Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

CAPÍTULO 5

   El viernes pasó lento y con mucho trabajo pero al fin llegó el momento deseado por todos: el inicio del fin de semana. Paula se fue puntual como siempre, ni un minuto antes pero tampoco ni un minuto después. Hoy no tenía las niñas separadas, las tenía a las dos en casa de sus padres y, cuando llegó a recogerlas, las encontró a las dos cenando y con el pijama puesto.

—Mamá, mamá, queremos quedarnos las dos a dormir aquí ¿Nos dejas? Va, porfi, tenemos todo el fin de semana para vernos. Deja que nos quedemos esta noche, nos portaremos bien.

—Yo no soy la que tiene la última palabra, pequeñas liantas de caras dulces, vuestros abuelos son los que tienen que decir si podéis o no podéis quedaros.

—Claro que pueden quedarse, no hay problema, Paula. Ve y descansa, mañana ya vendrás a recogerlas cuando quieras. Ya sabes que aquí no se aburren.

—Está bien, os quedáis, pero no quiero peleas, ni malas contestaciones, ni nada de esas cosas que vosotras ya sabéis de sobras que no están bien ¿Entendido?

—Sí, mamá. Seremos unos angelitos.

—Más os vale si queréis repetir otro día.

   Paula le dio un beso enorme y un abrazo amoroso a sus hijitas y se volvió a ir tal y como había llegado: sola.

—Natalia, ¿qué estás haciendo?

—¡Hola, Paula! Qué sorpresa que tú me llames a estas horas ¿Ha pasado algo?, ¿las niñas están bien?

—Tranquila, está todo bien, sólo es que mis propias hijas me han dado plantón. He ido a buscarlas y ellas ya se habían montado una noche de viernes sin su madre.

—Ve acostumbrándote, nena. La vida es así.

—¿Qué te parecería pasarnos por el local nuevo que inauguran hoy? Creo que puede ser un buen plan.

—Lo raro es que seas tú la que lo propone, Paula. No podemos dejar pasar esta oportunidad. Ahora mismo llamo a las demás. Esta noche que tiemble la ciudad: ¡salida de chicas!

   En menos de dos horas fue a casa, cenó algo ligero, se duchó, sacó del fondo del armario ese vestido corto que siempre la saca de cualquier apuro, se pintó un poquito para disimular el cansancio acumulado de toda la semana y se perfumó con su colonia, la de siempre, con toque a cítricos, muy de ella, un poco ácida.

   Cuando entró al piso de Natalia las demás ya estaban allí. Marian, Rocío y Leyre la recibieron con vítores y silbidos, subiendo así la autoestima de Paula. Le acercaron un quinto de cerveza bien frío y las cinco amigas chocaron los botellines en señal de triunfo. Y es que lo era, pues hacía un siglo que no se habían reunido para una salidita así.

—Bueno, ¿nos vamos, o qué? Chicas, necesito quemar malas vibraciones, demasiadas emociones fuertes en pocos días.

—Tranquila, Paula, con ese vestido seguro que te sale algún voluntario para hacerte olvidar lo que tú quieras. Vamos, tengo el coche aquí mismo aparcado. Luego os traigo hasta aquí, ya sabéis que yo no suelo beber.

—Pues venga, vamos, seguro que hacen algo especial por la inauguración del local de singles, y tengo invitaciones.

   Las chicas se dirigieron al centro de la ciudad y decidieron aparcar el coche de Leyre en el parking, para evitar problemas y dar vueltas buscando sitio.

   Cuando estaban llegando vieron la gran cola que se había formado y empezaron a dudar si había sido una buena idea ir allí. De repente, un portero se acercó a ellas y les preguntó si tenían invitaciones. Paula buscó en su pequeño bolso y se las mostró. El hombre les hizo una seña para que lo siguieran y pasaran detrás de él.

   El local estaba decorado para la ocasión y la gente bailaba, bebía y hablaba distendidamente, sin agobios por multitudes. El dueño del negocio no quería muchos clientes, quería buenos clientes, buen ambiente, clientes con dinero, que se acercaran hasta allí para gastar sin preocuparse por nada.

—Mirar, chicas, una barra de cócteles ¿Probamos?

—Yo uno sin alcohol, que con la cervecita de tu casa ya he hecho el cupo de esta noche. Otro día ya le tocará a otra conducir.

   El camarero de la barra de cócteles era un chico muy guapo y lo mejor de todo era que los cócteles los hacía de escándalo. Las cinco estaban embelesadas observándolo y él se recreaba en todo el espectáculo que acompaña a estas elaboraciones.

   La música empezó a sonar con menos volumen, y Luis, el dueño del local, se hizo con un micro para dar paso a la primera sorpresa de la noche.

—Como ya sabéis todos, hoy inauguramos este local, el primero y único en nuestra ciudad de estas características. A lo largo de las semanas iremos conociendo las sorpresas que hemos preparado mi equipo de colaboradores y yo para que lo paséis genial con nosotros y entre vosotros sobre todo, claro, porque de eso se trata. Esta noche ha venido una persona a hacerme un favor y, aunque no será nuestro profesor habitual, se ha ofrecido a venir siempre que lo necesite. ¡Esta noche tenemos con nosotros a Jorge! Démosle una calurosa bienvenida con un fuerte aplauso.

 Paula no daba crédito a lo que veían sus ojos, ese chico era igual que Miguel ¿Habría bebido ya demasiado como para ver a ese cretino hasta en la sopa? Se acercó más a la pista, para esclarecer sus dudas pero, conforme ella avanzaba hacía la pista, el chico al que acababa de presentar el dueño del local se apresuró a cogerla por la cintura y acercarla hacia él.

—Escojan pareja, solo de baile por ahora, aunque la noche es joven, y observen mis pasos. Si el hombre sabe llevar a la mujer no hay pérdida, el baile será perfecto; y si la chica se deja llevar, mucho mejor, la resistencia en estos casos siempre es un obstáculo. Todo suave, con cariño, bailar es como hacer el amor, todos los movimientos importan, no hay que apresurarse.

—¿Tú eres idiota o te lo haces?

—No quedes mal delante de tanta gente, al menos baila conmigo una canción, después tú decides.

   La vergüenza del momento no dejó a Paula dejarlo plantado en medio de la pista pero la sangre le hervía y se prometió a ella misma que se lo pagaría muy caro, claro que sí. Jorge no tenía ni idea del juego tan peligroso al que estaba jugando con ella. Lo peor que llevaba era que le mintieran. La venganza estaba servida y en plato frío resultaría exquisita.

   Jorge disfrutó de cada hueco de la cintura de su compañera de baile, su pelo olía tan bien, reconocería ese olor entre muchos otros diferentes: era el olor de Paula. Y ese vestido... Se la había imaginado de muchas maneras pero así estaba preciosa, tan sensual, tan femenina, tan arrebatadoramente irresistible.

   La temperatura fue subiendo entre ellos, los roces en el baile eran inevitables y, cuando el tono de la música les indicó que ya podían despedirse, los dos se sintieron decepcionados. Ambos hubieran hecho eterna esa canción, ese baile, ese juego, pero la realidad era otra. La realidad era que Jorge había mentido a Paula.

—¿No me das un beso de despedida, Paula?

   Pero Paula ni se giró ni le contestó. Se acercó a sus amigas y simplemente les dijo que quería irse a casa, que cogería un taxi.

   Por supuesto se fueron todas con ella. Estaban intrigadas por saber quién era ese chico y como era que Paula estaba que echaba chispas.

—A mí me dejáis en casa, vosotras hacer lo que queráis, la noche es joven, no quiero que por mi culpa os amarguéis la salida de chicas.

—¿Es que no nos conoces, Paula? Somos tus amigas, pero ante todo y más importante, somos unas chismosas de campeonato. Nos vas a contar todo con pelos y señales, no seas egoísta. ¿Quién es el macizorro que te ha dejado más sobada que la fruta del mercado?, ¿tiene hermanos?, ¿está divorciado?, ¿te interesa o podemos ir a por él?

—Sois lo peor. Tener amigas para esto. Aunque tengo que deciros algo: me habéis hecho reír, gamberras.

—Sí, sí, lo que tú digas, chata, pero ve soltando por esa boquita todo, todito de ese bombón relleno ¡Cómo está el profesor de Zumba! Ahora entendemos tanta afición a los entrenos diarios en tu casa con la videoconsola de las niñas, claro; y tú poniendo excusas, que si por salud, que si las migrañas... Tú lo que quieres es que el profe te diga que lo haces muy bien, ¿Eh, pillina?

—Chicas, os lo cuento, pero no contéis nada a nadie, me da vergüenza. Además, le voy a dar un escarmiento a Miguel, Jorge o cómo demonios se haga llamar.

—Esto se pone más interesante, ¡no tenemos claro ni el nombre! Cuenta ya y, si quieres, te ayudamos a planear la venganza.

—No, dejadme a mí sola, que para eso me sirvo y me basto.

   Así transcurrió parte de la noche, entre risas, confesiones, planes de venganza y algunas copas más. Todas bebieron, pues decidieron quedarse a dormir en casa de Natalia para no tener que conducir.

   Marian también confesó algo, mucho más caliente y subido de tono que lo de Paula, pero con principio y con fin, y eso era lo que más triste tenía a la mayor del grupo.

—Ahora me toca a mí. Os voy a contar algo que me tiene muy eufórica y a la vez un poco triste estos días.

—Sí, Marian, cuéntanos tú algo que sea para adultos, porque Paula está en modo para todos los públicos aún.

—Se llama Mateo, tiene unos quince años más que yo, lo llevo viendo al menos una vez al mes por la fábrica durante el último año. Lleva el control de calidad, y aunque suelen hacer este tipo de controles sobre todo de día, a veces también vienen de noche. Es alto, de espaldas anchas, con el pelo algo rizado y canoso. Tiene unas manos fuertes, con largos dedos que en más de una ocasión se han encontrado ocasionalmente con los míos, al devolverme algún papel o pasarme el azúcar en el comedor. Sus ojos de color miel me tienen como hipnotizada pero, en cuanto me mira un poco fijamente, me entra un no sé qué que me hace apartar la vista hacia otro lado e irme. Me siento insegura a su lado, como si no fuera suficiente mujer para tanto hombre.

—Ay, Marian, sigue, sigue, que esto se pone interesante.

—Jajaja, Leyre, tú lo que quieres es que llegue al tema.

—Claro, como todas, que aquí no hay ninguna santa.

—La otra noche estaba a punto de hacer el descanso de las dos de la mañana cuando de repente hubo una avería grave y se quedaron varias máquinas sin funcionar justamente de mi sala. Nos dieron permiso para irnos porque, total, allí no podíamos hacer nada. Mis compañeras se dieron prisa para cambiarse e irse, hablaban de tomar unas copas en una discoteca de aquí al lado. Yo no estaba de humor, hace un tiempo que nada me llena del todo, me siento un poco sola y vacía, supongo que serán épocas que una tiene que pasar.

   Me quedé sola en el vestuario y me recreé en quitarme la ropa despacio, sin ninguna prisa, realmente no la tenía. Nadie me esperaba en casa, mis dos lados de la cama estarían disponibles cuando yo llegara, fríos. Me metí bajó el chorro del agua, lo dejé bien caliente, bastante rato, y todo se fue quedando lleno de vaho. No se veía nada, pero el silencio me confirmaba que estaba sola. De repente un ruido hizo poner a mis sentidos en alerta.

—Marian, no te asustes, mujer, que soy la Trini.

—Coño, Trini, ¿tú quieres que me dé algo, o qué?

—Ostras, chica, perdona, no quería darte un susto, pero es que han llamado a mi sala diciendo que querían hablar contigo.

—¿Pero quién, Trini?, ¿de qué me hablas? Yo quiero irme a casa ¿Ahora qué pasa?

—No lo sé, pero me ha dicho que te espera en el despacho de dirección, que no te retrases, que él también se quiere ir pronto a casa.

—Me sequé rápido, me dejé el pelo mojado, claro, que remedio, y me puse mis pantalones de flores estilo hippy y una camisetita de tirantes. No quería hacer esperar a nadie, y menos a nadie que estuviera en el despacho de dirección con la de despidos por motivos menos insignificantes que se han visto últimamente. Llegué al despacho nerviosa por la incertidumbre y al entrar vi a mi encargado de la noche sentado detrás de la mesa del gran jefe.

—Marian, me han llegado algunos comentarios no muy oportunos.

—¿A qué se refiere?

—No es muy profesional estar mirando el móvil mientras se trabaja. Después salen partidas de producción defectuosas.

—¿Me tiene que decir algo más o ya puedo irme?

—Marian, yo sé una manera de pasar por alto ese tipo de comentarios. Si tú quisieras...

—Me voy a casa, si quiere algo más, relacionado con mi trabajo ya me mandará llamar.

   Marian hizo una pausa para tragar saliva, era un momento del relato un poco desagradable, pero continuo enseguida con su historia.

—Cerré la puerta con cuidado, no quería encender la ira de la bestia parda, ni quería darle motivos para llamarme la atención. Tampoco quise decirle a mi encargado que todas las chicas del turno de noche miraban el teléfono en algún momento, para pasar las horas algo mejor, porque eso hubiera sido autoinculparme y al mismo tiempo hubiera sido una chivata, y yo no buscaba ni lo uno ni lo otro. Por eso me fui sin más.

—¿Cómo es tu encargado, Marian?

—Gordo, calvo, barrigudo, con los dientes amarillos de tanto fumar y lo peor de todo una mala persona de la leche. Separado, tres criaturas, su exmujer trabaja con nosotras, la tiene explotada y puteada.

—Menuda joyita, ¿no?

—Típico perfil de encargado maléfico; me dan escalofríos tan solo de pensar en él.

   Empecé a correr por los pasillos, las lágrimas resbalaban por mis mejillas, aquello había sido la culminación de mi bajonazo emocional. Cuando pensaba que ya nada podía ser peor, ¡pam! Se abrió una puerta y me estampé contra ella. Me quedé aturdida, aunque creo que no llegué a perder el conocimiento, pero me empezó a salir un chichón en la frente como en los dibujos animados. Unas manos fuertes me agarraron con firmeza y lo siguiente que vi fue un modesto despacho y una bolsa con hielo en mi nuevo bulto.

—Lo siento, no te he visto llegar. Menudo golpe te has llevado, no sé cómo no te has caído. Vas a tener dolor de cabeza para rato.

   Yo no podía ni hablar, era Mateo, mi sueño erótico, el hombre que veía una vez al mes como un espejismo y que ocupaba mis pensamientos cuando la noche se hacía insufrible en la fábrica.

—Yo...

—Prueba a decirme tu nombre, eso sería un buen principio.

—Marian.

—Marian, encantado, yo soy Mateo.

—Y de repente me dio una subida de libido y de todo y me lancé sobre él. Le cogí tan desprevenido que se quedó quieto evaluando lo que estaba pasando. Aunque dudó por un instante, enseguida me siguió el compás y la mesa del despacho se convirtió espontáneamente en un escenario digno del Kamasutra. No es por presumir, pero utilizo un jabón para la ducha que huele que alimenta y Mateo no paraba de decirme que le daban ganas de morderme de lo bien que olía. Me sentí mujer, tan mujer como hacía tiempo que no me sentía, de esa manera que nos gusta a casi todas. Adorada y complacida por mi adonis particular. Enredé mis dedos entre sus rizos y luego pasee mis manos a lo ancho de su espalda para sentir aún más si cabía su fuerza. No os diré que fue un polvo rápido, fueron varios y todos cocinados a fuego lento, como solo un hombre maduro y experimentado sabe hacer. Fue maravilloso pero no creo que vuelva a ocurrir.

—¿Y por qué no? —dijeron todas casi al unísono.

—Porque me fui y no nos dijimos nada. No nos dimos los teléfonos, no nos prometimos nada. No sé. Quedaría un poco raro verlo de nuevo y comentarle: "oye, que lo del otro día en tu despacho estuvo genial, de diez, que cuando quieras repetimos".

   Rocío miró a Marian con una mezcla de cariño y comprensión, pues ella también sentía esa soledad que describía su amiga y algunas veces también notaba esos bajones de ánimo y autoestima.

   Se conocían hacía ya muchos años. Las cinco habían compartido tanto que se sentían más como hermanas que como amigas, y lo que le afectaba a una les afectaba a todas.

—Marian, a ver si se estiran tus jefes y te regalan unos poquitos de perfumes de esos tan pijos que produce vuestra fábrica, ¿no?

—Yo no pido ni la hora, que estos negreros te lo descuentan todo. Aún no entiendo cómo es que nos dejaron ir la otra noche, se les debió cruzar algún cable porque otras veces nos han puesto a limpiar máquinas o a barrer las salas.

   Con la confesión de Marian se fueron todas a descansar un poquito. Aunque el relato les había resultado muy interesante, les había dejado un regusto un tanto amargo. Se notaba que la operaria estaba coladísima por el tal Mateo, pero no parecía que ni uno ni otro le fuera a dar continuidad a la historia.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro

Tags: