ser nadie más que él. Cailin estaba a mi lado y aun no le había enviado nada a Dexter.
Comencé a temblar sin razón alguna más allá que el hecho de sentirlo en mi costado, en el interior del bolsillo de mi americana. Era la vibración lo que sentía, pero para mí era como si él estuviera ahí.
—Al parecer este finde van a celebrar una fiesta de Halloween en el Wonder y... —continuó hablando Cailin. Yo, sin embargo, tenía la mente en el mensaje que pesaba en el interior del bolsillo.
No podía seguir con el misterio, saqué el teléfono y lo miré para desbloquear la pantalla. Sabía que era de mala educación hacerlo si mi amiga estaba hablándome, pero era necesario.
(212) 555-5678:
Necesito que vengas esta tarde.
Eso era todo. Y sonaba más a una orden que a un favor. Si estaba rígida, después de aquello era un flan.
«¿Tengo que volver a pisar Brooklyn?», pensé con pesar. Siempre me habían dicho que no era del todo seguro y nunca antes había tenido que coger la línea de metro que iba directa allí. Ni siquiera sabía si recordaría dónde estaba ese viejo edificio.
«¿Y qué quiere decir esta tarde? ¿Puedo ir ahora? ¿O tiene una preferencia?»
No quería volver, ni escuchar su voz y sentir su mirada sobre mí.
Cailin ni siquiera se había percatado de que estaba consultando un mensaje, así que guardé el teléfono dejándolo en visto y algo me decía que no debería haberlo hecho.
Finalmente, me despedí de Cailin con una sonrisa fingida, intentando mantener la compostura y que no sospechase nada. En realidad, me sentía mal por ocultarle tantas cosas, pero no estaba segura de que contárselo fuese lo correcto.
Una vez subida en el metro, me dejé caer en una de las paredes de éste mientras ponía rumbo a mi casa. Fue entonces cuando decidí contestarle a Kilian y agendarlo.
Effie:
¿A qué hora?
Cuestioné sin darle muchas vueltas. Bajé el teléfono, dejando la vista perdida en el suelo, pensando en dónde me había metido una vez más. La gente subía y bajaba con cada parada, mientras que en mi estómago se cocía una mezcla de temor y nervios que devoraba mi apetito a todas horas.
El móvil volvió a vibrar.
Kilian:
Cuanto antes, mejor.
Avísame cuando estés viniendo.
La incomodidad me envolvía por completo, formándome un nudo en la garganta. No sabía si quería llorar o gritar, pero lo único que sabía era que no quería ir allí de nuevo.
Effie:
¿Podrías pasarme la dirección?
Pronto obtuve el mensaje con una ubicación enviada directamente con Google Maps y no volvimos a escribirnos más.
Al llegar a casa, encontré a Lia vestida con el maillot dorado que usaba para ir a competiciones de baile, y su tan usual moño apretado que peinaba su melena castaña clara. Estaba maquillada al completo, y de la sombra de ojos salían destellos brillantes que, al parecer, también se dispersaban por el cabello. Mi madre no dejaba de dar vueltas de una habitación a otra hasta que llegó a la puerta mientras se colocaba los pendientes. También iba bien vestida, con un traje de dos piezas y una blusa bajo su americana morada oscura.
—Vámonos, Lia, ya vamos tarde —ordenó para después cederme su atención. Aún no me había movido de la entrada y probablemente la estorbase—. Effie, ten.
No sabía qué era lo que quería que tuviese hasta que la vi sacando la cartera. De ella aparecieron dos billetes de veinte dólares, justo como los que había conseguido esa mañana. Abrí la mano como respuesta y ella los colocó sobre ella.
—Pide algo para cenar y que esté aquí para cuando lleguemos.
Los hombros se me desmoronaron. Por un segundo, llegué a pensar que me estaba dando algo de dinero para mí. Qué ingenua era.
—¡Tailandés! —exclamó Lia colocándose el abrigo, mirándome con sus estirados ojos azules, que nada se parecían a los míos. Siempre me decía que yo salí más parecida a mamá, o eso comentaba la gente.
—Pues tailandés —concluyó mi madre—. Supongo que llegaremos para la cena, pero ya sabes.
—Vale —contesté, cerrando la mano con el dinero.
