26
ꜱᴏ ɴᴇᴠᴇʀ ᴍɪɴᴅ ᴛʜᴇ ᴅᴀʀᴋɴᴇꜱꜱ, ᴡᴇ ꜱᴛɪʟʟ ᴄᴀɴ ꜰɪɴᴅ ᴀ ᴡᴀʏ
Nada parecía ir mal, estaba siendo una mañana de lo más normal de camino al instituto, incluso durante las dos primeras clases.
Hasta que comencé a notar las señales, la gente cada vez era menos discreta y todos parecían señalarme a mí. Y no fue hasta que mi teléfono comenzó a vibrar mientras guardaba mis cosas en la taquilla que no fui consciente de lo que estaba sucediendo.
Todos me miraban, cuchicheaban y se reían. Y eso fue solo al principio. Ya se metían antes conmigo, me miraban de forma altiva o me ignoraban a consciencia, y aprendí a vivir con ello. Esa era mi selva, aquella en la que aprendí a vivir. A veces cuando nada ocurría entre ellos, se inventaban rumores como que practicaba ocultismo y que le leía el futuro a la gente de la calle a cambio de dinero. O que me habían visto dormir bajo el puente de Central Park. Rumores absurdos, pero con eso se divertían. Sin embargo, lo que estaba sucediendo de alguna forma estaba siendo diferente.
Cerré la taquilla, saqué mi móvil del bolsillo de la americana y comprobé lo que me habían enviado. Resultaba que había sido etiquetada en varias redes sociales, ni si quiera era consciente de que conociesen mi usuario, pero al parecer lo habían descubierto. Me dio miedo entrar, en el fondo sabía qué era lo que me aguardaba, no podía ser otra cosa.
Aun así, fui valiente y lo abrí.
Era evidente que se trataba de ese momento. Quizás el más vergonzoso de mi vida. El vídeo estaba grabado desde una perspectiva en la que se podía ver perfectamente a Dexter liarse con esa chica y mi cara cuando Cailin me giró para que me diese cuenta de lo que ocurría a mis espaldas. Por supuesto, también cómo mi expresión cambiaba gradualmente a una de horror y angustia en su estado más puro, mirando a todas partes y comenzando a llorar. Me di la vuelta y salí corriendo de la imagen.
Quité el vídeo, no podía soportar seguir mirándome así. No era agradable verme en esas circunstancias, mucho menos cuando todo el instituto lo había visto y no dejaban de señalarme con la mirada. Les encantaba tener una excusa para burlarse de mí.
Volví a perderme una clase metida en el baño intentado recuperar mi respiración mientras pretendía dejar de llorar. Deseando poder despertarme y darme cuenta de que era una pesadilla, pero por desgracia no fue así.
Pronto llegó la hora de comer y en cuanto vi la ocasión, salí corriendo a las gradas antes de que todos salieran de sus clases. No esperé a que Cailin saliera, aunque ella ya sabía dónde encontrarme cuando se reunió conmigo dándome un fuerte abrazo que casi hizo que volviese a romperme en lágrimas. Nos sentamos en nuestro lugar de siempre y ni si quiera quise comer, se me había cortado el apetito por completo. Cailin me rodeó con un brazo y me dejó apoyar la cabeza sobre la solapas de su americana, acariciando mi brazo para así darme el calor del cariño.
—Lo siento mucho, Eff.
—No entiendo por qué lo han publicado ahora —sollozo—. Pensé que el bochorno ya era historia, pero al parecer insisten en ponérmelo todo más difícil. ¿Por qué no se limitan a ignorarme?
—Vete a saber.
—¿De verdad sus vidas son tan aburridas? Que piensan: "¿Qué hacemos hoy? ¡Molestemos a la pobretona de Effie, se lo merece por asistir a un instituto elitista siendo de clase media!" Me dan asco todos.
—¿Yo también? —dice haciendo un puchero.
—No, tú no, a ti te soporto —bromeé con lágrimas en los ojos.
Estuvimos en silencio durante al menos un minuto entero, mientras ella seguía acariciándome, consiguiendo estabilizarme. Entonces la sentí tensarse y su voz fue la que me alarmó:
—Effie, mira quien se acerca.
Levanté la cabeza y giré en la dirección donde los ojos de mi amiga recaían. Dexter estaba aproximándose a nosotras. El corazón comenzó a acelerárseme, no quería hablar con él, ni si quiera verle y menos en ese momento. Cailin debió de notarlo porque se levantó y dio un paso al frente alertando al susodicho que frenó el paso.
—Vete, Dexter —dijo la rubia, con una voz alta y clara.
—Quiero hablar con Effie.
—Creo que es evidente que ella ya no quiere hablar contigo.
Lo escuché suspirar desde allí abajo, subiéndose las gafas por el puente de la nariz.
—Siento lo que viste, Effie —comenzó a hablar en alto desde ahí abajo—. Yo no quería que hubiese sido así, de verdad que lo siento. Tampoco tuve nada que ver con el vídeo y si hubiese sabido que alguien nos había grabado, me habría asegurado de que lo borrase. Intentaré hacer lo que pueda.
No dije nada, solo me limité mirarle con el ceño fruncido y con lágrimas a medio caer. Cuando desvié la vista, supe que había comenzado a marcharse.
Tuve asistir a las clases siguientes del día deseando poder tener poderes para hacerme invisible. Ya ni si quiera se cortaban, imitaban mi expresión obligándome a mirarles, o gritaban "¡Oh, Dexter no me quiere!" de forma dramática.
Por otra parte, el asunto había prendido como el fuego siguiendo el rastro de gasolina y uno de los vídeos se hizo viral en un par de horas. En el vídeo podía leerse claramente la frase "Cuando ves al chico con el que tonteas liarse con otra". La prensa no tardó en reconocer al joven Lexington y los artículos fueron saliendo a lo largo de la mañana. Decidí quitarme todas las redes sociales de mi teléfono, no quería volver a ver ese vídeo. Solo quería escapar y olvidar ese día tan horrible de mi vida.
Y sabía a quién acudir para ello.
Saqué el teléfono de mi bolsillo a mitad de clase y comencé a teclear sin pensarlo demasiado, dejándome llevar por la desesperación:
Effie:
Necesito que vengas a recogerme al instituto.
Es urgente.
Aunque si no puedes, no importa.
No podía concentrarme en nada, mucho menos en la clase y esperaba impaciente que mi móvil vibrase recibiendo una respuesta. Por eso, cuando al fin lo hizo tras unos minutos eternos, me apresuré en mirarlo sin que la profesora lo notase.
Kilian:
Voy para allá.
¿Estás bien?
Effie:
No mucho.
Al menos tenía una buena noticia, iba a poder huir por unas horas con alguien ajeno a todo lo que me rodeaba. Sabía que me comprendería y no me juzgaría. Por todo eso él era la persona idónea con la que escapar.
Le dije a Cailin que no me esperase a la salida mediante un mensaje y en cuanto llegó el fin de la última clase, recogí mis cosas y fui directa a la salida. Ni si quiera me paré a dejar cosas en mi taquilla, me estaba ahogando y necesitaba salir cuanto antes rogando porque él ya estuviese allí.
Nada más poner un pie fuera, alcé la vista y lo busqué alterada. Allí estaba su coche negro aparcado donde antes solía hacerlo, cuando para mí él no era más que una pesadilla. Kilian llevaba sus gafas de sol negras cuadradas y una gorra hacia atrás del mismo color de la que se le escapaban algunos mechones de pelo. Sus brazos envueltos en la tela de cuero de su chaqueta reposaban sobre el techo del coche. Tenía la vista en uno de sus laterales, estirando los tatuajes del cuello y, sin embargo, parecía haberme sentido cuando de pronto se giró conectando su mirada con la mía. Ya no había nada más a mi alrededor, los cuchicheos se quedaron mudos y aquellos que se reían sin preocuparse por señalar, quedaron borrosos. Solo estaba él y allí fui directa bajando por las escaleras con prisa, no me detuve hasta que llegué a su coche, abrí la puerta del copiloto y me subí. Casi al mismo tiempo él hizo lo mismo y puso en marcha el coche con la misma velocidad que yo estaba demandando.
—¿Podemos ir al lugar donde nos besamos por primera vez? —salió de mi boca con dificultades, cada vez me faltaba más aire y ese sitio me parecía perfecto para reabastecerme.
"Claro", fue todo lo que dijo con bastante seriedad y puso rumbo a Nueva Jersey. El camino fue en silencio, me estaba dando espacio sin entender la razón, aunque no dejaba de mirarme intentando descifrar qué era lo que me estaba sucediendo. En cuanto llegamos y dejó el coche aparcado, salí sin demorarme un solo segundo de más.
Salí del asfalto para pisar el verde césped bien cortado de la zona, corrí hasta estar lo más cerca posible del río Hudson. Era un espacio abierto, aunque había unos cuantos árboles dispersos. Frené en seco y respiré.
Aspiraba aire por la boca con ansia, necesitaba coger todo el que pudiese. Posteriormente lo soltaba de igual forma y repetía la acción, aunque poco a poco fui moderándome. Aspiraba por la nariz y lo soltaba por la boca. Me aseguraba de tener los pulmones llenos antes de soltarlo, y mientras, me centraba en las aguas del río, en la brisa, en las hojas de los árboles meciéndose. Aquel sitio me transmitía paz así que me aferré a ello perdiendo la noción del tiempo, no supe cuánto tiempo estuve respirando. Al menos conseguí volver a la normalidad.
Entonces caí en la cuenta de las personas que había por la zona. El lugar era lo suficientemente amplio como para que los pequeños grupos estuviesen dispersos. La mayoría estaban haciendo un picnic con mantas y los niños jugaban entre ellos. Algunos jugaban a pasarse un balón de fútbol mientras que otros sacaban fotos. Todo parecía estar en calma, sin preocupaciones.
Recordé que no había venido sola, pero así parecía porque no estaba a mi alrededor. Giré medio cuerpo hacia los coches que estaban algo lejanos de mi posición y le vi apoyado sobre el suyo con las manos metidas en los bolsillos de su pantalón. Se había quitado la chaqueta, dejando que los rayos de sol incidieran sobre los tatuajes que tenía a la vista. Terminé de girarme en una invitación para que se acercase y pareció captarlo cuando se enderezó, comenzando a dar pasos hacia mí. En cuanto lo tuve a mi alcance me lancé a abrazarlo apoyando la cabeza sobre su pecho. No lloré más, solo disfrutaba de su compañía, del apoyo incondicional que me aportaba y dándole las gracias en silencio por acudir en mi ayuda.
Acabamos bajo la sombra de un árbol en una zona donde no había demasiada gente. Quiso que me sentara entre sus piernas para rodearme el cuerpo con sus brazos, pegando así mi espalda a su pecho. No intercambiamos muchas palabras, solo mirábamos a la gente que paseaba, a las aguas mecerse y admirando las vistas del puente. El momento de paz que necesitaba, sin duda alguna y era con él.
—¿Qué ha pasado? —cuestionó en voz queda pegado a mi oreja.
—Puedes mirarlo por ti mismo si buscas "cuando ves al chico con el que tonteas liarse con otra" en internet.
No dijo nada más y se limitó a sacar su móvil del bolsillo y teclear a un lado lo que acababa de decirle. Después de unos minutos volvió a guardárselo mientras soltaba un suspiro mezclado con gruñidos que salían de su garganta.
—¿Quién ha sido el hijo de puta que ha grabado eso y lo ha subido?
—No lo sé. Fue antes de Navidad, pero por alguna razón lo han subido ahora.
—Deberías denunciar. Porque en ese momento eras menor, ahí puedes hacer algo seguro.
—No importa.
—Sí que importa y tienes todo el derecho del mundo en actuar porque en ningún momento lo has consentido.
—Kilian, ahora mismo solo quiero dejar de pensar en eso y disfrutar de esta paz contigo —sentencié.
No abrió la boca para responder con palabras. En su lugar, volvió a suspirar para tranquilizarse y hacer justo lo que le estaba pidiendo. Sentí su mano derecha colarse en mi cuello, echando mi cabello hacia el otro lado dejándolo a la vista. Posteriormente se inclinó con delicadeza y comenzó a dejar suaves besos sobre mi piel provocando unas tiernas cosquillas. Ladeé la cabeza para que disfrutara de más espacio y cerré los ojos. Me estrechó aún más en sus brazos y me aferré a ellos como si así pudiera devolverle el abrazo.
«Ojalá quedarme así para siempre.»
Me obligó a mirarle poniendo su mano sobre mi mandíbula y me besó, de una forma tierna y suave. Cuando nos separamos me miró a los ojos con profundidad y ello hizo que me retorciera entre sus brazos para ponerme de lado con el fin de poder seguir mirándole. Atrapó mis labios de nuevo, esa vez unió nuestras lenguas, aunque despacio, con honestidad, queriendo degustar cada segundo que compartíamos.
Y cuando tuvimos que separarnos para coger aire, lo miré o más bien lo admiré. Llevé mi mano a su cara y mis dedos recorrieron despacio su figura comenzando por la frente, atrapando entre mis dedos uno de los mechones de pelo que salían del agujero de la gorra, bajé a las cejas, a sus ojos y pómulos. Mis ojos seguían el recorrido que yo misma marcaba, completamente hipnotizada y sabía que los suyos estaban en mí. Proseguí en su nariz, bajando por el puente y deteniéndome en el aro plateado que tenía atravesándole la aleta derecha. Después delineé la mandíbula cuadrada y áspera por la barba que asomaba, y culminé repasando sus gruesos labios que besaron mis dedos.
Me había quedado embobada con la boca ligeramente abierta. Ese chico fue mi pesadilla, pero sin saber cómo, pasó a ser un sueño, uno peligroso y encantador al mismo tiempo. De esos que te gustan tanto que deseas no despertar. Volví a conectarme con sus ojos.
Y sentí algo o más bien todo.
—Kilian —murmuré. Obtuve un sonido salido de su garganta como respuesta, tenía toda su atención, eso estaba claro—. Quiero... Me gustaría hacerlo contigo.
Ni si quiera yo esperaba decir aquella frase en un día como ese, mucho menos él. Pero me di cuenta en ese momento que él era especial y que la manera que tenía de hacerme sentir no podía ser cualquier cosa. Por eso tenía que ser con él. Algo tan simbólico, un paso tan importante debía hacerse siendo quien era con él. Conseguía crear un espacio seguro solo para mí y no me cabía duda de que lo haría una vez más.
¿Y si no volvía a sentirme así nunca más? Nos podían pasar mil cosas en el futuro que cambiase lo que teníamos en ese momento y no estaba dispuesta a perder la oportunidad.
—¿Estás segura? —susurró.
—Nunca antes lo había estado tanto.
Estaba nerviosa y no era para menos. No esperaba esa mañana al despertar que iba a convertirme en el blanco de un juicio público y perder la virginidad en un mismo día. Pero mi vida no estaba siendo normal en los últimos meses y tampoco iba a preocuparme por ello.
En cuanto puse un pie dentro de su apartamento, pasé a estar frenética, observando cada movimiento que Kilian hacía o cada paso que daba como si de pronto fuese a tumbarme en la cama y a metérmela sin miramientos. No iba a ser así, no, por eso intenté calmarme mientras me quitaba el abrigo y lo dejaba colgado en el perchero junto a la puerta. Seguía llevando el uniforme escolar y puede que no fuese el atuendo que imaginaba llevar para un día como aquel.
El ambiente estaba tenso, o al menos yo lo notaba, cortada allí de pie esperando a que terminase de beber agua para ver qué hacíamos o cómo lo hacíamos. Me ofreció un vaso, pero me negué porque mi mente solo podía ocuparse de una cosa. Se acercó a mí cuando terminó y me envolvió el rostro con ambas manos para depositar un beso en mis labios, puede que con intención de calmar mis nervios.
—¿Necesitas ir al baño antes? —cuestionó con cautela.
Lo sopesé antes de darle una respuesta porque no pensaba hacerlo, pero lo vi una buena opción así que afirmé y caminé hasta encerrarme en él. Me miré en el espejo y respiré. Sabía que quería hacerlo, lo tenía claro, pero ello no podía eliminar la inquietud que me envolvía.
No necesitaba depilarme, ya lo había hecho un par de días atrás y no lo vi necesario, así que solo me limité a asearme un poco y a deshacerme del uniforme quedándome en ropa interior. Cuando pensé estar preparada, salí del baño encontrándome a Kilian sentado en la cama sin camiseta, erguido apoyando los codos sobre sus rodillas y la mirada puesta en algún punto del suelo. En cuanto me vio salir, elevó la vista y me recorrió por completo.
Era la primera vez que me veía en ropa interior, y no debía ser tan abrumador cuando ya había visto mis partes más íntimas.
Me dio un escalofrío al terminar de atravesar la puerta y sentí vergüenza al darme cuenta de que mi ropa interior no era especialmente bonita, ni si quiera hacía juego. Me sentí incapaz de dar un paso más por esa razón, porque probablemente las chicas con las que normalmente lo hacía tenían ropa interior a juego y de seda o encaje, algo que seguramente le volviesen loco.
Entonces Kilian se encargó de que continuase acercándome a él cuando atrapó mi mano y tiró de mi cuerpo. Lo más probable era que viese mi inseguridad reflejada en mi rostro, porque así era yo.
Abrió sus piernas y me dejó meterme entre ellas. Lo miraba desde las alturas puesto que él seguía sentado observándome desde abajo. No me soltó la mano, si acaso la forzó aún más si cabía, mientras que la otra comenzó a divagar por mis piernas desnudas hasta llegar a mis glúteos y apretarlos para atraerme más a él. Sentir sus labios besar la piel de mi vientre me puso los vellos de punta. Me llenó de besos toda la zona que tenía a su disposición y cuando se quedó sin terreno, alentó a mis piernas a subirse a horcajadas sobre su cuerpo. Me soltó la mano solo para apartarme el pelo de la cara y después quiso que me aproximara para besarme.
Ya estaba comenzando a dejar los nervios a un lado, dando paso al éxtasis que suponía su tacto sobre mí de cualquiera de las maneras. Por fin actué por mi cuenta y decidí pasar las manos por sus tonificados músculos tatuados mientras me dedicaba a saborear sus labios. Me pegué todo lo que pude a él, siendo consciente de que estábamos piel con piel. Las pasé por su cuello y por su pelo, despeinándole un poco, en lo que el beso se volvió más salvaje. Moví las caderas en los primeros reclamos de placer y sus labios pasaron a mi cuello. Comenzó a quitarme el sujetador, aunque le estaba resultando complicado si estaba ocupado mordiendo la piel de mi cuerpo inquieto. Lo notaba duro contra mis nalgas y solo eso humedecía las braguitas color lila moteadas que llevaba puestas.
—Estate quieta un segundo —gruñó con las manos sobre mis caderas, sacándome una leve sonrisa traviesa. Volvió a la tarea del sujetador y consiguió desabrocharlo en menos de un segundo dejando libres mis pechos a la altura de su rostros, dispuestos para él—. Ahora sí. Necesito mi momento con ellas.
Estrujó mis pechos con sus manos, una para cada uno, sobándolos y torturando mis pezones con el pulgar, moviéndolos sin parar. Los miraba atento, queriendo realizar el trabajo con ellos con mucha dedicación y mimo. No dejó de mover sus dedos mientras se dedicaba a morderme con besos los alrededores, le encantaba meter la nariz en el hueco que se creaba debajo de ellas por el peso. Después pasó a lamerlas por completo hasta meterse una en la boca y chuparla con mesura, saboreándola. Pasó a la otra en al menos dos minutos enteros, que con el pezón erguido parecía celosa de su compañera. No podía dejar de gemir, me estaba alimentando cuando parecía más bien al revés. Le agarré de su pelo revolviéndolo aún más, pasando la mano por la zona rasurada incitándole a seguir y no parar. Siempre me dejaba claro lo mucho que le gustaban, y sabía que a mí me volvía loca, la combinación perfecta. Lo que no esperaba, era que las juntara para poder comérselas al mismo tiempo, y verlo ahí aguantándolas, con los ojos cerrados disfrutando del placer que era tenerlas en su boca, provocó que volviese a frotarme sobre su cadera.
Supongo que no quiso que ninguno de los dos nos precipitásemos antes de tiempo, por eso se detuvo y me agarró el culo con intención de levantarme. Enrosqué mis brazos alrededor de su cuello y me elevó hasta dejarme tumbada en el centro de su cama con cuidado. Apoyado sobre sus rodillas, se aferró al elástico de mis braguitas tirando de ellas hacia abajo. Tuve que alzar la cadera e inclinar las piernas para facilitarle el trabajo. Estaba completamente desnuda ante él y diría que también se dio cuenta de ese detalle puesto que se quedó admirándome por unos segundos.
Su mano se coló en el interior de mi entrepierna, repasándola de arriba abajo. Dejé escapar un gemido y me mordí el labio inferior cuando dejaba círculos sobre el clítoris extasiado.
—Creo que estás preparada —murmuró casi para sí mismo y sacó la mano dejándome con ganas de que continuase.
Se bajó de la cama y delante de mis ojos, se bajó las prendas de ropa que lo vestían de cadera para abajo, mostrándome lo mucho que me deseaba, además de los benditos tatuajes que me tanto me fascinaban. Se sobó un poco mientras abría el cajón de la mesita a su lado y sacó un cuadradito de plástico que después procedió a abrir.
—¿Sigues estando segura? —La pregunta me descentró un poco y volví a sentirme inquieta. De todas formas, seguía pensando que era el momento, nada ni nadie iba a hacerme cambiar de idea.
Así que asentí varias veces mirándole a los ojos.
Prosiguió sacando el condón del plástico y vi cómo se lo colocaba con especial atención. El corazón comenzó a estar frenético cuando se colocó encima, tras abrir mis piernas y dejarlo posicionarse en ese espacio, apoyando los brazos a ambos lado de mi rostro sobre las sábanas. Cada vez era más real, iba a hacerlo por primera vez y lo cierto era que me estaba encantando cómo estaba siendo. No necesitaba que el ambiente o que la antesala fuese algo como una cena romántica con música relajante de fondo y que lo hiciésemos a la luz de las velas. No. Para mí lo especial era ese momento en el que éramos él y yo, y nada más. Me encontraba tan enfocada en él que cualquier cosa a nuestro alrededor me resultaba insignificante en comparación.
—Estoy nerviosa —admití cuando estuvo sobre mis labios a punto de besarme.
—Ya... —murmuró y tuvo que tragar saliva para proseguir— yo también.
Bufé.
—Como si no lo hubieras hecho ya mil veces.
—Bueno, pero no contigo. —Me dio un beso fugaz y después otro—. Además, tampoco he desvirgado a nadie antes.
No dejó que siguiese hablando porque volvió a cazarme con besos intensos, con lenguas entrelazadas y sonidos húmedos. Mientras, se las ingenió para abrir un poco más mis piernas y llevar la punta de su miembro hasta mi entrada, comenzando a empujar para introducirla, aunque parecía que algo se lo impedía.
—Euphemia. —Se alejó de mis labios para mirarme a los ojos, quería que me centrase en él—. Necesito que te relajes.
—Vale —susurré con preocupación, estaba claro que el impedimento de que pudiese seguir avanzando era yo.
No volvió a moverse ahí abajo, tan solo metió la nariz en mi cuello comenzando a morderlo como sabía que me gustaba, besándolo como me volvía loca, lamiendo y mordiendo. A la misma vez bajó una de sus manos para acariciarme entre mis pliegues. Me centré en cada gesto que dejaba sobre mí y poco a poco fui olvidándome de mis inquietudes, entregándome a él. Se introdujo un poco más en mí, ya no parecía difícil y tan solo se limitó a meter la punta. Pronto el dolor hizo acto de presencia en mí, aunque tampoco nada que no pudiese soportar.
Él sabía lo que estaba sintiendo cada vez que me movía, pero no dejó de intentar evadirme de ello. Quiso que me centrase en lo que su boca hacía conmigo, o en su mano sobre mi clítoris. Poco a poco fue introduciéndose aún más, y con mi cuerpo relajado le resultaba cada vez más fácil comenzar a entrar y salir. La velocidad fue incrementándose y, por consiguiente, él entraba cada vez más adentro. Entonces el dolor se volvió algo más intenso por un momento y no pude evitar soltar una mueca que lo alarmó. Frenó solo para mirarme a los ojos y asegurarse de que estaba bien.
—Estoy bien —le confirmé con una sonrisa.
—Ya ha pasado lo difícil, ¿vale? Ahora vamos a hacer que te encante.
Asentí y lo atraje a mis labios para besarle de nuevo. Mis manos divagaron hasta su espalda y quise hacerlo mío oprimiéndome más a él. Kilian retomó los movimientos y poco a poco el dolor se fue serenando, acostumbrándome a su tamaño. Mantuvo la velocidad constante y cuando se metió de nuevo uno de mis pechos en su boca, sentí que todo se activaba. Encontré el placer, el sentido de lo que estábamos haciendo y se lo hice saber cuando un gemido salió de mi boca. Ello consiguió que acelerase los movimientos, yo también comencé a agitarme ayudando a la fricción.
Dejó mis pechos para centrarse en las arremetidas que estaba ejecutando. Se posicionó sobre mis rostro y yo lo agarré de ambos lados acercándolo a mis labios. Estaba dándome justo en el punto que me extasiaba y le imploré en un tono apenas audible un "ahí" seguido de un "más rápido" sobre sus labios, que pareció enloquecerle porque las embestidas aumentaron en todos los sentidos. Yo gemía en su boca, él en la mía, mandándonos plegarias difusas. Rodeé su cuello con mis brazos, necesitaba aferrarme a algo y parte de su espalda lo supo cuando hinqué las uñas en ella. Continué tragándome su aliento desmedido que se le colaba por mi boca mientras él hacía lo mismo con el mío. Nos miramos a los ojos, estaba llegando y él también. Aumentó aún más la velocidad, aunque no pensé que fuese posible y de un momento a otro toqué el cielo ahogando un grito y elevando los ojos dejándome llevar por el placer. Estaba desplazándome hacia una sensación maravillosa, tenerlo dentro de mí era mucho mejor de lo que pudiese imaginar. Sobre todo, cuando se desmoronó juntando su frente con la mía y pude ver sus emociones en cuanto conseguí verlas con claridad.
Jadeamos al unísono, el pecho subía y bajaba volviendo a la calma. En cuanto Kilian abrió los ojos le mostré una sonrisa sincera, demostrándole lo mucho que había disfrutado de mi primera vez y pareció comprenderlo cuando me sonrió con las mismas ganas.
Salió de mí y se echó a un lado para quitarse el preservativo, pero no se levantó de la cama. Me invitó a acercarme más a él y lo abracé justo como aquella noche en la que conseguí dormir sin interrupción. Mis pechos descansaban sobre su piel y me encantaba la sensación. Apoyé mi mejilla por encima del suyo y continué volviendo a la calma. Me encontraba feliz, sonriente e incapaz de describir con palabras lo fantástico que había sido.
Me entretuve en delinear el laberinto que tenía tatuado sobre el pecho izquierdo, queriendo descifrarlo, aunque no parecía fácil.
—¿Te ha gustado? —El pecho se le sacudió un poco cuando habló, despertándome de la burbuja que me había creado. Alcé la cabeza para mirarlo y me apoyé sobre mis manos.
—Mucho. —Sonreí.
—Genial. Debe de dolerte ahora de nuevo, ¿no?
—Es una sensación extraña, pero estoy bien.
Nos quedamos unos cuantos minutos más así, juntos, disfrutando del momento. Aunque tuvimos que separarnos cuando comencé a notar que algo descendía por mi entrepierna, era sangre. Supuse que era normal si algo ahí dentro se había roto. Me levanté y fui al baño al limpiarme. Una vez salí, lo vi echado en la ventana de siempre, fumando. Me había dejado algo de ropa y decidí ponerme solo la sudadera, era tan grande que me cubría como si fuese un vestido. Caminé hasta apoyarme a su lado, imitando su postura.
—¿Puedo probarlo? —Salió sin pensarlo de mis labios refiriéndome al cigarro que tenía entre los dedos y del que acababa de darle una calada dejando salir el aire. Siempre había sentido curiosidad por cómo sería, aunque no tenía planeado engancharme a ninguna sustancia.
—No —respondió como si tal cosa, como si fuese demasiado obvia la respuesta.
—Solo es por probarlo —me quejé juntando las cejas.
—No tienes que probar nada. ¿No te han dado charlas sobre lo malo que es en el instituto?
—¿Y entonces por qué fumas tú?
—Porque fui gilipollas al probarlo cuando me lo ofrecieron. Y ya lo hecho está hecho, supongo que ahora lo relaciono al único momento en el que me absorto de todo lo de mi alrededor. Si fumo es porque estoy en calma, como ahora.
Me gustó saber que formaba parte de su calma, porque él solía ser también parte de la mía.
—Siempre puedes dejarlo.
—Ya. Algún día, supongo.
Tenía la mirada perdida en el horizonte y el tono de voz cargado. Me di cuenta de que era probable que los cigarros podrían estar ligados a alguna parte de su pasado. Por esa razón decidí cambiar de tema.
—¿Y cuando vas a comenzar a practicar con lo de los tatuajes? —Está bien, sí, mi cambio de tema fue arriesgado.
—No voy a practicar nada —gruñó y bueno, no esperaba menos. Aun así, no me asustaba y no iba a dejar de recordárselo.
—Sí, vas a hacerlo, me voy a ocupar de ello.
Me crucé de brazos y lo solté en un tono más serio de lo que pretendía, eso pareció hacerle gracia. Soltó el humo y se giró hacia mí con una media sonrisa.
—Ah, ¿sí? —Se inclinó hasta acercarse a mi rostro. Mantuve mi compostura, quería que supiera que iba enserio—. ¿Cómo vas a ocuparte?
—Siendo una pesada. Hasta el día en el que des el primer paso.
—Ah...
Alguien llama a la puerta con unos toques secos en la madera. Ambos nos alertamos arrugamos el entrecejo mirando a la puerta.
—¿Esperas a alguien? —se me ocurrió preguntar.
—No. Pero vístete por si acaso.
Sí, porque lo único que llevaba puesto era su sudadera. Me apresuré en ponerme las braguitas de nuevo y los pantalones que me había dejado. Él también se había vestido, aunque de cintura para abajo. Los golpes sonaron de nuevo insistentes hasta que Kilian se adelantó en abrir la puerta. Me quedé a un lado junto al sofá, atenta a Kilian y a la voz que respondería una vez la abriera. Su expresión se desencajó, como si hubiese visto un fantasma. Inmediatamente pensé en las personas que lo visitaron hacía tiempo y que tan preocupado estuvo por resguardarme de ellos en el baño. No podía ser nada bueno lo que iba a ocurrir a continuación.
—Por fin, hijo, ya pensaba que no estarías. —Era la voz de un hombre, grave y quemada por las sustancias que debía de consumir. Dio un paso al frente y Kilian se hizo a un lado dejándome verle. Su voz le hacía toda la justicia, era un hombre mayor, quizás de unos sesenta años, pero fornido, con el pelo canoso peinado hacia atrás, barba de un par de días y vestido con pantalones negros y camisa informal. Lo que más llamó mi atención fue el puro en su boca.
Sentí que quería estar en cualquier lugar menos allí en ese momento.
El hombre dio un par de pasos más antes de darse cuenta de mi presencia. Tragué saliva cuando hizo un barrido con sus ojos por todo mi cuerpo. Tomó el puro entre sus manos y se giró con una ceja levantada hacia Kilian quien cerraba la puerta. Estaba analizando la situación.
—Vale, ya entiendo. No sabía que estarías acompañado. —Dio un par de manotazos en la espalda descubierta de Kilian mientras reía—. ¿Esta es tu chica?
Kilian me miró y apretó los labios antes de decir:
—Sí.
—Es preciosa. Por fin pareces un neoyorquino. ¿Cómo te llamas? —Esa vez se dirigía a mí mientras procedía a sentarse en el sofá.
No me atreví a abrir la boca, ya sabía lo que podía pasar si le decía mi nombre a cualquiera que estuviese en ese turbio mundo. Desvié la vista a los ojos de Kilian y él asintió levemente.
—Effie.
—Green. Euphemia Green —terminó de decir Kilian.
—Encantado, Effie, soy Brandon Yowarski.
Levantó la mano con intención de estrecharla con la mía. Di unos cuantos pasos torpes hasta poder responderle, tenía las manos callosas. Posteriormente colocó uno de los brazos en el respaldo mientras que su otra mano se llevaba el puro a la boca de nuevo.
—Sentaos, no vayáis a cortaros ahora —exigió con una sonrisa.
Miré a Kilian requiriendo su ayuda, me sentía aturdida e indefensa por no saber quien era ese hombre y por qué él parecía temerle. Captó mis reclamos y se posicionó a mi lado, entrelazando sus dedos con los míos y me instó a sentarme en el sofá a su lado, resguardándome tras su cuerpo.
—No sabía que venías —dijo el chico a mi lado tras aclararse la voz.
—Se lo dije al otro, pensé que te lo diría. Aunque realmente quería hablar contigo.
—¿Sobre qué?
—¿Qué pasó en las fiestecita del otro día?
Kilian se tensó y me apretó la mano a consecuencia.
—Ya sabes lo que pasó —masculló.
Hasta yo sabía lo que había pasado en la fiesta de la que estaban hablando, y él no parecía nada contento con ello. Deseé no escuchar nada de lo que tuviesen que decir, porque sabía que ello me convertiría en testigo de asuntos que no me incumbían.
—Sí, pero no entiendo cómo has podido permitir algo así. Sabes lo que están haciendo.
—Me voy a ocupar de ese asunto, no te preocupes.
—No hace falta, ya están muertos.
En ese momento fui yo la que apretó su mano, aunque Kilian no parecía sorprendido. Acababa de decir que los pandilleros esos que me secuestraron para llamar su atención, los que irrumpieron en la fiesta, estaban muertos. Por órdenes de ese tío.
El cuerpo se me heló, me estaba dando cuenta de que cada vez tenía menos idea de la realidad y magnitud del mundo que le rodeaba.
—Podrías haberme dejado el asunto a mí.
—¿Qué es lo que siempre te digo Kilian? —Brandon se inclinó hacia Kilian aun con el puro en la boca sin encender—. Los problemas...
—Se cortan de raíz, ya lo sé. Iba a hacerlo.
—Estabas tardando mucho, y si les dejabas pasar un día más creyéndose los reyes del barrio, ibas a terminar chupándoles la polla tú a ellos. ¿Es lo que querías?
—No.
—Pues espabila. —Le dio dos golpes secos en un lateral de la cara con la palma de su gran mano callosa y posteriormente se levantó del sofá—. Bueno, mejor os dejo a lo vuestro, ya vendré en otro momento. Siento haber interrumpido, lindura —habló para mí y no me quedó de otra que enfrentarlo, por miedo a lo que pudiese ofenderlo.
—No pasa nada —musité sacudiendo la cabeza, a él le sacó una sonrisa.
—Me gusta esta chica para ti, a ver si así empiezas a centrarte de una vez.
No dijo mucho más. Kilian se levantó y le abrió la puerta para despedirlo. Cuando volvimos a estar solos, la tensión parecía no haberse marchado. En mi cabeza no dejaban de repetirse sus palabras "están muertos", además de la forma a la que se dirigía a Kilian. Y lo que más me preocupaba era que ese hombre sabía mi nombre y apellido.
Levanté la cabeza para enfrentar a Kilian quien se acercaba a mí con cautela, sabía que algo no iba bien.
—¿Quién era? —salió de mí en un hilo de voz. Tenía muchas preguntas que hacerle.
—Digamos que es mi jefe.
—¿Y por qué le has dicho...?
—Para protegerte —respondió de inmediato
—¿Prote...germe? ¿Es que hay algo de lo que se me deba proteger?
—No lo sé, pero puede. Lo he hecho para asegurarme.
—Estabas tenso, igual no debería de haberle dicho mi nombre.
—No estaba tranquilo justo porque estabas aquí y él te ha visto. Así que, puestos a que te conozca, prefiero que crea que estás conmigo.
—¿Por qué?
—Las preguntas, Euphemia —avisó—. Sabes que hay veces que es mejor no decir la respuesta porque quizás no te guste.
—¿No puedes decirme por qué le has dicho mi nombre a un tío que es tan peligroso como aparenta?
—Se lo he dicho porque él confía en mí y si sabe que tú y yo tenemos algún tipo de relación va a cuidar de ti lo mismo que lo hace conmigo. ¿Entiendes?
Asentí tras unos segundos de silencio y desvié la vista al suelo pensando en todo lo demás. Le había recriminado no haber actuado y ello me llevó a pensar de qué forma debería de haber solucionado él el problema. Pensarlo me dio escalofríos.
—¿Tú has...?
—No me hagas esa pregunta —su respuesta fue más bien una súplica, aunque mantuviese su seriedad. Dio un largo suspiro mientras se pasaba la mano por la cabeza, frustrado—. Si te quieres ir, no voy a detenerte.
Arrugué el entrecejo con sorpresa.
—¿A qué viene eso ahora?
—Porque entiendo que después de escuchar eso no te agradará seguir estando aquí. No quiero que después de lo que hemos hecho te sientas en la obligación de mantener el contacto conmigo.
Tenía razón. Porque prácticamente acababa de admitir que él también había hecho ese tipo de actos. No era un simple traficante de drogas, había algo más oscuro tras él. Lo correcto era salir por esa puerta y no volver más.
Se derrumbó lejos de mí en el sofá, parecía fatigado y sobre todo deslucido. Puso los codos sobre sus rodillas y colocó las manos ambos lados de la cabeza.
Traté de convencerme a mí misma de levantarme e irme, juro que lo intenté, obligándome a pensar que era lo mejor. En su mundo se traficaba con drogas, se asesinaba y a saber qué más. No podía seguir ahí, o eso quise hacerme creer.
Aun así, aun sabiendo las consecuencias, fui empática con él. No era cualquier persona a la que debía juzgar, porque lo conocí sabiendo a lo que se dedicaba en parte, y me demostró su grandeza. No era una mala persona y tampoco sabía lo que lo llevó a tener esa vida, de la que estaba claro que no estaba orgulloso.
Me vi un poco reflejada en él, de una forma distinta, pero cargando con una culpa.
Estiré las piernas levantándome del sofá. No levantó la cabeza ni me miró, quizás no quería ver cómo me marchaba. En cambio, me posicioné delante de su cuerpo erguido y permanecí ahí hasta que finalmente separó las manos de su cabeza. Agarré una de ellas y por fin me miró. Me senté sobre su regazo de medio lado y pasé mis brazos alrededor de su cuello, depositando un beso sobre su frente.
—Creo que los dos estamos jodidos, cada uno a nuestra manera —susurré dejándome caer sobre la piel del lateral de su rostro—. Prométeme que no voy a estar envuelta en nada de lo que sea que hagas.
—Te prometo que lo voy a intentar.
Hola🙈🙈🙈
Disculpen la tardanza, a veces una no puede con todo aunque quiera😭
Pero bueno, lo importante
Ya dije que este capítulo se venía con todo porque cuantas cosas😵
El vídeo ha salido a la luz y ha expuesto a Effie delante de todos, ¿por qué son así con ella?🥺
¿Por qué razón se habrá publicado más tarde?
La pobre lo ha pasado mal, pero menos mal que tiene a su tatuado para salvarla😍
Y LO HAN HECHOOOO 🙈🙈🤩🤩
¿Qué os ha parecido la primera vez de Effie?
Quería que fuese especial☺️
Quién le iba a decir en el capítulo 1 que esto pasaría😏
Además ha aparecido un personaje nuevo de la vida de Kilian y, ¿qué pensáis?
Estaba claro que Kilian no hacía cositas buenas, y Effie lo ha tenido más claro que nunca, pero, ¿realmente ha tomado una buena decisión quedándose a su lado?
Veremos😏
En mi Instagram publico siempre adelantillos mientras escribo, solo digo😉
Intentaré traer el próximo cap lo antes que pueda para compensar estas semanillas.
Un beso en la frente a todos 😚
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