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✐002.

Distintos desgarradores sentimientos le oprimian el pecho con lo visto de su propio padre, que a pesar de su notoria falta en gran parte de su vida no dejaba de significar que era el único familiar de sangre del que ella tenía noción alguna.

Y por más falta de cariño que tuvo, por más estrictas reglas en las que la tenía bajo su control en su niñez, y por más indiferencia que le mostraba junto a sus muecas de asco cada vez que llegaba a casa luego de un tiempo y la veía.

Tenía ganas de llorar a mares, y la idea de quedarse completamente sola en el mundo la hizo entrar en una preocupación.

¿Cómo mantendría la casa por su cuenta?

¿Tendría que dejar la academia para conseguir otro empleo?

¿Ya no lo volvería a ver?

Pero, observar la gran lista que le entregó aquella mujer que la interrogaba, paró todo pensamiento de preocupación, y trajo el odio y asco reflejados en su rostro.

A tan solo el día siguiente de ver a su padre en la televisión, y quedarse sin dormir levantada por los nervios y la impresión de no poder creer que él era ese tipo de persona. Nuevas noticias llegaron en la mañana siguiente.

Aquella pandilla de delincuentes que tan desconocida y oculta se mantenía, había caído cuando lograron seguir sus rastros y dar con la ubicación donde permanecían, tanto ellos como las secretarías que habían secuestrado.

A las pocas horas anunciaron que al ser tan conocidos los horrores que causaron al mundo, el juicio se llevaría a cabo lo más antes posible para darles de una vez sus castigos.

Llegando la policía a la puerta de su casa, y anunciando que tenía que ser interrogada y llenar un informe por estar familiarizada con el acusado. Aceptando sin más, aunque sea su cuerpo vacío el que sólo se movía, más su mente trataba de acomodar y asimilar todo lo ocurrido en menos de veinticuatro horas.

La poca luz del cuarto de alguna forma ayudaba a que su dolor de cabeza que comenzaba a surgir no molestara tanto, más el vidrio que simulaba ser un espejo donde sabía que la observaban mantenía sus nervios activos.

—¿Señorita Yune? —pronunció la detective al ver su mirada perdida.

—Si.. Es él. ¿Pero… Pero cómo es posible? —balbuceo. —¿Él, realmente hizo todo esto?

Preguntó en un hilo de voz tembloroso, que surgía al retener las lágrimas que su cuerpo nervioso quería soltar.

Aquel papel mostraba todas y cada una de las que dicen que fueron y son, las causas por las que será juzgado el día de mañana.

Sus manos ya no podían ser apretadas por sus muslos para ocultar su tembleque, cuando éstos también comenzaron a moverse. Las llevó a su rostro y se cubrió tratando de calmarse.

Robo de cajeros.

Asalto en centro comercial.

Abuso infantil.

Venta de drogas.

Violacion.

Venta de prostitución.

Asesinatos nocturnos a peatones.

Robo de autos.

Mula.

Secuestros.

De cosas que podrían ser considerados "delitos menores" a cosas realmente despreciables.

Inútil.

Se repetía una y otra vez.

¿Cómo no te diste cuenta de que andabas bajo el mismo techo que un completo delincuente?

¿Acaso la prohibición de mirar televisión que rompiste recién el día de ayer no te decía nada?

¿O la ausencia desde que eras pequeña y te las tenías que arreglar sola?

¿Las incontables veces que te encerró en un armario y escuchabas voces desconocidas en tu casa minutos después?

Pero cómo, si cuando decidiste enfrentarlo e inscribirte en todas las cosas que querías por fin sentías que vivías algo de tu vida, y nada te importo con tal de seguir así.

La universidad, la academia, el trabajo. ¿Cómo prestar detenida atención a aquellas acciones a las que ya estabas acostumbrada desde la niñez ahora que te sentías más libre teniendo todo eso?

Para algunos tal vez seguiría siendo una vida lamentable, pero para ella, se sentía como un paso más donde por fin sentía que esta era su vida y no una compartida.

Pero las mentiras tienen patas cortas.

Y fingir ser alguien normal cuando en realidad tenía una oscura y perturbadora vida como la de su padre, no llegó a más.

Terminando de una vez por todas con esto, y queriendo dejar de lado aquello de lo que le costaría en un principio olvidar, como lo es su niñez.
Respondiendo a todo el interrogatorio y revelando algunos datos sobre aquellas "reglas" que él solía tener sobre ella.

Dejándola libre a las pocas horas, pidiéndole aquella mujer estar presente para el juicio que se llevaría a cabo al día siguiente.

El cual pese a estar sentada casi al fondo de los asientos, deseaba que todo terminara, para tratar de poner un poco de orden a partir de donde comenzaría a tener que mantenerse sola, y ya no tener que verle la cara ni desde la distancia, porque no soportaba las ganas de levantarse y gritarle frente a todos.

Aquella furia interna que crecía con los minutos, paró por unos segundos. Dejándola algo sorprendida por el veredicto final del juez.

Pena de muerte.

Salió fuerte y claro de sus labios, golpeando el martillo varias veces y dejando escuchar la sala inundarse de aplausos.

Yune sostenía los bordes de su cartera sobre sus piernas con fuerza. Sintiéndose algo nerviosa y no saber específicamente por qué.

No le tenía cariño, era más que obvio, pero tampoco le deseaba la muerte a nadie, y escuchar en persona que ese sería su futuro la hizo estremecerse.

Ya no lo volvería a ver.

Era lo correcto. ¿Verdad?





[¶°¶]

Los tacos de aquellos zapatos de cuero sonaban por las baldosas oscuras mientras caminaba con prisa.

Acomodando su traje y alisando con la palma su cabello en el trayecto. Un perfecto y arreglado asistente se encaminaba al sector prohibido de su amo.

Su señor no podía ser molestado, nadie podía irrumpir en su espacio y entrar así porque sí. Nadie había cruzado esa puerta, nadie que no fuera su propio dueño.

Y así como cada vez que tenía que avisar sobre el informe rutinario, y siendo el único con el permiso de hablarle. Llamó a la puerta para ser escuchado.

—Mi señor, nuevas almas están entrando por el portal separador. —habló a través de la puerta un poco alto.

Una baja y grave risa se escuchó del otro lado. Casi sonando divertida.

¿Quién goza de la desesperación y súplicas ridículas que aquellas nefastas almas tratan de mostrar?

Pues si, aquel que decide una eterna agonía como consecuencia de pisar sus preciadas tierras con sus asquerosos pensamientos y retorcidas mentes.

O algo incluso más sombríamente perturbador si jugaban con su paciencia.

Después de todo, él era el rey, y esas eran sus reglas.

—Prepara todo.

Ordenó desde el otro lado de la puerta. Muy sereno.

—Todo está listo mi señor. El trono lo espera. —anunció.

Realizó una reverencia en dirección a la puerta cerrada y se giró para marcharse.

El asistente realizó una señal con la mano a las mucamas que pasaban para que se esfumaran. Inmediatamente asintieron, y sus cuerpos rápidamente comenzaron a desvanecerse hasta que en sus lugares quedó una ligera neblina que se disipó.

Al amo no le gusta ver tanta gente a su alrededor.

Se encaminó a la gran sala, donde al final de esta, unos escalones comenzaban, finalizando con el trono de su señor. Hecho, a la vista de cualquiera, de madera oscura de roble, y un cómodo asiento rojo al igual que el respaldo.

Pero sus grandes pinches al final de la cabecera, y la neblina negra que desbordaba la madera decían otra cosa. El trono mismo sin su dueño, con sólo observarlo por unos segundos generan escalofríos en todo el cuerpo.

Cuando observó un destello frente a él haciéndose cada vez más grande se preparó, espero a que las almas de aquellas personas terminarán de cruzar para prepararlas.

Y así fue. Primero una mujer, parecía desorientada y observaba en todas direcciones. Cuando sus miradas cruzaron, aprovechó que estaba quieta y levantó su mano, movió sus dedos ocasionando un chasquido.

Una rápida neblina negra cubrió el cuello de la mujer, y cuando desapareció, un collar negro la ataba al suelo en donde estaba sentada.

Notó su desesperación cuando tanteó la cadena y trató de jalarla. Pero antes de dirigirse a él, la puerta del piso de arriba sonó, y la mujer se sobresaltó.

Él se paró derecho con las manos en la espalda, escuchando como sus pasos se acercaban lentamente, y sentía la presencia de su amo cada vez más cerca.

Pronto dejó de escuchar pasos en el pasillo de arriba. Pero, una ráfaga de viento mezclado con aquella neblina negra del trono se agrandó, hasta formarse en medio de esta, unos pies y manos que pronto dejaron ver toda la anatomía.

Su amo había llegado, con sus manos relajadas a sus costados. Y sus piernas cruzadas mirando a aquella alma que parecía querer correr con lo que tenía enfrente.

Al parecer, no creía tan amigable, que la "persona" que tenía enfrente la observara fijamente con sus orbes completamente negras, al igual que las venas que se visualizaban en su rostro y manos.

Pero obviamente poco le importó, Jungkook no estaba para caerle bien a nadie.

—Buen trabajo, Jimin.

Habló a su asistente, por tener todo en orden como a él le gustaba.

—Es mi trabajo, mi señor.

Seguido de eso, se paró junto al trono de su amo, elevó sus manos al frente y las extendió, haciendo que se generara una especie de carta, un papel amarillento que desdobló de ambos lados a la vez para abrirlo y leer en voz alta.

—Joseline Smith. Golpeó a su hijo y lo maltrató durante toda su vida, en los últimos años abusó de él reiteradas veces con cómplices, terminando con su propia vida mediante sobredosis hace cuarenta y ocho horas.

Dio un paso atrás al haber concluido y espero órdenes de su amo.
La mujer observó a su asistente, con los ojos abiertos de más al escuchar aquella información, datos de su vida que se había encargado de ocultar a todo el mundo.

—¿Qué dijiste? ¡¿Cómo te atreves?! ¡¿Y tú quién eres, quién te crees?!

—Shhh.

Chitó el diablo, haciendo estremecer a la tal Joseline.

—A quien le estás gritando es mi asistente ¿Sabes? Y no me gusta. Porque, solo yo…puedo levantar la voz en este lugar.

Las palabras salían cada vez con más desprecio y asco. Sin soportar cuando se comportaban tan inútiles tanto allá en la tierra vivos, como ahora incluso muertos.

Se levantó lentamente, y comenzó a rodearla con sus manos en la espalda, casi olfateando el miedo que emanaba esa alma.

—Creo que tengo el castigo para ti. —habló comenzando a surgir una mueca en su rostro. —¿Te gusta ser golpeadora y abusadora? Bien, pagarás con la misma moneda sucia. Y te irás con los olvidados.

Su asistente hizo una mueca de asco, sabía cómo se comportaban esos seres, y exactamente, no tenían control alguno.

—¿Olvi.. Qué? ¿Y ahora de qué hablan?

Preguntó desesperada. Pero el diablo ya había puesto un dedo sobre su cabeza, observando cómo sus gritos comenzaban, y su cuerpo se deshacía como cenizas.

—Siguiente.

Jimin volvió a dejar aparecer la siguiente carta en sus manos, incluso antes de que los propietarios aparezcan.

Frunció el ceño, observando con detenimiento las palabras que contenían. Su amo se dio cuenta y lo observó esperando a que dijera algo.

—Señor…

Se acercó dejando un metro de distancia, y le extendió el papel. Mientras se podía escuchar el portal abrirse nuevamente.

Lo podía ver todo desde su lugar, sentado en su trono mientras su mirada se encontraba sobre aquel par de pecadores, dos ladrones, dos asesinos, dos violadores, dos seres sin los más mínimos escrúpulos que se hacían llamar humanos.

Rió para sus adentros.

Él podría ser el dueño, el señor del infierno, pero tenía más humanidad que ellos.

Pero lo mejor de todo, es que él podía darse el lujo de hacerlos pagar.

Después de todo, ese era su trabajo eterno, darle castigo a toda aquella alma que lo mereciera así.

Y esos dos, lo merecían con creces.

Por lo que levantándose de su trono, se vio caminando hasta quedar frente a los juzgados, mismos que lo miraban con el más puro pavor en sus ojos.

El infierno era real, y ellos iban directo a este, porque tenían al mismísimo diablo en frente.

—Han robado a pobres, más inclusive a ricos, han abusado de mujeres inocentes innumerables veces, y han matado a personas inocentes por su avaricia, además de maldad, entre otros casi innombrables crímenes. —
Enumeró lo cometido, dejando caer una sentencia segura sobre ellos.

Más al diablo le gustaba jugar, torturando a sus víctimas antes de enviarlos a su calvario. Y que los hombres frente a él temblaran, solo hacía que se sintiera orgulloso de sí mismo.

—Se quedarán aquí por un largo tiempo, de eso no hay duda alguna, así que ya pueden ir diciendo adiós a sus retorcidos mundos, porque ahora les toca vivir en el mio. — Decretó, volviendo a su lugar con pasos seguros.

No obstante, se vio detenido por las palabras de uno de los hombres en cuestión.

—¡Perdóneme, le pido perdón!— Gritó pidiendo clemencia, más solo obtuvo una mirada por encima del hombro por parte del ser superior.
Este sonrío suavemente, negando con su cabeza.

—Ni que fuera Dios, todo misericordioso. —Respondió, seguro de que nada evitaría que aquellos dos cumplieran con su condena.

Sin embargo, se vio detenido una vez más. Esta vez, con algo que lo había tomado por sorpresa.

—¡Le doy a mi hija!. —Gritó el segundo hombre, poco le importaba su compañero de crímenes, pero ahora estaba dispuesto a darle todo si eso significaba una oportunidad.

Nadie quería ir al infierno.

Jungkook se dio la vuelta, pasando a verlo con incredulidad.

—¿Qué?. —Cuestionó, confirmando que el ser humanos no tenía límites cuando se trataba de salvarse a sí mismo.

—Dejo a mi hija a su merced, a cambio de no ser enviado al infierno. —Explicó el hombre, temblando bajo la mirada intensa del ser. —Le propongo como trato, déjeme ir, y será suya.

Este no podía creer lo que estaba escuchando, incluso le había hecho soltar un bufido con una sonrisa de lado, la cual poco a poco se desvaneció. Su pobre corazón condenado a la soledad, había hablado en su contra ante la pequeña idea de alguien para él, alguien para amar.

Ante una compañera.

Que no se esfumara cada vez que él apareciera, y se la encontrara incluso en cada rincón del lugar, recibiéndolo con una sonrisa, y tal vez, hasta… un beso.

Y antes de que pudiera darse cuenta, ya estaba hurgando en los recuerdos del hombre, donde una hermosa joven aparecía de vez en cuando, una bella chica de cabellos largos y castaños oscuros, de hermosos ojos intensos y labios gruesos.

Una gran belleza a su parecer, una que había hecho su corazón latir.

Y por primera vez en mucho tiempo, con tan solo verla, había sentido como si volviera a vivir.

Entonces supo que nunca se podría olvidar de ella, supo que la quería para sí mismo, supo que ya era suya.

No le importaba si incluía consecuencias, no interesaba si lo castigarian, y no quería tiempo para pensarlo, por que él, ya había hablado.

Hecho.

  Antes que todo, quiero recordar que la idea de la historia me la entrego una amiga. Y en este capítulo, hay una escena que estaba emocionada por usarla para armar esta parte de la historia, por lo tanto, TaeDiane también tiene participación acá. Ya que hay palabras escritas por ella.

Por último, esperemos que con este nuevo año lleguen nuevos cambios para bien después de tantos golpes.

🌠Les deceo un feliz año nuevo adelantado. 🍸✨

Tengan un lindo dia~💜

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