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19

El aire sale a toda velocidad de entre mis labios por milésima vez en un segundo, adoptando la velocidad cada vez más acelerada de mi corazón. Llevo cinco minutos gritándome a mí misma que, si sigo respirando como un tren a toda máquina, voy a terminar hiperventilando y mareándome, pero la perspectiva de tener un ataque de ansiedad solo hace que esta crezca.

Hace ya cinco minutos exactos que los estilistas han terminado de prepararme para la sesión de fotos de Calvin Klein. Tras desvestirme y quedarme en calzoncillos —lo cual ya de por sí me agobia porque me siento muy invasiva teniendo el cuerpo semidesnudo de Axel tan a la vista— he caminado hacia la puerta que lleva al set, pero aquí me he quedado. Mis pies se han anclado al suelo y no parecen querer obedecer las órdenes de mi mente, aunque esta tampoco es que esté en situación de imponerle nada a nadie. Ahora mismo, siento que mi cerebro está aovillado en un rincón de mi cabeza, meciéndose adelante y atrás mientras chilla escandalosamente para que alguien le escuche.

—Señor Maddox, ¿se encuentra bien? ¿Necesita algo? El señor Jeon está esperándole fuera.

La voz de una de las estilistas me llega a mi espalda y siento mi cerebro soltando un quejido más agudo cuando menciona que uno de mis ídolos está esperándome semidesnudo tras esta puerta.

Es justo la información que necesitaba para salir corriendo a mi casa de Inglaterra sin parar, como Forrest Gump.

—¿Eh? —consigo decir con un hilo de voz antes de darme cuatro bofetadas mentalmente y exigirme que me comporte como Dios manda—. Sí, sí, ahora mismo salgo. Muchas gracias.

Bueno, de perdidos al río.

Al abrir la puerta con una decisión que estoy lejos de sentir por completo, me encuentro con un gran set de fotografía prácticamente igual al que he visto por redes sociales o televisión. En el centro, rodeado por decenas de cámaras, focos y demás equipamiento, hay un gran espacio blanco en el que solo veo un banco.

Y ahí, sentado sobre él, vistiendo únicamente unos calzoncillos y la sonrisa más bonita del mundo curvando sus labios, está el mismísimo Jeon Jungkook.

Sintiéndome como una polilla volando hacia un foco gigante, empiezo a dar pasos lentos hacia él, admirando cada rasgo de su cuerpo que soy capaz de apreciar cuanto más me acerco. Jungkook suele ser muy reacio a mostrar su cuerpo, como todas las personalidades coreanas conocidas, pero ahora mismo puedo ver hasta el último tatuaje que tiene sobre su piel. Si en fotos es guapo, en persona lo es mucho más y tengo que recordar mantener la boca cerrada para evitar que se me caiga la baba.

—¡Axel, tío, cuánto tiempo! —exclama el joven coreano, sacándome súbitamente de mi ensoñamiento—. ¡Ven aquí, por fin nos volvemos a ver!

Antes de que pueda hacer o decir nada, Jungkook se pone de pie y me envuelve en un abrazo amistoso. Mi mente se vacía de repente, pero no tarda en llenarse con pensamientos intrusivos y en absoluto decorosos que no puedo evitar. Por mucho que intente ahuyentarlos, cada vez vienen más. Me embriaga su olor, la cadencia de su voz y su proximidad, haciendo que me olvide por completo que no me está abrazando a mí, sino a Axel. Solo puedo pensar en cómo se sienten contra mi cuerpo todos sus tensos bíceps, sus abdominales, sus manos, su...

Y de repente, siento cómo la sangre empieza a bajar de mi cerebro a cierto miembro que está un poco más abajo, en territorio completamente prohibido.

Como si acabase de electrocutarme, doy un salto hacia atrás para separarme de Jungkook. Siento el sudor recorriendo cada poro de mi piel y me obligo a pensar en las cosas más desagradables que se me ocurren. Bebés muertos, cadáveres desmembrados, genocidios... Todas esas imágenes se suceden en mi mente mientras esbozo una sonrisa que pretende ser agradable, pero esconde la ansiedad y tensión que siento solo de pensar en lo que está sucediendo debajo de mi ombligo. El resultado probablemente es una mueca llorosa y ansiosa que esbozaría un payaso maniacodepresivo con problemas mentales serios.

—¡Yo también te he echado de menos! —respondo con la voz más aguda que de costumbre. Al ver su expresión confusa por mi comportamiento, vuelvo a abofetearme mentalmente y me relajo un poco, tratando de no pensar en el monumento de hombre que tengo delante—. Perdona, me ha entrado un escalofrío. ¿Podéis bajar un poco el aire acondicionado, por favor?

Mi excusa barata parece colar, porque Jungkook vuelve a sonreír y el equipo hace lo que digo. Por fortuna, la experiencia de despertarme en este cuerpo masculino perfecto y mi costumbre de ignorar por todos los medios cada rasgo atractivo del mismo, me ayuda a centrarme en Jungkook como persona en lugar de salivar por su cuerpo.

—¿Qué tal te va con tu nueva peli? Más te vale darme entradas para el estreno porque ya sabes lo que me gusta a mí un buen romance.

—Claro, ya sabes que no hace falta ni que me lo pidas —respondo como Axel me dijo antes de que una idea salvaje me cruza la cabeza y no soy capaz de morderme la lengua a tiempo—. ¡Siempre que tú me des entradas para tu próximo concierto!

En cuanto lo digo, siento la necesidad de cavar un hoyo en el suelo y esperar a morirme ahí dentro, pero Jungkook ríe y me da una palmada en la espalda.

—¡Las que quieras! Pídeme las que quieras cuando quieras, creo que no hace falta decirlo, ¿no?

—¡Bueno, chicos! —La voz del fotógrafo interrumpe nuestra conversación y lo agradezco, porque la sonrisa de Jungkook amenaza con hacerme caer de rodillas frente a él y hacer que cierto amiguito vuelva a marcarse en mis calzoncillos—. Siento mucho interrumpir la conversación, pero tenemos mucho que hacer. Para empezar, quiero que Axel se siente en el banco y Jungkook se coloque detrás con las manos sobre sus hombros.

Con un nudo en el estómago, obedezco y me siento de forma que la ropa interior haga destacar todo lo que resulta atractivo en un hombre. Para mi vergüenza, una de estas cosas es mi paquete —bueno, el de Axel— pero este pudor no tarda en ser sustituido por turbación cuando siento a Jungkook colocarse detrás de mí y poner sus manos sobre mis hombros.

Ya estoy viendo los titulares de mañana: Axel Maddox se desmaya delante de Jeon Jungkook con una erección como un piano.

Paul, el fotógrafo, nos dice que nos pongamos serios, misteriosos e interesantes, pero no tengo ni idea de lo que quiere decir, así que me limito a componer la expresión que he entrenado con Axel. Por desgracia, sigo sintiendo la sangre haciendo arder mis mejillas que, aunque sea mejor que se acumule ahí en lugar de en otras partes del cuerpo, no me conviene en esta situación. Desesperada, acudo a los consejos que Axel me ha dado siempre para ayudarme cuando me siento avergonzada o insegura.

«Estás buenísimo, Grace. Mírate, ¿has visto este cuerpo? Cualquiera querría usar estos abdominales como tabla de planchar, sentarse en tu cara, cabalgarte hasta llegar al lejano Oeste... Con esta cara podrías hacerle un hijo a la cámara solo con mirarla, ¿sabes? Venga, hazlo, déjales claro quién es el tío más bueno del planeta, Grace Everly».

Repetir ese mantra dirigiéndome a mí misma como si fuese un hombre sexy y atractivo me resulta tan cómico que ahuyenta poco a poco a la vergüenza y el pudor que sentía al principio. La personalidad de Axel me invade poco a poco y la sesión de fotos se me pasa volando sin que apenas me dé cuenta. Gracias a las estupideces que me repito a mí misma, consigo tumbarme con la cabeza sobre el regazo de Jungkook, abrazarle de nuevo durante varios minutos y hacer decenas de poses sin sentir un ápice de incomodidad. Cada vez que sentía a una Grace indecorosa y sucia volviendo a mi cuerpo de nuevo, me repetía a mí misma comentarios cada vez más obscenos como hacía Axel ayer durante nuestra prueba y me relajaba de inmediato, como si fuese él el que me estuviera diciendo todo eso al oído.

