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25


ᴛʜᴇɴ ᴍʏ ʟɪᴍʙꜱ ᴀʟʟ ꜰʀᴏᴢᴇ ᴀɴᴅ ᴍʏ ᴇʏᴇꜱ ᴡᴏɴ'ᴛ ᴄʟᴏꜱᴇ


No me soltó hasta que aparcó el coche y salimos para ir a su apartamento. Me encontraba mucho mejor y procuraba no pensar demasiado en lo que había ocurrido. Resultaba que la banda criminal que le dio una paliza a Kilian la vez pasada, había vuelto para meterse en una fiesta de la banda rival y por alguna razón —probablemente el puño de Kilian en la cara de ese tipo—, habían llamado a la policía y quemaron algunos de sus coches. Un acto la mar de sucio debía decir.

Por otra parte, la presencia de tantas personas consumiendo drogas a mi alrededor me aterrorizó e incluso llegué a imaginarme envuelta en esas sustancias sin yo dar mi consentimiento. No me gustaba en absoluto y no era capaz de entender por qué llegaban a ese punto.

Cuando Kilian fue a recogerme antes de la fiesta, preparé un bolso con mi pijama, ropa de cambio y mis utensilios de primera mano, porque sabía que acabaría quedándome a dormir con él. Y lo cierto era que aquello me tenía inquieta a pesar de haber dormido en dos ocasiones en la misma cama, si bien una de ellas no fui consciente de ello. La vez pasada fue aquella noche en la que ambos derrochábamos fuego por todas partes y terminamos viéndonos al completo, y tocándonos, dicho sea de paso. Pero aquel día estaba tan cansada que fue apoyarme sobre mi lado de la cama y quedarme dormida hasta que mi subconsciente dijo "basta".

¿Qué iba a cambiar esa noche? Nada. No tenía por qué cambiar nada.

En cuanto llegamos al loft, entré directa al baño. Necesitaba echarme agua en la cara y despejar la mente, incluso pensé en darme una ducha, pero eso solo me quitaría las pocas ganas que tenía de dormir. Hice mi rutina diaria con el cepillo de dientes que yo misma me llevé y me puse el pijama. Con todo lo que llevaba puesto antes, salí del baño volviendo a ser la Effie de siempre.

Me di cuenta de que Kilian también se había tomado su tiempo de cambiarse de ropa, solo llevaba unos pantalones de pijama dejando el torso al descubierto, como siempre. Estaba tumbado en su lado de la cama mirando el teléfono con un brazo por detrás de la cabeza. Se me escapó una leve sonrisa al darme cuenta de que había respetado mi lado. Me miró en cuanto puse un pie fuera y apagué la luz del baño, siguió mis pasos mientras guardaba la ropa que acaba de cambiarme y me metí en la cama tapándome con el cobertor.

—¿Seguro que estás bien? —Dejó el teléfono en la mesita de noche y colocó su cuerpo de lado, centrándose en mí.

—Sí, ahora estoy tranquila. Al menos no estoy en el calabozo, sería horrible tener que recurrir a mi madre para que me sacase.

—No habría permitido que te metiesen.

Le sonreí de forma sincera porque me creía cada una de esas palabras.

Se levantó para entrar al baño mientras divagaba en mis pensamientos, era imposible que ciertas imágenes recientes no se me pasaran por la cabeza. ¿Qué habría sucedido si Kilian no hubiese llegado a tiempo a por mí?

Cuando volví a tenerlo a mi lado tapándose también con la colcha, sentí más que nunca que estábamos en la misma cama con intención de dormir. Y respetaba los límites, no había tocado la línea central imaginaria, lo cual agradecí en ese momento. Apagó la luz de su mesita que era la única que estaba dando luz a la estancia y de pronto todo se volvió oscuro. Aún tenía la vista en el techo, con las manos por fuera de la manta y no tenía pinta de que esa noche fuese a dormir ni si quiera las tres horas de cortesía.

«Estupendo, una noche más a la lista.»

Kilian se movió para acomodarse antes de comenzar con su sueño, no quise mirarle, aunque no es que fuese a ver mucho pues no me había acostumbrado a la luz nocturna.

—¿Hoy no me pides que te dé un beso de buenas noches? —lo escuché decir desde su lado y sabía por el tono de voz que estaba riéndose.

Sonreí avergonzada para la oscuridad porque sí recordaba que dentro de mi borrachera le pedí un beso.

—Bueno, me he lavado los dientes con un cepillo, seguro que será mejor beso que ese.

—Entonces tengo que probarlo —respondió decidido mientras lo sentí moverse entre la colcha y acercarse a mí. Allí, en la oscuridad de la noche, vi su silueta, apoyó ambos brazos en mis costados y se inclinó para buscar mis labios a ciegas con los suyos. Un beso suave, lento y dulce, perfecto para la ocasión y para provocar un cosquilleo en mi vientre. Cuando se separó, divagó sobre mis labios un poco más, dejando pequeños besos fugaces y entonces murmuró:— Buenas noches, Euphemia.

