CAPÍTULO 13
A la mañana siguiente, Paula despertó en su cama; al final, después de llamar a Natalia y no encontrarla, decidió irse a casa y no contestar al timbre, fuese quien fuese.
—Natalia, ¿dónde te metes? Anoche te llamé al móvil pero no me lo cogiste ¿Todo bien?
—Sí, todo bien ¿Ocurre algo?
—No, tranquila, no pasa nada. Sólo necesitaba charlar un rato, pero ya está. No era urgente.
—Paula, ahora estoy muertita de sueño ¿Te apetece comer conmigo? Así hablamos de ti, de mí, o de las dos; lo que se tercie.
—Vale, quedamos luego, aunque mucha hambre no tengo.
—Uy, eso me suena a mal de amores.
—Qué va. Más bien es desilusión, pero me pasa por tonta.
Nos vemos luego.
—De acuerdo, hasta luego.
La enfermera llegó al trabajo y empezó a pasar consulta, como siempre.
—Paula, ¿me echas una mano con el ordenador? Necesito enviar un mail y no soy capaz de adjuntar el archivo. Siempre me pasa igual.
—No te apures, Eli, ahora mismo voy y te ayudo con eso.
Al pasar por el departamento de atención a la mujer, volvió a ver, allí sentada, a la chica embarazada con la que estaba Jorge el día anterior. Después de dudar durante un segundo, Paula se acercó hasta Coral y la saludó como si nada.
—Hola, soy Paula, amiga de Jorge.
—Hola, Paula, encantada. Yo soy Coral. Siempre es un placer conocer a los amigos de Jorge ¿Trabajas aquí?
—Sí, trabajo aquí, en medicina general de adultos ¿Cómo te encuentras?
—Muy bien, gracias. He tenido que volver otra vez porque ayer se extravió el cultivo que me hicieron. Pero no pasa nada, todo fuese eso.
—Claro, tienes razón, ojalá todo fuese de tan fácil solución.
—Menuda suerte tener a Jorge a tu lado. Es un amor.
—Sí, lo es. Soy muy afortunada. Hoy no he querido decirle nada, porque podía venir sola perfectamente.
—Pues nada, me alegro verte tan bien. No te olvides de darle recuerdos a Jorge de mi parte, y sobre todo dile que me avise cuando nazca el bebé. Me encantará conocerlo.
—Claro, se lo diré. Hasta pronto.
—Hasta pronto, hasta pronto.
Paula se fue, dibujando forzadamente una sonrisa en su rostro; por dentro moría de celos. Se sentía mal porque odiaba, sin conocer de nada, a esa mujer. La envidiaba y deseaba ser ella, y no Coral, quien recibiera todas esas atenciones de Jorge.
Con lentitud, el turno de mañana llegó a su término y la enfermera y su amiga Natalia se encontraron en un restaurante pequeñito de menú casero, sobre todo para contarse confidencias, más que para comer.
—Natalia ¿Dónde te metes? Ya sé que eres grandecita, pero es que no puedo evitar preocuparme cuando no me coges el teléfono y, además, no me devuelves las llamadas.
—Lo sé, Paula, lo sé, y lo siento muchísimo. Sé que te preocupas, pero es que cuando te cuente lo de anoche lo entenderás enseguida.
—¡Pues venga! Cuéntame cuanto antes. Necesito escuchar algo que me distraiga de mis pensamientos.
—De acuerdo, te cuento, pero luego me cuentas tú, ¿vale? Y no te hagas la escurridiza conmigo, que sabes que no lo voy a consentir.
—Que sí, que luego te cuento lo que quieras, pero habla ya, que me tienes en ascuas.
El camarero del restaurante se acercó, a tomarles nota, y las chicas escogieron rápido, para poder quedarse a solas cuanto antes. Natalia empezó a relatar la noche anterior.
—Pues como ya sabes, no me quedé muy conforme con lo del actor. En mi mente había fantaseado tanto tiempo con descubrir yo misma a la fan enloquecida, y que me lo agradeciera él mismo de forma personal, que el desenlace de la historia me cayó como jarro de agua fría. Ni corta ni perezosa, empecé a desarrollar una trama en mi cabeza sobre la acosadora y su retorno a las andadas. Me disfracé con una peluca, un mono negro ceñido, que tengo de un disfraz de Catwoman, y me estacioné cerca del domicilio del actor, de nuevo.
—Tú estás loca de remate. Mira que te lo hemos dicho miles de veces. No se puede ir así por la vida.
—La cuestión es que me dormí mientras vigilaba la entrada de su casa. Lo siguiente que recuerdo es abrir los ojos y no ver nada. Me los habían vendado con alguna especie de pañuelo de seda o algo así. De repente se oyó el ruido de la puerta abrirse y cerrarse, y alguien se acercó hasta mi cuello. Sentí como aspiraba el aroma de mi piel y me susurró al oído tan, tan, tan flojito que apenas pude entender lo que me dijo.
—A mí me va a dar algo. Deja que beba agua, loca, que un día de estos me tienen que atender a mí, por tu culpa, de un ataque al corazón. Me va a dar un infarto de los disgustos por tus andadas.
—Me dijo que me había portado muy mal, pero que le gustaba mucho y esa era mi salvación. Aunque te suene raro, su media voz, sus palabras, me daban confianza. No me asusté en ningún momento, al contrario, me sentía relajada, excitada, muy, muy sensual. Me quitó el mono y me fue besando por todo el cuerpo. No hacía nada de frío, pero mi piel se fue erizando al paso de sus besos. No me ató las manos ni le hizo falta. Me dejé hacer por completo y me abandoné al placer que me proporcionaba. Cuando ya me tenía completamente enloquecida y entregada, me quitó el pañuelo y lo vi: era él. Me quité la peluca, pero él ya se marchaba. No pude pronunciar su nombre, y él no se detuvo. Lo entendí todo justo en ese instante.
—¿No recordabas el nombre de tu actor preferido? Va, no me lo creo. Estás loquita por él hace años. Es imposible.
—No lo entiendes, Paula. No era Marc, era su guardaespaldas. El mismo con el que el otro día terminé liada en mi casa. Ni siquiera le pregunté su nombre, por eso no pude llamarle y decirle que se quedara conmigo anoche. Sentí vergüenza, de mi misma, claro. Vergüenza de ser tan desconsiderada. Ni siquiera me molesté en saber su nombre ni me he puesto en contacto con él más, y eso que me anotó su teléfono en un bloc de notas que tengo en la entrada. Me merezco lo de anoche al 100 %. Por eso es por lo que luego ya no tuve ánimos para llamarte ni a ti ni a nadie ¿Me entiendes, verdad?
—Claro, cariño, te entiendo muy bien.
—Bueno, y a ti, ¿qué te pasa? Tienes cara de no haber dormido bien en una semana.
—No me pasa nada y me pasa todo. Creo que me estoy volviendo majareta. Lo que me faltaba, a mi edad.
—A ver, cuéntame y yo decido si necesitas ingreso o no. Va, empieza a contarme, tonta, que seguro que no es nada que no tenga solución.
—Creo que me he colgado de alguien que no debía.
—¿El moreno del otro día?, ¿el que te dio aquel meneo bailando que te dejó temblando? Pues entonces tranquila, ese pibón se muere por tus curvas, te lo digo yo que de eso entiendo un rato largo.
—Que no, que no entiendes nada. El moreno, como tú le llamas, ya está colado por alguien y, encima, van a ser padres en breve ¡Qué mal!
—¿Tú estás segura, Paulita? Si eso que dices es cierto, tiene una cara más dura que el cemento.
—No tengo suerte con los hombres, Natalia. Tengo un imán para atraer solo a los conflictivos y malas personas.
—No llores, cielo mío, no se merece tus lágrimas ni él ni ningún hombre así.
—Cambiemos de tema, por favor. Intentemos comer algo y marchémonos de aquí cuanto antes. Me apetece meterme en la cama y dormir un mes seguido.
—Ni hablar, esto te lo curo yo pero con otro remedio. Esta tarde nos vamos de compras, y esta noche...¡Cenita de chicas!
—No, en serio. No me apetece. Otro día me apunto, pero hoy no. Además, mi hija tiene examen de mates mañana y quiero ayudarle a repasar un poco. Eso sí me hará olvidarme de Jorge, de su novia y de su bebé.
—Lo que tú quieras, pero quiero cenita de chicas en breve. Yo necesito distraerme para no pensar y, como no tengo hijas con exámenes y esas cosas pues, algo tendré que hacer.
—Pues ven cuando quieras a mi casa. Allí siempre hay algún tema distractor.
Así se despidieron las amigas, con la promesa de quedar las cinco juntas para una cenita de las suyas.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro