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。⁠☬ Castigo ☬⁠。

⚠️ Advertencia ⚠️

Mención de consumo de sustancias alcohólicas, abuso sexual y asesinato.


Con paso lento y seguro caminó entre las estrechas calles empedradas del pequeño pueblo. El invierno envolvió la tierra en su manto blanco, y el aire gélido estaba impregnado con el frío penetrante que cortaba como una daga afilada. Las casas de madera estaban alineadas a ambos lados de las calles, en sus techos brillaba la nieve bajo la luz pálida de la luna de invierno. Hoseok exhaló y miró con atención su aliento que formó pequeñas nubes blancas en el aire helado.

A medida que avanzó, se encontró con los pocos aldeanos que se habían alejado de la fiesta, cada uno de ellos embrutecidos con vino y protegiéndose al mínimo del frío. El sonido de sus pasos resonó en la quietud de la noche, un eco solitario en medio del silencio invernal. Se detuvo ocasionalmente para admirar los lugares donde en algún momento estuvo Hyungwon. Los árboles desnudos que ahora lucían como esqueletos oscuros contra el cielo, lo guardaron bajo su sombra. El arroyo congelado que brillaba como diamante, sirvió para mojar sus pies y salpicar su cara cada vez que saltaba.

Mientras avanzaba por el camino que conducía fuera del pueblo, se sumergió en sus propios pensamientos. Los mismos que lo venían atormentando desde semanas atrás cuando le gritó a Hyungwon que se fuera. Lo que su boca dijo aquella tarde no esperaba que fuera a cumplirse. Confió en el poder de convencimiento del chico, pero no hubo una tercera visita. El demonio de labios regordetes no volvió a aparecer y de no haberse colado en su jardín no lo hubiera podido ver en mucho tiempo.

—¿De qué color son los pétalos? —preguntó Hyungwon y acercó la flor a su nariz. Un aroma amargó lo golpeó y rápidamente la lanzó al suelo—. ¡Esa no es una flor!

La mujer de cabello oscuro se dobló a la mitad riendo. Olvidando la travesura, Hyungwon se unió a su risa.

Separando los labios y echando la cabeza hacia atrás rio a carcajadas. Su cabello se sacudió con el ventarrón que de pronto golpeó en el hermoso jardín. Recuperando su postura, tomó la mano que la mujer le ofreció y la siguió hacia el puente de piedra.

—Ven, vamos a escondernos de Dayoung —sugirió la chica arrastrándolo.

Hyungwon soltó una risita. Un sonido encantador para el soldado que lo vigilaba escondido detrás de una escultura de piedra.

—Me alegra que estés aquí, Bona —dijo Hyungwon deteniéndose—. Por favor, quédate más tiempo.

Bona levantó su mano y pellizcó la mejilla de Hyungwon.

—Todo el tiempo que quieras, Wonnie.

Desde donde se encontraba le resultó difícil escuchar la conversación, pero no fue necesario. Con las acciones de ambos supo que había perdido su oportunidad. Hyungwon estaba en brazos de una mujer hermosa y divertida. Una mujer y un hombre. Eso era lo correcto, lo que marcaba la ley y lo que había decidido el chico de labios bonitos.

—Pequeño mentiroso —murmuró y pateó un montón de nieve.

“Eres mi protector, Wonho”

No. Hoseok no le pertenecía ni Hyungwon a él.

Su lugar estaba frente a sus soldados en el campo de batalla y el de Hyungwon en la calidez de una mujer. En una familia perfecta.

—¡Al diablo con eso! —gritó Hoseok. Vació el resto de vino de un solo trago y lanzó la botella contra un árbol.

Los vidrios rotos cayeron en el suelo nevado. Sus pasos erráticos dibujaron un zigzag impredecible sobre la nieve. El aroma a alcohol que emanaba su cuerpo, envolvió el aire a su alrededor en una neblina etílica. Con la mirada vidriosa y pérdida dobló en la intersección que dividía el bosque de la casa de Hyungwon. Su risa estridente rompió el sonido de la noche y ahuyentó a los pájaros que descansaban en los árboles cercanos.

Hoseok se detuvo frente a un árbol de cerezo, o que quedaba de él, y se recargó pesadamente. Observó las pocas luces que iluminaban la vivienda y esperó que algún lacayo apareciera. No vio a nadie, tal como había previsto, todos estaban de fiesta por el Seollal en el centro del pueblo. Soltó un suspiro borracho y palmeó la daga oculta entre sus ropas.

Hyungwon lo esperaba.

Con un último esfuerzo, marchó camino abajo desapareciendo en la oscuridad del jardín, dejando atrás solo el eco de sus disculpas y lamentaciones. Se topó con un par de guardias pero contrario a las reacciones cotidianas, le sonrieron y agitaron sus manos mientras doblaban en una esquina y se perdían en las caballerizas. Con la misma cautela que manejaba en batalla, se adentró en la casa en silencio. La luz tenue que le daban las lámparas de petróleo le ayudaron a ocultarse entre las sombras y avanzar hacia la única habitación que le importaba.

—Mierda —siseó retrocediendo.

Dayoung estaba durmiendo echa bolita en el mismo salón donde conoció a los señores Chae. Tomó los bordes de las puertas corredizas y las cerró lentamente hasta que no pudo ver más a la chica.

El calor y la excitación aumentaron con cada paso que dio. Sentía que su piel ardía y que sus labios picaban por volver a tocar la boca jugosa de Hyungwon. Caminando en línea recta, al final del pasillo encontró la alcoba del chico. Se detuvo un momento a considerar lo que estaba a punto de hacer, pero el recuerdo de la piel tibia bajo la yema de sus dedos intensificó la chispa de placer que sentía por sí sola.

Después de respirar profundamente deslizó la puerta hacia un lado y dejó que la luz de la lámpara iluminara la silueta escondida entre sábanas blancas. Hoseok se estremeció anticipadamente mientras daba un paso hacia el interior.

—Hyungwon —susurró arrodillándose a un lado del cuerpo delgado. Inclinó la cabeza y dejó la lámpara en el suelo de madera.

Con un dedo bajó la sábana lentamente, descubriendo el pecho vestido del chico. Su excitación ardía entre sus piernas y de sus labios escapó un suspiro. Incapaz de soportar la tentación, tiró del cabello oscuro y presionó sus labios sobre la boca regordeta. Ladeó la cabeza y mordisqueó su labio inferior.

Hyungwon despertó abruptamente y levantó sus manos para empujar el cuerpo pesado que estaba sobre él.

—Estás despierto —murmuró con la voz ronca. Hoseok rozó su nariz por las mejillas de Hyungwon y bajó hasta su cuello en donde depositó besos húmedos y calientes.

No fue difícil para Hyungwon adivinar de quién se trataba. Solo un hombre se atrevería a tocarlo con firmeza y su voz era inconfundible, aun si se trataba de un susurro.

—Wonho, ¿qué haces aquí? ¿¡Cómo entraste!? —preguntó mientras luchaba por alejarse de la boca pecaminosa que cada vez descendía por su cuello hacia sus clavículas expuestas—. ¡Para, por favor!

—Shh.

Hoseok puso un dedo sobre sus labios y sonrió antes de acortar la distancia y besarlo con fiereza. Se alejó cuando Hyungwon lo mordió, pero no se enojó. Lamió la sangre de su labio y se subió sobre él, con las rodillas abrió sus piernas y se ubicó entre ellas.

—¿No querías estar conmigo?, ¿por qué me rechazas?

El cuerpo de Hyungwon tembló al deducir que las acciones de Hoseok estaban siendo controladas por el alcohol. Él jamás había bebido, pero reconocía el aroma de los perfumes que usaba su mamá en los eventos principales.

Sus padres. ¿Ellos sabían que Hoseok estaba ahí? ¿Dónde estaba Dayoung?

—Q-quiero estar con usted, pero no así —susurró Hyungwon y se sacudió para intentar quitarse al hombre de encima.

Las manos de Hoseok lo detuvieron por los hombros y una expresión de terror cruzó por su inocente rostro. Los dedos no fueron cuidadosos al tocarlo, demostrando lo que quería y haría Hoseok con él.

Hoseok asintió y lo soltó. Mordió su labio inferior y tiró del dopo blanco hasta convertirlo en tiras que lentamente retiró. El grito ahogado de Hyungwon lo motivó a continuar rompiendo lo que quedaba de ropa.

—¡No! ¡Basta! —gritó Hyungwon y movió su mano para alcanzar la sábana y cubrirse.

Sus gritos quedaron atrapados en la boca del oficial mientras gruesas lágrimas se reunían en las esquinas de sus ojos. Hyungwon sintió una mano apretando su cadera y dos dedos bajando por su vientre, ingle y deteniéndose en la cabeza de su pene. Arqueó la espalda y clavó las uñas en los brazos de vestidos de Hoseok.


Perdió la cuenta de cuántas lágrimas derramó esa noche. Su voz sonaba rota cada vez que gemía y suplicaba que se detuviera. Hoseok se había deshecho de su ropa hacía un rato antes de acomodarse entre sus piernas y marcar sus muslos con mordidas y besos húmedos.

Apretó la colchoneta y echó la cabeza hacia atrás. Hyungwon se rindió. Los guardias no irían a rescatarlo ni siquiera Dayoung, lo único que le quedaba era esperar a que Hoseok terminara. Mordió su labio inferior y deseó jamás haber llegado a ese pueblo, jamás haber conocido al oficial Shin y jamás haberse enamorado de él.

Hyungwon tragó saliva y se mantuvo inerte mientras los dedos de Hoseok se abrían paso entre sus nalgas, empujando en su entrada y delineando el borde. Inhaló bruscamente, manteniendo el control y soportando la punzada de dolor.

—Parece que te gusta que te toque aquí —murmuró sobre su pezón. Sacó la lengua y la envolvió en el botón marrón al mismo tiempo que metía un segundo dedo en su interior.

El chico gimió y curvó los dedos de los pies. Respiró por la nariz y se repitió que Hoseok no era consciente de lo que hacía. Pero los toques rudos, los besos violentos y la falta de empatía en el acto ponían en juicio su criterio.

Cuando creyó que no pasaría por otro dolor, Hoseok le demostró lo contrario.

—Tu cuerpo es una delicia —susurró pasando la lengua por el abdomen plano y recogiendo las escasas gotas de sudor.

Hyungwon sollozó y se retorció, sin embargo, las fuertes manos de Hoseok lo detuvieron y lo acomodaron para su beneficio.

—No quiero esto. Por favor detente, Wonho —suplicó acariciando la mejilla del oficial. Un toque dulce y suave, contrario al que él estaba recibiendo.

Hoseok sacudió la cabeza. No podía. Después de varios días de esperar y anhelar, por fin tenía lo que solo se le ofreció en sueños. Tomó su erección con una mano y la acarició vagamente mientras abría con sus rodillas los muslos de Hyungwon. Tomando todo el aire posible, se alineó con la entrada virgen y embistió sin piedad.

—¡AH! ¡Mgh! ¡N...no! —el chico gritó y apretó la almohada bajo su cabeza al mismo tiempo que buscaba alejarse.

De nuevo, se encontró impotente pues la fuerza que Hoseok ejercía sobre él lo sobrepasaba.

Los movimientos se volvieron más rápidos y atrevidos, golpeando constantemente un punto que lo hacía temblar desde la punta de sus pies hasta sus orejas. La mano que no sostenía su cadera, sostuvo su pene y comenzó a masturbarlo coordinando los tiros en su erección con las embestidas.

Hyungwon no paraba de jadear y apretar las sábanas. Le dolía todo el cuerpo y cada vez más le costaba respirar. De pronto su cuerpo fue volteado sin previo aviso y una mano callosa lo obligó a ponerse de rodillas. La nueva posición ayudó a qué Hoseok fuera más certero en sus golpes, pero fue una desdicha para Hyungwon que se sentía morir.

Los besos en su espalda baja sirvieron para distraerlo mínimamente del acto, pero los gemidos que soltaba Hoseok en cada empuje rompían su corazón en pedazos.

—Detente. Me duele, Hoseok —se quejó en medio de un nuevo sollozo.

Los labios curvos de Hoseok se separaron liberando más aire y sus dedos recorrieron sus mechones y tiró de ellos para levantarlo y pegarlo a su pecho.

Hyungwon abrió la boca y gimió de dolor. La nueva posición hizo que el pene se introdujera más profundo. Sintiendo que no podía soportar más, Hyungwon levantó sus propias manos y dejó que sus dedos viajarán al agarre en su vientre. Hoseok arremetió una vez más y él le clavó sus uñas en las muñecas, movió sus dedos hacia arriba y agrandó las heridas.

—Te odio —dijo con la voz entrecortada—. Te odio, Shin Hoseok.

El apuesto hombre del que se había enamorado lo traicionó de la peor manera. Aquel que era protector, usó su fuerza, coraje e ira para lastimarlo y destrozar su dignidad. El amor, es el peor sentimiento. Dayoung acertó como tantas veces, sus advertencias cobraron sentido estando en brazos de su cuidador y vergudo.

—Te odio —repitió Hyungwon. Respiró hondo para deshacerse de la sensación de pesadez y repulsión que le causaba sentir el semen caliente resbalando entre sus piernas.

—No. No puedes odiarme —Hoseok lo tomó de la quijada con dos dedos y lo forzó a un beso rudo y desordenado.

Hyungwon le mordió la lengua y le escupió en la cara.

—Es tu culpa —dijo y se sentó sobre sus pantorrillas llevando consigo el cuerpo delgado del chico—. Tú provocaste esto.

El joven sacudió la cabeza. Su nula capacidad de visión le prohibió darse cuenta de lo que Hoseok sostenía con fuerza y poco a poco acercaba a su cuello.

—Y-yo no quería hacer esto. Es repulsivo —susurró Hoseok y mordió suavemente su hombro.

Hyungwon no paraba de llorar, pero ya no se movía ni intentaba huir. Cada parte de cuerpo le dolía a horrores y estaba seguro que Hoseok no lo dejaría irse aunque luchara.

—Tú despiertas el bien y mal que hay en mí —habló Hoseok, girando la daga entre sus dedos—. No puedo dejar que me domines.

—Hoseok, tengo miedo —mordió su labio inferior y su cuerpo tembló con un nuevo sollozo.

La hoja afilada se movió elegantemente dibujando líneas invisibles en la piel del pecho de Hyungwon.

—Wonnie, mi hermoso demonio.

El arma afilada se deslizó por su cuello. Un destello de dolor atravesó su cuerpo mientras un corte profundo se abrió en su piel, liberando una oleada de sangre carmesí que brotó con fuerza.
Un gemido escapó de sus labios mientras instintivamente llevó su mano temblorosa hacia su cuello, intentando contener la hemorragia. La sangre caliente se deslizó entre sus dedos, manchando su piel pálida.

Hoseok soltó la daga y dejó que el cuerpo de Hyungwon resbalara de sus brazos. Se levantó tambaleando, su rostro pálido reflejó el shock del acto. El alcohol terminó de evaporarse de su cuerpo y tarde se dio cuenta de lo que había hecho.

—W-wonho.

La habitación se llenó con el olor metálico de la sangre en tanto el líquido vital continuó fluyendo, formando un charco en el suelo.

Con cada latido de su corazón, más sangre escapó de la herida, recordándole la fragilidad de la vida humana. Una sensación de mareo lo invadió, pero luchó por mantenerse consciente, sabiendo que necesitaba ayuda con urgencia. Una ayuda que no sabía sí recibiría a tiempo.

Con los ojos abiertos y levantando sus ropas y el arma del crimen. Hoseok salió corriendo para buscar a alguien que pudiera socorrer al chico. El viento helado lo detuvo y bajó la mirada a sus manos, la sangre las había pintado para recordarle la cruel y macabra escena que creó.

Tomando la intersección hacia el bosque, Hoseok corrió con todas sus fuerzas sintiendo que su rostro se humedecía de lágrimas. Tropezó varias veces pero consiguió llegar al estanque. Miró el agua cristalina y la luna reflejada en ella. Las imágenes de Hyungwon nadando libremente y ellos abrazados dentro del agua llegaron a él con un torrente de emociones confusas en donde predominaba la culpa y odio.

Hoseok se arrodilló en la oscuridad, la hoja manchada de sangre temblando en su mano. El viento siseaba a su alrededor, como si susurrase secretos oscuros. De las sombras emergió una figura imponente de ojos ardientes y sonrisa afilada. Se acercó a él, con pasos silenciosos  sobre la tierra reseca.

—¿Qué has hecho, guerrero? —gruñó el demonio, su voz como el crujido de huesos rotos—. ¿Por qué has derramado sangre inocente?

Hoseok levantó la mirada, sus ojos llenos de culpa.

—No tenía elección— murmuró—. Estaba consumiéndome por dentro. Tuve que hacerlo.

El demonio se rio con un sonido que resonó en las profundidades de la noche y heló la sangre del oficial.

—Los humanos siempre encuentran justificaciones para sus actos más oscuros, y tú más que nadie debe saberlo —dijo—. Pero la muerte no es algo que puedas tomar a la ligera. Cada vida tiene un precio.

Hoseok apretó los dientes:

—¿Qué quieres de mí, demonio?

El demonio se inclinó hacia él, sus ojos ardientes perforando el alma del guerrero.

—Tu alma —susurró—. Has tomado una vida, y ahora debes pagar. Un alma por un alma.

Hoseok vaciló. La oscuridad se cerraba a su alrededor, y la sangre en sus manos parecía más pesada que nunca.

—¿Y si me niego?

El demonio sonrió, mostrando sus colmillos afilados.

—Entonces, tu alma será arrastrada al abismo. Un destino mucho peor que la muerte.

Hoseok miró alrededor, buscando una salida. Pero no había escapatoria. La hoja manchada de sangre seguía temblando en su mano.

—Decide, guerrero —dijo el demonio— ¿Qué será? ¿Servirme o enfrentar la oscuridad eterna?

El precio de la sangre siempre debía pagarse, y esta noche, el guerrero había dado su alma por un crimen nacido de su codicia más baja. Sus deseos habían tomado el control de su juicio y ahora debía vivir con el dolor de haber matado a la única persona que había notado algo bueno en él.

—Servirte.

El demonio bajó el gorro de su túnica oscura y reveló una siniestra sonrisa que en nada se comparaba con la belleza de sus facciones. Extendió la mano y pequeñas llamas crecieron en las puntas de sus dedos. Sopló y las bolas de fuego volaron alrededor del rostro de Hoseok.

—¿Qué es eso? —se levantó y siguió con la mirada las esferas amarillentas.

Volviéndose una, la llama ardiente se clavó en el pecho de Hoseok y su alma escapó por su boca. El demonio la tomó y con una expresión de alegría la vio esfumarse sobre su mano.

—Shin Hoseok, Ahora te castigo —dijo en voz alta mientras unos pesados grilletes se formaban en los tobillos de Hoseok—. Aquí pecaste y aquí estarás atrapado en una prisión donde no podrás ni vivir ni morir. Abre los ojos y repara el hilo del destino que has roto y solo así podrás reencarnar.

El viento frío de la oscuridad sacudió las copas de los árboles y lo transportó de regreso a la habitación de Hyungwon. Ya no había nadie ahí y solo el charco de sangre lo esperaba como prueba de su fechoría.

Hola ✨. Hasta aquí hemos terminado con el primer libro😪.
En mi perfil encontrarán el primer capítulo del segundo libro. Espero les guste y una disculpa por lo que acabo de narrar, el fin justifica los medios 😅

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