Capitulo 2
—¿Qué hacemos con la niña, prez?— giré la cabeza en su dirección y la ví atada y con su mal hablada boca amordazada aunque eso no evitó que pataleará para librarse.
—Metedla en una habitación libre del ala oeste, que nadie a parte de Greeta entre— advertí, ellos sabían que lo que realmente quería decir es que no se la follarán.
Suficiente tenía el club como para permitirse el lujo de añadir pederastia a la larga lista de cargos. Mi mirada quedó clavada en Hell, el hombre que había practicado sexo con todo ser humano ya fuera vivo o muerto, repugnante.
—Estaré hundido de mierda pero no jodo a niñas.
Le palmeé el hombro—. Es bueno saberlo Hell. Tiene casi la edad de mi hermana y no me gustaría enterarme que un degenerado le ha metido su polla a no ser que después, este quiera acabar con su mierda echa pedazos. Y esto va por todos.
Capté a un Rhett con mala cara llevándose a la niña, mientras los otros se iban a la sala con las chicas. Dejándole el peso muerto, y al chaval no le hacía ni puta gracia ser la niñera de nadie y menos de la vacilona.
Cuando entré las chicas ya estaban sobre mis chicos complaciéndoles a base de sexo y alcohol. Era un hombre con necesidades que de vez en cuando necesitaba acción, y con toda la mierda de esta noche la merecía. Observé con detalle a las chicas del club, cabía decir que lo había hecho con cada una de ellas, en todas las posiciones posibles y en cualquier lugar inimaginable; así que ciertamente esto resultaba una caza de lo más aburrida.
Las chicas no eran nada del otro mundo, y el conjunto de olores de humo de cigarrillos mezclado con alcohol y perfume barato que traían encima, no me provocaba precisamente una erección. Es más, hacían que mi polla siguiera en ese estado de flacidez.
Y volver a casa para follarme a Tara no era una opción. Vaya mierda, tendría que conformarme con tirarme el coño complicado de Sydney. Si no fuera por su jodida idea de nosotros acabando como una familia feliz y yo queriéndola más que un contenedor donde hundir mi mierda, hasta la apreciaría. Para mi jodida desgracia, la tía había leído demasiados libros en su vida y trastornaba lo que realmente le decía a lo que ella quería oír. Jodida loca con esas tetas follables.
Le dirigí una fugaz mirada, se encontraba sobre el polvoriento sofá teniendo sexo con ropa. Ella lo entendió y se levantó de la polla de Clayton para hundirse en la mía una vez llegáramos.
Pasó por delante de mi guiñándome el ojo.
—Adelante— le ordené llevándola hacia el despacho y golpeándola en su jodido y asesino culo.
Sydney podía ser un grano en el trasero, pero la zorra sabía cómo moverse y utilizar sus técnicas para sacudirse como un jodido trozo de gelatina.
Una vez dentro, no perdió el tiempo. Se había desecho de la camisa por el camino: las bragas y el sujetador habían desaparecido con ella también. Le había visto tantas veces desnuda que mi polla no se encontraba nada sorprendida de lo que veía. Bueno, puede que sus tetas estuvieran más caídas que la última vez que había estado con ella, pero a quién podía culpar, la mayoría de los chicos la follaban solo por sus grandes amigas.
La perra se acercó con la intención de aplastar su boca con la mía y la detuve. Siempre la misma historia. Pero qué demonios... ¿se creía que esto era la Bella durmiente? Sólo era una follada sin contacto físico. Además de mi polla en su coño.
Y definitivamente solo la idea de poner mi boca donde sabía que muchas otras bocas y penes habían estado...
«No gracias».
Estaba perdiendo las ganas por el asqueroso pensamiento y estaba dispuesto a mandarla a la mierda y complacerme a mismo con la mano derecha. Entonces la perra cayó al suelo y deslizó mis pantalones hasta los tobillos en un cerrar de ojos. Sydney me había agarrado la polla y se la había metido en su boca de una estocada sin juegos previos, ahí chupando como un jodido vampiro hambriento. Su coño podía no ser apetecible pero su boca era otro cosa.
«Santa mierda».
Cerré en mi puño su rubia melena, y moví mis caderas de adelante hacía atrás adquiriendo más velocidad con cada movimiento. Joder, esa lengua, se sentía tan jodidamente bien.
Era la primera vez en el día que sentía que algo saldría como quería y que podría conseguir una buena follada.
Entonces escuché a la niña del demonio gritar y aunque el grito era débil y estaba amortiguado por alguna cosa, resultaba desgarrador.
—Joder, es que ya ni se puede follar tranquilo— maldije, separando la boca de Sydney de mi polla antes de poder siquiera venirme.
Me cagó en la puta madre que parió a aquellos estúpidos. Me estaban pidiendo a gritos que hiciera pedazos sus pollas y les volará la tapa de los sesos.
—Puedes irte— dije subiéndome los pantalones dolorosamente. Iba a despertarme con un grave problema de bolas azules y todo por esa niña.
—¿Y mi recompensa?— la miré. Es cierto que había hecho un buen trabajo con su boca, pero ni loco iba a meter mi lengua en su coño.
—Sabes dónde está la puerta, cuando vuelva no quiero malditamente encontrarte dentro.
Cerré de un golpe la puerta y me dirigí a la ala oeste, hoy iban a rodar cabezas. Si lo miraba desde otro punto de vista no estaba mal, podría desquiciarme por lo ocurrido hoy, con los novatos que no supieron mantener su bragueta cerrada.
Los chicos estaban ahí agrupados; algunos aplaudiendo y silbando por más acción y otros parados como cabrones haciéndose lo más seguro una paja mental.
—Os digo que no os la folléis y que hacéis? Follarla. ¿Que os creéis que soy? ¿mujer? Cuando digo algo no es para que hagáis lo que os venga por culo. Pero nada, vamos a fingir que Deuce no tiene polla sino coño.
—Cálmate, Prez— solo hablaban no hacían una mierda. Al menos eran inteligentes al no detenerme.
Algunos de mis hombres trataron de esconder a Hell, desgraciadamente para ellos la mierda se olía de lejos.
—Lo voy a hacer— concuerdo con el puto lame culos—. Marcadle— le miré— ¿Con que las niñas no, no? Te voy a dar el privilegio de escoger qué prefieres: ¿fuego o cuchillo?
—Vamos prez, no es para tanto. Solo ha sido una broma de bienvenida— se excusó subiéndose la bragueta del pantalón.
—Sino quieres que lo nuestro sea una de despedida, vas a contestarme ahora, viejo— escupí.
—Fuego.
—Buena elección— algunos de los chicos silbaban pidiendo sangre. Yo solo pedía que me dejarán follar tranquilo y que nadie me interrumpiese, pero que le íbamos a hacer la vida era una perra.
Miré a mis hombres, todos deseando darle una lección en cambio, los novatos deseando no ser llamados: putos cobardes.
—Rhett— lo visualicé, era nuevo pero a diferencia de sus colegas desbordaba fiereza.
Dieciocho años pero con sus puños metálicos prometía grandes cosas.
—No te preocupes Deuce. Yo me encargo— antes de darme la espalda, sonríe—. No sabes cuánto lo voy a disfrutar.
En el instante en que Rhett desapareció arrastrando al viejo, el séquito de marujas sin vida le siguen.
—No me mires con esos salvajes ojos, niña— exigí aunque era una estúpidez cuando ni con una pistola en su cabeza hacía lo que le pedías—. No lo he hecho por ti si eso es lo que ronda por tu jodida cabeza. Ese viejo lleva molestándome desde hace tiempo— le quité la venda de la boca.
Mala decisión pensé. Demasiado tarde para arrepentirse.
—¿Sabías que vendría a por mí?— no era una pregunta sonaba más como una afirmación.
—Era muy predecible.
"El lobo cae en la madriguera" ese dicho definía a Hell perfectamente.
—Sobre todo cuando le gusta probar la nueva mercancía— añadí más leña al fuego cuando decidí apartarle un mechón de pelo que se interponía en su visión.
Mi acercamiento no pareció gustarle mucho, reí. Divertida e Interesante, no me iba a aburrir.
—Eres un capullo enfermo.
—Uno inteligente también— me encogí de hombros.
Una señora con caminar sonriente y una bandeja demasiado rosa, apareció pisando el oscuro pasillo como si se tratase de un arcoiris y no lo que realmente era. Una casa de delincuentes.
Cada vez me sorprendía más Greeta.
La anciana era la alegría personificada, la mujer más optimista y amorosa que conocía. La vieja chocha se hacía querer.
