PATRU
Los dos bandos que se habían aliado observaban atentamente a sus enemigos. Estaban escondidos a una distancia prudente para evitar ser descubiertos y protegidos por la barrera creada por Amaru. Pero se alertaron al escuchar pasos detrás de ellos, se pusieron en posición de ataque. Pero Mireia se relajó al instante al reconocer a su hermano menor. Bastián caminaba tranquilamente y traía una sonrisa en su rostro, como si dentro de unos minutos no se desataría una batalla a matar o morir.
-Lo siento si los asusté- aunque en realidad estaba mintiendo y todos lo sabían, tal vez no era tan inocente como aparentaba-, pero traigo buenas noticias. Los Piuchén se pusieron furiosos cuando descubrieron que una de sus integrantes había sido asesinada y mucho más cuando encontraron la daga y el olor de los Báthory de Ecsed en ella. Juraron venganza y cuando me enteré de esto, hice correr el rumor de nuestra alianza y pronto ataque.
-¿Qué hiciste qué?- el joven Tahiel había expuesto su queja y enojo al instante- ¡Ahora sabrán que los vamos a atacar!
Era muy impertinente e impulsivo, no pensaba las cosas sólo se lanzaba como un loco esperando que su fuerza y valentía le dieran las de ganar. Era cero estratega, todo lo contrario a Aukan, su hermano mayor.
-Era necesario, de esa forma se enterarán que nosotros también queremos eliminar a los Báthory de Ecsed y tal vez se unan a nosotros- le contestó su padre con toda la paciencia posible, aunque un poco decepcionado que su hijo no se diera cuenta solo.
-Y ha funcionado- continuó Bastián- Acabo de reunirme con ellos- suspiró un poco cansado- Fue una charla un poco acalorada y no están muy de acuerdo a unirse a nosotros, prefieren atacar por su parte y que nosotros no los estorbemos- todos se miraron-. Pero al final aceptaron reunirse con nuestra líder- Mireia bufó molesta.
Todos estaban al tanto de la repulsión que sentía por los Piuchén, vampiros que no eran puros como ellos. Además de la actitud salvaje y sin ningún tipo de modales.
-Lo que uno tiene que hacer- soltó entre resignada y enojada. Y desapareció entre los árboles.
Todos volvieron a su anterior puesto a vigilar a sus futuras víctimas. Nicusor solo esperaba que todo saliera bien, habían logrado que los Trelke Wekufe los apoyaran. Y luego, tuvo que asesinar a esa joven vampiro perteneciente a los Piuchén con una daga que había robado a los Báthory de Ecsed. De esa forma, cuando su grupo la encontrara, culparían a los Báthory y no sólo evitaría cualquier alianza entre ambos grupos, sino también se aseguraría la toma de represalia. Porque todos eran conscientes de la forma salvaje y sanguinaria de los Piuchén, donde su lema era "Las haces y las pagas".
Y Nicusor era el indicado para hacerlo, ya que una de sus habilidades era no poseer aroma para cualquier criatura que no portara su propia sangre. Por lo tanto, ninguno de los dos grupos podía notar su esencia en el lugar de los hechos. Sólo tres personas podrán delatarlo, pero el primero ya estaba muerto y los otros dos, por el momento estaban de su mismo lado.
Había pasado cerca de una hora cuando Mireia apareció con el otro grupo. Y todos sabían que los rumores eran ciertos, todos estaba apenas vestidos con pieles de animales, como si vivieran en la antigüedad, aunque estaban a tono con los humanos que habitaban esas tierras.
-Son pocos-dijo de forma brusca un hombre de pelo negro y un aura bastante intimidante- Sólo espero que no se metan en nuestro camino- Mireia lo miró mal.
-Él es Lariku, líder de los...-Mireia había comenzado con las presentaciones al notar los malos modales del otro y sabiendo que no lo haría. Pero fue interrumpida por el mismo hombre.
-No importan las presentaciones. Les seré claro, llegamos a un acuerdo con esta preciosura- dijo de forma descarada mirando hacia la rubia, quien sólo rodó los ojos- Nosotros atacamos y matamos a todos, mientras que ustedes rodean el lugar para evitar que alguno escape. De lo contrario, si deciden estorbar no habrá garantías de que no los ataquemos- dijo firme.
Todos se miraron, si la orgullosa Mireia había aceptado eso, ellos también lo harían. Además era más conveniente, ya que se aseguraban de no estar en el centro de la pelea y poder salir vivos de ahí. Habían sabido mover sus cartas y que mejor que otros hagan el trabajo sucio, mientras ellos estaban atrás. Al final todos buscaban deshacerse de sus enemigos.
+++
Amaru llevaba mucho tiempo manteniendo la barrera para evitar ser detectados, al final habían descubierto el poder de la vampiro que siempre parecía analizar todo. Los Piuchén no habían armado estrategias, sólo se lanzarían a asesinar apenas la chica quite la barrera. Los demás se fueron a sus puestos, cuando todos tenían rodeado el lugar, Amaru dejó de aplicar la barrera y los Piuchén se lanzaron a la batalla.
Todo sucedió demasiado rápido, incluso para su velocidad vampírica. Los Piuchén que sólo habían venido cinco, seguramente confiados de su salvajidad a la hora de la batalla; estaban masacrado al otro grupo. Lariku era increíblemente fuerte y despiadado, se lanzaba sobre sus víctimas y las degollaba en un par de segundos.
Warakusi, una mujer con el cabello negro y que le llegaba hasta los hombres, que aparentemente era la pareja del líder y también su mano derecha, no se quedaba atrás. Mataba a todo aquel que se le cruzase en el camino con una espada.
Aukan y Mireia también habían matado a dos vampiros que intentaron huir, pero no lo habían logrado. El resto solo se quedaba en sus lugares viendo la masacre. Todo era un caos, sangre y cuerpos desmembrados por doquier.
Nicusor desvió la vista de la batalla al notar una presencia vampírica que intentaba escapar, justo pasaba por el territorio que a él le tocaba cuidar, por lo tanto ningún de los otros se metería. Ubicó la presencia y fue hasta ella, una mujer de no más de treinta años (o al menos los aparentaba) estaba caminando bastante apresurada. No podía correr, seguramente tenía lastimada la piernas, ya que su vestido estaba manchado por una gran cantidad de sangre.
-Detente ahora mismo- la mujer se tensó y se giró lentamente, no había notado la presencia de Nicusor a su espalda y ahora se recriminaba.
No quería morir, habían escuchado los rumores de que los Montmorency-Laval y los Trelke Wekufe no estaban contentos con su presencia. Pero no les dieron importancia, ellos eran más y los atacarían antes, luego ocuparían su territorio. Pero habían pecado de confiados y los otros vampiros les habían ganado.
Toda su familia estaba siendo asesinada y ella apenas había logrado escapar cuando su atacante se distrajo con su prima, lo lamentaba por ella, pero prefería su vida. Igual ahora ya no servía, la habían descubierto.
-Por favor... no me mates- dijo suplicante mientras aferraba un bulto a su pecho.
Nicusor se acercó a la mujer tambaleante, mientras ésta retrocedía lentamente.
-Te lo suplico, tú eres igual a mí. A ti también te gustaría vivir se te encontraras en mi situación-dijo sollozante- ¡No te he hecho nada! ¡Y mi hija es apenas una bebé!- se estaba desesperando. El hombre no hablaba y solo frenó frente a ella.
Nicusor miró a la mujer y luego al pequeño bulto, ahora sabía que era la hija. Ruxandra vino a su mente, ella lo había dejado escapar cuando tuviera que haberlo matado. La mujer no le había hecho nada, solo quería vivir.
-Vete, pero no quiero verte más. Aléjate de estas tierras porque no me haré responsable si mis hermanos te encuentran ni yo mismo te perdonaré la vida otra vez- dijo de forma tajante, ella esbozó una leve sonrisa y con las pocas fuerzas que le quedaban se fue cojeando para desaparecer entre los árboles.
