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24


ɢᴏᴛᴛ ᴡᴇɪß, ɪᴄʜ ᴡɪʟʟ ᴋᴇɪɴ ᴇɴɢᴇʟ ꜱᴇɪɴ


Ni siquiera sé cómo llegué a esa situación, juro que no. O puede que sí por lo de dar mi consentimiento y eso. Pero es que, ¿quién podía resistirse?

Estoy segura de que ninguno de los dos sabíamos explicarnos el proceso para que llegásemos a meternos mano. Ya estuviésemos viendo una película, escuchando música, cada uno a lo nuestro y separados en distancia, que de pronto, bum, sucedía. ¿Cómo terminábamos siempre uno encima del otro?

La primera vez fue una experiencia increíble, reveladora y adictiva. La segunda fue mucho mejor, me dejó tocarle a él y conseguí buenos resultados a pesar de lo que hacían mis torpes manos. Y las dos veces siguientes, en fin, explosivas. La conclusión era que no podíamos simplemente quedar para hacernos compañía, siempre sucedía algo más que acababa en gemidos y orgasmos.

Y bueno, ahí estábamos teniendo otro acercamiento más. Y por acercamiento me refería a estar echados sobre el sofá, yo de espaldas a él acostada sobre su cuerpo, con la camiseta y sujetador levantados por encima de mis pechos y los pantalones... no sé cómo terminaron descendiendo hasta mis tobillos junto con las braguitas. Por no hablar de que tenía una mano sobre una de mis tetas mientras que la otra no hacía más que torturarme en mi entrepierna.

En cuanto miraba hacia abajo y lo veía dándome placer metiéndose entre los labios de mi coño, soltaba un quejido, aumentaban mis pulsaciones y las piernas me temblaban. Claro estaba que él era muy consciente de lo que estaba provocando.

—¿Qué pasa, Euphemia? —murmuró con esa voz tan sexy sobre mi oreja, a la que le gustaba mordisquear—. ¿Por qué te estremeces tanto? —Tenía mis piernas inmovilizadas pues las suyas se habían enroscado en ellas sobre el sofá, lo cual me estaba atormentando todavía más.

—Los tatuajes —admití entre gemidos.

—¿Los tatuajes? ¿Qué pasa con ellos?

Su mano salía y entraba mientras me acariciaba, y yo solo con verla pasearse ahí me bastaba para llegar. Eché la cabeza hacía atrás cerrando los ojos por el placer que además de ahí, también realizaba su otra mano sobre mi pezón erguido para que él lo trastease. Antes de llegar a esa situación, estuvo comiéndome las tetas diez minutos seguidos, lo que me dejaba claro lo mucho que le gustaba hacerlo. Para mí siempre fue una de mis zonas más sensibles al placer por lo que estaba completamente de acuerdo en beneficiarme de su fetiche.

—¡Ah! ¿Te pone cachonda ver mi mano tatuada tocándote? ¿Es eso? —Asentí sobre su pecho varias veces sin dudarlo porque no fui capaz de decirlo con palabras. Soltó una leve carcajada socarrona antes de añadir—: Menuda caja de sorpresas estás hecha.

Sus piernas se encargaron de que me abriera aún más para tener más espacio y meter un dedo dentro de mí. No le estaba costando desde luego, estaba sumamente empapada a esas alturas, por eso quizás metió otro y ello hizo que ahogase un gemido mientras me mordía el labio inferior. Seguía retorciendo mi pezón y de vez en cuando se inclinaba para metérselo en la boca. Había pillado el punto: sus dedos me trabajaban bien en lo que el pulgar se movía frenético en mi clítoris y su respiración chocaba contra mi oreja. Todo eso en lo que yo sentía su polla dura apretándose contra mi culo. El gemido que solté poco después fue lo que le indicó que me había corrido sobre sus dedos que aun seguían metidos dentro de mi coño.

Cuando me hube recuperado, terminé de quitarme los pantalones y me subí encima de él colocando las piernas a ambos lados de sus caderas. Me incliné para besarle mientras mis manos divagaban sobre sus pantalones. Me separé y me encargué de bajarle un poco los pantalones para sacarle la polla de entre sus calzoncillos y envolverlo en mi mano. Pensé que me ayudaría como las veces anteriores, guiándome como a él le gustaba. Pero no, me dedicó una sonrisa de medio lado y se llevó las manos hacia arriba para dejarlas reposar por detrás de su cabeza.

Ojalá tuviese el poder de fotografiar con los ojos porque menuda era la imagen que tenía ante mí y encima me dejaba masturbarlo confiando en que sabría cómo hacerlo. Mi mano actuaba con precaución, no quería apretarle demasiado, pero parecía estar haciéndolo bien por la expresión que me mostraba. Estaba caliente y duro, la fricción que estaba generando mi mano hacía que aumentase aún más. Subía y bajaba la mano, y de vez en cuando le acariciaba la punta. Aumenté la velocidad cuando me lo pidió en un susurro entrecortado por un jadeo y él me acompañó con su mano sobre la mía hasta que acabó sobre mi piel. También me hubiese gustado grabar la expresión de cuando llegaba al éxtasis y saber que yo lo había ayudado a conseguirlo, me hacía sentir privilegiada de alguna manera.

Minutos después volvimos a estar vestidos y yo procedí a sacar mi diario cinéfilo para comenzar a escribir la página para la película que acabábamos de ver, que era justo lo que pretendía hacer antes de acabar enredada en él. Por su parte, Kilian sacó su tablet y continuó con el dibujo que llevaba unos días haciendo, era un cuervo bastante tétrico y le estaba quedando de lo más realista.

—Hablé con Stacie —habló mientras trazaba algunas líneas, la música que había puesto estaba aún nivel apto para que pudiésemos conversar—. Me dijo que hablasteis de la fiesta de este sábado.

—Ah, sí —contesté sin levantar la cabeza. Stacie y yo hablábamos casi todos los días, y hacía un par de ellos me comentó que habría una fiesta parecida a la del río Hudson ese sábado noche. Los recuerdos de aquella noche seguían ahí y me negaba a pasar por otra noche igual, por eso le di una respuesta negativa cuando me invitó a ir con ellos. Aprendí que Stacie era una chica poco conformista, puesto que fue a comentárselo a Kilian en cuanto pudo.

—Me parecería buena idea que vinieses.

—Ya, pero no me apetece mucho la verdad.

—¿Por qué? —insistió levantando la cabeza centrándose en mí—. Vas a las de los pijos.

—Es que... —Me mordí el labio pensando en si debería comentarle lo de esa noche, igual le parecía una tontería. Pero era cierto que Kilian nunca se tomaba mis razones a risa, siempre intentaba responderme de la mejor manera posible y eso fue lo que me impulsó a contarle mis razones—. Sé que va a ser como aquella que fuimos en el río Hudson y esa noche fue de todo menos buena.

—Ya, sé que fui un gilipollas contigo y que no me di cuenta de que no querías estar allí, pero...

—No es tanto por eso. La gente que va a esas fiestas es diferente y esa noche me sentí muy débil e indefensa cuando un drogadicto quiso que nos metiéramos mano a la fuerza. Por suerte la chica de la barra me ayudó, y, aun así, me quedé aterrorizada.

Alcé los ojos para mirarle, los suyos estaban perdidos en un punto y su expresión dejaba claro que estaba frustrado cuando suspiró y los orificios nasales se le ensancharon.

—No va a pasarte eso otra vez. —Me devolvió la mirada con seriedad—. Es más, si lo vuelves a ver quiero que me lo señales.

—Kilian no importa, ha pasado tiempo.

—No, Effie, sí que importa. Y eso mismo puede ocurrirte en cualquier tipo de fiesta, incluso en la de los pijos. —Estaba molesto, que dijese mi apodo era más que una señal, pero trató de calmarse antes de continuar hablando—. Mira, me gustaría que vinieses y a Stacie la vas a hacer feliz. Y vas a ir conmigo, esta vez no voy a dejarte sola, ni vas a tener que vender nada. No voy a quitarte los ojos de encima, te lo prometo.

Su mirada era una promesa por sí sola, lo decía completamente en serio. Entonces comencé a pensar que quizás aquella noche estaba destinada a ser fatídica y la fiesta solo fue el escenario de ello. Y tenía razón, podría haberme ocurrido lo mismo en la discoteca. Las cosas iban a ser distintas, muy distintas y puede que fuese la oportunidad para cambiar de opinión ante esos eventos.

—Menos mal que hace poco compré algo que puedo ponerme. Pero necesitaré que me prestes una cosa —dije con una sonrisa que relajó sus facciones.

—Lo que me pidas, Euphemia.

De vez en cuando desviaba la vista. Quizás pensaba que no me daba cuenta, pero sí, desde hacía rato. Probablemente lo había impresionado, aunque no era nada del otro mundo para ser sincera.

Íbamos de camino a la fiesta y esa vez no estaba junto al río Hudson, por lo visto estaba más cerca del aeropuerto J. F. K. Le escribí a Stacie diciéndole que estábamos llegando o eso era lo que ponía en el GPS del coche y respondió con miles de emoticonos que me despertaron una sonrisa. Y no lo iba a negar, estaba nerviosa y ni si quiera sabía por qué, no iba a ocurrir nada malo. Kilian estaría conmigo, o Stacie y su enorme novio.

Pronto dejamos los edificios atrás y nos encontramos en una zona repleta de vegetación. No tenía nada que ver a la de la fiesta anterior, era mucho más descampado y a lo lejos se podía ver el agua de un arroyo que bordeaba la zona. Finalmente dejamos el coche en un parking del área y caminamos buscando el lugar de donde la música ya estaba emanando, iluminándonos con las linternas de los móviles. Era tarde, lo suficiente como para que llevase empezada una rato y llegábamos en el momento oportuno. Kilian iba a vender, por eso razón asistía principalmente, pero aun así me dijo que podía estar cerca.

—Te queda bien la chaqueta, pensé que te quedaría más grande. —Estábamos caminando en la oscuridad de la zona, siguiendo a la gente que también se acercaba a la fiesta—. Es la más estrecha que tengo.

—Sí, bueno y aun así es grande. —Sonreí y volvió a mirarme, a mí y a todo mi cuerpo. Definitivamente le gustaba mi conjunto.

Me había puesto una falda de cuero corta y negra que me había comprado hacía poco, una camiseta negra de manga larga, pero con un agujero redondo en la zona del escote al descubierto, unas medias transparentes y mis converse negras. La guinda de todo fue la chaqueta de cuero negra con tachuelas que Kilian me había prestado y lo mejor era que olía a él, como todo lo que le rodeaba. Por otro lado, me alisé el pelo y me maquillé con sombras oscuras siguiendo un tutorial de TikTok, culminando con mi pintalabios rojo.

No me había mencionado nada, solo se limitaba a recorrerme por completo. Me había recogido en mi casa y desde entonces sentía su vista penetrante sobre mí. Sonreí de nuevo al pensar en lo que pudiera estar pasándose por su cabeza. Decidí hacerme un poco la tonta para tirarle de la lengua un poquito.

—¿Qué? —cuestioné cuando volvió a mirarme—. ¿Por qué me miras tanto? ¿No voy bien?

Exhaló una risa.

—Si la gente te mira, ¿crees que es por algo malo?

—No lo sé, dímelo tú. Podría llevar algo mal puesto, la bragueta abierta o...

Tiró de mi muñeca pillándome por sorpresa, apartándonos del camino para que el resto continuara caminando sin problema y me envolvió la cintura con su brazo acercándome a su pecho. La poca luz que nos daban las linternas de los móviles me permitió observarle y percatarme de la sonrisa ladina que salía de sus labios.

—Verte con ropa de ese estilo me pone como una puta moto, Euphemia, por eso te miro tanto. ¿Responde eso a tu pregunta? —Quizás no fuese eso lo que buscaba que dijera, pero supuse que era su forma decir un cumplido, así que me limité a asentir comenzando a sentir calor por todas partes. Se acercó a mis labios y esperé a recibir los suyos entreabriendo la boca y cerrando los ojos—. ¿Llevas ese pintalabios en el bolso?

—Sí —susurré al igual que él, sobre sus labios.

—Perfecto.