Ensanché los labios.

—Buenas noches, Kilian.

Le costó unos segundos de más separarse de mí, pero consiguió hacerlo volviendo a su lado de la cama respetando la distancia. Y con una sonrisa en mis labios impregnados de su esencia, cerré los ojos para procurar dormir, aunque solo fuese un poco.

Un sonido lejano provocó que abriese los ojos. Aún era de noche, pensé que quizás el sol estaba a punto de salir y que había dormido mi tiempo estimado de siempre. La vista se me había acostumbrado a la noche y podía ver con claridad la ubicación de cada zona del loft. Sabía que Kilian estaba en un sueño profundo, lo escuchaba respirar con fuerza a mi lado.

Entonces otro sonido más estruendoso que el anterior me puso en alerta. Presté especial atención, quería identificarlo si volvía a sonar, aunque lo más probable era que fuese alguien en el piso de arriba o en el rellano, lo típico de los apartamentos. Pero cuando volví a escucharlo, caí en la cuenta de que no era algo tan lejano.

Estaban aporreando la puerta.

Me quedé sin respiración por un momento y deseé haber escuchado mal. Kilian no se había movido, por eso me quedé quieta esperando que quien fuese se hubiese marchado. Pero no, la puerta volvió a aporrearse aún más violentamente.

Volví a sentirme frenética, y se me pasaron demasiadas cosas por la mente. «¿Eran ellos, los de la banda criminal? ¿Han venido para ajustar cuentas con Kilian? O quizás sea otro que quiera buscarlo para darle una paliza.» Pensé en mil posibilidades cuando los golpes cambiaron en uno solo respetando unos segundos entre golpe y golpe; quien fuese estaba intentando abrir la puerta.

Kilian seguía sin moverse, mientras yo me quedaba estática queriendo desaparecer.

«¿De verdad está tan dormido que no escucha los golpes?»

Pensé que lo mejor era despertarle, avisarle antes de que pudiese suceder una desgracia y él sabría qué hacer.

Pero no podía moverme.

Intenté mandar señales a mi cuerpo para que se moviera, a mis brazos para despertarle, pero no respondía. Ni si quiera podía mover la cabeza, únicamente los ojos eran capaces de desplazarse.

Y entonces la puerta se abrió con un golpe seco que dejó pasar la luz del descansillo al interior del loft. Bajé la vista hacia la puerta y allí podía verse con claridad la silueta de un hombre que empezó a entrar con pasos calmados. Estaba alterada y aterrorizada, tenía que despertar a Kilian, pero tampoco podía gritar. Descansaba tan lejos de mí en la cama, que poco podía hacer si mi cuerpo tampoco quería moverse.

Empecé a tener un ataque de pánico y el corazón me iba a mil por hora, ese hombre se estaba acercando mientras que no podía hacer nada. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, reconocí su rostro, ese que tantas veces había visto en la calle y que me vigilaba desde la lejanía. Seguía teniendo el mismo aspecto de siempre, con la barba de varios días y el pelo grisáceo peinado hacia un lado, además del traje. Me había encontrado y se había decidido a venir a por mí.

Desviaba la vista hacia Kilian, que continuaba en su profundo letargo y posteriormente la puse sobre el ente que ya estaba a mi lado. Me miraba desde arriba con seriedad hasta que de pronto me mostró una sonrisa digna de un psicópata. Quería gritarle que me dejase en paz, que se fuera y solo conseguía abrir más los ojos angustiada. Alzó los brazos y los llevó a mi rostro envolviéndome con sus manos en una caricia que descendía hasta mi cuello. Y comenzó a apretar.

Me estaba ahogando con esas manos callosas, apretaba cortándome el suministro de aire. Ni si quiera pude abrir la boca, solo dejé de respirar. Me estaba muriendo y como última imagen tendría la cara de ese extraño que por alguna razón me quería muerta. Aun así, luché hasta el último momento por mover, aunque fuese un dedo.

Y cuando pensé que ya no iba a aguantar mucho más, conseguí levantarme para coger aire con fuerza. Lo que vino después fue el grito que solté.

—¡No! ¡Déjame en paz! —chillé cerrando los ojos con fuerza deseando que se marchase mientras me sujetaba el cuello con mis manos.

—¡Effie! ¡Eh! ¿¡Qué pasa!? —No fue el hombre extraño el que habló, sino Kilian que por fin se había despertado. Me lancé a él enganchándome en su cuello y enterrando mi rostro en él.

—¡Kilian, está ahí! ¡Me quiere matar! ¡Ha venido a por mí! —solté dentro de la histeria, comenzando a derramar lágrimas y a señalar a mi espalda mientras me aferraba a su cuerpo.

