PREFACE
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𝐏𝐑𝐄𝐅𝐀𝐂𝐈𝐎
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El silencio llenaba la sala.
Ni siquiera los grillos serían capaces de romper aquel silencio con su cantar. Ni siquiera las cigarras osarían ponerse a cantar.
Unos cuantos pasos sonaron en ese momento. Alguien se estaba acercando a la persona que observaba el exterior, en un silencio tan aterrador como repleto de tensión. El silencio propio antes de que estalle la tormenta sobre una región. El silencio que augura el fin.
Los pasos se detuvieron, pero el silencioso observador no se inmutó ante la presencia. Siguió contemplando el exterior por medio del cristal, sus ojos llenos de melancolía y sus labios curvados en una mueca de desagrado. Fuera lo que fuera el motivo de su tensión, era algo que llenaba de desagrado su ser.
Aquellas dos personas podían ser más diferentes aún. Aún así, compartían características que hacían imposible que una dejara a la otra. Ni el silencioso observador ni su acompañante concebirían la vida sin el otro.
A ojos de personas ajenas, era completamente diferentes.
Un ángel y un demonio.
El ángel suspiró calladamente, observando la ancha y fuerte espalda del silencioso demonio. Parecía estar dudando si era buena elección el quebrar aquel silencio, mas necesitaba hacerlo. La tensión y la incertidumbre llenaban su cuerpo por completo, y necesitaba sacarlos de su interior de alguna manera. Aunque, sabía en el fondo, que esos sentimientos no se irían.
—Entonces.... ¿no hay otra solución? —El ángel preguntó con su dulce voz, suave y agradable como la caricia de un ser querido.
El demonio permaneció en silencio.
Mas el ángel no desistió.
—Tiene que haber otra forma de hacer esto—señaló, su dulce voz rompiéndose unos cuantos segundos la desesperación que su alma y su corazón sentían—. Por favor, dime que hay otra solución. Te lo ruego.
—Si la hubiera, te la habría dicho—replicó el demonio, su voz tosca y ruda, mientras sus ojos no se apartaban del exterior.
—Pero...
—No hay otra opción, por mucho que te gusta pensar en que sí que la hay—lo interrumpió el demonio, conociendo al ángel y sus deseos, su voz siendo aún tosca y ruda. Aunque pareció suavizarse ligeramente al seguir hablando con su angelical acompañante—. Por mucho que te disguste la idea, ángel, esta es la única vía de hacerlo. No hay un camino que se desvía en dos, no hay doble dirección. Es una simple recta que lleva hasta el más oscuros de los infiernos. Sin opción o retorno.
—... No quiero... aceptarlo...—El ángel murmuró en tono muy bajo.
—Siento decepcionarte, pero las cosas no siempre son como uno quieren—replicó el demonio, mirando al ángel por encima de su hombro durante unos escasos segundos.
El ángel le devolvió la mirada, su rostro lleno de contrariedad y disgusto.
—Lo dices porque eres un demonio y te gusta el caos—lo acusó con tono ligeramente irritado.
—No lo digo por eso—replicó el demonio, soltando un callado suspiro—. Puede que sea un demonio, pero eso no quiere decir que me guste decepcionarte.
El ángel se quedó en silencio tras aquellas palabras.
El demonio no apartó la mirada de su acompañante.
Ambos se quedaron pensando en las últimas palabras que habían dicho, y que todavía parecían estar flotando en el aire a su alrededor. Ellos las sentían cerca de su piel, especialmente aquel que se encontraba totalmente a rebosar de disgusto por la situación.
—Supongo que no hay más remedio...—suspiró el ángel, dando unos cuantos pasos para poder observar el exterior a través de aquel cristal—. No hay más remedio...—repitió de nuevo, intentando convencerse de aquello.
—De haberlo, solo lo escogería para alegrarte—proclamó el demonio, posando una de sus manos en uno de los hombros de su acompañante. Sus ojos, supuestamente fríos y malévolos, se mostraban cálidos al mirar al ajeno—. Siento que no esté saliendo todo como tú querías.
—No es culpa tuya...—murmuró el ángel, soltando un largo suspiro.
—Técnicamente....
—No, no lo es—interrumpió el ángel, pues no era la primera vez que el demonio decidía echarse la culpa sobre todo lo que pasaba, cuando no era así—. Si fuera tu culpa, ya lo habrías cambiado.
El demonio permaneció en silencio, simplemente observando al ángel a su lado.
—A veces no comprendo por qué sigues a mi lado...
—No empieces con eso de nuevo—replicó el ángel, dándole a su acompañante un amago de sonrisa. Después de todo, la situación no era motivo para sonreír—. Ya sabes perfectamente por qué sigo aquí. Empezamos esto juntos, y lo terminaremos juntos.
—¿Esa es tu última palabra? —cuestionó el demonio, pareciendo tener preocupación por las consecuencias de sus acciones en el ángel—. Todavía estás a tiempo de echarte atrás.
—Es mi última palabra—afirmó el ángel, su rostro rebosante de convicción—. No retrocederé ahora. No después de todo lo que hemos pasado, y todo lo que hemos perdido. Solamente podemos seguir avanzando.
El silencio los llenó de nuevo en cuanto el ser angelical terminó de decir sus palabras.
Esta vez, no era un silencio tenso y agobiante. Era uno un poco más tranquilo, pero igualmente lleno de tensión. Todo debido a lo que el ángel y el demonio estaban por realizar. Algo que ambos sabían que lo cambiaría absolutamente todo.
—Estabas esperando a que te confirmara mi convicción con este plan, ¿verdad? —El ángel fue el que rompió el silencio, de nuevo.
—Soy realmente evidente—murmuró el demonio, dejando escapara un sarcástica y amarga carcajada—. Sí, estaba esperando a escuchar tus palabras, fueran las que fueran.
—¿Y ahora? —cuestionó el ángel, observando a su acompañante con el sentimiento de la anticipación llenando por completo su ser—. ¿Ahora qué haremos?
—¿Ahora? —repitió el demonio, sus labios curvándose en una sonrisita. Una que anticipaba que lo peor estaba por venir—. Ahora comenzaremos con lo que hemos empezado hace tanto tiempo. Es el momento del temblor final... es el momento de levantar el telón una última vez.
—Levántalo entonces—dijo el ángel, aferrando su mano a la del demonio, dándole su apoyo.
Las alas del ángel temblaron y se resquebrajaron. Su blanco color se fue tornando del más puro negro posible, antes los ojos hambrientos del demonio, que observaba el cambio con la anticipación burbujeando en su interior. Sus ojos siguieron el proceso de cómo las alas se teñían de negro, recordándole ligeramente a las olas del mar impactando contra la arena de la playa. Sus ojos, deseosos, observaron como el halo se rompía en mil pedazos, cayendo sobre el ángel como una cascada de pequeñas estrellitas.
El demonio sonrió, pues había visto con sus propios ojos el nacimiento de aquella nueva versión del ángel.
El surgimiento del ángel caído.
—Levantemos el telón—dijo el demonio, sonriendo de forma macabra y maliciosa, segundos después rompiendo en sonoras carcajadas que retumbaban por toda la estancia.
El exterior tembló.
La tierra se abrió.
Y el infierno se hizo tierra.
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« Y fue arrojado el gran dragón, la serpiente antigua que se llama el diablo y Satanás, el cual engaña al mundo entero; fue arrojado a la tierra y sus ángeles fueron arrojados con él»
➤ Apocalipsis 12: 9
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