No dejé que fuese él el que se acercase, me puse de puntillas y choqué mis labios con los suyos con impaciencia, arrastrando mis manos por el pelo corto de su nuca. En cuanto abrí un poco la boca recibí su lengua que acarició la mía con apetito. Adoraba esos labios suaves y febriles cuando pellizcaban los míos de esa forma tan sumamente erótica. Así era completamente normal que siempre acabáramos tocándonos de más.

Continuamos con nuestro camino una vez nos separamos, no dijimos mucho más y creo que se debía a que aun estábamos recuperándonos de aquel beso breve pero intenso.

Por fin llegamos a la fiesta encontrándonos con un ambiente de lo más movido, una música estridente y mucha gente pintoresca. Se parecía en cierto modo a la anterior, y estaba claro que quienes las organizaban eran los mismos, que, por alguna razón, la celebraban en lugares distintos.

—¡Effie! —Fui atrapada sin previo aviso por una marea de cabello rojizo eléctrico—. ¡Ya estás aquí por fin! Sois unos tardones.

—Bueno, Kilian ha tenido que ir a recogerme.

—Ya verás lo bien que nos lo pasamos. ¡Ven! —Tiró de mi mano para adentrarnos directamente entre el gentío.

—¡Stace! —escuchamos a nuestras espaldas, ambas nos giramos y vimos que Kilian la estaba mirando con bastante seriedad levantando una ceja a modo de advertencia.

—Ya lo sé... —Bufó—. Voy a cuidarla, ¿quién te crees que soy?

Kilian no se quedó del todo conforme. «¿Dudaba de la palabra de Stacie? ¿Por qué?», pensé. Comencé a pensar que quizás la fiesta no había sido buena idea después de todo.

Sonaba música tecno mientras la gente se iba abriendo paso para pudiéramos atravesarlos, seguía unida a la mano de la chica de pelo rojo que parecía tener claro a donde llevarme. Entonces me vi rodeada de un grupo de personas que vestían de forma bastante llamativa y ligera para la temperatura que hacía, pelos de colores y piercings en alguna parte de su cuerpo. Stacie me presentó como "la amiga de Kilian" y posteriormente añadió: "tiene algo serio con él", a lo que todos se quedaron boquiabiertos. Reprimí una sonrisa avergonzada y aun así levanté la mano para saludarlos, todos me respondieron de igual forma con una sonrisa, preguntándome de donde era entre otras cuantas cuestiones más que provocaron que mis nervios fuesen disminuyendo. Me notaba tensa siempre que entraba a un grupo de personas en el que yo era la extraña y no solía tener buenas experiencias con eso.

Después de un rato con ellos, acabamos pegadas a la barra para pedir algo de bebida. Mientras esperábamos para ser atendidas, alguien chocó conmigo y por instinto me giré molesta, aunque no imaginaba encontrarme con aquella escena. Había una chica de cabello azabache que echaba la cabeza sobre la barra. Desconocía lo que hacía pues su cabello impedía mi visión, pero una vez levantó la cabeza, la echó hacia arriba aspirando con fuerza y al volver a la superficie de la barra, me di cuenta del polvo blanco. La chica lo recogió con el dedo y se lo llevó a la boca como si nada, cogió su copa y se marchó de vuelta a la zona de baile.

«¿Se acaba de meter una raya en la barra?»

Nunca antes había visto a alguien hacerlo y la verdad es que me impactó. Sí que lo había visto en películas cientos de veces, pero ver la realidad se sentía distinto. Era como si antes solo formase parte de la ficción, pero verlo en persona lo hiciese real.

—Effie. —La voz de Kilian pegado a mi oído me llevó de vuelta a la fiesta y tuve que girar la cabeza para mirarle. Se había metido en medio entre Stacie y yo, estaba muy cerca para que pudiese escucharlo—. Cuando pidas algo para beber dices que vienes de mi parte, y no le quites ojo al vaso ni lo dejes por ahí. —No había que ser muy tonta para entender que tenía que ver con lo que la chica de antes se estaba metiendo, a saber cuántas más había distribuyéndose además de las de Kilian. Por eso asentí apretando los labios—. Voy a estar aquí, al lado de la barra, no te vayas muy lejos. ¿Vale?

