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—¡Grace, cámbiate rápido que no llegamos! ¡¿Tengo bien el pelo?! ¡¿Y este top qué tal me queda?! ¡Ay, Dios, si parezco una niña pequeña, tengo que cambiarme!

Los chillidos de Olivia sirven de banda sonora mientras me visto frente al espejo con un sencillo top azul y unos pantalones cortos blancos, sin inmutarme. Mi calma y relajación son el contrapunto a la histeria de mi mejor amiga, que no para de correr de una punta a otra de la habitación del hotel con sus altísimos tacones rosas.

Ayer viernes llegamos a Los Ángeles ya que, según parece, Axel Maddox va a empezar a grabar hoy mismo en Venice Beach. Según Olivia, tras el primer día de grabación, siempre se reúne a la salida con el grupo de fans que se congregue allí para firmar autógrafos y sacarse fotos. Es por eso por lo que me he dejado arrastrar a un avión para ir desde San Francisco a Los Ángeles para quedarnos hasta el domingo por la tarde en la ciudad. En situaciones como esta, agradezco enormemente que tanto los billetes de avión y el alojamiento en Los Ángeles sean relativamente baratos, especialmente cuando se ve que vamos a estar yendo y viniendo cada dos por tres a ver al pintamonas que vuelve loca a mi mejor amiga.

Basándome en los planes que me ha comentado Olivia de camino a la ciudad, vamos a dedicarnos a perseguir a Axel Maddox durante todo el día de hoy y parte de mañana. Mi amiga no solo quiere ir a verle el primer día de grabación, sino también salir por la noche al club que suele frecuentar. Según ella, quiere probar suerte a ver si él la divisa entre la multitud y se enamora a primera vista como en las películas que protagoniza. Si cualquier otra persona me hubiera sugerido ese plan, probablemente me habría reído en su cara, pero tratándose de mi mejor amiga, es una opción perfectamente posible. Cualquiera que la viese podría enamorarse de ella a primera vista y volver a enamorarse una vez hablasen con ella.

—Olivia, te probaste ese top en casa y ya viste lo bien que te queda —respondo con tranquilidad, tratando de transmitírsela—. ¿Cuando te miras al espejo no te das cuenta de que podrías ser una modelo? Si yo fuese la mitad de guapa que tú, sería la dueña de Los Ángeles, tal vez incluso del país entero.

—Solo lo dices porque eres mi mejor amiga, pero no me queda otra que creerte. Me he traído la ropa justa para el tiempo que vamos a estar y no pienso repetir ninguna prenda de ropa. ¡Imagínate lo que pensaría Axel de mí si lo viese!

—Estaría demasiado ocupado tratando de pensar en cómo dejar a esa novia tonta que tiene cuanto antes para pedirte salir a ti.

—¡Megan no es tonta! —exclama Olivia con el dramatismo pintado en el rostro, haciendo una pausa para mirarme antes de seguir maquillándose—. Es divina y Axel y ella hacen la pareja perfecta. Después de mí, es la mujer perfecta para él, no hay más que ver lo felices que están siempre en Instagram.

—Si tú lo dices... —Me encojo de hombros mientras termino de recogerme el pelo en una larga coleta que me llega hasta el culo—. Bueno, ¿estás lista para encontrarte con tu futuro esposo por primera vez?

Olivia termina de maquillarse en un milisegundo y asiente vehementemente. Al mirar nuestros reflejos en el espejo, veo por enésima vez lo diferentes que somos. Parece que yo voy a pasar un día haciendo turismo por la ciudad, ya que llevo ropa cómoda y sencilla, y mi mejor amiga parece a punto de ser fotografiada para ser portada de Vogue. Además, Olivia va subida sobre unas plataformas, por lo que nuestra diferencia de altura es todavía más notable de lo normal. No puedo evitar romper a reír cuando veo que mi cabeza apenas le llega por el pecho y me siento como una niña pequeña junto a su madre.

—¡Sí, vámonos!

El camino a Venice Beach, una de las playas más famosas del planeta, se me pasa volando. Incluso subida sobre esas plataformas gigantes, Olivia es capaz de correr y arrastrarme como si nada. En cuanto llegamos al paseo marítimo, veo la ya de por sí abarrotada playa llena de vallas, camerinos desmontables y demás cosas características de un set de rodaje. Entorno a la entrada del mismo, veo un grupo enorme de gente, mayoritariamente chicas, chillando mientras esperan a que salga su ídolo.

—Vamos a ver si encontramos algún hueco cerca de las vallas... —murmura mi amiga y casi puedo ver cómo hace un mapa mental de nuestros alrededores en apenas un segundo.

Olivia me arrastra hacia el grupo de gente y me preparo mentalmente para recibir empujones, pedir perdón mil veces y sudar como si acabase de correr una maratón. La altura de mi mejor amiga es de gran ayuda a la hora de abrirnos paso entre el gentío, buscando el mejor lugar posible sin quitárselo a ninguna de las personas que llegaron antes que nosotras. Tras varios tensos y largos minutos de leves empujones y silenciosas peleas por un minúsculo hueco entre el gentío, Olivia y yo por fin encontramos un lugar tras varias chicas donde podremos ver al actor en cuanto salga.

—Grace, no veo a nadie de momento —dice Liv sin separar los ojos de la entrada, hasta ahora vacía—. Mierda, hemos llegado demasiado tarde y... ¡No, espera! ¡Ahí está!

En el mismo instante en el que mi amiga habla, todas las personas a nuestro alrededor empiezan a chillar al unísono y las cámaras de los paparazzi dan rienda suelta a los flashes. Si el ambiente era ligeramente agobiante para mí antes, ahora es casi abrumador. Apenas consigo ver lo que tengo delante y esta falta de visión empeora cuando Axel cruza la verja de salida y las chicas que están de pie delante de nosotras empiezan a saltar. Empiezo a sentir empujones a mi espalda, pisotones, gritos... El calor aumenta y mi agobio crece hasta tal punto que siento ganas de llorar.

Necesito salir de aquí.

—¡Olivia, voy a comprarme una botella de agua, te espero en el paseo! —grito al aire, ya que mi mejor amiga no puede escucharme debido al ruido ensordecedor que nos rodea.

Con lágrimas de desesperación en los ojos, empiezo a empujar a toda persona que me encuentro para salir del centro mismo del horror, lo cual la gente casi agradece ya que pronto ocupan el privilegiado sitio que he dejado. Los minutos que paso tratando de escapar me resultan angustiosamente largos y cuando por fin logro llegar a un lugar en el que no estoy completamente rodeada de seres humanos, me permito respirar hondo para calmarme y evitar que más lágrimas se acumulen en mis ojos. Aunque nadie me esté mirando, no quiero montar una escena en medio de la calle y parecer una rarita más de la ciudad. Para evadirme un poco de esta sensación tan desagradable, saco mi móvil y escribo a Olivia, ya que dudo que me haya escuchado cuando le he dicho que me marchaba. Le doy señas exactas de dónde estoy antes de mirar a mi alrededor, tratando de decidir qué hacer.

Como lo primero que puedo solucionar es mi sed y el agua probablemente ayude a calmarme, empiezo a andar hacia la acera para buscar una tienda. Todas están a rebosar de gente, que es lo último que necesito en este momento, pero no creo que me quede otra alternativa. Con un suspiro, camino hacia la primera tienda que veo con una decisión que no siento. Una excursión de la tercera edad se concentra a la entrada, impidiéndome entrar, y reprimo un bufido de exasperación.

—Perdonen, ¿pueden dejarme pasar? Necesito... —Antes de que pueda seguir hablando, una mujer malencarada me empuja con una violencia que me sorprende para tratarse de una anciana, haciéndome trastabillar.

—¡No intentes colarte, que llevamos esperando más tiempo que tú!

—¡No, no, yo no estoy intentando colarme...!

Las palabras de la mujer provocan que varias de sus compañeras se unan en su queja y empiecen a empujarme fuera de la entrada de la tienda, sin escuchar nada de lo que tengo que decir. A pesar de que intento resistirme, me da apuro empujar a varias ancianas, así que no me queda otro remedio que protestar sin remedio hasta que me sacan de su camino.

Al mirar a mi alrededor para buscar otra alternativa, veo ante mí una callejuela entre dos edificios en la que nadie parece reparar, por lo que empiezo a adentrarme en ella. Lo último que quiero es sufrir otra emboscada por parte de unas ancianas malencaradas y supongo que al final de esta callejuela habrá tiendas sin tantos turistas abarrotándolas. Tan solo espero encontrar un lugar tranquilo y no terminar sin el bolso, la cartera y el móvil.

La callejuela por fin se abre para revelar un pequeño y desvencijado parque por el que no parece haber pasado nadie desde hace años. A pesar de la falta de cuidado, está lleno de arbustos con flores hermosas que no había visto nunca, pequeñas estatuas decorativas e incluso una fuente que representa una extraña escena: un ángel levitando con una sonrisa indescifrable que me recuerda a la Mona Lisa. Esta última estatua blanca llama mi atención y camino hacia el centro del pequeño parque para apreciar los detalles de esa misteriosa expresión. Al hacerlo, me doy cuenta de que hay una especie de casita tras la fuente que, a juzgar por las postales y souvenirs que veo expuestos fuera, parece una tienda.

Exactamente lo que estaba buscando.

Cuando llego a las puertas de la pequeña tienda, me fijo en las postales y frunzo el ceño ligeramente. ¿Por qué parecen todas tan antiguas, como si estuviéramos en los noventa y no en 2023? Ninguna muestra imágenes actuales y todas las celebridades que veo son propias de décadas pasadas. Sorprendentemente, la calidad es buena, como si no hubiera pasado ni un solo mes desde su creación. De hecho, todos los objetos que me rodean tienen ese extraño aire desvencijado a pesar de que, a primera vista, parecen nuevos.

Al cruzar el umbral, veo que en el interior hay todo tipo de souvenirs característicos del Hollywood de los noventa, del tipo que podrías encontrarte en cualquier otra tienda del paseo marítimo hace treinta años. Veo un mostrador sin nadie tras él, así que sigo caminando lenta y sigilosamente por la tienda, con la sensación de que estoy haciendo algo malo. A pesar de que no he visto a nadie, tengo la extraña sensación de que hay alguien observándome desde algún lugar, pero no podría decir desde dónde. Para tratar de deshacerme de este sentimiento tan desagradable, empiezo a fijarme en los curiosos objetos que hay por las estanterías.

—Dios, no entiendo cómo a la gente puede gustarle tanto una industria tan falsa y absurda como esta —gruño, tomando un imán con el característico logo de Hollywood y mirándolo con desagrado—. ¿Qué atractivo tienen una panda de falsos que pretenden preocuparse por sus admiradores cuando realmente solo quieren sacarles cada vez más dinero para costearse sus vidas de lujo, vicios y tonterías? —Al colocar el imán en su sitio de nuevo, una foto de un joven Leonardo DiCaprio atrae mi atención y no puedo evitar acordarme del idiota al que he venido a ver hoy, ya que se parecen ligeramente—. Por no hablar de Axel Maddox, la nueva y brillante estrellita de Hollywood. Tiene suficiente dinero como para comprar el sol y la luna para usarlos de sujetalibros si le apetece, pero todavía tiene ganas de quejarse de su vida. ¡Claro, es que es tan complicado vivir una vida perfecta con todo el dinero del mundo, una novia supermodelo y todos los privilegios del universo...!

Mi monólogo se ve interrumpido cuando veo una réplica de las icónicas estatuillas de los premios Oscar en una de las estanterías al fondo. Extrañamente, solo veo una y ni siquiera tiene el precio puesto, a diferencia del resto de objetos de la tienda. Verlo me recuerda al rumor que me comentó Olivia y probablemente se haga realidad: Axel Maddox podría ser el próximo galardonado con el Oscar al mejor actor. Con un bufido de irritación, cojo la estatuilla por las piernas y la alzo sobre mi cabeza con una expresión de petulancia exagerada, como si estuviera en el escenario y acabase de ganar el distinguido trofeo.

—¡Ya era hora de que el gran Axel Maddox ganase el premio que merece! —digo con mi mejor imitación del actor—. Me gustaría agradecérmelo todo a mí mismo, ya que soy tan maravilloso y divino que no necesito a nadie para nada. También me gustaría mandarles un mensaje a mis fans: ¡muchas gracias por pagarme mis diecisiete mansiones y las juergas que me corro con el dinero que me dais! Pero recordad que estoy fatal porque esto de la fama es tan sufrido... Tener tanto privilegios es extremadamente agotador, ¿sabéis? Y muy deprimente —Cuando termino mi discurso improvisado, miro la estatuilla con el desdén y asco más crudos e intensos—. Ya quisiera yo vivir tu vida en lugar de la mía, aunque fuese por un día. Olvidarme de los problemas para pagar el alquiler, poder dedicarme a escribir lo que quiera sin trabajar en sitios de mierda para ganar dinero y tener tantos privilegios que ninguna puerta estaría cerrada para mí jamás.

Sintiendo esa rabia inexplicable por Axel Maddox y lo que representa, miro una última vez a la estúpida figurita. Ahora que me paro a observarla, me doy cuenta de un detalle que antes me había pasado desapercibido. En el lugar donde suele estar escrito el nombre de la persona que ha ganado, hay una frase:

«Ten cuidado con lo que deseas».

—¿Necesitas algo, corazón? —Una voz suave suena a mi espalda y doy un salto por el susto, casi tirando la estatuilla donde estaba antes de girarme para ver de dónde procede.

Una anciana me sonríe desde detrás del mostrador. Tiene el pelo plateado recogido en un moño bajo y lleva puesto un delantal de limones sobre un vestido azul, atuendo que contrasta con el estilo que he visto en Los Ángeles. No puedo evitar pensar en mi abuela al ver su sonrisa fácil y vestimenta sencilla, propias de un pueblo y no de una gran ciudad.

—Eh... Esto, yo... —balbuceo tratando de evitar pensar en si la mujer habrá escuchado mi monólogo absurdo de maniaca, y recordar por qué había entrado aquí en un primer momento—. ¡Ah, sí! ¿Me podría dar una botella de agua?

—Claro que sí, toma —responde ella, sacando una de la nevera junto al mostrador—. Son cincuenta centavos, corazón.

—¿Solo? Vaya, jamás había visto una botella de agua por menos de cinco dólares en esta ciudad.

La mujer ríe suavemente y coge las monedas que le ofrezco, regalándome una amplia sonrisa.

—¿Quieres algo más? —Cuando la mujer habla, mis ojos van directos a la estatuilla del fondo, como si una fuerza extraña me atrajese hacia ella. No dejo de pensar en la frase que parece haber salido por arte de magia en la placa de su base que casi pareció una respuesta a mi monólogo. Tal vez no haya prestado atención y la frase siempre había estado ahí escrita como un recuerdo inspirador o algo por el estilo, tal vez me esté imaginando las cosas... O tal vez haya sucedido algo inexplicable—. ¿Corazón?

Su voz me devuelve a la realidad y me giro para mirarla de nuevo, negando con la cabeza mientras esbozo una sonrisa algo forzada.

—No, nada más. Muchas gracias, tiene usted una tienda encantadora.

—A ti, cielo. Disfruta de Los Ángeles y si necesitas algo más, puedes volver por aquí cuando quieras.

Con una última inclinación de cabeza y una sonrisa un poco más genuina, camino hacia la salida de la tiendecita, diciéndole adiós a la mujer con la mano. Antes de cruzar el umbral y salir al exterior, algo en la expresión de la anciana cambia imperceptiblemente. Tal vez no sea más que mi cerebro jugándome una mala pasada, tal vez sea que estoy deshidratada...

Pero, por un momento, la expresión de la mujer se convierte en una réplica exacta de la sonrisa indescifrable de la mujer de la fuente.

—¿Qué tal te encuentras tía? ¿Estás mejor? ¡Deberías haberme avisado para que pudiera ayudarte!

Olivia y yo caminamos de vuelta a nuestro hotel con los brazos entrelazados tras casi un minuto entero de insistencia por su parte. Al leer mi mensaje, ha corrido al lugar donde la había citado con su foto de Axel firmada para regañarme por no haberle pedido ayuda. Lleva cinco minutos sintiéndose fatal y ha insistido en llevarme del brazo por si seguía mareada o deshidratada, por mucho que le he repetido que ya me encuentro perfectamente.

—Liv, no me estaba muriendo, solo me he agobiado por la gente y el calor. He bebido un poco de agua, respirado hondo y a los cinco minutos me encontraba la mar de bien. Si te crees que iba a evitar que conocieras al amor de tu vida por esa tontería, es que no me conoces en absoluto. ¡Y ahora deja de dramatizar y enséñame el selfie que te has sacado con él!

—Grace, eres mucho más importante para mí que cualquier otra persona, por muy ídolo mío que sea. ¡Prefiero ayudarte a conocerle, lógicamente! —responde con un bufido, pero cuando le doy un manotazo suave en el brazo, saca el móvil y me enseña el selfie que se ha tomado con Axel. Es una foto bastante adorable, especialmente porque la sonrisa de mi amiga casi no le cabe en el rostro, y no puedo evitar sonreír yo también al verla—. Casi no me ha dado tiempo a sacar la foto porque había un montón de gente y justo he visto tú mensaje diciéndome que no estabas, así que tuve que salir corriendo en cuanto la saqué. ¿Pero sabes qué ha pasado cuando me ha firmado la foto?

—¿El qué?

—¡Que me ha llamado guapa, Grace! —exclama Olivia, prácticamente saltando mientras camina a mi lado—. ¡Ha dicho literalmente: "¿cómo te llamas, guapa?" y luego ha firmado con mi nombre y un corazón, mira!

La firma escrita con un permanente negro sobre la parte inferior del rostro de Axel me hace sonreír ampliamente. Ver a mi amiga tan exultante es exactamente lo que deseaba viniendo a Los Ángeles este fin de semana. Vendría todas las semanas a perseguir a ese tío si eso significase ver a Olivia sonreír de esa manera.

—¡Pues claro que te ha llamado guapa! Tiene un par de ojos en la cara y más de media neurona, eso es suficiente para que se dé cuenta de lo espectacular que eres. Si no llega a ser porque te has ido corriendo a buscarme, seguro que habría dicho cosas mucho más bonitas. ¡Tendrías que haberte quedado allí para hablar con él, así le habrías dejado completamente enamorado!

—¡Que no pensaba dejarte sola por él!

Olivia y yo nos fulminamos con la mirada durante casi un minuto antes de romper a reír al mismo tiempo. En ese momento, llegamos a nuestro hotel y subimos a la habitación que compartimos. Ya ha anochecido, por lo que tenemos que cambiarnos para ir al club Omnia, que parece ser el mejor de la ciudad y donde supuestamente estará Axel de fiesta.

—¿Has decidido lo que te vas a poner? Porque es un club súper exclusivo, no puedes entrar si te vistes con cualquier cosa.

—Sí, me he traído el vestido rojo que insististe en comprarme hace dos meses para entrar en esa otra discoteca, principalmente porque es lo único adecuado que tengo para salir de fiesta —respondo.

—¡Perfecto! ¿Quieres que te maquille? ¡Di que sí, por favor...!

La voz de Olivia empieza a llegarme lejana, como si me acabase de zambullir bajo el agua. Al tratar de enfocar la vista en mi mejor amiga, empiezo a ver motitas blancas y negras en mi campo de visión. Un mareo invade mi cuerpo y doy un traspiés, intentando agarrarme a cualquier cosa para evitar caerme, pero mi mano solo consigue agarrar el aire. Todo da vueltas a mi alrededor y empiezo a escuchar un pitido mientras caigo a cámara lenta...

—¡Grace, ¿qué...?!

Antes de que Olivia pueda terminar la frase, me desplomo en la moqueta con un golpe sordo, completamente inconsciente.

¡Hola, holita!

Bueno, pues parece que nuestros protagonistas han compartido aire durante al menos un milisegundo, pero algo extraño ha pasado...

¿Qué creéis que le ha pasado a Grace?

Os leo! ❤️

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