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ʏᴏᴜʀ ᴍᴏᴜᴛʜ ꜰʟᴏᴀᴛꜱ ᴀʙᴏᴠᴇ ᴍʏ ʙᴇᴅ ᴀᴛ ɴɪɢʜᴛ



Abrí los ojos con pesadez. No sabía dónde estaba y tuve que volver a cerrarlos para después abrirlos de forma más clara. Reconocí el tipo de decoración, el televisor que seguía encendido con la pantalla en negro y cuando levanté un poco la cabeza hacia la única fuente de luz, estaban los ventanales donde se veían los edificios de la ciudad.

No estaba en Manhattan, estaba en Brooklyn.

Me encontraba hecha un ovillo sobre el sofá y con la manta por encima de mi cuerpo. Estiré mis piernas lentamente cuando rocé algo cálido y frené al instante. Volví a alzar la cabeza, aunque esa vez hacia el otro extremo del sofá y allí para mi sorpresa estaba Kilian con los ojos cerrados y la boca entreabierta. Se había acomodado de tal forma que su cabeza reposase sobre un par de cojines y las piernas las dejó caer sobre la mesita en diagonal. De esa forma había espacio para los dos.

Entonces recordé lo que había pasado hacía unas horas. Habíamos visto una película juntos, y para mi sorpresa me había gustado mucho. El cine clásico era algo a lo que nunca me aventuré, lo veía anticuado y que los únicos colores fuesen en blanco y negro me desmotivaba. Pero, resultó ser todo lo contrario, la trama me atrajo y me mantuvo expectante, tanto, que ni me di cuenta de que no había más que dos colores. Una vez terminó, aun no eran más que las cuatro y media, así es que decidimos ver otra, concretamente, Casablanca. Al parecer era una de las favoritas de Kilian e insistió en que debería verla. Los dos estábamos entusiasmados, él por mostrarme y yo por ver, y ninguno admitió el cansancio que sentíamos. Finalmente debimos quedarnos dormidos.

Miré la hora en mi teléfono sin realizar movimientos demasiado bruscos para no despertarlo. Eran las siete de la mañana.

Abrí los ojos y me entró el pánico. Tenía que estar en el St. Joseph en una hora y me encontraba en Brooklyn. Me quité la manta de encima y me levanté sin hacer ruido. Cogí mi uniforme y me metí en el baño. Me vestí con rapidez, busqué un peine para cepillarme el pelo y utilicé mi dedo como cepillo de dientes. Lo peor fue tener que echarme el desodorante que encontré a la vista, olía a hombre. Pero me negaba a salir sin ponerme. Me sentía mal por utilizar sus cosas sin preguntarle, pero no me quedaba de otra, no iba a poder pasar por mi casa.

Cogí mi bolso el cual se hallaba en un lateral del sofá en el suelo justo por el lado donde él dormitaba. Al recogerlo, tuve su rostro mucho más cerca y no pude evitar pararme a mirarlo por unos segundos. Las heridas estaban rojizas, pero al menos se estaba comenzando a crear una costra. Parecía profundamente dormido y todo lo contrario a como solía mostrarse. Quería apartar la vista, pero era como si no pudiera hacerlo y en alguna profunda parte de mi mente deseaba mirarlo dormir por horas.

Pero tenía que marcharme y así lo hice. Conseguí subir al metro antes de que éste se marchase, claro que tuve que darme prisa de buena mañana. Alrededor de cincuenta minutos después conseguí llegar al instituto, pero con quince minutos de retraso. Por suerte, el profesor me dejó pasar puesto que nunca había llegado tarde antes y sabían que algo tuvo que ocurrirme.

Cailin y yo fuimos a las gradas del campo de lacrosse durante la primera hora de la comida. Como siempre comimos mientras conversábamos de cualquier cosa y así se nos pasaba el tiempo. Ella estaba contándome algo sobre sus clases cuando frenó por completo y aspirar por su nariz. Como si hubiese olido algo y quisiera verificar la procedencia. Entonces se acercó a mí y abrió los ojos hasta su límite.

—¡Hueles a tío!

Quise morirme allí mismo al comprender que estaba oliendo el desodorante que me había puesto aquella mañana, ni siquiera lo recordaba y yo ya me había acostumbrado al olor.

—No hace falta que lo pregones —me quejé pidiendo que bajara la voz con las manos—. ¿Tanto huele? —me preocupé levantando el brazo y metiendo mi nariz en la axila y aspirar. Ahí seguía el olor, lo cual prefería al del sudor.

—Perdona, pero, es que no me lo creo. Que yo sepa no vive ningún hombre en tu casa como para que tengas que echarte desodorante masculino porque el tuyo se haya terminado. Y sí, desprendes ese olor si te acercas lo suficiente.

—Ay, Dios... —dije sintiendo una vergüenza descomunal y no dejaba de pensar en la gente que hubiese podido olerme, llevándose una imagen equivocada de mí.

—Venga, desembucha, ¿con quien estuviste anoche? ¿Fue con Dexter? —susurró la última cuestión.

—¡No! Ojalá hubiese estado con él.

La rubia entornó los ojos como si así pudiera descifrarme, pero no le llevó mucho tiempo puesto que los desvió por encima de mi hombro cambiando por completo la expresión. Se inclinó hacia mí con una sonrisa ladina y pronunció:

—Bueno, pues parece que has conseguido al menos convocarlo. No te gires, pero tu semidios está acercándose a nosotras.

Las mariposas comenzaron a revolotear en mi estómago con solo imaginarlo buscándome por el instituto. Pero de pronto recordé el tema de mi nuevo fantástico olor, siendo una clara prueba de que he pasado la noche con alguien del género masculino. O al menos con alguien a quien le gustaba echarse ese tipo de desodorantes.

—¡Hola, chicas! —escuché a mi espalda cortándome la respiración, quizás estaba muy cerca. Me giré en el asiento echándome hacia atrás disimuladamente.

—Vaya, alguien que se atreve a salir a las gradas —contestó Cailin con una sonrisa socarrona. Le propiné un codazo de tal forma que el semidiós no fuera capaz de verlo.

—¡Hola, Dexter! Puedes sentarte si quieres —ofrecí el asiento a mi lado, pero enseguida me arrepentí. Aceptó sin quitarme los ojos de encima mientras apretaba los labios en una sonrisa y cómo la adoraba.

—No sabía que comíais aquí, no está nada mal —comentó mirando alrededor, no había nadie más salvo nosotros tres.

—No serán las escaleras del MET, pero se está tranquilo —añadí—. ¿Cómo estás?

—Bastante bien. ¿Y vosotras?

—Vamos tirando —respondió Cailin con simpleza a lo que el semidiós respondió asintiendo en concordancia.

—Venía a informaros de que este sábado mis amigos y yo iremos al Somewhere Club. Sé que van a ir algunos más del instituto. ¿Queréis venir con nosotros?

—¡Oh, claro! —volvió a hablar Cailin adelantándose—. Iremos, ¿verdad, Effie?

El Somewhere Club era uno de los clubes donde solía ir la juventud de la alta sociedad. Estaba cerca de Times Square y el precio... digamos que no podía permitírmelo, aunque quisiera. Por eso tardé en contestar, no obstante, por otro lado, tampoco tenía por qué pedir nada.

—Sí, iremos —confirmé sacando una sonrisa.

—Genial, allí os esperaremos. Tendremos zona VIP así que solo tenéis que ir hacia las escaleras, decir los nombres y os guiarán.

—Perfecto —dijo mi amiga.

—Entonces, me marcho y os dejo con vuestras cosas. Nos vemos en clase, Effie.

Ambas nos quedamos mirándole mientras bajaba las gradas y volvía al interior del edificio. Solo esperaba que no hubiera percibido mi olor. De pronto me asusté al sentir el manotazo de Cailin sobre mi brazo, me giré hacia ella a punto de rechistar.

—Tía, lo tienes loco. A ese chico, a tu crush, le gustas, y mucho me atrevería a decir.

—Bueno...

—Os tenéis que besar ya de ya. Y tiene que ser el sábado.

—Eso no puedo decidirlo yo.

—¿Cómo qué no? Pues claro que sí. Bailáis, y en un momento dado lo agarras de la camisa y lo acercas a ti. Es perfecto.

—¿Y no crees que eso es un poco desesperado para un primer beso? No me gustaría que fuese así, sino, algo más íntimo.

—Si vas a esperar a que el momento sea como en tu cabeza, no va a llegar nunca.

—Ahí te doy la razón —admití, mi imaginación a veces no tenía limite.

—Por supuesto.

—Vale, bien, lo haré —concluí tras pensarlo un poco—. Procuraré este sábado darme mi primer beso con el semidiós. —Al menos a él sí lo había imaginado en mi primer beso.

—Esa es la actitud, amiga.

—¿Y tú? ¿No tienes pensado besar a nadie? —No iba a ser yo la única aquí en tener esta conversación.

—Bueno, no tengo a ningún crush. Pero si se me presentara la ocasión, sí lo haría.

Eso me hizo pensar en lo diferentes que éramos en muchos sentidos. En aquel caso, a ella le daba igual darle su primer beso a alguien a quien no conocía mientras le gustase. Yo en cambio sentía que tenía que ser algo más especial pues no siempre se tiene un primer beso, era un acontecimiento de un solo uso para toda la vida. Por eso sabía que tenía que suceder con Dexter, él era el único con quien podía imaginarlo.

Cuando finalizaron las clases, yo volví a casa sin ningún tipo de asalto. Me volví más precavida y miraba en todas las direcciones por si alguien de esos pandilleros volvía a acecharme, o cualquier otro que quisiera usarme como medio para llegar a Kilian.

Mi madre y mi hermana hablaban en el salón, supuse que veían algo en la tele. Me habían escuchado llegar, y ni siquiera obtuve un simple "hola". Tampoco iban a cuestionarme dónde pasé la noche. ¿Hasta dónde iba a llegar su enfado?

No lo pensé más y subí a mi habitación, donde me duché quitando cualquier rastro del desodorante y me puse ropa cómoda. Me senté en el escritorio y me centré en hacer los deberes del día consultando en mi agenda. Llevaba retraso debido al... incidente del día anterior. Aún se me ponían los vellos de punta al recordar cómo me metieron en el coche y me llevaron a ese lugar.

«¿Es que mi vida ya no va a ser normal?»

Por no hablar de los golpes en el cuerpo de Kilian. Sabía que iban a quedárseme grabados en la memoria y agradecí no haberlos visto. Estaba segura de que habría tenido pesadillas al respecto de ser así.

Estuve con las últimas tareas que me quedaban cuando mi mente volvió a la tarde anterior, o más bien la noche. Aquel momento en el que le estuve curando sus heridas fue algo extraño y excitante al mismo tiempo. ¿Por qué lo hizo? No tenía ni idea, y lo más inquietante es que los dos hicimos como si no hubiese ocurrido.

Negué con la cabeza e intenté volver a centrarme, pero no tuve éxito. Se coló en mi cabeza de forma involuntaria la escena que había presenciado esa mañana. Estaba tan diferente a como solía mostrarse, con esas heridas y las contusiones en su cuerpo. Me preguntaba cómo estaría y de pronto se me pasó la idea de cuestionarle, no era nada malo después de todo.

Mi móvil yacía a un lado boca abajo, lo cogí y lo desbloqueé para entrar en el chat con Kilian. El vídeo que la tarde anterior grabaron esos malnacidos estaba ahí, ni siquiera me acordaba. De inmediato corrí a eliminarlo del chat y de mi galería. Una vez me aseguré de que no se encontraba por ninguna parte, volví de nuevo al chat y comencé a escribir sin pensar demasiado:


Effie:

¡Hola! ¿Cómo te encuentras?



Dejé el móvil a un lado y seguí realizando la tarea. Unos minutos después, el aparato vibró y no pude esperar mucho para ver la respuesta.



Kilian:

Mejor, ya he sido atendido

por un profesional, no te preocupes.

Effie:

Genial, me alegro.



Contesté con sinceridad. Se había dejado pegar para que no me hiciesen nada, de algún modo me sentía responsable. Contenta por la respuesta, decidí dejar el móvil de nuevo boca abajo pues había dado por finalizada la conversación y continué con mi trabajo.

Entonces, cinco minutos después volvió a vibrar. ¿Era él de nuevo? O quizás fuese Cailin. En cualquier caso, decidí consultarlo con curiosidad. Su nombre volvía a aparecer en la pantalla y algo en mí se removió.



Kilian

No me he enterado de cuando te fuiste.


Estaba continuando la conversación, quizás la más larga hasta el momento por mensajes. Una sonrisa nerviosa se formó en mis labios apretados y pensé una respuesta.


Effie:

Soy sigilosa, como un ninja.

Kilian:

Y tanto.


¿Habíamos finalizado? Quizás sí. Miré la pantalla dos minutos enteros, no sabía qué contestar a eso y tampoco puso nada más. Cuando fui a dejarlo de nuevo sobre la mesa, volvió a vibrar.


Kilian:

Nos quedamos

dormidos viendo Casablanca.

Effie:

Sí, la anterior de verdad que me gustó,

he estado pensando en ella.

Kilian

Ya te avisé de lo que te perdías.

Effie

Y Casablanca empezó bastante bien.

Kilian

Es que es un clásico de obligada visualización.

Effie

Quizás debimos haber comenzado por esa.


...


...


Kilian:

¿Y si vienes y la terminamos?



El corazón me sobresaltó al leer esa frase. ¿Estaba invitándome a ver una película en su casa?

No dejé de leer la pregunta e intentar interpretar lo que decían sus palabras. ¿Estaba bien ir a su casa a simplemente ver algo en la tele? ¿Eso significaba algo?

El sonido de recepción de mensaje nuevo me devolvió a la Tierra de inmediato, estaba tardando mucho en responder y él sabía que lo había leído. Debajo de su pregunta escribió:



Kilian:

Si quieres, claro.

Tengo que estar varios días de reposo.

Y a veces me aburro.


Sonreí al imaginármelo tirado en la cama sin poder hacer nada. Entonces decidí responder.


Effie:

Voy enseguida.


Aún no había terminado de hacer todos los deberes, pero no me importó, los terminaría en clase. Me cambié de ropa por algo más presentable y cogí el dinero ganado que tenía recaudado de aquellos días atrás para dárselo aprovechando que iba. Resultaba interesante cómo había cambiado todo. Antes temía ir hasta allí a darle lo que llevaba vendido, y después de los últimos acontecimientos, acudía con ilusión. «¿Qué había pasado?» Me preguntaba varias veces de camino.

Salí del metro en Brooklyn y comencé a caminar hacia su edificio. A mitad del recorrido, vi una tienda de comestibles abierta y decidí comprar algo para picar mientras veíamos la película. Sabía que él tenía bebidas, así que era justo que yo llevara algo también.

Con todo listo y comprado, no tardé en llegar y subir las escaleras hasta llamar a su puerta. Tras escuchar pasos desde el interior, abrió la puerta mostrándome a un Kilian con el rostro magullado, aunque tratado, el pelo revuelto, una camiseta negra de tirantes algo holgada y unos pantalones de deporte que le llegaban por la rodilla de color gris oscuro. Los tatuajes de los brazos y piernas estaban a la vista, y por primera vez reparé en ellos de forma distinta.

Tras recorrerlo con la mirada por unos breves segundos, me centré en sus ojos y ensanché una sonrisa mientras levantaba la bolsa con lo que había comprado.

—¡Traigo porquerías!

—No pueden venirme mejor —respondió dedicándome una sonrisa ladina que hizo un poco gelatina mis piernas.

«No puede estar pasando esto tan pronto. Effie, céntrate.»

Me hizo espacio para dejarme pasar y su olor me embriagó en cuanto pasé por su lado, recordándome el aroma que yo misma despedía aquella mañana.

—Esta mañana he estado a punto de faltar a clase —anuncié mientras colocaba la bolsa sobre la península de la cocina entre los taburetes, así comencé a sacar lo que había comprado—. No pensé que me volvería a quedar dormida, así que tuve que adecentarme deprisa y, bueno, necesitaba desodorante. Lo vi sobre el lavabo y me permití la libertad de echarme porque no iba a salir sin él y... —Me giré sobre mí misma para mirarlo, pero para mi sorpresa había estado a mi espalda mientras hablaba. Estaba lo suficientemente cerca como para tener los tatuajes de su cuello a mi altura, mostrándome un dibujo que me recordaba a los mándalas. Su nuez subió y bajó. Subí la vista con la respiración entrecortada, encontrándome con sus ojos puestos sobre mí—. Mi amiga me dijo que olía a hombre, imagínate mi cara al saberlo. Espero que no te importe.

Kilian se agachó un poco, lo suficiente para sentir su cálida respiración sobre mi piel. El corazón comenzó a latirme con fuerza, no sabía que pretendía al estar tan cerca. No quitó los ojos de los míos y a mí me parecía imposible hacerlo.

—Puedes usarlo cuando quieras —pronunció despacio.

Alargó su brazo por el hueco entre mi brazo y mi cuerpo, quitándome el aliento. Por un momento pensé que iba a agarrarme de la cintura para acercarme a su cuerpo como muchas veces había visto o leído. Me quedé paralizada, atenta a cada movimiento que hiciera por leve que fuese, hasta que el sonido de uno de los paquetes a mi espalda rompió la burbuja. Sacó de nuevo su brazo con el paquete de golosinas, el cual observó para después darse la vuelta y dirigirse al sofá.

Solté el aire y me di la vuelta con intención de centrarme de nuevo. Si nuestros encuentros iban a ser siempre así, yo iba a salir en estado líquido del loft en cualquier momento. Pero es que aquel aspecto tan varonil, junto a esa intensa mirada y ese aroma, hacían irresistible que no reaccionara de alguna forma, aunque no debiera.

—He comprado palomitas de microondas —intenté sonar como si no me acabara de dar casi un infarto—. ¿Puedo...?

—Eres libre de usar lo que quieras, Euphemia —dijo desde el sofá con las piernas reposando sobre la mesita. Se comía una gominola con forma de gusano mientras preparaba la película en la tele—. Hay un bol en el mueble justo encima del microondas.

Apreté los labios cuando escuché de nuevo esa forma de llamarme. Cogí el paquete de palomitas y saqué una bolsa de las tres que traía para ponerla en el interior del microondas. Tres minutos después ya las tenía en el bol que me había indicado. Caminé hasta el sofá con el bol y una bolsa de patatas sabor queso bajo mi brazo. Lo coloqué entre nosotros y lo miré, olvidando aquellas sensaciones que me ponían en un aprieto. Éramos dos conocidos los cuales teníamos en común el gusto de ver películas, y no tenía por qué ser algo malo. Estaba bien y no iba a dejar que los pensamientos libidinosos me invadieran.

Puso la película desde el principio y no me molestó en absoluto, la primera vez que la pusimos estaba algo somnolienta y pensé que podría haberme perdido algo. Abrí el paquete de patatas y fui comiendo de todo un poco al igual que Kilian. A mitad de la película, cogí dos latas de nuestra bebida y continuamos sin decir mucho más. Por mi parte, estaba absorta en la trama y me estaba sorprendiendo la forma de actuar de los actores. Metí la mano en el bol de palomitas sin apartar la mirada del televisor, la noche estaba cayendo y nos iluminaba la propia película. Entonces sentí su mano sobre la mía entre las palomitas. Me ruboricé en el mismo instante en el que rozamos piel con piel. «Qué típico, y tiene que pasarme a mí en este momento», pensé. Tardó algo más de lo esperado en apartarla, susurrando un "perdón" educado. Ni siquiera me permití mirarlo, cogí un puñado de palomitas y la saqué de allí de inmediato.

«Fuera pensamientos lascivos, indecentes y libidinosos. Solo es un roce, es normal.»

Conseguí mi propósito y no pensé en ello como tal, consiguiendo centrarme en la película. Las casi dos horas se me pasaron volando y no reparé en que se trataba de un filme de hacía más de ochenta años.

Durante la escena final, Rick y Louis caminan por una pista de aterrizaje cuando surge la frase que le da fin a la película: "Presiento que este es el comienzo de una hermosa amistad". Aquella frase ya la había escuchado antes y por ello arrugué el entrecejo pensativa.

—¿No te ha gustado? —lo escuché decir a mi lado.

—Esa frase ya la he oído antes y no sé de qué —respondí sincera.

—Probablemente la escucharas de mí.

—¿De ti?

—Sí. A veces uso frases de estas películas como código secreto con los clientes.

El día de la fiesta en el Hudson me vino a la mente como si me la hubieran bloqueado. Esa fue la frase que todo el mundo venía a decirme para saber que eran sus clientes. Pues sí que debían de gustarle los clásicos.

—Ah, sí, fue en aquella fiesta en el Hudson... —comenté no muy entusiasmada al recordar el horror que supuso para mí aquella noche. Si pudiese borrarla, lo habría hecho sin duda.

—Bueno, ¿te ha gustado o no? —cuestionó, parecía querer cambiar de tema de inmediato.

Pensé en la película y me giré hacia él con una sonrisa amplia y genuina. Sopesé las palabras para poder definir lo que me había parecido y finalmente dije:

—Creo entender por qué es un clásico que hay que ver. Hay algo en las películas de amor de aquella época, es como si cada gesto, cada acción, cada palabra, tuviera un peso considerable en relación con las películas actuales.

Kilian asintió sacando una pequeña sonrisa. Parecía aliviado y satisfecho con mi respuesta, quizás temía que no me llegara a gustar como a él. Lo entendía, odiaba ver una de mis películas favoritas con alguien a quien no le iba a gustar.

—Yo lo llamo autenticidad. En aquel tiempo las emociones eran más realistas y crudas. No había apenas efectos especiales ni trucos de cámara. El punto fuerte lo tenían los actores entregándose por completo.

Me recosté en el sofá aún más pensando y procesando cada una de sus palabras. Nunca había hablado así de cine con nadie y me resultaba reconfortante. Por lo general siempre me lo contaba a mí misma en mi diario de películas, que no estaba mal, pero nada como una discusión entre dos personas con la misma pasión.

—Considero que no es solo una película de amor —comencé a explicar—. También habla sobre la importancia y la dificultad de la toma de decisiones junto al sacrificio. Sin duda, es preciosa.

—Me alegro de que te haya gustado.

Kilian hizo sus comisuras hacia arriba asintiendo y desviando la vista al televisor mientras las últimas notas de la banda sonora de Casablanca tintineaban en nuestro entorno. Nos quedamos escuchándola hasta que la pantalla se volvió oscura. Lo miré de nuevo y parecía reflexivo, manteniendo sus ojos sobre un punto fijo.

—¿En qué piensas? —me escuché decir.

Lo saqué de sus pensamientos y se volvió hacia mí, su expresión era seria, pero sus ojos parecían decir otra cosa. Tardó un instante en contestar:

—En todas las películas que me gustaría que vieras.

Aquello fue inesperado para mí y consiguió arrancarme otra sonrisa.

—Estaré encantada de que me las enseñes todas.

—Podrías venir alguna que otra tarde para verlas. Ahora tengo tiempo de sobra gracias a esto. —Se levantó parte de su camiseta mostrando una venda sobre las costillas, estaba bien sujeta y parecía rodear su torso.

Me alivió saber que su hueso roto estaba en cuidados profesionales y, a la par, me gustaba demasiado la idea de acompañarlo durante sus aburridas tardes de recuperación.

Acepté sin darle demasiadas vueltas.

La televisión de Kilian estaba reproduciendo una de sus películas, no recordaba el nombre, pero sin duda había conseguido que me introdujera de lleno en ella. Me había envuelto en una manta pues en un momento de la tarde, el frío me cubrió el cuerpo provocándome un escalofrío.

Kilian se había sentado a cierta distancia respetando siempre nuestro espacio personal lo cual agradecía. A medida que la trama iba desarrollándose mi cuerpo iba inclinándose hacia delante sin poder despegar los ojos de la pantalla, absorta en la historia de suspense.

—Es fascinante lo que puede hacer esta película —comenté—. La tensión se siente bastante bien, sin necesitar los efectos especiales que todas las películas de hoy abusan.

—Sin duda saben jugar con la mente del espectador —afirmó Kilian intercalando la vista entre ella y la televisión.

Nos volvimos a quedar en silencio y no me desagradaba, de hecho, era cómodo y solo era roto por los diálogos de los actores.

Durante el clímax de la película, un leve sobresalto hizo que me moviera sin reparar un segundo en mis actos y me agarré de la mano de Kilian para consolarme de algún modo. Para cuando me quise dar cuenta, los dos estábamos tan rígidos que podríamos partirnos si nos tiraran al suelo. No sabíamos quién iba a moverse primero o quien iba a ser el que rompiera el hielo. Entonces él movió las manos de tal forma que ambas quedaron entrelazadas entre sí. La calidez de la mano de Kilian me quitaba el frío del resto del cuerpo. Y solo en ese momento me atreví a mirarlo a los ojos.

—No puedo aguantar más esto, Euphemia —pronunció dejándome en un asombro mientras todo estaba incontrolable en mi cuerpo.

—¿El qué? —me atreví a preguntar.

—Esto, lo que siento cada vez que estamos cerca. Mierda, ¿es que tú no lo sientes?

—Yo... Pues... Sí, sí que lo siento. En realidad, es más que eso y no sé bien cómo definirlo.

—¿Y por qué estamos perdiendo el tiempo entonces? —cuestionó acercándose a mí sin soltarme la mano.

—No estaría bien, yo... tú... —respondí nerviosa mientras me retrepaba hacia atrás huyendo de él, hasta que mi espalda se acostó sobre el asiento del sofá. No tardó en cubrirme con su cuerpo tatuado apoyando los brazos a ambos lados de mi cabeza.

—Me da igual lo que esté bien o no, yo solo sé que quiero besarte.

Sin poder decir nada más, Kilian se inclinó sobre mí y conectó sus labios con los míos en un primer beso. No esperaba un acto tan repentino, y menos siendo mi primer beso. No lo imaginé así, pero ya estaba hecho y tampoco había estado tan mal después de todo. Pronto se fue intensificando y nuestras lenguas conectaron como si fuesen una. Rodeé con mis manos su cuello y acaricié el cabello recortado que terminaba en su nuca. Después recorrí su espalda queriendo despojarle la camiseta y sentir mi piel con la suya. Quería más y cada vez más. Él me besaba y yo quería que también me tocara para hacerme vivir en las mismas estrellas.

Abrí los ojos.

Todo estaba oscuro, salvo la ligera luz morada que salía de unas luces led que tenía colgadas en mi habitación, me hacían coger el sueño más rápido. Porque no, no estaba en Brooklyn en el sofá de Kilian. Había sido un sueño, uno que se había encargado de despertar mi parte más picante. Aun sentía mi feminidad latir entre las piernas y una parte de mí lamentaba haber despertado justo en la mejor parte.

Mierda, había tenido ese tipo de sueños antes, pero nunca uno que fuese capaz de estremecerme de esa manera. Kilian era el protagonista y estaba deseando que me tocara mientras disfrutaba de sus besos. Me había parecido tan real que incluso me sentía como si ya hubiese vivido la experiencia de dar besos. Y cómo no iba a tener esta clase de sueños si en nuestros últimos encuentros estaba teniendo momentos de lo más tensos.

Aún conservaba el recuerdo de tener sus labios en mi pulgar, a veces me quedaba bloqueada recordando cómo me miraba mientras lo besaba. Estaba tremendamente atractivo con esas heridas. Por no hablar de la cercanía que había vivido ese día, estaba casi segura de que iba a robarme un beso. O quizás solo fuesen conclusiones precipitadas mías, producto de mi imaginación.

Mi cuerpo se encontraba deseoso de ser manipulado y de alguna forma lo buscaba, aunque fuese en sueños. Entonces me pareció buena idea saciarme a mí misma puesto que estaba claro que no iba a quedarme dormida y menos después de ese sueño. Era la primera noche después de mucho tiempo que no había tenido pesadillas y había que celebrarlo de alguna manera.

Todo estaba en silencio, me encontraba boca arriba sobre mi cama y el reloj marcaba las cuatro y media de la mañana. Mi mano derecha se aventuró a bajar a la oscuridad bajo la colcha de la cama. Reptó por mi cuerpo hasta llegar al elástico del pantalón de mi pijama. Tiré de él hacia abajo, solo un poco, lo suficiente para dejar la zona que me interesaba al descubierto. Entonces deslicé la mano por encima de mis bragas moviéndola de arriba abajo repetidas veces sobre la zona del clítoris.

Cerré los ojos. Me vi de nuevo frente a Kilian, y mi dedo en sus labios, con la diferencia de que esa vez él alzó una mano para tocarme por debajo de mi falda escolar. Sentía su calor sobre mi zona íntima y no pude evitar cerrar las piernas al estremecerme. Pronto la humedad empapó por completo mi ropa interior, pero él siguió moviendo la mano provocando que unos gemidos susurrantes salieran de mi boca.

De pronto ya no estábamos en esa posición. Tenía la península de su cocina a mi espalda y él estaba de pie delante de mí. Se inclinó y me besó. Me enganché a su cuello para atraerlo más a mí. Una de sus manos se encargó de bajarme los pantalones para después colar su mano bajo mis bragas y hacer círculos sobre mi clítoris el cual buscaba placer a toda costa. Estaba muy mojada, impregnándole con mi flujo. Me excitaba aún más al pensar en sus dedos tocándome así. Lanzaba gemidos al aire retorciéndome de placer.

El escenario volvió a cambiar. Estaba tumbada en mi cama, con la luz morada iluminándome y sin estar tapada con mi colcha A mis pies comenzó a subir Kilian sin camiseta, como si escalara una montaña y llegó a mis labios juntándolos con los míos. Posteriormente levantó medio cuerpo apoyándose sobre sus rodillas a ambos lados de mi cadera. Me mostraba sus tatuajes los cuales teñían su cuerpo de negro. Agarró la cinta del pantalón de mi pijama junto con el de las bragas y tiró hacia abajo hasta dejarme desnuda. "Abre las piernas para mí" susurró y le obedecí de inmediato mostrándome ante él. Introdujo su mano en mi entrepierna para acariciarme varias veces hasta que uno de sus dedos se introdujo en mi vagina ya caliente. Lancé un gemido entrecortado cuando comenzó a moverse. Su pulgar se encargaba del clítoris mientras que dos de sus otros dedos me masturbaban.

—Kilian... —gemí bajito. Necesitaba un estímulo más y sabía donde estaba.

Levantó mi camiseta por encima de mis pechos y envolvió uno con su mano libre estrujándolo varias veces. Apretujó mi pezón y posteriormente pasó a jugar con él con un dedo. Me encantaba mover el pezón de forma repetitiva, ello me dio lo que me faltaba ahí abajo. Un calor se extendió por todo mi cuerpo a la vez que abrí la boca dejando salir todo tipo de quejidos. Temblé con cada oleada que desprendía el orgasmo sobre mí retorciéndome con intención de buscar el punto final.

Abrí los ojos extasiada. Desplegué las manos a ambos lados mientras mi pecho subía y bajaba. Una vez fui perdiendo el calor, sentí frío en el pecho pues lo tenía al descubierto por fuera de la colcha la cual tapaba de cintura para abajo también descubierta. Había sido intenso, jamás había pensado tanto en alguien para darme placer, ni si quiera con Dexter.

¿Qué había hecho?

¿Qué estaba haciendo Kilian conmigo?









O M G

Esto.... esto se está poniendo mega interesante.

Por lo menos yo estoy enganchada y eso que sé lo que va a pasar, porque sí, está todo calculado y medido en mi cabeza.

Effie quiere que Dexter sea su primer beso, pero, ¿lo tiene tan claro realmente?🤨

Si fuese vuestro caso, ¿a quien escogeríais para un primer beso?

#Dexter

#Kilian

Tengo curiosidad jejejej

¿Os creísteis lo del sueño?

Yo escribiendo pensé que ni de coña jajajajajaja🤣🤣

¿Habéis tenido sueños así subidos de tono? 

Yo creo que todo el mundo los ha tenido. En mi caso hasta con famosos JAAJAJ

Espero que os haya gustado el capítulo🥰

⭐️✨️Déjame una estrellita si es así✨️⭐️

Y no leemos prontooooo🙈💜💜💜☸️☸️

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