—¿¡Quién!? ¿¡Quién está ahí!? —Estaba tan agitado como yo y lo sentí mover la cabeza recorriendo todo el apartamento—. No hay nadie, Effie, nadie quiere matarte.

Su tono era mucho más tranquilo, me envolvió con sus brazos y pronto noté cómo su palma se paseaba por mi espalda intentando serenarme en lo que murmuraba "todo está bien, no hay nadie".

Me despegué de él con precaución y con lágrimas en los ojos, quería creer que era cierto. Sabía que había entrado, había sentido su tacto sobre mi piel y fue real. Giré la cabeza poco a poco, la luz de la lamparilla de su mesita de noche estaba encendida de nuevo y comprobé con desconfianza que decía la verdad, no había nadie. Ni si quiera la puerta estaba abierta.

—Ha-había un hombre, estaba dando golpes a la puerta y al final logró abrirla. Se acercó a mí y era él. Me ha tocado y después ha empezado a ahogarme, no podía respirar. Quería avisarte, pero no podía moverme —sollocé rompiéndome con cada palabra, recordándolo todo.

Me miró con precaución y relajó la expresión. Sus manos se encargaron de meter los mechones de pelo que tenía en la cara por detrás de la oreja y después dejó las manos sobre mi mandíbula.

—Lo has soñado.

—No, he notado sus manos sobre mi cuello —intenté sonar lo más convincente posible, aunque no sirvió de mucho.

—Effie, acabas de tener una parálisis del sueño —dijo con tranquilidad, sus ojos buscaban que le hiciese caso—. Si no recuerdo mal, tu cerebro estaba despierto mientras que tu cuerpo aun dormía, por eso no podías moverte.

Me perdí en sus ojos intentando procesarlo y tenía todo el sentido del mundo. Había tenido pesadillas con ese hombre con frecuencia, y ya había escuchado sobre la parálisis del sueño, pero jamás la había experimentado. Todo era tan real que me hacía dudar.

—Ven, vamos a beber un poco de agua. Creo que no es bueno que intentes dormir de inmediato después de haber tenido uno.

Se bajó de la cama con su mano agarrando la mía instándome a que lo siguiera y eso hice. Me fijé en la hora que era y tan solo había pasado una hora desde que nos habíamos ido a dormir.

Llenó un par de vasos con agua y me ofreció uno para posteriormente apoyarse sobre la encimera. Bebí un par de sorbos y sentí por fin que las pulsaciones volvieron a la normalidad, aunque aún tenía una sensación extraña en el cuerpo.

—Gracias —salió de mí con una voz rota por los gritos.

—¿Por qué? —Arrugó el entrecejo junto a una leve sonrisa.

—No sé, yo... Estaba asustada y has conseguido calmarme. Si hubiese estado sola, no sé qué habría hecho.

—Seguramente habrías llegado a la conclusión de que era una parálisis. —Se llevó el vaso a los labios sin dejar de mirarme—. ¿Habías tenido otras antes?

—No. Ha sido la primera vez y ojalá no vivirlo más veces.

—Eso no se puede saber. Yo tampoco he tenido ninguna sorprendentemente.

—¿Por qué es sorprendente?

—Porque creo que está relacionado con la falta de sueño, o al menos suele darse más en esos casos. Y también tuve una época de insomnio con pesadillas horrorosas. Siempre se ha dicho que todo el mundo ha debido de vivirlo al menos una vez en la vida y hay quienes lo pasan cada noche, imagínate.

—Espero no ser de esas personas y ser de las que solo lo viven una vez.

—¿A quién veías? Antes, cuando gritabas, has dicho "era él".

Nunca antes había mencionado ese tema con nadie, ni si quiera a Cailin. Tenía miedo de que pensasen que estaba loca por imaginarme cosas así. Pero después de las muchas confesiones que le había hecho a Kilian, sabía que él no me juzgaba y siempre intentaba hacerme sentir mejor.

Suspiré.

—Es un hombre al que suelo ver. En la calle y siempre está lejos. Se me queda mirando fijamente y cuando desvío la vista un momento, al volver a buscarlo ya no está. Al principio pensaba que sería real, pero ¿quién desaparece tan rápido? Entonces empecé a verlo también en mis pesadillas.

—¿Cómo es ese hombre?

—Pues, debe de tener unos cincuenta años, siempre va de traje y el pelo lo tiene canoso. Tiene la piel clara y además lleva algo de barba.

—¿Y entonces crees que es producto de tu imaginación?

—Sí. Comenzó a aparecer en mis pesadillas desde que mis padres se divorciaron.

—¿Lo pasaste mal con el divorcio?