Ambas salieron de la casa con prisas, dejándome sola en ella sin despedirse siquiera. Tampoco es que me quejase, era de lo más normal. Dejé el dinero sobre la encimera de la cocina y miré el calendario que había en la nevera. Aquel día estaba apuntado: "Audición".
Rodé los ojos y me dirigí a mi habitación para cambiarme el uniforme por algo más de calle.
Las audiciones estaban muy presentes en mi casa. Mi madre creía que la mejor forma de que Lia cumpliera su sueño era apuntándola a audiciones para concursos de televisión o realities.
Pero, si os digo la verdad, siempre creí que lo que mi madre realmente quería era volver al mundo del que fue expulsada. Quería volver a tener lujos y codearse con la alta sociedad. Y claro, haría todo lo que estuviera en su mano para conseguirlo y no le importaba si tenía que usar a mi hermana para ello. ¿Qué cómo lo sabía? Bueno, Lia llevaba bailando desde los cuatro años y hasta después del divorcio no le había dado tanta importancia. Era su única vía porque yo no era una opción, no hacía nada que pudiera llevarme a la fama y, después de lo que ocurrió, no es que me tuviera mucha estima, a la vista estaba.
Metí unos vaqueros por mis piernas y me coloqué una sudadera rosa. Para terminar, me puse unas deportivas blancas que me regaló mi padre la Navidad pasada. Agarré una bolsa de tela negra y en ella metí el sobre que debía llevarle a Kilian, asegurándome de camuflarlo con una camiseta, mi cartera, mis llaves y el móvil.
No tardé en llegar de nuevo al metro que iba directo a Brooklyn Heights, no sin antes enviarle un mensaje avisándole de que iba para allá, cosa que no respondió y tampoco supe si lo había visto o no.
Una vez subí las escaleras de la parada, debía seguir los pasos que marcaba la aplicación del teléfono. Lo cierto es que, a simple vista, las calles de Brooklyn no parecían tan malas como me lo habían pintado siempre y a esa hora parecían de lo más normales.
Pronto aparecí frente al edificio que abandoné el día anterior con lágrimas en los ojos y una sensación horrible. Suspiré y procuré relajarme antes de dar un paso más. «No pasa nada, Effie, solo vas a entregarle lo que has conseguido hoy y te marcharás con más para vender», pensé para mí misma una y otra vez.
Era de esperar que al día siguiente debía hacer lo mismo. Y aunque no eran los mejores minutos del día, en realidad no era para tanto. Solo debía pasar una media hora de angustia por ser pillada, nada que no se pudiese aguantar.
Subí las escaleras tras llamar al interfono y cuando llegué frente a la puerta, esta se abrió mostrándome al chico tatuado. Aún no era capaz de mirarle directamente a la cara, me intimidaba demasiado y lo último que quería era ofenderle de alguna manera.
—Siéntate donde quieras —dijo en cuanto puse un pie en el interior. Me observaba mientras sopesaba el lugar donde sentarme, decantándome por el de la última vez—. ¿Qué tal estás?
No esperaba una pregunta como esa, la verdad. Con la mirada fija en la ventana a mi lado, me limité a levantar los hombros.
—Bien —conseguí decir en un hilo de voz.
—Bien. Estupendo. ¿Cómo son tus notas en ese instituto?
—Normales. —Apreté los labios, no sabía a qué se debía la charla.
—¿Es cierto lo que se dice? ¿A más pagas, más alta tu nota?
Volví a levantar los hombros.
—Vamos, Euphemia, intento relajarte. Vienes muy tensa. Y teniendo en cuenta que vas a trabajar para mí... Di.
—No lo sé, no es algo en lo que me fije... Me centro en mí y ya está.
—Vale. ¿Qué asignatura se te da bien? Porque a todos se nos daba bien al menos una.
—Matemáticas.
—Vaya, vaya. Tenemos a una fan de las ecuaciones. Eso está muy bien, Euphemia.
—Effie. —Quizás no debí haber soltado aquello y me lamenté al instante apretando los puños sobre mis piernas.
—¿Qué?
—Prefiero que me llamen Effie.
—Ya, pero es que yo prefiero llamarte así.
Si hubiera poseído la suficiente valentía, ya me habría quejado. Pero no quería que se enfadara. No quería poner a prueba de lo que era capaz de hacer si estaba enfadado, porque tenía pinta de que nada bueno.
—Déjame ver lo que has vendido, anda.
Abrí el bolso y busqué en el fondo. Di con el sobre color marrón claro y se lo entregué de inmediato. Kilian lo cogió y se mantuvo de pie mientras sacaba el dinero para contarlo.
—Muy bien, Euphemia. Parece que no has tenido problema, ¿o sí lo has tenido? —cuestionó desviando su mirada de los billetes a mí. Pero de inmediato bajé la vista negando con la cabeza—. Genial. Pues creo que puedo confiarte producto para dos días. Ya sabes qué pasa si le ocurre algo, así que, ten cuidado.
Tragué saliva y asentí varias veces.
—Y tengo noticias. Como sabrás, este sábado se va a celebrar una fiesta privada. La gran mayoría de los de tu instituto irán y mucha gente del palo. Y tú tienes que estar allí. Yo no voy a poder entrar, así que es perfecto.
—Hay un problema —solté sin pensarlo demasiado, quizás lo mejor era haberme expresado de otra manera.
—¿Cuál? —espetó.
—Que a mí no me invitan a esas fiestas. No soy alguien querida.
—Aunque no seas "querida", estoy seguro de que a tu padre le habrán dado invitaciones.
—Si a mi padre le dan invitaciones, no me las da a mí.
—¿Y a quién se las da?
—A sus nuevos hijos, los de su mujer.
Lo vi cruzarse de brazos y suspirar, probablemente con el ceño fruncido. Su presencia me inquietaba y no me sentía segura en ningún momento.
—Pues tienes que encontrar la forma. ¿No tienes amigos? Seguro que alguien puede darte alguna.
—N-no lo sé...
—Bueno, no me importa cómo lo hagas. Pero tienes cuatro días para encontrar la manera de ir a esa fiesta. ¿Entendido?
Asentí sin más remedio. Su voz indicaba que era una orden y que yo debía cumplir costase lo que me costase. Y yo pensando que lo peor era vender en el instituto.
Kilian se incorporó y se movió por su casa. Aún no me había dado permiso para irme, así que me quedé sentada sobre el sofá retorciéndome las manos, pensando en cómo iba a conseguir ir a esa fiesta. Momentos después, volvió a ofrecerme el mismo sobre que le había dado antes, pero repuesto de esa droga hasta arriba.
—Hay para dos días. Vuelve aquí cuando la hayas vendido toda. Puedes irte ya.
Estaba a punto de preguntar qué pasaría si no obtenía la invitación, cuando el sonido de la puerta nos llamó la atención a ambos. Recogí mi bolso metiendo el sobre de nuevo en el fondo con rapidez y me levanté colocándolo sobre mi hombro. Kilian se aproximó a la puerta y la abrió conmigo unos pasos por detrás dispuesta a salir. Al otro lado había una chica tan alta como él, metida en unas botas con tacón de aguja, muy bien maquillada, con el pelo peinado en una estirada coleta alta y un vestido ceñido con un escote que mostraba sus apretados pechos. Intimidaba tanto como lo hacía él, pero solo tenía su mirada sobre la de Kilian junto con una sonrisa maliciosa.
—¿Seguro que tenemos tiempo para uno rápido? —le cuestionó ésta.
—Seguro.
Ella ensanchó aún más la sonrisa y colocó sus brazos alrededor de su cuello para engancharse a su boca de una forma desenfrenada. Casi diría que estaban a punto de comerse mutuamente. Desvié la mirada de inmediato y el único sonido que resonaba en el apartamento era el de sus besos. Jamás había visto a nadie besarse de esa manera, ni siquiera en los rincones del instituto. Me hubiera marchado, si no fuera por el inconveniente de que estaban justo en la puerta impidiendo el paso.
«Ay, dios, ¿por qué tengo que pasar por estas cosas? ¿He hecho algo malo para merecer esto?»
—¿Por qué hay una adolescente ahí? —cuestionó de pronto la chica rompiendo el tan contundente beso, por fin.
Kilian se giró para mirarme, como si no supiera que aún seguía allí.
—No es nadie que te interese. Ya se iba.
