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Capítulo 1

Empezaré a contar desde mi niñez, es mejor explicar mi vida desde ahí... cuando aún gozaba del amor de una familia.

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—¡Sasuke, ven a desayunar! —gritó una mujer desde la planta baja de la casa.

Un niño de 6 años apenas iba despertando ante aquel llamado, se sentó en la cama estirando cada parte de su cuerpo. La noche había sido bastante tranquila, había dormido como nunca. Bajando de su cama, miró a su alrededor.

—Quizá está con mami... —suspiró y caminó directo a la puerta.

Antes de salir de su habitación, sintió algo suave golpeando su espalda. Al mirar atrás, a sus pies había un peluche de un conejo blanco. El pequeño hizo un leve puchero y junto el peluche.

—Así que aquí estabas, te he dicho que no hagas desorden. —volvió a su cama y colocó el peluche para luego cruzar sus brazos. —Tienes que portarte bien, al que regañan es a mí.

Ya sin problemas, salió de su habitación rumbo al primer piso. Su madre lo recibió con una sonrisa, en la mesa había un plato con dos tostadas y un vaso de jugo de naranja.

—¿Por qué tardaste tanto, cariño?

—Porque mi amigo me tiró un peluche, lo acomodé y le dije que se portara bien. —contestó con inocencia, ignorando la mirada de su madre.

—Sasuke, te he dicho que dejes de decir cosas así, quizá el peluche simplemente se cayó.

—Pero te estoy diciendo la verdad, mami...

—¡Sasuke! —le regañó, el niño se encogió y se limitó a empezar su desayuno en total silencio.

Siempre era lo mismo, Sasuke nunca mentía. Le hablaba con la verdad a sus padres, y estos siempre lo terminaban tratando como un mentiroso. No hacía más que ser tan sincero como todo niño que le han enseñado a hablar con la verdad.

Al terminar su desayuno, fue a bañarse casi sin ánimos. El hecho de que su mamá no le creyera lo ponía bastante triste. Dejó su ropa de cambio sobre la taza del inodoro, su pijama en el suelo y se adentró en la tina de baño con agua calentita.

Mantenía sus ojitos cerrados al lavarse el pelo, sentía una pequeña brisa golpearle el rostro, como si le estuvieran soplando. Se quitó el champú un tanto rápido para poder abrir los ojos, no había nada... simplemente un camino en círculos que se trazaba en el agua.

—¿Qué haces? —el movimiento del agua se detuvo, en cambio, se empezaron a formar burbujas en el centro de la tina, Sasuke ladeó la cabeza y se acercó un poco, al hacerlo, un chorro dio directo en su nariz, haciéndolo retroceder al instante con el ceño fruncido. —¡Oye!

Todo empezó a formarse como un juego, siendo Sasuke el único afectado. Mientras que la mujer escuchaba las risas y quejas del niño desde el otro lado de la puerta, le fastidiaba esa situación, ¿acaso no pudo adoptar un niño normal? Pero desde hace tan solo 5 años su pequeño era como cualquier otro niño. No lo entendía.

Con su esposo, consideraron el hecho de llevarlo a una psicóloga, catalogada como una de las mejores de Japón. La doctora haría una visita esa tarde, primero quería conocer el ambiente en que vive Sasuke antes de empezar las citas en el consultorio.

Al salir del baño, Sasuke se fue directo a su habitación aún con el cabello mojado, no era como que le molestara tenerlo así. Ya se secaría.

No había nada que hacer, su madre seguramente estaría ocupada, su padre estaba trabajando, ¿y él qué podía hacer? De debajo de su cama sacó una caja, en la cual habían unas hojas con unos cuantos lápices de color. Quizá eso lo podría distraer un rato nada más.

—Estoy aburrido. —decía mientras pintaba lo primero que se le venía a la mente, tampoco es como que lo dejaran jugar con otros niños, no desde que todo esto empezó. —¿Tú no estás aburrido?

No recibió respuesta, ni una mínima señal. Bufó molesto, siempre solía hacerle eso tipo de cosas.

—¿Sabes? Nos conocemos hace menos de un año y no sé tu nombre, ¿cuál es? —levantó un poco la mirada como si lo tuviera al frente, aunque podría estar en cualquier parte de su habitación.

Su mirada se volvió a fijar en los lápices de color sobre el suelo, estos se iban moviendo lentamente. No le asustaba, para él esto era lo más normal de mundo. Ante él, se formaron un total de seis letras.

—I... ta... chi... ¿así te llamas? —rió inocente. —Me gusta ese nombre.

Su sonrisa se borró cuando escuchó la voz de su madre en el primer piso llamándolo. No tardó en bajar, no le gustaba hacer esperar a las personas; claro, antes de irse acomodó sus cosas. Ya abajo, había una persona desconocida para él.

—Mira, cariño, ella es Sakura, y viene a hablar contigo. —le dijo con una sonrisa, aquellas sonrisas que le daban confianza.

—Hola, Sasuke. —la mujer pelirosa se inclinó un poco hacia el frente. —Me han hablado de ti, ¿hablarías conmigo un poco? —asintió sin dudarlo, aquella muchacha le daba seguridad.

Los dos subieron a la habitación del niño, la madre de Sasuke se quedó en el primer piso por petición de Sakura. Allí, la psicóloga miraba el entorno con detalles, no había nada anormal como la pareja se lo dijo.

—Mis padres te llamaron, ¿verdad? Siguen pensando que estoy diciendo mentiras. —bajó su mirada luego de sentarse en la orilla de su cama.

—Oh no, no, yo sé que no dices mentiras. Mejor cuentame, ¿quién es del que le hablas a tus papás? —el pelinegro la miró con dudas, ella se sentó a un lado de él. —No desconfíes de mí.

—Bueno, se llama Itachi... creo que era así. —infló sus mejillas antes de continuar. —Lo conozco hace menos de un año, siempre está cerca de mí, a veces juega conmigo o me dice qué están haciendo mamá y papá, incluso lo que piensan.

—¿De verdad? —Sasuke asintió con una sonrisa, era la primera vez que alguien no lo veía de mala forma al contar eso.

—No sé cómo es físicamente, a veces lo siento cuando anda cerca o en los lugares exactos en que está, pero, si se empieza a alejar mucho... me duele aquí. —señaló su pecho con su dedito.

—¿Te duele mucho?

—No, es poquito. Como sabe que me hace daño, entonces no se aleja.

—Y él... ¿no es tu amigo imaginario?

—Claro que no, no necesito de un amigo imaginario si lo tengo a él.

—Ya veo... ¿está aquí? —nuevamente, Sasuke asintió, para luego señalar a la izquierda de la muchacha

—Justo ahí.

Ella volteó, pero obviamente no encontró nada. Sí, sentía su corazón acelerado, había tenido a niños con amigos imaginarios... pero ninguno así.

—¿Podría hacer algo para comprobar que está aquí? No es que dude, pero yo no lo puedo sentir como tú.

—Supongo que sí.

Posó su dedito sobre su labio inferior viendo distintos lugares de la habitación, como si estuviese buscando algo. Unos juguetes en la estantería al lado de su puerta lo motivaron, al mirarlos, estos se cayeron de ahí. Sakura se sorprendió, con eso, ya no tendría dudas. Estaba a una distancia considerable, imposible de que el niño lo hubiese hecho.

—¿Ves?

—Sí, ya veo... Sasuke, ¿te gustaría que nos sigamos viendo? Así podrás contarme más sobre... —se detuvo a recordar el nombre anteriormente mencionado por el azabache.

—Itachi.

—Sí, Itachi, ¿te parece?

—¿De verdad? —ella asintió. —¿No vas a pensar que estoy mintiendo?

—No, claro que no.

—¡Entonces está bien!

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La primera cita fue como un pequeño estudio de Sakura hacia Sasuke. Debía de conocerlo más a fondo, y saber con exactitud el caso que llevaría por un tiempo.

—Veamos... ¿ha estado contigo desde que naciste?

—La verdad... no lo sé, hace menos de un año todo esto empezó... así que no sé.

—¿Sabes si es un fantasma o el espíritu de algún familiar tuyo? —la mujer entrelazó sus dedos sobre el escritorio, miraba al niño con atención.

—Tampoco lo sé.

—¿Lo dibujarías para mí? Por los dibujos que me has enseñado en casa me di cuenta de que te agrada dibujar, pero no has hecho ninguno de Itachi. —por el puchero de Sasuke, sabía lo que iba a decirle. —Sí, sé que no lo has visto, pero... más o menos cómo es que están conectados, dibuja lo primero que se te venga a la mente relacionado a él.

Ya con esa condición, Sasuke aceptó gustoso a dibujar. Sakura le colocó una hoja en blanco frente a él, y a un lado, un vasito con lápices de color.

Por la manera en que dibuja, la muchacha sabía que esa sería una forma de obtener respuestas de todo esto. Se veía que Sasuke gozaba dibujando cualquier cosa. Al terminarlo, entregó la hoja a la psicóloga.

—A ver... este eres tú, y te conectas con Itachi por medio de... un cordón, algo así. —el niño levantó los hombros sin saber que responder a eso. —¿Qué es esto? —señaló lo que parecían ser sombras negras alrededor de él en el dibujo.

—Esas cosas las veo alrededor de personas discutiendo o teniendo alguna pelea seria... son raros, no les veo la forma que tienen. En casa hay varios, porque mamá y papá siempre discuten por mí, y por eso siempre me andan molestando o me hacen daño. —mostró el dorso de su mano a la pelirosa, ella tomó la manita de Sasuke y miró —Esto fue hace dos días, yo estaba durmiendo, cuando me desperté... ya lo tenía.

Tenía un total de 5 rasguños, si la muchacha trazaba sus uñas con suavidad para medir el tamaño de la mano que le provocó eso podía asegurar que la mano era más grande a la de un adulto. Los rasguños bajaban desde el dorso hasta la muñeca.

—Entonces, ¿no te das cuenta cuando te lastiman?

—Solo si estoy durmiendo, si estoy despierto siento cuando me rompen la piel, no es un dolor muy grande... pero no me agrada.

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A partir de ahí, todo marchaba bien, Sakura había sido la primera persona que creyó en mí y no me juzgó. Empecé a asistir a constantes citas con ella, casi que los siete días de la semana. Mis padres no lo decían frente a mí, pero yo podía saberlo... les gustaba que yo no pasara tanto tiempo en casa. En las citas con Sakura, empecé a tener una mejor comunicación con Itachi. Era capaz de poder ser uno solo, pocas veces, llegué a ver lo mismo que él. Claro, no fue nada fácil, eso provocaba que me sangrara la nariz, de igual forma sucedía cuando intentaba entrar en la mente de las personas. Con el paso del tiempo, empezaba a ser capaz de hacer ciertas cosas sin la ayuda completa de Itachi. Casi un año después, luego de cumplir mis 7 años, mis padres pudieron tener a su primera hija. Las cosas en relación a ella, no sucedieron como yo creí.

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—Es muy bonita. —dijo Sasuke sentado a un lado de su madre, mientras ella arrullaba a la pequeña en sus brazos. —Mami, te prometo que la voy a cuidar muy bien como el hermano mayor que soy.

—No la cuidarás. —le contestó seria.

—¿Por qué no? Los hermanos mayores hacen eso, ¿no?

—Sí, lo hacen, pero tú no lo harás. No quiero que tus estupideces sobre fantasmas la vayan a afectar, te quiero lejos de ella, ¿entendido?

¿Cómo podía describir eso que estaba sintiendo? Su madre le negaba ser lo que tanto quiso, un hermano mayor, él nunca tuvo uno, por lo tanto, quería ser uno. Claramente no podía contradecirla, así que no hubo más opción que aceptar el mandato.

El tiempo avanzó, y la niña empezaba a crecer, y con ella, crecía la curiosidad sobre cada objeto que sus ojitos color miel ubicaba. Le gustaba tocar las cosas de la sala, mientras que Sasuke la veía gatear de un lado a otro desde un sillón. Su madre le dijo que no la cuidaría y no se acercaría, pero nunca habló sobre mirarla a distancia, y eso era lo que hacía.

La pequeña quiso ponerse de pie al apoyarse en un librero para nada estable. Con el diminuto peso de la bebé, este se tambaleó generando que uno de los libros se saliera de su posición amenazando con golpear a la nena. Alarmó a Sasuke, y este no dudó en acudir a Itachi para detener el libro y sostenerlo a unos pocos centímetros de la cabeza de la castaña. Soltó un suspiro de alivio, le empezaba a agradar tener una buena conexión con Itachi, le servía para casos así.

—¡SASUKE!

Aquel grito lo asustó y sacó de su concentración al aún sostener el libro, provocando que terminara de caer sobre la cabeza de la bebé. La madre acudió a su hija cuando esta empezó a llorar, miraba a su otro hijo con deprecio.

—¡¿Qué te dije sobre estar cerca de ella?! —alzó a la bebé en brazos.

—¡Pero ella se apoyó en el librero y un libro se iba a caer, yo solo...!

—¡No quieras echarle la culpa a ella de lo que haces! ¿Cómo puedes ser tan egoísta? ¡Es solo una bebé!

—Lo... lo siento. —se limitó a decir mirando sus manos sobre sus rodillas.

—Vete a tu habitación ahora mismo, no quiero verte.

Antes, las palabras de su madre no eran del todo amorosas pero si le hacían saber que ella lo amaba. Pero desde la llegada de la bebé, a su madre dejó de importarle lo que le pasara. Su hijo pasó a segundo plano...

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Para mis 8 años, no me importaba lo que sucediera. El comportamiento de mis padres conmigo empeoró, yo podía estar quieto, que si sucedía algo, me echaban la culpa. Algunas veces llegaron a golpearme como "castigo". Nunca tenía la forma de demostrar mi inocencia, así que no hacía más que aceptar un castigo que verdaderamente no me correspondía. Pero el aguante no fue mucho...

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—¡Estoy harta de ti! —gritó la mujer tomando con fuerza la muñeca del niño, este intentaba safarse antes de recibir otro golpe.

¿La causa de ello? En una de sus prácticas por controlar algún objeto con ayuda de Itachi, la niña mostró una risa de agrado ante aquello, provocando enojo en la madre.

Al ella levantar la mano para darle una cachetada, las luces empezaron a fallar, la televisión se encendía y apagaba, el ambiente se sintió frío y pesado. Sasuke estaba permitiendo que esta vez Itachi lo defendiera, ya que las veces anteriores lo impedía. Uno de los cuchillos de cocina se clavó en el comedor, asustando de sobre manera a la mujer, que por inercia, soltó a Sasuke. El cuchillo se empezó a mover por la superficie de madera con violencia, apenas se detuvo, ella se acercó lentamente, escuchando cada paso suyo. Frente a la mesa, podía leerse claramente.

"SI LO VUELVES A TOCAR... TE MATO"

En su niñez, esa fue la última vez que recibió maltrato físico, pero el psicológico no cesaba. Sasuke pasó a ser un cero a la izquierda, no le daban atención, hacían de cuentas que él nunca existió.

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Aún así, yo seguía velando por la seguridad de mi hermana. Si alguna vez se iba a hacer daño, la salvaba pero rápidamente eliminaba la evidencia de mi ayuda. Incluso lo hice con mis padres, una vez fui capaz de estropear los frenos del auto ya que si mi padre salía en auto a su trabajo... no volvería. Cuando crecí un poco más, la escuela fue un infierno, la odiaba completamente.

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