7
—¿No podrías haberte vestido como Dios manda para venir?
Con un movimiento, me quito las gafas y la gorra antes de mirar a Axel, que me observa desde el asiento contiguo del coche. Cada vez se me hace más raro escucharle a través de mi cuerpo con mi propia voz, como si estuviera en una versión de El Club de la Lucha en la que Tyler Durden es un pijo esnob que me ha robado el cuerpo.
Una de las cosas más curiosas es ver la diferencia entre las expresiones que esboza Axel y las mías. Gracias a las interminables horas que he pasado viendo a la estrellita del momento a través de la pantalla de la mano de Olivia, es como si nos hubieran fusionado en uno. Por ejemplo, cuando miro a alguien con asco, me limito a fruncir el ceño y los labios ligeramente. Él, en cambio, ensancha los agujeros de la nariz y curva los labios en una mueca dramática, exactamente como está haciendo ahora mismo al mirar mi atuendo de arriba abajo.
—¿Qué tiene de malo esta ropa? —pregunto ofendida, devolviéndole la mirada de igual forma—. No sé si sabes que he visto tu armario, bueno, tu Casa de Ensueño del Ken de la Barbie, y eso parecía el vestuario de un unicornio. ¿Hubieras preferido verme vestida como un semáforo fosforescente para que todo Los Ángeles me viese a kilómetros de distancia?
—Y no sé si tú sabes que existe algo llamado "estilo" y se extiende a todos los tipos de ropa, desde casual hasta elegante, pasando por todos los géneros intermedios. Si te hubieras molestado en mirarte en uno de mis maravillosos espejos antes de salir de casa, te habrías dado cuenta de que estos pantalones de baloncesto son azules oscuros, además de ser de deporte. La camiseta de Fear of God es casual y negra, y las zapatillas son unas Off White de vestir. En resumen, parece que has decidido jugar a las tinieblas con mi armario y te has puesto lo primero que has tocado. Si alguien llega a verme con eso puesto, hubiera sido el fin de mi carrera.
Cuando enumera cada prenda de ropa, va señalándola y poniendo los ojos en blanco, haciendo ver mi rostro como el de una chica dramática y pedante. Yo me limito a mirarle seriamente, parpadeando lentamente hasta que por fin termina con su absurdo discurso.
—¿Alguna vez te han dicho lo insufrible que eres? —pregunto, mirándole como si fuera un niño pequeño al que no me queda otro remedio que aguantar.
—¿Pero por qué me insultas ahora? ¿Te he dicho yo lo ordinaria que eres? Porque yo también he visto tu ropa y pareces una campesina de la Edad Media a la que no le ha quedado otro remedio que tejerse su propia ropa con sacos de arpillera.
—¡Por lo menos yo no tengo una obsesión enfermiza que me hace peinarme cada cinco segundos!
—¡Ni cada cinco segundos ni cada cinco días, porque mi precioso pelo ahora parece el nido de un ave rapaz!
—¡Bueno, ya está bien! —exclamo, olvidando por un momento que ya no tengo mi tono de voz suave de siempre, por lo que termino soltando un bramido masculino mucho más grave de lo intencionado. Axel me mira con sorpresa y suspiro, tratando de modular mis emociones para no parecer un completo loco—. A ver, discutiendo sobre estupideces no vamos a ningún lado. Esto que nos está pasando es lo suficientemente grave y extraño como para encima empezar a criticarnos por tonterías. Deberíamos estar centrados en entender qué demonios está pasando y cómo podemos solucionarlo porque esto ya no tiene pinta de ser un sueño y estoy empezando a asustarme. No pienso quedarme en el cuerpo de un idiota pedante al que solo le preocupa su estúpida melena durante el resto de mi vida.
Axel alza una de mis cejas castañas y su expresión se debate entre la confusión y la ofensa. Tal vez sea porque estoy mirándome a mí misma en lugar de al famoso actor, pero no puedo evitar sentir un poco de pena por haberle insultado cuando veo cómo me mira.
—¿Por qué me odias tanto? Apenas hemos hablado una hora y ya siento que me quieres convertir en polvo cada vez que me miras, no lo entiendo.