Suspiró resignado y volvió a su puesto, sólo esperaba que nadie lo haya visto. Cuando llegó ya no había nadie con vida y todos los Piuchén se veían felices y gritaban victoriosos casi como animales que estaban cubiertos de sangre, era una imagen grotesca y daba hasta asco.
-Hay que eliminar la evidencia- apenas terminó de decirlo, Mireia miró todo con repugnancia y se marchó con su caminar elegante y sin tocar nada. Su vestido blanco no tenía ni una gota de sangre, seguía igual de pulcro.
Aún no podía entender del todo a su hermana, ¿quién en su sano juicio se vestía como para ir a una fiesta cuando en realidad iban a la guerra?
-De eso se harán cargo ustedes, nosotros ya hicimos el trabajo sucio. Es hora de que ustedes se ensucien las manos para sacar la basura- soltó con burla Lariku y todos sus compañeros explotaron en carcajadas, para luego marcharse en un gran alboroto.
Aukan hizo una mueca de fastidio, pero luego se acercó con una antorcha y comenzó a incendiar lo que quedaba de los cuerpos, los demás lo imitaron.
Ya no quedaban rastros ni de los muertos ni de los Trelke Wekufe. Sólo estaban Nicusor y Bastián quienes miraban a la nada.
-Sólo espero que corra rápido y nadie la vea- Nicusor miró a su hermano interrogante, ¿acaso él sabía algo?
-¿De qué hablas?- tenía que tantear el terreno, no se iba a delatar tan rápido.
-De Anna, la mujer que dejaste escapar- abrió grande los ojos- No te preocupes, no diré nada- luego miró hacia el cielo- Es mejor regresar, no quiero ver a Mireia enojada y ya debe estarlo porque tuvimos que recurrir a la ayuda de Lariku- dijo lo último con voz burlona, como si fuera divertido ver enojada a su hermana. Luego se marchó.
No sabía que pensar, su hermano lo desconcertaba cada vez más. ¿Era de confiar o no? No podía pasar por alto esas supuestas "caminatas" que realizaba todos los días y a la misma hora. Y ahora el hecho de que lo haya visto dejar viva a un vampiro y no diría nada. ¿Qué era lo que realmente buscaba? ¿Acaso estaba planeando algo? Debía averiguarlo. De ahora en más no le quitaría los ojos de encima.
Tal vez se había equivocado pensando que Mireia era la más peligrosa, su hermana era de temer, pero últimamente Bastián era alguien mucho más misterioso. Y eso era peor, porque se mostraba como alguien que no era capaz de matar, pero ocultaba demasiadas cosas y sabía muchas otras. A veces el poder residía en la información y no la fuerza.
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Sus lentos y elegantes pasos marcaban el camino por esa parte de la selva.
-¿Qué hace tan bella líder sola en esta parte tan inhóspita y tan lejos de su hogar?- la voz burlona de Lariku le sacó una mueca de fastidio a Mireia.
-Buscando ratas para matar- dijo mientras se daba la vuelta y lo miraba fijamente.
-Pues, aquí no las encontrarás. Sólo el vampiro más sexy está acá- al escuchar eso, Mireia soltó una carcajada. Pero el otro fue demasiado rápido y antes de que ella le contestara, ya la había acorralado contra un árbol y su cuerpo.
-¡Pero que bruto eres!- gritó enojada al ser azotada tan repentinamente. El otro sonrió.
-Pero así te gusto- dijo de forma lasciva, mientras deslizaba su mano derecha por la cintura de la vampiro. Ella soltó una risa.
-¿Gustarme? Por favor, solo la tonta de Warakusi puede sentir eso por ti- dijo con superioridad, pero no apartó la mano del otro que seguía moviéndose.
-¿Celosa?- dijo burlón y también esperanzado de que fuera verdad.
-¿De un impuro como tú?- soltó sarcástica- Nun...- pero él no la dejó terminar. No quería escuchar esa frase, no de ella.
Unió sus bocas en un demandante beso, y al poco tiempo ambos sucumbieron a la pasión. Su relación era así, sólo se basaba en el deseo que los dos tenían. Era una relación que sólo implicaba el cuerpo, no los sentimientos. Aunque el líder de los Piuchén, Lariku, esperaba algo más, algo que no obtendría de Mireia. Pero la esperanza es lo último que se pierde.
+++
-Es muy tarde para que una joven como tú esté sola por la calle- soltó una voz masculina. Ruxandra se sorprendió y miró al extraño mientras agarraba disimuladamente la espada que estaba en su cintura.
-¿Quién eres?- dijo sin demostrar lo alarmada que estaba.
El hombre caminó hacia ella y pronto la oscuridad dejó de ocultar su cuerpo. Era joven y tenía el cabello y la barba de un color rojizo, era bastante alto y un cuerpo ancho y musculoso, a pesar de ocultarlo bajo sus elegantes trajes. Pero años de ser cazadora, le permitían analizar a sus oponentes.
-Lo siento mucho si la asuste. No era mi intención, pequeña dhampir- dijo con una sonrisa y eso terminó de alertarla. No podía ser un humano, debía ser una criatura.
-Te he preguntado ¿quién eres?- dijo mucho más ruda y perdiendo la paciencia.
-Perdón por mi falta de cortesía. Soy Adolph Eldwin Scheck- dijo mientras le tendía su mano. Ella sacó la espada y se puso en posición defensiva.
-¿Qué es lo que buscas?- dijo sin dejar su tono duro y frío. El bajó su mano extendida.
-Solo caminaba por aquí y te vi. Tuve la curiosidad de conocerte- dijo divertido. Ella entrecerró los ojos y sostuvo más fuerte la espada al notar que se acercaba unos pasos- Eres un ser que pertenece a ambos bandos, pero al mismo tiempo es rechazado por los dos.
-¿Qué estás insinuando?- no le gustaba ese hombre.
-Eres mitad humana y parece que ellos te aceptan al dejarte que te unas a la organización como cazadora, pero en realidad solo te utilizan para matar a los seres de la noche. Y tu otra mitad es vampiro, pero para ellos eres una paria y ni siquiera llegas al nivel de los impuros. Aunque- dijo cuándo aspiraba con fuerza-, también te acuestas con uno de ellos- dijo con una sonrisa.
Ella abrió los ojos sorprendida y todas sus alarmas se encendieron, para luego acercarse a toda velocidad y posicionar la espada en la garganta del hombre.
-¿Qué estás diciendo? Tus palabras pueden costarte la vida- cada palabra salió lentamente y de una forma muy fría, para lograr infundir el terror en el contrario. Pero contra todo pronóstico, el otro sonrió.
-Solo digo la verdad- y con la mano en el filo de la espada comenzó a alejarla de su cuello- Puedo olerte y apestas a él- Ruxandra acercó otra vez la espada al contrario.
-Eres un hombre lobo- no era una pregunta, sino una afirmación.
-Sí, pero vengo en son de paz- dijo levantando las manos- Aunque te mentí- ella presionó más la espada contra el contrario y frunció el ceño.
-Habla- no dejaba opción a réplica.
-En realidad te vi con el vampiro besándote en el puerto. No lo olí, ese tipo no tiene olor. Supongo que debe ser su habilidad- dijo pensativo.
-¿Qué quieres?- dijo ya más cansada y alejando la espada del cuello ajeno.
-Cómo te dije, solo paseaba y te vi- dijo mientras sonreía- Solo piensa lo que te dije- comenzó a caminar, pero frenó y la volvió a mirar- Si algún día necesitas mi ayuda, no dudes en pedírmela. Me caes bien, dhampir- y luego desapareció.
Dejando a Ruxandra pensativa, ¿de qué lado estaba realmente?
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PATRU: cuatro en rumano.
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