Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

19

Capítulo dedicado a vicki823873_7

Gracias por tu apoyo y por estar aquí 💜✨️

PD: ¡¡Feliz cumple con retraso!!💋




ꜱᴄᴀʀꜱ ᴛᴏ ʏᴏᴜʀ ʙᴇᴀᴜᴛɪꜰᴜʟ


Mediados de diciembre, con la Navidad a un par de días de celebrarse. Aquella noche hacía especialmente frío en Nueva York. Aun así, me sentía bastante cómoda con mi abrigo de lana, mi gorro con pompón blanco y la bufanda, que tenía enrollada alrededor del cuello y que cubría la mitad inferior de mi rostro. A mi lado, Cailin caminaba con paso ligero, riendo sin parar al recordar la letra de una canción que habíamos escrito hacía tiempo, mientras recorríamos las calles iluminadas de la ciudad.

Aunque hacía años que no celebraba la Navidad en familia, la magia que desprendía esa festividad permanecía viva en mi corazón. Adoraba pasear por Manhattan y contemplar las luces y decoraciones navideñas que transformaban la ciudad en todo un espectáculo, especialmente si era en compañía de mi mejor amiga.

Desde hacía años, nuestro recorrido comenzaba en el Rockefeller Center, donde nos recibía el imponente árbol de Navidad, adornado con todo un arsenal de luces y coronado por la estrella de Swarovski, la cual brillaba con intensidad. Bajo este, la pista de patinaje llamaba la atención junto a las familias y parejas que disfrutaban del ambiente festivo. Por supuesto, Cailin y yo siempre nos apuntábamos a patinar en ella.

Desde allí, partíamos hacia Saks Fifth Avenue, donde el espectáculo de luces sincronizadas con música navideña conseguía dejarnos maravilladas. Continuábamos en dirección a Hudson Yards, un centro comercial de lujo que se transformaba en la temporada navideña con millones de luces que colgaban del techo y adornaban los árboles exteriores. Cenamos en uno de los restaurantes del interior, un rooftop de lo más caro que Cailin había reservado para nosotras.

Cuando salimos de allí, Cailin llamó a su chófer y pronto apareció delante de nuestras narices. Después de tantas veces, me era imposible no pensar que ese hombre estaría harto de dar tantas vueltas, pero formaba parte de su trabajo. Una vez nos subimos, mi amiga le comunicó una dirección que no entraba dentro de nuestros planes. Arrugué el ceño y pregunté:

—¿Y Seaport? Es nuestra siguiente y última parada. —Era una zona histórica con calles adoquinadas y tiendas que se vestían de gala con coronas y guirnaldas navideñas que a mí me gustaba ver especialmente, como todo.

—No iremos, me han dicho que hay fiesta en una discoteca y nos han invitado.

—¿Y no podías haberme avisado? —me quejé cruzando los brazos.

—Me he enterado cuando has ido al baño y se me olvidó en cuanto nos sirvieron el postre. Ya hemos visto Seaport muchas veces, y creo que Dexter estará allí. Le darás una sorpresa al presentarte con ese vestidazo. —Levantó sus cejas doradas varias veces y me dedicó una sonrisa con esos labios maquillados de marrón oscuro.

«Bueno, quizás sí que hemos visto demasiado Seaport y tampoco es que haya cambiado mucho de un año para el otro.»

No dije nada más. Me centré en las vistas que me ofrecían los cristales tintados del coche de la familia Lockwood, pensando en cómo reaccionaría Dexter al verme. Quizás lo que menos me entusiasmaba era encontrarme con alumnos del instituto que seguramente estarían allí reunidos. Pero no iban a destrozarme la noche.


—Te dije que habría ambiente —escuché la voz de mi amiga junto a mi oreja—. Mucho mejor que Seaport.

La mirada que le eché era de todo menos caritativa. Aunque ya me conocía demasiado como para responder con una sonrisa.

—Ya iremos mañana a dar un paseo —intentó convencerme y con éxito debía decir, porque al responderle con una sonrisa, se dio por satisfecha—. Vamos a beber algo y ver qué se cuece.

Me agarró de la muñeca y me arrastró discoteca adentro tras dejar los abrigos en el ropero. Con solo echar un vistazo, vi a varios grupos del St. Joseph con copas en su mano y bailando, luciendo majestuosos trajes que brillaban por sí solos. Para mi sorpresa, Cailin saludó a varios de ellos con una sonrisa y no pude evitar arrugar el ceño.

—¿Qué quieres tomar? —gritó lo suficientemente cerca como para que la escuchase.

—No lo sé —chillé. Más que nada porque desconocía los nombres de las bebidas alcohólicas y prefería que ella eligiera por mí.

Con nuestras bebidas en mano, nos sentamos en uno de los sillones con mesa baja que resultó estar vacío. Y volví a asombrarme cuando una chica la abrazó por detrás a modo de saludo con una enorme sonrisa, se dijeron algo que no logré escuchar y se fue con su grupo.

No pude aguantar más la curiosidad.

—¿Los conoces?

—Hemos hablado alguna vez —respondió sin más para después darle un sorbo a la bebida.

—Pues más bien parece que han sido varias, nunca nos han saludado con tanta simpatía. Ni si quiera nos han saludado antes.

—Sabes que después de mi fiesta de cumpleaños muchos nos tienen en cuenta, Eff. Con algunos he hablado en eventos aburridos y obligatorios, solo eso. Vamos, bebe, tenemos que bailar.

No es que no la creyese, lo hacía, pero una parte de mi interior me decía que había algo más que no había mencionado. Últimamente estaba entusiasmada con las fiestas, con conocer gente y preocuparse por ello. Nunca se había comportado así conmigo antes, y sabía que la razón principal se debía a la presencia de Camille, quien la limitaba en todo. Pero, aun así, resultaba extraño.

Bebí todo lo que pude y nos fuimos a la pista a dejarnos llevar por la música. Al principio me sentía incómoda, no estaba acostumbrada a esos entornos, pero gracias al alcohol que había tenido que ingerir apresuradamente, poco a poco fui perdiendo la vergüenza.

Busqué al semidiós por todas partes. Incluso a veces desviaba la vista hacia los reservados por si pudiera verlo por allí y acercarme a saludar, aprovechando mi estado, el que me daba las fuerzas suficientes para hacerlo. Pero nada.

Tras bebernos parte de la segunda copa, ya no me importaba nada que no fuese bailar con mi mejor amiga, disfrutando del chispazo que el alcohol me proporcionaba. Me alegraba de haber accedido a ir, estábamos disfrutando la una con la otra, en un ambiente diferente al que acostumbrábamos y me gustaba el cambio.

Incluso llegué a pensar en que quizás debíamos acudir a más fiestas como esa.

—Aquel chico te va a comer con los ojos —conseguí decirle cuando volvimos a la barra. Y era cierto, lo había pillado en más de una ocasión haciéndole un barrido completo. Me apetecía hacer de Celestina y por eso quise hacérselo saber.

Cailin se giró y miró en la dirección que le estaba indicando con los ojos. Hizo un mohín de desagrado y volvió a mí.

—No es mi tipo —concluyó.

Ahogué un grito. El chico era atractivo, no para mí, pero sí que se parecía a los del equipo de lacrosse de los que ella tanto hablaba.

—¿Y cuál es tu tipo si puede saberse? —Levanté una ceja.

—No lo tengo claro, si lo veo y me gusta, pues ese es mi tipo —contestó con una sonrisa que me contagió a causa de la embriaguez. Sin embargo, su sonrisa se fue apagando poco a poco y antes de que pudiera preguntar, dijo—: Ay, Dios.

—¿¡Qué!? —grité intentando sonar por encima de la música.

—Effie... —La expresión de Cailin abandonó todo gesto de felicidad o alegría, en cambio, la sustituyó por una que destilaba pena—. Lo siento.

—¿Por qu...?

No me dejó decir nada más, simplemente me giró de forma brusca y tal acto hizo que me sintiera desconcertada y perdida. Pero con solo enfocar la vista al frente, entendí la compasión de Cailin a la perfección.

Dexter.

Dexter Lexington.

Tenía la espalda apoyada en la barra y se encontraba bastante ocupado. Estaba besando a una chica y de forma desenfrenada. Se podría decir que estaban a punto de quitarse la ropa y hacerlo allí mismo.

No recuerdo cómo fue mi reacción y eso que quedó inmortalizada de por vida. Al principio estuve completamente paralizada, suspendida en una cámara lenta sin parpadear. Mi cabeza iba a mil por hora, pero no había nada claro. Y entonces, sentí algo parecido al techo echándoseme encima, me estaba aplastando y comenzando a asfixiarme. Era una sensación que bajaba por la garganta hasta el estómago y la temperatura se sentía distinta. Una profunda decepción que se apoderaba de mis emociones, y más tarde la tristeza.

Me quería morir.

Allí, en la discoteca mirando como una idiota al chico con el que pensaba que estaba teniendo algo.

No éramos nada, ni si quiera nos habíamos besado. Pero las intenciones eran claras, él me las dejaba claras cada vez que me pedía que me uniera a él en la comida, cada vez que nos mandábamos mensajes, cuando me invitaba a las fiestas o cuando tomábamos café una tarde cualquiera. No podía estar entendiendo mal las señales, casi nos besamos si no hubiese sido porque Kilian había llegado a la discoteca y Cailin lo hubiera visto.

Entonces, ¿por qué estaba besando a esa chica de esa forma? ¿Por qué estaba jugando así conmigo? Me mandó una maldita caja con ropa solo para que lo acompañase. ¿Y mientras se estaba liando con otras?

Qué ingenua.

Escuché risas, muchas, y eso fue lo que me hizo desviar la vista. Miré a un lado, después al otro y de todos ellos solo era capaz de ver móviles. Estaba en una especie de corro de la vergüenza cuyo objetivo principal era una servidora. Solo era capaz de escucharlos reír a mi costa, siendo un mono de feria para todos ellos. Sentí que ya lo sabían, que formaba parte de un plan y estaban esperando expectantes a mi reacción.

O puede que mi mente estuviese exagerando a causa de la tremenda vergüenza que estaba procesando.

Fuese lo que fuese, me di la vuelta de forma inmediata y comencé a caminar hacia la salida sin mirar atrás. Ni si quiera me paré para recoger mi abrigo. No supe cuando comencé a llorar, pero lo sentí cuando el aire helado del exterior me azotó en la cara, congelando mis lágrimas. Me habían apuñalado, eso habían hecho y tenía que sacarme el cuchillo para poder sangrar en paz, así que debía irme a mi casa como fuese. Comencé a caminar calle abajo buscando una parada de metro más cercana, me abracé a mí misma para resguardarme del frio y casi me doblé el pie con los tacones. Me resistía a romper a llorar de verdad, reservaba las lágrimas para derramarlas sobre mi almohada, pero la espera estaba resultado toda una pesadilla.

Y lo peor de todo era que no podía reprocharle nada. No estábamos en una relación, no hablamos de ser algo más y ni si quiera me esforcé porque sucediera un beso entre ambos. Quizás tendríamos que haberlo hecho, por lo menos para que no me hubiese hecho ilusiones absurdas. O para dejarle claro que no me agradaba la idea de que fuese liándose con otras mientras tonteaba conmigo. Debería haber hecho algo, haber dado el paso primero.

No sé en que momento me convertí en la culpable del asunto, ni por qué me permití pensar así de mí misma.

A mitad de camino, un coche se mantuvo a mi ritmo en la carretera a mi lado y pronto escuché la voz de Cailin:

—¡Effie! ¡Sube! Vas a pillar una hipotermia, tengo tus cosas. —No frené, seguí caminando como pude enfocando la vista al frente.

Sorteé a las personas que caminaban por la calle, algunas se me quedaban mirando mientras el resto pasaban como si fuese lo más normal del mundo. Yo solo deseaba desaparecer del mundo y no ver a nadie.

Durante el camino tuve que limpiarme las lágrimas pues me impedían ver con claridad y casi tropecé con la figura de mi amiga que me miraba cual madre preocupada. El coche estaba esperando un poco más adelante y ella estaba allí de pie esperándome de brazos cruzados. No iba a darse por vencida, estaba claro.

Se acercó a mí dando unas cuantas zancadas que resonaron gracias a los tacones que llevaba puestos y se posicionó frente a mí.

—¡Effie! —gritó provocándome un leve sobresalto—. Sí, Dexter, la persona que lleva gustándote durante años te la ha jugado. ¡Y es una mierda! Pero tú, precisamente tú, no puedes venirte tan abajo, así como así. ¡Eres la persona más fuerte que he conocido nunca, no dejes que esto te hunda! Esto no merece la pena, él no la merece. Así que sube al maldito coche, ponte tu abrigo y vámonos a mi casa a comernos todo el helado que haya en el congelador mientras vemos "Kill Bill".

Respiró con dificultad y después lo dejó salir creando una espesa niebla con su vaho.

—Cailin... —La observé con los ojos vidriosos. Lo que estaba haciendo por mí me aportó una calidez inmensa en mitad de una helada avenida. Suspiré, me tragué el llanto y con una voz gangosa pronuncié: — Tú y yo siempre acabamos viendo "Kill Bill".

—Claro. ¡Porque te encanta! Vámonos. Sabes que lo hacemos todo juntas, pero no sé si me gustaría compartir la hipotermia.

Caminé como pude hasta ella estrechándola en un abrazo y engancharme de su brazo para meternos en su coche. Fue la segunda vez en la noche que los planes cambiaron y a las tres de la madrugada, Cailin y yo disfrutábamos de un majestuoso helado de tarta de queso mientras veíamos fuentes de sangre a manos de La Novia.

Y mientras, no dejé de pensar en que debía olvidarme de mis sentimientos por ese maldito semidios. Olvidarme de todos los años que estuve suspirando por él y tirar por la borda la oportunidad de que fuese mi primera pareja. Que las cosas iban a volver a cambiar y que quizás era la señal de que yo también debía hacerlo.

Puede parecer que exagero al decir que pasé el día siguiente en mi habitación tirada en la cama sin dejar de reproducir esa escena una y otra vez. Lia se pasó un rato para sonsacarme qué era lo que me sucedía y a punto estuve de contarle una mentira solo para evadir la situación de tener que contar en voz alta la vergüenza que pasé. Pero lo más probable era que el vídeo llegase a su teléfono de alguna forma y de nada habría servido comenzar con mentiras nuestra nueva relación.

Despotricó cosas como: "Ojalá la tía esa le vomite en la boca" o "¿Podemos idear un plan para echarle laxantes en la comida? Para que así tenga cagalera tres días seguidos". Y me dio varias ideas para darle la vuelta a todo el asunto para yo salir airosa, aunque ninguna me parecía apropiada para alguien como yo. Después vimos una serie de cinco capítulos juntas y me ayudó a meter toda la ropa Lexington en su caja para después guardarla debajo de mi cama, aunque le prometí que, si alguna vez la necesitaba, podría cogerla. Llegó el momento en el que ella debía ir a realizar un recital de baile navideño en un centro comercial y volví a quedarme sola.

El día de Nochebuena no fue nada especial, una cena normal y corriente con mi madre, pero Lia la convenció para que jugáramos a un juego de mesa y después se fue con su nuevo novio, al que aún no nos presentó. Mi hermana y yo hicimos el intento de jugar al Just Dance, pero, al contrario que yo, ella tenía el sueño rápido y certero, por lo que se fue a dormir tras la cuarta canción que bailamos.

Esa noche me fue imposible dormir, aunque fuesen mis tres horas de siempre. Sabía que no podía seguir pensando en ello, que tenía que cambiar de actitud y mi hermana y Cailin fueron un gran apoyo. Pero era imposible no tener sentimientos al respecto. No sentirme como una autentica mierda que se te pega en el zapato en tu día de mala suerte.

Y aquella vocecita que siempre me torturaba resurgió con sus pensamientos negativos en mi cabeza:

"Solo te utilizaba para divertirse."

"Eras el segundo plato."

"¿De verdad pensabas que le gustabas?"

"Ellas son más guapas y mejores que tú."

"Eres tonta."

Definitivamente, no podía seguir así, no debería dejar que me afectase tanto. Tenía que empezar a pensar en otras cosas y en pasar página. O al menos intentarlo. ¿Había sido el palo de mi vida? No. Había pasado por peores situaciones, y Cailin tenía razón, podía con eso.

De pronto me vino la imagen de Kilian a la cabeza. No habíamos hablado desde aquel día en el que me fui abrumada y desconcertada de su casa. Supuse que había estado ocupado y no quise molestarle. Entonces pensé en lo indignada que me sentía hacia su actitud pesimista sobre lo de ser tatuador y que no debería tirar la toalla tan rápido. Tenía que luchar por sus sueños, no quedarse estancado en un mundo en el que ni si quiera eligió estar y seguro que había una forma de salir por difícil que fuese.

La curiosidad pudo conmigo y comencé a buscar información en mi teléfono sobre cómo formarse como tatuador. Leí blogs, artículos, vídeos en YouTube... digamos que terminé enganchándome un poco a ese contenido hasta que finalmente conseguí quedarme dormida.

El día de Navidad no iba a pintar muy especial que digamos. Mamá nos dio un sobre con dinero a ambas y con una sonrisa nos dijo "feliz navidad". Pero en casa no lo parecía en absoluto. Mi madre había perdido la ilusión por decorar la casa el día que se tuvo que ir a patadas de nuestro antiguo hogar. De hecho, nuestra casa tenía los muebles justos y necesarios sin necesidad de que combinasen con nada y gracias a Dios que muchos ya venían incluidos.

Lia tenía una quedada con las chicas del baile con las que pasaría el día y yo... bueno, no iba a molestar a Cailin en un día así. Sabía que los Lockwood hacían un gran banquete donde se reunían muchos de los miembros de la familia por lo que poco pintaba yo allí.

Por mi parte, lo único que tenía en mente era no contestar ninguno de los mensajes que Dexter estaba enviándome y menos mal que se me ocurrió suspender mi cuenta de Instagram por un tiempo para evitar ver ni una sola vez los vídeos que la gente habría subido. Por suerte para mí, estaba de vacaciones y tenía la esperanza de que para cuando volviéramos fuese un tema del pasado.

En cuanto volví a mi habitación sin mucha idea de cómo pasar el día salvo viendo alguna película que otra, mi vista cayó en el proyecto en el que estuve trabajando durante semanas. Era un regalo que tenía pensado darle a Kilian en cuanto lo terminase. ¿Por qué? No había una razón concreta, solo quise hacerlo. Compré lo necesario y con gusto comencé a hacérselo. No me quedaba mucho para terminarlo, así que pensé que quizás podría dárselo a modo de regalo navideño.

Sin pensarlo demasiado, cogí mi teléfono y decidí romper el silencio de esos últimos días y enviarle un mensaje.

Effie:

¡¡Hola!! Feliz Navidad 😊

¿Estás hoy ocupado?


No mentía si decía que lo estaba echando de menos, a alguien que delinquía cada día y con el que no debería tener relación alguna. Pero, si disfrutaba hablando o viendo películas con él de forma inocente, ¿qué malo había en eso?

Bueno, está bien, habíamos tenido unos roces para nada inocentes, pero solo se habían quedado en eso y ninguno de los dos habíamos sacado el tema.

Kilian:

Feliz Navidad para ti también.

Y no, hoy me tomo el día de descanso.

¿Quieres hacer algo?

Effie:

Sí, me gustaría.


Me mordí el labio nerviosa. No podía esperar a ver su cara cuando abriese mi regalo. Corría la posibilidad de que no le gustase, pero sabía que le sorprendería.

Kilian:

Podríamos cenar en el diner.

Como en Acción de Gracias.

Y yo te invito.

Le sonreí a la pantalla y contesté afirmativamente para después ponerme a terminar su regalo.


Llegué al Moon Call Diner a la hora que habíamos quedado con unos minutos de retraso por culpa del metro. Delante de mí tenía el letrero de neón que reflejaba el color rojo sobre mi rostro y es que, tras él, a través de la ventana, podía ver que Kilian estaba sentado ya en la misma mesa de la vez anterior. Tenía los ojos sobre el teléfono y no había notado mi presencia. Yo estaba sonriendo y con la sonrisa entré en el local saludando a la camarera antes de caminar hacia la mesa. Kilian debió de notar mi presencia porque levantó la vista en cuanto me estuve acercando. Las comisuras de sus labios se hicieron hacia arriba y yo temblé al verlo.

—Hola, Euphemia —saludó.

Estaba algo cambiado, se había recortado el cabello y para mi sorpresa, también se había hecho dos rayas en ambas cejas. Sin embargo, para mi desgracia, verle así me había gustado, y mucho. Comenté alguna que otra vez que esos estilos no me agradaban, que solos los macarras lo llevaban y que quitarse una parte de la ceja era absurdo. Kilian en cambio tiró esa opinión por los suelos. Le quedaba escandalosamente bien junto al aro de su nariz, los pendientes de las orejas y los tatuajes. Además, iba vestido con una sudadera gris, una chaqueta de cuero negra encima y vaqueros oscuros.

—Hola —devolví el saludo algo abrumada.

Comencé a quitarme el abrigo y la bufanda para dejarlos sobre el asiento junto a mi bolso, quedándome con mi jersey blanco y leggins negros. Metí dos mechones de pelo detrás de mis orejas y me senté frente a él en el sofá modular que rodeaba la mesa. De pronto empecé a sentirme nerviosa, él tenía la culpa por ser tan atractivo y quedarse ahí mirándome como si nada. Como si no se colara en mis sueños y en mis pensamientos de forma inesperada.

Miré a mi alrededor y había bastantes mesas ocupadas más que la última vez que estuvimos allí. Había quienes nos miraban y lo primero que pensé fue que lo más probable era que se preguntasen qué hacía una chica como yo con un chico como ese. Porque ni si quiera yo lo entendía.

—¿Qué tal el día de Navidad? —lo escuché decir obteniendo mi atención, porque a diferencia de mí, él solo me estaba mirando a mí.

—Normal. ¿Y el tuyo?

—Dormir y dibujar. Es todo lo que he hecho.

—Eso suena bien —respondí con una sonrisa.

Kilian asintió levemente risueño y procedió a coger la carta de la comida.

—¿Qué vas a querer comer, Euphemia? No sé tú, pero yo tengo bastante hambre, no he comido nada en todo el día.

—Patatas, eso seguro.

—Te dije que eran las mejores.

Nuestras miradas eran como dos imanes, se atraían y podíamos estar así minutos o incluso horas. Y no sabía explicarme la razón de ello. Kilian siempre había despertado en mí demasiados sentimientos, ya fuesen malos o buenos, estar con él siempre era algo intenso. Incluso una simple cena en el día de Navidad.

La camarera vino a tomarnos nota y él se limitó a pedir comida sin parar y preguntarme si me gustaba o no. Solo era capaz de mover la cabeza mientras miraba los gestos que hacía al mirar la carta, al hablar con la mujer y dirigirse a mí. Una vez nos quedamos solos esperando la comida, recordé que había traído algo para él y nerviosa saqué el regalo de mi bolso para colocarlo sobre la mesa.

—Te he traído un regalo.

Kilian se quedó mirando con sorpresa el regalo que estaba deslizando hacia él. Lo había envuelto con un papel navideño que decoré con un lazo y una pegatina que ponía "Espero que te guste". Se puso serio y lentamente levantó la vista para mirarme.

—¿Un regalo?

—Sí —afirmé mostrándole la dentadura nerviosa. Necesitaba que lo abriera y ver su reacción.

Por un momento me preocupé porque quizás no le gustasen los regalos por alguna razón, y yo iba y le hacía uno sin preguntarle si quiera si le parecía bien. Pero es que se trataba de una sorpresa, ¿a quién podrían no gustarle las sorpresas?

—¿Por qué me haces un regalo?

—Qué más da, ¡ábrelo! —insistí acercándole más el paquete.

Lo miró como si nunca hubiera visto algo parecido y no parecía muy convencido de mi justificación. Cuando volvió a mirarme, alcé las cejas instando en que lo hiciera de una vez y por fin llevó las manos al papel para comenzar a rasgarlo, aunque lo hizo con cuidado de no destrozarlo demasiado. Pronto la libreta negra se empezó a ver y él la sacó con las cejas arrugadas, estaba claro que no tenía muy claro a qué venía eso.

—Abre la primera página y entenderás —me apresuré a decir.

Él lo hizo y en cuanto leyó el título que yo misma había confeccionado, alzó las cejas con asombro.

—Es un diario de películas —musitó.

—Como el mío, sí —afirmé risueña.

Siguió viendo páginas, había incluido secciones para que rellenara con sus datos y con listas de películas favoritas o las que menos le gustaban. Otra con las que le gustaría ver y otra con las que había visto, con un espacio al lado para que pusiera la fecha. Más adelante comencé con las fichas donde debía poner la película que había visto, director, actores, puntuación, frase favorita y reseña. Tal y como lo hacía con el mío. En el suyo lo personalicé con letras más ajustadas a él y con menos colores porque sabía que no era su estilo. Me llevó unas cuantas semanas hacerlo, lo hice en clases, algunas tardes y en mis noches en vela.

Mereció la pena.

—Ahora puedes rellenar el tuyo.

—¿Lo has hecho todo tú? —cuestionó aun con desconcierto.

—Sí. ¿Te gusta?

—Joder... —Suspiró—. Sí, me gusta mucho. Pero no tenías por qué.

—Mi única condición es que me la dejes leer.

No me dio una respuesta, se me quedó mirando para después cerrar la libreta y comenzar a moverse arrastrándose por el sofá modular hasta llegar a ponerse a mi lado. Su aroma me embriagó al momento y el pulso se activó a un ritmo desenfrenado en cuanto nuestras rodillas chocaron. No supe qué pretendía, parecía que iba a lanzarse a mí, pero solo se limitó a quedarse ahí mirándome, acercó un poco la cara a la mía y murmuró para mí:

—Gracias, Euphemia.

Me quedé sin aliento y más tarde tuve que recuperarlo. En cualquier momento iba a darme un paro cardiaco como siguiera dándome esos sustos.

—¡Aquí os voy trayendo el pedido, chicos!

Por suerte la camarera llegó en el mejor momento para romper esa pequeña tensión que se había creado y el olor de la comida comenzó a despertar mi hambre. Kilian se mantuvo a mi lado, no volvió a ponerse al otro lado de la mesa y cualquiera que nos viese pensaría que estábamos liados o algo parecido. Y estaba claro que el estómago de ese chico no tenía fin porque pidió prácticamente toda la carta. Lo primero que me llevé a la boca fueron un par de patatas fritas recién hechas que me supieron a gloria y después fui picando un poco de todo. De algún modo, me fui amoldando hasta que estuve sentada de lado para poder mirarle de frente. La tensión se había disipado y me encontraba cómoda con su compañía mientras comía una comida estupenda en uno de mis días favoritos del año.

—Oye —llamé su atención—. Ahora que somos amigos, ¿por qué no me llamas Effie?

—Eso no entra dentro de ningún acuerdo —dijo antes de darle un mordisco a su media hamburguesa.

—No hemos tenido acuerdos. —Me quejé y le lancé una miga de pan a la cara—. Te lo digo enserio, no me gusta mi nombre para nada.

—Y yo te digo que a mí sí. No hay más que hablar —sentenció para seguir degustando su comida mientras le dediqué una mirada cargada de odio.

—Pero a veces me llamas por el apodo, no cuesta nada hacerlo siempre.

—Si quieres que seamos amigos, tienes que dejar que siga llamándote Euphemia, te guste o no es tu nombre.

Enfurruñé los labios y fruncí las cejas mostrándome en desacuerdo, pero a él en cambio le divertía hacerme rabiar por ese tema. Aun así, decidí aceptarlo, me había acostumbrado después de todo y en el fondo me gustaba la idea de que solo él pudiera llamarme por mi nombre.

—He estado informándome —anuncié cambiando de tema y llevándome uno de los nachos con queso derretido a la boca.

—¿Sobre qué?

—Sobre lo que debes hacer para ser tatuador en Nueva York.

Dejó de masticar, tragó y dejó salir el aire antes de dedicarme una vaga mirada. Ya sabía que haría algo así.

—Ya hablamos de eso, Euphemia, y no puedo.

—Yo creo que sí que podrías. De hecho, deberías. —Coloqué el dedo índice sobre su duro brazo y empujé sin mucho resultado—. Lo que haces es una mierda, y dudo que quieras hacerlo para siempre. Lo tuyo es el dibujo y te encantan los tatuajes.

—Necesito años de práctica, voy tarde.

—No digas tonterías, ni que tuvieras setenta años. ¿Tienes setenta años? Lo digo enserio, no sé cuántos tienes.

Kilian suspiró.

—Tengo veinticuatro.

«Ah. Ah. Ya. Siete años. Ocho quizás, no sé cuándo los cumple. Bueno, no son tantos...»

«¿No son tantos para qué? ¿Y por qué cuestiono yo esto?»

«¿En qué piensas, Effie?»

—Eres un exagerado. Y es curioso que sea yo quien lo diga. El punto es, que nunca es tarde. Por lo visto existen varias formas de aprender...

—Euphemia, no...