Él la agarró del brazo y tiró de ella para apartarla de la puerta y dejarme el paso a mí, cosa que no desperdicié ni por un solo segundo. Ni siquiera me despedí, era la segunda vez que salía del apartamento sin dirigir una sola palabra porque lo que menos me apetecía con ese chico era tener cordialidad.
«¿Y qué voy a hacer ahora?»
Era cierto que Cailin había mencionado algo sobre una fiesta, pero no le hice demasiado caso. Nunca había asistido a esa clase de fiestas, por lo general era un encuentro de gente elitista e influencers con el fin de promocionar la marca que había organizado la fiesta. Por eso había invitaciones y colarse no era una opción, eso lo tenía claro. Tampoco es que fuera a ser capaz de hacerlo.
«Bueno, supongo que podría pedírselo a Cailin».
Llegué a casa exhausta, demasiadas emociones en unas pocas horas. El silencio de la casa me aportaba paz y tranquilidad, justo la que necesitaba. Ojeé mi diario de películas y observé la que me tocaba aquel día. Y todo iba estupendamente hasta ese momento, estaba en paz por fin, toda preocupación quedó a un lado hasta el día siguiente.
Sin embargo, me resultó una paz efímera pues el guaperas que apareció en pantalla me recordó que yo tenía al mío propio.
«¡Ay, dioses!»
Tenía su número y llevaba esperando desde el día anterior a que le enviase un mensaje. Estaba a punto de olvidárseme de nuevo. Todo por culpa de ese tío y sus malditas pastillas venenosas que me tenían en otro mundo mucho más oscuro que este.
Con el móvil en la mano, acudí con rapidez a abrir el chat de Dexter, el cual se encontraba en blanco. Solo tenía que mandar un mensaje para que comenzase a llenarse.
«¿Y cómo debería comenzar? ¿Un simple "hola"? Tampoco está tan mal».
Effie:
¡Hola! Soy Effie y bueno, este es mi número 😊
Suspiré al bloquear la pantalla y me la llevé al pecho. Lo había hecho, sin pensarlo mucho, pero estaba hecho. No me podía creer que tuviese su número, llevaba demasiados años viéndolo desde las sombras, admirando cada gesto y cada detalle. ¿Sería que por fin estaba haciendo las cosas bien?
Como un rayo, pasó aquella noche en la que llamé a la policía delante de un camello en plena venta y la navaja que posteriormente puso sobre mi cuello. Un escalofrío arrasó mi cuerpo por completo al recordarlo. Y no podía dejar de preguntarme si aquello era lo que debí haber hecho a pesar de las consecuencias que sucedieron. Porque quizás no fue bueno para mí, pero sí lo fue para otras personas que se libraron de la tentación de tomarlas. Eso era bueno, ¿no? ¿Hice lo correcto?
¿O quizás no?
Tenía que pensar bien las cosas si no quería caer de nuevo. No tomar la decisión correcta volvería a torturarme y no quería recordar la sensación que experimenté hacía unos años, no debía volver a cometer ese error. Me negaba a volver a sentirme así...
"Todo es por tu culpa. ¿Por qué me has hecho esto? ¿Me odias? ¿¡Es por eso!? ¡No tenías derecho a hacerlo! ¡Es tu maldita culpa!"
La vibración de mi teléfono me devolvió a la realidad. Las lágrimas se me habían acumulado y se me había empezado a nublar la vista. Me las quité de inmediato como si alguien fuese a verme, hasta que la vibración volvió a retumbar mi pecho sobre el que estaba echado mi móvil. Un mensaje.
Dexter Semidiós😍
Hola, Effie 😊
Pensé que ya no me escribirías
y me estaba volviendo loco.
Una sonrisa de oreja a oreja se me formó en la cara al ver sus mensajes en respuesta al mío. Era él, era real y me estaba hablando a mí. No podía creérmelo.
Cogí un cojín de mi lado y lo estrellé sobre mi cara donde ahogué un chillido.
Effie
Lo siento. He tenido unos días
ajetreados, pero ya estoy disponible.
Dexter Semidiós😍
Me gusta tu táctica.
Pero ya tenías toda mi atención.
Effie
No estaba utilizando
ninguna táctica, lo juro.
Dexter Semidiós😍
¡Vale, vale! Lo que tu digas :P
Effie
¿Y qué tal tu tarde?
