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ʜᴇᴀᴠᴇɴ ɪꜱ ᴀ ᴘʟᴀᴄᴇ ᴏɴ ᴇᴀʀᴛʜ
—¿Effie? —Una mano pasó justo delante de mi campo de visión con intención de hacerme regresar al mundo—. ¿Se puede saber en qué piensas?
Parpadeé un par de veces antes de regresarle la mirada a mi mejor amiga, mi compañera de viaje en esa etapa de mi vida, mi ojo izquierdo, mi mano derecha y todo aquello que nos pudiera unir.
—Nena, estás en las nubes —me dijo una vez tuvo captada mi atención. Ella sostenía en su brazo izquierdo uno de sus bolsos de una de las marcas más caras de la alta costura, se lo cambió al otro brazo.
Solo obtuvo de mí un largo suspiro mientras apoyaba mi espalda sobre mi taquilla.
Cailin era una chica bastante expresiva, sabía cuándo estaba pensativa, así como también sabía el momento en el que se le ocurría algo. Y es justo lo que estaba ocurriendo en ese instante. Colocó un dedo sobre mis labios con el fin de impedir que algo más saliera de mi boca.
—No digas nada, sé perfectamente qué es lo que pasa por tu cabeza —se contestó a sí misma—. Pero quizás no sea esa la forma para que él sepa de tu existencia.
—Da igual, jamás seré lo suficientemente visible para que consiga fijarse en mí —me quejé, dándome la vuelta y apoyando la frente sobre mi taquilla. Debía estar harta de mí, y me refería a la taquilla.
—Ya, no llores más —acarició mi pelo por la espalda en un intento de consuelo—, porque tengo una noticia estupenda.
—¿Qué? —gimoteé desde mi posición.
—¡Mis padres me permiten hacer una fiesta por mis dieciséis años! —vociferó con verdadero entusiasmo, provocando que me girase de nuevo ante tal sorpresa—. Será este sábado por la noche. Y tú —colocó su dedo índice sobre mi frente— vas a ayudarme. Serás la coanfitriona. ¿Qué te parece?
—¡Eso suena genial, Cailin! —exclamé con una falsa alegría—. Si tuviéramos a alguien a quien invitar.
Hacía dos años que ambas nos conocimos en aquel lugar donde nos encontrábamos, en el St. Joseph High School. Fue una suerte tropezarnos aquel día, pues de lo contrario habríamos estado completamente solas. Aunque, bueno, por mi parte ya lo estuve un curso entero antes de que ella llegara. Dos almas perdidas aquel mismo día se unieron para tener años de una gran amistad. Coincidimos en las gradas del campo de lacrosse, en el mismo lugar donde continuamos sentándonos para almorzar cada día. Congeniamos gracias a que ella comenzó a hablarme; de lo contrario, probablemente seguiría sola entre los pasillos.
Iba un curso por encima de ella, razón por la cual ese era mi último curso, mientras que ella debía afrontar el año siguiente sin mi presencia, tal y como yo hice durante mi primer año. Me preocupaba pensar que estaría sola, rodeada de tantos carnívoros que querrían devorarla sin piedad.
Porque claro, no era un instituto cualquiera.
El St. Joseph es uno de los institutos privados más prestigiosos de Nueva York, ubicado en la Quinta Avenida de Manhattan, junto a Central Park. Solo la élite y aquellas personas con contactos eran capaces de matricularse. También se podía entrar con una beca, pero era algo demasiado complicado que pocos conseguían.
Tenía muchas normas, unas estaban escritas y dictadas por sus fundadores, mientras que otras fueron creadas por los propios estudiantes. Como regla principal, debíamos llevar uniforme, el cual constaba de una falda o pantalón color vino tinto, al igual que el chaleco de punto y los pliegues de la americana negra. Bajo el chaleco vestíamos una camisa blanca decorada con una corbata a rayas a juego. En cuanto al calzado, era de libre uso, pero precisaba de calcetines altos y cualquier zapato que no desentonase demasiado. Sobre la tela de la chaqueta estaba bordado el escudo del instituto. Un escudo rodeado por lo que parecían ser un tipo de hojas finas de color rojo y, en la parte superior, una corona blanca de la que sobresalía una cruz. En el centro del escudo había cuatro símbolos heráldicos: dos leones y dos anclas con forma extraña, cada uno en su propio cuadrante, combinando los colores negro y rojo. La inscripción "ST. JOSEPH" estaba bordada sobre una cinta blanca que se encontraba bajo el escudo. Era el símbolo del instituto y todo lo que le pertenecía lo llevaba en alguna parte.
Todo allí era de primera mano y de última generación, a pesar de haber pasado bastantes años desde su inauguración.
Miraras por donde miraras, veías joyas brillantes que costaban más que toda mi casa, bolsos, pañuelos o zapatos de la mejor marca del mercado. Por no hablar de los maquillajes que presumían de usar o incluso los que les enviaban a casa para que los recomendaran en sus redes sociales.
Y luego estaba yo. Que siempre decoraba mi largo pelo castaño con una diadema de una tienda cualquiera.
Tampoco es que estuvieran siendo los mejores años de mi vida; no me apunté a ningún club, no fui a fiestas, ni hice actividades extraescolares. En lo que llevaba de instituto, solo fuimos Cailin, yo y los exámenes. Y tampoco necesitaba nada más.
Pero cuando emprendimos aquel curso, mi rubia amiga comenzó a darme un discurso sobre que debíamos atrevernos a hacer cosas nuevas durante esa etapa que estábamos terminando. No nos quedaba demasiado para terminar el instituto, mucho menos en mi caso, y ella esperaba que de la noche a la mañana fuésemos más conocidas y que nos invitasen a todo tipo de acontecimientos, pero eso quedaba bastante lejos de la realidad.
—Bueno, vendrán algunos amigos míos del colegio, y mi madre dijo que invitara a gente del instituto. Será una gran fiesta, habrá de todo. Y por no mencionar que tendremos piscina, porque será en la casa de Port Washington. —Subía y bajaba las cejas de una forma muy peculiar que consiguió sacarme una sonrisa.
—Cailin, siento decirte esto, pero no conocemos a nadie, no tenemos más amigos. Y dada la fama que me precede... ¿Quién demonios va a ir a una fiesta celebrada por nosotras? ¿Has olvidado nuestro legado en este instituto?
—Podemos romper ese legado para crear uno nuevo, y es el curso perfecto para ello —aseguró mirando a su alrededor—. Supongo que a la mayoría no les interesa de quien sea la casa mientras haya una gran fiesta en ella.
—Bien, y en el caso de que viniera alguien, ¿de cuantas personas estamos hablando? —interrogué entrecerrando los ojos.
—De cincuenta como máximo, son suficientes como para que hablen de la mejor fiesta a la que han asistido este año. De ahí, pasaremos a los clubes de la ciudad, ya verás.
El timbre resonó por los pasillos y todos caminaban hacia sus respectivas clases, al igual que hicimos nosotras. Cailin no dejaba de hablar por el camino; ella era así, una parlanchina, pero solo si tenía la suficiente confianza para hacerlo. Me resultaba extraño que ella decidiera ser más conocida y hasta dar una fiesta. Desde que la conocía, sus fiestas siempre fueron escuetas y simples: ella y yo, como mucho algún amigo del colegio. Veíamos unas pelis, comíamos pizza, palomitas y chucherías, para después dormir juntas. Lo mismo hacíamos para mi cumpleaños.
Nos separamos en cuanto alcanzamos la puerta de mi próxima clase y ella debía marcharse a la suya, para nuestra desgracia. Al principio, detestaba estar en clase y que nadie quisiera sentarse a mi lado, como si fuese basura, pero un día alguien lo hizo. Puede que no fuese intencionado, que no le quedara más remedio que hacerlo y que apenas notara que estaba ahí, pero gracias a aquello supe de su existencia y no pude borrarlo de mi cabeza.
Me senté en primera fila, como siempre hice desde el primer día. Y no, nunca me gustó ese sitio, pero de esa forma no tenía que verles las caras de asco cada vez que hablaba.