—¡No te odio! —respondo inmediatamente antes de suspirar y mirar hacia arriba brevemente, alzando la mano para jugar con mi larga melena pero dejándola caer cuando recuerdo que mi preciado pelo color caramelo ha sido sustituido por unos rizos rubios mucho más cortos—. Bueno, no lo sé. No creo que pueda odiar a alguien que no conozco personalmente, pero no me caes bien, de eso estoy segura. Tampoco creo que importe mucho lo que yo opine de ti cuando tienes a medio mundo a tus pies.
—¿Pero qué he hecho para caerte tan mal? ¿Es por algo en específico o mi personalidad en general no te gusta? —pregunta con el ceño ligeramente fruncido por la tristeza, y el suave tono que caracteriza mi voz femenina aporta cierta dulzura a su voz.
—Bueno..., es simplemente que no creo que seamos personas que congenien, ¿sabes? Tenemos personalidades demasiado distintas y supongo que mis... valores no están alineados con los tuyos. No quiero ser mala ni borde, así que solo puedo decir que no eres el tipo de persona con el que entablaría una amistad.
La expresión de Axel pasa de la confusión al entendimiento en apenas un segundo, y luego veo cómo esboza una sonrisa irónica con una chispa de tristeza en la mirada. Un bufido escapa de sus labios y aparta sus ojos de mí.
—Ah, ya entiendo. Como me has visto un par de veces en la tele y en redes sociales, crees que sabes exactamente cómo soy y cómo pienso. No has necesitado más que un par de entrevistas y posts de Instagram para conocer algo tan importante como son mis valores o la moral que me define. Enhorabuena, debes de ser increíblemente inteligente y perspicaz para haber descubierto tanto con tan poco.
A medida que escucho sus palabras, empiezo a sentirme mal por haberle dicho directamente que no es una persona que me agrade. Tal vez debería haber seguido desviando el tema y centrándome en lo verdaderamente importante de esta situación, pero ha sido él el que ha insistido. Por otra parte, tiene algo de razón al destacar el hecho de que no le conozco personalmente y que tal vez la información que sé sobre él no es suficiente como para forjar una opinión en base a los que yo misma he deducido que son sus valores.
—Axel, yo... No pretendía...
—Hemos llegado —me corta con un murmullo monótono, sin mirarme—. Cúbrete otra vez y comprueba que no haya nadie alrededor. No creo que quieras tener a gente persiguiéndote en un momento como este.
Sin esperar una respuesta por mi parte, Axel sale del coche de un salto y cierra la puerta a su espalda. Con todo el cuidado posible teniendo en cuenta que he de hacerlo rápido, me peleo con mis nuevas manos para ponerme la gorra y las gafas antes de salir del coche. Como la primera vez que pisé esta calle ayer por la tarde, desesperada por encontrar una tienda, no veo ni un alma, por lo que me relajo un tanto. Gracias a mis nuevas piernas, mucho más largas, consigo llegar junto a Axel mucho más rápido y frunzo el ceño con culpa, tratando de encontrar la forma de pedirle disculpas correctamente. No debería haberle dicho nada acerca de lo que pienso realmente sobre él, por mucho que me insistiera. He dejado que el estrés, la confusión, el enfado y los miles de sentimientos negativos que forman una bola gigante en mi interior desde esta mañana me impidieran pensar con claridad y decir lo que tenía en la cabeza sin filtro ninguno.
—Axel, déjame que me disculpe... —Mientras él lidera el camino hacia el parque, yo trato de lograr que me haga caso. Cuanto más tiempo pasa, menos extraño me resulta estar hablando conmigo misma, o mejor dicho, con un hombre que ahora ocupa mi cuerpo—. Tienes razón, no te conozco personalmente y por eso no puedo saber cómo eres realmente. No debería haber asumido esas cosas sobre ti y por eso me disculpo contigo, no ha estado bien por mi parte.
Axel me ignora por completo y termino por rendirme con un suave suspiro. Ya ha escuchado mis sinceras disculpas y espero que eventualmente me responda, porque está claro que me ha escuchado. Prefiero no ser una pesada y dejarlo estar por el momento, especialmente ahora que estamos a punto de enfrentarnos a algo desconocido para ambos.
Cuando llegamos a la entrada del parque, siento cómo el corazón se me para un segundo por los nervios. Si ayer sentía que este lugar tenía una energía extraña, ese sentimiento ha aumentado considerablemente. No sé cómo es posible que dos personas se hayan intercambiado los cuerpos, lo único que sé es que esa tienda de souvenirs desvencijada tiene la respuesta al lío en el que estamos metidos.
A medida que nos acercamos al lugar donde se encuentra, siento mi corazón latiendo cada vez más rápido. Pasamos junto a todas las esculturas que decoran los márgenes del camino, la fuente sin agua en la que está esa extraña estatuilla de la mujer y por fin vemos la pequeña casita. A diferencia de ayer, ahora parece cerrada, ya que no hay nada expuesto fuera y la única puerta visible está cerrada.
—¿Está cerrada? —dice Axel, frenando en seco a pocos metros de la tiendecita—. Es imposible, es fin de semana y estamos en Los Ángeles, solo un loco cerraría una tienda de souvenirs hoy.
—Pues no pienso darme la vuelta y marcharme como si no pasara nada. Si tenemos que meternos a la fuerza para llegar hasta esa estatuilla o encontrar cualquier forma de contactar a esa mujer, entonces lo haremos. ¡Abre la puerta tú que tienes más fuerza!
—¿Cómo que yo tengo más fuerza? ¡Me sacas dos cuerpos, es imposible que haya un gramo de músculo en estos bracitos tan enclenques!
—¡Ay, vale, vale, que se me había olvidado! ¡Y mis brazos no son enclenques, son perfectamente normales para mi constitución! —respondo con un bufido antes de avanzar hasta la puerta. Para mi sorpresa, esta se abre, aunque después de hacer cierto esfuerzo, como si llevase mucho tiempo cerrada. Axel y yo nos abalanzamos sobre el interior, pero nos encontramos con algo completamente inesperado—. ¿Esto...? ¿Esto qué es...?
El interior de la caseta huele a cerrado, como si hiciera mucho tiempo que nadie abre la puerta, y en lugar de ver las estanterías y el mostrador que había ayer, nos encontramos con un espacio prácticamente vacío. El suelo está lleno de hojas secas y tierra, y lo único que hay en la sala sin paredes son distintos objetos de jardinería que parecen haber sido abandonados hace años.
—Tiene toda la pinta de ser la caseta de un jardinero muerto hace cinco años como mínimo. Lo que desde luego no parece es la tienda de souvenirs a la que entré yo ayer.
—¡¿Pero cómo que no?! ¡¿Cómo que no?!
—¡Grace, la fuerza, los bracitos enclenques...! —se queja Axel cuando le cojo de los brazos para zarandearle, gesto que sería completamente indoloro si no fuese un hombre de metro ochenta y algo con los bíceps más grandes que he visto en persona.
—¡Ay, perdona, que se me olvida lo de la fuerza todo el rato y estoy empezando a ponerme histérica!
—¡Pues ten cuidado también con los berridos que estás pegando porque ya no tienes esta voz chillona de dibujito animado y probablemente se te esté oyendo desde Santa Mónica! —me chista Axel.
Hasta que no me lo dice, no me doy cuenta de que lo que en mi cuerpo original serían quejas en un tono normal, ahora suenan más como bramidos graves a un volumen significativamente más alto. Siento cómo la sangre asciende a mis mejillas en una mezcla de vergüenza y enfado antes de cerrar la puerta de un golpazo por la rabia.
—¿Y ahora qué hacemos? ¿Habrá algún resultado en Google si buscas qué hacer cuando la bruja vieja que te ha cambiado el cuerpo con un tío se ha convertido en un rastrillo de jardinero? ¿Y si intentamos...? —Mis preguntas al aire se ven interrumpidas cuando, de repente, el súbito sonido de agua fluyendo interrumpe el canto de los pajaritos que estaba acompañando mi monólogo hasta ahora—. ¿Qué es eso? No te habrás puesto a mear ahora, ¿no?
—Sí, no tengo otra cosa que hacer que sacarme el culo en medio de la calle para mear. De verdad, no sé cómo podéis hacer vuestras cosas si no tenéis un retrete porque he estado pensándolo y veo un poco complicado lo de apuntar y...
—¡Axel, la fuente! Antes estaba apagada y no tenía agua, ¡mírala ahora! —le interrumpo al girarme y ver que los alrededores de la estatua de la mujer empiezan a llenarse de un agua clara que fluye desde una flor a sus pies.