—Vale —respondí moviendo la boca y entonces me dio un pico en los labios antes de marcharse. Se me aceleró el corazón y noté el tacto de sus labios aun cuando no estaban.

—Que monos sois, por favor. —Stacie había vuelto a ponerse a mi lado haciendo un puchero—. ¡Casaos ya!

No pude evitar soltar una carcajada.

—Pero si solo somos amigos.

—Los amigos no van dándose besitos de despedida. Bueno, algunos sí, pero los que son como vosotros no. Te lo digo en serio, estoy alucinando con él.

No podía responder de otra forma que no fuese con una sonrisa, no tenía muy claro como tomarme eso pues tampoco quería ilusionarme demasiado, igual se cansaba de mí en cualquier momento.

Pedimos las bebidas y volvimos con el resto de sus amigos que seguían bebiendo y riendo en un rincón. Me fijé en que desde esa posición podía ver a Kilian y eso me dejaba más tranquila. Me bebí casi la mitad del vaso de tubo mientras conversaba con todos, me dijeron sus nombres, pero lo cierto es que se me olvidaron la mayoría, demasiada información en menos de un minuto como para retenerla. Todo iba genial hasta que alguien sacó esa bolsita que tanto conocía y comenzó a repartir pastillas entre todos los presentes. Fui la única que no alzó la mano y eso desertó el interés de algunos de los presentes.

—¿No coges, Effie? —me ofreció el chico con el pelo rizado y sombras oscuras en los ojos.

—¡No! —respondió Stacie antes de que pudiese abrir la boca echándose sobre mí—. Ya lo sabéis, Kilian nos mata si le damos algo. Tenemos que cuidarla.

—¡Uh! Cierto —dijo la chica peinada con dos moños.

—Sí pues yo sé de alguien que se lo ha pasado por el forro —comentó otro chico.

—Bueno, pero no bajo nuestra responsabilidad. —Stacie levantó las manos y las cejas queriendo expresar que tenía las manos lavadas en ese asunto.

«¿Alguien? ¿De quién están hablando?»

Arrugué el entrecejo y estuve a punto de cuestionar cuando vi que Stacie se separó de mí, aceptó la pastilla y se la tragó tras darle un sorbo a su bebida.

Puede que debiera esperármelo e incluso una parte de mí lo sabía, pero de igual manera me resultó chocante. Estaba rodeada de drogadictos en esa fiesta. Y no es que en otras no lo estuviese, pero los de esa noche lo eran abiertamente sin importar quienes los vieran o no.

Empecé a preocuparme, no me estaba agradando mucho ese ambiente, aunque yo al parecer estaba bajo el ala de Kilian. Me llevé el vaso de tubo al pecho como acto instintivo.

Aun así, me lo pasé bien mientras bailaba con Stacie. Me pedí una copa más y cuando la acabé, comencé a sentir la chispa producida por el alcohol. La chica del pelo rojo era fuego puro bailando, conseguía mover todo el cuerpo de formas que ni sabía que podían moverse e intentó enseñarme a menear el culo como ella, aunque sabía que nunca conseguiría imitarla. Me reí con ganas esa noche, estaba disfrutando centrándome en la música y en la gente con la que estaba.

Hasta que unas manos se colaron por detrás rodeando mi cintura mientras bailaba, y por un momento pensé que sería Kilian quien me estaba tocando, pero borré la sonrisa cuando no vi sus tatuajes al bajar la vista, eran otros y mucho más escasos. Cuando me giré con molestia intentando quitarme sus manos de encima, me di cuenta de quien era, porque no se me había olvidado. Era aquel pandillero que hizo que me metiera en su coche para llamar la atención de Kilian.

—¡Es la chica del instituto privado! —exclamó con una sonrisa asquerosa, tenía los pelos alborotados con una cinta roja sobre su frente, además del diente de oro que me mostraba—. ¡Effie! Eso era. Fíjate lo bien que me acuerdo de ti, preciosa.

Incluso estando medio borracha supe que eso no pintaba bien y no solo porque estaba tocándome sin mi permiso.

Stacie se unió como pudo a quitármelo de encima con el ceño fruncido y gritándole que se fuese entre insultos. Él mantenía esa sonrisa con la que solo me podían entrar arcadas. Entonces una fuerza superior a las dos llegó para quitármelo con un empujón que lo desplazó varios metros atrás chocándose con la gente. Kilian había llegado como un rayo furioso.

—¿¡Qué cojones haces!? ¿Quién mierda os ha invitado? —vociferó en unos niveles que nunca le había escuchado antes.

—Estaba saludando a mi amiga. ¡Hola, Effie! —me saludó moviendo los dedos de la mano, asomándose a un lado del cuerpo de Kilian para poder mirarme con esa sonrisa y mi expresión de asco aumentó.

Kilian volvió a empujarlo con fuerza.

—¡No le hables! —Empujó de nuevo—. ¡No la toques! —Otro más—. ¡Y ni la mires o te juro que te mato! Salid de mi vista, ¡ya!

No me había dado cuenta de que la música había bajado de volumen ni que junto a Kilian había más tíos que lo respaldaban, entre ellos el novio de Stacie. Tampoco que, junto a ese tío, estaban el resto de su banda incluidos con los que estuve aquel día.

—He escuchado música y hemos querido ver qué pasaba. ¿Verdad, chicos? —El resto sonreían en apoyo al que parecía ser el cabecilla que claramente se estaba riendo del grupo de Kilian.

—¡Fuera! —gritó esa vez un tipo con tantos músculos como Weston y un tatuaje en la cara.

—¿Por qué? Si nos lo estábamos pasando de puta madre con lo que tenéis montado aquí. Sobre todo, yo con esa precios... —No pudo acabar la frase cuando Kilian ya había estampado el puño en su cara.

Sangre. Eso fue lo que salió de la cara del tío de la banda roja, mucha sangre. Kilian no dejaba de darle golpes y el resto ya se habían enzarzado en una guerra junto a él. Y mientras Stacie tiraba de mí hacia atrás, me di cuenta de lo que había en la mano de Kilian con la que pegaba: un puño americano. Hasta donde sabía, era un arma y bastante ilegal porque podía abrir cráneos con facilidad.

De pronto el pulso se me aceleró, los golpes resonaban por encima de los gritos de la gente que animaban abstraídos en su estado embriagado. A mí se me estaba revolviendo el alcohol que había consumido y no podía seguir viendo aquello, necesitaba coger aire fresco. Stacie no estaba consciente de todo, la droga ya había hecho su efecto junto con el alcohol y estaban riéndose en grupo de la situación. Mis pies poco a poco fueron moviéndose hacia atrás, me estaba faltando el aire y tenía que moverme si no quería ahogarme entre toda esa marea de personas que rodeaban la contienda. Me di la vuelta y caminé atravesando los arbustos, estaba oscuro, pero la poca luna que acababa de salir me permitía al menos vislumbrar la zona en la que estaba. No di demasiados pasos, tampoco quería alejarme demasiado, pero al menos todo el barullo quedó lejos cuando apoyé la espalda sobre un árbol.

Entre la vegetación del lugar podía ver el agua del arroyo en calma, meciéndose con las pequeñas olas, ahí fijé la vista y me perdí en ella. Pensé en todo, en las drogas que todos se metían constantemente, en la fiesta, en las bandas callejeras y en las peleas, sobre todo recordando el arma que Kilian tenía en el puño. Sabía que él tenía armas, no me lo dijo, pero sabiendo a qué se dedicaba lo lógico era tenerlas en alguna parte. Pero, de nuevo, cuando lo ves, se vuelve una realidad y me asustaba que tan real podía volverse todo. Había que ser honestos, ¿era mejor ese mundo para mí que el del Upper East Side?

—¡Effie! —Los pasos sobre la hierba se hacían cada vez más presentes y esa voz solo podía pertenecerle a él—. ¡Effie!

Le escuché gritar mi nombre un par de veces más hasta que lo vi pasar por delante de mi posición y fue lo que provocó que parpadease.

—Estoy aquí —musité lo suficientemente alto como para que me escuchase y se girase sobre sí mismo centrándose en mí.

—Joder... —Respiró y se acercó en dos zancadas—. Menudo susto, pensé que alguno de esos hijos de puta había vuelto a secuestrarte.

—No, solo es que no quería ver lo que se estaba formando.

—No tendría que haber pasado eso. ¿Estás bien? ¿Te ha hecho daño?

—Estoy bien. Necesitaba respirar un poco. —Mantuve la vista sobre su pecho que subía y bajaba con rapidez. Los ojos se me fueron hacia sus manos, estaban manchadas de restos de sangre, pero no había rastro del puño—. Lo habrás dejado peor de lo que él te dejó, con lo que tenías en el puño —salió de mí como un pensamiento, porque aún me encontraba ensimismada.

—Sí, bastante peor —admitió bajando el tono de voz, como si no estuviese muy orgulloso de sus actos.

—Podrías haberlo matado con eso —añadí sin mover una sola pestaña.

—Pero no lo he hecho.

—Ya.

Suspiró y noté algo de frustración quizás por la forma en la que lo hizo.

—Entiendo que no te ha gustado verme así y ojalá no hubieses tenido que verlo.

—No importa —susurré.

—¿Y entonces por qué no me miras? —cuestionó con desconcierto y hasta ese momento no me había dado cuenta de que no lo estaba haciendo. Cuando subí la vista y le miré a los ojos, la expresión se le descompuso—. Me tienes miedo.

Miedo. Estaba claro que era una de las emociones que sentía. ¿Quién no tendría miedo si un tipo como ese te pusiera las manos encima, o si tienes una pelea brutal cerca de ti? Sí, un sentimiento de lo más normal y necesario para sobrevivir, por eso quizás me alejé. Pero, ¿tenía miedo del chico que tenía frente a mí? Quizás debería después de lo que vi y de lo que ya había visto antes.

—No —dije con calma—. Sé que tú nunca me harías nada, me acabas de defender. Pero no estoy acostumbrada a ver una pelea tan fuerte.

Asintió sin apartar la vista de mí y algo me decía que no estaba seguro del todo con mis palabras. Alcé un brazo y lo agarré de la chaqueta para acercarlo a mí. Dio un paso torpe y lo envolví con mis brazos apoyando la cabeza en su pecho. Me devolvió el gesto apoyando la barbilla sobre mi coronilla y sentí que su pecho se relajaba.

—Lo siento —murmuró.

—Da igual, no es tu culpa. —Dejé pasar unos minutos en silencio, sintiendo el latido de su corazón que volvía a latir de forma regular—. Me lo estaba pasando muy bien.

—Y a mí me estaba gustando verte bailar y pasártelo bien. Quería acabar para unirme a ti.

—Bueno, todavía puedes hacerlo.

—Tengo que terminar de vender, pero en cuanto acabe, lo haré. —Se separó de mí y me colocó las manos sobre mi mandíbula pasando los pulgares sobre mis labios. Unos segundos después se inclinó para besarlos, un beso inseguro y culpable, pero que procuré alimentar—. Me encantaría quedarme aquí y seguir besándote, pero tengo que volver. Y tal y como debe de estar ya Stacie, preferiría que te quedes cerca de mí, a no ser que quieras ir con ellos.

—No, contigo —me apresuré a decir, la verdad es que después del susto no me apetecía seguir bailando con ellos.

Volvimos a la fiesta tras unos cuantos besos más y lo seguí de cerca justo como me había indicado, me apoyé sobre la barra y él le pidió a la camarera una botella de agua para mí. Al poco de quedarse allí apoyado, alguien fue a comprarle, aunque no pude escuchar bien lo que decían. Kilian se sacó un par de bolsas y se las dio de forma disimulada a cambio de unos cuantos billetes. No dejaba de girarse para comprobar que seguía allí y yo le sonreía a cambio.

Weston apareció de pronto y llamó su atención, parecía algo alterado.

—¡Kilian! ¡Tienes que venir un momento!

—¿Y ahora qué?

El chico grande quería que lo siguiera y Kilian puso una expresión de fastidio. Se pasó una mano por la cara para después girarse hacia mí. Sabía que se estaba debatiendo contra sí mismo en su interior, no quería dejarme sola pero tampoco le quedaban muchas más opciones.

—Quédate ahí, ahora vuelvo.

Asentí y agarré con fuerza la botella de agua. Pasaron unos cuantos minutos cuando aún no había vuelto. Hice un recorrido de la fiesta mientras la gente continuaba bailando sin parar, gritando y riendo como locos. Los de la barra seguían sin poder dejar de servir bebidas y parecía que nunca se iban a quedar satisfechos. Stacie continuaba bailando tan feliz como siempre dentro del efecto de la droga como si nada hubiese pasado.

Sin embargo, algo comenzó a suceder en un simple parpadeo y de forma gradual. Los de la barra frenaron su acción, muchos dejaron de bailar y otros ya estaban corriendo. No entendía nada y mis ojos no dejaban de moverse de un lado para el otro mientras las pulsaciones aumentaban de nuevo. Entonces la música cesó y pude oírlo: sirenas. Era la policía.

Las personas estaban dispersándose como podían de un lado hacia el otro, se perdían en la oscuridad de la zona vegetal y gracias a los arbustos podrían esconderse. No sabía qué hacer ni a donde ir, solo quería buscar a Kilian con la mirada, o a alguien conocido, pero ya no había rastro de Stacie. Seguí moviendo los ojos hacia todas partes, con las respiración agitada y aguantando las ganas de hacerme una bola allí mismo. Estaba sola, la policía estaba llegando a una fiesta ilegal con un montón de drogas y a saber qué más.

Me agarraron de la muñeca y dejé de respirar. Cuando me giré vi que Kilian había llegado por mi espalda y me estaba sacando de allí llevándome a la oscuridad. Solo pude accionar los pies para seguirle, la gente corría como en su vida huyendo de los que parecían haber llegado a disipar aquello y atrapar al que fuese. Tuvimos que agacharnos en varias ocasiones porque nos encontramos con algunos policías en el camino que hacían perímetro, no eran tontos y sabían que la gente habría corrido hacia esas zonas. Pero él no me soltó en ningún momento.

Conseguimos llegar con el corazón en un puño hasta el parking y tuve que abrir más los ojos ante la sorpresa que nos aguardaba allí. Había tres coches ardiendo.

—¿Qué coño...? —reaccioné al ver las llamaradas reflejadas en mi rostro, pero seguí caminando hasta llegar al coche de Kilian que no estaba aparcado muy lejos de ellos. Nos subimos y condujo con rapidez, tuve que agarrarme a lo que fuese porque el cinturón no me parecía suficiente. Miré hacia atrás con el pulso fuera de sí, preocupada por si nos seguía la policía, jamás había experimentado tanta adrenalina. Cuando conseguimos incorporarnos a la autovía, Kilian bajó la velocidad y supe que estábamos fuera de peligro—. ¿¡Qué ha pasado!?

—Esos hijos de su puta madre, eso es lo que ha pasado. ¿Estás bien? —cuestionó por segunda vez en la noche mirándome de forma intercalada.

—Tengo que tranquilizarme, solo eso —jadeé.

Casi me asusté cuando mi mano izquierda fue secuestrada por la suya, aunque a tiempo de darme cuenta de lo que estaba haciendo: tranquilizarme. Entrelazó sus dedos con los míos y su pulgar realizaba caricias en mi dorso.

La noche había sido un revoltijo de emociones que necesitaba digerir. No dejaba de pensar en todo, en cómo podría haberme afectado si no fuese porque Kilian estaba ahí.

Su mano me aportaba calor mientras las caricias aminoraban los latidos frenéticos de mi pobre corazón.

«Estoy bien. Estoy a salvo con él.» Me repetí varias veces a mí misma, hasta que me lo creí.










Ñaaaaaah

Ehm, ¿qué ha pasado aquí?🫣

A ver, yo creo que esta es la parte dark de la historia y había que ir enseñándola.

Porque no iba a ser todo flores y mariposas🤨

Ahora, ¿cómo encaja Effie todo esto?

Ella solo quería ir a una fiesta jajajaja😆

¿Qué opináis de todo? Quiero saber😳😳

Veremos como evoluciona todo a partir de aquí🤔

Gracias por estar aquí un capitulito más🥰🥰

No te olvides de la estrellita porfis🥺🥺

Dos besos😘😘

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