Dexter Semidiós😍
No mucho, esperaba a que me hablases.
Effie
No me creo que estuvieses esperándome.
Dexter Semidiós😍
Pues no te lo creas, pero es cierto.
Effie
¿Y por qué ibas a pasar una
tarde esperando a mi mensaje?
Dexter Semidiós😍
Porque me gustó hablar contigo.
Y me quedé con ganas de más.
Effie
A mí también me gustó.
Dexter Semidiós😍
Pues hablemos.
Cuéntame algo sobre ti.
Y hablamos. Mucho, además. Le conté que estaba viendo una película y que me gustaban bastante. Entonces eso derivó a una charla sobre las que más nos gustaban o las que teníamos ganas de que se estrenaran. Quedamos en que un día iríamos al cine juntos y no cabía en mí solo de pensar en verme a mí con él a solas viendo una película. La conversación hizo que ni siquiera prestara atención a la que yo misma había comenzado a ver y por ello tuve que posponerla.
Todo frenó en el instante en el que mi estómago me recordó que se aproximaba la hora a la que debía alimentarlo y ello me llevó a pensar: «La cena. ¡Mierda!»
Con la conversación no me había acordado de que me tenía que encargar de ella.
Inmediatamente abrí la aplicación para pedir comida y encargué algo del tailandés. Ni siquiera pensé mucho en lo que pedir y recordé algo que ya habíamos comido otras veces. Debían de estar a punto de llegar y la comida tardaría al menos una hora.
La puerta se escuchaba abrirse minutos más tarde. Lia entró en el salón y se echó a mi lado mientras aún continuaba con mi conversación con Dexter. Por mucho que lo detestase, tenía que despedirme.
—¿Qué tal la audición? —cuestioné a mi hermana quien había comenzado a deshacerse el apretado moño.
—Una mierda. Está claro que todo está amañado.
«Bueno, entonces están de malhumor».
—Todo lo que tenga que ver con programas de televisión está amañado de alguna forma. O incluso se centran más en escoger a gente que va a dar juego. Ellos se lo pierden. Quizás debas decantarte por escuelas de baile, incluso si son primerizas...
—Effie, no tienes ni idea sobre lo difícil que es este mundo y la competitividad que hay en él, así que no hables. No pienso entrar en una academia de poca monta, tengo nivel para entrar en una elitista.
No pude evitar poner los ojos en blanco y suerte que no me vio hacerlo. Lia antes no era así, era evidente que se había convertido en lo que mi madre quiso, además de las hormonas revolucionadas a causa de la preadolescencia. Lia quería ser importante, que la mirasen y ser querida. El problema era que había millones como ella, ni siquiera su apellido iba a llevarla al estrellato de un día para otro.
—Effie, ¿y la cena? El dinero sigue en la cocina. —Apareció en escena mi madre con muy mala cara y cruzada de brazos.
—No debe de quedar mucho para que venga —respondí.
—Solo te pedí una cosa, Effie, una. Y es que estuviera aquí para cuando llegáramos.
—Lo siento, se me hizo un poco tarde.
Se fue por donde había venido murmurando cosas de las que era mejor no escuchar si no quería sentirme mal. Si estaba enfadada, lo mejor era alejarse.
Fui a mi habitación a ponerme el pijama y entre tanto, el timbre resonó por toda la casa. La comida llegó al parecer. Bajé para reunirme en la mesa y estaban de nuevo pegadas a sus teléfonos móviles sin decir ni una sola palabra, solo engullían.
Tiempo después me estaba metiendo en la cama cuando mi móvil vibró de nuevo. Era Dexter, otra vez.
Una sonrisa enorme apareció en mi rostro mientras desbloqueaba la pantalla y leí el mensaje:
Dexter Semidiós😍
Mañana tenemos historia,
¿te sentarás conmigo?
Uhhhhhhhhh Ahhhhhhh
Mamma miaaaa😵😵
Aquí Kilian no se corta ni un pelo😌
Pero es que Dexter tampoco😏
Y la familia de Effie, bueno... yo creo que todos opinamos igual😑
Recordemos que hay que encontrar invitación, a ver como se las apaña.
Oz quiero de kokoroooooo😚😚😚😚
Piña💜
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro