18
ʏᴏᴜ ᴋɴᴏᴡ ɪ'ᴍ ɴᴏ ɢᴏᴏᴅ
No estaba pensando en él.
No lo estaba haciendo y debería haberlo estado haciendo. Más que nada porque lo tenía delante. Debería haberle prestado toda mi atención, escucharle de verdad y querer contarle algo como que el día anterior casi vomité por atiborrarme de chocolate con menta mientras veía una película, o quizás que mi hermana y yo nos llevábamos mejor últimamente. No sé. Cualquier cosa. Pero no, no estaba pensando en él.
Dexter me estaba hablando de algo referido a su familia mientras nos estábamos tomando un café que probablemente costase veinte dólares o más. Por ese precio como mínimo esperaba que me diera las buenas tardes, pero seguía siendo un simple café que, estaba muy bueno, pero nada más allá.
—Por eso mi tío tiene una parte de las acciones de la empresa. —Terminó de decir, posando los ojos sobre los míos a la espera de una conclusión final por mi parte que ni siquiera existía, porque lo cierto era que gran parte de la explicación la pasé asintiendo sin sentido mientras tenía la mente en otro lugar.
—Entiendo. —Eso fue todo lo que dije.
—Pero no es algo que nos suponga un gran problema a futuro, al final quien la va a heredar soy yo, así que...
Apreté los labios como respuesta. Sabía de sobra que no era un tema que le hiciese ilusión alguna independientemente de si hubiese escuchado algo de la historia o no.
—¿Cómo vas con las obras teatrales? Me dijiste que trabajabas en una.
—Bien, sí, estoy con algo ahora. Aunque sigo pensando en ella para que todo cuadre, lo cierto es que me está gustando escribirla.
—Qué bien, es buena señal cuando lo que haces te gusta.
El móvil me vibró, lo tenía sobre las pantorrillas, de manera que solo tenía que desviar la vista hacia abajo para comprobar el mensaje que me acababa de entrar.
Kilian:
Esa ya la he visto.
No estaba mal, pero no como para verla dos veces.
Me había respondido al mensaje anterior que le había enviado hacía unos cinco minutos más o menos. Y sí, esa era la razón por la que no estaba prestándole demasiada atención a Dexter esa tarde. Eso y puede que también el hecho de que había vuelto a soñar cosas poco decentes con el chico tatuado. No sabía de donde provenían esos sueños ni la razón de ellos, solo sucedían.
Esa vez era en el sofá, estábamos sentados viendo algo en la tele cuando de pronto comenzó a besarme y a tocarme. Todo me parecía tan real... Cuando desperté me lamenté por haberlo interrumpido y volví a darme placer pensando en el sueño. Todo eso me tenía inquieta y no tenía muy claro qué me ocurría. La escena se me venía en los momentos menos pensados y mis instintos sexuales se activaban. Volví a tocarme varias veces más las noches siguientes y debo admitir que me avergonzaba por ello. Estaba usando la imagen de Kilian para darme placer y en cierto modo no me parecía bien, pero mi cuerpo lo necesitaba.
¿Por qué no me pasaba eso con Dexter?
Estaba entusiasmada porque me había vuelto a invitar a tomar un café, en un lugar chulísimo del centro —y caro—, pero la conversación que Kilian y yo manteníamos de antes tenía mi atención por encima del semidios. Intenté centrarme, pero mi mente, sin intención alguna, se desviaba a la posible película que podríamos ver la tarde siguiente y que tantas ganas tenía de que llegase.
Kilian y yo volvimos a quedar para ver películas después de Acción de Gracias, además de las largas conversaciones que teníamos por mensajes. Me gustaba saber que podía hablar con él sin preocupaciones. Vi un par más de sus recomendaciones que me fascinaron mientras nos comíamos los aperitivos con alto contenido de calorías que yo misma había comprado, como quedamos que haría. Después de cada película, escribía allí mismo la reseña para que pudiera leerla y discutir sobre los puntos en los que coincidíamos o en los que discrepábamos. En una de esas discusiones, se me ocurrió mencionar una película a la que me había recordado la que estábamos viendo y me dijo que no la había visto. Ello me llevó a darme cuenta de que a él le faltaban muchas películas de este siglo por ver que merecían la pena.
Y eso era lo que estábamos decidiendo.
Effie:
Vale.
¿Pues que tal La Guerra de los Mundos?
¿La has visto?
AMO esa película.
Escribí rápido aprovechando que Dexter había recibido una llamada y su respuesta fue casi que inmediata:
Kilian:
¿La de 1953? Sí, la he visto.
Effie:
No, la de Steven Spielberg.
Kilian:
Ah, no.
Esa no.
Effie:
Pues me parece que ya tenemos ganadora
y encima creo que está en Netflix.
Dejé el móvil a un lado con una sonrisa. Me gustaba mucho ver películas con él, demasiado. Siempre afirmaba que era mejor verlas sola, pero de pronto eso cambió, algo que jamás esperé que sucediera. La última vez que nos vimos fue hace dos días y ya estaba ansiosa por volver.
—¿Qué te hace tanta gracia? —escuché la voz del semidios y entonces me di cuenta de que estaba de brazos cruzados, mirándome a través de sus gafas, acompañado de una sonrisa ladina. Ni siquiera me había dado cuenta de que había terminado la llamada.
—Nada en especial. —Le devolví la sonrisa—. ¿Era algo importante? —dije refiriéndome a la llamada.
—Tampoco era especial. —Levantó los hombros en señal de poca importancia y entonces centró su mirada en mí, y qué mirada. No sabía si dejarla ahí o bajarla hasta sus labios, los cuales se torcieron maliciosamente para decir con una voz ronca: — Tienes una sonrisa preciosa, no sé si lo sabías.
Dexter, el chico por el que llevaba suspirando años, me había hecho un cumplido con aquel aspecto tan apuesto. Nunca iba a acostumbrarme a que me los hiciera, lo normal siempre había sido que pasara de largo delante de mí. Le gustaba mi sonrisa, podía morir en paz. Y, aun así, no conseguía sustituir a Kilian por él en esa escena pecaminosa. No podía imaginarme a Dexter haciéndome esas cosas, ¿por qué?
Después de aquel maravilloso café, Dexter —más bien su chófer— me dejó en la puerta de mi casa, como siempre había hecho. Me despedí con una sonrisa y un "gracias por esta tarde". Tampoco hubo primer beso, pero me pareció verle distinto, como si mi compañía fuese más que de su agrado. De todas formas, me gustaba que fuésemos despacio, no hacía falta saltarnos a la boca a la primera de cambio.
En cuanto entré en mi habitación, me quité la chaqueta para después guardarla en el armario. Y para mi sorpresa, Lia había entrado para cuando cerré la puerta.
—¿Cómo ha ido con tu novio? —cuestionó con una sonrisa pícara. Se me hacía raro que hubiera tanta comunicación entre nosotras, pero a pesar de que nos habíamos peleado un par de veces en lo que llevábamos de tratado de paz, estaba encantada.
—No es mi novio, Lia. Qué más quisiera. Pero si lo dices tantas veces acabaré por creérmelo hasta yo. Los mellizos todavía lo creen por tu culpa.
—Esa fue una acción necesaria.
—¿Porque si no llegas a decirlo no me habrían devuelto lo vestidos? No necesitaba esa baza.
—No, porque necesitaba verlos muertos de envidia —admitió sin reparos, ahí noté lo diferentes que éramos. Digamos que a ella no le importaba ver el mundo arder mientras que yo hacía todo lo posible por estar tranquila y no molestar a nadie—. Y puede que no fuese necesario, pero a fin de cuentas fue un plus que te añadí. Seguro que ya no te ven con los mismos ojos, ahora saben que vuelves locos a los herederos de grandes empresas y ellos no. Es absurdo, pero así son.
Me resultaba alucinante que tuviera tan solo trece años.
—¿Ese era tu secreto para que llegasen a respetarte?
—En mi caso no fue un Dexter Lexington, pero sí el baile. Seguro que les encantaría haber aprendido algo con lo que ser el centro de atención. En serio, cada vez que alguien me pregunta por ello, ambos ponen esa cara, la de "¿por qué no hablan de mí?".
—Prefirieron optar por la táctica de la influencia que les ha generado su padrastro. Casi vomito cuando les escuché decir eso.
—Yo igual. No hay quien se lo crea, pero no te preocupes, dudo que puedan soportar tanta presión.
Ambas nos reímos a la vez y puede que estuviera mal hablar así, aunque fuese de esos dos, pero lo importante es que nos estábamos llevando bien, como cuando fuimos niñas. Me hizo unas cuantas preguntas más sobre como llegué a conocer a Dexter y el por qué no habíamos dado un paso aún. Todo fue genial hasta que mamá entró en la habitación con cara amargada y musitó "a cenar" para después marcharse escaleras abajo. Sé que no le había gustado demasiado nuestra repentina reconciliación por alguna razón, aunque Lia seguía siendo la misma con ella.
Para mí, eso era más que suficiente.
Había vendido todo lo que Kilian me había dado previamente durante la mañana, y por la tarde tendría que llevarle todo lo recaudado. Pero yo sabía que eso ya no era un inconveniente e ir a Brooklyn me hacía ilusión después de todo. Compré unas cuantas cosas para picar, si bien no iba estupenda de dinero, merecía la pena y él ya me había invitado a demasiadas cosas. Con mi bolso de tela negro bien cargado, subí las escaleras del edificio. Cuando me abrió la puerta, todo lo que hice fue sonreír y no supe muy bien por qué.
—¡Hola! —saludé con entusiasmo entrando en el interior del loft.
—Hola —lo escuché decir mientras cerraba la puerta a mi espalda, me había parecido un poco apagado su tono.
—Que ganas de que veamos esa peli. —Dejé el bolso sobre el sofá y comencé a sacar el sobre con el dinero y dejarlo sobre la mesita como siempre hacía—. La he visto muchas veces, pero nunca he hecho una reseña y estoy entusiasmada con...
—Tengo algo que decirte —interrumpió dejándome un poco preocupada, su expresión estaba más seria de lo normal.
—Ahm... vale. —Me senté en el sofá a su lado cuando él lo hizo para escuchar lo que fuese que tuviese que decirme y por su expresión, no parecía algo bueno, pero no imaginaba qué podía ser.
—Ayer estuve haciendo cuentas y...
—¿Y?
—Pues que ya me lo has devuelto todo. El dinero que me debías. Has acabado.
Silencio.
La sonrisa se me desvaneció y me desinflé como un globo.
Sus palabras me pillaron por sorpresa y lo sé, deberían haberme alegrado ciegamente por haber concluido con la tortura. Pero, aunque una parte de mí respiró con tranquilidad, la otra se vino abajo. Era libre, ya no iba a tener que pasarlo mal cada vez que vendía una de esas pastillas del demonio, temiendo ser pillada y encarcelada de por vida.
Pero, aun así, no me sentía plenamente bien y sabía por qué. Ello significaba que no había nada que me atara a Kilian y que por lo tanto no había razón alguna para verle más, lo cual sería lo correcto.
—¿Ya no te debo nada? —cuestioné solo para asegurarme.
—No.
Me sentó aún peor la confirmación. Me miré las manos inquietas mientras reunía aire por la nariz.
—Pero... hice los cálculos y aun me quedaban unos quinientos.
—Los hiciste mal. Con lo que traes hoy, has terminado.
¿Los había hecho mal? Lo calculé la semana anterior, claro que solo fue una estimación. Quizás me había faltado añadir la suma de algún día. De todas formas, no tenía por qué lamentarme por haber hecho mal las cuentas. Él decía que había acabado y así sería.
—¡Qué bien! —exclamé con una sonrisa en una falsa alegría.
—Sí y espero que no te entrometas más en este mundo.
—No, nunca. —Negué de inmediato y creo que fue lo único que dije con sinceridad.
Los dos nos sumimos en un silencio ensordecedor. Daba la impresión de que a ambos la noticia no nos había dejado un buen sabor de boca y no queríamos admitirlo. O al menos yo no quería hacerlo.
—Entonces... aquí se acaba todo.
—Sí —contestó en un tono grave.
Asentí despacio apretando los labios. Tenía claro que no quería despedirme de él para siempre, no quería hacerlo. Quería mantener el contacto y que hiciésemos algún plan de vez en cuando como hasta el momento. No podía seguir negándomelo a mí misma. Pero tampoco me atrevía a decírselo directamente porque si él no estaba interesado me destrozaría allí mismo.
—Supongo que estarás deseando deshacerte de mí por fin —conseguí decir en una sonrisa insegura, temiendo su respuesta.
—¿Y tú? ¿Lo estás deseando? —respondió finalmente tras unos largos segundos.
—Bueno... —Al principio sí, para qué nos íbamos a engañar. Pero de algún modo todo fue cambiando de forma gradual y de tener miedo, pasé a disfrutar de su compañía. Su mundo era diferente al mío, lo sabía, y nunca íbamos a ser compatibles. Aun así, había algo que nos unía—. Me gusta cuando vemos películas juntos. Así que supongo que no es lo que me gustaría —dije por lo bajo con sinceridad—. ¿Tú...?
—También me gusta —admitió sin pensárselo. El corazón saltó en mi pecho y tuve que reprimir la sonrisa.
—Podríamos seguir haciéndolo, ¿no?
—Podemos —dijo mostrándome una leve sonrisa que me removió todo por dentro.
Sonreí por fin alegre por la respuesta y sentí que pude respirar con tranquilidad. En ese instante sí que estaba contenta sabiendo que no tendría que volver a vender más drogas y además podía mantener las sesiones de cine con Kilian. Simplemente perfecto.
—En ese caso, ¿somos amigos? —formulé la pregunta solo por poder definirnos como algo más que conocidos.
—Sí, somos amigos —asintió risueño.
—Bien. —Le devolví la sonrisa y sus ojos volaron hacia mí para verla, provocando que mi rostro se tiñera de rojo de forma irremediable—. Voy a buscar la película.
Me hice con el mando como si ya fuese parte de esa casa y busqué la película mientras él guardaba el último sobre con dinero en alguna parte. Vi la película con más ánimo del que ya traía, disfrutando de las escenas, esperando reacciones de Kilian cuando las naves alienígenas apareciesen y dando comentarios sobre las maratones que Tom Cruise siempre se marca en sus películas. Dos horas fueron las que transcurrieron hasta que el filme concluyó y yo me dispuse a redactar la reseña.
Digamos que las cosas a partir de ese día fueron mucho mejor. Ya no tenía que preocuparme por seguir vendiendo y había encontrado un compañero cinéfilo como resultado de una tragedia. Quedamos un par de tardes más cuando él no tenía que estar vendiendo o gestionando sus asuntos. Podíamos ser amigos a pesar del mundo en el que se encontraba metido.
Pero, se suponía que con los amigos no se debería tener imaginaciones para más de dieciocho, no debería existir cierta tensión cuando rozamos levemente nuestras manos y tampoco tendría que fantasear con sus labios. En uno de mis desvelos me pregunté si sería ilegal permitirme probarlos, una suposición que no tenía pensado llevar a cabo salvo en mis sueños. Internet me informó de que no habría ningún problema, por lo visto la edad mínima era a los diecisiete en este estado.
Genial, encima tenía vía libre.
No, mis labios estaban reservados para un semidios y estaba segura de que ese acontecimiento llegaría en cualquier momento. Podía ser que en las vacaciones de Navidad se atreviera a pedirme una cita y entonces todo sucediera de una forma bonita e inolvidable. Sí, seguro que merecería la pena la espera.
Vimos "Vacaciones en Roma" un domingo por la tarde. Aquella película me encantó, no dejé de soltar comentarios entusiastas como "amo las películas donde uno de los dos es de la realeza o descendientes de algún alto cargo político", "me encantaría ser como Audrey Hepburn, es perfecta", "quiero una vespa" o "ojalá viajar a Roma". Y mientras Kilian se limitó a mirarme con una leve sonrisa.
Como siempre, después de la película me senté en el suelo sobre la alfombra, saqué mi diario de películas y los estuches para ponerme en marcha. No es que yo fuese demasiado ordenada, por ello ocupé toda la mesita con rotuladores desparramados por todos lados, pegatinas, entre otras cosas que utilizo para la decoración. El ambiente me parecía de lo más acogedor, Kilian puso su música y me sorprendió escuchar alguna que otra de hip-hop entre su estilo rockero. Me encontraba en calma y tranquilidad, mucho más que estando sola en mi habitación.
De vez en cuando desviaba la vista hacia Kilian, él estaba sentado en el sofá con una tablet y un lápiz en su mano derecha que garabateaba algo sobre la pantalla. Me preguntaba qué hacía tan concentrado, ya lo había visto antes haciendo lo mismo y por eso la curiosidad tomaba cada vez más fuerza.
Pensé en la vez que descubrió lo que escribía en mi diario y mi parte malévola quiso devolvérsela. Sonreí y arrastré el trasero por la alfombra hasta tener el sofá en mi costado izquierdo y la mesa en el otro. Desde abajo lo miré y pareció notarlo porque levantó la vista para mirarme.
—¿Qué? —cuestionó confuso.
—¿Qué haces? —devolví la cuestión.
—Cosas.
—Ya, bueno, todos hacemos cosas. Sé más específico —insistí.
—No es nada especial.
—Pero te veo tan concentrado que no parece que sea cualquier cosa.
—Es trabajo —sentenció para después seguir con su tarea.
No sé por qué, pero supe que mentía, supongo que el tono de voz cambió levemente.
—Soy tu amiga, puedes contármelo —volví a intentarlo, intentando sonar todo lo agradable posible.
—Vale. —Sonrió divertido, le había hecho gracia que usara nuestra nueva etiqueta para mi beneficio—. ¿Vas a usar siempre eso para chantajearme?
—Supongo que no. —Suspiré y me giré de nuevo hacia la mesa como si hubiese zanjado el tema y él continuó moviendo el lápiz sobre la pantalla. Entonces noté que había bajado la guardia, era el mejor momento—. Kilian. —Mi voz sonó sería y casi parecía que iba a contarle algo importante, por eso levantó la cabeza de inmediato centrando sus ojos en los míos.
No los retiré, comencé a acercarme a él poco a poco, poniéndome de rodillas y a punto de impulsarme. Entreabrió los labios y casi diría que se centró en los míos, bueno, casi no, los tenía puestos en los míos. Aquella sencilla acción había despertado todo mi cuerpo, el calor me inundó comenzando desde abajo y el corazón bombeaba sangre sin freno. Lo tenía cerca, demasiado, y solo con eso reaccioné de tal forma.
Y sí, por un instante me imaginé desviándome de mi plan para darle un beso, pero solo me tomó dos segundos centrarme de nuevo. Fue el mejor momento para la venganza, arrebatándole la tablet de sus manos en un gesto rápido que lo pilló por sorpresa. Me senté en el otro extremo del sofá para que no me pillara de inmediato, y para su mala suerte, antes de que me la intentase si quiera quitar de las manos, ya había visto lo que había en ella.
Y, joder. Joder.
Era un dibujo, y muy realista, debo añadir. Observé medio rostro de una mujer tras un cristal roto. El ojo de esta era lo más llamativo, con un brillo peculiar que lo hacía aún más realista. Estaba dándole sombras, pues había una parte que aún estaba sin acabar, y aun así me parecía majestuoso.
—¿Esto lo has hecho tú? —comenté después de mi asombro, ya sabía que sí. Aun así, esperé a la afirmación que hizo con un gesto de cabeza. Quizás de todas las cosas que podría haber imaginado encontrarme, esa fue la que más me pilló por sorpresa—. Kilian... esto es increíble.
—Gracias. —Casi podría decir que se le subieron los colores, ¿acaso era algo para avergonzarse? ¿Para ocultarlo?
—Joder, no había conocido a nadie que dibujara así.
—No te queda bien decir tacos —se burló con una sonrisa ladina.
—¡No intentes desviar el tema! Dios, es que... ¡es una pasada! ¿Qué haces con los dibujos? ¿Los vendes? ¿Los subes a internet? ¿Haces comisiones?
—Nada.
—¿¡Cómo que nada!? —exclamé abriendo la boca en forma de O y arrugando el entrecejo—. ¿Ni si quiera los publicas en algún sitio?
—No.
—¿Y me recriminas a mí que no lo haga con mis reseñas? Esto es mucho mejor que lo que hago yo.
—De eso nada, no soy mejor. Cada uno es bueno en lo suyo y ya.
—¿Dónde aprendiste? —De pronto se me ocurrían demasiadas preguntas que hacerle, quería saberlo todo.
—Soy autodidacta. Llevo dibujando desde que tengo uso de razón.
—Cuánto te envidio, ojalá saber dibujar tan bien. —Devolví la vista a la pantalla—. Ahora en serio, tendrías que aprovechar este talento.
—Es solo un hobby —dijo restándole importancia.
—Lo mío es un hobby, eso podría ser un trabajo. En el que disfrutarías, además.
—Bueno... —Parecía pensativo, me dio la sensación de quería decir algo que no solía contar a nadie, desviando la vista hacia sus manos las cuales había reposado sobre sus piernas. Dejé la tablet en la mesita junto a mis cosas y lo busqué con la mirada. Quería hacerle saber que podía decirme lo que fuese, después de todo ya había escuchado todos mis problemas y pretendía devolverle el favor—. La verdad es que me gustaría ser tatuador.
—¡Oh! Tiene sentido. —Me vino a la mente la imagen de él, con su aspecto, sus tatuajes, sentado en uno de esos taburetes frente a una camilla tatuando la espalda de otra persona. Así descubrí que eso despertaba algo en mí totalmente inesperado. Tragué saliva intentando calmar lo que fuese que se había creado en el vientre bajo. «Mierda, voy a perder la cabeza», pensé—. ¿Y no lo vas a hacer?
—Necesitaría la mayor parte del día y no tengo tiempo con lo mío.
—Pues es una pena, creo que serías muy bueno y sé que disfrutarías bastante. ¿No has pensado dejar tu labor por las ilegalidades y dedicarte de lleno a ello?
Soltó una risa nasal que no esperaba.
—No es tan fácil como decir "me voy" y ya.
«Vale, eso también tiene sentido.»
—¿Cómo acabaste vendiendo drogas? —La pregunta abandonó mis labios casi sin pensarlo y me arrepentí al instante. Estuve a punto de decirle que no tenía que contestar cuando lo hizo.
—Circunstancias de la vida. Yo no lo elegí y no me quedó más remedio —sentenció con una expresión seria y un tono de desagrado, estaba claro que el tema le incomodaba y por esa razón no insistí.
—Ahm... Aun así, creo que podrías intentarlo, lo de ser tatuador.
—Mira, gracias por los ánimos, pero creo que eso es solo un sueño frustrado. Quizás si las cosas hubieran salido diferentes, ahora mismo estaría en un estudio tatuando, pero no es así por lo que es mejor que lo dejemos en un "me gustaría", sabiendo que nunca va a ocurrir.
—Eso no lo sabes —rechisté sin pensarlo demasiado. Apreté los labios cuando me miró, comprendí que era posible que estuviese tocando un tema delicado para él y que quizás lo hubiese estado intentando hasta que tuvo que ponerse a vender en la calle.
De igual forma, esperé su respuesta, una en la que probablemente me mandase a la mierda. Aunque nos lleváramos bien, seguía siendo ese chico que tanto pavor me daba y es que, con todo ese aspecto y esa expresión tan seria, cualquiera se haría pequeño a su lado.
Se movió del sofá sin desviar la vista, centrándose en el iris de mis ojos. Se me pasó de todo por la mente, algo me devolvió a aquella vez que lo vi esperándome en la entrada del instituto por primera vez. Tan imponente que se te erizaba la piel, justo como estaba ocurriendo en ese momento. Pero a diferencia de ese día, no era miedo lo que padecía, sino, nervios, excitación, exaltación... Yo que sé, me quedé sin respiración y también le miré a los ojos. Estábamos muy cerca, justo como el día de la discoteca, cuando casi... casi nos besamos. ¿Iba a besarme? ¿Era otro intento? Sabía que no podía serlo, aquel mismo día me hizo saber que era yo quien iba a decidirlo, y no lo había hecho. ¿O sí? ¿Lo había hecho con la mirada sin darme cuenta?
Rozó sus piernas con las mías y su brazo tatuado fue a parar al respaldo del sofá que casualmente estaba a mi izquierda por la posición en la que estaba sentada. ¿Que qué hacia mientras su otro bazo? Subir, subió hasta que su mano estaba a la altura de mi rostro y no caviló en si rozarlo o no, lo hizo sin más. Me acunó y me paralizó, como si tuviera ese poder con solo tocar la piel de otra persona. Estuve atenta a cada acción que pudiera hacer a continuación, por si se le ocurría que juntáramos los labios. Por eso los miré y creo que eso llamó su atención porque los relamió para después centrarse también en los míos.
Entonces, como si jugáramos al ajedrez, decidió mover su pulgar tatuado. Lo arrastró desde la piel de mi mejilla hasta tocar el labio inferior. Los entreabrí involuntariamente, abriéndome a lo que quisiera. Lo paseó de un lado a otro y luego decidió desfilar por el superior repitiendo la acción. Fue la segunda vez que ocurría aquello y estaba concentrado, con las pupilas dilatadas en deseo. Respiré como pude y el aire que desprendía mi boca iba a chocar contra su piel. El pulso me iba a mil. Pero supe que no iba a besarme, que algo lo contenía por la forma en la que apretaba sus labios. Ahí fue cuando metí su dedo en mi boca, justo como él hizo conmigo, devolviéndole aquel momento.
Un estallido de excitación nos embriagó a ambos.
Cambió su expresión de forma gradual, estaba asombrado. No esperaba que fuese a suceder eso y siendo sincera yo tampoco lo hacía. Lo miré a los ojos mientras me arrastraba por su piel hasta asegurarme de que lo tenía todo dentro y entonces reculé con lentitud, deleitándome con el sabor salado de su piel. Él también abrió los labios, le estaba encantando y no se perdía nada del espectáculo que me había montado yo solita. Hice que mis labios lo recorrieran con una sensualidad que no supe de donde saqué y volví a metérmelo cuando llegué al final con la diferencia de que comencé a succionar.
Su pecho subía y bajaba, solo se escuchaba su respiración agitada en toda la estancia. No sabía qué hacía, pero al parecer lo hacía bien y le estaba gustado bastante, como a mí. Lo hice un par de veces más y pronto noté que ya estaba comenzando a sentir humedad en mis braguitas.
La burbuja explotó cuando algo sonó y vibró al mismo tiempo despertándonos del trance en el que nos habíamos metido. Kilian parpadeó varias veces y poco a poco fue sacando el dedo de mi boca con cierto pesar. Era su teléfono el que lo reclamaba y no le estaba haciendo ninguna gracia.
Cuando se levantó para buscarlo, respiré profundamente. Estaba acalorada y convulsiva.
«¿Qué acaba de pasar? ¿Ha sido real? ¿He hecho yo eso?»
Pensé en todas las cuestiones que existían para poder explicármelo y ninguna me daba una respuesta clara. Fue como si mi cuerpo lo buscara, como si lo único que quisiera era tocarle de algún modo y solo se activaba en el momento en el que decidía acercarse o tocarme.
La respuesta real era que él me gustaba y lo deseaba. Por eso lo había hecho. Y también me había gustado aquel momento.
Al menos hasta que terminó. Entonces me sentí avergonzada, como si hubiese realizado un acto sucio.
—¿Qué? —respondió con un tono hostil a quien quiera que le hubiese llamado. Estaba con el aparato en la oreja mientras miraba por los ventanales, dándome la espalda. Me pregunté si a él también le avergonzaría, aun con su dedo envuelto en mi saliva recordándole lo que acababa de suceder entre nosotros una vez más—. No me jodas. —Elevó el tono de voz alertándome, abrí aún más los ojos y comencé a seguir cada paso que daba—. Me cago en la puta... Vale.
Colgó y se giró centrándose en mí. Su determinación me asustó, y más cuando empezó a recoger lo que tenía sobre la mesa para meterlo en mi bolso, mis estuches, mis rotuladores, todo.
—¿Qué... qué pasa? —me atreví a preguntar intentando ayudarle sin entender lo que estaba sucediendo.
—Effie. —Dejó de meter cosas en mi bolso como si no hubiese caído en que seguía allí, se acercó a mí y envolvió mi rostro con sus manos obligándome a mirarlo—. No te asustes, pero tienes que hacer lo que te diga. ¿Vale? —Asentí completamente asustada.
—P-pero...
—Vas a coger tus cosas y te vas a meter en el baño con la puerta cerrada. Necesito que no hagas ningún ruido. Toma. —Me dio el bolso que agarré con mis temblorosas manos—. Vamos, rápido.
Todo sucedió rápido. Me agarró de la muñeca y me guio hasta el baño, mientras mis pies a duras penas recordaban cómo caminar. Ya no podía tranquilizarme, y los latidos me rebotaban en la cabeza martirizándome.
«¿Qué está pasando?»
Una vez estuve dentro del baño me pidió que no encendiera la luz y yo solo pude asentir sin saber bien cómo responder y reaccionar, no estaba entendiendo nada, pero sabía que no podía ser nada bueno por cómo había reaccionado. Entonces llamaron a la puerta.
—Effie, no hagas ruido. Voy a cerrar la puerta, quédate aquí hasta que te abra, ¿de acuerdo? No pasará nada si haces lo que te digo.
—Vale —susurré.
La oscuridad me envolvió cuando la cerró y llamaron de nuevo a la puerta de forma más insistente. Pensé que debía de tratarse de alguien de importancia en el mundo en el que Kilian se movía, alguien que haría preguntas si me veía allí. Y si estaba presente delante de una conversación de negocios, me estaría implicando sin quererlo, sabría información probablemente confidencial y alguien podría querer matarme por ello.
«Ay, Dios. Respira, Effie.»
Estática me quedé escuchando, agudizando por completo mi sentido. Kilian abrió la puerta y la voz de una mujer fue lo primero que se escuchó.
—¡Por fin! Ya pensaba que no estarías. —Era una voz algo rota, quizás por fumar demasiado a lo largo de su vida y proveniente de alguien de unos cincuenta largos.
—Perdonad, me había quedado dormido por un momento. Pasad.
«¿En plural? ¿Eran dos o más?»
—Yowarski os tiene a buen recaudo, bonita casa —fue la voz de un hombre esa vez.
—Gracias —dijo Kilian para después cerrar la puerta. Dieron unos cuantos pasos hasta que se detuvieron, quizás se habían sentado en el sofá—. No os esperaba hoy.
—Ya, lo sentimos, estábamos por la zona y pensamos en hacerte una visita sin avisar. Suerte que te hemos encontrado —contestó la mujer.
—Queríamos saber cómo iba nuestro asunto, dado el retraso queremos asegurarnos de que puedes mantener tu palabra. —El hombre hablaba con elegancia, todo lo contrario, a Kilian.
—Ya dije que lo tenía bajo control. Todo sigue en pie.
—¿No existen inconvenientes? —Imaginé que la mujer levantó una ceja por el tono de su voz.
—No. No creo que los haya. —Kilian está tenso, quizá porque sabía que estaba en el baño escuchándolo todo, cosas que no eran de mi incumbencia—. ¿Se sabe algo de cuándo será la entrega?
«La entrega. Otra vez eso, lo había olvidado.»
Era un tema que dejé atrás cuando decidí que no merecía la pena delatarlo ante las autoridades. Pero, aun así, sentí curiosidad por esa entrega. Parecía ser algo importante, lo más probable es que fuese un cargamento bastante grande, de esos que la DEA destapa en el intercambio. No pude evitar pensar en lo que pasaría con Kilian si lo detuvieran, podría ir a la cárcel durante bastante tiempo si eso ocurriese.
Cada vez me estaba arrepintiendo más de estar escuchando algo así.
—No. Aun no se sabe nada, podría ser en cualquier momento, solo os pedimos que estéis preparados.
—Lo estaremos —respondió Kilian con seguridad.
—Así me gusta. —La mujer parecía orgullosa con su afirmación y añadió: — Sabía que podía contar con vosotros.
Hubo un silencio durante unos instantes y entonces volvieron a escucharse pasos, pero para mi desgracia, estaban cerca del baño en el que me encontraba oculta.
—Si ocurriese algo, comunícanoslo de inmediato —continuó hablando el hombre—. Pensaremos en otras opciones.
—No será necesario, al menos eso espero. Pero lo haré.
Lo único que podía ver era la luz que se colaba alrededor de la puerta, ahí fue cuando vi las sombras de los zapatos de la mujer, por el sonido sabía que iba entaconada. Dejé de respirar por si se me escuchaba.
—Te dejaría usarlo, pero está estropeado. Las cañerías dan pena en este edificio. Puedes ir arriba si quieres.
La voz de Kilian fue mi aliada y supe que no iba a dejar que me viesen, pero aun así no estaba tranquila. Él supo mantener la calma, diciéndolo de la forma más casual posible.
—No te preocupes —dijo ella volviendo a caminar y alejándose de mí—. Me temo que debemos marcharnos ya, aún tenemos asuntos que zanjar por Nueva York.
—Gracias por la información y por tu gran labor. Te mantendremos al corriente de las actualizaciones. —El hombre también pareció levantarse. Había algo en su voz que me resultaba familiar, como si la hubiese escuchado antes pero no sabía dónde.
Kilian no dijo mucho más antes de escuchar la puerta, indicándome que se habían marchado. Aún no me había dado una señal para que saliera, supuse que era mejor esperar unos minutos por si volvían. Unos momentos después, me encandilé con la luz cuando me liberó del baño. Salí de allí aferrándome el bolso al pecho, con el susto aun en mi cuerpo.
—¿Estás bien? —cuestionó más bien por romper el silencio. Levanté la vista y lo encaré.
—Sí. Deben de ser personas peligrosas.
—Tienen bastante poder, y es mejor que no sepan de tu existencia aquí.
Alineé los labios bajando la vista y suspiré terminando de calmarme. No iba a realizar más preguntas al respecto, sabía que no iba a contestarme más de lo que ya lo había hecho. No eran mis asuntos y después de lo que ya experimenté, había escarmentado y aprendido.
Entonces volvió la sensación de su dedo en el interior de mi boca recordándome lo que habíamos pasado hacía unos minutos. No imaginaba qué hubiese ocurrido de no ser por la llamada. Quizás habríamos pasado a otras acciones porque así lo pintaba. Kilian despertaba todo los oscuro que había en mí y por esa razón no dejaba de soñar y tocarme pensando en él.
Ya no podía mirarlo sin sonrojarme, la situación se estaba poniendo tensa por momentos y sé que ambos lo notamos.
—Es tarde... —murmuré—. Debo irme.
—¿Quieres que te lleve?
—No importa. Está atardeciendo, no corro peligro —sonreí para restarle importancia a todo.
Asintió algo inseguro, pero segundos después nos despedimos en la puerta.
Me fui de allí aquella noche con la cabeza a punto de estallar. Probablemente con más imágenes con las que fantasear, con la idea de que debía tener cuidado cuando iba con Kilian y habiendo descubierto algo nuevo sobre él. No tenía ni idea de a donde iba a parar nuestra nueva relación, su duraría o no, pero lo que sí tenía claro es que estaba dispuesta a dejarme llevar.
UUHHHH
Vale, vale, Effie, estaremos atentass😶🌫️
¿Qué os parece todo?😏
Sabemos más cositas de Kilian, buenas y no tan buenas porque al final sigue siendo un delincuente.
Y ellos siguen teniendo esa tensión que... bueno... 🥵
El siguiente capítulo tengo parte escrito ya, pero debo pensar en la otra parte y creo que va a gustar😗
Ojalá que me de un punto de super inspiración, pero el calor me lo impide muchas veces.
Gracias por leerme y estar aquí🥰🥰
Muchos beshitooosss😘😘😘
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