IX. La curiosidad mató al gato.
Cuando la familia Shephard finalizó la comida, todos se levantaron al tiempo en que Jim lo hizo. El volumen de la música disminuyó para ser cubierto por los fuertes aplausos de los presentes. Todos inconscientes de lo que adulaban, de la atrocidad que impulsaban a repetirse cada año.
Jim se despidió de sus padres con un fuerte abrazo, sintiendo un severo nudo en la garganta. A tan solo metros se encontraba Richie junto a Adelaine, la pelinegra sostenía con firmeza la mano del menor de los Shephard, intentando consolarse a ella misma al mismo tiempo en que lo hacía con Richie. El corazón de la chica se rompió en mil pedazos al oír las palabras que salieron por la boca del muchacho. Quien no aceptaba la idea de ser separado de su hermano, su mejor amigo y quizás, la persona con más significado en su vida.
—Llévame contigo —murmuró Richie, con la voz rota, fallando en ocultar la tristeza que sentía en esos momentos. Jim apenas sonrió.
—Ven aquí —le dijo para proseguir a abrazarlo con fuerza. —Te quiero, hermanito —susurró.
Adelaine bajó la cabeza y permitió que Jim tomara su mano para caminar entre la gente y por fin ir a la salida, donde fueron seguidos y los presentes se agruparon para comentar entre disimulados murmullos el estado del Corvette azul que esperaba al chico Shephard. Los dos jóvenes se dieron una mirada al observar el color del coche, confirmándoles una vez más las teorías sobre las fotografías.
Con la mirada de todos sobre ellos, Jim tomó la cintura de la chica para atraerla a él y dejar un beso en sus labios. Algunos desviaron su mirada, y otros como Annie Crenshaw no pudieron contener su lengua y escupió lo primero que se le vino a la cabeza.
—¡Qué desagrado! ¿Dónde está el oficial Ricks? ¡Demando hablar con el Oficial! —Reprochó creando un escándalo. Los padres de la chica intentaron retenerla, pero ella no contuvo absolutamente nada.
El oficial miró al alcalde antes de aparecer en la escena.
—¡Quiero dejar un reclamo! ¡Ahora! —exclamó Annie. Ricks tragó saliva e intentó calmar a la muchacha, pero esta seguía exigiendo con determinación.
—No puede ser ahora, señorita Crenshaw —dictaminó.
—¿Me está diciendo que tiene cosas más importantes que hacer, qué oír mis desconformidades? ¡No puedo creerlo!
—¡Está bien, está bien! Tengo un minuto, vamos a la estación para que deje su reporte —espetó de mala gana, tomando a la chica del brazo para subirla a su patrulla.
Adelaine le dio un leve asentimiento de cabeza como agradecimiento, siendo correspondido por la chica rubia. Gracias a la distracción planeada, tendrían más tiempo de llevar el plan de escape a cabo. Aprovechando la brecha que hizo Annie, Adelaine se acercó a su padre y no muy lejos de fingirlo, lo miró con los ojos llenos de tristeza. Esperando que su estrategia tuviera éxito.
—Padre, deja que Jim me lleve a casa —pidió en un murmuro—. No me siento bien y el espectáculo de Annie empeoró todo, por favor...
El alcalde suspiró, y siendo su hija su única debilidad, no tuvo otra opción que aceptar sus pedidos.
—Está bien, en pocos minutos estaré contigo, terminaré el asunto aquí y voy a casa. Espérame con un café, ¿si?
Adelaine asintió y caminó hasta el coche donde Jim le abrió la puerta de copiloto para que se adentrara. Ella tragó saliva nerviosa, el temblor en sus manos la acompañaban como un fiel amigo. Su mirada se mantuvo en su regazo, con la mente maquinando a mil por hora, con el fresco recuerdo del cuerpo en su sótano. Le daba escalofríos pensar que vivió durante tanto tiempo con eso bajo su casa. Se preguntó cómo es que su padre había conseguido ocultarlo a la perfección, cómo había logrado eludir el olor... Eran tantos factores que la habían abrazado en una desagradable ola de calor. Tuvo que tomar una bocanada de aire para recomponerse y regresar su atención al exterior.
—¡No hay señales de detención en la carretera! —Exclamó Jim, brindándoles una sonrisa a los pueblerinos antes de encender el coche y comenzar el trayecto.
Adelaine miró por el espejo retrovisor a la gente que se perdía en la distancia, para luego girarse a observar a Jim.
—Se acabó la pesadilla, amor —habló el rubio, dejando su mano en la rodilla de la menor. —Tenemos el tiempo suficiente para que puedas ir a casa y conseguir algunas cosas.
—No —se negó ella de inmediato—. No puedo entrar ahí de nuevo.
Jim frunció el ceño.
—Dime que viste, Adelaine.
Ella dudó. Por leves segundos dudó en contárselo. ¿Para qué? Estaban acercándose a la salida del pueblo, de todas maneras. Pronto serían libres y el miedo podría ser dejado atrás, las pesadillas quedarían como consecuencia, como recuerdo de lo vivido, de lo que tuvieron que enfrentar juntos. No había que darle importancia a lo que ya estaba quedando atrás.
Pero Jim insistió.
—Adelaine, ¿Qué descubriste?
Con la mirada perdida en el camino respondió:
—Los estaban asesinando, Jimmy.
—¿Qué? —Inquirió confundido.
Jim frenó el auto abruptamente al encontrarse en la carretera oscura con una maquina obstruyendo el camino. Adelaine frunció el ceño. Observó por la ventana, pero a ambos lados de la carretera no había más que las siembras, grandes maizales que en la noche aterraban. Ella por inercia se acercó a Jim cuando descendieron del coche, caminó detrás de él mientras inspeccionaban la maquina. Se veía vieja y descuidada.
—¿Qué demonios? —maldijo ella—. ¿No puedes rodearla?
El mayor negó con la cabeza, acercándose a la maquina.
—¿Quién deja esto en medio de la carretera?
Pocos minutos luego de que continuaran intentando encontrar una solución para quitar la maquina del camino, los ruidos de las sirenas de un diferente coche los hizo tragar saliva. Debido a que sabían muy bien a quien le pertenecía esa patrulla. Adelaine se metió al coche a petición de Jim.
—Detengamos a ese bastardo y averigüemos qué mierda ocurre en este pueblo del demonio, Jimmy.
Jim le dio un asentimiento de cabeza antes de caminar hasta el coche de Ricks.
—¿Yendo a algún lado? —Inquirió el Oficial. La pelinegra observó desde los espejos retrovisores, atenta a cualquier movimiento del hombre por si tenía que intervenir—. ¿La chica está contigo, no es así?
Se heló al verlo acercarse a su ventana. Ricks tocó dos veces el vidrio para que lo bajara, ella por obligación tuvo que obedecer a las palabras del oficial. Una gran sonrisa se formó en su rostro al verla allí. Era obvio que aquello le divertía.
Antes de decir palabra alguna negó con la cabeza y se agachó para afirmarse en la ventana del coche.
—Eres igual de curiosa como lo fue tu madre, ¿lo sabías? Pero mira dónde la llevó todo eso —murmuró. Por más que quiso mantenerse fuerte y no demostrar debilidad ante él, no pudo retener las lágrimas en sus ojos—. Adelaine... te confesaré algo; siempre me pareciste una perra mal educada. Nacida y criada en cuna de oro —espetó con desagrado—. Restregando en el rostro de los demás que eras superior a nosotros...
—Cuida tu boca, Ricks —amenazó Jim, sin importarle en absoluto el cargo del oficial. Este sacó la cabeza de la ventana para mirarlo, y soltó una risa burlona. Su atención volvió a Adelaine.
—¿No has escuchado eso de que la curiosidad mató al gato? Madre muerta, hermano muerto. ¿Quieres completar la...?
Aquello fue suficiente para que la paciencia de Jim se colmara y, usando la misma fuerza e insanidad con la que pudo asesinar al monstruo, empujó a Ricks para ponerse sobre él y comenzar a golpear su rostro una y otra vez, manchando sus nudillos con la sangre del hombre. Adelaine se bajó del coche con rapidez para evitar que Jim lo asesinara, pues para conseguir respuestas lo necesitaba vivo, a pesar del odio que tenía hacia él. Pero al ver la forma en que lo golpeaba, como la ira se desprendía en cada golpe, la asustó.
—¡Nunca sabrán la verdad si me matan! —Gritó Ricks, empujando débilmente a Jim a un lado. El chico se levantó y le dio una fuerte patada en las costillas que lo hizo retorcerse de dolor.
—Detente, Jim —pidió ella. El chico retrocedió, colocándose detrás de Adelaine.
—Vaya, ahora entiendo por qué fuiste capaz de asesinar a Dientes de Sierra —soltó en una risa adolorida.
—Quiero saber qué sucedió —demandó Adelaine. Notó el movimiento que realizó el hombre para encontrar el arma en su cinturón, así que fue más rápida y consiguió arrebatársela—. ¡Dime qué le hicieron! —Exigió, con la voz rota, apuntando al hombre con el arma.
Otra risa salió de su boca, entonces Jim le arrebató el arma y disparó dos veces al aire.
—¡Está bien, carajo! ¿Quieren saber? Lo único que deben hacer es seguir el camino entre los maizales —contestó. Jim y Adelaine se dieron una mirada.
—Tú primero —ordenó la pelinegra.
A duras penas el oficial se levantó, y de inmediato fue apuntado por Jim. Lo siguieron por el camino entre los maizales como él había indicado, mirando a todos lados, esperando por alguna trampa o algo que pudiera herirlos. Llegaron al espacio medio entre las siembras. Frente a ellos estaba una enorme cruz donde colgaban al espantapájaros, y a solo unos pocos metros de esta, un hoyo en forma de rectángulo. Parecía listo para enterrar un ataúd. O peor.
Adelaine dio un paso atrás.
—No...—murmuró, cubriendo su boca con ambas manos. Se negaba a creer que su hermano había sido asesinado de esa manera.
—Los están matando.
—No precisamente, algunos son enterrados vivos —admitió con una pequeña sonrisa que enfermó tanto a Jim como a Adelaine.
Aquello fue la gota que rebasó el vaso. La mirada de la pelinegra se oscureció, su rostro careció de expresión alguna, lo único que sintió fue ira, una rabia irreversible por el hombre que todavía sangraba frente a ella, sintió rabia con su padre, por haber permitido que le arrebataran a su madre y hermano de esa forma. Sintió un desprecio abrumador por el pueblo.
—Mátalo —habló con la voz fría. Jim puso el dedo en el gatillo, sin protestar para acatar la orden de su novia y largarse de una vez por todas de allí.
Estaban dispuestos a acabar con la cacería. Con el retorcido ritual. Pero Ricks abrió la boca.
—¡Entonces será Richie!
Jim bajó la mirada.
—Si me asesinas, no vas a cambiar nada. Condenarás a tu hermano para sufrir el destino que estaba escrito para ti. ¡Son las malditas reglas, Shephard! El ganador es el siguiente Dientes de Sierra.
—No lo escuches, Jimmy —murmuró Adelaine.
—Si te entregas, Adelaine se irá del pueblo y no permitiré que vuelva. Richie estará a salvo —negoció, alzando las manos.
Adelaine negó con la cabeza, sin tragarse ni una de las palabras que salían de la boca del oficial. Sin embargo, Jim tenía la mirada perdida y había bajado el arma. Entonces el corazón de la menor dolió al pensar que quizás pudiese estar considerándolo. Tomó la mano del rubio, en un intento de llamar su atención, pero él mantuvo la mirada en el suelo. No fue capaz de mirarla a los ojos.
—Está mintiendo, Jim —intentó convencerlo.
Jim miró al oficial.
—No voy a soltar el arma hasta que ella se haya ido. Nada me asegura que estés jugando conmigo —musitó. Adelaine negó con la cabeza con desesperación.
—No... Jimmy. Está mintiendo. Por favor —suplicó entre lágrimas.
—Cierra la boca. Jim ganó la cacería, el año siguiente Richie no podrá participar. Pero si me asesinas, no habrá nadie que lo impida —le habló esta vez a Jim.
—Entonces eso es todo —susurró Jim, sus ojos azules bajaron al rostro de Adelaine y le brindó una sonrisa. —Voy a tomar cualquier oportunidad para salvarte, amor. Perdóname.
Así fue como el corazón de Adelaine se cayó a un infinito hoyo negro de dolor. Cuando los labios de Jim impactaron contra los suyos con fuerza, supo que aquel sería el último beso. Así que se aferró a eso, tomó la debilidad de Jim como una ventaja y tomó la pistola para dispararle al oficial, teniendo éxito en su tiro, dándole en la pierna izquierda.
—¡No! —gritó Jim, pero pronto ella lo vio caer al suelo inconsciente, y sin entender qué había ocurrido, se giró. No obstante y para su desgraciada suerte, un desconocido golpeó su cabeza desde atrás y cayó al suelo.
Su respiración se aceleró, y luchó para mantener la consciencia.
Lo último que vio fue al que parecía ser el cuidador de las cosechas, arrastrar el cuerpo de Jim hacia el hoyo, dejándolo caer sin cuidado alguno. Las lágrimas cayeron silenciosas por las mejillas de Adelaine, quien no podía soportar el dolor de cabeza. Sus párpados pesaban, así que no tuvo otra alternativa que dejar ganar al sueño repentino.
Nuevamente, un Morgan había sido victima de las atrocidades que acompañaban al pueblo maldito. Otro Morgan fue arrastrado por la curiosidad hasta terminar sin vida.
La curiosidad acabó finalmente por matar al gato.
FIN.
★ ˒ MARE'S NOTES 💌
Quiero comenzar agradeciendo infinitamente a todos por el apoyo que le dieron a DT. Nunca imaginé que tendría tanto apoyo, de verdad. Disfruté mucho escribir esta historia, y me alegro mucho que la hayan disfrutado ustedes también. Me han llegado varios mensajes en cuanto a la fic, y todos son muy bonitos. Nuevamente muchas gracias por el apoyo y feliz retrasado Halloween je.
rookiefilm⭒ 𝟸𝙾𝟸𝟹
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