22
ɪ ᴅᴏɴ'ᴛ ɴᴇᴇᴅ ᴀ xᴀɴɴʏ ᴛᴏ ꜰᴇᴇʟ ʙᴇᴛᴛᴇʀ
No sabía si estaba entusiasmada o no con la "fiesta" por mi cumpleaños de aquel sábado de enero. Iba a ser en el Somewhere Club, aquel en el que casi besé a Dexter y a Kilian en la misma noche. No es que repudiara el lugar porque me recordara a Dexter, pero digamos que no era mi favorito. Me pregunto cómo habría sido aquella noche si nos hubiéramos besado, ¿habría cambiado algo? Puede que Dexter no se hubiera liado con otra en mi cara semanas después y no estaría disfrutando de los labios de Kilian. Y si lo pensaba, no estaba tan mal el resultado si no hubiera sido por la tristeza que pasé la noche de la humillación. Aunque me encantaban los besos que Kilian y yo nos habíamos dado en dos ocasiones, aún escuchaba esa vocecilla que me gritaba desde las profundidades de la consciencia que ese chico no era bueno para mí. Pero tampoco tenía muy claro a dónde iba a llegar lo que fuera que tuviéramos y solo estaba siguiendo mi instinto.
La tarde de los besos me tuvo aturdida durante el resto de la semana. No sabía qué pudo significar para Kilian, pero para mí lo fue todo. No podía imaginar lo estupendos que eran los besos, y mucho menos envolver ese cuerpo tatuado con el mío. De pronto pasaron a ser una necesidad y no hacía más que cuestionarme si con Dexter habría sido así de intenso todo, porque con él la cosa iba de mariposas y suspiros. Con Kilian la cosa se parecía más al fuego, por no hablar de la ansia, los nervios, latidos frenéticos y más que mariposas, tenía terremotos.
—Effie, no has comido nada —espetó mi madre levantándose de la mesa y devolviéndome a la realidad.
Estábamos cenando y en realidad debía darme prisa, el coche que Cailin iba a mandarme llegaría pronto. Miré mi plato y era cierto, apenas había comido. Lia estaba sentada a mi lado con la atención en el teléfono y mi madre al parecer había terminado. Pinché unas cuantas verduras más y dos trozos de carne que tragué a duras penas por la falta de apetito para levantarme y dejar el plato en el fregadero tras tirar los desperdicios.
Ya lo tenía todo más o menos preparado, por eso cuando escuché que llamaban al timbre, sabía que era el chófer. Bajé con el bolso cargado con el outfit de la noche y mi pijama. Poco después ya estaba siendo envuelta entre los brazos de mi amiga, a la que le hacía demasiada ilusión la noche.
Della nos peinó a ambas como siempre, aunque no es que yo me hiciera nada del otro mundo, solo alisar mis ondulaciones y después dejarlo un poco desordenado, por supuesto con un montón de laca fijadora. A Cailin le había crecido el pelo, antes lo llevaba por encima de los hombros y en ese momento ya le caía sobre la clavícula. Quería dejárselo algo más largo, me dijo días antes en una de nuestras conversaciones en las gradas. Ella pidió un moño bajo con la raya en el medio.
Uno de los vestidos que Cailin me había regalado fue el que llevé esa noche, de color blanco, corto y ajustado. Tenía el escote redondo, los tirantes finos y la espalda caía en pico hasta la mitad. Me pareció de lo más sencillo y sofisticado. Me pusieron un collar de lo más elegante que además parecía costar bastante. Los zapatos eran lo que más me impresionaron, por no decir que quizás fuesen exagerados, pero solo por lucirlos con el vestido merecía la pena arriesgarse a salir del club con un esguince. También eran blancos y lisos, con un tacón fino de escándalo. Todo culminó con el maquillaje: unas sombras oscuras, eyeliner, máscara de pestañas y mi pintalabios rojo favorito.
En cuanto las dos estuvimos preparadas, nos sacamos unas cuantas fotos para el recuerdo y nos subimos de nuevo en su coche dirección al club. Estaba más animada y ya notaba la sensación de marcha en mi cuerpo. En cuanto entramos, admiré la cantidad de personas que había bailando, quizás más que la vez anterior. Pero nosotras fuimos directas a las escaleras para subir a la zona VIP. Ya esperaba que pudiéramos sentarnos un poco, charlar con algunas copas, brindar y después, cuando notáramos la chispa, bailar hasta que los pies no pudieran más.
Pero no fue eso lo que parecía que iba a ser la noche cuando llegamos a nuestra zona reservada y vi a la cantidad de personas que nos esperaba. Me quedé paralizada cuando todos se dieron cuenta de que habíamos llegado y saludaron a Cailin con abrazos, besos en el aire y sonrisas. Intenté sonreír como pude, digiriendo la situación, pues no era para nada lo que estaba en mi mente. Sabía que eran del instituto, quizás algún que otro acompañante externo, pero en su mayoría los conocía de vista.
Miles de pensamientos pasaron por mi mente cuando estaba allí de pie y apartada. Porque sabía que ninguno era amigo mío y a nadie le había interesado ir por mí. Se suponía que era una celebración por mi cumpleaños, pero resultaba que los invitados me miraban por encima del hombro o ni siquiera lo hacían porque no valía la pena perder un solo segundo en alguien como yo.
"No eres nada."
"Si hubieras hecho lo correcto, ellos querrían ser tus amigos."
"¿Quién te crees por ir vestida como ellos?"
—¡Effie! —la voz de Cailin hizo que parpadeara y acallara esa otra voz—. ¿Qué te pasa? Estaba preparándote una sorpresa, ven. —Agarró mi mano y me llevó en dirección a los asientos del reservado y antes de atravesar al grupo de personas desconocidas me dijo con una enorme sonrisa:— ¡Por cierto! A ellos los conocerás del instituto, se han querido unir a nuestra celebración. ¡Chicos! ¡Ella es Effie, la cumpleañera!
Saludaron algunos más que otros y agradecí unas cuantas felicitaciones de camino al interior del reservado. Para mi sorpresa, allí, sobre la mesa baja de centro, había una tarta blanca decorada elegantemente y dos velas encendidas que juntas formaban el dieciocho.
—¡Tachán! —Agitó las dos manos con entusiasmo—. Siéntate, vamos, tenemos que cantarte.
Me senté frente a la tarta y todos se pusieron alrededor a la espera de comenzar a cantar. Lo cierto es que me sentía bastante extraña en esa situación, pero sabía que mi amiga lo hizo con toda su buena intención. Cantaron al unísono todo lo alto que se podía porque la música del club no ayudaba mucho. Una vez acabaron, soplé las velas y todos me vitorearon como si de verdad estuvieran entusiasmados por celebrar conmigo mi mayoría de edad. Entonces sentí algo introducirse entre mi cabello, miré hacia atrás y encontré a Cailin colocando algo sobre mi cabeza manteniendo la sonrisa. Para saciar mi curiosidad, lo tanteé con las manos y todo parecía indicar que era una especie de corona.
—¡Eres la reina de esta noche! ¡Te lo mereces! —Me estrechó entre sus brazos y besó mi mejilla.
No sabía cómo responder ante eso, mucho menos cuando colocó la cámara interna de su móvil y me vi con precisión. Era una diadema con brillos demasiado bonita y con la que probablemente llamaría la atención. ¿Pero cuánto le habría costado? No quiso decírmelo cuando se lo pregunté.
Inmediatamente después llegaron dos camareros con cuatro botellas metidas en hielo y copas para todo el mundo. Cailin hizo que todos brindásemos con la primera copa y se quedaron sentados por el reservado hablando entre ellos mientras se comían un trozo de tarta. Por mi parte, ni siquiera pude terminarme mi trozo, no sabía muy bien cómo encajar la situación.
—¡Me encanta cómo te queda la diadema! ¿Te ha gustado la sorpresa? —exclamó mi amiga devolviendo su atención a mí.
—¡Sí! ¡Muchas gracias! Pero no tenías que hacer más nada, esto es demasiado.
—¡Tonterías! Eres mi mejor amiga y te lo mereces. Anda, termínate la copa que te echo más y bailamos.
Le devolví la sonrisa e hice lo que me ordenó. Con la copa llena de nuevo, salimos a bailar. Mis ánimos subieron cuando solo estábamos las dos bailando a un lado y, gracias a lo poco que había bebido, me sentía algo más activa. En un momento de descanso volvimos a hacernos algunas fotos donde aprecié mejor la diadema y ambas nos reíamos con las que intentábamos posar como modelos. Nuestro escándalo llamó la atención de algunos que quisieron unirse y no me importaba que apareciesen, el problema fue que poco a poco iban echándome a un lado.
Intenté hablar con ellos, de verdad que sí, de hecho, me uní a una conversación cuando elogié el vestido de una chica que hablaba con otras dos personas y ello dio pie a que me hablase de ropa y diseñadores, un mundo del que poco tenía que decir.
—¡Ey! ¡Mirad lo que acabo de conseguir! —Uno de los chicos que iba con traje, saltó encima de la mesa tirando algunas copas y enseñaba algo que sostenía con una mano mientras que la otra sujetaba la copa—. ¡Yo invito!
Conocía bien lo que sostenía y eso llamó mi atención. Era una bolsa transparente en la que se podían ver perfectamente las pastillas del interior, había bastantes y podría haberle costado una buena suma.
Todo en mí hizo click.
Si esas pastillas eran las que pensaba que eran, quería decir que Kilian estaría allí vendiendo.
Mi corazón se activó comenzando a bombear y de nuevo mi vientre se agitaba con fuerza. Quería ver si era cierto, y la conversación no podía interesarme menos, aunque tampoco es que estuviese participando demasiado. Saqué el teléfono y miré la pantalla, comencé a moverme como si estuviese teniendo una conversación importante y salí de allí sin ser grosera. Caminé hasta la barandilla y mis ojos se pusieron a trabajar buscándole entre la multitud. No estaba en la barra como la vez anterior, y no sería lógico encontrarlo entre las personas bailando. Si estaba vendiendo, estaría en algún rincón. Y eso hice, revisé cada zona en la que podía estar, pero no fui capaz de dar con el rostro conocido. De todas formas, y porque tampoco tenía nada mejor que hacer, me quedé un rato volviendo a revisarlo todo.