Tras dos horas que se me pasan volando y varios cambios de vestuario en los que trato de pensar lo menos posible, Paul da por concluida la sesión y Jungkook y yo nos acercamos a la pantalla para echar un vistazo a nuestro trabajo. En esta ocasión y a pesar de estar ya vestido, no puedo evitar ponerme nerviosa, aunque no por la proximidad de Jungkook, sino por el resultado de mi trabajo. Como las fotos no hayan salido bien, podría perjudicar la carrera de Axel y no creo que fuera capaz de perdonarme a mí misma algo así. Sin embargo, el resultado que muestra la pantalla me sorprende y tengo que mirar hacia abajo para comprobar que no vuelvo a estar en mi cuerpo.

¿Realmente soy yo la que ha conseguido que Axel salga tan sexy en estas fotos?

—Madre mía, tío, recuérdame que no vuelva a hacer una sesión contigo porque cuando salgan estas fotos, nadie me va a estar mirando a mí —alaba Jungkook con su adorable sonrisa de conejito, dándome un codazo amistoso en el torso.

—¿Pero qué dices, tú te has visto? —respondo con admiración, dejando que mis ojos devoren su imagen mostrada en la pantalla—. Con lo bien que sales y todas las fans que te siguen, vas a conseguir que se ponga de moda entre las mujeres llevar calzoncillos.

Jungkook y yo rompemos a reír, dándonos palmadas en la espalda como colegas. Ahora mismo no soy Grace, soy su versión masculina. Bueno, más o menos.

—¿Y si hacemos una apuesta?

—¿Una apuesta? —pregunto con curiosidad—. ¿Y sobre qué apostamos?

—Pues lo de siempre, ¿no te acuerdas? Si objetivamente más gente se fija en ti cuando salga la campaña, y por lo tanto yo tengo razón, entonces harás lo que te pida. Si es al revés y tú tienes razón, haré lo que me pidas, pero esta vez no me pidas que me vista de zanahoria en un concierto, por favor, que es muy complicado hacer que forme parte de una coreografía —responde entre risas.

¿Una apuesta con Jungkook en la que, si gano, podré pedirle que haga lo que quiera por mí? Por un momento, se me olvida por completo la versión masculina de Grace y vuelvo a ser la chica obsesionada que tiene las paredes de su habitación forradas con la cara de este dios coreano.

—¡Trato hecho! ¡Ya verás como gano y así harás lo que yo te pida!

Cuando abro la puerta y cruzo el vestíbulo de la enorme mansión en la que ahora vivo la mitad de la semana, no me sorprende verme a mí misma jugando a un videojuego de disparos en la gigantesca pantalla plana que hay frente al sofá. Las palabrotas que salen de la que sería mi boca mezclan mi acento británico con el americano de Axel de una forma que ya casi no me resulta extraña. Casi.

—¡Ya está aquí el hombre de la casa! —Axel ni se inmuta al escucharme y me doy cuenta de que debe tener el volumen a tope bajo esos cascos que ocupan todas sus orejas. Noto cómo una sonrisa malévola se extiende por mi rostro mientras me acerco cautelosamente a él por la espalda y, de repente, levanto los auriculares de sus orejas y bramo—. ¡Hola, hola, hola, Rapunzel, ya es Navidad!

El resultado es aún mejor de lo que imaginaba: Axel da tal bote que se cae de culo al suelo desde el sofá, tirando el mando de la consola a Dios sabe dónde.

—¡No me mates, por favor, que yo no he hecho nada! —gimotea Axel desde su mullida alfombra antes de darse cuenta de que soy yo, lo cual le hace lanzarme un cojín a la cara—. ¡No tiene gracia, loca, casi me matas! ¡Como te hayas cargado mi mando de la Play me lo pagas! ¡No sé cuánto cuesta, pero me lo pagas!

—Perdona, pero no lo he roto yo, lo ha roto el cagazas de ricitos de oro, o sea... ¡tú!

—Perdona tú, ¿pero las manos de quién lo estaban sujetando? Ah, sí, ¡las mini pezuñitas de la princesita de otoño!

—¿Pero qué espíritu ha tomado la estúpida decisión de jugar al balonmano con el mando? ¡El del melenas chulo playa!

Axel me fulmina con la mirada mientras le miro con una sonrisita de suficiencia desde la posición privilegiada que me otorga mi superioridad de altura. Casi aguantamos un minuto, hasta que él resopla y apaga la televisión.

—Dios, si normalmente eres insufrible en tu cuerpo, cuando te aprovechas de mi altura eres mucho peor —gruñe y camina por el salón hasta donde ha caído el mando que, sorprendentemente, no parece haberse roto—. Bueno, ¿qué tal con el amor de tu vida? ¿Me habrá bloqueado después de que se te levantase todo el asunto al verle medio en bolas?

—¡Pues para tu información, todo ha ido súper bien! Cuando le he visto, casi se me va la sangre a mal sitio, pero entonces he empezado a pensar en cuerpos desmembrados y bebés muertos hasta que se me ha pasado.

—Qué cosas más bonitas se te pasan por la cabeza, princesita, eres todo dulzura y amor.

Tras sacarle la lengua en respuesta, llamo a su mayordomo para pedirle la cena. Por mucho que he protestado para ser yo la que realice todas las tareas del hogar por mí misma, Axel me impidió hacerlo. No solo por razones puramente egoístas, sino porque yo no ocupo la casa todo el tiempo y no van a estar yendo y viniendo cada miércoles y domingo.

—Luego, pensaba que no podría hacer las fotos porque me sentía el ser humano menos sexy del mundo —explico y Axel abre la boca para rebatir tamaña ofensa hasta que mi voz vuelve a sonar como un latigazo—, pero entonces recordé nuestra sesión de práctica y empecé a repetirme todas esas obscenidades que me dijiste. La risa me hizo relajarme y conseguí poner esa cara de besugo que pones tú siempre. ¡Jungkook me dijo que estaba muy guapa, imagínate!

—Dejando a un lado que ese cumplido iba realmente dirigido a mí... ¡Enhorabuena, princesita! Te dije que podías hacerlo, ¡eres capaz de hacer eso y mucho más! No creo que consiguieras estar más divina que yo, eso es evidente, pero seguro que lo hiciste perfectamente. ¿Qué te ha parecido tu súper amor ahora que le has conocido en persona? ¿A que es buen tío?

—¡Ay, ni te lo imaginas! —chillo emocionada, agarrando el brazo de Axel para abrazarlo con todas mis fuerzas—. ¡Es absolutamente perfecto! Es guapísimo, Axel, no te lo puedes ni imaginar. Cuando estuve delante de él y vi de cerca su cuerpo, sus tatuajes, sus músculos... Mira, solo podía pensar en sentarme en su cara y montarle hasta que...

—¡Por Dios, pero no digas esas cerdadas sobre un colega mientras estés en mi cuerpo, que me da mucho asco! —interrumpe Axel antes de que pueda seguir con mi frase, dejando escapar un chillidito—. ¡Y afloja, que ahora tienes mi fuerza, acuérdate!

Mis mejillas se colorean ligeramente cuando me doy cuenta de lo que he dicho y aflojo mi abrazo para que Axel se separe si quiere, aunque no lo hace.

—¡Es tu cuerpo el que me hace decir todas estas ordinarieces! Después de estar toda la sesión de fotos pensando en los comentarios babosos que no parabas de repetirme en el ensayo, ahora mi cabeza está completamente contaminada. Menos mal que mañana ya vuelvo a mi cuerpo y todo este asco se volverá contigo.

—No, no, no te engañes, princesita de otoño. Tú eres la que está soltando todas esas cosas tan sucias e impropias de una señorita británica de bien. ¿Qué diría su Majestad Isabel II? —pregunta con retintín, imitando mi acento británico lo cual me hace bufar porque, para mi desgracia, lo hace demasiado bien.

—Hombre, si dice algo yo me preocuparía porque lleva muerta casi diez meses.

—¿Tú hoy estás muy graciosilla, no? Tienes el sarcasmo en posición de ataque.

—Será porque se me ha dado mejor ser tú hoy que a ti mismo —digo, emulando esa arrogancia que le caracteriza. Axel pone los ojos en blanco aunque sonríe, y pronto su mayordomo nos trae la cena—. Muchas gracias, si quieres puedes irte a casa ya.

Ambos observamos cómo el hombre se retira, asegurándonos de que no queda nadie en casa antes de seguir hablando. El entorno de Axel tiene ojos y oídos por todas partes, y ya es suficiente con saber que él parece tener una nueva amiguita con la que pasa tanto tiempo. Mejor no darles razones para violar la confianza que Axel tiene en ellos diciendo algo que no debemos.

—Bueno, mañana vuelves a Berkeley, ¿no? Hasta el domingo, se supone que tenemos un respiro para ser nosotros mismos —pregunta Axel con una pequeña sonrisa, ofreciéndome uno de los boles de ensalada que nos acaban de traer.

—Sí, pero tenemos un problema. Recuerda que tengo el parcial del Romanticismo la semana que viene y es el martes. Te tocaría a ti hacerlo, pero no te preocupes. Puedo no presentarme y estudiar más para sacar el final perfecto. Tu agenda está lo suficientemente llena como para encima tener que aprenderte todas esas cosas sobre libros antiguos que odias.

Mis ojos están fijos en el programa que está puesto en la gran pantalla, aunque ni siquiera soy capaz de saber qué es lo que se desarrolla en esta. Estoy demasiado ocupada tratando de no mostrar el estrés que me produce esta perspectiva porque lo que he dicho lo he dicho de corazón. Después de saber lo mucho que le sobrecargan de trabajo sus padres escudándose con que son sus agentes, no quiero que tenga que preocuparse por un parcial estúpido que no va a cambiar gran cosa en la vida de la gente, a diferencia que su película y el Oscar que esta le va a hacer ganar.

—¡¿Qué?! ¡¿Tenemos examen y no me lo has dicho?! —exclama con los ojos como platos antes de desaparecer por el pasillo y volver con mi iPad, abriendo los apuntes que ambos hemos ido tomando de la asignatura—. ¡Pues vamos a ponernos ya mismo!

—Axel, de verdad, no hace falta que te preocupes, tienes cosas mucho más importantes en las que...

—¡Ni se te ocurra decir una palabra más! —interrumpe, poniendo su dedo sobre mis labios para callarme—. Tus exámenes son tan importantes como mi trabajo, ¡incluso más! Te encanta tu máster y no voy a permitir que tengas una mancha en tu expediente por mi culpa, que no lo mantienes todo perfecto para nada. No pienso ser el responsable de que la gente se quede sin conocer a la mejor escritora del mundo.

—Axel...

—¡Que me digas lo que te entra y empiezo a hacerme los esquemas! Princesita, como vuelvas a hablar para algo que no sea esto, te juro que cojo Google y me estudio todo lo que pille, entre o no.

Axel me mira con una decisión e ímpetu que me hace emocionarme, y casi empiezo a sentir las lágrimas acumulándose en mis ojos. Durante un breve instante, no me salen las palabras y solo puedo sonreírle con puro agradecimiento. Él me imita y yo cojo su mano para acariciarle antes de abrir los apuntes.

—Vale, hoy ya es muy tarde, así que solo voy a decirte un poco lo que entra. Mañana te hago los esquemas y te los mando antes de comer, aunque tenga que despertarme antes. No sé si tienes algo este fin de semana, pero el viernes igual estaría bien que vinieras a casa y así te puedo ayudar a estudiar el fin de semana. Si no puedes, no te preocupes.

—No, voy a poder, me da igual lo que tenga. Yo lo cancelo y ya hablo con mis padres o con quien haga falta. Además, ahora que Tyler sabe todo esto, tenemos un aliado para guardarnos las espaldas.

—Muy bien, mira —digo, mostrándole los apuntes que empecé tomando yo y pasando por los que tomó él, que la verdad, están muy completos—. En el examen entran los precursores del Romanticismo y la parte de poesía. No sé si te acordarás, pero tomaste apuntes en varias clases sobre esto.

—Ah, sí, el Romanticismo es la corriente que nació a finales del siglo XVII como reacción a la literatura de la Ilustración, ¿verdad? Los precursores pretendían cambiar la forma de ver la naturaleza, la sociedad, literatura y el individualismo para evitar todo ese enfoque científico y volver a la naturaleza y la vida rústica.

Mientras habla, giro la cabeza lentamente para mirarle con los ojos como platos, completamente descolocada. Todo lo que dice, palabra por palabra, está escrito en los apuntes que tengo en la pantalla del iPad, y Axel ni siquiera está leyéndolo. Me está recitando todo de memoria sin ninguna dificultad y no entiendo absolutamente nada.

—P-pero... ¿es que ya te lo has estudiado? Lo has dicho todo tal cual, ni siquiera... ni siquiera has cambiado una palabra...

—No, no he estudiado nada, pero me acuerdo de cuando lo leí para la primera clase.

—¿Te acuerdas de todo? —pregunto alucinada y Axel se encoge de hombros, sonriendo inocentemente—. ¿También te acuerdas de los primeros autores del movimiento?

—Creo que sí, a ver, eran John Keats y Mary Shelley, que escribió Frankestein. Esos eran algunos de los destacados de Gran Bretaña, luego en América los más importantes fueron el poeta Walt Whitman y los ensayistas Ralph Waldo Emerson y Henry David Thoreau. Que por cierto, todavía no entiendo bien lo que es un ensayo. Es como una novela pero tratando temas para listos, ¿no?

Ni siquiera soy capaz de responderle o procesar lo que me ha dicho, solo puedo mirarle con la boca abierta ante lo que acabo de ver. Se acuerda de cada detalle, de cada palabra y cada nombre solo por haberlo leído una vez. Eso tiene un nombre e implica muchas cosas, pero Axel nunca me lo había mencionado. Tal vez incluso ni siquiera sea consciente de ello.

—Axel... ¿tienes memoria fotográfica?

—¿Cómo? —pregunta confuso antes de romper a reír—. ¡Pero si eso es de listos! Que va, solo se me da bien esto. Supongo que es porque llevo aprendiéndome guiones desde pequeño, pero no, yo no tengo de eso.

—¡Es que tú eres listo, idiota, ¿cuántas veces tengo que repetírtelo?! ¡¿Es que no ves que te has aprendido todas estas cosas solo con leerlas una vez?! ¡Eres listo, listísimo!

—Bueno, como todo el mundo, ¿no?

—¡No! Esto es extraordinario, Axel, ¡tú eres extraordinario! A ver, cuando te dan un guion, ¿cuánto tardas en aprendértelo?

—Pues lo que tardo en leérmelo.

—Y mientras tomabas apuntes en mi clase, ¿te aprendiste lo que habías escrito?

—Sí, claro. Aún no he podido estudiar, pero te juro que para el martes lo tendré todo aprendido lo mejor que pueda. Espero estar a tu altura, te juro que me esforzaré todo lo que pueda.

Axel me mira con ojos de vaca y yo sonrío, todavía alucinada con lo que acabo de presenciar. Con una sonrisa de emoción, le cojo las manos y le miro a los ojos para tratar de mostrarle lo importante que esto.

—Axel, no estás a mi altura, estás mucho más arriba. Tienes memoria fotográfica, eres superdotado. ¡Eres mucho más inteligente que yo!

Él me devuelve la mirada, sorprendido, y sonríe, pero niega con la cabeza.

—Ni de coña. Ser inteligente es más que aprenderse cosas como un papagayo y tú sabes hacer eso y más. Eres la persona más inteligente que conozco, princesita de otoño. No me hace falta tener memoria fotográfica para recordar eso.

¡Hola, holita!

Bueno, pues estos dos parecen haber sobrevivido a otra semana sin mayores contratiempos (aunque ahora alguien sabe el secretito).

¿Quién creéis que ganará: Grace o Jungkook? ¿Qué pedirá? ¿Qué os parece la hipótesis de Grace acerca de la memoria de Axel?

Os leo! ❤️

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