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✐004.


Un pequeño caballito de madera, del tamaño de una palma y tan desgastado que la pintura de sus ojos ya no se veían. Un rollo de cartón de papel higiénico vacío con una cara sonriente mal hecha al otro lado.

Los dos, alumbrados débilmente por el pequeño fuego de una vela casi consumida, observados por dos ojos aniñados que los veía con cariño. Sus juguetes, sus amigos, sus únicas compañías. Moviéndolos de un lado a otro, simulando sus voces como si realmente les hablaran.

Una pequeña de cinco años sola en la oscuridad de la noche, junto a su única fuente de luz que comenzaba a desaparecer, y eso le producía mucho miedo, porque era la única que tenía, y le temía a la oscuridad. ¿Qué usaría a la noche siguiente? ¿Y a las demás?

Pero de pronto, sobre su cabeza el foco se prendió, parpadeando un par de veces. Sus manos quedaron quietas con sus amigos en ellas, dejandolos en el suelo de la sala donde jugaba. Se levantó y observó su casa iluminada como hace rato no la veía en las noches. Sonrió.

La puerta se abrió de un empujón, volteando rápidamente del susto.

—Maldita porquería de cuenta, solo estafan a la gente como unos hijos de puta. Es más fácil engancharse y ¡taran! —Elevó sus manos mirando la luz.

Y pronto a seguir sus pasos al interior de la casa, observó a la niña en medio de su camino, parada mirándolo.

—Largo. Y no quiero un solo maldito ruido. ¿Escuchaste?

Ella asintió un par de veces, tomando a sus amigos y corriendo a su habitación, cerrando la puerta con cuidado. Sintió una ráfaga de viento frío golpearle el rostro, moviendo su desparejo flequillo.

El papel con cinta que tapaba su ventana partida se había roto con la lluvia que golpeaba el cristal.

Corrió debajo de su cama, sacando la cinta adhesiva que guardaba ahí, tomando un cuadrado hecho de cartones que encontraba por la casa y logró unir. Sosteniéndolo con una mano, y con la otra ayudándose de su boca, cortaba trozos y lo pegaba para sostenerlo al resto del vidrio.

Al menos duraría un poquito más que el papel.

Observó la puerta, voces ajenas se escucharon, risas escandalosas le perturbaban los oídos. Los odiaba, odiaba escuchar esas voces que sonaban tan fuertes toda la noche, sin dejarla dormir en lo absoluto. Quieta en su lugar, sin mover un músculo, sin hacer ruido era como tenía que permanecer.

Pero eran tan altas, tan asquerosas y molestas. Tomó su caballito, miró con el ceño fruncido al rectángulo de madera con perilla, su respiración era irregular, y sus latidos resonaban en sus oídos. Levantó el brazo y lo lanzó en esa dirección, imaginando que golpeaba a alguno de ellos en la cabeza.

Pero su tiro se desvió, y cayó sobre su viejo velador que no funcionaba, y como en cámara lenta, lo vio caerse hasta estrellarse contra el suelo, rompiendo el foco en muchos pedazos y ocasionando un gran ruido.

Sus párpados se abrieron más y suspiró del susto. Las voces se habían callado, y ahora eso era peor que escucharlas. Corrió a su armario y cerró las puertas adentrándose. Trató de ocultarse con las prendas mal guardadas que había, queriendo fingir que era una montaña de ropa.

Los pasos fuertes se escucharon, y la puerta se abrió de golpe. Aguantó la respiración, y abrió lentamente los ojos. Por un agujero, lo observó parado con las manos en puño, caminando lentamente hasta el centro de la habitación.

—¡¿Dónde estás porquería?!

Se agachó en una pierna, levantando de golpe sus sábanas y viendo debajo de su cama.

—Una sola maldita cosa te he pedido, pero parece que estas buscando que te lo enseñe a golpes. —Habló con voz rasposa llena de enojo.

Se levantó, caminando a su puerta, cerrándola para ver detrás de ella. Creyó que se iría, observando aún por el orificio, sintiendo sus latidos en su garganta, y su cuerpo temblando.

Lo vio girarse, observado justo su lugar de escondite.

—Es justo lo que tendrás.

Se cubrió la cabeza y tapó su boca con su mano, su respiración se escuchaba por sobre esta, rápida, asustada. Las puertas se abrieron, sintió unas manos en sus tobillos que la arrastraron, y gritó fuerte.


Gritó, y manoteó el aire, hasta que se dio cuenta que nadie le impedía moverse. Con los ojos puestos en las sábanas, colocó una mano en su pecho, tratando de calmarse.

—No está pasando…él ya no está, ya no puede hacerte daño. —Susurraba para si misma.

Tomó varias respiraciones hondas, acomodándose el cabello y estirando la mano para buscar su celular. Sin éxito observó la cama, percatandose de que esas sábanas no se le hacían conocidas. Observó lentamente su entorno, volviendo a sentir su pulso agitarse.

Salió de la cama de golpe, mirando a todos lados pero viera lo que viera no reconocía nada. Al parecer estaba en la habitación de una mujer, pero no recordaba haber visitado a alguien.

—Recuerda, estabas durmiendo en casa. ¿Y luego qué? Fui a casa de Neul? —Negó varias veces— Suele hacer remodelaciones pero no tan drásticas, esta no es su casa. —Agitó las manos en desesperación—Mierda Yune, dónde mierda te metiste. —Suspiró de sorpresa —¿Y si me secuestraron? ¿Y si me drogaron y me trajeron aquí?—Susurró tapándose la boca.

Volvió a ver la cama en la que había despertado, comenzó a descartar esa idea sintiéndose algo tonta. ¿Quién dejaría en una cómoda habitación y sin amarrar a su rehén?
Además no parecía escuchar a alguien cerca como si la vigilaran.

¿Pero entonces cómo llegó allí?

Y Ahora la cosa era

¿Esperar dentro a que alguien llegue y le explique qué está pasando, o salir y buscar al dueño o dueña?

Pero pensando bien podrían tardar incluso horas, y ella quería respuestas ya. Así que sin tomar en cuenta que estaba descalza caminó a la que supuso sería la salida, giró el pomo con cuidado y efectivamente no estaba cerrada, asomó su cabeza viendo nada más que oscuridad.

Vio algo parecido a un interruptor cerca en la pared, con miedo a que haya alguien observándola lo encendió.

—Ahg, mierda.

Observó el inodoro, lavamanos y tina ser alumbrados.

—Claro, un baño.

Negó varias veces.

—Calma, te estás apresurando, observa bien. —Se habló a sí misma. —Veamos. —Observó las cuatro paredes que la rodeaban, percatandose de una segunda puerta. —Bien, aquí vamos de nuevo.

A pasos lentos se acercó, tomando en el camino un zapato con tacón de aguja, sosteniéndolo firme entre sus manos. La segunda puerta tampoco estaba con seguro, y agradeció que no chillara como en las películas de terror.

Se sentía nerviosa, claro que tenía nervios, pero más le daba sentarse a esperar.
Sacó la cabeza, sin creer lo que veía, era grande, bastante grande a decir verdad, y…oscuro. Casi todo objeto que viera era gris o negro, era como un gran salón con pasillos largos, y al parecer estaba en una segunda planta.

Se veía algo terrorífico, no se escuchaba completamente nada, casi podría decir que era un lugar abandonado, sino fuera porque no veía telas de araña o polvo en ningún lado. Y si tenían un lugar tan grande supuso que sería para muchas personas, pero, ¿dónde estaban todos?

Se agachó cuando escuchó una voz, no sonó fuerte pero se percató que venía de la planta de abajo. Su plan de salir se canceló y volvió rápido al interior cerrando la puerta, miró a todos lados hasta que optó por debajo de la cama.

Demasiado cliché en las películas de terror, pero no se sentía para nada segura en ese lugar, algo le daba mala espina.

La voz anterior se empezó a escuchar más alta, dando indicio de que se acercaba. Y segundos después la puerta se abrió, apretando los labios tratando de que sus respiraciones no se escucharan tan altas observó al par de pies en el marco, quietos sin avanzar un paso más.

Zapatos de cuero negro, y al parecer era un hombre al que tenía en frente. Escuchó raros suspiros, como si aquel hombre respiraba agitadamente.

—¡JIMIN! —Gritó fuerte. Haciéndola sobresaltar.

Malos, le parecían malos. Dudaba de que alguien con esa actitud pudiera ser bueno y solo venía a buscarla para tomar el té.

—¿Si, mi señor? —Se escuchó algo alejado, como si le hablara desde abajo, o desde antes de subir las escaleras.

—Sube aquí ahora y explicame esto. —Habló con enojo en sus palabras.

Más pasos resonaron hasta que vio otro par de pies más delgados detrás del primer hombre.

¿Mi señor?

—Pero qué…

—Es posible…¿Es posible que haya vuelto a su cuerpo, que haya regresado? —Levantó la voz.

—No lo creo mi amo, todo salió bien, además usted lo habría sentido también y no sintió nada no es así? —La segunda voz sonaba un poco más amigable la verdad, a comparación del otro hombre.

—Encuentrenla, ¡Ahora!

—Si, amo.

Seguido de su respuesta gira sobre sus pies y el primer hombre se va, dejando al más delgado solo, creyendo que también se iría, pero se adentra a la habitación.

A pasos lentos caminó al armario que ni había notado, abriendo sus puertas e inspeccionando.
Sus latidos comenzaron a ser irregulares, y comenzó a transpirar en frío.

No otra vez, no de nuevo.


¡No, basta por favor no más!


—Basta...Basta. —Susurró tapándose los oídos, queriendo dejar de escuchar esas antiguas voces.

Observó los pies, caminar hacia el baño que había dejado abierto y con la luz prendida.

—Señorita —Llamó tocando con los nudillos—¿Podría decirme si está aquí? mi amo solo quiere hablar con usted— Dijo, antes de abrirla por completo.

Observó la puerta de salida abierta, y alternó la vista entre esta y el hombre que acababa de meterse al baño. Sin esperar más salió debajo de la cama con sumo silencio y corrió fuera.

Logrando salir se apoyó en la pared, observando y escuchando a ver si alguien la había visto, pero seguía igual de silencioso y vacío que hace rato.

Optó por bajar las escaleras del lado contrario a la puerta de la que acababa de salir. Sintió debajo de sus pies los escalones frios que parecían de mármol negro al igual que el piso. Habían muchos pasillos, y temía que alguien llegara pronto, o peor, aquel hombre gritón al que se refieren como "amo".

Al parecer al fin conoció al dueño, pero no de una bonita manera.

Detrás de la escalera de la que vino también había otro de los tantos pasillos, así qué por no alejarse mucho de las paredes y ser un blanco fácil de ver siguió por ese lado, corriendo su longitud y eligiendo una puerta al azar.

Tomó la perilla de la puerta con ambas manos, girándola con el menor ruido posible, adentrándose sigilosamente luego de confirmar que estaba vacía. y literalmente lo estaba, ya que no había más que unos al parecer muebles tapados con mantas blancas en algunas esquinas.

Camino aún en alerta hasta un ventanal que noto al final de la habitación, iba desde el suelo hasta casi arriba de todo, finalizando en un medio círculo con diseño como de ramas con espinas cruzadas.

Quedando justo en medio, observó un gran terreno oscuro, de tierra negra al igual que el cielo algo rojizo, y los árboles sin hojas que parecían muertos siento cubiertos por una gran neblina. kilometros y kilometros de la misma imagen tétrica.

¿Quién dejaría algo así justo delante de una ventana?

Todos eran tan raros. decidió arrancar aquello para ver de una vez dónde demonios estaba, pasando sus manos por sobre el cristal. Intentó una, y otra vez, pero solo escuchaba sus dedos hacer rechinar el vidrio. Más confundida que nunca, trato de quitarlo más fuerte, pensando que era una pintura muy resistente. Y los rayones pasaron a golpes a puno cerrado.

—¿Qué mierda es esta, qué puta broma me están jugando? — Se llevó las manos a la cabeza, comenzando a sentirse mareada.

Se dio vuelta de golpe, cuando unos nudillos tocaron a la puerta con insistencia.



Jeje. Miren a quién le dieron ganas de escribir.

Tengan lindo día ~💜

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