Capítulo 9
Mi momento de triunfo al ver el lado débil de mi tiránico jefe sólo duró unos veinte minutos como mucho. Después de su segunda ducha, llegó a la sala y se sentó en la silla junto a mi sofá, cuidadoso con Sam. Aparté la vista del televisor y lo miré.
—Um ¿Necesita algo?— Me quedó mirando con ambas cejas levantadas.
—Un almuerzo sería genial. Tengo hambre. — ¿Y qué?
— ¿Y qué es exactamente lo que quiere que haga?
—Bueno, tú sabes cómo cocinar ¿no? —Una vez más, ¿y qué? Asentí con la cabeza lentamente y él hizo aquel gesto con su cara que supongo que era una especie de sonrisa.
— ¿Hay algo que usted quiere que cocine específicamente? —Luché con mi interior que en vez de eso quiso decir: "¡Haz tu propia comida, imbécil que se cree superior!"
—Filet con salteado.
—Lo siento, no como pescado.
— ¿Qué? — ¿No estaba hablando coreano?
—Dije que no como pescado. Te puedo hacer una hamburguesa en su lugar. —Él inclinó la cabeza hacia un lado y se inclinó hacia delante en la silla haciéndome retroceder automáticamente.
—Un coreano que no come pez. Tienes que estar bromeando. —Rodé los ojos y miré hacia otro lado. Todo el mundo tenía la misma reacción.
— ¿Por qué, es algo malo? —Se encogió de hombros y negó con la cabeza.
—No, supongo que no lo es. Bueno de todos modos, la hamburguesa está bien, siempre y cuando laves bien las verduras que pongas en ella. —Esclavo, empleado doméstico, cocinero. ¿Qué otras identidades tengo que yo no sepa? Me levanté del sofá y me dirigí a la cocina. Tuve que decirle a Sam que me siguiera para que el Sr. Loco de la limpieza no lo castrara o enterrara mientras yo no estaba.
Preparé una bandeja llena de papas antes de separar las porciones en dos platos. Lo miré desde la cocina y lo vi sentada en el sofá, viendo algo en la televisión. Parecía increíblemente inmerso y me sentí curioso. Salí y vi que se trataba de las noticia. Rodé los ojos. Debería haberlo sabido.
—El almuerzo está listo. —Él asintió y se levantó para seguirme hasta la cocina. Antes de sentarse, fue al fregadero y se lavó las manos y luego tomó demasiadas toallas de papel para secárselas. Lo vi darle una mirada de desaprobación a Sam antes de sentarse.
— ¿Esto siempre está en la cocina? —Me puso mala cara y me agaché para acariciar la piel de Sam.
—Es un él y sí. ¿Te molesta? — ¡Di que sí!
—Sí, de hecho lo hace. — ¡Muy bien!
—Bueno, entonces te tendrás que acostumbrar a él. Sam y yo somos un poco inseparables. —Y sin probar mi punto, Sam se puso de pie y se dirigió al otro lado de la mesa para sentarse a los pies del demonio. Wow.
— ¿P-por qué está aquí? —Como si lo supiera.
—Creo que le gustas. —Lo que lo convierte en el único. Suspiré y comencé a comer, manteniendo mis ojos en él para ver si hacía alguna cara extraña. Antes de tomar un bocado, lo olió y luego lo miró desde todos los ángulos. Suspiré y me recosté en mi silla. Finalmente, se lo comió y lo masticó durante lo que pareció una eternidad, antes de tragar.
—Hm, esto está bueno. Sería mejor con un poco de salsa, pero esto será suficiente. —Seguro que lo será. Sonreí y asentí con la cabeza.
—Me alegro que te guste. —De repente Sam ladró, obviamente asustando increíblemente al Sr Min que gritó (como una niñita) y casi se cayó de la silla. Contuve una risita y seguí comiendo.
— ¡Esa bolsa de pulgas se tiene que ir! — ¡Hey, Sam no ha tenido nunca una pulga! Bajé mis palillos metiendo ruido suficiente como para llamar su atención.
— ¡Espera un maldito minuto! Si alguien se tiene que ir de aquí es usted. —Uh-oh. Señoras y señores, acabo de pensar en voz alta.
— ¿Perdón? — ¡Jimin estúpido, estúpido! Mi trabajo. ¡Él me va a despedirme en mi propia casa!
—U-um, lo que quise decir es que si vamos a vivir juntos por el momento, entonces debemos llegar a algunos compromisos. —No, eso no es para nada lo que quería decir, pero parece que lo creyó.
— ¿Y cómo sugieres que hagamos eso exitosamente?
—Bueno, podríamos llegar a conocernos un poco mejor. Um, ¿gustos y disgustos? Qué hacer y qué no hacer. —No puedo creer que vaya a ceder en mi propia casa. Se echó hacia atrás en su silla con los brazos cruzados y dejando su comida olvidada.
—Bien entonces. Empieza.
De vuelta a las ordenes
—Está bien, no me gusta el pescado.
—Me gusta el pescado.
—Me encantan las mascotas.
—A mí no.
—Me gustas la música... ya sabes, el rap y esas cosas.
—Prefiero la clásica.
—... Creo que las películas de jackass son divertidas.
—No soy fan de la comedia. —No me digas.
—Mis dulces favoritos son las galletas y chocolates.
—Tampoco como eso.
—Bueno, esto no nos lleva a ninguna parte. Una pregunta: ¿Cuántos años tienes? —Se aclaró la garganta y volvió su atención de nuevo a la comida.
—Veintidós — ¿Estás seguro de que no es cuarenta y siete? Suspiré y me recosté en mi silla. Este hombre tenía sólo un año más que yo, pero éramos completamente opuestos. Debe haber estado practicando el ser así desde que estaba en pañales. Espera, tal vez nunca necesitó pañales. Probablemente salió capacitado con conocimiento del inodoro. Pensé en la idea hasta que el almuerzo terminó, que por cierto, terminó en silencio. Mientras lavaba los platos, y no, no se ofreció a ayudar, él se excusó diciendo que iba a hacer una llamada telefónica. Sam estaba junto a mí respirando en mis pies. Miré hacia abajo y lo eché.
—Oh, así que ahora que tu galán se ha ido quieres estar conmigo. Bueno, no soy tan fácil. —Le hice un gesto con la mano y se levantó, caminando fuera de la cocina.
—Jimin tengo una cita, así que voy a necesitar las llaves. — Me di vuelta y lo vi de pie en la puerta de la cocina.
—Pero ¿y si yo tengo que salir?
— ¿No tienes una copia? — La tiene Jin.
—No.
—Bueno, no demoraré mucho tiempo. Llaves. — Me mordí el labio y señalé con un dedo con jabón el mostrador donde estaban las llaves de la casa. Los tomó y cuando escuché cerrarse la puerta principal, le di una patada al refrigerador.
—Mocoso, loco, idiota insensible, ¡Te odio Min Yoongi! —Eso es todo lo conseguí antes de caer al piso agarrándome el pie. Aún en el dolor, metí la mano en mi bolsillo y saqué mi teléfono. Necesitaba refuerzos.
— ¡Mochi estamos aquí! —Gemí y tomé la bolsa de la mano de Jin. En lugar de escuchar el tintineo familiar de las botellas de cerveza, sólo había helado.
— ¿Dónde está la cerveza? —Necesito emborracharme.
—Es malo para los nervios Minnie. —Le hice un puchero a Namjoon, pero me levanté para conseguir una cuchara de todos modos. Definitivamente podría emborracharme con helado si había suficiente. Volví y me senté al lado de Nam.
—Voy a volverme loco. ¡Mi jefe está viviendo en mi casa! —Namjoon asintió y me acarició la cabeza en consuelo.
—Hey, ¿desde cuándo tienes desinfectante de manos en el baño? —Jin salió del baño mirando confundido.
—Yo no lo puse allí. Es del príncipe demonio. —Me metí una cuchara llena de helado en la boca y traté de luchar contra las lágrimas de frustración.
—No encuentro que sea apropiado llamarlo un demonio cuando tú fuiste el que quemó su casa. —No sólo su casa, todo el edificio.
—P-pero no lo entiendes. Este tipo es como el diablo reencarnado. No soy el enemigo aquí. ¡Dile Jin! —Jin me miró durante un largo tiempo antes de encogerse de hombros y robarme la cuchara.
—Dejaste al hombre sin hogar, Minnie. Así que tienes que lidiar con él. —Mi perro y mis amigos se habían ido en contra mía.
—Pensé que la gente me amaba. —Nam se rio.
—Si te amamos, pero tienes que aceptar cuando te equivocas. ¿Qué quieres que te diga? —Puse mala cara y le arrebaté la cuchara a Jin.
—Eso no es mi culpa, ayúdenme a deshacerme de él. ¿Alguna idea? — Jin se tocó la barbilla, pensativo, antes de golpear con su puño la palma de su otra mano, levantando un dedo en el aire.
—Podríamos desnudarnos, cubrirnos con chocolate y hacer un trío en el sofá. Así, cuando él vuelva estará tan asustado que no querrá quedarse y...
—Detente, detente. —Namjoon miró con mala cara a Jin.
—Te vas a ir en el techo del auto camino a casa. —Suspiré y me incliné metiendo más helado en mi boca mientras que la pareja increíblemente desagradable peleaba de ida y vuelta.
Cuenta de respaldo: vantehell
☕Angie
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