21
ɪ ᴅɪᴅɴ'ᴛ ᴋɴᴏᴡ ᴛʜᴀᴛ ɪ ᴡᴀꜱ ꜱᴛᴀʀᴠɪɴɢ ᴛɪʟʟ ɪ ᴛᴀꜱᴛᴇᴅ ʏᴏᴜ
Aquella noche fue mágica. No podía haber empezado mejor el día de mi cumpleaños y dudaba que cualquier cosa fuese a superarlo.
Kilian me llevó de vuelta a casa a pesar de que no me apetecía para nada volver. Quería seguir allí, perdida en sus labios y continuar admirando su rostro de cerca. Pero, por desgracia, tuve que separarme de su lado en cuanto me bajé del coche tras una despedida un tanto extraña en la que los dos no supimos bien cómo actuar. Todo lo que dije fue: "Gracias por esta noche. ¡Nos vemos!" Sí, sin beso de despedida.
No obstante, no iba a darle vueltas a eso y me iba a centrar en la imagen que habíamos creado. Cuando me tumbé en mi cama, todavía sentía sus labios sobre los míos y así fue como me quedé dormida en una alegría inmensa.
Desperté a tiempo de apagar el despertador y mantuve el buen ánimo hasta llegar al instituto. Iba caminando sin ser consciente del lugar en el que me encontraba, recogí las cosas de mi taquilla y casi me morí del susto cuando alguien colocó sus manos en mis ojos, despojándome de la vista. La colonia femenina de Cailin llenó mis fosas nasales de inmediato, podía identificarla aún sin vista y oído.
—Cumpleaños feliz, te desea tu amigaaaa, cumpleaños feliz —cantó en mi oído, despertándome una sonrisa. Le quité las manos de mis ojos y me di la vuelta para abrazarla—. ¡Eres mayor de edad, Effie!
—¡Sí! —exclamé al separarme, ella estaba tan sonriente como yo.
—¡Qué suerte! ¿Te sientes distinta?
—No especialmente. —Bueno, puede que un poquito sí, anoche algo cambió en mí después de todo—. Más mayor, eso sí.
—Los podrás lucir el sábado en la fiesta, ya está todo preparado. Y recuerda que hoy tienes que estar en mi casa a las seis para nuestra fiesta privada, etiqueta: tu mejor pijama.
—Lo sé, allí estaré. —Sonreí y le di un beso en la mejilla antes de que siguiera su camino a clase.
Durante las clases, luché por mantener la atención y no desviar mis pensamientos, dejándome llevar por los cosquilleos de mi vientre. Tampoco pude evitar entrar en el chat de Kilian y ver su foto de perfil, como si necesitara sentirlo de algún modo, aunque fuese con la vista. No es que la foto dejase ver mucho, aparecía de espaldas con una camiseta de tirantes negra y sujetando una de sus chaquetas de cuero sobre su hombro, dejando visibles todos los tatuajes de los brazos y del cuello.
«He besado a ese chico.»
Me mordí los labios reprimiendo una sonrisa.
—¿Qué pasa? ¿Qué miras? —cuestionó Cailin, intentando asomarse a la pantalla. Salí de inmediato antes de que se diera cuenta de lo que estaba viendo.
Me desplacé a un lado por las gradas en las que estábamos sentadas. No había jugadores de lacrosse jugando, solo estábamos nosotras disfrutando del calorcito del sol.
—Nada.
—Tenías una sonrisa muy peculiar, como cuando hablabas por mensajes con Dexter.
—Bueno, pues no estoy hablando con nadie. Solo miraba vestidos para el sábado —dije en un intento de desviar el tema, y tampoco era del todo mentira. Buscaba algo que ponerme que fuese apto para el dinero que me quedaba, pero mis dedos me llevaron sin querer al perfil de Kilian. Aunque no pensaba ocultarle a Cailin lo que sucedió la noche anterior, me avergonzaba que me viese admirando su foto.
—¡Ah! Tampoco mires demasiado —restó importancia con un gesto de mano.
—¿Y eso por qué? No me habrás comprado... —Desvió la vista con una sonrisita y supe que, en efecto, su regalo tendría algo que ver, a pesar de que le dije que no se gastara demasiado—. Vale, es inútil lo que te diga.
—Totalmente inútil —afirmó, llevándose el tenedor con ensalada a la boca.
Por lo menos tenía una preocupación menos. Aun así, no veía mal comprarme alguno más, viendo la cantidad de fiestas a las que estábamos asistiendo.
Caminé de nuevo hacia mi taquilla una vez terminó el almuerzo. Tarareaba una canción en mi cabeza mientras repasaba lo que iba a necesitar. El inconveniente de ir sobre una nube era que olvidaba esas cosas con las que debía estar atenta y, por esa razón, no me di cuenta de que Dexter estaba apoyado sobre mi taquilla hasta que estuve prácticamente delante.
Me entró el pánico y no supe reaccionar hasta que él se dio cuenta. Se incorporó, empujó las gafas hacia arriba sobre el puente de su nariz y dio dos pasos hacia mí.
—Effie. Me gustaría hablar contigo —comenzó a decir.
Me di la vuelta de inmediato y caminé de prisa buscando una vía de escape. No quería hablar con él, no quería recordar la humillación que sentí aquella noche y me daban igual sus explicaciones porque no eran de mi incumbencia. Él podía hacer lo que quisiera y yo no era nadie para reprocharle nada. Simplemente quería apartarme y hacer como si eso hubiera terminado antes de comenzar.
Me siguió mientras me llamaba, y mis nervios aumentaron cuando lo escuché más cerca. Necesitaba perderlo de vista y, gracias a los dioses, los baños se toparon en mi camino y pude resguardarme allí dentro. Lo escuché decir algo, pero no logré entenderlo. Estuve allí parada viendo mi reflejo de angustia en el espejo durante al menos diez minutos y estaba segura de que todos se habían ido a clase. Por esa razón, tuve que perderme la hora de Lengua y pasármela sentada en el suelo de los baños.
No podía estar huyendo de las reclamaciones de Dexter siempre, por eso intentaba estar atenta para así anticiparme a sus movimientos. Y gracias a que durante años lo estuve observando, sabía qué zona frecuentaba. Así estuve sobreviviendo desde que volvimos a las clases tras las vacaciones de Navidad.
Cuando volví a casa, Lia me recibió con un gran abrazo y un cupcake con una vela encendida. Todo un detalle por su parte que no esperaba en absoluto. Igualmente, fui la hermana más feliz cuando pedí un deseo y soplé la vela. De mi madre no había rastro y, aunque hubiese estado presente, tampoco esperaba algo de ella. Mi padre, en cambio, me había enviado dinero. Estaba de viaje y, tras su felicitación, alegó que prefería que yo me comprase lo que quisiera porque ya era mayor de edad.
Preparé un bolso con lo necesario para la noche con Cailin y lo cierto era que tenía ganas de pasar una noche como esa. Ella envió un coche a por mí cuyo chófer me trató como si fuese de la familia y llegué recibiendo otro abrazo por parte de mi amiga.
Había reformado todo el salón para nosotras. Una pantalla blanca salía del techo y un proyector enganchado a un ordenador portátil proyectaba unas imágenes de ambas. Los sofás más bien parecían camas y sobre estos reposaba un enorme edredón. En una mesa se apreciaban las diferentes comidas divididas en platos; en otra se encontraban los postres y demás porquerías. Y por algún lugar salía música de una playlist que compartíamos. Me encantaba todo, mi plan favorito.
—Te has pasado con la comida —comenté entre carcajadas.
—Les dije que prepararan un poco de todo porque, bueno, no sabía qué nos apetecería. ¿Quieres el regalo ahora? —Su expresión de ilusión dejaba claro que quería que lo abriera en ese momento.
—Ahora, ¿por qué no?
Me sorprendió con una caja enorme con un gran lazo rojo, recordándome a la que Dexter me había enviado y que estaba acumulando polvo bajo mi cama. Dentro, me encontré con tres vestidos, dos bolsos, dos pares de tacones y unos auriculares inalámbricos. Se pasó, y aunque afirmó que la ropa no era de tiendas excesivamente caras, por la marca, sabía que eso estaba lejos de ser cierto. Aun así, le hice un pase de modelos probándome las prendas y seleccionamos el conjunto para el sábado.
—Me he saltado una clase por culpa de Dexter. —Las dos acabamos con varios platos de comida encima del sofá entre nosotras, quienes nos encontrábamos sentadas de piernas cruzadas.
—¿En serio? —respondió con la boca llena.
—Sí, lo he pasado mal porque me la pasé pensando en lo idiota que fui. ¡He faltado a una clase! ¡Por huir de un maldito chico! Apenas he enfermado, al menos no lo suficiente como para faltar a clase, y ha tenido que venir Dexter con esa expresión de perro abandonado suplicándome que lo escuchara para que me perdiera la clase de Lengua.
—Es un cerdo.
—Sí... Suerte que a la gente se le ha olvidado el tema —suspiré.
—¿Qué tema?
—Lo que se difundiría de aquella noche. Había gente haciendo vídeos.
—Que yo sepa, no se difundió nada.
—¿Ah, no? —Arrugué el ceño—. Qué extraño.
Pensé que el vídeo había salido en todas las historias de Instagram de los que estuvieron presentes, porque no me podía creer que nadie no hubiese subido nada. Pero, teniendo en cuenta que borré la aplicación y estuvieron las vacaciones de por medio, era comprensible que no me enterase.
—Menos mal que no malgastaste un solo beso en él. —Cogió una porción de pizza y le dio un mordisco. Con la boca llena, dijo—: Podrías buscar a alguien en tu fiesta, yo puedo ayudarte.
Casi me ahogué al escucharla, viniéndome imágenes de mí pegada al cuerpo de Kilian, moviendo mis labios sobre los de él. No podía ocultarle un acontecimiento como aquel, aunque se tratase de Kilian.
—No es necesario —quise quitarle importancia.
—Pero tampoco te cierres, mujer. ¿Y si alguien se te insinúa y te gusta? Puede ser un buen primer beso. —Elevó ambas cejas mientras asentía tratando de convencerme.
—Es que no importa.
—Sé las ganas que tenías de guardarte para alguien tan especial como Dexter, pero ese barco zarpó y hay muchos más peces en el mar.
—AnochebeséaKilian.
Puede que lo dijese demasiado rápido y que apenas vocalizase, pero Cailin captó lo suficiente como para cerrar la boca y dejar la vista estática sobre mí, un poco perpleja.
—¿Cómo dices? —cuestionó con lentitud, parándose en cada sílaba
—Sí. La pizza está muy buena, por cierto. —Un intento de desviar el tema que resultó nada efectivo. Aun así, me metí en el papel y procedí a coger otro trozo.
—Effie. Repite eso. —Me quitó la porción de las manos y volvió a dejarla en la caja.
Suspiré.
—Anoche, después de contestar a tu felicitación, Kilian me llamó para felicitarme y me propuso hacer algo. Ese "algo" era ir a un parque al lado del río Hudson desde Nueva Jersey para ver las vistas desde el maletero de su coche, que acomodó con cojines y una manta. Además, llevó mi refresco y mis patatas favoritas. Me regaló un dibujo porque dibuja que te cagas, de Kill Bill y... nos besamos. Bueno, yo le pedí que me besara, pero él tenía las mismas ganas, al parecer.
Podía ver el azul de los ojos de Cailin a la perfección, pues los tenía bien abiertos, y su boca entreabierta fue más que una evidencia de que la había pillado por sorpresa. Y no era para menos, menudo giro de los acontecimientos.
—¡Guau! —expresó gesticulando con la boca—. ¿Me estás diciendo que todavía sigues viéndole después de haber terminado con el tema de las pastillas?
—Ah. Sí. Puede que se me olvidara contarte ese pequeño detalle. A veces quedamos para ver películas, sí.
—Estoy flipando. ¿Sigues quedando con un traficante de drogas para ver películas?
—Pues sí. ¿Qué hay de malo? —Levanté los hombros.
—Ehm... ¿todo? Es un delincuente, quizás un criminal.
—No es peligroso, me trata muy bien. Al margen de lo que pasó al principio, claro. Ya te lo dije, él no es como se mostró al principio.
—No voy a negar que lo del maletero es muy tierno y... —ahoga un grito— ¡tu primer beso, Effie! —Sus constantes cambios emocionales dejaban claro que ni ella sabía cómo reaccionar ante todo lo que le iba contando, pero a mí me iban a volver loca—. ¡Por Dios! ¿Cómo fue?
—Perfecto. —Sonreí notando que los colores pronto tiñeron mi rostro—. Y él dejó que marcara el ritmo al principio, después me enseñó a hacerlo mejor. No puedo hacer una comparación, pero besa muy bien.
—Sabía que te gustaba.
—Pero si fui yo quien te lo dijo —me quejé.
—No, me aclaraste que te parecía guapo, pero yo veía otra cosa en tus ojos. Y aunque no me termine de convencer que te codees y te andes besando con un traficante de drogas, me alegro mucho por ti. Era el beso que querías, solo que con una persona bastante distinta a lo que iba a ser.
—Sí, muy distinta. —Asentí varias veces.
