26
—Bueno, Grace, ¿entonces qué quieres hacer por tu cumpleaños? Si quieres celebrarlo este fin de semana, vendría bien tenerlo todo listo hoy para evitar problemas. Yo no tengo clase el viernes, así que puedo acercarme a comprar todo lo necesario si quieres.
Olivia me mira con una sonrisa que intenta enmascarar por todos los medios la chispa de tristeza que puedo ver en sus ojos. Como yo, Olivia quiere darle a Grace la mejor fiesta de cumpleaños del mundo, todo lo que ella quiera, y no le hace feliz tener tan pocas opciones. Sin embargo, como yo ya tengo la fiesta más que preparada, me limito a sacar la bomba de humo que he preparado para esta ocasión.
—Justo te lo iba a comentar ahora cuando terminásemos las clases —digo, dándome un leve golpe en la frente como si me acordase de algo—. Ya he alquilado un local y me he encargado de todo el tema de comida y bebida. Lo único que me falta es atar la lista de invitados porque de momento solo estamos tú y yo.
—¿Ah, ya tienes todo? ¿Y cuál de los locales has elegido con tan poca antelación?
—Pues verás, se me ocurrió que...
—Anda, míralas, ¡si aquí están! —Una voz vagamente familiar me interrumpe y miro a mi izquierda, encontrándome con un variopinto grupo de chicos y chicas. Reconozco inmediatamente a Leo Wood, el idiota al que le hemos pintado la cara esta mañana, y a la pija de mercadillo que viste de imitación, Chloe o como quiera que se llame. De hecho, es esta última la que ha hablado, mostrando una sonrisa de hiena en su rostro perfectamente maquillado—. De verdad, Olivia, no sé qué haces todavía juntándote con alguien tan fuera de tu liga como Grace.
Olivia les fulmina con la mirada y parece tragarse el veneno que iba a soltar por la boca antes de hacer ademan de seguir caminando, pero yo me paro frente al grupo. Tal vez Liv esté acostumbrada a que Grace no quiera meterse en estos problemas con personas que no merecen la pena, pero lo que ella y yo tenemos en común es que no vamos a consentir que nadie humille a Grace de ninguna forma. Si ella quiere evitar los problemas, que los evite; ya estamos nosotros para dejar las cosas claras.
—¿Decías algo, Chloe? Lo siento, casi no te había visto con esa... especie de chaqueta de camuflaje que llevas. ¿Desde cuándo se lleva eso? ¿Desde que serviste a Estados Unidos en la guerra de Vietnam?
—¡¿Pero quién eres tú para meterte con mi ropa, so...! —Courtney enmudece en cuanto desabrocho mi abrigo casualmente, dejando ver el atuendo de Louis Vuitton que he elegido ponerme hoy—. ¿Eso es lo nuevo de Louis Vuitton? Pero si ni siquiera está a la venta todavía...
—No está a la venta para gente como tú —corrijo antes de que pueda terminar la frase, chasqueando los dedos con irritación—. Bueno, dime lo que quieras que tengo prisa. No me gusta invertir tanto tiempo en estudiantes de máster que se comportan como adolescentes.
Courtney se sonroja por la vergüenza y parece haber olvidado lo que sea que fuese a decir, por lo que una de las chicas sentada a su lado toma su relevo.
—¿Cómo puedes ir de chula después de haberte arrastrado por Leo durante todos estos años? El viernes salió contigo por pena, pero hombre, lo que no puedes hacer es lanzarte a su bragueta, que eso es acoso sexual.
—¿Perdón? ¿Cómo que lanzarme a su bragueta?
—¡Que prácticamente le intentaste violar cuando él te había dejado claro que era una salida de amigos! Si no te denuncia es porque es muy buena persona, pero teníais hasta testigos. Tessa lo vio todo en la bolera, es un testigo presencial. ¡Lo que tiene que hacer una para que alguien vaya a su triste fiesta de cumpleaños en un trastero!
