15
ᴏɴᴇ ᴋɪꜱꜱ ɪꜱ ᴀʟʟ ɪᴛ ᴛᴀᴋᴇꜱ ꜰᴀʟʟɪɴ' ɪɴ ʟᴏᴠᴇ ᴡɪᴛʜ ᴍᴇ
Era sábado por la noche y no era uno como otro cualquiera en mi vida. Dexter nos había invitado a mí y a Cailin a asistir a un club prestigioso de Manhattan. Dudaba que dejasen entrar a menores en condiciones normales, pero el peso de un apellido era mucho más importante que dejar entrar a unos adolescentes para que se emborracharan.
Estaba nerviosa, y Cailin por alguna razón también lo estaba. Yo solo podía pensar en mi objetivo de la noche, ese al que me comprometí: Iba a besar a Dexter. E iba a ser mi primer beso, por eso estaba nerviosa sin duda alguna.
Me había quedado en casa de los Lockwood para poder vestirnos y asistir juntas. Seleccioné un vestido corto de la marca Lexington de los que Dexter me había enviado. Este recordaba a la medianoche con su color azul marino y los destellos que inmortalizaban a las estrellas. Carecía de mangas con unos tirantes finos, un escote corazón con detalles de volantes transparentes bajo las axilas y la espalda ligeramente descubierta. El cuerpo del vestido constaba de un forro levemente ajustado que realzaba la figura y sobre el que descansaba una tela translúcida dotando de una textura arrugada y ligera además de las lentejuelas que aportaban el brillo. Un diseño sin duda elegante combinando elementos clásicos y modernos, algo propio de la moda Lexington.
Había traído unos zapatos de tacón plateados mientras que Cailin me había enjoyado con un collar y pendientes a juego, además de un bolso. Mi amiga, por otro lado, había escogido un vestido corto negro, de tirantes y repleto de lentejuelas que terminaban en plumas. Lo había creado un diseñador muy aclamado y era precioso. Ella se ofreció a maquillarme, había estado practicando y estaba ilusionada por enseñarme lo que había aprendido.
Della, la ama de llaves de la familia, entró en la habitación preparada para hacerme un peinado de los suyos, siempre me había gustado cómo lo hacía. Me hizo una coleta baja de lo más sofisticada y perfecta para el vestido, esa mujer tenía un ojo estupendo.
Por último, cogí un pintalabios rojo pasión de Cailin y me los pinté mirándome en el espejo mientras ella se maquillaba. Desde su fiesta de cumpleaños, había decidido que ese era mi color y quería marcar los labios de Dexter con él.
—Por cierto, no me contaste quién era el del desodorante —habló Cailin delineándose el ojo con una brocha fina.
—Oh... Eso. —Pensé que ya lo había olvidado, así que me había pillado por sorpresa. Junté mis labios para distribuir mejor el color y cerré el pintalabios conforme.
—Sí... —insistió con una sonrisa pilla a través del espejo—. Vamos, dímelo.
—Pues era de Kilian —confesé.
—¿¡Del traficante!? —Borró la sonrisa y cambió la expresión a una mezcla de asombro y preocupación—. ¿Y por qué tuviste que ponerte su desodorante si puede saberse?
—Tuve que dormir en su apartamento.
—¿¡Qué!? ¿Y cómo no me lo has contado? —continuó hablándome en el reflejo del espejo—. ¿Te retuvo allí? Podría haber ido a por ti y lo sabes.
—No tuvo que retenerme, era tarde y no me pareció mala idea.
—¿Qué no te...? —suspiró—. ¿Estamos hablando del mismo tío? Ya sabes, ese que vende drogas, que te amenazó de muerte y te obliga a hacer cosas que no quieres.
—Si te digo la verdad... —Apreté los labios pensativa—. No sé dónde está ese del que hablas ahora mismo.
—¿Qué quieres decir?
—Desde que me llevó a mi casa tras esa fiesta y que me perdonara por perder las pastillas dejó de tratarme así. Cambió su actitud conmigo y ahora... es distinto.
—Eso no suena nada bien.
Decirlo en voz alta hacía que sonara mal desde luego. Ella vio y sintió mi angustia cuando él estaba cerca, cuando estuve en el suelo del baño del Wonder reuniendo las pastillas que se me habían caído y cuando las perdí en el instituto. Era normal que sospechara de un cambio repentino, ni siquiera yo sabía a qué se debía y si era real después de todo.
—¿Y a qué suena entonces?
—A intereses. —Se giró en el asiento para mirarme directamente—. No sé, nadie cambia de la noche a la mañana salvo si es por un interés concreto. Quiere algo de ti y solo lo va a conseguir si os lleváis bien.
—¿Y qué puede querer de mí? No tengo nada que le interese y tampoco creo que sea esa la razón. No sé cómo explicarlo, pero considero que se está mostrando al natural.
—¿Me estás diciendo que antes era todo un papel?
—No un papel, pero sí la actitud que tienes que sacar si estás dentro de un mundo donde cualquiera puede aprovecharse de ti, engañarte, intentar quedar por encima y, sobre todo, donde se mueve tanto dinero.
Cailin volvió su cuerpo al espejo de nuevo, pero no continuó con su tarea, más bien parecía estar sopesando mis palabras.
—Puede ser. Aun así, pienso que hay algo detrás, ¿no has investigado más? Por si encontrabas más pruebas de lo que hace y sobre lo que me mencionaste, "la entrega".
—No. No he tenido ocasión.
Por no decir que ni siquiera me interesaba ya desmantelar lo que fuese que hiciera, pero temía la reacción de Cailin, ella no había pasado tiempo con él y no lo conocía. Ni siquiera yo lo hacía, pero esos pequeños momentos con él me demostraron que podía ser alguien normal después de todo y no un narcotraficante de esos que aparecen en las películas. Y mejor no hablemos de mi fantasía de la otra noche.
—Considero que deberías buscar algo, solo por si acaso.
—¿Por si acaso?
—Sí, puede que ahora se muestre bien contigo, pero podría ser una fachada para después hacer algo, no sé... Lo mejor es que guardes un as bajo la manga por si la cosa se complica hasta que le devuelvas el dinero.
—Lo tendré en cuenta —murmuré dejando su pintalabios en su lugar.
—Bueno, ¿y qué hiciste en su apartamento?
—Dormir —contesté con rapidez como si ella hubiese estado imaginando algo más, pero eso solo ocurría en mi cabeza.
—¿Sólo? Ambas sabemos que lo de dormir no es exactamente lo tuyo.
—A ver, cenamos pizza, me dejó darme una ducha y después nos fuimos a dormir. Dormí en su sofá, bueno, lo que duré. En mi desvelo, él también se despertó y vimos una película.
—Vaya, pues sí que le has cogido confianza.
—No es que vaya por su casa como si fuese la mía y cuando hablamos, es fácil. Descubrimos que a ambos nos apasionan las películas. —Levanté los hombros restándole importancia, aunque para mí sí que la tuvo.
—No imaginaba que fuese de los que se tiran en el sofá a ver películas. Más bien parece de los que se meten rayas de coca y se acuestan con cualquiera que se le insinúe.
—Ya, yo tampoco lo imaginaba...
Cailin dejó la conversación a un lado para continuar con su maquillaje mientras yo no dejaba de pensar en todo lo que había estado viviendo desde que él apareció en mi vida. Cuando puso el cuchillo en mi cuello, cuando me contó todo lo que sabía de mí, el terror que sentí al tener que vender drogas —y del que aún temía—, lo descompuesta que me dejaba cada vez que aparecía en la puerta del instituto. Cuando lo vi liarse con esas chicas, las tardes ayudándole a preparar sobres, cómo casi sufrí un paro cardiaco cuando se me cayeron las pastillas en la fiesta y cuando las perdí en el instituto. Cómo pareció sentir pena por mí en la fiesta en el Hudson y cuando me perdonó que perdiera las pastillas. Cómo lo vi dispuesto a dejarse pegar por mí, lo vulnerable y débil que se veía cuando le curé las heridas, sus labios sobre mi dedo, la forma en la que me miraba en el sofá de madrugada y los ratos cinéfilos mientras comíamos golosinas.
¿Cómo habíamos pasado del principio al presente? No tenía ni idea, pero quizás los últimos acontecimientos habían opacado un poco nuestros comienzos y al menos así no me sentía al lado de un tigre a punto de comerme cada vez que requería de mi presencia.
Tampoco podía negar que Kilian generaba algo en mí completamente inesperado e involuntario. Cuando lo miré con otros ojos me había atraído físicamente, pero esos momentos de cercanía que me incendiaban por dentro eran otra cosa sin duda. Me masturbé pensando en él y por un lado me dejó satisfecha, pero por el otro... no me sentía bien. Era como si hubiese hecho algo malo.
Me hubiese gustado hablar de aquello con Cailin, pero en vista de lo que pensaba de él, no pensé que fuese una buena idea. Aun así, sentía la necesidad de contarle algo al respecto y estaba preparada para afirmarlo:
—Me gusta.
—¿Qué? —cuestionó Cailin liada con el colorete—. ¿El maquillaje?
—No, Kilian.
—¿¡Que qué!? —alucinó volviéndose a girar hacia mí con los ojos bien abiertos. Me había sentado a los pies de su cama tras ella—. Espera, ¿dices que el chico que te tiene agarrada trabajando para él vendiendo de esas mierdas te gusta? A eso se le llama síndrome de Estocolmo.
—No es síndrome de Estocolmo, que yo sepa no me tiene encerrada en su sótano.
—Bueno, pero es un sótano metafórico. Porque al final te obliga a hacerlo y es como estar encerrada.
—¡No exageres! Le estoy devolviendo lo que le hice perder y ya. Además, solo he dicho que me parece guapo, no que me haya enamorado de él.
—Has dicho que te gusta.
—Bueno, sí, me gusta porque me parece guapo.
—Pero, ¿y Dexter?
—Cailin, que solo me parece guapo. No va a reemplazar lo que siento por Dexter. ¿O es que a ti no te parecen guapos varios de los del equipo de lacrosse?
—Claro que sí, ¡pero es que tú has dicho que te gusta!
—¡Ay, Dios! Vale, pues solo me parece guapo. Ya está.
No puedo decir que se quedó conforme con mi respuesta, pero al menos me quedó claro que no podía contarle más que eso por el momento.
Llegamos al club donde dejamos los abrigos en el recibidor. Había bastante ambiente, un lugar oscuro pero repleto de luces por todos lados que parpadeaban o se movían con la música que el DJ estaba pinchando. Había personas bailando en la pista, de pie hablando como podían con una copa en la mano o sentados en los sofás de los rincones y otros en la barra pidiendo. Cailin agarró mi mano y me llevó a través del lugar hasta las escaleras que llevaban a la zona VIP en la planta de arriba.
Dediqué un segundo para recorrer las escaleras y entender que la parte de arriba estaba abierta y podían ver a los que bailaban abajo. Allí ya estaba Dexter, me lo escribió antes de llegar. Cailin se encargó de hablar con el que custodiaba las escaleras acercándose a su oído. Este asintió y nos dejó pasar.
Ya estaba sintiendo los nervios aumentar a medida que ascendíamos, no podía esperar para verlo, pero sobre todo pensaba en el beso. En cómo sería, cuándo sería y cómo me lanzaría.
Una vez llegamos a la segunda planta, vi que había varios reservados y bastantes personas en cada uno de ellos, quienes celebraban con copas o incluso, bebían directamente de una botella que de seguro costaba cientos de dólares. La música vibraba bajo mis pies y si asomaba la cabeza por encima de la barandilla, podía ver las caras sonrientes de las personas que bailaban abajo iluminadas por las luces estrambóticas. Ahí comencé a sentirme fuera de lugar, no me sentía bien al verme en la zona VIP cuando el resto bailaba abajo, yo pertenecía a ese resto. Sin embargo, que Cailin me diera la mano para dirigir el camino, borró ese sentimiento de culpa sin sentido y me centré en buscar con la mirada a mi semidios.
Finalmente llegamos a la zona reservada correcta reconociendo a los amigos de Dexter. Los saludamos a todos, Cailin fue más efusiva mientras que yo solo intentaba encontrarlo a él.
Un brazo se coló por mi vientre desde atrás y me atrajo a un cuerpo por mi espalda. Se me cortó por completo la respiración al escuchar su voz en mi oído:
—¿Me buscabas?
Sonreí y me giré para poder verle. Estábamos muy cerca. Las mariposas estaban revoloteando la mar de contentas, jamás me habría imaginado a mí misma en esa situación cuando comencé el curso.
—Hola —saludé manteniendo la sonrisa, provocando que él me dedicara una también. Fue amplia y genuina, iluminando su rostro.
—Hola, Effie.
Su presencia no pasaba desapercibida, por lo menos para mí. Se notaba que su familia se dedicaba al mundo de la moda por su magistral forma de vestir. Y, aun así, su postura no era arrogante, sino que daba un aire de confianza. Llevaba una camisa oscura con los botones bien ajustados y unos pantalones que realzaban su figura.
—Me alegro de que hayas venido —continuó hablando mientras su brazo pasó a reposar sobre la parte baja de mi espalda. Me había hipnotizado por completo y el resto me daba igual, solo podía estar allí con él.
—Yo también —confesé comenzando a ruborizarme y mirándole al detalle. No llevaba sus gafas y por esa razón sentía que podía ver a través de mí con sus ojos.
Cailin se acercó a saludarlo y el resto se hizo un corro a nuestro alrededor. Dexter no apartó su brazo de mí manteniéndome a su lado y apenas pude centrarme en lo que hablaban. Después nos sentamos en los asientos que tenían reservados con una mesa baja en el centro. Habían pedido varias botellas que se conservaban en hielo y varios vasos alrededor. Dexter me rellenó un vaso de tubo con algo que desconocía pero que no sabía mal y allí pasamos alrededor de una hora. Nos movimos por la zona, bailamos y reímos con el resto. Me sentía bien alrededor de sus amigos, aunque todavía me costaba aprenderme sus nombres, pero no importaba porque ya iban demasiado embriagados como para que les importara. Cailin también lo pasaba bien y casi diría que uno de los amigos de Dexter estaba interesado en ella.
Cuando decidieron entre todos ir a la pista de baile, comencé a moverme con ellos, pero entonces Dexter hizo algo inesperado: tiró de mi mano evitando que continuara caminando, devolviéndome a su lado. Aun sin soltarla, me guio de vuelta a los sofás que prometían intimidad al encontrarse vacíos.
—Así podemos pasar un rato a solas —confesó sentándose a mi lado. Levantó el brazo por encima de mí y casi morí al pensar que iría a colocarlo sobre mis hombros, pero finalmente lo dejó reposar sobre el respaldo del sofá.
Asentí encogiéndome en el asiento con una sonrisa tímida y agradeciendo a los dioses por la oportunidad perfecta para que sucediera el tan esperado primer beso. Porque sí, aquel momento lo gritaba bien fuerte. Estábamos a solas en aquel reservado, el resto estaba bailando y bebiendo, la música sonaba en un segundo plano porque su voz lo era todo para mí en ese momento. Dexter no dejaba de mirarme y a mí me zumbaba el pulso.
—¿Habías venido aquí antes? —comenzó Dexter con más intención de relajarme que por conocer la respuesta, o eso me había parecido.
—No, es la primera vez. No son lugares para alguien como yo.
—¿Qué quieres decir?
—Bueno, no tengo el mismo nivel adquisitivo ni la misma vida que las personas que vienen a este lugar.
—Alguien como yo. —No me quedó otra que asentir apretando los labios—. Pero estas aquí —dijo como si lo demás ya no importara.
—He tenido un poco de ayuda.
—Entonces, ¿qué te parece el lugar?
—Es genial, hay bastante gente y la música no está nada mal.
—¿Y de mí? ¿Qué piensas? —pronunció de una forma arrebatadora y demasiado sensual para mi estabilidad.
«Por los dioses.»
Dexter se centró en mis labios mientras se fue acercando cada vez más a mí. Puede que él también hubiera planeado besarme aquella noche. Me estaba costando bastante pensar una respuesta y tuve que tragar saliva para mantenerme entera.
—Mucho más que eso... —murmuré y desconocía si lo había escuchado, tampoco me importó cuando también me desvié a sus labios deseando conocer su sabor.
Era real, el momento iba a llegar de una vez por todas y no tenía ni idea de cómo hacerlo, pero quería que sucediera y tenía a la persona que siempre había soñado para ello. Dexter ya estaba inclinándose hacia mí desvaneciéndose la distancia entre nosotros. Cerré los ojos instintivamente y el mundo se redujo a la sensación de su aliento junto al mío.
—¡Effie!
El grito de Cailin nos asustó a ambos cuando estábamos a punto de rozar los labios, rompiendo el hechizo antes de que sucediera. Cerré los ojos con fuerza y me aparté de su lado, apenas atreviéndome a mirarlo sin avergonzarme. Cailin, por su parte, se dio cuenta de lo que estaba sucediendo cuando decidió entrar en escena con algo aparentemente urgente por su tono, y se llevó las manos a la boca con los ojos bien abiertos.
—Iré a ver cómo están los chicos y ahora vuelvo —informó Dexter para mí antes de sonreírme y levantarse de mi lado.
«Puede que este no haya sido el momento que el destino tenía preparado para mí, quizás lo sea cuando él regrese.»
Me dije para mí misma intentando recomponerme.
Suspiré e hice lo mismo para dirigirme a mi amiga, que parecía haber asesinado a alguien sin intención. Sonreí para tranquilizarla, pero no fue suficiente.
—Ay Dios... Acabo de interrumpir un beso, ¿verdad? ¡Dime que no he interrumpido tu primer beso!
—No pasa nada —dije con sinceridad. No quería que se sintiera mal, tampoco podía saberlo.
—Soy horrible, te juro que no era mi intención.
—Cailin, lo sé, te he dicho que no pasa nada. ¿Qué es lo que venías a decirme con tanta urgencia?
Bajó las manos y su expresión cambió de angustia a preocupación cuando recordó la verdadera razón por la que había acudido a mí.
—Kilian está aquí —anunció con seriedad.
—¿Qué? —pregunté asombrada, no esperaba encontrarlo allí aquella noche—. ¿Dónde?
Sentí una mezcla de emociones que ni yo misma sabía ordenar; me alegraba saber que estaba en el mismo lugar que yo, pero a la vez me preocupaba su estado y me disgustaba que no me hubiera avisado de la oportunidad.
—Ven.
Cailin cogió mi mano y me llevó hasta la barandilla desde donde se podía ver la planta baja al completo. La gente seguía bailando sin descanso en el centro mientras el DJ les ponía música en sintonía y las luces continuaban sin dejar de moverse.
—Allí, en la barra —señaló con el dedo—. ¿Lo ves?
Revisé por completo la barra, que por suerte estaba a buena distancia para poder identificar a las personas que pedían bebidas en ella o simplemente conversaban. Allí echado de lado, con un brazo sobre la superficie y un vaso en la mano, estaba el chico con tatuajes vestido de traje, algo poco común en su vestimenta diaria. Alguien se le acercó, una chica morena con un vestido verdaderamente ajustado. Ambos conversaban mientras la chica se acercaba cada vez más a él, diciéndole lo que tuviera que decir al oído. Sentí un pinchazo en alguna parte y no era porque Cailin me hubiera pellizcado. Entonces, tras algunos movimientos que no logré ver con claridad, la chica se despegó y se fue contoneándose lejos de él.
—Está vendiendo, eso seguro —habló mi amiga devolviéndome a la discoteca.
—Voy a bajar —decidí al instante.
—¿¡Qué!? ¿Pero y Dexter?
—Dile que enseguida vuelvo —grité de camino a las escaleras dejando a Cailin allí plantada sin saber muy bien qué hacer, o quizás no entendiera mis actos tan repentinos.
Bajé las escaleras y volví a estar rodeada por decenas de personas moviéndose al ritmo de la música. Yo solo tenía un destino y estaba en junto a la barra. Allí mis pies se movieron, esquivando a las personas que estaban en mi camino hasta que finalmente lo vi más de cerca. Estaba solo, y solo me mostraba su espalda. Aun así, verlo de aquella forma y metido en ese traje, provocó que el corazón no hiciese más que moverse de forma desenfrenada.
Di unos cuantos pasos más hasta tenerlo cerca, a mi alcance. Alcé el brazo derecho y di un par de golpecitos en su hombro mientras ensanchaba los labios en una sonrisa. Kilian giró primero la cabeza y finalmente tuvo que hacerlo con el cuerpo para poder comprobar quien llamaba su atención. Lo vi alzar las cejas en cuanto me distinguió, para posteriormente hacer un recorrido por todo mi cuerpo. Yo tampoco vestía como acostumbraba a verme.
—Vaya sorpresa —dijo lo suficientemente alto como para que lo escuchara. Sacó una sonrisa de medio lado y dio un paso hacia mí.
—Lo mismo digo —respondí mirándolo a los ojos—. No acostumbro a verte así vestido.
—¿No me queda bien?
—No he dicho eso. De hecho, no estás mal.
—A ti tampoco te queda mal aparentar que formas parte de la alta sociedad.
Lejos de ofenderme por recordarme que ese no era mi lugar por mi situación familiar y económica, me sacó una sonrisa más amplia. Y si no hubiera sido por el colorete sobre mis mejillas, conseguiría ver lo teñidas que se habían vuelto ante su pequeño cumplido.
—¿Qué haces aquí? —conseguí cuestionar mirándolo a los ojos.
Me mostró la dentadura en una sonrisa durante al menos un segundo y deseé que lo hubiera hecho por más tiempo para apreciarla como merecía.
—¿No es obvio? —formuló en respuesta de forma jocosa.
—No me refiero a eso, sé a lo que has venido. Lo que pregunto es qué haces aquí cuando tendrías que estar reposando, porque te recuerdo que sigues teniendo un hueso roto que necesita reposo.
—No puedo cogerme vacaciones. Mis superiores esperan que venda su mierda y que les dé su dinero, se la suda que tenga una costilla rota.
—¿Y por qué no me has dicho nada? —Me crucé de brazos—. Dijiste que en las fiestas se vendía más.
—Me han avisado de última hora.
—Bueno, pues entonces déjame ayudarte. Si me das la mitad, terminarás pronto y podrás seguir descansando.
—Estoy harto de descansar.
—¡Pero es lo que tienes que hacer! No ha pasado ni una semana.
Kilian resopló y, tras pensarlo más detenidamente, asintió.
—Está bien. Pero vamos a hablar allí —señaló con la copa el pasillo que tenía a mi espalda, donde estaban los baños y la música no resonaba con tanta fuerza.
Fui la primera en darme la vuelta y caminar hasta allí, sintiendo su presencia a mi espalda. En cuanto me adentré lo suficiente, apoyé mi espalda sobre la pared mientras Kilian se posicionó frente a mí, demasiado cerca para mi cordura.
—No tienes que hacer esto, Euphemia.
No pude evitar pensar en lo bien que le quedaba la camisa blanca abierta bajo la americana negra, mostrando parte de los tatuajes del cuello.
—No importa —me centré en pronunciar—. Además... me siento en parte responsable.
—¿Responsable? No eres responsable de mi costilla rota.
—Si yo no le hubiera dicho mi nombre a ese hombre, ellos no habrían podido utilizarme para llamar tu atención y no habrían tenido que rompértela para que no me hicieran nada.
—Esos tíos me tenían ganas desde hacía tiempo y, si no hubiese sido así, lo habrían hecho de otra forma.
—Pero ha sucedido así y yo aún te debo dinero, así que dame.
Abrí mi bolso con toda la intención de que metiera las pastillas. Me miró indeciso unos segundos más en los que asentí mostrando mi aprobación de nuevo y finalmente lo hizo.
—Bien. ¿Y cuál es la frase esta vez? —pregunté reprimiendo una sonrisa y supe que había adivinado por su expresión.
—"El material con el que se forjan los sueños".
—¿Eso no es Shakespeare?
—No en mi caso.
—¿De qué película es?
—Lo sabrás la próxima vez que veamos una.
Me encantó la forma en la que sonó "próxima vez" porque me gustaba saber que a él también le gustaba ver películas conmigo tanto como a mí me lo había parecido.
—Quédate aquí, los baños de este sitio no te van a servir. Avisaré a los que vengan.
—Pero y si algu...
—Lo sé, no enviaré a alguien de tu instituto. Aun así, no puedo evitar que te vean, así que sé disimulada.
—Gracias. —Reprimí una sonrisa.
—Cualquier cosa, me llamas.
Aquello lo dijo con total seriedad, no quería creer que se refería a lo sucedido en el río Hudson en la última fiesta a la que asistí. Pero, ¿a qué si no se estaría refiriendo? ¿Sabría lo que había pasado?
Me contempló durante al menos cinco segundos más y con las mismas volvió a la barra, podía verlo desde mi posición a pesar de la distancia que nos separaba. No podía dejar de pensar en lo bien que le quedaba vestir de traje, sobre todo por ese toque que le daban los tatuajes que sobresalían por el cuello y manos. Elegante, pero amenazador al mismo tiempo. Aunque seguía prefiriendo su estilo de siempre con esa mezcla urbana y roquera.
Esperaba que la gente llegara y comprara lo antes posible, porque Cailin estaba esperándome y muy probablemente Dexter ya se estuviera preguntando donde estaba. No podía dejar que bajaran y que él me viera comerciando con las píldoras del demonio. ¿Qué pensaría de mí si lo hiciera? No quería cuestionármelo si quiera.
No tardé en escuchar "El material con el que se forjan los sueños" de la boca de una chica más bajita que yo, aunque probablemente con unos cuantos años más. Siempre había sido algo más alta que el resto de mis iguales y si a ello le sumaba los tacones que llevaba, me daban aún más ventaja. Después de la chica vinieron un par de chicos más que compraron una generosa cantidad. En los ratos muertos me dedicaba a mirar a Kilian, a quien se le acercaban chicas diferentes de forma insinuada de forma constante. Me costaba admitir que no me agradaba verlo así, a pesar de haberlo visto comerle la boca a un par de chicas en mi presencia. Pero en aquel momento del pasado solo era capaz de pensar en la forma de alejarme de él lo antes posible. Las cosas habían cambiado bastante en el último mes, y lo que empezó siendo una pesadilla se estaba convirtiendo en un sueño, uno lujurioso debía añadir. Así que no las culpaba, yo también me habría fijado en él y si fuese una persona que se lanzara a la piscina de cabeza, también me habría acercado a hablarle.
—¿Cuál es el material con el que se forjan los sueños? —escuché la voz de alguien frente a mí. Tuve que apartar la mirada de Kilian para enfrentar a un chico rubio, algo más alto que yo, probablemente de unos veinte años y bastante atractivo, podría dedicarse al modelaje sin problema alguno.
—Ahm... sí. ¿Cuántas quieres? —No estaba segura de haber contestado de la mejor manera, pero me encontraba un poco aturdida.
—Primero contesta a la pregunta.
No entendía lo que me estaba pidiendo, pero esperaba una respuesta con una sonrisa cínica. ¿Se estaría refiriendo a las pastillas? ¿De qué estaban hechas? Qué iba a saber yo, ni si quiera sabía lo que eran, solo las intercambiaba por dinero.
Apreté los labios e intenté pensar una respuesta que no me dejara en un mal lugar.
—Siempre he pensado que serían algo como el terciopelo, suave y cómodo.
—Interesante. Pero no creo que eso fuese a evitar que se escapen, para forjarlos es mejor algo duro y resistente —dijo acercándose un paso a mí—. Una combinación perfecta, ¿no crees?
—Sí, supongo que así no se irían a ninguna parte.
—Podríamos crear sueños así de perfectos tú y yo. Quizás con un poco de eso que tienes en el bolso.
Bajé la vista al bolso y casi esperé que me dijera cuanto quería comprar, pero estaba muy claro que quería algo más que comprar drogas. No sabía qué decir, no estaba obligándome a nada, solo estaba coqueteando conmigo, algo de lo que no estaba acostumbrada. Volví a levantar la vista con intención de declinar su oferta cuando vi que alguien más se nos había unido y no parecía contento en absoluto.
Kilian miraba al chico rubio como si estuviera a punto de desafiarle a un duelo de vaqueros. Por un momento pensé que éste iba a marcharse huyendo de los ojos desafiantes de Kilian, pero no fue así y tampoco dijeron palabra alguna. Yo solo podía mirarlos de forma intercalada sin saber si debería decir algo para cortar la tensión, pero entonces Kilian se colocó junto a mí apoyando un brazo sobre la pared. Con su mano libre agarró mi mandíbula y me giró la cabeza para que solo pudiera mirarlo a él, aunque no era necesario del todo. No despegué mis ojos de los suyos, y lo vi bajar la vista examinando cada parte de mi rostro, en concreto mis labios los cuales humedecí de forma involuntaria en ese momento. Volví a estar nerviosa, y necesitaba saber si era real o si estaba en mi cama teniendo uno de esos sueños.
El chico seguía allí contemplando la escena, y eso parecía molestar a Kilian quien decidió colocarse frente a mí asegurándose de que él era el único que podía mirarme. El aliento se quedó cautivo en mi garganta cuando la mano comenzó a bajar por mi cuello lentamente, deleitándose con cada milímetro de piel que la huella de sus dedos rozaba. Instintivamente levanté la cabeza como si así evitara que terminara de acariciarme. De su mirada había desaparecido ese fuego con el que había afrontado al chico y fue sustituido por una hambrienta, como si me estuviera comiendo con los ojos. Tragué saliva cuando sentí su atención sobre mi clavícula y cuando bajó a mis pechos. La sangre estaba fluyéndome con rapidez gracias a los bombeos desenfrenados de mi corazón. La boca se me había secado al dejarla entreabierta admirando tal escena.
No sabía qué estaba sucediendo ni cómo había pasado de estar hablando con un chico a tener encima a Kilian mirándome como si quisiera tenerme.
Me quedé estática al verlo inclinarse hacia mi cuello, pero no llegó a rozarlo si quiera. Levitaba paseándose sobre él provocándome un hormigueo peculiar en todo mi cuerpo.
—¿Qué haces? —susurré solo para él.
—Quitártelo de encima.
—No estaba haciendo nada malo.
—Por el momento. Lo he escuchado antes decir lo que iba a hacerte si accedías a irte con él.
La mano que sostenía mi cuello pasó a la nuca mientras que su pulgar divagaba de arriba abajo en unas pacientes caricias. Vi cómo el muchacho decidió no presenciar más aquella escena, marchándose sin una respuesta por mi parte y la oportunidad de comprar.
—Kilian... Se ha ido... —conseguí decir en un hilo de voz mezclado con el aire que salía y entraba desesperado.
Escuchar mi voz hizo que volviera a conectar sus ojos con los míos y lo que vi en ellos antes, había incrementado considerablemente. No se apartó, si acaso se acercó aún más a mí. Estaba muy cerca, y su objetivo eran mis labios como los míos eran los suyos. Su mano volvió a subir y esa vez su pulgar fue a acabar sobre mi labio inferior recorriéndolo al completo. Iba a besarme, no había duda de ello. Y ni si quiera reparé en si era lo que quería o no, porque mi deseo era hacerlo con otra persona que estaba en esa misma discoteca, pero no me importaba. Lo mandé todo a la mierda en ese mismo instante. Cerré los ojos, dejándome llevar por la situación y esperé a su tacto sobre el mío. Lo quería, quería ese beso.
—Si es lo que quieres, vas a tener que hacerlo tú, Euphemia.
Sus labios no estaban sobre mi boca, estaban susurrándome al oído de nuevo. Abrí los ojos cuando posó su frente sobre la mía con pesar. ¿Se había arrepentido? Quería morirme allí mismo.
Pero entonces pensé en la frase. ¿Qué quería decir con eso?
Se separó y le costó devolverme la mirada. No vi arrepentimiento, ni culpabilidad, era más complicado que eso. Era como si se encontrara entre la espada y la pared. Ni si quiera me di cuenta de que había abierto mi bolso y había sacado la bolsa con las pastillas y el dinero cuando lo levantó. No sabía qué decir, solo apreté los labios intentando recuperar la saliva y el control de mi respiración.
—Ya me marcho a mi casa.
Y una vez dicho aquello se fue pasillo adelante hasta que lo perdí de vista entre la multitud que seguía bailando desenfrenada. Me dejó allí completamente helada, como si no hubiéramos estado a punto de besarnos y no me hubiese afectado en absoluto. Repitiéndose en mi cabeza una y otra vez: "Si es lo que quieres, vas a tener que hacerlo tú".
Ahí estaba de nuevo aquella sensación de culpabilidad, de haber estado a punto de haber cometido un enorme error. Pero solo con su presencia y cercanía consiguió cambiarlo todo poniendo mi mundo patas arriba, eso era lo que provocaba en mí. Tuve en mi mente a Dexter durante toda la noche, imaginándome con él de miles de formas, pero todo se desvaneció cuando lo tuve delante.
¿Realmente era lo que quería? ¿O solo surgía por su cercanía y lo que me estimulaba? De cualquier forma, sabía que no era lo correcto.
Tras intentar recuperarme de lo que había estado a punto de hacer, moví mis pies en dirección a la zona reservada y volver con Dexter, intentando no tropezarme con los tacones a los que poco acostumbraba a usar. Estuve preocupada por si mi expresión me delataba, aunque no hubiese sucedido nada. Por esa razón pretendía pensar en otras cosas y borrar lo acontecido.
"Si es lo que quieres, vas a tener que hacerlo tú".
Volvió a sonar su ronca y masculina voz en mi mente, además de visualizar aquella forma de mirarme. No me agradaba que mi cuerpo no estuviera de acuerdo con mi razonamiento, pero no pude remediarlo.
Para mi sorpresa Dexter estaba apoyado de espaldas sobre la barandilla mientras bebía una copa. Cuando me vio llegar se enderezó dedicándome una sonrisa que de algún modo me tranquilizó lo cual significó que no se me notaba nada después de todo.
—Perdona la tardanza —dije con la confusión y el remordimiento girando aún en mi estómago.
—Está bien, no pasa nada —respondió con una sonrisa tranquilizadora.
Coordinados, nos apoyamos en la barandilla observando los destellos de las luces sobre la pista de baile del piso de abajo. No pude evitar desviar la mirada hacia su perfil, parecía pensativo. Me tendió la copa y la acepté con gusto dándole un sorbo antes de devolvérsela. Estaba ansiosa por saber qué iba a ocurrir después entre nosotros, pero entonces se le ocurrió preguntar:
—Effie, ¿por qué estabas hablando con el camello?
Ehehehehehehe🤭
Dos chicos.
Dos fantasías.
Una deseada.
Otra irremediable.
Y ninguna cumplida.
El primer beso de Effie se resiste🤐
¿Quién se lo llevará?🫣
🤍🖤☸️
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