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VII. 31 de octubre.

31 de octubre, 1962.

Caos.

No había otra manera de describir lo que ocurría en las calles. Adelaine se encontraba con los pelos de punta tras ver el revuelo qué había allá afuera; los jóvenes portaban sus mascaras y sostenían los garrotes, entre otros artefactos como armas. Los gritos se escuchaban por doquier, la destrucción era parte de todo el ajetreo causado por los recientes jóvenes que habían sido liberados para ir en busca de Jack Dientes de Sierra, con el hambre y la violencia manejando sus acciones. Era escalofriante ver la manera en que corrían por las calles y rompían todo a su alrededor cual locos en un manicomio. Impulsados por sus peores instintos, por la agilidad controversial de supervivencia. Tenían hasta la media noche para asesinar al monstruo, un par de horas en las que debían retener su llegada hasta la iglesia, sea como sea. La prosperidad de las siembras se encontraba en las manos de inexpertos muchachos.

Adelaine desvió la mirada de la ventana, y observó por enésima vez las fotografías que hace ya varios minutos revisaba con atención. No había tenido la oportunidad de regresar a la habitación de su padre debido a que este la había mantenido ocupada con las preparaciones del baile de celebración que se realizaba esa misma noche luego de la cacería. Allí el premio era entregado al ganador y la familia de este mismo. Por lo que no tuvo demasiado tiempo para hurgar en las cosas del alcalde.

Y aunque quisiera ir y aprovechar ahora que su padre se encontraba allá, no podía. Tenía cosas pendientes y una de ellas era encontrarse con Jim, quien seguramente ya estaría por llegar. Soltando un suspiro, dejó las fotografías a un lado y buscó su abrigo para ponerlo sobre el suéter que llevaba puesto.

El frío de la noche parecía ser más intenso al ser el día de la cacería, por lo que se abrazó a ella misma y conservó la calma, esperando pacientemente a Jim.

No iba a negar que estaba asustada, cada hueso de su cuerpo estaba cubierto de miedo, sus manos temblaban y tenía ese mal presentimiento en el pecho que no cesaba. Ahora todo se reducía al plan que había ideado junto a Jim, si algo salía mal, las consecuencias serían graves para ambos, y lo que menos quería Adelaine era perder a otra persona por cual sea que fuese el motivo detrás de esa cacería, no iba a permitir que aquel pueblo del demonio le arrebatara a otro ser querido.

Unos pasos se oyeron detrás de ella y cuando se giró, saltó del susto al encontrarse con Jim, quien llevaba puesta la chaqueta de la preparatoria, unos jeans y una máscara. Al quitársela, el rubio dejó al descubierto su rostro, revelando así una herida en su labio y su nariz que sangraba. La preocupación se plasmó en las expresiones de la menor, y rápidamente se acercó a Jim para examinar su rostro. Este sonrió al sentir las suaves manos de su chica sobre su rostro, sin querer podía convertir su toque en suaves caricias que lo aliviaban.

—¿Te encuentras bien? —Inquirió Adelaine, preocupada. Su ceño levemente fruncido.

—Bueno, amor, nadie te da un arma tan solo por decir por favor y gracias —ironizó, ladeando un poco la cabeza, colocando sus manos en la cintura de la chica. Ella le dio una mala mirada y se puso de puntillas para dejar un beso en sus labios. 

—Lo lamento, Jimmy.

Él negó con la cabeza, lo único que le importaba en esos momentos era el estar con ella, poder, luego de tres días en encierro, compartir tiempo con Adelaine como era debido. Y quizás las circunstancias no eran las mejores, pero luego de la cacería podría disfrutar de su novia como tanto le gustaba.

—¿Tienes una máscara?

—Sí, está en mi habitación —aseguró la pelinegra, todavía entre los brazos de su novio. Jim asintió con la cabeza.

—Escucha, amor, si las cosas no salen como... —Adelaine lo interrumpió, negándose a obtener otro resultado del plan que no fuese uno donde ambos se iban del pueblo, sanos y salvos.

—No. No hagas eso, no... No te despidas, Jim. Saldrá todo bien, lo prometo. Nos vemos en la iglesia, ¿sí? Te amo.

El rubio suspiró y acunó el rostro de Adelaine entre sus manos.

—Debemos considerar todos los posibles resultados, Adi. Solo quiero que sepas que eres la chica a quien más amo en el mundo, ¿de acuerdo? Si llegase a ocurrir algo, será a ti a quien tendré en mente hasta mi último respiro —murmuró, limpiando las lágrimas que caían por las mejillas de la menor. Sintió un nudo en la garganta, pero no demostró miedo, se mantuvo fuerte por ella.

Adelaine no tuvo tiempo de protestar cuando Jim dejó un beso en sus labios, le entregó el arma que había conseguido y se alejó para regresar a las calles. Allí uno de sus amigos le lanzó un bate de baseball que logró atrapar con éxito. Ella suspiró y se adentró a la casa, quitando las lágrimas de sus ojos. Caminó hasta la cocina para tomar un vaso de agua y alimentarse un poco. Necesitaría las fuerzas suficientes para lo que vendría.

Cuando estaba por subir las escaleras, notó un extraño sonido en el primer tablón, aquello llamó su atención debido a que no había oído el sonido de la tabla suelta antes. Rápidamente subió a su habitación a buscar lo necesario para la cacería antes de regresar a revisar el tablón. Cuando la vida de tu novio peligra, cualquier, por más diminuto detalle que fuera, contaba como una pista. No dejaría pasar absolutamente nada por alto, de eso se trataba, eso le había enseñado su madre. 

Se sorprendió cuando la tabla se desprendió con facilidad, indicando que había sido removida hace muy poco. Parecía un viejo cajón, y dentro de él no había más que tierra, por lo que tuvo que rebuscar dentro de esta, y justo como lo pensaba, su mano dio con algo metálico que al sacarlo se reveló como una sola llave independiente. Tenía gravada una «S» ¿Shephard?

—Por supuesto, el maldito sótano —dedujo. Tragó saliva y se levantó. Pensó muy bien mientras caminaba hasta la puerta, tuvo que cerrar los ojos con fuerza y darse el valor para introducir la llave en la cerradura, casi llorando al ver que estaba en lo correcto, y que eventualmente era la llave del sótano. Una repentina oleada de miedo la hizo dudar de lo que haría.

Nunca se había adentrado allí, desde pequeña su padre se encargó de asustarla sobre aquel lugar, por lo que nunca sintió algún tipo de curiosidad, en realidad, siempre evitaba aquella puerta por miedo. Sin embargo allí se encontraba, como una ironía de mal gusto que le revolvió el estómago y provocó que se le acelerara la respiración. El estar sola empeoraba su miedo, pero estaba dispuesta a todo para descubrir la verdad, aunque el corazón le amenazara con salirse del pecho. Que se sobresaltara con el sonido de la cerradura siendo abierta solo mostraba la inmensidad de su miedo. Tomó la manilla y le rezó a Dios para que nada se la comiera allí dentro.

Abrió la puerta con lentitud, reteniendo su respiración.

La oscuridad del lugar le puso los pelos de punta, por lo que rápidamente encendió las luces y, en efecto, se sintió un poco decepcionada por la cantidad de nada que había dentro. Al no verse en peligro,  le dio la seguridad para bajar las escaleras y soltar un bufido, burlándose internamente de ella misma por haber caído en los falsos cuentos que su padre le había contado, con fines de espantarla para que no bajase allí. Pues no había más nada que herramientas, algunos muebles viejos y hasta una antigua bicicleta que solía usar de pequeña.

Se giró a la izquierda.

Su piel se heló, como si le hubieran lanzado una cubeta de agua fría, el corazón le dolía por lo rápido y fuerte que latió en ese momento, el temblor en sus manos se intensificó, por leves segundos que fueron eternos pareció quedarse en shock, lo único que se le vino a la cabeza fue gritar. Soltó un desgarrador grito que le dañó la garganta. Su estómago se revolvió y vomitó lo poco y nada que había comida hace unos minutos.

Lo segundo que pensó fue en salir corriendo para impedir que Jim gane esa cacería.

rookiefilm⭒ 𝟸𝙾𝟸𝟹

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