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CAPÍTULO 8

   La siguiente semana transcurrió lenta y pesada. El humor de Paula estaba como el tiempo, muy gris, y aunque intentaba disimular todo lo que podía, todo este embrollo con Jorge la tenía con el cuerpo del revés. No entendía nada, ni siquiera se entendía a sí misma ¿Por qué tenía que ser tan complicado todo?, ¿no podían haberse conocido de una forma más tradicional?

   El jueves se escapó a darse un capricho a una tienda de lencería muy mona y muy cara. Siempre que pasaba por delante del escaparate se quedaba embobada mirando ¡Cómo le gustaba todo lo que tenían! Era muy elegante y sexy al mismo tiempo. Los encajes, las blondas y los ligueros ocupaban todo el escaparate.

   Hoy entro, me lo merezco. Aunque sea para ponérmelo por casa me lo voy a comprar, ya está bien. Y así entró Paula al paraíso de la ropa interior de lujo.

   Varios metros atrás, alguien llevaba un rato observándola, pero no se acercó a saludarla, sino que se sentó en una terraza de la rambla y se dispuso a leer la prensa local, mientras se tomaba un café con hielo. Camuflado con el diario pudo observar como Paula entraba en la tienda y, como al cabo de un rato, salía de nuevo. Esperó que se alejara de la tienda y entonces entró él.

—Buenas tardes, señorita.

—Hola, caballero, buenas tardes ¿En qué puedo ayudarle?

—Pues mire, resulta que ha entrado una amiga mía hace unos minutos y quisiera saber si ha comprado algo. Pronto es su cumpleaños y quiero regalarle algo que verdaderamente le agrade.

—Sí, acabo de atender a una chica, pero no ha comprado nada. Volverá en una hora aproximadamente para decirme si se queda el conjunto que se ha probado o no. Lo tengo reservado porque solo traemos una talla de cada modelo.

—Perfecto, yo se lo dejo pagado, así cuando vuelva se lo entrega usted envuelto y le da el tique por si tuviera que cambiarlo o cualquier otra cosa.

—Entendido, no hay problema, ahora mismo lo envuelvo para regalo y le hago el tique por duplicado para cualquier cosa que necesiten. Mire, serán 225 euros.

   Ostras, menudos gustos doña Paula, espero vértelo puesto algún día. Ya buscaré la manera. De momento me conformo con regalártelo e imaginarme como te queda.

—Tenga, señorita, cóbreme rápido que no quiero que me vea aquí. Quiero que sea una sorpresa.

—Aquí tiene, su tique, y muchas gracias por su compra.

—Adiós y gracias por su complicidad, señorita.

   Jorge salió a toda prisa y se volvió a sentar en la misma terraza. Continuó leyendo el diario de hacía un rato como si no se hubiese movido de allí.

   Paula llegó a la tienda dispuesta a excusarse con la dependienta. No creía oportuno gastarse tanto dinero en un capricho así. Seguro que en alguna cadena podía encontrar algo bien bonito y muchísimo más asequible a su bolsillo.

—Hola, he estado aquí hace un rato. No voy a quedarme el conjunto, lo siento. Gracias por reservármelo.

—Disculpe, aquí lo tiene.

—No me ha entendido. No me lo voy a quedar finalmente, me sabe mal haberle hecho perder el tiempo, yo...

—No, no, disculpe, ya está pagado. Un caballero ha venido a pagarlo y me ha dicho que se lo dejara envuelto para cuando volviera usted. Me ha dicho que es un regalo.

—¿Le ha dejado su nombre?

—No.

—Pero en el tique de la Visa pondrá su nombre, ¿no?

—No podemos dar ese tipo de información, lo siento mucho, es política de empresa. Debemos mantener la privacidad de los datos del cliente. Me podría buscar un lío tremendo si se lo dijera.

—Está bien, no se preocupe, lo entiendo. Es lógico. Lo que no es lógico es lo que me está ocurriendo últimamente a mí.

—Perdone, ¿decía algo?

—No, nada, que muchas gracias. Ha sido usted muy amable. —Lo que sí puedo decirle es que es muy guapo y muy educado. No sé si le es de mucha ayuda esta información.

—Bueno, no mucho, pero al menos es algo.

   Salió de la tienda como flotando. Su cara era un poema. Iba por la calle caminando despistada y pasó de largo, por delante de Jorge, sin darse ni cuenta.

   Al día siguiente Jorge fue a ver a un amigo suyo y le pidió un favor.

—Hola, Álex, ¿qué tal? ¡Cuánto tiempo!

—¡Jorge, compañero! Dichosos los ojos, amigo. Desde que ya no vienes a hacer horas extras a mi centro no hay quien te vea el pelo.

—Sí, es verdad, voy a mil con las clases de Zumba. Me absorben casi por completo.

—¿Qué te trae por aquí?, ¿vas a venir a dar masajes de nuevo? Mis clientas te echan de menos. No sabes la de veces que me preguntan por ti.

—Pues sí y no, verás. Necesito regalar un masaje a una mujer, pero quiero dárselo yo sin que ella lo sepa.

—Jorge, Jorge, me vas a meter en problemas.

—No haré nada raro, te lo prometo. Tan solo le daré el masaje por ti, pero ella no debe saberlo.

—Espero no tener que arrepentirme de acceder a tus jueguecitos.

—Eres un amigo, tío, te debo una.

—Sí, eso seguro. Me lo apunto.

   Ese viernes Paula deseaba con todas sus ansias que llegara ya el final de la jornada. Necesitaba desconectar durante el fin de semana y dejar atrás ese humor gris que arrastraba con ella. Al llegar al trabajo, Manuela la paró en seco.

—Paula, espera, tengo una cosa para ti. Lo han dejado esta mañana a tu nombre. Chica, que pacientes tan atentos tienes, menuda suerte la tuya.

   Manuela le entregó un sobre de color azul con un lacito pegado.

—¿Qué será esto? Nunca me han regalado un sobre así.

—Mujer, ábrelo. Me mata la curiosidad.

   Paula abrió el sobre y sacó una tarjetita. Era un vale de masaje de un centro muy conocido de la ciudad.

—Qué extraño, no han puesto el nombre ¿Quién me lo habrá regalado?

—Ya te lo dirán, tú disfruta. Eso sí que es empezar bien el fin de semana, ¿eh?

—Mañana mismo iré a gastar este vale. Creo que me ha caído como lluvia de mayo, lo necesito urgentemente.

   No se lo pensó demasiado, cogió la tarjetita regalo y llamó al teléfono del centro de masajes para concertar cita para ese mismo sábado.

   Al día siguiente se levantó temprano, como todos los sábados, barrió y fregó todo el piso, recogió los platos, puso lavadoras, planchó y dobló ropa, hizo las camas, los baños a fondo y, cuando ya no podía más y estaba todo en orden, se duchó, se vistió y se llevó a sus hijas a comer una hamburguesa. Después de un rato las llevó a casa de los abuelos y se dirigió de nuevo a su casa, para volverse a duchar y cambiarse de ropa otra vez. Estaba siendo un septiembre de mucho bochorno, hacía más calor que en julio y agosto, así que se dio una ducha rápida y sacó de la bolsa el conjunto nuevo de ropa interior.

   "Me lo pongo hoy y lo estreno porque será de los pocos días que pueda lucirlo", pensó Paula. Se puso el sujetador de encaje negro y las braguitas a conjunto y se miró al espejo durante unos instantes. Se contempló con determinación pensando que, aunque no era una quinceañera, su cuerpo tampoco era tan desastroso, incluso se atrevía a pensar que los años la trataban bien. Quizás algún kilito debía perder, sí, pero haber pasado por dos embarazos no era poca cosa, así que se contentó y se sintió orgullosa.

   Se perfumó, se vistió con un ligero vestido veraniego y metió en su bolsito el sobre azul con la tarjeta regalo. Aparcó casi en la puerta del centro de masajes y se dirigió hacia allí contenta de poder relajarse un ratito y liberar tensiones.

—Hola, buenas tardes.

—Muy buenas ¿Le puedo ayudar en algo?

—Sí, mire, me han hecho un regalo y quisiera utilizarlo ahora.

   Llamé ayer mismo concertando cita.

—Entonces debe ser usted Paula ¿verdad?

—Sí, soy yo.

—Pues pase, le muestro el camino.

   La llevó hasta un pequeño cuarto con poca luz en el que se oía una música de fondo muy suave. Cuatro lámparas de sal iluminaban tenuemente la estancia dándole ese tono anaranjado tan relajante.

—Puede dejar su ropa en esa silla. Después túmbese boca abajo en la camilla, enseguida llegará el masajista. Usted relájese, de eso se trata.

—Muchas gracias, eso espero. Lo necesito.

   Paula se quedó sola en la habitación y se desvistió en un segundo. Dudó si quitarse o no el sujetador, pero prefirió dejárselo puesto. Si el masajista le indicaba que tenía que desprenderse de él, pues ya lo haría.

   De repente la puerta se abrió y se cerró de nuevo, suavemente. Oyó como alguien encendía unas cerillas y prendía incienso con olor a mandarina o algo así, cítrico, como a ella le gustaba. Menuda coincidencia. Eso seguro era un buen augurio. Le extrañó que aquella persona no le dijera nada, ni se presentara, ni le diera ninguna indicación, pero Paula empezaba a estar tan relajada que le dio igual. Simplemente se dejó hacer.

   Fue relajando todos y cada uno de sus músculos. El calor de aquellas manos era algo maravilloso, le iba amasando cada porción de su cuerpo. Empezó por sus piernas, pasó por los glúteos, llegó a la parte baja de su espalda y, cuando subió más, le desabrocho el sujetador, sin decirle nada.

   Se dejó hacer sin rechistar, era un placer abandonarse a otras manos sin cruzar ni una sola palabra. Él ya sabía a qué venía ella y no hacía falta decir nada. Llegó a su nuca y a Paula le pareció que aquello era lo mejor que la vida podía ofrecerle en aquel preciso instante ¡Qué placer! Jorge enredó sus dedos en el pelo de Paula y le hizo un masaje capilar suave y lento, pero cuando se acercó un poco más para inhalar su olor se dio cuenta que se había quedado profundamente dormida. Se sentó junto a ella y la observó por unos instantes; estaba preciosa, relajada, sin lanzarle insultos ni feas promesas. Deseó besarla de nuevo pero en vez de eso depositó sus labios en su cuello, y así se despidió de la enfermera.

—Hola, perdone, a mí no me molesta aquí, de hecho no tengo ninguna cita más esta tarde, pero me sabría mal que la estén esperando a usted en algún sitio y se preocupen.

—Pero por favor, que vergüenza ¿Me he quedado dormida?

—Digamos que sí. Lleva una media hora aquí sola durmiendo

—Madre mía, que bochorno, lo siento muchísimo. Dígale a su masajista que tiene unas manos divinas, no me habían dado un masaje así jamás.

—Se lo diré, no se preocupe. Vuelva cuando quiera.

—Sí, gracias, lo haré.

   Sin duda, uno de los mejores regalos que me han hecho mis pacientes, pensó, y se metió en su coche para ir a buscar a las niñas con otra actitud mucho más relajada que un rato antes.


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