Cuanto estaba lo suficientemente cerca, le dejé las respectivas indicaciones: — Greeta por tu bien espero que mantengas los ojos en ella— asintió dócilmente—. Si algún hermano o novato se acerca con intenciones de joder avísame y le daré un poco de su propia medicina.
Antes de responderme le dio una rápida mirada a la niña aún amordazada pero ahora sin la venda en su boca.
— Deuce, esto es peligroso sin quitar el hecho de que es una civil y no parece siquiera que haya cumplido ni los quince. Es solo una niña.
Eso último sonaba como una maldita recriminación, demasiada fe tenía, si creía que la iba a dejar libre. La jodida mocosa se quedaba.
— Tengo dieciocho para vuestra información, panda de morteros sin educación— gritó para nada contenta con la situación.
Maldito grano en el trasero.
— ¡Jodida mocosa!— maldije—, si tuvieras tetas y culo no te hubiéramos etiquetado de niña.
Estaba por salir pero las palabras de la mocosa me lo impidieron.
— Siento mucho que mi crecimiento se haya estancado y no haya desarrollado más mi pecho, me disculpo por ser una tabla de planchar— escupió con sarcasmo—. Como que no me voy a disculpar por eso, es más, doy gracias porque así los enfermos como tú no me tocan.
Alzó las cejas y me acerco a ella.
— Cariño amarías que te follara, jodidamente suplicarías por tener mi polla en tu coño nena.
— Cuando los cerdos vuelen- contesta rápidamente y fingiendo una mueca de asco, o bueno eso creo.
Sonrío, recordando un viejo anuncio.
-Al parecer tú nunca viste el anuncio de red bull[1], puede que te lo ponga solo para que te comas tus palabras o otra cosa si lo prefieres— dije solo para molestarla.
— Eres un cabrón.
— Si no quieres acabar sin esa bonita cabeza sobre tu cuello, no seguirás por ese camino mocosa.
Sostuve su cuello con la mano derecha y sabía que en el instante en que ejerciera más fuerza sobre ella, no solo le dificultaría la respiración sino que mis dedos dejarían una marca en su piel marfil; ahora manchada.
— Amenazas sin fundamento soltadas por el típico modelo de chico malo tatuado hasta los huevos pero que al final resulta ser un pan de dios— dijo con burla—. Follarás con todo coño abierto que se te cruce y como no, caerás bajo las redes de una tonta inocente virgen— fingió mirar entre sus manos que formaban una bola invisible—. La historia de tu vida, sino es que acabas antes con un balazo en tu cabeza.
Apreté el agarre sobre su cuello y escuché a la perfección sus arcadas, que eran música para mis oídos.
— Debería llevarte a la tele y que te pongan como vidente matutina, parece que tienes madera para soltar gillipolleces que muchos pagarían.
— Suélt...suéltame mamonazo— exigió, entrecortadamente clavando sus uñas en mi brazo, que resultaban ser solo un mero masaje para mí.
— No te disparé, mocosa. Pero no tientes a la suerte. Mi cargador está lleno y no querrás ser el blanco de mis balas— la empujé contra la pared golpeándola con el cabecillo de la cama.
— Deuce— bramó horrorizada Greeta.
— Controla a la niña— le ordené.
Habían tres cosas que no iba a permitir en mi club. Una que mi reinado se fuera al desagüe solo porque mis chicos no pudieron mantener la bragueta cerrada y se metieron en la cama de alguna de las mujeres de mis hermanos. Trayendo peleas innecesarias durante el proceso por un coño abierto. Dos, no iba a permitir la mierda de violar mujeres; ni dentro de mi club, ni fuera; ni por muy putas que fueran, siempre con su consentimiento y el condón en sus penes. Y tres, definitivamente no acatar mis órdenes implicaba traición y eso se pagaba caro.
Y gracias a Hell todos tendrían el placer de comprobarlo. Hacerles saber que los años no me volvían más débil –aunque dejar a la niña viva causó el efecto contrario– sino un hombre que era muy consciente de la mierda en la que estaba hundido, que cada día ansiaba más la venganza; al que no le importaba cuantos cadáveres pisar hasta conseguirlo.
Más salvaje.
Más sucio.
Para cuando llegué, el viejo estaba sollozando por la paliza que le estaba dando el novato. Hell fue un gran adversario en su juventud, una pena que cambiará sus puños de acero por malos hábitos como lo eran; una cerveza en su mano izquierda, un donut en su boca y una teta en su mano derecha, y su cintura rodeada por largas piernas que podrían haber sido de su hija. Preferiría suicidarme a acabar diecinueve años después como él, una réplica de Homer Simpson versión degenerado; de cuarenta y cinco años y con una barriga de risa.
— Oh, Hell me decepcionaste. Pedazo de mierda miserable no sabía que gritabas como marica.
— Me las vas a pa...—antes de que terminará la frase mis chicos ya habían desenfundado sus armas y estaban apuntándolo directo en la cabeza.
—Parece que la edad no te hizo más sabio, amigo— argumentó con retintín.
Él levantó la mirada para abrir su boca y desgraciadamente no había sido lo más inteligente— Debí matarte cuando tuve la oportunidad.
Me detuve abruptamente cuando soltó esa mierda. Todos los de mi alrededor se quedaron callados, esperando a como tenía pensado hacerle pagar. Sabían que Hell había pisado una maldita mina al sacar el tema a la luz y que ni el diablo le sacaría de esta.
Viejo, cavaste tu propia tumba.
— Te aconsejo, como el hermano que alguna vez te consideré, que cierres esa maldita boca sino quieres acabar con una polla en tu jodido culo enfermo.
Divisé a mi mano derecha a un lado de la sala conversando con mi jefe de armas.
— Zach— ladré.
Zach ya se había alejado de todos, sacando el móvil—. En ello, prez— dijo finalmente dirigiéndose hacia la salida.
Sonreí fríamente. El juego estaba por empezar.
Diez minutos después, lo único que se escuchaba eran los gritos y los aullidos de Hell. Los chicos estaban callados sin silbidos de por medio, algo que agradecía, todo por el bien de poder disfrutar mejor del espectáculo.
— Esto no era parte del castigo. ¡Joder! ¡Por dios! ¡Loco hijo de pu...— el resto de las palabras salieron en sonidos incoherentes y sofocados.
— Hell, viejo amigo. Esto fue algo personal, solo estás recibiendo lo que te mereces— retorcí con más precisión las pinzas sobre sus dientes y el sonido de los huesos crujiendo se hizo inminente. El diente salió y lo dejé caer en el suelo en busca de arrancarle el siguiente.
El viejo se ahogó con la sangre que estaba drenando su boca a causa de mi arrebato de rabia. Su cuerpo se sacudió violentamente como un pez fuera del agua en el momento en el que el fuego hizo contacto con él. Rhett me dio una sonrisa ladeada mientras aumentaba la temperatura. Era un chico que disfrutaba haciendo justícia pero a su manera.
Hell empezó a cerrar los ojos con cansancio y dolor, contando los segundos que quedaban para que su tortura acabará. Pero aún no había terminado y no estaba pensando en soltarlo y dejarlo ir tan fácilmente. Luego le sacaría cada una de las uñas.
— Yo...no la volveré a tocar.
«Jodidamente que no lo volvería a hacer».
Gruñí internamente.
— ¡Lo juro, demonios! No volveré a intentar follármela. ¡Ahora suéltame!— más que una súplica sonaba a una orden. Negué divertido.
Ahora río por su intento de disculpa, su loca ocurrencia de yo cobrando venganza solo por el honor de la mocosa. Realmente, él sabía cómo hacer reír a alguien de pena.
Yo no daba una mierda por la niñata. Ni ahora ni nunca.
Con mi mano cubierta de los restos de su sangre y protegida por el guante de látex, le hice una señal a Clayton. Él asintió antes de sacar mi navaja personalizada del gabinete de armas que teníamos y dármela.
— Genoveva— perdió todo el color de la cara—. ¿Cuántas veces le pusiste la mano encima?
Él pareció ciertamente desconcertado a tal punto que hizo que de verdad creyera en su actuación y dudará de mi mismo, de actor seguro que no se moriría de hambre.
—¡¿Cuántas veces?!
Como la persona generosa que era, le di la oportunidad de minimizar su dolor.
—¡¿D...de que mierdas estás hablando te...volviste loco?!