Axel deja de acuclillarse, intentando deducir cómo sería hacer pis fuera de un aseo en su nuevo cuerpo, y corre hacia la fuente, seguido por mí. Al alzar la mirada, la misteriosa sonrisa de la estatua me recibe de nuevo, aunque esta vez siento que guarda todavía más secretos que ayer.
—Mira, esto no estaba cuando vine ayer. Me fijé bastante en esta fuente porque la cara de la mujer me da escalofríos y sé que no había nada escrito. A ver...
«Cuando comprendáis vuestros anhelos
y conecten vuestras almas,
podréis cumplir el deseo
de recuperar vuestra esperada calma».
Mis ojos recorren las letras grabadas sobre la piedra mientras Axel lo lee en voz alta. Al igual que la inscripción que ambos vimos en la estatuilla del Oscar, estas palabras parecen haber sido escritas para nosotros. Cuando su voz se extingue, ambos nos miramos en silencio, comprendiendo lentamente el significado de lo que hemos leído. A pesar de parecer una respuesta a lo que nos está ocurriendo, siento que mil preguntas más se acumulan junto a las diez mil que ya flotan en mi cabeza desde ayer. Cada vez me resulta más complicado no cuestionar lo absurdo que es haberme cambiado de cuerpo con otra persona y cuantas más preguntas albergo en mi interior, más difícil me parece ignorar el problema más grande.
—Entonces... A ver, según esta inscripción, que es la única pista que tenemos ahora que la tienda se ha evaporado, para recuperar nuestra calma tenemos que "comprender nuestros anhelos" y "conectar nuestras almas". Lo de las almas no lo entiendo, pero lo de los anhelos tiene que hacer referencia a los deseos que ambos dijimos al aire al sostener la estatuilla. Si es así, yo tendría que comprender... ¿mi deseo de ser tú? —murmuro, mitad para mí misma y mitad para iniciar una conversación.
—Y yo tendría que comprender mi deseo de ser una persona normal, o sea, tú, en este caso. Bueno, tiene sentido, ¿no? Es como en esas pelis de fantasía cuando los protagonistas se encuentran con un mago y les da una condición en forma de acertijo. Lo que no sé es cómo se supone que tenemos que entender nuestros deseos y conectar nuestras almas.
—A ver, siguiendo tu ejemplo de las películas, para comprender nuestros deseos probablemente tendremos que experimentar y entender lo que significa vivir la vida del otro, ¿no? Y tal vez la frase acerca de las almas sea una metáfora que signifique tratar de conectar el uno con el otro a nivel de comprensión y demás. Por mi parte, supongo que mi opinión acerca de ti no es exactamente el objetivo que define... —murmuro, mirándole de reojo.
Axel asiente para sí mismo y pone los ojos en blanco cuando le recuerdo que no me cae bien. Parece dejarlo pasar porque se queda en silencio unos segundos, pensativo, antes de hablar de nuevo.
—He de admitir que yo tampoco soy exactamente María Teresa de Calcuta. En mi caso, es imposible que te odie porque no te conocía hasta esta mañana, pero... Bueno, se podría decir que no llevo muy bien las críticas. Soy muy perfeccionista y cuando sé que no soy del agrado de alguien o el trabajo que he realizado no le ha gustado al público, me pongo un poco nervioso y necesito saber cómo podría mejorar. Supongo que, si todo esto es cosa de magia, no ha sido casualidad que haya acabado en el cuerpo de alguien que me odia.
La confesión de Axel me hace sonreír ligeramente y le miro desde arriba, viendo en mis ojos su mirada. Ahora que hemos compartido un poco acerca de nuestras vidas y absolutamente toda nuestra intimidad física de la forma menos sexual posible, siento que podemos empezar a conocernos mejor.
—Si te sirve de consuelo, tus películas me gustan mucho —le digo con una pequeña sonrisa—. Olivia siempre se mete conmigo porque no puedo evitar admitir que tienes mucho talento en tu trabajo a pesar de mi opinión acerca de ti. Seas como seas en el ámbito personal, en tu trabajo eres de los mejores.
Axel imita mi sonrisa y, para mi sorpresa, me envuelve en un abrazo. El gesto es entre cómico y enternecedor, ya que me abraza como si todavía fuese un hombre alto y musculoso y yo una chica mucho más pequeña que él. El resultado en apariencia es una Grace poniéndose de puntillas para envolver al gran Axel, agachado para facilitar la acción, en un abrazo.
—Gracias, la verdad es que sí me ayuda. Supongo que un abrazo puede ser el primer paso en esa conexión mística de almas, ¿no? Aunque creo que tengo que aprender a abrazarme a mí mismo siendo tan pequeñita. Hasta ahora no me había dado cuenta de que los hombres y las mujeres dan abrazos de distinta manera, probablemente por la diferencia de tamaños.
—Y yo voy a tener que acostumbrarme a medir cuatro metros y ser prima hermana de Hulk. Intenta no recordarme esto para usarlo en mi contra en un futuro, pero Olivia tiene razón cuando dice que tienes un cuerpazo.
—Ah, ¿así que me has estado mirando el cuerpo, pervertida? —exclama dramáticamente, aunque puedo ver en sus ojos la chispa de una sonrisa—. Porque yo te he respetado, ni siquiera he abierto los ojos cuando me he vestido esta mañana, y eso que casi me abro la cabeza contra el lavabo al enredarme con el pantalón.
La sangre sube a mis mejillas a la velocidad de la luz y niego con la cabeza violentamente, cubriendo mi rostro con esas enormes manos que ahora me parecen tan efectivas para esconderme.
—¡No, no! ¡Te juro que no he visto ninguna parte privada, qué asco! ¡Si cuando me he puesto los calzoncillos casi vomito al notar esa cosa colgando, por Dios! ¡Me refiero al cuerpo visible para todos los públicos, o sea, los brazos, la tableta, la espalda...!
—Sí, sí, lo que tú digas, pero has sido tú la que ha mencionado mi espectacular cuerpo, no yo...
—¡A qué te meto uno de esos turbo puñetazos que te duelen tanto!
—¡Vale, no, perdona! —responde con los ojos muy abiertos, alzando las manos de forma defensiva. La situación es tan absurdamente cómica que no podemos evitar romper a reír a la vez—. Bueno, ¿y ahora qué? Porque tenemos que decidir cómo gestionar todo esto hasta que termine, y parece que va para largo.
—Sí, pero va a ser una conversación larga y nadie puede vernos, ni Olivia ni ese amigo tuyo tan extraño. Creo que tú vives en Beverly Hills, pero yo hoy tengo que volver a la universidad, a mi casa, en Berkeley. Tendríamos que tenerlo todo hablado hoy porque mañana tienes que ir a clase por mí y tengo que explicarte mil cosas. ¿Crees que podría coger un avión para quedarme en un hotel mientras siga siendo tú, tratar el tema durante el tiempo necesario y luego ya ver qué hacemos?
Axel frunce el ceño, pensativo, supongo que recordando mentalmente sus compromisos y todo lo que implicaría mi sugerencia. Ahora que lo pienso, tal vez sea mejor que él me siga a mí, ya que es su cuerpo el que atrae la atención de todo el mundo, pero prefiero que lo juzgue él. Al fin y al cabo, mi agenda siempre está prácticamente vacía.
—Sí, mientras que arreglemos todo con mi agente, Tyler y Megan, puedo ir a donde quiera. Mañana tengo el día libre y por lo demás, menos la grabación de la película, puedo vaciar mi agenda.
—Vale, pues tendremos que ponernos de acuerdo en lo que vamos a decirles a nuestros respectivos amigos antes de ir cada uno por nuestro lado y reencontrarnos esta tarde. Prepara tus mejores excusas porque vas a necesitarlas estos días —aviso.
El solo pensamiento de todo lo que voy a tener que inventarme para encontrarnos después, todas las conversaciones que tendré con desconocidos fingiendo ser él y, lo más importante, todo lo que tengo que decirle sobre mi vida, tanto lo público como lo privado, me abruma y casi siento vértigo cuando le veo asentir con una sonrisa que destila seguridad al escuchar mis palabras.
—Venga, ¡que empiece el festival de mentiras!
¡Hola, hola!
Bueno, casi me da un derrame cerebral escribiendo este capítulo porque todavía no me he acostumbrado a todo el tema de cambio de cuerpos 😅. Me lo estoy pasando genial escribiendo y cada vez estoy más emocionada por seguir con las aventuras de este dúo 😂.
¿Qué opináis de la inscripción en la fuente? ¿Y de la opinión que tienen el uno del otro?
Os leo! ❤️
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro