Tres
San.
La veia por el monitor, mi ansiedad por ir a visitarla era cada vez más grande, como buena devota no ha sido escandalosa, ha aceptado los alimentos, ha orado antes de comerlos. Antes de irse a dormir igual hace sus oraciones. Pero también analiza la habitación para ver si puede salir por alguna parte, podría irse por la ventana, pero se rompería un par de huesos al saltar.
—¿Me estas escuchando?
Mingi me paso una mano por enfrente, se sentó en el escritorio y miro al monitor.
—¿Nuevo fetiche? No sabia que el porno religioso era lo tuyo.
—Lucía es mi regalo.
—¿Regalo? ¿de quien?
—De dios, lógicamente.
—Estas enfermo —suelta una carcajada sonora — podrías tener otras más accesibles, ¿Cuántos llevas con esta?
—Una semana, pero no la he tocado, he tenido demasiado trabajo y solo la puedo ver así.
Encendió un puro y se levanto.
—Pobre de la hermana, no eres muy paciente, pero al menos hoy quedas libre —camino hacia la puerta— Ella al menos sabe ¿qué esa es tu habitación?
—Es lista, debe de haberlo intuido, aunque no ha entrado a mi armario, pero ha usado mi ducha.
—Procuraré no molestarte estos días, suerte con tu regalo.
Esta tarde por fin la veré…
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