Capítulo 5
De todos lo nombres del mundo. ¿Por qué coño el mío? Mi nombre. Mi puto jodido nombre grabado en su piel.
Deuce Hendrix. No era un nombre común. Poca gente nombraría a su hijo Diablo por elección propia. Y aún, menos gente, podría llevarlo con la gracia y el orgullo con el que lo llevaba. Deuce Hendrix no era un nombre para simples mortales, era un nombre digno de un bastardo.
Así lo sentenció mi padre, el jodido capullo me odiaba como la mierda, fue así desde la primera vez que puso sus ojos en mi, ni siquiera se esforzó por ocultarlo. Lo único que mereció la pena en mi vida fue Alice, era la razón por la he aguantaba cada insulto, humillación y golpe de mi padre. Era mi puta ancla, y por supuesto la que me mantenía atado a esa patética vida. Mi nombre nunca había significado alguna mierda para mi hasta que la perdí.
Pero mi nombre en la mocosa era otro tema.
Apostaba mi polla y mi vida que si estaba gravado en la mocosa solo había dos opciones posibles en la ecuación; una buena premonición o por el lado contrario, problemas del tamaño de las bolas azules que tenía por su puta culpa. Y teniendo en cuenta que desde que apareció la mala suerte parecía ser mi jodida compañera de copas, apostaba definitivamente por la segunda.
— Temía por la vida de la niña— rompió el silencio, Greeta—. Eres de sangre caliente, Deuce. Son pocas las ocasiones en las que te has detenido a pensar y después has actuado. Teniendo en cuenta la situación crítica de Hunter...pensé que no era un buen momento.
Hunter había sido el padre que nunca tuve. Dentro de lo que cabía y teniendo en cuenta el jodido mundo sucio en el que vivíamos, era un hombre bastante legal. El hombre también dibujó un linea invisible para delimitarnos y ponérnos un alto, un pequeño margen que no teníamos permitido cruzar. Según Hunter éramos unos criminales pero a diferencia de los otros con una conciencia limpia. Era un hombre que cumplía con sus promesas, sin embargo esa lealtad era mortífera cuando la traicionabas. Tan rápido podía ser calmado como peligroso y sucio, un completo bastardo con una gran baraja de trucos escondidos bajo la manga. El mejor padre y maestro que pude tener y que ahora se encontraba postrado en una cama, rendido ante sus enemigos.
Y como la mierda iba a hacer desaparecer ese Hunter, lo renovaría y le devolvería la imagen del dios que era. Empezando por destruir los principales causantes de su estado.
Los Jiménez. Y la mocosa me llevaría a ellos.
Eché a un lado mis pensamientos y devolví la atención a la mujer que había parada enfrente mío. Greeta se inclinó y bajó la cabeza varías veces antes de volver a dirigirme su mirada oliva. Sonreí siniestramente y negué divertido por la situación. No me podía creer que la mocosa hubiera ablandado el corazón de Greeta, ya de por sí débil ante los inadaptados. Eso era la mocosa escoria rechazada por la sociedad y era esa maldita empatía la que nos había puesto en esta situación.
Bajé las manos y apreté las cantonadas de la mesa de madera pulida para no perder los estribos. Hice uso de todo mi autocontrol para no levantar la jodida mesa y tirársela encima.
Quería a la vieja y haría lo que fuese por mantenerla alejada del jodido peligro, pero ahora mismo lo único en lo que podía pensar era en vaciarle un cargador entero de balas. No quería recriminarle que si hubiese abierto su impertinente boca y hubiera alargado su lengua probablemente a estas alturas tendría algo más que su nombre.
Brooklyn Lies.
Irónico que su apellido fuera mentiras, le quedaba como anillo al dedo.
Maldita embustera.
Jodida desgraciada.
— Cuando la trajiste la primera vez—empezó a hablar—. Me tomé el permiso de asearla cuando Rhett la llevo a la habitación. El sedante surgió efecto como predijiste; la mantuvo tranquila y dormida.
Recordé haber visto a Rhett llevarse a la mocosa ensangrentada y enfundada en ropas de cuero, y más tarde, cuando evite que la violaran llevaba un camisón blanco. En ese momento no caí en el cambio de ropa, no lo vi importante habiendo pasado lo que paso con Hell.
— ¿Que más viste aparte de mi nombre?
Brooklyn lograba lo que ninguna mujer había logrado en mis veintisiete años de vida y era sacarme de las casillas. Derrumbar cada muro que había levantado y destrozarlo hasta los cimientos, dejándome completamente vulnerable y a su merced en el siguiente golpe.
Cada uno de mis pensamientos viajaron al día que la traje y la de desgracias que había pasado mi club desde su estancia. Lo peor era que ella debía tener información sobre mi, sin embargo, yo no sabía ni una puta mierda. Y de vuelta estaba en desventaja contra ella. Parecía que siempre me llevaba la delantera en cualquier ámbito. Como si fuera ella la que me estuviera observando cuando realmente era todo lo contrario. Aquí la observada era ella.
Pero de alguna manera se salió con la suya y le daba la vuelta a la tortilla.
Vi a Greeta perdida sin saber por dónde empezar. Me gustaría que me contará cada puto detalle de la mocosa por insignificante que fuera. Brooklyn Lies resultó ser un enigma demasiado encantador y peligroso como para dejarlo pasar.
— Habían varios símbolos— dijo trazando señas con sus dedos. A los pocos minutos se detuvo e intentó recordar más—, también quemaduras y su piel estaba hundida en algunas zonas como si hubiesen excavado en su cuerpo o le hubiesen arrancado la piel a pedazos.
Había visto sus huellas dactilares quemados por no decir jodidamente chamuscados lo que nos había puesto en un jodido aprieto cuando intentamos verificar su identidad. En ese momento solo se me ocurrió pensar que era una buena forma de ocultar su identidad por lo que las quemaduras posiblemente se hubiesen extendido a los dedos de los pies. Pero de ahí a pensar que habían tratado de imitar un Tapíes sobre ella había un largo camino.
Dwayne me había mostrado el vídeo, vídeo que mandé a la mierda sin darle ni una puta ojeada. Esta no era la clase de curiosidad que quería satisfacer sobre la mocosa. Por muy bastardo que fuese no iba a ser uno de los jodidos hijos de puta que se escondían cómodamente tras una pantalla para alimentarse de las desgracias de los demás. Malditos pervertidos, no eran mejor que los cabrones que le habían jodido de oreja a oreja a la mocosa. Eran unos mierdas que incrementaban las visualizaciones y engrandecían al enfermo cabrón que había marcado a una persona por simple diversión o placer. Todos ellos merecían morir. Y como la mierda que yo no iba a formar parte de ese grupo de basura.
— Sé que me quedé en shock cuando lo vi y trate por todos los medios de que no se reflejara en mi rostro para no incomodarla pero a ella no pareció importarle mi reacción. En cuanto a los nombres eran bastantes, sólo me fijé en el tuyo— asintió conforme con la información proporcionada—. Lo siento, Deuce. Debería haber prestado más atención.
— ¿Esto era lo que querías decirme?— pregunté, refiriéndome al día en que me dijo que tenía algo sobre la mocosa. El día en que me chantajeó para alimentarla.
Greeta asintió otra vez antes de empezar a hablar.
— Puede que ella no hable, no obstante puede que tampoco te haga falta su colaboración— intuyó por dónde quiere ir con esto—. Siempre que logres descifrar el significado que tienen esas marcas.
Como un jeroglífico esperando ser resuelto. Pero parar conseguir descifrar los códigos marcados con sangre de su cuerpo necesitaba verla de primera mano. Observarla con detalle e intentar comprenderlo para facilitarme la lectura y obtener lo que buscaba. Necesitaba verla yo mismo para seccionarme que no había cometido ningún puto error y que no se me había pasado ningún detalle por encima. No estaría seguro hasta comprobarlo yo mismo.
— Ahora mismo te besaría, Greeta.
Greeta se alejó con cara de espanto antes de empezar a reírse a carcajada limpia.
— No lo hagas. Sería raro, prácticamente te he criado— se levantó de la silla y se acercó nuevamente para acariciarme la mejilla—. Creo que lo he hecho fatal, eres tan condenadamente terco e irrespetuoso.
En sus ojos se reflejaba el orgullo de una madre mezclado con la tristeza de verlo jodido y ser incapaz de liberarlo de esas cadenas. Aunque Greeta no tenía la culpa, es más había movido cielo y tierra para ayudarme.
Pero nada en este mundo me salvará, estaba condenado.
Me levanté del sillón y la miré. Crucé y rompí la distancia que nos separaba y la encerré dentro de mis grandes brazos. Su cabeza descansaba en el hueco de mi cuello y sus brazos abrazaban mi espalda baja y con su mano derecha empezó a acariciar mi pelo. De la misma forma que lo hizo cuando llegué por primera vez al club, algunas cosas jamás cambiaban. Y una de ellas era Greeta.
— Mi bebé— dijo con ternura y calidez al separarnos—. Mi pobre, niño.
Noté algunas lágrimas en las esquinas de sus ojos que amenazan con salir y esa era mi señal para marcharme. Nunca se me había dado bien reconfortar a las mujeres. Lágrimas y Deuce no iban de la mano. No era de los cabrones que huían con el rabo entre las piernas pero tampoco de los que se quedaban. Prefiero evitar estas situaciones.
— Voy a ver a la mocosa— dije recuperando la compostura y me despedí dándole un beso en la frente.
— Alto vaquero— ordenó con seriedad—. Tómalo como un consejo tu tacto es la de un elefante, y tus pasos parecen dos edificios colisionandose constantemente. No conseguirás nada por la fuerza. Gánatela primero— opinó con determinación.
Las comisuras de mis labios se alzaron en un sonrisa fugaz. Lo que resultaba cómico como la mierda teniendo en cuenta la seriedad del rostro de Greeta. La vieja no se andaba con tonterías.
— Ten cuidado, no olvides que se metió por voluntad propia dentro de la boca del lobo.
Sé eso, como la mierda que lo sé. Sé que no debería menospreciar las habilidades y las capacidades de la mocosa. Pero esperaba por mi propio bien y el de los míos, que fuera débil y que esa fortaleza que mostraba solo fuera una maldita fachada, una máscara para ocultar sus debilidades. Rezaría porque así fuera, era la única manera que tendría de quebrarla hasta las huesos.
— No me infravalores— dije sin la seguridad que tenía hace unos minutos.
Greeta se río, alzando la mandíbula con altanería como si supiese algo más de la mocosa que yo no sabía.
— No la subestimes entonces y no me tendré que preocupar.
Que hasta Greeta fuera consciente del peligro que suponía la presencia de Brooklyn era malo. Sería cuestión de tiempo antes de que tuviera que actuar y deshacerme del problema. Esperaba tener tiempo suficiente para obtener lo que buscaba antes de matarla.
— Te gusta la mocosa— solté más para mí mismo que para ella.
No quería que se encariñase con ella, su estancia en el club no se alargará más de unas semanas. Y no quería que lo que fuera que sintiera por la mocosa se interpusiese en mi camino.
— Es una buena chica, se ve a leguas que ha tenido una vida difícil quiero ahorrarle el mal trago innecesario— Greeta no lo negó en ningún momento confirmando mis sospechas—. Sé que adoras las complicaciones, eras así desde pequeño. Pero no actúes como sueles hacerlo, ella es otra víctima más.
— Sabes mejor que nadie que necesito hacer esto. La mocosa es la clave para desmantelar a Jiménez. La llave para cumplir mi...
— Lo sé— me interrumpió con la mirada dolida. Estaba seguro que estaba harta de verme así por algo que ocurrió hace tanto tiempo, pero no podía solo dejarlo estar. No podía hacer borrón y cuenta nueva—. Lo he visto, todos los años perdidos, la cantidad inhumana de sacrificios que has hecho y todo ese resentimiento que pudre tu noble corazón y se extiende a través de tus extremidades. Espero que al final merezca la pena.
Su vomito verbal era una jodida mierda descriptiva que había logrado resumir la vida que había escogido y por la que había apostado esta última década. Sin arrepentimientos de por medio, estaba orgulloso y más ahora que estaba tan cerca de lograr mi objetivo. Por fin después de tantos años había logrado acercarme lo suficiente a los Jiménez, tenía en mi posesión a nada más y nada menos que la arma más mortífera de la colección de Victor.
Brooklyn Lies era una completa zorra en peligro de extinción. Una hija de puta que parecía ocultar demasiados misterios y que despertaban en mi una vena inhumana por destaparlos.
— Lo valdrá.
Estaba dispuesto a pagar cualquier precio incluso si la vida de la mocosa estaba en juego.
El capítulo no es el mejor ni el más entretenido, diría incluso que es aburrido pero lo he visto necesito para presentaros la pedazo mujer que es Greeta.
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