—Mírame bien, Hell— le agarré del cuello y lo hice girar para que me mirará directamente, ahora me observaba con su cara aterrorizada—. Porque esta será la última cara que verás cuando te haya sacado cada uña de tu jodido cuerpo, para después descuartizarte todos los dedos uno a uno y lo mejor para el final. Voy hacer desaparecer a eso a lo que le haces llamar polla- apreté su mandíbula más fuerte.
Su semblante cada vez se volvía más miedoso y empezaba a temblar. Nunca observar a Hell había resultado satisfactorio o entretenido, hasta hoy.
Sin pestañear, enterré el filo de la navaja dentro de su dedo y al compás de sus gritos saqué la primera uña sin piedad, quedaban nueve.
— ¡¿Cuántas veces?!—volví a repetir con impaciencia y preparado para seguir con mi trabajo si es que decidía mantener su sucia boca cerrada.
Se quedó callado.
Acerqué la navaja hacía su cara y la apreté contra su mejilla, tan profundamente que podía sentir el contorno de su mandíbula inferior. Luchó por alejarse no obstante eso, lo acercaba más a la llama flameante de Rhett y gritó por la sorpresa.
Trataba de hablar, le di una mirada rápida a Rhett para que se alejará y aflojé mi agarre sobre su mandíbula lo suficiente para dejarlo hablar.
—¡Yo...yo no lo sé...fueron pocas veces! ¡Ella me estaba provocando! Pidiéndome a gritos que la golpeara. Ella no me dejaba follarla hombre, ¿Que coño hubieras hecho tú?
Lo miré asqueado de ver en lo que se había convertido. Había pasado de ser mi modelo a seguir a un pedazo de mierda que no respetaba nada, ni siquiera a su mujer embarazada y mucho menos a la vida que llevaba dentro.
Entonces cogí la navaja y le corté el dedo donde llevaba el anillo del club. Sus gritos se hicieron inminentes en la habitación, di gracias a que las paredes estuvieran insonorizadas ya que aunque nuestro terreno estaba alejado del pueblo siempre había algún imbécil curioso, aunque sería lo mismo decir la ATF[2] lamiéndonos el puto trasero.
— Q...Q...¡Que demonios haces! ¡T...te lo he dicho todo!
— Olvidaste algo, a tu círculo le quedaban dos errores. Ya has sido marcado por no acatar mis órdenes e intentar follarte algo mío y ahora la segunda será por haber confesado que pateaste a tú mujer hasta provocarle un aborto.
Él pareció aturdido por escuchar la palabra aborto.
«Si, viejo mataste a tu hijo».
— Aunque creo que le hiciste un favor a ese bebé, nadie merece nacer en este mundo y tener por padre una mierda tan grande como tú— le di una última mirada antes de clavarle la navaja en el corazón y retorcerlo.
Zach entró por la puerta y asintió.
— Chicos, porque no hacéis desaparecer vuestra frustración con esta mugrienta bolsa— aullaron felices por la proposición, cada uno sacando su pertenecientes armas.
— Nos vemos en el infierno, viejo— murmuré para mí mismo.
— ¿Prez?— me llamó Rhett. Le vi con gotas de sangre esparcidas por todo su rostro.
En este momento debía tener el mismo aspecto que él o peor.
— Zach, ya se ha encargado. Los restos de ese pedazo de basura serán transportados al encinerador del sucio McGregor. Te lo encargo— fue lo único que solté antes de dar el último paso y desaparecer de su vista.
Durante mi camino de vuelta a mi despacho pensé en lo arriesgado que había sido el plan. Un error y no habría conseguido quitarme de encima al viejo sin contar que tendría el peso muerto de la mocosa a mis espaldas para nada.
No era de piedra, cierto. Si había podido prevenir que la niña no experimentará la desagradable experiencia de tener el mini pene del viejo dentro de ella, bien. Pero si Hell hubiera llevado su propósito acabo y la hubiera violado o matado, antes de que yo apareciera, yo podría seguir durmiendo tranquilo por las noches.
Soy un demonio sin corazón después de todo, nací así y moriré de la misma forma, siendo un capullo.
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[1] Red Bull: bebida energética.
[2] ATF: (Bureau of Alcohol, Tobacco, Firearms and Explosives) agencia federal de seguridad de los Estados Unidos, así como una organización dedicada a la regulación de las actividades en las que tiene jurisdicción.
Lo subo porque estaré todo esta semana estudiando para sele y la otra presentándome a las pruebas de selectividad.
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