—Hay academias donde te enseñan en un determinado tiempo, pero no son muy queridas por los tatuadores porque realmente es imposible aprender a tatuar en dos meses. Aun así, hay quienes las recomiendan para tener nociones básicas. En mi opinión deberías apuntarte, tengo algunos enlaces con algunas que tienen buena pinta. Y a la misma vez podrías ir comprando los materiales y practicar en tu casa, hay youtubers muy buenos que...

—Effie. —Me callé al escucharle decir mi apodo, me di cuenta de que solo lo hacía cuando estaba enfadado o cuando se trataba de algo importante—. Déjalo. No tengo tiempo para eso, tengo que ocuparme de muchos distritos, que todos tengan su material, que me paguen y que los clientes estén satisfechos. No puedo dejar esto, como ya te dije, no es tan sencillo.

Estaba claro que estaba molesto por el tono severo de su voz.

«¿En qué momento se ha acercado tanto? ¿O ya estaba ahí?»

Yo me acerqué aún más. No me había asustado en absoluto.

—Eres un tonto —dije con toda la seriedad del mundo.

Esperaba que fuese a fastidiarle o cualquier otra cosa, pero todo lo que hizo fue echarse a reír en una carcajada que no había escuchado antes. Era la primera vez que lo vi reír así y a consecuencia me quedé hipnotizada. Admiré los hoyuelos que se le formaron, sus dientes, las arruguitas en sus ojos... Me gustaba todo el conjunto y deseé que aquel acontecimiento volviese a ocurrir más a menudo.

—Insultar no es lo tuyo, Euphemia.

—No pretendía insultarte, solo llamarte tonto, porque es lo que eres —comenté con orgullo.

Ninguno de los dos se separó, fue como si ya estuviéramos acostumbrados a estar pegados y observarnos sin más. Era como una magia que solo surgía cuando estábamos cerca y que el resto era incapaz de visualizar. Y cuando abrió la boca y comenzó a murmurar solo para mí, sentí un poder inmenso recorrer mi cuerpo.

—Me haces un regalo, intentas convencerme de dejarlo todo, buscas información... ¿Qué es lo que quieres? ¿Por qué lo haces?

—Pu-pues porque quiero hacerlo —respondí manteniendo su tono de voz.

—Pero no me lo merezco, no me porté bien contigo.

Vale, sí. Tenía razón. Me puso un cuchillo en el cuello, me amenazó de distintas formas, me obligó a vender drogas en el instituto y en fiestas, me asustó, me hizo llorar, me utilizó de mensajera lo que me llevó a ser el cebo... No tenía lógica que de pronto me presentara con un regalo.

Pero, también me perdonó cuando perdí las pastillas, se fijó en mi bebida favorita para tener en su casa, fue a buscarme cuando me "secuestraron" preocupándose por que no viese cómo le pegaban, se rompió las costillas por mí, ha creado estupendos ambientes de cine para verlos conmigo, me invita a comer, me deja quedarme en su casa si lo necesito, me escuchaba, aguantó mi llorera y me consoló. Por no hablar de que me estaba haciendo compañía el día de Navidad.

Está claro que no fue bueno conmigo al principio, pero también hay que tener en cuenta que me metí donde no me llamaban fastidiándole en su trabajo. A pesar de eso, nos fuimos conociendo hasta tal punto que no imaginaba mi vida sin él, sin las tardes de cine y porquerías, sin las comidas en el Moon Call Diner, sin nuestros debates sobre películas, sin sus mensajes, sin su voz ni sonrisa...

¿No merecía lo que yo le aportaba?

—Eso es pasado —respondí.

Definitivamente no estaba de acuerdo.









Este slow burn nos está matando, porque sí, a mí también🥵🥵

Hola, por cierto.

Comentemos🤓

Ehm... ¿Dexter? Wait. ¿De qué vas?

Haciéndole eso a mi Effie. Tssss

La pobre tiene muchas inseguridades y va él a hacerle eso🤬

Menos mal que hay un tatuado por ahí.

Aunque, bueno, digamos que también tiene sus cosas🧐

Porque claramente se siente mal, ¿o no? No sé dime qué piensasss

PERO ES QUE

¡¡¡¡Sorpresa porque hay OTRO capítulo!!!!👏👏

¿Por qué? Bueno, pues te digo lo mismo que Effie a Kilian, porque quiero.

Venga, que seguimos uno másss

Ahora nos leemos ejejejejejeje

Pero no te olvides de votar si te ha gustado, porfi :D

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro