Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

|04|


La cena había llegado de manera desastrosa a la casa de los Felch, Eloísa preparaba los últimos platillos con suma tensión pues su esposo y su hija habían discutido ya que la muchacha no tenía ninguna intención de recibir al sacerdote de la comunidad que iría a verlo en específico para hablar sobre su problema. Anael no deseaba ver a nadie, solo quería escabullirse a su cama, en la oscuridad de su cuarto y que nadie volviera a molestarla hasta el día siguiente donde por obligación debería salir para continuar con su vida; Ann no soportaba la idea de escuchar a alguien decir que habían personas sufriendo más que ella porque, para ser sincera, le importaba tres carajos el resto del mundo, porque no quería pensar en lo mal que los demás lo pasaban cuando estaba en la cumbre más alta de intolerancia propia y pronto caería a un pozo negro y sin fondo donde sus emociones parecían querer tragársela por completo, tampoco deseaba escuchar cómo le daban el mismo sermón de siempre de que debe mantener la fe, ser una buena chica y seguir el sendero de Dios, ¿Por qué? Tenía la sensación de que Dios la había abandonado hacía tiempo ya.

Jhon ingresó en la cocina, abrazó a su esposa por detrás y suspiró sin poder creer que su hija lo hubiera dejado hablando solo después de reírse de sus intentos por entablar una conversación normal y sabía que Anael cada vez se cerraba más, no era bueno, estaba cayendo, se dejaba arrastrar por lo que sea que habitaba en esa casa y suspiró de nuevo, ¿Qué más podían hacer? ¿Qué? Toda la vida estuvieron mudándose, creyendo que darle una mejor casa con una zona más tranquila y cerca de una iglesia le daría paz, pero luego comprendieron que no se trataba de casas poseídas o de fantasmas haciendo de las suyas, sino que era su niña siendo perseguida por algo más que simples espíritus.

—Creo que deberíamos dejarla ir a un campamento, el de la iglesia es buena idea, los llevan a convivir a la naturaleza, le vendría bien despejarse —comentó el hombre algo cansado, las ojeras marcaban su rostro avejentándolo más de lo debido.

—Sí, y a nosotros un descanso —Eloísa volteó a verlo—. Hoy sucedió algo extraño, las cacerolas que había apilado para guardar salieron volando hasta estrellarse contra una pared, eso es imposible que haya sido un accidente.

—Lo sé —asintió—. Las cosas vuelven a ser como antes, como cuando Annie tenía catorce años.

—Y es lo que me preocupa, terminamos muy mal aquella vez, estuvimos cerca de perderla y lo dijo el sacerdote, no podemos dejar que lo que sea que intenta tenerla se salga con la suya, es nuestra hija, tenemos que poder protegerla —la mujer sollozó queriendo aguantarse el llanto, que sus lágrimas no cayeran porque, además de correr su maquillaje, la quebrarían por completo.

—Pero, ¿Cómo? Apenas hemos podido conseguir ese amuleto que carga que debe ser bendecido cada cierto tiempo, un exorcismo llevaría tiempo y ella no presenta las condiciones propias para que la iglesia lo ordene, y de hacerlo, quedaría marcada para siempre por la misma, soy un fiel creyente, pero hasta yo veo que hay situaciones con la iglesia que se deben evitar —susurró no queriendo ser escuchado por su hija.

—No me voy a dar por vencida, debe haber algo, no lo sé —espetó separándose del hombre que la observaba compungido—. Cuando nació, supe que sería especial, se sintió diferente nuestro hogar desde que Anael ingresó en mis brazos, entonces, ¿Cómo haber sabido que traía consigo alguna clase de maldición? ¡Ni siquiera sabemos si es una maldición o un demonio o qué!

—¡Calma! —Jhon espetó—. No nombres esas cosas en nuestro hogar. No debemos darles más poder sobre nuestra familia.

Imonae los observaba con una sonrisa desde una esquina, estaban flaqueando, estaban perdidos, asustados, dudosos de lo que deberían seguir haciendo y eso le facilitaría mucho las cosas, además, la Estrella de David perdía poder cuanto más se acercaba a la fecha que debía ser bendecida de nuevo, tenía que aprovechar eso; escuchó los pasos de Anael en la planta superior de la casa, el demonio caminó con tranquilidad por la estancia, atravesando la sala de estar, empujando algunos adornos y jarrones para que cayeran al suelo o lejos de su respectivo lugar, subió los peldaños de la escalera hasta las recámaras y con una sonrisa triunfal atravesó la pared más cercana para encontrarse dentro del cuarto de la muchacha que se encontraba apenas en camiseta pues terminaba de darse una ducha rápida.

Anael llevó una de sus manos a la cabeza, dolía bastante desde que había regresado a casa, parpadeó un par de veces sintiéndose mareada y decidió tomar asiento sobre la cama, suspirando varias veces, apretando los labios por el malestar que estaba sintiendo; Imonae se acercó colocando sus manos sobre los hombros de Ann desde atrás quien solo sintió peso demás sobre su cuerpo y el demonio apretó los dientes al ser su piel quemada por la divina luz del amuleto que la protegía o al menos, intentaba hacerlo. El rubio ser deslizó sus palmas por la extensión de piel de los hombros hasta el cuello mientras la humana sentía calor expandirse por la zona, cerró los ojos atontada, porque era agradable y a la vez una sensación que reconocía, de algún lado, de alguna forma...

— ¿Crees que me agrada verte así de lejos de mí? —Imonae preguntó en su oído, en un susurro lastimero—. ¿Crees que es buena idea que te pavonees con ese profesor tuyo sin consecuencias? Muy mal, Anael, tú no eres así.

La joven se puso de pie de inmediato alejándose de la cama mientras observaba a todos lados, no había podido escuchar con claridad la oración completa, pero las palabras "profesor" y "muy mal" habían sido captadas por sus oídos con dificultad, fue cuestión de atar cabos sueltos para entender que ese ser estaba allí y molesto con su actuar.

—No sé qué mierda quieres pero aléjate de mí —Anael espetó apretando las manos en puños, no se iba a mostrar temerosa aunque lo estuviera—. No te pertenezco.

—¿No? —elevó una ceja el rubio, divertido, molesto, todo a la vez, iracundo por no poder comunicarse con la humana como quería, todo por esa maldita cadena en su cuello—. ¡¿No me perteneces?! ¿Acaso es posible que ni siquiera tu alma sienta el vínculo que hemos creado hace tanto tiempo? ¿Te han arrebatado eso también, ángel?

Anael observó a todos lados sin sentir nada a su alrededor, ¿Se había marchado? No, claro que no, Imonae no la dejaría así de fácil por lo que el demonio tomó una de las fotografías que reposaban en la mesita de noche para aventarla con fuerza contra la pared y esta hacerse añicos, Ann dio un respingo en el lugar viendo los pedazos de vidrio en el suelo.

—Dios mío —asustada susurró tragando duro, se giré en el lugar no pudiendo ver nada pero continuó con un grito—. ¡Vete, no tengo nada para ti, soy solo una pobre idiota a la que estás castigando y no sé por qué!

—Castigando... —repitió esas palabras duras y sonrió—. Si quisiera castigarte estarías rodeada de demonios que te harían cosas horrendas, pero en lugar de eso lloras en una esquina de tu cuarto por algo que causas tú misma y ya me estoy cansando de esto. Lo peor de todo es que no me puedes escuchar, sentir ni nada parecido, que frustrante es esto... No me queda tiempo, Anael, pero no voy a seguir así, te voy a arrancar esa porquería del cuello así tenga que quemar mi cuerpo por completo por la protección.

Así, decidido, el demonio se acercó a ella que parecía haber bajado la guardia debido a que no hubo ninguna otra manifestación paranormal a su alrededor, tal vez creía que se había marchado, tal vez creyó que su pedido había sido escuchado, pero no estaba ni cerca de ser así. Imonae acortó la distancia entre ellos solo para jalarla de un brazo aventándola hacia la cama con suma facilidad causando que Anael entrara en pánico al verse siendo manipulada cual muñeca, intentó incorporarse pero con prontitud fue obligada a pegar la espalda al lecho, sentía un peso sobre su cuerpo más no podía verlo, de pronto ya no podía moverse, tan solo sus ojos gozaban de ir de un lado a otro con desesperación.

—Cuando nos conocimos, solías mirarme de la misma manera, tan asustada, pero también con desdén, odiabas lo que yo era —el ser oscuro sonrió con tristeza—. Tal vez vuelvas a odiarme cuando puedas verme, pero créeme que es necesario, te he esperado mucho, el tiempo no me detendrá, voy a tenerte, Anael. Volverás a mí de nuevo.

El demonio observó el amuleto sobre el pecho ajeno posando su mano sobre el mismo, sintiendo el ardor en su piel debido a que alguien tan malévolo como él no podía siquiera estar cerca de la luz divina sin ser castigado por sus innumerables pecados, también podía sentir la piel de Anael bajo su tacto ya que no había alcanzado a cerrarse la camisa cuando toda la situación se dio; con una sonrisa y mucho esfuerzo por no alejarse del escozor cerró su mano alrededor de la Estrella de David y tiró de ella con fuerza más esta no se rompía, no cedía a su poder y eso lo llenó de odio. Antes de que pudiera volver a hacer un intento de arrebatarle el collar, Gabriel se lanzó contra él desde atrás intentando detenerlo, ambos cayeron al suelo mientras la humana daba una bocanada de aire aliviada de poder moverse de nuevo.

— ¡Aléjate de ella! —gritó el ángel golpeando al rubio de un puñetazo.

— ¡Quítate! —le gritó el demonio mientras forcejeaban, las energías de ambos sacudían los muebles y todo lo que conformaba aquella habitación, Ann se puso de pie y corrió a la salida.

— ¡Mamá, papá! —gritó pidiendo ayuda, sin embargo, antes de que sus dedos siquiera rozaran el picaporte de la puerta fue arrastrada hacia atrás con fuerza—. ¡No!

— ¡Te dije que si te ponía las manos encima iba a hacerte mucho daño, pero no entiendes cuando te advierten! —vociferó Imonae estrellando contra el suelo al ángel que dejó escapar un quejido, las palmas del oscuro fueron a parar al rostro y cuello del contrario quemándolo, el grito de Gabriel se hizo escuchar de inmediato—. ¿Ves? Esto es lo que pasa cuando se meten en mis asuntos, estúpido ángel. Y me llena de coraje ver que te crees capaz de enfrentarme.

Anael volteó a ver, había escuchado el grito de alguien pero no podía ver nada ni nadie, solo sabía que el ambiente se volvía cada vez más pesado y no lograba soportarlo, siendo humana se veía afectada de inmediato por el exceso de energías en el ambiente; parpadeó un par de veces estando boca abajo en el suelo, al haber sido arrastrada terminó golpeando su cabeza, de pronto, sintió como tomaban su tobillo jalándola aún más, un peso cayó sobre su cuerpo siendo el demonio quien se había posicionado sobre ella mientras sostenía a un inconsciente Gabriel quien sería de ayuda para poder quitar el amuleto pues usó como marioneta al ángel para que envolviera en su mano la Estrella de David y jalarla con rapidez viéndola desprenderse con facilidad, si era un ser de luz podía sacarla sin problema.

Al parecer a Dios se le escapaban algunas cosas, ja.

—Para algo has servido —Imonae escupió apartando al herido ángel que apenas podía abrir los ojos, se acercó al oído de la muchacha para susurrarle—. Ahora vas a poder verme, escucharme, sentirme, no hay forma de que puedas regresar atrás, Anael, tú y yo tenemos temas pendientes.

—Aléjate de mí —la joven murmuró cerrando los ojos, no quería verlo, no quería encontrarse con algo que no pudiera dejarla dormir luego.

— ¡Anael, el sacerdote llegó! —la voz de Jhon detrás de la puerta sobresaltó a ambos—. ¿Puedes bajar?

— ¡Papá! —alcanzó a decir antes de que la mano del demonio cubriera su boca, de manera grata se sorprendió el diablo pues no hubo escozor esta vez.

—No grites, ellos no pueden ayudarte en nada —bramó por lo bajo viéndola—. Tienes que saber que no hay manera en que un estúpido e insípido sacerdote me aparte de ti, nunca van a volver a separarnos, Ann, nunca.

Los ojos de Imonae se volvieron rojísimos, refulgentes y aterradores para quien pudiera verlo, con la fémina removiéndose entre sus brazos y buscando escape —pues ahora se hallaba en un maremoto de terror y desesperanza por estar sintiendo y escuchando al ser que la atormentaba desde hacía tiempo—, el rubio extendió desde sus manos una extraña mezcla similar al alquitrán que era nada más y nada menos que una extensión de él mismo que subía por los antebrazos de Anael hasta su cuello, la chica arqueó la espalda volviéndose rígida tras sentir aquello, sus ojos tornándose blancos al rodarlos hacia arriba y es que el ser maligno que la sostenía no hacía otra cosa que no fuera adentrarse en lo más profundo de su alma en busca de sus recuerdos que habían sido desplazados.

Imonae estaba seguro que en algún lugar recóndito del alma de esa chica se hallaban las memorias de su vida pasada, algo debía quedar de aquel ser que lo enamoró hasta tenerlo a sus pies, tenía la esperanza de que así fuera ya que desde el momento en que Anael fue concebida en su nueva vida él pudo sentir su presencia y esencia; sin embargo, aquel rayo de sol que llamó esperanza, que no solía tener bajo ningún concepto, se apagó de manera abrupta cuando llegó hasta lo más profundo de aquel alma sin encontrar nada en ella, ni recuerdos, ni vida pasada, un gran vacío habitaba ese cuerpo.

—No... —susurró apretando los dientes sintiéndose perder en el mar de ira que nacía desde el interior de su pecho.

La puerta de cuarto se abre con fuerza, con rapidez levanta la mirada encontrando al sacerdote cargando un pequeño libro en sus manos y un rosario enredado entre sus dedos, el hombre no podía verlo pero sí sabía que allí estaba sucediendo algo fuera de lo común en especial porque Ann no había bajado al primer llamado de sus padres, encontrarla en una especie de posesión en medio de su habitación solo hizo que Thomas comenzara el ritual para liberarla; el demonio aventó todas las cosas que hubieran en la alcoba para golpear al sacerdote y alejarlo, más las palabras salida de aquel libro sagrado tenían ya un gran efecto en él y si sumamos que estaba débil por su travesía por el mundo mortal, no estaba en condiciones de hacer frente. Y dirán, es el diablo, tiene un increíble poder... pero está agotado, está dolido... Está desesperado por ser alejado una vez más de su ángel...

— ¡Oh, por Dios! —gritó Eloísa llegando al cuarto al escuchar el ajetreo, cubriendo parte de su rostro con las manos, desesperada y asombrada.

—¡[...] Te ordeno, Satanás, príncipe de este mundo, que reconozcas el poder de Jesucristo... Vete de esta criatura... Te ordeno, Satanás, sal de este criatura, vete, vete en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo! —ordenaba el hombre de Dios mientras tomaba la mano de Anael que seguía en las mismas condiciones.

— ¡Mi hija! —Eloísa colocó su mano sobre la cabeza de la universitaria mientras lloraba, Jhon ya se encontraba allí con ellos.

— ¡Vamos, Ann, tú puedes salir de esto! ¡Sé que estás escuchándome, debes orar conmigo! —gritó el hombre de sotana.

— ¡No! —Imonae fue retenido de pronto desde atrás por varios ángeles de portes ostentosos y esencias de fuerte luminiscencia, forcejeó, pero estaba en desventaja con todo lo que allí sucedía en su contra, porque siempre era contra él, nadie lo escuchaba, no veían que su ángel no estaba siendo poseído por él sino en un trance al que lo indujo para poder llegar a su alma—. Anael, abre los ojos, vuelve... pero recuerda mi nombre, Imonae...

En cuanto el oscuro se apartó de la humana comenzando a pelear con sus enemigos, la joven Felch dio una honda bocanada de aire para regresar su cuerpo al estado natural y no de rigor que poseía, su pecho subía y bajaba con fuerza mientras sus ojos revoloteaban por la habitación, fue cuando en medio de esos tantos intentos por aclarar su vista pudo, al fin, ver la escena frente a sus orbes, todos esos seres alados tratando de repeler a un sujeto de hebras rubias que la veía con desesperación.

—Imonae... —Anael susurró por lo bajo antes de perder la consciencia.

—No puede ser —el Padre Thomas frunció el ceño al cargar a la joven en sus brazos habiendo escuchado aquello, la entregó a su padre que salió despavorido de la habitación y de la casa luego, seguido de su esposa y del sacerdote que más de una vez volteó hacia la alcoba la menor de los Felch, intuyendo que algo más sucedía allí, algo a lo que era ajeno, algo que de seguro iba a averiguar, por el bien de la hija de la pareja. 



Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro