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Bitter Meeting.

"Presentación amarga"

Dipper Pines trotó a lo largo de los adoquines del concurrido mercado, con su palma presionada contra su sudorosa frente, con el fin de mantener su cabello lejos de su cara mientras corría. Él trotaba a través de la manada de personas que charlaban, hablaban y vendían, con una gorra colocada sobre su cabeza rebotando con él. Sostuvo del mismo modo ajustado, un patético, arrugado y desgastado por el viento y la suciedad pedazo de papel con su otra mano. La lista de elementos y objetos, tuvo que ser mirada por más de unos momentos antes, cuando eran legibles. Fue una buena cosa que Dipper las hubiera memorizado. Pan, huevos, un nuevo lote de carbón activado y leche, que era difícil de conseguir. El hombre se mordió el labio mientras corría, con la garganta seca y espesa por la humedad de hoy.

Las plantas de sus zapatos golpeaban el pavimento, y a veces tenía que evitar resbalarse en la madera mientras espásticamente calculaba cómo mantener el equilibrio. Él prefería no gastar mucho tiempo con todas estas personas a su alrededor, así que estaba ansioso de terminar sus diligencias rápido. El castaño dirigió la vista hacia el cielo. Todavía era temprano, y el sol era cegador a la vista.

A juzgar por la posición del sol eran... ¿las once y media...?

El mercado olía a pescado, trigo y tintura de telas, haciendo girar su cabeza un poco con migraña. No eran malos olores, pero sin duda olían abrumadoramente cuando se mezclaban. Finalmente encontró la panadería, y se deslizó dentro, con facilidad, aunque tuvo que ingeniosamente, aunque con torpeza, bailar a través de otro grupo de marineros ebrios. Rápidamente compró lo que necesitaba sin muchos problemas, con una suave sonrisa brillante a una mujer y otra al panadero antes de irse, agitando la mano. Había unos cuantos soldados británicos en la habitación, y Dipper no les prestó atención cuando empezó a caminar de nuevo, esta vez, tomándose su tiempo para que no se aplastará el pan. Lo puso dentro de su bolsa de mensajero, con un pequeño bloc de papel y un trozo de carbón muy desgastados incrustados adentro del pedazo de tela también. Ahora... huevos.

Usted verá, él habría conseguido los huevos... Si hubiera decidido no pasearse por el puerto.

Dicho puerto estaba lleno de barcos magníficos, meneando y ondeando sus banderas, sus mástiles largos y enormes en comparación con los demás. Algunos fueron construidos con madera de cerezo, otros, padauk(1), álamo y nogal.

Pero esos eran los más elegantes. Los Barkadeers(2) estaban hechos principalmente de madera barata, sólo para ayudar a transportar a los más grandes. Había Bumboats(3) a su lado.

Los barcos viejos, conocidos por Dipper como infiernos vivientes, eran naves británicas de prisión, y el chico prefirió no pensar en lo que sucedía en esos.

Dipper estaba boquiabierto. El hombre amaba los barcos. Le encantaba la idea de aventura, criaturas del mar, el kraken, sirenas, lucha con espadas y héroes. A menudo sentía que su vida era aburrida, vivía solo en Nueva York, su hermana se había ido, haciendo Dios sabe qué, probablemente, cosiendo en algún lugar de Maryland, aunque Dipper no estaba seguro.

La embarcación estaba llena de barcos mercantes, la mayoría de ellos a traía esclavos a las colonias. Dipper arrugó la nariz ante la triste visión y siguió caminando. Esperaba que ganarán su libertad un día. Continuó mirando al frente hasta que algo le llamó la atención, una especie de destello de oro. Dipper miró al frente, entrecerrando los ojos ante la luz brillante que agredía sus retinas.

Miró a un lado y se detuvo en seco, siendo testigo de uno de los barcos más bellos en los que jamás había puesto sus ojos color chocolate. Su mandíbula colgaba floja mientras miraba sin decir nada a la cosa antes de mirar a su alrededor un poco nervioso, parecía una fragata española, pero la bandera no lucía de España... Miró hasta el mástil principal y se dio cuenta de que la bandera estaba hacia abajo, no había trozo de tela que se viera. Eran algunos extraños Corsarios, sin duda... Posiblemente procedentes de La Habana...

Este barco particular estaba completamente hecho de palo de rosa, estructuras magníficas de oro añadidas a la bitácora(4) y mástiles. La barandilla, alrededor del perímetro del velero pintado del mismo modo. Cuerdas y cadenas que cubrían desde el bauprés, faroles colgados de las mismas fibras afiladas. Dos filas de puertos de cañones podían ser vistos a lo largo del lado, aunque ninguna de las puertas estaban abiertas. Era maravilloso. No como todo lo que había visto antes en su vida. Incluso la copa de los cuartos del oficial parecía cara...

Era una cosa absolutamente preciosa, pero... Desde luego él nunca lo había visto antes, lo que era extraño teniendo en cuenta la frecuencia con la que corría por el puerto... Miró a su alrededor una vez más, un poco nervioso. Ningún guardia estaba alrededor. Desde luego a nadie le importaría si echaba un vistazo, ¿verdad? Probablemente sólo era... Una nave comercial bien guardada. Pero fenomenalmente cuidada...

Dipper tragó y sonrió un poco ansioso mientras empezaba a moverse una vez más, a pesar de que se sentía pegado a las tablas del puerto con pegamento. Sin embargo, corrió por la pasarela un poco extasiado, comenzando a caminar con cautela hasta el barco, agarró la cuerda mientras se tambaleaba. Se quedó sin aliento, llegó a la cubierta principal y sintió la roca y la madera de la nave por debajo de él. Era relajante, aunque lo mareo un poco y se dio cuenta de que... evidentemente no era... una nave de comercio, a juzgar por la tripulación.

Ahora de cerca podía ver que el barco había visto alguna batalla y tenía un montón de desgaste extremo. Miró hacia la tripulación, ninguno de ellos parecía fijarse en él. Había demasiados para saber quién era quién, al parecer. Muchos acunaban cajas en sus brazos y cuerdas de apriete, hombres corpulentos, junto con niños flacos. La mayoría parecía estar un poco borracho o fuera de su eje de equilibrio. También una gran cantidad de los hombres eran tonificados y de piel oscura, pero no todos. Algunos con el pelo brillante, rojo, otros rubios. Todos con horribles cicatrices.

Dipper sacó su bloc de papel y carbón con entusiasmo, y empezó a dibujar la nave, escribir notas abajo y tomando nota de las diferentes cosas sobre él. Tenía un libro lleno de mitos en su bolsa, mientras él estaba dibujando, una ráfaga de viento hizo volar su sombrero, haciendo que vuele por el aire. Dipper tambaleó tras ir por ella, llegando a tropezar un par de veces mientras trataba de atraparlo, apoyando su torso contra el marco de la nave y deslizando sus dedos en el aire antes de caer en el agua del puerto por debajo de ellos.

¿Es en serio?

Bueno... Ahí va eso... Dipper maldijo y se sentó, mirando hacia abajo en sus notas ahora bastante arrugadas. Carbón de leña estaba diseminado por sus dedos. Tragó y suspiró.

...

Mientras tanto, un hombre caminaba por una calle, con sus botas haciendo clic con un ruido extremadamente satisfactorio mientras andaba.

Algunos lo llamaban rata. Otros, el Dios de Oro. Algunos otros, Deus Malignis(5). Cuan original.

Y algunos... bueno ellos no eran tan amables ni estaban tan agradecidos.

Dios los bendiga a todos, dondequiera que se encuentren. ¿Pero aquí? Aquí era territorio desconocido. Y de negocios. Y los negocios significaban que sería llamado Capitán Cipher. Más formalmente, Bill Cipher.

Mirando sobre el viejo almizcle de la ciudad, tiendas de madera y ladrillo, y vidrio desgastado. Tenía una gruesa, capucha de cuervo encima de su cabeza, ocultando su rostro para engañar a las autoridades que plagaban esta ciudad. Bill podría jugar a escupir en sus zapatos, sin que se den cuenta.

El hombre del Caribe tenía brillantes, blanqueados por el sol y desordenados cabellos cafés que caían alrededor de sus mejillas, un tono de castaño más oscuro tocando suavemente en sus raíces. Sus largas pestañas esculpían su único ojo de oro, mientras que el otro se mantenía bajo un parche.

El capitán caminaba por las calles, con la mandíbula apretada, encajando bien con su nariz puntiaguda. De vestimenta, no tenía demasiado... como usualmente tendría. Debajo de la chaqueta negra había un traje para asuntos casuales y reuniones. Bill llevaba un chaleco de oro, una camisa blanca con cuello doblado, y una corbata de moño. Mientras caminaba junto con un saco de oro presionado en el interior de su bolsillo, sus botas de tacón hasta la rodilla golpeteando con soberbia contra las empañadas calles de Nueva York, ignorando todas las miradas extrañas que le otorgan a lo largo de las calles. Algunas mujeres boquiabiertas, y otras mujeres más pobres trataron de llamar su atención, cortejarlo... Los hombres alzaron la punta de su nariz, y los niños le señalaron. A todos les sonrió de manera enfermiza.

Que ciudad más andrajosa.

Él se alegró de haber pagado sus deudas y negociar tan pronto.

Tarareando mientras caminaba a lo largo de la estación del puerto de los buques, Bill tomó nota de su idiota equipo mirando a algunas mujeres jóvenes. Unas muchachas de solamente unos diecisiete o diecinueve años...

"¡MUCHACHOS!" Los llamó, pasos apresurados golpeando contra la madera mientras se acercaba al muelle de transferencia de la gran nave de Galleon(6). Comenzó subir la cabeza que hasta el momento mantenía inclinada. Todos miraban hacia abajo, poco impresionados con las cejas tupidas mientras fumaban sus cigarros, bebiendo ron barato y licor. "¿Sí, capitán?" Una burla, inclinando su bota hacia abajo desde una caja de madera. Su ojo lucía una cicatriz desordenada, y su sonrisa era desigual. Bill echó el manto al suelo, dejando al descubierto su negro abrigo mate.

"No sean un montón de jodidos idiotas." Habló, alcanzando su bolsillo con el ceño fruncido. "¿Si quiera descargaron las armas para darle a los Jackson?"

"Aaye... sí señor. ¡Lo sabes, Cipher, alíviate un poco!" Uno de los más grandes sonrió por encima de su botella de alcohol, girando el tapón entre sus gruesos dedos. "¡Como él dijo! La gran ciudad... ¿hay un montón de dulces señoritas aquí abajo?" Un hombre esbelto tarareó, mirando hacia abajo y su tiró su cigarro. Todos ellos se resoplaron riendo, antes de que Bill aporreará su bota, agarrando uno de los cigarros de sus manos y poniéndosela en la boca, tomando una bocanada. Se callaron, y él comenzó a caminar hacia la cabecera de la nave, lejos del bullicio de las cajas de madera y las payasadas.

"Son todos asquerosos, ¿sabían?" Bill habló con su puro, antes de detenerse. Su pie tocando lentamente el palo de rosa del viejo barco. La tripulación se volvió un poco, mirándolo detenidamente mientras se quitaba el cigarro de dulce sabor de sus labios. Tirando hacia abajo, usando la bota para aspirar y moler la pequeña cosa, viendo como salía humo y las brasas rojas volaban. Aspiró lentamente a través de la nariz, antes de frenar, y hacerlo por sus labios. Viendo como el humo se alejaba de ellos frente a su rostro, como un velo de encaje blanco.

Con una sonrisa enferma, el hombre ajustó su abrigo.

"¡Creo que huelo a rata, muchachos!"


***

1- Un tipo de madera también conocido como "Palo Rojo". Es un árbol que alcanza los 40 metros de altura. El tronco se encuentra rodeado de aletas basales. Su corteza es castaña.
2- Un pequeño velero de los siglos 16 y 17 que se utilizaba para el transporte de grandes barcos a los muelles o embarcaderos.
3- Es un barco de provisiones o una pequeña embarcación utilizada para llevar suministros de ferry a los buques amarrados lejos de la orilla.
4- Aquí se refiere al armario o pedestal fijo a la cubierta de un buque en el que se coloca la brújula.
5- Palo grueso, horizontal pero algo inclinado hacia arriba, que en la proa de los barcos sirve para asegurar algunas velas o cabos del trinquete.
6- Dios maligno en latín.
7- Fue un barco de vela grande, multi-cubierta usada principalmente por los estados europeos desde el siglo 16 al 18.

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