Hasta que le vi.
Empecé a sentirme pletórica, él estaba allí, tan cerca de mí y yo sin saberlo. Quizás debí de haberle avisado por mensaje de que iba a ir a ese club, pero ni siquiera lo pensé puesto que iba a ser una noche en la que iba a disfrutar bailando con mi amiga. Él estaba hablando con dos personas y realizando movimientos naturales como estrecharse la mano que sabía de sobra que eran meras estrategias para traficar.
Mis pies solitos sobre aquellas alturas, se empezaron a mover hacia las escaleras que tuve que bajar con cuidado. Dudaba que a Cailin le importase que desapareciese un rato, así que fui decidida hacia la zona donde le había visto. Me fue complicado ubicarla desde abajo, se veía todo diferente y la cantidad de personas no ayudaba. Aun así, conseguí reconocerla y me las apañé para llegar hasta allí. Me llevé una desilusión al no encontrarle. Di varias vueltas sobre mí misma por si lo veía por alguna parte, pero solo era capaz de ver a la gente bailando. Podía haberlo confundido y por culpa de mis enormes ganas de volver a verle, había transformado a otro chico en el tatuado que buscaba.
—¿Por qué no está con la alta nobleza allí arriba, alteza? —escuché en mi oído y esa voz era inconfundible. La tensión por haber pensado que solo fue una confusión se disipó dejando entrar a una nueva cargada de nervios. Su efecto en mí era inmediato, estaba más que demostrado.
Me giré sobre mí misma y en cuanto lo tuve de cara mostré los dientes en una enorme sonrisa. Podría haberme desmoronado allí mismo al verle con ese traje, había olvidado cómo le sentaba. Era negro y completo, con camisa y corbata incluida, hasta los zapatos eran de vestir y parecían de buena calidad. Él ya poseía esa sonrisa pícara en sus labios, esos en los que tanto estuve pensando.
—Te estaba buscando —vociferé por encima de la música.
—¿Ah, sí? —ironizó.
—Siempre que vengo aquí te encuentro. ¿No me estarás acosando? —Me acerqué para que pudiera escucharme bromear.
—Vengo aquí casi todos los sábados y solo te he visto dos veces. Creo que esto es más bien una casualidad, una muy buena casualidad —dijo mientras desviaba la vista para analizarme por completo, por último, paró en mis labios. Se relamió los suyos antes de inclinarse y pronunciar—: ¿Puedo besarte o voy a destrozar ese pintalabios tan bonito que llevas, alteza?
Ensanché una sonrisa nerviosa.
—Puedes destrozármelos si quieres, lo llevo en mi bolso. —Mi respuesta le pareció estupenda e incluso le hizo gracia. Una vez se fue acercando más a mis labios pensé en todas las personas que nos rodeaban y desde arriba alguien podría habernos visto. Por eso me eché hacia atrás antes de que llegase a tocarme—. Pero no aquí.
Kilian apretó los labios para después enderezarse, tenía las manos metidas en los bolsillos del pantalón de su traje derrochando ese aire de chico malo. Me fascinaba la combinación elegante de lo que llevaba puesto con los tatuajes que se salían por algunas zonas. Hizo un gesto con la cabeza para que lo siguiera y eso hice, lo seguí de cerca hasta que me di cuenta de que íbamos a ir a parar al lugar donde casi nos besamos. Era toda una ironía que volviésemos con la única intención de besarnos.
Era el pasillo que iba a los baños de la planta baja, había gente que iba y venía, pero no era lo mismo que estar en plena pista de baile a ojos de todos. Me distraje con una pareja que estaba entrando en el mismo baño cuando Kilian tiró de mi mano atrayendo mi cuerpo al suyo, su espalda estaba recostada en la pared y tenía las piernas abiertas para que pudiese encajar entre ellas. Mis manos fueron a parar a su pecho y gracias a los tacones, le llegaba casi a la altura de los ojos.
—Hola. —Le sonreí con ganas y fue lo que se me ocurrió cuando estuvimos tan cerca, mi nariz rozaba la suya haciéndome unas leves cosquillas.
—Hola —respondió con una voz ronca de lo más sexy, manteniendo la sonrisa de medio lado.
Apenas conseguí coger aire cuando me envolvió la cara con sus manos y me estampó un beso que me dejó completamente atónita. Sus labios me atraparon hambrientos, como si hubiesen estado días sin comer. Y no podía estar más encantada de ser su comida. La lengua se coló frenética en mi boca realizando todo tipo de movimientos que enviaron descargas eléctricas directas a mi clítoris. A duras penas podía llegar a su ritmo y cuando lo conseguí, jugué también con mi lengua mezclándola con la suya.
Sus manos soltaron mi rostro y se dividieron, una se encaminó entre mi cabello acercándome más a él mientras que la otra acariciaba la parte descubierta de mi espalda. Sentí un escalofrío cuando la metió por debajo de la tela del vestido, husmeando zonas no visibles y prohibidas. Pero no me importaba, Kilian era el primero que me tocaba, que me indagaba y me encantaba que se atreviera a hacerlo.
Cuando me agarré de sus hombros, acto seguido giró mi cuerpo para que fuese yo quien tuviese la espalda contra la pared. Apretó su cadera sobre mí con fuerza y sospechaba que quería que fuese consciente de lo que le hacía sentir. Fue la primera vez que noté una erección, y me excitaba de sobremanera que la razón de esa vez fuese yo. Me pareció de lo más curioso y extraño, era un bulto grande y duro. Y estaba tan inmersa en él, en todo lo que estaba experimentando que ni si quiera reparé en que había abandonado mis labios para pasar a mi cuello. Estuvo besándolo o más bien comiéndoselo, dejándolo completamente empapado en su saliva. Ahí fue cuando solté el primer gemido y estaba segura de que lo había escuchado. Después pasó a succionar, y entonces fui yo la que apretó las caderas a las suyas.
Cuando se dio por satisfecho con mi cuello, nuestros labios colisionaron de nuevo. Sus labios estaban calientes y se dejaban llevar por la lujuria. Menudo espectáculo dimos para aquel que pasase por nuestro lado. Y todo eso me gritaba más, quería más mientras restregaba su erección contra mí, buscando placer al igual que yo estaba ansiosa por ser tocada. Estaba claro que no era nada experta en esos actos y solo quería curiosear, probar y experimentar. Por eso arrastre una de mis manos desde su hombro, pasando por el pecho y por el vientre con el objetivo de tantear esa bomba de relojería que tenía ahí abajo. Solo hizo falta que la rozara con la punta de mis dedos para que agarrase mi muñeca y la levantara lejos de sus pantalones.
Apenas se separó de mí dos centímetros, con mi muñeca aun en el aire. Me miró con una sonrisa divertida y posteriormente añadió:
—No quiera hacer eso, alteza, o voy a tener que arrastrarla hasta esos sucios baños de ahí —señaló con la cabeza— y saltarme todas las bases en una noche.
El pecho me subía y bajaba sin descanso, imaginándome toda clase de escenas obscenas dentro de esos baños. Sus labios brillaban esmaltados por mi saliva y sus ojos me decían que estaba completamente excitado a la par que su entrepierna. Así mismo debía verme yo y me gustaba que supiera lo que me hacía sentir.
Fue a inclinarse para besarme de nuevo, pero algo le frenó. Concretamente la vibración de su teléfono en alguna parte de su traje.
—Mierda —sentenció con verdadero fastidio mientras que yo solo lo pensé. Sacó el teléfono del bolsillo de la chaqueta de su traje y se lo llevó a la oreja—. Ya voy, joder.
Y colgó.
Me lo quedé mirando completamente atrapada, estaba realmente cabreado porque quien fuera nos había interrumpido. Volvió a guardar el aparato y colocó sus manos a ambos lados de mi cara. Me acarició con sus pulgares tatuados mientras me observaba con detalle, como si estuviera reteniendo esa imagen de mí en su cabeza. Entonces volvió a besarme, comenzando por un beso más tranquilo que iba evolucionando a uno salvaje.
Me pareció horrible que se tuviese que separar.
—Tengo que irme —dijo pegado a mi oído mientras seguía acariciando la piel de mi rostro con uno de sus pulgares.
—¿Te vas ya? —hablé también solo para él.
—Voy a seguir aquí, pero tengo que trabajar. Puedo avisarte cuando la cosa esté más calmada, si quieres.
Asentí con vehemencia cuando volvió a mirarme a los ojos y me besó de nuevo, aunque solo fue uno superficial, de lo más dulce, que ni siquiera precisaba que cerrásemos los ojos. Me sentí un poco triste cuando lo vi marcharse y meterse entre la multitud. Necesité un par de minutos para asimilarlo todo y volver a mi estado natural porque lo que me hacía ese chico revolucionaba todo mi organismo.
Me tambaleé de vuelta a las escaleras, con la mente todavía inmersa en esos besos, en la manera en la que me miraba y en esa voz tan varonil. Y mientras las subía, preocupada por no doblarme un pie y hacer el mayor ridículo del mundo, lo volví a buscar entre la gente, aunque era posible que no se encontrase en mi visión. Una vez llegué arriba, el alma iba a caérseme a los pies cuando encontré a Dexter pegado a una chica —probablemente la de la última vez—, aprisionándola contra la barandilla. Le estaba susurrando cosas al oído y ella sonreía como una idiota.
«¿Así me veía yo? Pues qué bien.»
Con la cabeza alta y bastante decidida, pasé por su lado sin mirar atrás, no me tenía que importar lo que estuviese haciendo o no. Aunque realmente aún me dolía, sobre todo si tenía que topármelo de esa forma cada dos por tres.
Llegué a la zona reservada de Cailin, donde aún estaban todos reunidos bailando, y casi diría que se fueron repartiendo de esas pastillas por las actitudes que tenían. Un pensamiento de preocupación pasó por mi cabeza cuando imaginé a Cailin aceptando una de esas, así que lo primero que hice fue buscarla. Una vez me adentré más entre ellos, lo único que vi fue mi bolso en el asiento donde estuve sentada soplando las velas, justo en la espalda de una chica a la que no parecía importarle que se lo estuviera hincando. Una vez me hice con él, alguien tiró de mi brazo y, tras girarme, comprobé que Cailin me había encontrado antes a mí.
—¡Tía! ¿Dónde estabas? ¿Has ido al baño sin mí? —exclamó bastante alterada, estaba claro que ya se le notaba el puntillo del alcohol—. ¡Pues ahora vas a acompañarme tú a mí! ¡Vamos!
Me arrastró tirándome del brazo hasta los baños y di gracias porque fuesen los de arriba, así al menos no tenía que volver a pasar por el lado de Dexter. Esos estaban menos concurridos que los de la planta baja y con razón. Ella se metió directa a uno de los cubículos y, mientras yo la esperaba mirándome al espejo, me di cuenta de que tenía el pelo mucho más revuelto, pero la corona se había mantenido. Me sonreí al recordar la palabra "alteza" que salía de los labios de Kilian.
—¿Te lo estás pasando bien? —escuché a Cailin vociferar mientras hacía sus cosas.
—Sí, no está mal —respondí, y no era mentira, con ella me lo pasaba bien, con el resto no tanto—. ¿De qué conoces a esa gente? ¿Y cuándo los conociste? Porque en tu cumpleaños no tenías a nadie a quien invitar.
—¡Sí tenía! Fíjate en la de gente que apareció al final.
Si ella hubiera sabido que aquello no fue por sus invitaciones, probablemente se habría hundido.
—Invitaste a gente con la que hablaste una vez, Cai, esos no eran amigos o gente con la que tuvieses una relación cordial.
—Bueno, pues vinieron, que fue lo importante —dijo cuando abrió la puerta y se incorporó a mí frente al espejo—. No sé, Eff, son gente con la que he estado hablando, me invitaron a alguna que otra fiestecilla... ¿No te caen bien? Porque tienes cara de que no te caen nada bien.
—No pueden caerme ni bien ni mal si no los conozco, y no sería un obstáculo para mí si no fuera porque está claro que a ellos les cuesta dialogar conmigo. Estoy en la lista negra y si Camille, Bria o el resto del grupo los viese siendo simpáticos conmigo, probablemente sería su perdición. Así que no, quizás no lo esté pasando tan bien como imaginaba que sería, siendo tú y yo.
Se hizo silencio en el baño. Y no fue hasta que dejé de hablar que noté el nudo en mi garganta y los ojos llenos de lágrimas que amenazaban con salir. Cailin se había quedado paralizada mirándome directamente con sus ojos azules y los labios entreabiertos. Me tragué los sentimientos que se me habían generado, suspiré y saqué el pintalabios de mi bolso para retocármelos.
—Lo siento. No pensé que eso fuese a ocurrir, ellos siempre se han mostrado bien conmigo y por eso quería presentártelos, para que fueses también partícipe.
—Da igual, déjalo estar.
—No, porque no quiero que te sientas así.
—Cailin, entiende que tú eres una Lockwood y tienes una familia muy poderosa. La mía se rompió, y me quedé con la parte menos querida, es lo que hay. Y eso a ellos les molesta, no me quieren cerca. Así es ese mundo clasista y ese instituto. —Terminé de pintarme los labios, lo guardé en el bolso y respiré hondo cerrando los ojos—. Vamos, volvamos.
—Effie, no. Si no quieres volver con ellos, no lo haremos. ¡Que le den al reservado! Bajemos, pidámonos copas y bailemos con el resto.
—No tienes que dejar a tus invitados por mí.
—Ellos se apañan solos. Además, están drogados la mayoría y eso los hace a veces insoportables.
—Tú no has tomado nada, ¿no? —dije solo por asegurarme.
—¡No! ¿Por quién me tomas? Oye, ¿y esas pastillas no serán las que...?
—Sí, Kilian está vendiendo. He bajado a buscarle cuando me he dado cuenta. —Sonreí.
—Con que por eso desapareciste. ¿Te has liado con él ahora?
Asentí avergonzada y con una sonrisa de felicidad. Cailin también desplegó una al verme y entonces me cogió del brazo para llevarme a la salida.
—Si mi amiga es feliz, yo soy feliz. Por eso nos vamos de juerga con los de clase media —bromeó.
—¡Cailin! Los clasismos —reí.
—Qué puedo decir, ¡soy una Lockwood! Pero no me importa bajar con los plebeyos. Aunque aquí hoy tú eres la reina.
Volvimos a reír las dos juntas y, la verdad, es que estaba mucho más tranquila y las ganas de fiesta habían vuelto. Salimos del baño y fuimos en dirección a las escaleras cuando me di cuenta de que iba a tener que pasar de nuevo por allí. Avisé a Cailin, pero ella solo dijo que moviéramos el culo como unas auténticas modelos y así lo hicimos entre risas. Dexter seguía allí, pegado a su nueva novia, con la diferencia de que esa vez sí que me vio, pero no dijo nada y solo se limitó a mirar.
«Cuando estás acompañado no quieres hablar, ¿no?»
Era evidente que no me había sentado nada bien presenciar esa escena, me recordaba a mí cuando quedaba con él. Quizás debí haber vuelto a subir para avisar a esa chica de que probablemente estuviera haciendo lo mismo con otra, aunque al menos a ella sí la había besado.
Cailin y yo fuimos directas a la barra y escuché pedirle al camarero que nos pusiera dos copas y que las apuntara a su cuenta. Pronto estuvimos bailando en un rincón no demasiado apretado al ritmo de la música. Por fin me estaba divirtiendo, por fin disfrutaba y en la mejor compañía, por poca que fuese, no necesitaba más. Después de esa copa, pedimos otra y, tras esa, otra más. No iba mal del todo, aún me sentía serena, pero de pronto el alcohol hizo acto de presencia sin avisar siquiera cuando llevaba la mitad de la tercera copa y ya no había vuelta atrás.
Me sentía realmente bien, y si hubiese sido por mí, me habría pasado allí bailando hasta el día siguiente. Estaba encantada con todo, incluso con el dolor que me estaban haciendo los tacones. Cailin también parecía contenta y feliz, las dos reíamos mientras bailábamos, o cuando algún chico intentaba meterse entre nosotras y nos apretábamos para que le fuese imposible bailar con alguna. Tal vez pensaban que estábamos liadas, pero qué más daba.
Al poco de terminarme la tercera copa, sentí la vibración del teléfono dentro de mi bolso. Dejé de bailar para comprobarlo a duras penas, sentía los ojos pesados y todo se movía más rápido. Conseguí sacar mi móvil y, al encender la pantalla, tuve que entrecerrar los ojos centrándome bien en las letras del mensaje.
Kilian:
No me queda más trabajo, te espero donde antes.
Sonreí y mucho, muchísimo. Él sí que merecía la pena y no ese estúpido de la planta de arriba. Miré a Cailin y le dije que se aproximase con un gesto.
—¡Kilian me ha dicho que quiere verme otra vez! ¿Te importa si voy unos minutos? —grité, quizás de más.
—¡No! ¡Iré arriba a por mi bolso y a ver si queda alguien para despedirme! —me gritó de vuelta.
Nos asentimos y nos dividimos, cada una en una dirección opuesta. Tuve que pensar bien dónde quedaba el pasillo de los baños y, después de dar dos vueltas sobre mí misma, encontré la dirección. A esas alturas ya no había tanta gente como antes y podía moverme sin chocar con cualquiera. En cuanto me acerqué y miré el interior del pasillo, lo vi allí echado sobre la pared con una mano metida en el bolsillo y la otra sujetaba el móvil que ojeaba.
Quizás fue el sonido de mis tacones lo que le dio la señal de que me acercaba y levantó la cabeza centrándose en mí. Y puede que mi ansia por poner mis labios sobre los suyos de nuevo hizo que acelerase el paso y que casi me precipitase hacia un lado. Por suerte, sus musculosos brazos me atraparon antes de perder el equilibrio, evitando mi estúpida caída.
—Ay... Hola —conseguí saludarle con una enorme sonrisa mientras él me observaba con el ceño fruncido.
—¿Estás borracha?
—Solo un poquito —dije haciendo un gesto con el dedo índice y pulgar, pero más separados de lo que deberían.
—Ya. Estás borracha. —Me soltó, volviendo a dejarme libre, aunque puede que se me fuese el cuerpo un poco para un lado y tuviese que volver a sujetarme. Ni siquiera sé cómo conseguí llegar hasta allí viva. ¿Lo estaría Cailin?
—¡Que no! Solo he bebido un poco y teng... ¡Uh! —Kilian se agachó y agarró mi cintura para llevarme sobre su hombro derecho, comenzando a caminar—. ¡Eh! ¿¡A dónde me llevas!?
—Tú ya has bebido bastante —sentenció con bastante seriedad y comenzó a meterse entre la gente en dirección a la salida de la discoteca. Muchos se nos quedaban mirando y otros se reían, probablemente fuese enseñándoles las bragas a todo el mundo.
—¡Sé caminar sola! —Comencé a retorcerme, pero me agarró con aún más fuerza.
—¿Te refieres a caminar con esas heridas en los talones? Te están sangrando, alteza.
No le respondí porque sí, me dolían los pies y sí, puede que comenzase a escocer en esa parte más de lo que debería. Aun así, no imaginé que estuviese sangrando.
—Pero, espera, ¡le dije a Cailin que volvería! —me quejé, dándole golpes sin demasiada fuerza en su espalda.
—Ahora se lo dices en el coche.
No fuimos a la salida, terminamos dentro de un ascensor y este nos llevó a un parking. Ni siquiera sabía que tenía uno. Caminó un poco más hasta que finalmente me soltó en el suelo, asegurándose de que no me tambalease, abrió la puerta tras el pitido y me sentó en el asiento del copiloto. Puede que me sorprendiera y me hiciese ilusiones absurdas cuando se agachó, pero solo era para quitarme los tacones. Fíjate, justo lo contrario a la Cenicienta.
Busqué mi teléfono en cuanto salimos a la carretera, comenzaba a estar un poco mareada y bastante sedienta. Di con el contacto de Cailin y le di a llamar, poniendo que saliera por los altavoces. Al descolgar, se escuchaba bastante jolgorio y la voz de mi amiga bastante lejana.
—¡Cailin! ¿Me oyes?
—¿Dónde estás? Aquí se han ido casi todos.
—Me han secuestrado —respondí con una sonrisilla, desviando la vista hacia Kilian, que se mantenía bastante serio.
—¿¡Qué!? ¿¡Cómo que te han secuestrado!?
—Tranquila, solo es que Kilian piensa que voy muy borracha y pues me ha sacado de allí. Llama a tu chófer y vete a casa.
Una vez colgué la llamada, me quedé ensimismada viendo pasar las luces de la ciudad en silencio. Kilian me preguntó varias veces si estaba bien, a lo que yo respondí que lo estaba. Cuando aparcamos ya en Brooklyn, me encontré sin zapatos al abrir la puerta y la verdad era que dudaba que pudiese volver a posar mis pies en el suelo sin que me muriera por el dolor. Pero al parecer era algo que él ya había previsto, porque se agachó de espaldas a mí a la espera de que me subiera a sus lomos. Y gracias a mi embriaguez no lo dudé dos veces cuando abrí mis piernas, colocándolas a sus costados y le rodeé el cuello con mis brazos. Tuvo que caminar cargando conmigo hasta el edificio y luego subir las escaleras, pero no pareció cansado en ningún momento mientras yo disfrutaba de su aroma.
Conseguimos entrar en su apartamento y me dejó con cuidado sobre uno de los taburetes de la cocina. Sin que aún abriese la boca, fue a por un vaso y lo llenó de agua para después servírmelo.
—Bebe. Ahora vuelvo.
Lo seguí con la mirada con una leve sonrisa. Cogió algo de ropa de su armario y se metió en el baño. Hice lo que me pidió sin rechistar porque sentía la boca bastante seca y me terminé el vaso. Poco después salió con un pantalón gris de chándal y una camiseta blanca. Cogió el vaso y volvió a llenármelo.
—Sigue bebiendo. ¿Qué quieres comer?
—¿Comer? —Arrugué el entrecejo.
—Si no quieres mañana tener resaca, tienes que beber agua y comer algo. ¿Qué quieres?
—Ah. Vale, pues... ¿huevos revueltos? —Asintió—. ¿Y bacon?
No necesitó que le dijera más cuando ya estaba poniéndose a sacar cosas y a cocinar. Y, aun borracha, no podía dejar de admirar todo su cuerpo mientras cocinaba.
—¿Ha sido hoy la celebración de tu cumpleaños? —preguntó aún de espaldas.
—Sí. Mi amiga me lo ha organizado todo, la verdad, incluso me ha regalado esta corona.
—Y está claro que lo has pasado bien.
—Bueno... Sí. Si quitamos la parte en la que Cailin invitó a gente del instituto que no quería hablar conmigo por ser inferior a ellos y que he tenido que ver a Dexter pegado a esa chica otra vez... Lo demás ha estado bien, sí.
—¿Quién es Dexter?
—Oh, un gilipollas. Uno del que estaba enamorada desde que entré en el instituto, pero no fui capaz de hablarle nunca porque no es que sea demasiado atrevida para esas cosas. PERO gracias a Cailin conseguí hablar con él hace unos meses y se mostró muy interesado en mí, ¡hasta me envió una caja con ropa de la marca de su familia! ¿Conoces la marca Lexington? Pues es el hijo. Casi nos besamos una vez y habría cumplido con uno de mis sueños. Tonteábamos, y estaba segura de que a él también le gustaba. Entonces, PUM, lo vi antes de las vacaciones liarse con una en una discoteca. Y aunque diga que lo tengo superado, no es así porque hoy lo he vuelto a ver y ha sido como si me dieran una patada en el estómago. —Kilian se dio la vuelta con el plato en su mano y lo dejó frente a mí junto a un tenedor—. Supongo que es normal, llevo muchos años enganchada a él, incluso estaba un poco loca porque me sabía sus horarios para así poder verle por los pasillos. Y cuando por fin creo que va a suceder algo entre nosotros, me doy de bruces contra el suelo porque resulta que el tío es un donjuán.
—Effie, respira.
Lo hice, juro que sí.