—Effie, ten cuidado, ¿vale? —Agarró mi mano y su expresión demostraba su preocupación.
—No tienes que preocuparte.
Me lo pasé muy bien el resto de la noche y me di cuenta de lo mucho que echaba de menos esas celebraciones. Personalizamos una taza, nos pusimos mascarillas coreanas en la cara y jugamos a un juego de mímica. Posteriormente, cogimos todas las porquerías que pudimos y, tumbadas en el sofá, proyectamos La Novia Cadáver en la pantalla blanca, una película que a ambas nos encantaba. Después nos quedamos dormidas.
Me desperté cuatro horas después, había sido mi mejor día en sueño y me sentía más plena. Mientras el resto de la casa dormía, aproveché para darme una ducha y arreglarme para ir al instituto. Una vez terminé, volví a tumbarme y revisé mi teléfono, no lo había mirado desde que había llegado.
Kilian me había escrito.
Kilian:
¿Qué tal el día de tu cumpleaños?
Era la primera vez que intercambiábamos palabra después de lo que pasó y todo se sentía distinto. Yo estaba más nerviosa, y mi corazón bombeaba con fuerza. Me di cuenta de que había escrito cuando apenas llegué a la casa de Cailin la tarde anterior y me entró el pánico por si pensaba que lo estaba evitando otra vez.
Effie:
¡¡Hola!!
Genial, ayer mi amiga me preparó una pequeña celebración
en su casa solo para las dos. Por eso no pude contestarte.
No esperaba una respuesta inmediata, teniendo en cuenta que eran casi las cinco y media de la mañana. Así que seguí con lo mío a la espera de poder comenzar el día.
Cailin por fin se despertó y, tras ponerse el uniforme, nos sentamos a la mesa a desayunar. Poco después, estábamos montadas en su coche, el cual nos iba a llevar al St. Joseph. Ahí fue cuando recibí una respuesta.
Kilian:
No te preocupes.
Me alegro de que te lo pasaras bien.
Effie:
El mejor cumpleaños hasta el momento.
¿Qué haces tan temprano despierto?
Kilian:
Voy a correr.
Efiie:
Ah. Es verdad.
¿Te apetece luego ver una película?
Kilian:
Siempre.
De camino a Brooklyn, no dejé de darle vueltas a todo. ¿Cómo iba a ser después del beso? Todo era nuevo para mí y tampoco sabía bien cuáles eran sus intenciones, ni siquiera sabía las mías. Era un flan, temblaba y a la vez estaba eufórica por verle de nuevo.
Compré lo de siempre para cuando veíamos películas y fui allí directa. Con cada escalón que subía, más recordaba lo extraña que iba a ser la situación y que no tenía muy claro qué debía hacer o cómo reaccionar. Al llegar a la planta, me convencí a mí misma de que debía actuar con normalidad. Puede que hubiese cambiado algo entre nosotros, sí, pero era un plan que habíamos repetido muchas veces.
Al llegar a la puerta del loft, esta estaba abierta, por lo que me di por invitada a entrar. Aun así, di unos cuantos golpes para avisar. Kilian se encontraba de pie frente al gran ventanal mientras se fumaba uno de sus cigarros. Al notar mi presencia, giró la cabeza y, mientras daba una calada, me sonrió a modo de saludo.
«Ay, Dios.»
Repetí esas dos palabras mientras terminaba de entrar y cerraba la puerta. Iba vestido de negro, lo cual no era ninguna novedad, pero llevaba pantalones de chándal y esa maldita camiseta de tirantes. Tuve que respirar hondo para poder enfrentarme a semejante imagen.
—Hola... —dije, no muy segura de mis actos. Pero al bajar la vista, cualquier tipo de pensamiento inseguro se esfumó. Me llamó la atención la mesa baja que había frente al televisor porque sobre ella ya había un cuenco de palomitas, cervezas y refrescos, y la película ya estaba puesta; solo faltaba darle al play—. ¡Vaya! Si ya está todo preparado. Y yo que había traído cosas. —Levanté la bolsa.
—Mejor. Y si no, tenemos para otro día.
—Eso es cierto. ¿Qué película tenemos en cartelera? —bromeé.
—"Doce hombres sin piedad". —Apagó su cigarro en el cenicero y se sentó en el extremo del sofá opuesto a mí.
—¿Año? —Me senté casi al otro extremo, no estaba tan lejos, pero tampoco cerca de él. ¿Razones? Creo que eran obvias, no sabía bien cómo actuar y, viéndolo con perspectiva, diría que él tampoco.
Decidí poner el bol de palomitas entre nosotros como si fuese la excusa perfecta por la que estábamos tan distanciados.
—1957.
No dijo nada más y apretó el botón del play para que la película diera comienzo.
El filme no estuvo para nada mal, de hecho, podría decir que se sumó a una de mis favoritas. Me sumergió de lleno en la trama y conseguí dejar de lado la tensión que mantenía con el chico tatuado a mi lado. Kilian ya la había visto y supo que me gustaría. No dejé de debatir en alto si creía que el muchacho era o no inocente, puesto que las diferentes versiones de los jurados me hacían cambiar de parecer. Y eso a él le hacía gracia.
De un momento a otro, la palabra "fin" apareció en pantalla. Estiré mi cuerpo haciendo crujir algún hueso que otro por permanecer tanto tiempo en una misma posición.
—Menuda crítica al sistema judicial estadounidense. Incluso a la pena de muerte. Tengo que decir que me ha gustado mucho, ¿y a ti qué te parece?
Cuando giré mi cabeza hacia Kilian, mi burbuja explotó. Me había olvidado de donde estaba y con quien, pero sobre todo de la situación en la que estábamos. Me sorprendí al verlo con la cabeza echada sobre el respaldo del sofá y con la mirada puesta en mí. No estaba simplemente escuchándome, dudo siquiera que lo estuviera haciendo, estaba penetrándome con los ojos con seriedad. Su pecho subía y bajaba más rápido de lo normal, como si fuese un león a punto de capturar a su presa. Fui incapaz de pronunciar palabra alguna, su intensa mirada me quitó el aliento por completo y todo mi cuerpo se tensó impidiendo que pudiera funcionar con normalidad.
Entonces entendí que no estábamos solo mirándonos, hablábamos y sabía lo que él quería a la perfección, descubriendo así que también eran mis deseos.
La estancia se había reducido a solo nosotros dos en un ambiente denso y pesado. El sol estaba dejando que sus últimos rayos nos dieran una cálida luz anaranjada y nuestras respiraciones inquietas era todo lo que se escuchaba.
Desvié la vista al frente y tragué saliva con dificultad. Algo no iba bien, como si los circuitos de mi organismo fuesen a colapsar de un momento a otro.
Aun así, decidí actuar. Intenté controlar la respiración, aunque me resultó una tarea imposible en esos momentos así que lo dejé para más tarde. Cogí el bol vacío de palomitas el cual tomaba el papel de barrera sobre la mesa y comencé a arrastrar mi cuerpo por el sofá hasta llegar a su lado con precaución, como si un movimiento brusco lo fuese a alterar. En cuanto nuestros cuerpos se rozaron, mi corazón no latió con normalidad, pero esa no era mi preocupación en esos momentos porque yo solo podía pensar en una cosa. En un chico. En un beso. Me costó conectar la mirada con la suya por culpa de la timidez, aunque tenía que admitir que me encantaba perderme en ese océano azul oscuro que tenía por ojos. Comencé a sentir su calor, o quizás era el que ambos producíamos que estaban colisionando y erupcionando como un volcán.
No dijimos nada, no hicieron falta palabras.
Sin apartar la mirada, comenzó a inclinarse pesadamente y a mí me estaba pareciendo toda una eternidad. Entreabrí mi boca esperándole, él dobló la cabeza y en cuanto me alcanzó, nos fundimos en el beso. Atrapó mi labio inferior con los suyos y se deleitó con tranquilidad, como si quisiera regocijarse en ellos. Fue un beso cauto, sin prisa, adaptándose a la situación de incertidumbre que nos envolvía. Sabía a chuches, a palomitas, un poco a cigarro y a cerveza, de la cual estaba segura que pronto comenzaría a pillarle el gustillo. En el momento en el que su lengua me acarició, toda una tormenta eléctrica me recorrió al completo poniéndome los vellos de punta. Mi habilidad con los besos, era nula. Pero sentía que lo estaba haciendo mejor que la otra noche. Abrí más la boca y esa vez fui yo quien lo mordió demandante. Su mano se deslizó sobre mi muslo derecho atrayéndome a su cuerpo y solo con eso yo ya estaba explotando en emociones diversas.
—¿Puedes ponerte como el otro día? —murmuró contra mis labios.
Asentí varias veces relamiendo el rastro que había dejado sobre mi piel y comencé a moverme sin que separase su mano de mi pierna. La pasé por encima de su cuerpo colocándome a horcajadas, justo como lo hice en su coche. El problema fue cuando fui a poner mis manos sobre sus hombros, estaban desnudos. Tan tatuados, tan suaves y calientes. No pude evitar deslizarlas viajando por sus brazos, admirando los dibujos que tenía sellados. Él me miraba, y sabía que demandaba mi atención, pero quise seguir recorriéndole. Esa camiseta de tirantes era mi perdición, ¿por qué se la ponía en pleno invierno? Aunque bien es cierto que dentro del loft el clima era bastante estable.
—¿Quieres que me la quite? —volvió a hablar refiriéndose a la camiseta.
—¿Eh? Oh. Ahm... —balbuceé sin saber muy bien qué contestar a eso y antes de que dijese algo con coherencia, él ya se la estaba quitando echándola a un lado.
Volví a relamerme los labios de forma instintiva.
«Joder. Mierda.»
Era una obra de arte. Ese cuerpo tan bien esculpido y esos tatuajes que lo cubrían me estaban arrebatando el poco aire que podía aspirar. No había un solo hueco libre, de hecho, había zonas completamente rellenas de tinta oscura. En el pecho derecho y en el cuello, se apreciaban dos caras que, por el aspecto, sabía que pertenecían a alguna película clásica. En el pecho izquierdo había una especie de símbolo parecido a un laberinto y en el vientre, medio rostro de una mujer. Y eso solo si le echaba un vistazo por encima, tenía muchos más detalles.
Me permití divagarlo de arriba abajo con la yema de mis dedos, repasando líneas, rellenando formas, adoraba como se sentía al tacto. Una vez me di por satisfecha, sopesé la idea de quitarme algo también como si fuese una moneda de cambio, aunque sabía que no tenía por qué. Decidí desprenderme del jersey que llevaba, era gordito y puesto que empezaba a hacer calor, no iba a necesitarlo. Debajo tenía una camiseta interior fina de color blanco que se pegaba a mi cuerpo y por el recorrido que Kilian hizo con la mirada, supe que le gustaba la idea.
Me estreché aún más a él rodeando su cuello con mis brazos y juntando mi pecho con el suyo. Fue distinto a la vez anterior, gracias a que él estaba sin camiseta y yo ligera de telas, sentía cada parte de su pecho. Desprendíamos calor, mucho, además. Y por fin, conecté los ojos con los suyos, tan cerca el uno del otro. No podía dejar de pensar en lo atractivo que era. ¿Cómo había llegado yo a estar encima de semejante hombre?
Dejé de darle más vueltas, sucumbí a sus encantos y volví a besarlo.
Los besos comenzaron suaves, delicados y armoniosos. Pero fueron tornándose poco a poco en algo más desenfrenado, nos succionábamos siendo el único sonido posible entre el silencio. Nuestras lenguas se divirtieron jugueteando entre ellas y nos empapamos en la saliva del otro. Un conjunto lleno de deseo, hambruna y ansia.
Solté un leve gemido cuando sus manos llegaron a mis glúteos por encima de la tela de mis vaqueros. Supongo que esperó a que me negase, pero no puse reparos y continué besándole. Entonces las apretó contra mí y comenzó a masajeármelos con mimo. Estaba empapada y eufórica, lo quería todo de él.
Los besos continuaron, y continuaron. Desenfrenados y húmedos. Cambiamos varias veces la posición de la cabeza, el modo de beso, la velocidad y la intensidad. Ya teníamos los labios rojizos e hinchados. Empezaba a estar aturdida, todo en lo que podía pensar y sentir eran sus besos. No existía nada más para mí. Y nos estábamos sirviendo a base de bien.
—Kilian —pronuncié entre más besos.
—¿Qué? —gruñó cuando me separé para mirarle, y menuda imagen.
—Llevamos... no sé, ¿una hora besándonos? —Perdí la noción del tiempo por completo, aun así, le di otro beso más antes de seguir—. ¿No quieres que hagamos algo?
Se quedó pensativo por unos segundos mientras me recorría el rostro con la mirada, deteniéndose sobre todo en mis labios. Desplegó los suyos en una pequeña sonrisa.
—¿Quieres tortitas?
Me vinieron recuerdos de unos meses atrás, cuando me hizo la misma pregunta. En aquel momento, me pareció extraño que le apeteciesen tortitas en mitad de la tarde, y olieron tan bien que me arrepentí de negárselas.
—Sí, vale —contesté con una amplia sonrisa.
Nos dimos un beso, dos y tres más antes de separarnos. Diría que me volví adicta a él y a sus besos.
No se puso la camiseta antes de meterse en la cocina y empezar a sacar los utensilios e ingredientes necesarios, colocándolos sobre la superficie de la cocina.
—¿Te ayudo? —Llegué a su lado, apoyando el cuerpo sobre el mueble de la encimera.
—No te preocupes, es solo mezclar ingredientes, remover bien y a la sartén.
No podía dejar de mirarle, me resultaba difícil imaginármelo cocinando y, aunque desconocía si cocinaba regularmente, las tortitas las cocinaba con soltura. Cogió una sartén que embadurnó con mantequilla y la puso al fuego para después echar tres montoncitos de masa a la vez. Solo quedaba esperar a que se hicieran.
Apoyó ambas manos sobre la superficie y levantó la cabeza para mirarme, me había pillado, lo sabía. Pero no esperaba que se dirigiera a mí y me agarrase de la cintura para besarme de nuevo acorralándome entre la encimera y su cuerpo. No le hizo falta despegarse para darle la vuelta a las tortitas, solo tuvo que coger la paletilla y alargar el brazo para hacerlo. Después volvió a mirarme y yo me sonrojé.
—¿Sabes? —comencé a decir sin saber muy bien por qué, supongo que por hablar de algo y dejar que los labios respirasen un poco—. No te lo dije en su momento, porque, bueno... Pero me gusta lo que te hiciste en las cejas.
—¿Ah, sí? —respondió con una sonrisa socarrona—. Pues a mí me gusta el corte que te has hecho en el pelo. —Cogió un mechón y deslizó los dedos por él.
«¿Se ha dado cuenta de que me corté el pelo? Ay, Dios.»
No daba crédito, ¿tanto se fijaba en mí como para notar algo así? Era evidente porque tampoco es que me hubiese hecho algo demasiado notable y, aun así, él se dio cuenta.
Se separó de mí y yo noté el aire frío de su ausencia de inmediato. Desconocía lo que ese chico estaba causando en mí hasta tal punto que me asustaba. Por suerte, me mandó a buscar dos platos y los cubiertos, así al menos podía despejar un poco el calor que estaba generándose en mi cuerpo. Pronto tuvo las tortitas repartidas sobre la vajilla que había encontrado y lo seguí hasta sentarnos en la península de la cocina.
Él se sentó primero, en uno de los tres taburetes estilo industrial, y yo hice lo mismo en el de al lado. Casi me caí al suelo cuando noté que el taburete en el que estaba sentada se estaba desplazando, comprobé que era su mano la que me acercaba a él hasta posicionarme entre sus piernas. Yo no iba a aguantar mucho más si seguía haciendo ese tipo de actos, las mariposas iban a estallar en mi vientre y el corazón no podía ir más deprisa.
Lo vi sonreírme y alzó las cejas en dirección a mi plato con las tortitas que se habían quedado un poco alejadas de mí. Quería que las probase primero. Y eso hice, me las acerqué y con el tenedor cogí un trozo, las había bañado en sirope de arce y tenían muy buena pinta. En cuanto me lo llevé a la boca y lo saboreé, me di cuenta de lo buenas que estaban, esponjosas y con un toque avainillado.
—¡Mmm! —hice sonar aun mientras masticaba y saboreaba con los ojos muy abiertos—. ¡Están buenísimas!
—Ya te dije que no sabías lo que te perdías.
—A ver, aquella vez estaba muerta de miedo y, como comprenderás, no tenía mucha hambre.
Borró la sonrisa gradualmente y desvió la vista para coger un trozo de las suyas y llevárselo a la boca. Al parecer relacionar esa palabra con él no le hacía gracia en absoluto, era notable que su ánimo decayó por unos instantes e incluso me llegué a sentir mal cuando en realidad no debería. Fue lo que sentí en ese momento y era algo que no podía negar, pero todo cambió. Solo hacía falta ver donde nos encontrábamos.
—Miedo de mí —dijo una vez tragó.
—Sí... Al principio sí tenía miedo de lo que pudieras hacerme porque a ver, traficas con drogas y yo jamás había estado metida en ese mundo ni de cerca. No sabía de lo que eras capaz y verte cabreado no ayudaba mucho. Pero después me perdonaste que perdiera las pastillas y fuiste a buscarme cuando esos malnacidos me llevaron con ellos. Comencé a verte diferente y luego está lo de las películas...
—El jueguecito de los dedos —siguió por mí, aunque no tenía intención alguna de mencionar aquello. Elevó una de las comisuras de sus labios mientras observaba cómo se me subían los colores.
—¡E-eso lo empezaste tú! —acusé como pude.
—¿Y quién lo siguió? Porque yo solo rocé mis labios contra tus dedos, tú te metiste todo mi dedo dentro de esa boquita. —Se acercó más a mí.
Estaba avergonzada porque tenía razón, sí que llevé el juego a un nivel más alto, pero ¿y qué pasaba?
—¿Es que no te gustó? —provoqué acercándome también.
Exhaló una risa sin dejar de intercalar la vista entre mis ojos y mis labios.
—Si hubieses seguido y nadie nos hubiera interrumpido, me habría lanzado a por ti como un puto degenerado. Así que fíjate si me gustó. —Me quedé callada porque no supe qué más añadir a eso, tenía el pulso acelerado en mi entrepierna y no podía seguir así—. Y si comencé ese juego, fue por reprimir de alguna forma las ganas que tenía de besarte.
Me quedé paralizada y el único sonido que escuchaba provenía de mi interior. No sabía qué hacer, cómo reaccionar, porque nunca nadie me había dicho algo parecido. Si no era estado líquido es porque Dios no quiso que nos derritiéramos cuando un chico tatuado y sin camiseta dijera una revelación como aquella.
De todas formas, él fue el que actuó para poner sus labios sobre los míos una vez más en lo que iba de tarde, y le respondí cuando desperté de mi pequeño shock. Supe que nunca iban a ser suficientes.
Tras ese pequeño momento revelador, me dejó continuar con sus deliciosas tortitas y volví a pedir su opinión sobre la película que habíamos visto. Y aunque desease que la tarde no terminase nunca, se hizo tarde y él se ofreció a llevarme a casa.
Un pequeño nudo se me formó en la garganta cuando su coche frenó un poco más atrás de la puerta de mi casa. Le había dicho que era lo mejor, pues no me apetecía que mi madre nos viese por casualidad.
Le miré con pesar, no quería despedirme de él. Quería seguir en Brooklyn, ver otra película y después tener otra sesión de besos.
—Gracias por traerme —dije tragándome mis deseos y aceptando la realidad—. Y por las tortitas.
—No hay de qué. —Me sonrió desde su asiento, con una mano en el volante y la otra sobre su pierna. Se había puesto una de sus sudaderas y no supe qué me gustaba más, esa, la de tirantes o que no llevara nada.
Alineé los labios mirando al suelo del coche y me quedé unos segundos más esperando... no sabía bien a qué esperaba porque no había nada más que esperar.
—Bueno, pues... Nos vemos otro día.
Volví a mirarlo una vez más mientras colocaba la mano sobre el manillar de la puerta a punto de accionarla, cuando lo vi inclinarse hacia mí. No solo eso me dejó claras sus intenciones, sino que me agarró la cara con ambas manos, terminando de acortar la distancia que había entre nosotros y me dio un beso de despedida. Y madre mía, qué despedida.
—Nos vemos, Euphemia —susurró contra mis labios húmedos de la forma más varonil posible.
Y allí me quedé plantada viendo cómo se marchaba, con temblores por todo el cuerpo, la respiración entrecortada y una sensación que no había experimentado antes y que dudaba que pudiese controlar.
Holiii🙈
Volvíiiiiiiiiiiiiiii
Oye, ¿cómo estáis?
Disculpen este parón, estuve editando lo que llevaba de esta historia y después me pasé a Enamorando a Sam que era una tarea pendiente.
Tenía muchas ganas de seguir por aquí. Y ya vuelvo a la normalidad con un capítulo a la semana o dos, según me de jajaja
Llevamos 300 páginas en word, yo estoy alucinando porque queda mucho aún🫣😰😰
¡Y! ¡¡Portada nuevaa!!
Mucho más apta a mi parecer🥵🥵🥵
Bueno.
Hablemos del capítulito. ¿Qué os ha parecido?
Porque yo estaba chillando, aunque así llevo toda la novela 😵😵😵
Creo que esto va a dar pie a más cositas, ¿no creéis?
ejejejejejejeje😏😏
Por cierto, deciros que estoy activa por Instagram publicando cositas de esta novela.
Seguidmeeee🙃🙂🙃🙂🙃
Y habladme para que os siga de vuelta y así teneros cerquita💜💜💜
Vota si te ha gustado y nos vemos prontitooo🥰
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