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Niños

Advertencias: Violencia típica del manga/anime. Abuso físico contra niños (no sexual).

~•~

El de ojos bicolor movió ligeramente los dedos palpando un piso firme debajo de él. Cuando pudo por fin abrir los ojos notó que estaban en un callejón—. Akutagawa, despierta. Creo que nos liberó.

El otro muchacho tardó poco en abrir sus ojos atento al entorno que conocía perfectamente. Sus ojos brillaban con una chispa de algo desconocido para Atsushi, pero lejos de indagar se puso de pie buscando rastros de humanidad.

Salió siendo seguido por Ryunosuke, quien parecía evitar alzar la mirada porque estaban en el barrio mortero, terrible y pestilente.

—¿Qué hacemos aquí?— preguntó el tigre distinguiendo a lo lejos un grupo de niños vagabundos, cuando distinguió cierta cabellera negra detuvo sus pasos—. ¡¿Por qué se parece a tí?!.

—Es una ilusión, esa es su habilidad— murmuró dando la vuelta para tomar otro camino pero la figura femenina de la deidad apareció a escasos centímetros de ellos.

—No son ilusiones, este es el pasado— jugaba con un bloque de legos que terminó en el piso por un manotazo de Akutagawa—. No pueden verlos, pero ustedes si a ellos…es como un cuento que leí con Charles Dickens hace años, pero no recuerdo su nombre.

—Un cuento de navidad, lo leí en el orfanato— agregó el de cabellera gris—. ¿Hay algún motivo para tenernos en este sueño?.

—Incluso si es un sueño yo no podría conocer sus pasados con tal exactitud, más que ustedes— buscó el pedazo de plástico por la vereda bajo la mirada de ambos—. Siento que fui muy agresiva con ustedes, amo a todos mis hijos pero es cierto que no todos me aman a mí…pensé que debía explicarles algunas reglas antes de abandonarlos.

El de gabardina transformó a la misma en la bestia negra tratando de cortar una pierna a la mujer, pero apenas lo hizo esta sanó regenerandose. Su cabeza se inclinó y ahora parecía confundida.

—Ya pasamos por eso— apretó su entrecejo con frustración—. Los iba a llevar a conocer a sus variantes, pero ahora les toca quedarse en sus recuerdos y platicar sobre eso, solo así saldrán.

“Es una sadica, jamás conocí a nadie tan cambiante” pensó el menor buscando las palabras adecuadas para negociar—. ¿Somos un juego para tí?.

—Son seres autónomos de los dioses, nos son indiferentes pero al final del día somos nosotros quienes rigen sus almas— apretó el bloque de plástico hasta que dejó la huella en su palma—. Debo admitir que ustedes no son almas gemelas pero pueden mejorar su relación…

Atsushi ahora transformó una de sus patas delanteras para darle un golpe que la arrojó unos cuantos metros—. ¡Eres un tirano!.

La mujer salió de entre bolsas de basura roja de pura vergüenza—. Son los peores niños que he arreglado, están por su cuenta desde ahora. ¡Avancen por sus memorias!.

Desapareció robando un gruñido de ambos—. La dejaste escapar, tonta alfombra de tigre.

—¡Tú tampoco hiciste nada!— respondió enojado, cuando regresó su vista a los niños notó que el más parecido a Akutagawa cargaba a una niña.

—Si este es el pasado nosotros tenemos control sobre nuestros pensamientos— dijo el más alto prestando atención a la severa desnutrición de los niños.

—¿Es tu hermana?— se atrevió a preguntar.

Las emociones apenas se reflejaban en el estoico rostro de Akutagawa—. Si, en ese momento era todo lo que tenía.

No era momento de ser sentimental, pero siendo un niño sin padres comprendía bien el nudo que se formaba en la garganta de Akutagawa—. Debió ser difícil cuidar de ella cuando apenas podías cuidar de tí…

—No es de tu incumbencia— suspiró con pesadez—. Esa cosa está loca, pero si le seguimos el juego puede que hallemos una forma de salir de aquí, también de paso romperle el cuello.

—Dijo que debíamos seguir, pero no sabemos a donde— respondió tocando el hombro del infante Akutagawa descubriendo que se esfumaba hasta volverse borroso.

—¿Qué hiciste?— no era un tono enojado, quizá porque agradecía dejar ese recuerdo atrás.

—¡Nada, solo lo toqué!— se excusó asustado—. ¿Y si era la última oportunidad para escapar?.

—Sabía que eras estupido, pero te superas cada día— señaló una luz cercana al final del callejón donde aparecieron—. Esa debe ser la salida, cuando despierte quiero ser el primero en golpearla.

Caminaron tratando de guardar su distancia notando que en realidad si era una puerta, pero para su sorpresa esta llevaba a un pasillo dentro de un edificio en mal estado, había muchos niños corriendo de un lado a otro, todos vistiendo uniformes grises.

—Esto es…— las palabras no salían de la garganta de Nakajima.

—Será un camino de tortura hasta que obtenga lo que quiere, pero escucha bien maldito tigre, cuando vuelva tú la sostienes y yo la torturo, algo debe hacerle daño— caminó lentamente dejando atrás a su compañero—. Es un orfanato…¿Es donde creciste?.

El de tirantes jadeaba mientras sus piernas perdían fuerza. Él sabía que era navidad, la peor de todas solo por el olor de budín recién sacado del horno. Asintió aguantando las ganas de vomitar.

—Pues debes saber qué hacemos aquí, busquemos tu cuerpo y avancemos— dijo indiferente ante los síntomas de Atsushi.

El pánico recorrió su columna vertebral y le obligó a gritar—. ¡No vayas!.

—¿Qué te pasa?— arqueó las cejas irritado—. Debemos salir de aquí. Tú mismo lo dijiste, puede que la ciudad esté en peligro y seamos los únicos que puedan decirle a Dazai-san.

El de ojos bicolor apretó los labios y caminó como si perdiera aliento a cada paso. Los guió a una parte alejada de la festividad hasta una especie de celda; casi se le parte el corazón al verse tirado recibiendo patadas por parte del director.

—¡Tú lo tomaste!— decía el adulto—. ¡Robaste un pedazo de budín!.

—¡No, yo no hice nada! ¡Dejame, por favor!— suplicaba clemencia que no le fue otorgada. En su lugar le dió un martillo y un clavo.

—Debes ser castigado, atraviesa tu pie con esto— explicó el director del orfanato, pero el niño se negaba. Era inhumano que le pidiera eso, así que él mismo lo hizo.

El detective giró en dirección a Ryunosuke, que había apartado la mirada tiempo atrás; Nunca tuvo intolerancia a la violencia, pero mentiría si dijera que algo no se agitó cuando escuchó los gritos del pequeño.

—No cenarás, te quedarás pensando en lo que hiciste— exclamó cerrando la reja detrás de él, justo como estuvo toda la noche.

El de tirantes aún podía sentir el metal atravesar su suave piel, el ardor mientras la sangre fluía manchando el piso—. El director siempre supo que yo no lo hice—. Fue lo único que dijo antes de estirar su mano para acariciar la cabeza del infante desmayado por el dolor.

Akutagawa sintió extrañas ganas de vomitar, y su sangre ardía.

Notas de la autora:

No mames, ¿Por qué dije que era cómico?.

Una disculpa, pero si yo conecto gracias a mis traumas, mis historias también.

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