—Un idiota, un gilipollas, un capullo de mucho cuidado. Seguro que no era para tanto y estoy segura de que tú besas mucho mejor que él. Me alegro de haberte dado mi primer beso. —Y tampoco pude seguir más porque metió el tenedor con huevos revueltos en mi boca.
—¿Sabías que hablas mucho estando borracha? Y dices muchos tacos.
—Es la primera vez que estoy tan borracha —hablé con la boca llena y con la risa floja. Una vez tragué, añadí—: Podrías haberme callado con un beso, como en las películas. Me encantan tus besos, por cierto.
Me estaba resultando demasiado graciosa su cara, no sabía si creerse lo que le decía o no. Pero era cierto, aunque quizás estando sobria jamás lo habría admitido en voz alta.
Suspiró.
—Sigue comiendo. Te relleno el agua —ordenó sin más.
Me terminé el plato y me bebí como dos vasos de agua más mientras le seguía hablando. Le conté lo que Cailin me había regalado y que enmarqué su dibujo para colgarlo en mi habitación. Poco a poco, mi cuerpo comenzó a sentirse más pesado y cansado, con ganas de dormir por horas, aunque eso me resultase imposible.
Me sacó algo de ropa suya para que me pusiera y entré al baño quejándome por el dolor de pies. Hice el pis más largo de mi vida, me lavé la cara, también los dientes —con el dedo— y me quité la diadema como pude, la cual se llevó algún pelo que otro consigo. Cuando estuve lista, salí del baño y lo encontré fumándose un cigarro junto al ventanal por el que dejaba salir el humo. Estaba comenzando a amanecer, por lo que debían ser sobre las siete.
—Es la primera vez que me acuesto de día —dije cuando me coloqué a su lado, recibiendo el aire helado de la mañana.
La mirada que me echó de medio lado mientras expulsaba el humo a través de sus labios me quitó el frío por completo.
—¿Te encuentras bien? —preguntó por décima vez.
—Sí, solo estoy cansada.
—Pues vete a la cama —ordenó con el cigarro en la boca.
—Vale. ¿Tú no te acuestas? —cuestioné alzando las cejas.
—Sí, ahora prepararé el sofá.
—¡No! Puedes dormir en la cama conmigo, es una cama de dos y nosotros somos dos.
—Sigues borracha, Euphemia, así que no.
—Venga, dormir en el sofá no es tan cómodo como en tu cama. Solo vamos a dormir cada uno en su lado. —Mantuvo su expresión seria mientras me analizaba porque sí, puede que siguiera un poquito borracha. Apagó el cigarro en el cenicero que sostenía con la otra mano y cerró la ventana—. Venga, porfi...
—Si así te vas ya a dormir, lo haré.
—¡Bien!
Me fui directa a su cama con una sonrisa, ni siquiera pensé en qué lado le gustaría dormir y escogí el izquierdo. Kilian, por otro lado, cerró las cortinas y se aproximó a la cama sentándose en el lado que le había dejado para él.
—Kilian.
—¿Qué? —respondió probablemente cansado de escucharme, de espaldas a mí.
—¿Me das un beso de buenas noches? Me he lavado los dientes con el dedo —reí por lo bajo.
Lo escuché exhalar una risa, y después de unos segundos se levantó para rodear la cama y sentarse a mi lado. Me tapé con la colcha pasando los brazos por encima y le dediqué una sonrisa cuando me miró a los ojos. Uno de sus brazos se apoyó a mi lado pasando por encima de mi cuerpo y ahí fue cuando se inclinó para dejar un beso sobre mis labios que recibí con gusto. Suspiré cuando comenzó a separarse y ya me pesaban los ojos. Manteniendo una sonrisa y los ojos cerrados, pronuncié:
—Me gustas mucho.
Jeloooouuuuu😚😚
Llegué
Menudo capitulito, cuantas cositas ajajajja
Effie mi pobrecita no es querida por esa gente en su cumple.😒
Y Cailin por alguna razón va haciéndose más conocida🤔🤔
Pero debe entender que su amiga no entra dentro de los gustos de sus nuevos amigos.
¿Lo logrará comprender del todo?
Y claro, EVIDENTEMENTE que Kilian iba a estar por allí porque ya queremos que se besen en todo momento jajajajajaj
Y buuuffffffjfjdjmsm🥵🥵
Yo es que me sorprendo a mí misma de lo que suelta Kilian, de verdad, sale solo.
Y Effie parece que tiene ganas de más marcha🤭🤭🤭
¿Vosotrxs?
Luego, Dexter sigue incordiando, ¿quién se cree?
Lo mejor es Effie borracha y Kilian teniendo que aguantar.
Pero fue él quien se la llevó a su casa🙌
¿Qué creéis que pensaba Kilian cuando Effie le declaraba todo eso?
Bueno, lo que sea, lo seguiremos viendo en el siguiente.
Me he hecho un croquis de los próximos caps para así ordenarme un poco las ideas y no excederme, creo que en esta historia llegaré a más 600 páginas, de verdad, que alguien me pare!!!!!!!🫨🫨
Os mando muchos besitos y gracias estar aquí un capítulo más😚😚😚😚😚💜
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