—No fue tanto por el divorcio. Es que... pasó algo que... —Tragué saliva comenzando a sentir los nervios florecer, aquellos que me impedían hablar del tema.

—Si no quieres contármelo, está bien.

—¡Pero es que me gustaría poder hablarlo con alguien! No he sido capaz de decirlo en voz alta nunca y lo tengo aquí, en la garganta. —Me señalo la tráquea con la mano—. Es como si me estuviera ahogando poco a poco.

—Vale... Pues empieza desde más atrás.

—¿Qué?

—Sí, no me cuentes directamente lo que sea que sucediese, empieza desde más atrás, de cuando todo estaba bien y estabas feliz.

Me quedé pensando por unos instantes, visualizando mi pasado rebobinándose a cámara rápida hasta el momento en el que todo estaba estable en mi familia. Sonreí recordando algunas anécdotas y me di cuenta de que podía funcionar.

—Vivíamos en el Upper East Side, en el apartamento donde mi padre aún vive. Éramos una familia feliz y normal. Mi hermana y yo tuvimos una buena infancia y una buena educación. Mi abuela solía pasar mucho tiempo con nosotras, aunque Lia apenas se acuerda. Ella era la madre de mi padre y su forma de pensar distaba mucho de cómo solían hacerlo en la alta sociedad, eso era porque su alma seguía siendo tan humilde como lo fue su familia. Recuerdo pasar tiempo juntos, mi madre, mi padre, la abuela, Lia y yo. Para mí, todo eran juegos, risas, abrazos y besos, muchos besos. A mi padre no le gustaba malcriarnos pese a la cantidad de dinero que acarreaba su familia y a mi madre por el contrario le gustaba comprarnos cualquier chorrada con tal de ver la ilusión que nos hacía. Cuando la abuela murió, estuve bastante triste durante semanas y ella se ocupó de devolverme la sonrisa llevándome al cine o viendo mis películas favoritas conmigo, solo las dos.

—Ya eras toda una aficionada a las películas, una pequeña cinéfila. —Sonrió de medio lado a lo que respondí de igual forma.

—Un día, Lia y yo jugábamos al escondite, a veces nos daba por jugar a unos juegos y en esa ocasión solo jugábamos a eso. Ella tenía seis años y yo once...

Aquel día era uno más. Mi padre estaba trabajando y mi madre estaba fuera de casa. Tenía los deberes acabados y pensé que no estarían bien del todo pues Lia no dejaba de insistir a mi lado que jugara con ella al escondite. Finalmente accedí a jugar con ella cuando nuestra niñera nos preparara la merienda. Escuché que alguien había llegado por el peculiar sonido del ascensor al llegar a la planta, pero me encontraba en el comedor y no pude comprobar de quien se trataba. No le di importancia y una vez terminamos de comer, me fui a un rincón para contar hasta veinte —si dejaba que Lia contara hasta diez, no podía dar ni un solo paso, por ello añadí un poco más y le repetí que contase más lento—. Ella se fue a esconder, no era complicado encontrarla, por lo general solía escoger siempre los mismos sitios e iba intercambiándolos alternativamente. Por ello no me fue demasiado difícil encontrarla, se había escondido en el hueco que había bajo la isla de cocina. Aun así, le pareció divertido y gritó "¡Ahora me toca a mí!" repetidas veces. Me aseguré de que se colocara en el rincón a contar, con los ojos cerrados y tapados con sus manos, entonces la escuché decir: "Uno... Dos...". Por fin había aprendido el ritmo correcto. Me giré sobre mis talones y corrí fuera del comedor. Nunca me escondía en los mismos lugares y por lo general ella tardaba más en encontrarme. Pensé que en la primera planta ya había usado todos los escondites buenos, así que fui al piso superior. El baño era una buena opción, dentro de la ducha y no era tan difícil para que me encontrara. Pero entonces escuché sonidos en el pasillo, eran extraños y sonaban de forma continua. Me recordaban a cuando sorbias con intensidad una pajita o a los besos sonoros de la abuela. Curiosa me encaminé a ver de qué se trataba y la puerta entre abierta de la habitación de mis padres fue lo primero que vi. A cada paso que daba, más me confirmaba que provenían de allí.

Asomé el ojo derecho por el espacio y me quedé paralizaba al ver a mamá completamente desnuda. Pero la razón de mi gran asombro no se trataba de aquel detalle, sino, que no estaba sola. Y no era mi padre el que también estaba desnudo en la habitación, el que tenía la cara metida en el cuello de mi madre ni el que después la besaba con fuerza. No estaba entendiendo nada, ¿por qué estaba pasando aquello?

Entonces mi madre se agachó y le cogió la parte genital a ese hombre extraño para después metérsela en la boca.

Me horroricé al completo, tanto, que quise arrancarme los ojos y nunca haber presenciado esa escena que por aquel entonces me parecía tan espantosa. Ni si quiera sabía que la gente hacía eso y mucho menos que mi madre, aquella a la que quería e idolatraba, lo hiciera con alguien que no fuese mi padre.

Me alejé de la puerta y corrí hasta meterme en mi habitación. Me senté en el suelo en mitad de la alfombra y me agarré las piernas hasta hacerme una bola. Deseé olvidarlo y sacarlo de mi cabeza. Lloré cuando se me repetía la escena una y otra vez torturándome.

Porque sabía lo que significaba. Ella estaba siendo infiel. A mi padre.

Quizás mi peor pesadilla por aquel momento. Había escuchado todo tipo de historias sobre los padres de algunos de mis compañeros, quienes acababan separados y volviendo a casarse una y otra vez con extraños. Pensé que eso nunca ocurriría en una familia como la mía, papá y mamá rara vez discutían, se daban besos y a veces los pillaba bailando en el salón con una enorme sonrisa. Éramos una familia unida que se esperaba para cenar, conversábamos de cómo había ido el día y nos dábamos cariño los unos a los otros. Por lo que supe, pocas familias con el mismo nivel adquisitivo hacían lo mismo que nosotros.

Entonces, ¿qué estaba mal? ¿Por qué mamá hizo eso?

Y continuaban haciéndolo mientras yo seguía en shock, estaban a unos pasos en ese mismo pasillo sin pudor alguno. Ni si quiera se molestó en cerrar la puerta para por lo menos haber impedido que hubiese visto eso. Se atrevió a hacerlo en la misma casa donde vivían sus hijas, no le importó. Comencé a llorar por mi padre, por lo que ella le estaba haciendo mientras él estaba sumergido en una cirugía. Por nosotras y en nuestra familia. Y en mi mente se repetía: "No le importamos".

La puerta de mi habitación se abrió y un "¡Te encontré!" invadió la estancia con la tierna sonrisa de victoria que Lia me dedicaba. Pero poco a poco se fue apagando al verme llorar, se acercó a mí y se sentó a mi lado. No dijo nada, solo me abrazó y yo la abracé a ella. Mi hermana fue, desde su inocencia, el único apoyo del que sostenerme.

Aquella noche, cuando llegó la hora de cenar, mi padre ya había llegado a casa y mi madre bajó de su despacho con su sonrisa de siempre. Nos besó a todos como de costumbre, pero yo solo me fijé cuando colocó los labios sobre los de mi padre tras haberlos tenido en aquella parte de ese hombre. Me dio asco, demasiado. El estómago se me revolvió y el ánimo lo tuve por los suelos. No podía seguir viendo cómo mi madre se comportaba tan natural tras haber estado engañando a mi padre. Tan solo musité: "Me encuentro mal, mejor voy a acostarme".

Me pasé los días siguientes sin apenas comer nada, mi padre me tomaba la temperatura con frecuencia y me cuestionaba qué me sucedía, pero no podía contestarle con franqueza. A veces quería gritárselo, pero no estaba segura de que eso fuese lo que debía hacer. Mi madre había roto todo lo que yo creía de ella y aun así la quería, era incapaz de sentir odio a pesar de que deseaba hacerlo.

Me rompía la cabeza cada día pensando en lo que debía hacer. Podía callarme y hacer como si nada, seguir siendo la familia que éramos. Pero saber que mi padre estaba siendo engañado me parecía injusto, me apenaba que creyese que ella lo quería y siguiera haciendo su vida. Vivía mis días en un dilema constante, temblando al volver a casa y sin dormir por las noches. No quería hablar con nadie y ni si quiera quería jugar con mi hermana.

En resumidas cuentas, aquello me había cambiado por completo y sentía un enorme peso a mis espaldas que no sabía bien cómo gestionar. Cada vez pesaba más y me ahogaba con cada gesto de felicidad, de normalidad que veía hacer a mi madre con nosotros, viviendo una posible doble vida.

Las palabras de mi abuela no dejaron de sonar:

"No hagas lo correcto, sin ser astuta."

"No seas astuta sin hacer lo correcto."

¿Pero qué era lo correcto? ¿Seguir viviendo y hacer como si nada? Eso pensé al principio, porque quizás fue un desliz, algo de una sola vez de lo que probablemente se arrepentía.

Pero entonces volvió a ocurrir. Esa vez los pillé en la entrada, a tiempo de esconderme en una de la habitaciones del pasillo. Mamá cogió al hombre de la mano y lo arrastró al piso de arriba. No era el mismo de la otra vez, de eso estaba segura, como también que no había sido el siguiente tras el de la última vez. A saber a cuantos más había llevado sin que lo hubiese presenciado.

A fin de cuentas, era una cría con un dilema con el que no debía acarrear.

Quise ser astuta y hacer lo correcto. Y para mí, lo correcto era que papá lo supiera. De alguna manera tenía que acabar con ese calvario. Por eso aproveché esa tarde en la que mi padre estaba trabajando en su despacho. Llamé a la puerta y él me dejó pasar. Me senté en el asiento frente a su mesa e intenté no mirarle a los ojos para no romper a llorar, pero fue inútil. Sabía las consecuencias de lo que estaba a punto de hacer, pero era lo mejor para todos.

—¿Qué te ocurre, cielo? —cuestionó mi padre al ver la angustia en mi rostro.

—Papá... tengo que... hay algo que tengo que decirte.

—¿Qué? ¿Qué pasa?

—Mamá... he visto a mamá con... —Tragué saliva con fuerza—. Otro hombre. Desnuda. —Eso último apenas pude pronunciarlo, pero estaba segura de que lo entendió.

Él no dijo nada, solo se levantó de la mesa para abrazarme con fuerza.

Las semanas siguientes comenzaron con una incógnita, no tenía muy claro si mi padre había hecho algo. Pero lo que me importaba era que aquel peso se había desvanecido, al menos por un tiempo.

Al principio eran cuidadosos con las discusiones, si mi hermana o yo entrábamos en la habitación, ellos callaban y nos mostraban una sonrisa. Pero cada vez les daba más igual y la mayoría de las veces tenía que distraer a Lia con juegos, o poniéndole auriculares. Por un lado, mi parte infantil e inocente pensaba que tras las discusiones llegarían a un acuerdo y mantendríamos a la familia unida; por otro lado, sabía que eso no iba a ocurrir.

El divorció llegó dos meses después.

Apenas recuerdo nada del proceso porque fue de lo más extraño. Mi padre nos mandó con los tíos y los primos a los Hamptons durante todo el verano y no supimos absolutamente nada de ellos. Para cuando volvieron a por nosotras, mi madre tenía nuestra custodia y se había comprado una casa en la ciudad en la que debíamos vivir.

Entonces comenzó el infierno de verdad.

El primer día en el que Lia y yo llegamos a nuestra nueva casa, apenas entendíamos muy bien qué había pasado. Mi padre nos lo explicó algo rápido y mi madre... Ella había estado bebiendo de más aquel verano. Durante la primera noche allí, entró en mi habitación echa una fiera, su aliento olía extraño y tiempo después entendí por qué.

—¿Has disfrutado con esto, Effie?

—¿Qué...? —intenté cuestionar desconcertada, pero entonces me agarró del brazo y me acercó todavía más a ella.

—¿Qué si has disfrutado rompiendo a tu familia?

—Mamá, me haces daño —lloriqueé intentando zafarme de ella.

—Podrías habértelo callado, tu madre tuvo un desliz, un error lo tiene cualquiera. ¡Podrías haber hablado conmigo! Pero no, tú querías verme sufrir, ¿verdad? —Su tono comenzó a elevarse y yo cada vez estaba más asustada, no sabía qué le había pasado a la que creía que era mi madre. La que nos daba besos en cualquier momento del día, nos hacía decir te quiero cuando nos despedíamos, la que sonreía mientras dábamos un paseo y la que nos compraba un helado a pesar de estar a pocos grados. Esa no era mi madre, como tampoco lo era cuando la vi con esos hombres.

—Mamá... —Yo quería a mi madre, quería correr a ella y que me abrazara, que me dijera que era una pesadilla, que eso no estaba sucediendo. Que me dijera que esa mujer que estaba viendo ante mí, que me gritaba, era un monstruo y que se hacía pasar por ella.

Me acercó a un más a su rostro, tenía los ojos inyectados en sangre y el ceño fruncido. Parecía su versión más vieja y deteriorada, quedándoseme en la cabeza para los restos.

—Todo es por tu culpa. ¿¡Por qué me has hecho esto!? ¿¡Me odias!? ¿¡Es por eso!? ¡No tenías derecho a hacerlo! ¡Es tu maldita culpa! —me gritó sin importarle si Lia se iba a despertar, me gritó como nunca nadie me había gritado y me hizo sentir la persona más miserable del mundo.

—Yo no sabía qué hacer, ¡lo siento! ¡Lo siento, mamá!

—¡Tú me has arruinado la vida, es tu maldita culpa!

Fueron las peores palabras que alguien podría haberme dicho nunca. Y también la peor noche de mi vida. Era culpable, había cometido un error y ahí me martiricé por ello. Me pasé la noche llorando y repitiéndome que era estúpida, deseando poder dar marcha atrás en el tiempo y no habérselo contado nunca a nadie.

A partir de entonces, las pesadillas me visitaban cada noche acompañadas del insomnio. Fue un shock tan grande que trastocó mi vida al completo.

Ella se disculpó al día siguiente, aunque no fue la mejor disculpa del mundo. "Effie, cariño, anoche no sé qué me pasó y quiero disculparme contigo. ¿Me perdonarás?". Podía perdonarla mil veces, pero aquella imagen no iba a borrárseme de la memoria en la vida.

—Desde ese momento todo fue distinto, amargo. —Kilian me miraba atento, no me había interrumpido mientras relataba y supongo que lo hizo porque lo estaba consiguiendo—. Mi madre no era la misma, yo tampoco y mucho menos nuestras vidas. Se centró en mi hermana, la ha estado explotando para sacar algo que le devuelva a lo que tenía antes de que todo explotara y sé que, aunque sabe que la culpa fue suya, sigue echándomela a mí. Y todo eso hace que me cuestione cada día si mereció la pena haber abierto la boca, quizás debería habérmelo callado, quizás eso hubiese sido lo correcto.

Ya estaba, lo había conseguido. Por fin todo había salido de dentro de mí y me sentía realmente bien, con un peso menos a pesar de que seguiría siendo mi vida y mi pasado.

Miré a Kilian cuando había terminado, tenía lágrimas en los ojos que descendían sin parar por mi mejilla. Dio un largo suspiro con los brazos cruzados y tras procesar un poco todas mis palabras comenzó a hablar en un tono calmado.

—No soy psicólogo, pero todo pinta a que tienes algún tipo de trastorno por el trauma que fue para ti que tu madre te tratase de esa forma.

«¿Trastorno?»

Sabía que lo que me ocurría tenía relación con lo que pasó, pero llamarlo por ese nombre no se me había ocurrido en la vida. Y tenía sentido, era como aquellos veteranos de guerra que después acarreaban los traumas de lo que habían vivido, lo había visto en muchas películas. Quizás mi caso no era tan fuerte ni comparable como haber estado batallando en una contienda militar, pero de lo que estaba segura era de que aquello me marcó a niveles superiores a mí.

—Puede ser —contesté al fin.

—Sinceramente, creo que fue lo mejor que pudiste hacer y que no tienes que arrepentirte por nada. Al final, si te lo hubieras callado, todo habría explotado de una forma u otra, quizás hasta peor. E igualmente te habrías sentido culpable por no haberlo cortado todo a tiempo.

—¿Tú crees? —Me rompí. Varias personas como mi padre o Cailin me habían repetido mil veces que no fue mi culpa, que mi madre era la verdadera culpable. Pero que Kilian me lo dijese fue distinto, sobre todo después de habérselo contado todo y haberme escuchado con tanta paciencia. Me sentí escuchada y esa fue razón de más para romperme a llorar.

Se enderezó para acercarse a mí y envolverme en un abrazo. La piel desnuda de su pecho era cálida, igual que las lágrimas que le estaba dejando. Aun así, no le importó humedecerle la piel y me estrechó aún más a él.

—Sí, lo creo. Y te admiro porque fuiste valiente, no todos pueden ser como tú.

En ese momento no me di cuenta del peso de sus palabras y de lo que significaban para él, solo me limité a desahogarme y echar todo lo que tenía dentro, vaciarme por completo.

Tras unos minutos, conseguí calmarme y me sugirió que volviésemos a la cama, no rechisté. Volvimos cada uno a nuestro lugar, cobijándonos bajo la colcha. Respiré aire puro y saqué una leve sonrisa, aunque poco duró cuando recordé el sueño terrible que había experimentado hacía unos minutos, estar en esa posición me lo recordaba.

—¿Y si vuelvo a soñar lo mismo? —cuestioné con angustia.

Había apagado las luces y ya se había colocado para dormir cuando yo volví a hablar, no entendía por qué no se cansaba de mí. No dijo nada, solo se removió y posteriormente tanteó con su mano en la oscuridad hasta encontrar la mía comenzando a tirar de ella hacia él. El corazón me dio un salto en el pecho.

—Ven —murmuró.

—¿Para qué?

—Para que vengas aquí. —Volvió a tirar de mí y al final cedí porque tampoco podía hacer otra cosa.

—Vale, Don Obvio —bromeé cuando me posicioné a su lado—. ¿Y ahora qué?

—Es que sigo esperando a que vengas. —Volvió a cogerme la mano, aunque esa vez fue la otra, la que tenía más alejada y la elevó por encima de su pecho provocando que terminase prácticamente encima de él. Me ruboricé de inmediato y menos mal que la oscuridad impidió que se percatase—. Apoya la cabeza en mi pecho y me abrazas, así funciona. ¿No lo has visto en ninguna película?

Se estaba burlando de mí, aunque de una forma inocente, casi podía ver cómo sonreía de medio lado.

—Podrías haberlo especificado —espeté tragándome la vergüenza y su pecho se sacudió cuando se rio.

—Venga —insistió.

Apreté los labios y liberé la mano que él tenía presa y la deslicé por su pecho descubierto, tanteando la zona donde debería colocarme. Con cuidado y bastante indecisa, apoyé mi cabeza entre la clavícula y el pecho, dejando reposar la mano sobre su piel. Por su parte, su brazo derecho envolvió mi cuerpo y sus dedos dibujaban círculos sobre mi costado.

«Pues no se está mal.»

—Así no va a venir nadie a ahogarte. —Todo él vibró cuando pronunció esas palabras y mis emociones centellearon, estaba protegiéndome.

Sonreí.

—¿Estás cómodo conmigo encima? —Quise asegurarme, no quería que tuviese que pasar la noche incómodo con tal de que yo lo estuviera.

—Mejor que nunca, ¿y tú? ¿Estás cómoda?

—Sí, bastante.

—Estupendo, pues duérmete.

Me quedé callada ante su petición, o puede que orden. En cualquier caso, me decidí por cerrar los ojos dejando que su aroma entrase por mi nariz cada vez que respiraba, notando el calorcito que emanaba de su cuerpo relajando mis sentidos y el compás de su pecho subiendo y bajando, eso fue lo que terminó por llevarme a los brazos de Morfeo.

La claridad que entraba por los ventanales era tal que provocó que volviese a cerrar los ojos cuando desperté. Tardé en entender que seguía allí, sobre aquel cuerpo tatuado y cuando levanté un poco la cabeza lo vi dormir con la cabeza hacia un lado. Era atractivo incluso durmiendo, manteniendo la seriedad que siempre mostraba y solo me apetecía llenarle la cara de besos. Sin embargo, me quedé ahí, apoyando la barbilla sobre su pecho mientras lo veía soñar.

Ese chico me volvía loca. Recordé la noche anterior como un revoltijo de sucesos totalmente dispares entre sí. Le había visto en una faceta que podía asustar a cualquiera, por no hablar de la paliza brutal que le dio a ese delincuente con un arma blanca. Y, horas más tarde estaba dándome un tierno beso de buenas noches, me tranquilizó tras una parálisis del sueño y escuchó mi historia haciendo que me sintiese mucho mejor.

Kilian comenzó siendo negro, pero me demostró que también podía ser blanco e incluso gris.

Era un delincuente más, lo tenía claro y quizás debía huir de todo lo que le envolvía, pero se me hacía imposible si me mostraba esa parte de él tan natural.

Soltó un gruñido y apretó los labios, se estaba despertando, no me perdí ni un solo detalle. Cuando abrió los ojos y se centró en mí, elevó las comisuras de sus labios junto con las mías.

—Buenos días, Euphemia —saludó con la voz completamente pegada y ronca—. ¿Has dormido bien?

—Muy bien —contesté sin borrar la sonrisa.

—¿Qué hora es? —Se llevó una mano a los ojos para frotárselos.

Giré la cabeza y la levanté un poco para ver el reloj digital que tenía sobre la mesita de noche del otro lado, eran las doce y media.

Las doce y media. Nos quedamos dormidos sobre alrededor de las seis y media.

—¡Kilian! —exclamé llena de alegría, él arrugó las cejas sin entender mi repentina exaltación—. ¡Son las doce y media!

—Qué bien. ¿Y?

—¡He dormido casi siete horas seguidas! ¡Si-e-te! —Coloqué la manos sobre sus mejillas y lo obligué a mirarme quedándome muy cerca con los ojos bien abiertos junto con la enorme sonrisa—. ¿Habré roto la regla de las tres horas?

Comenzó a reírse y sus ojos se achicaron a consecuencia, pareciéndome la cosa más bonita que podría encontrarme por la mañana.

—¿Seré yo tu medicina? —cuestionó con un tono arrogante.

—Pues como lo seas la llevo clara, tendría que dormir contigo cada día.

—Yo no tengo problema. —Levantó medio cuerpo y se apoyó sobre sus codos, quedándose a milímetros de mi rostro—. ¿Lo tienes tú?







Síiiiii otro capítulo esta semanaaa☺️

Como se nota cuando lo tengo medio escrito jajajaja

Ya duermen juntitos mis niños😍

Oye, que fuerte lo de la parálisis del sueño, he estado investigando y madre mía qué paranoia.

¿Habéis tenido algún episodio de parálisis del sueño?

Yo no y ojalá nunca😟

Bueno, y que ya sabemos lo que le pasó a mi pequeña Effie🥺🥺🥺

¿Esperabais algo así?

Era lo más lógico después de todo

Y Kilian es demasiado tiernooooo pfff

¿Os ha gustado el capítulo?

El siguiente ya aviso que viene con todo, no digo más🫢🫢

Dadle a la estrellita para apoyar esta historia y yo os mando muchos besitos digitales😘😘

Os kiero muxo💜💜💜💜

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