—¡Eso es mentira! —grita Olivia, prácticamente abalanzándose sobre ella antes de que la sujete—. ¡Ese hijo de puta quería liarse conmigo y por cobarde e idiota no se atrevió a pedírmelo directamente! ¡Os voy a denunciar por esto, os lo juro!
Al escuchar la mentira que suelta, mis ojos van inmediatamente a Leo, sabiendo que él ha sido el responsable de que el bulo se propague entre las pedorras cotillas. Incluso la tal Tessa, la cual evidentemente no estaba presente en la bolera, asiente con firmeza, y mis ojos empiezan a nublarse por la rabia. No me puedo creer que ese imbécil haya sido capaz de inventarse algo tan grave por puro despecho, y menos que el grupo de víboras que tengo delante estén dispuestas a apoyar su mentira solo porque Grace no les cae bien. ¿Desde cuándo los universitarios de veintitantos años actúan con la inmadurez de críos de catorce?
La rabia bulle en mi interior cada vez con más intensidad. El cobarde despreciable de Leo, no contento con haber jugado con los sentimientos de Grace y haberse reído de ella, ahora se inventa algo tan grave como esto para manchar su reputación. El despecho por lo que le hemos dicho Olivia y yo esta mañana ha herido tanto su orgullo que ha decidido machacar a la mujer más dulce e inocente que ha tenido la suerte de conocer, y no pienso permitirlo.
—Hablando de mi fiesta de cumpleaños —comento con una sonrisa que es como un puñal, ensayada a conciencia a lo largo de los años como respuesta a seres mucho más inhumanos que una pandilla de universitarios—, estáis todos invitados a venir. Será una fiesta de Halloween también, por lo que se requiere venir disfrazado.
—¿Crees que vamos a querer ir a tu fiesta cutre de disfraces habiendo organizado Courtney la suya? Déjanos pensar: fiesta en la hermandad de las chicas a la que va a ir toda la gente importante de la universidad o... ¿fiesta en un apartamentucho de mala muerte de la pringada a la que nadie conoce...? Creo que la elección es clara.
Todos rompen a reír y Olivia me mira con confusión, sin saber muy bien cuál es mi intención. Mi sonrisa se amplía y miro a cada uno a los ojos, sintiendo cómo me crezco al comportarme como Axel en lugar de como Grace.
—Mi fiesta será en Pandemónium, el club más exclusivo de la ciudad. ¿Lo conocéis? —pregunto, mostrándoles una de las entradas—. He alquilado toda la zona VIP para que nadie nos moleste. Solo hay cincuenta entradas y yo elijo quién viene, evidentemente, así que si queréis... avisadme o lo que sea y os pongo en la lista de espera.
—¡¿Cómo que en el Pandemónium?! Pero si lo teníamos alquilado nosotros y el otro día el gerente nos dijo que le habían ofrecido más dinero a su jefe, que ya no podía reservárnoslo para ese día. La fiesta del Pandemónium el día de Halloween..., ¿es tu fiesta? —pregunta Courtney con los ojos como platos.
Mientras asiento, casi me relamo del gusto al ver las expresiones en sus rostros. Evidentemente, todo lo que acaba de decir yo ya lo sabía. Ace Hale, el dueño del club, hizo que el gerente les mandase a paseo en cuanto hablé con él para alquilarlo yo. Grace no sabe nada, nadie sabe nada porque quiero que sea una sorpresa..., y es solo la primera de muchas que están por llegar.
—Parece ser que sí —digo, encogiendo los hombros sin dejar de sonreír—. En fin, no quiero seguir perdiendo el tiempo con vosotros, que tengo una fiesta que organizar.
Olivia sonríe, entre confusa y eufórica tras presenciar la escena, y cuando vuelvo a entrelazar su brazo con el mío, les saluda desdeñosamente.
—Y tened cuidado con las mentiras que vais diciendo por ahí, no vaya a ser que os llegue una demandita. ¡Pasadlo bien! —añade Liv.
Al alejarnos, siento mi pecho hincharse por la satisfacción, contento por haber defendido a Grace y dejado claro que nadie puede pisotearla jamás, no ahora que estoy yo a su lado. Sin embargo, a medida que pasan los segundos, me doy cuenta de que voy a tener que darle todas las explicaciones de lo sucedido a Grace esta noche, y no sé si le va a gustar todo lo que he hecho. Por otra parte, tampoco he podido pensar en qué le voy a decir a Olivia ahora que sabe lo de la fiesta. También pensaba atar eso con Grace esta tarde para que ella me aconsejase, pero ya es un poco tarde para eso.
Ay, ¿por qué tengo que ser tan bocazas a veces?
—Tía, estabas de coña, ¿no? Te has trucado la entrada esa para el Pandemónium con Photoshop —pregunta Olivia, como si me hubiese leído la mente.
—La verdad es que... no. Todo lo que he dicho es verdad, mira.
Olivia y yo nos paramos un segundo para mostrarle la entrada con el nombre de Grace y el código real para entrar. Si bien no sé cómo explicarle todo esto todavía, sé que será mejor no mentirle para que luego venga el viernes y descubra que era verdad, por lo que me limitaré a ser un poco evasivo e intentar seguir con mi plan inicial.
—¡¿Pero cómo has conseguido esto?! ¡Seguro que ha costado una millonada, una millonada que no tienes, Grace! No habrás hecho ninguna tontería, ¿no?
—No te preocupes, todo está controlado. No he hecho nada sin pensar ni me he gastado tanto dinero como piensas. He estado planeando una fiesta muy chula y quiero que sea una sorpresa para todos los invitados. Lo único que vais a saber es lo que ponga en la entrada —explico, mirando a Olivia a los ojos con entusiasmo—. ¿Confías en mí? Sabes que yo nunca haría nada malo, tía.
Olivia me mira, reticente al principio, pero al ver la sinceridad y confianza en mis propios ojos, una sonrisa curva sus labios y asiente.
—Claro que sí, Grace. Estoy segura de que vas a organizar el mayor fiestón que jamás se haya visto en Berkeley. Solo... ten cuidado, ¿vale?
•
En cuanto escucho la puerta del apartamento abriéndose a mi espalda, me pongo de pie de un salto y alzo las manos de forma defensiva. Grace se para en seco al ver mi reacción cuando entra, apartándose mis mechones rubios de la frente. Parece confusa al principio, pero después de varias ocasiones en los que ha pasado lo mismo, su ceño se frunce en apenas un milisegundo, comprendiendo el porqué de mi reacción.
—¿Qué has hecho, Axel Maddox?
—¿Por qué no te sientas aquí un ratito, princesita? Te he preparado un té inglés de esos que te gustan y he comprado unas pastitas de...
—Ni pastitas, ni pastitos, ni espárragos en vinagre, Axel —avisa, señalándome con el dedo mientras se acerca poco a poco—. Te lo voy a preguntar solo una vez más y como no me respondas, te rapo la cabeza: ¿qué has hecho?
Su superioridad en estatura y músculo, unida al hecho de que me da verdadero pavor ver su reacción a todo lo que estoy a punto de contarle, me hacen encogerme hasta quedar sentado de nuevo en el sofá con cara de perrito abandonado.
—¿Recuerdas que os escuché por casualidad cuando hablaste con Olivia de tu cumpleaños? ¿Y recuerdas también que me iba a encargar de Leo Wood hoy? —pregunto con cautela, observando cómo asiente y arquea una ceja—. Pues Olivia y yo le hemos dejado las cosas claras hoy diciéndole lo idiota que es y todo eso. La cosa es que, en lugar de callarse y asumir su error como un hombre, ha ido diciendo que... que te lanzaste a su bragueta y que has ido por ahí rogándole que saliese contigo durante años.
—¡¿Qué?! ¡¿P-pero cómo ha podido decir eso?! ¡Si es todo mentira, cualquiera lo sabe! —gime Grace, entrando en pánico al asumir todo lo que le he dicho—. ¡¿Y qué tiene que ver eso con mi cumpleaños?!
—Pues que cuando Olivia y yo estábamos de camino a casa, Leo estaba con el grupito de las chicas esas tan asquerosas del otro día, Courtney y el resto de pseudo Barbies creo que eran. Se han intentado reír de ti por lo de Leo, diciendo también que lo hacías solo para mendigar invitados a tu fiesta cutre mientras ella organizaba la suya de Halloween en la hermandad. Para entonces yo lógicamente estaba iracundo, a punto de comerles vivos por atreverse a meterse contigo, y les dije... les dije que tu fiesta sería en la zona exclusiva del Pandemónium, repleta de lujos y sorpresas.
Grace me mira con los ojos como platos, incapaz de decir palabra durante unos segundos que me resultan dolorosamente eternos, y no sé si seguir sentado, levantarme para darle un abrazo o saltar por la ventana como Tom Cruise en Misión Imposible.
—¡¿Cómo se te ocurre decirles eso?! —estalla por fin, haciendo que dé un respingo del susto—. ¡Ahora se reirán todavía más de mí cuando llegue el viernes y vean que todo es mentira!
—Es que... no es mentira, Grace —respondo con un suspiro. Grace me mira con tal incredulidad que sus ojos parecen a punto de salirse de las órbitas como si fuese un dibujo animado, esperando que siga explicándome—. Cuando escuché desde el armario que querías tener el fiestón de tu vida por tu cumpleaños y te lo impedía tanto el dinero como los idiotas de tu universidad, empecé a hacer llamadas. Les quité el Pandemónium a esa panda de chulos porque el dueño es mi amigo, llamé a Steve Aoki para que venga a pinchar, contraté un catering de lujo para que se encargue de la comida, preparé las invitaciones diciendo que era también fiesta de disfraces de Halloween y... puede ser que invitase a unos cuantos amigos. Así que, a no ser que no lo quieras, tendrás una fiesta de lujo con todo a mi cargo y a la que asistirán Jungkook y los miembros de BTS que aún no se fueron al servicio militar. Bueno, y yo, claro. Lógicamente, si quieres seguir adelante con la fiesta, envíales las invitaciones a quien quieras, y si no quieres este tipo de fiesta, cancelo todo y te monto una a tu gusto, ¿vale? Quiero que tengas el cumpleaños perfecto, lleno de sorpresas y alegría, que es lo que te mereces. Tú solo dime qué es lo que quieres y lo haré, te lo prometo.
Cuando termino de balbucear, el silencio vuelve a envolvernos y la tensión crece en la boca de mi estómago. Ahora que he dicho mi plan completo en voz alta, me siento tremendamente egoísta por no habérselo dicho antes y también una especie de acosador con mucha cara, ya que todo lo que he pedido que le gusta a Grace lo he averiguado por mi cuenta. ¿Y si esta no es la fiesta que ella quería? ¿Y si quería algo mucho más íntimo, con sus amigos de verdad, sin mí?
¿Y si está harta de verme cada día y lo último que quiere en su cumpleaños es mi presencia?
—¿De verdad has hecho todo eso por mí? —pregunta Grace finalmente, sentándose a mi lado con los ojos repletos de incredulidad y un puchero curvando sus labios—. ¿Me has montado la fiesta de cumpleaños que quería solo porque me escuchaste decirlo desde el armario y has invitado a mis cantantes favoritos? ¿Todo eso... solo por mí?
—Claro que sí, ¿qué menos? Por fin puedo usar todo lo que tengo para hacer feliz a alguien, aunque sea en el ámbito material. Quiero que tengas la fiesta de tus sueños con todo lujo de detalles, pero creo que ha sido un error no preguntarte antes. Aún estoy a tiempo de cambiar las cosas, ¿eh? Si quieres cancelar, añadir o cambiar algo en general, solo dímelo y...
Antes de que pueda seguir hablando, Grace se abalanza sobre mí y me envuelve con sus brazos, haciendo que su pequeño cuerpo quede cubierto por completo por el mío. El gesto me pilla por sorpresa y le devuelvo el abrazo con cierta confusión, sin saber qué siente, pero deduciendo que no debe de ser malo si me abraza.
—No, no, Axel, todo lo que has hecho... Todo es perfecto, más que eso. Por Dios, ni siquiera habría podido soñar con tantas cosas como las que has listado, y mucho menos tener a los mismísimos BTS allí, ¡en mi propia fiesta! —exclama con una sonrisa, dejándome respirar hondo por fin al ver que está contenta—. Y si encima vienes tú, será la mejor fiesta del mundo. Lo principal que habría pedido es tener a Axel Maddox en mi fiesta.
—Bueno, claro, si quieres restregarles mi presencia por la cara a esa panda de inútiles, para eso estoy yo, no te preocupes.
Grace niega con la cabeza y se separa un poco de mí, sonriendo ampliamente.
—No, no quiero que vengas para restregárselo a nadie. Quiero que vengas porque disfruto mucho más de la vida contigo. Me da igual si te ve alguien o no, solo quiero disfrutar de mi día especial con las personas más especiales para mí. Si no, dime, ¿qué mierda de fiesta de cumpleaños tendría si no estuvieras tú?
Noto mis mejillas coloreándose violentamente de un tono rosado cuando la sangre sube a mi rostro, pero antes de que pueda responder, noto algo extraño en mis partes bajas, como si acabase de orinarme encima. El pánico se apodera de mí y miro a mis vaqueros, buscando la inconfundible mancha de pis, y descubro que estoy completamente limpio. Además, por mucho que lo intente, no soy capaz de aguantar el esfínter. Frunzo el ceño, confuso, hasta que caigo en la cuenta de lo que ocurre.
Me acaba de bajar la regla.
—¡Mierda, joder! —exclamo, poniéndome de pie de un salto antes de lanzar un chillido agudo digno de una película de terror—. ¡¿Qué hago?! ¡¿Me voy a morir?!
Grace se aproxima a mí al instante y empieza a mirarme con preocupación, buscando cualquier tipo de dolencia visible que explique mi reacción.
—¡¿Qué pasa, Axel?! ¡¿Por qué chillas?! ¡¿Qué te duele?!
—¡Grace, código rojo! ¡Necesito tu ayuda, esto es muy muy grave!
—¡¿El qué?! ¡Si no me lo explicas, no voy a saber cómo ayudarte! —bufa y señalo a mis partes bajas significativamente con los ojos como platos, sintiendo que su reacción debería equipararse más a la gravedad del problema. Al cabo de unos segundos, Grace parece comprender lo que digo y veo que aguanta la risa, mordiéndose la lengua—. ¡Ay, se me había olvidado avisarte de que estos días me iba a bajar la regla!
—¡¿Ah, y lo dices tan normal, y encima riéndote?! ¡¿Es que no ves que me estoy desangrando?!
Grace pone los ojos en blanco y se le escapa una risita, lo cual me hace fulminarle con la mirada. Sin responderme, me toma de la mano y me guía hasta el baño, abriendo uno de los cajones. Veo que saca una caja de Tampax y la sangre huye de mi rostro tan rápido como ha venido, haciéndome palidecer tanto que podría protagonizar cualquier película de espíritus.
Tampones. Ay, Dios mío, ¿pero qué he hecho para merecer esto?
—N-no pretenderás que me meta eso por... ahí, ¿verdad?
—No, prefiero que me manches toda la ropa que tengo durante cuatro días porque adoro desperdiciar las cosas —responde con sarcasmo—. Venga, bájate los pantalones.
—¡No, no, ni hablar! ¡No pienso meterme un... por ahí! ¡¿Es que no tienes compresas?! —Antes de que pueda responder, me abalanzo hacia el cajón y veo una caja de compresas, y para mí es como se si me hubieran aparecido Jesús y los arcángeles a bendecirme. Me aferro a ella con desesperación y se la doy a Grace con la mano temblorosa, entre la sonrisa y el llanto como un maniaco—. ¡Compresas, aquí hay compresas! ¡¿Cómo se ponen?!
Grace se tapa la boca e incluso a pesar de ello, oigo su risa contra su mano. Aunque deja de taparse, sigo escuchando su risita mientras abre la cajita y saca uno de los paquetitos.
—Muy bien, como veo que si te la pones tú te vas a desmayar porque eres el rey del drama, esta primera vez te la voy a poner yo, pero te enseño cómo se hace y a partir de ahora tendrás que hacerlo tú solo, ¿vale?
—Vale, ¿pero lo puedo hacer sin mirar? Es que no me gusta invadir tu privacidad —murmuro con preocupación.
Ella asiente con una sonrisa cariñosa y sale del baño un segundo, regresando con un par de pantalones y unas bragas grandes limpias. Tras dejarlos sobre el lavabo, me enseña la compresa antes de abrirla con cuidado.
—Mira, es muy fácil. La despegas con cuidado y te la pegas en la ropa interior del lado que te indica. Tienes que cambiártela cada cuatro horas, menos cuando duermes, claro. Por la noche, tendrás que usar compresas especiales que absorben más y sí, yo te las doy.
—Entendido, ¿pero qué pasa si mancho la ropa? Te he echado a perder estos pantalones y las bragas, lo siento muchísimo. ¡Mañana te compro unos nuevos!
—No te preocupes, es muy normal manchar la ropa o la cama cuando tienes la regla, así que si te pasa, primero le echas agua oxigenada a la mancha y luego lo echas a lavar, ¿captado? —dice con una sonrisa—. Ahora quítate la parte de abajo y cierra los ojos, si quieres. Yo me encargo.
Hago lo que dice y me siento vergonzosamente expuesto. Me dan ganas de taparme mis partes bajas pero entonces recuerdo que son las suyas y no hay nada que Grace no haya visto ya. Temblando como una hoja, escucho cómo pega la compresa y me devuelve la ropa pocos segundos después.
—¿Y ya está? ¿No tengo que hacer nada más? —pregunto, queriendo hacerlo todo bien para asegurarme de que el cuerpo de Grace está aseado y sano.
—Bueno, tal vez tengas dolores porque a mí me suele doler un poco, pero te tomas un Ibuprofeno y listo, puedes seguir con tu día.
—¿Y puedes seguir tan tranquila aunque te esté doliendo y sientas cómo te estás desangrando?
Grace ríe un poco al verme impresionado y se encoge de hombros, empezando a echar agua oxigenada en las manchas de la ropa.
—Claro, ¿qué hacemos si no? No nos queda otra, es lo que nos ha tocado.
Sentir la incomodidad producida por la sangre que emana mi cuerpo sin que pueda hacer nada, unida a la molestia que empiezo a notar en la parte baja del vientre me hace mirar a Grace con reverencia, admirando mucho más a las mujeres en general y a ella en particular.
—¿Sabes que eres alucinante?
Grace se sonroja y niega con la cabeza, riendo un poco.
—Que va, solo soy una mujer.
—Pues eso, Grace. Eres alucinante.
¡Hola, holitaa!
Cada vez queda menos para la super fiesta del siglo y algo me dice que se vienen muuuchas cositas... Por otra parte, Axel por fin sabe lo que es tener la regla 😂. ¿Qué os ha parecido su reacción?
¿Qué creéis que pasará en la fiesta? ¿Irá bien... o irá mal?
Os leo! ❤️
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