—Green, ¡a la pizarra! —gritó la profesora de matemáticas.
Puede que estuviera sumida en mis pensamientos, pero no era necesario chillarme cuando la tenía delante. Miré mi libreta con los ejercicios hechos por última vez antes de salir, me arreglé la falda del uniforme y tímidamente caminé hasta la pizarra para comenzar a escribir números y letras en ella, evitando completamente mirar hacia atrás. Si había alguien aparte de Cailin que sabía de mi existencia, esa era la profesora de matemáticas. Amaba esa asignatura, y era algo que se me daba realmente bien. Y, por lo tanto, la profesora me quería por ello, pues era la única que se interesaba de verdad en sus explicaciones.
—H-he terminado —tartamudeé con la cabeza agachada evitando mirar al resto, pero no pude evitar escuchar un "ridícula" de alguno de los presentes.
—Excelente, Effie, como siempre.
Volví a mi asiento y continué atendiendo el resto de la clase para así evadir mis pensamientos de lo que podían estar pensando de mí, era una táctica que perfeccioné con los años, así no me afectaba.
Al salir de clase, acudí de nuevo a mi taquilla con el fin de dejar el libro de mates y coger el de la clase siguiente, aunque mi desorden me impidió encontrarlo y por un momento pensé que se me había olvidado en casa. Pero, gracias al cielo, lo hallé entre un montón de papeles y libros, que, al tirar de él, la gran mayoría cayeron al suelo, montando toda una escena que provocó unas cuantas risas entre los que pasaban. No era experta en nada útil, pero, dadas las circunstancias que conformaban mi vida, lo era en ser un desastre y llamar la atención.
Recogí todo con rapidez volviendo a meterlo todo en la taquilla sin ningún tipo de orden, pero al menos se mantuvo dentro y pude quedarme tranquila dejando escapar un largo suspiro.
—Ve buscando un día para ir de compras esta semana —vociferó la voz de Cailin en mi oído izquierdo de tal forma, que casi me provocó un infarto, tanto, que abrí los ojos con angustia a la vez que coloqué una mano sobre mi corazón.
—Juro que un día vas a matarme de un susto.
—Tenemos que encontrar un buen vestido para ir bien sexys.
—¡Cailin! —Me sorprendí ante sus palabras, allí no se permitían ciertos tipos de vocablos o te enfrentarías a un castigo que recordarías de por vida. Otra de las normas del St. Joseph, nos entrenaban para ser seres estirados y elegantes.
—Decir "sexy" no es malo —afirmó con seguridad, pero pude ver en su expresión que no estaba del todo segura—. ¿Verdad?
—No sabemos maquillarnos, ni peinarnos, ¿cómo vamos a estar "sexys"? —susurré diciendo esa última palabra con cuidado—. Tendríamos que estar a la altura de los que asisten o seremos el hazme reír siendo las anfitrionas.
—No te preocupes por eso, mi madre ha contratado a personas que nos prepararán, incluso nos darán un masaje, y no aceptaré una de tus negativas. Es mi cumpleaños y forma parte de la celebración —me advirtió antes de que abriera la boca. No me gustaba recibir tanto y dar tan poco, así que me limité a asentir sin mucho convencimiento. Después de todo, Cailin sí tenía un buen nivel adquisitivo, a veces se me olvidaba—. Bien, mañana iremos de compras.
—¿Qué? ¡Mañana íbamos a ir al cine! —me quejé arrugando mis cejas.
—¡Después de las compras! Effie, tenemos que prepararlo todo. Yo ya tengo las invitaciones, solo tenemos que repartirlas.
—¿Pero existe alguien a quien dárselas?
—¡Pues claro! —Abrió su bolso de Louis Vuitton sacando unos folletos color beige del interior—. Mira, le daremos esto a algunos conocidos, les diremos que traigan a sus amigos y tendremos cincuenta personas en menos que canta un gallo.
Me entregó una de las invitaciones, el nombre de la fiesta imitaba a un programa de televisión: "Mis súper dulces dieciséis". Era bastante sencilla y sabía que todos conocían que la familia de Cailin poseía varias casas donde se habían hecho muchas fiestas, pero ninguna presidida por ella. Fue inteligente al poner más grande su apellido que su nombre.
—¿Esto no está muy anticuado? —comenté señalando la hoja.
—Esto es vintage. Una publicación puede ser desechada al momento, pasas a otra cosa y listo. Un papel requiere de atención y aunque lo tiren, ya se habrán enterado igualmente. Y tampoco tenemos a tanta gente en redes sociales como para anunciarlo solo por ahí, es mejor así.
—Vale, ¿y por quién vas a empezar?
—Solo debemos dárselo a alguien con quien hayamos hablado antes... —Dedicó una mirada a su alrededor—. ¡Mira allí está aquella chica que se sentó a nuestro lado en la última misa!
Sin darme opciones de opinar, Cailin se acercó a ella y le entregó una invitación tras unas palabras, después me señaló a mí para seguramente informar de que era su cómplice.
«Tierra, trágame», pensé varias veces. Sabía que a ella le hubiese gustado ser más conocida, tener un grupo grande de amigos con los que tener experiencias y pasar el rato, tener un novio guapísimo y acudir a todas las fiestas. Todo lo que tenía Camille.
A veces pensaba que yo era rara y que era la única a la que le incomodaba ser el centro de atención en ese instituto. No necesitaba tener veinte amigos y ser popular; siempre estuve a gusto con Cailin, siendo únicamente ella y yo. No obstante, era totalmente consciente de que, si no llamaba, aunque fuese un poco la atención, él tampoco se fijaría en mí.
Y tras ver que Cailin acosaba a unos cuantos estudiantes más que tranquilamente pasaban por el pasillo, oculté mi cabeza en el interior de mi taquilla con la esperanza de que nadie me viese al ser señalada.
—Effie —Tocó mi amiga imparablemente mi espalda con uno de sus dedos—. Ya tenemos a unos cuantos, y me han dicho que irán con sus amigos, les dije que trajeran a cuantos quisieran.
—¿Y no crees que puedan traer a más de los que deberían? Si es que viene alguien —dije sacando a la luz mi cabeza para después cerrarla de nuevo.
—¡No seas tan negativa! Y no te preocupes, lo pasaremos genial.
—También lo pasé bien en nuestras fiestas de pijama en tus anteriores cumpleaños.
—Lo sé, haremos una igualmente. Pero tenemos que evolucionar, cambiar de aires y aprovechar todo lo que nos queda de esta etapa de instituto porque...
Cailin siguió hablando sin parar, pero mi atención fue secuestrada por una especie de semidios el cual me tuvo cautiva en sus encantos desde aquel día de mi primer año de instituto que se sentó a mi lado en clase.
Ese cuerpo delgado pero definido, aquellos ojos azul verdosos que se veían a través de aquellas gafas que tan bien le quedaban, su cabello castaño peinado hacia un lado, y por no hablar de aquella sonrisa... Todo eso solo podía pertenecerle a él, Dexter Lexington. Un ser con el que había soñado tener una cita numerosas veces, y la única razón por la que deseé hacer el sacrificio de ser más conocida. Era todo lo que le pedía a la vida, que Dexter fuese mi primera vez en todo.
Aunque quizás primero debía preocuparme de por lo menos intercambiar algunas palabras, cosa que hasta ese momento jamás se había dado. Había pasado por delante de mí en miles de ocasiones, pero desgraciadamente, en esos instantes me convertía en un mueble y me confundía con el entorno. Llevaba planeando acercarme a él desde hacía tiempo, aunque me era prácticamente imposible. Sus amigos siempre estaban tan apegados a él, que a veces me hacían pensar que lo protegían como si fuese el hijo del presidente. También se me ocurrió que fuese el príncipe de un país pequeño, y que sus amigos eran guardaespaldas camuflados para no llamar la atención.
Lo siento, a veces me perdía en mis pensamientos.
No es que fuesen precisamente un grupo popular, de hecho, si no fuera por sus apellidos, serían un grupo tan invisible como lo éramos Cailin y yo.
—¡Effie, no me estás escuchando de nuevo! ¿Se puede saber qué...? —Una molesta Cailin se escuchaba en el fondo de mis pensamientos. Siguió mi mirada, dando con la razón por la cual no le estaba prestando ninguna atención—. Ajá, ya entiendo —se unió a observar al grupo de amistades, tan alegres como de costumbre, caminando por los pasillos—. Sería genial que Dexter estuviera en la fiesta, ¿eh...?
—Sería más que eso, con solo su presencia ya me alegra el día —confesé bastante aturdida.
—Bien, pues invitémoslo.
—¿Qué? —Desperté de forma inmediata como si me hubieran echado un cubo de agua en la cara—. ¡Cailin, no!
Intenté agarrarla de alguna parte de su cuerpo para evitar que diera un solo paso, pero era demasiado tarde. El grupo del semidios estaba pasando por delante de nosotras y Cailin no tuvo otra cosa que hacer en esos momentos que irrumpir en su escena.
—¡Dexter! —gritó la rubia, y yo casi estaba por meterme enterita en mi taquilla.
Él se giró y frenó sus pies en seco, buscando cual era origen de la llamada. Su pandilla continuó caminando porque, al parecer no se percataron, pero el semidios se acercó a Cailin con una sonrisa que casi me provocó un desmayo.
—¡Hola! Cailin, ¿no? —pronunció con esa elegante voz que poseía.
—¡Esa soy yo!
No dejé de mirar a uno y luego a otro; solo estaba a escasos centímetros de él, algo que no volvió a ocurrir desde aquel día en clase. Me encontraba demasiado nerviosa y no sabía exactamente cómo reaccionar.
«¡Por los cielos! ¿En qué momento Cailin conoció a Dexter?»
Quería presentarme y confesarle mi amor por él, pero no podía mover ningún músculo de mi cuerpo, y me odiaba por eso. ¿Por qué no podía ser más atrevida?
—Genial. ¿Qué pasa? —preguntó interesado.
—Quería invitarte a una fiesta que voy a celebrar por mi cumpleaños, puedes traer a todos los amigos que quieras, sois bien recibidos.
Me sorprendió incluso que recibiera el papel con agrado, así era de amable y simpático. Observó la invitación con detenimiento como si estuviera analizando la situación. En el fondo le comprendí, ¿quién iría a una fiesta de un par de pardillas?
«Tierra, trágame aún más adentro.»
—Suena bien —concluyó con entusiasmo guardándose el papel en el bolsillo de la chaqueta del uniforme.
—¿Vendrás? —cuestionó Cailin y supongo que eso lo hizo más bien por mí que por ella, para que tuviera una mísera esperanza por esa fiesta.
—¡Por supuesto! Gracias por la invitación, allí estaré.
Hizo un ademán con la mano en señal de despedida a Cailin, pero antes de continuar andando para reencontrarse con sus amigos, volvió su intensa mirada hacía mí e hizo la comisura de sus labios hacia arriba.
Creí estar en el mismísimo cielo en ese momento.
El cumpleaños no iba a pintar mal después de todo. Aún no sabía si iban a asistir más personas, pero lo que me importaba era que Dexter iba a estar allí, y no podía pedir más.
Una pena que esa fiesta acabase con un cuchillo sobre mi cuello.
Literalmente.
Buenas.
Oye, que esto ya ha comenzado😨
Me mueroooooo🤯
¿Qué os ha parecido el primer capitulito? Cuentenmeeee
Creo que subiré una vez por semana para darme tiempo.
Espero que le deis mucho amor con vuestro votos y comentarios. Y si os gusta no dudéis en compartirla🤗
¡¡¡¡Por cierto!!!!
Estoy activa en las redes sociales (más en Instagram) subiendo contenido de mis novelas, incluido esta.
Me encantaría teneros por ahí y si me decís que venís de esta historia, os sigo de vuelta!!!
Un besito a todxs😘😘😘
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