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Capítulo 59

Apretando los ojos cerrados e inclinando la cabeza hacia un lado para tapársela con sus antebrazos, Adara se encogió todo lo que pudo, esperando que la bestia la embistiera. Sin embargo, en vez de escuchar el bum-bum de aquellas enormes patas al correr, lo que llegó a sus oídos fue el sonido del hielo al golpear una pared y un chillido de agonía.

-¡No lo mates, solo hazlo huir, Aaron! -exclamó uno de los adolescentes de quienes estaba huyendo y luego se dirigió a ella al darse cuenta de que lo estaba mirando-. No vayas a correr, no estamos aquí para hacerte daño, Adara. Solo queremos proteger a nuestra madre de los peligros que guarda Asgard para personas sin magia como tú. Pero no te preocupes, mamá, nosotros te amamos con o sin poderes.

La mujer sacudió la cabeza y dio un paso hacia atrás, pero las acciones del otro chico llamaron su atención. El tal Aaron había levantado una pared de fuego y se encontraba empujando al oso acorazado a la espesura más densa del bosque. Para cuando sus ojos retornaron al gemelo frente a ella, éste se hallaba tan cerca que, al alargar el brazo, pudo acariciarle la mejilla.

-No nos temas, mamá.

Sintiendo el calor de aquella mano blanca y negra sobre su mejilla, Adara intentó recordar quienes eran esos chiquillos. ¿De verdad era su madre? Algo en su interior le decía que ella los amaba, pero que no debía confiar en ellos. ¿Por qué? Lo único que recordaba es que habían llegado a ese lugar juntos y, luego, cuando el dolor comenzó, uno de ellos intentó hacerle algo. Fue ahí cuando se desató el miedo que la instó a huir, pero más allá del puro instinto, no sabía exactamente por qué debía huirles.

El otro chiquillo apareció, aparentemente habiendo espantado con éxito al oso acorazado, y se detuvo al lado de su hermano. Girando la cabeza hacia a su gemelo, sus miradas se cruzaron y una leve media sonrisa apareció en sus labios antes que le tendiera una mano.

-Ven, mamá, tenemos que buscar a papá.

Frunciendo el entrecejo ante aquellas palabras, intentó otra vez recordar quienes eran esos jóvenes, pero solo encontró dolor y nieblas dentro de su mente. No eran densas, sin embargo, cumplían su función de ocultarle la verdad e impedirle pensar con claridad a la perfección.

Llevó una mano a su pecho sin dejar de mirar aquella que le era ofrecida y su cuerpo tembló.

Ellos podían protegerla de animales como aquel oso acorazado, quizás debería...

-¡No lo hagas, sar'gek! ¡Ellos solo quieren apartarte de mí!

Tres cabezas se giraron hacia la fuente del llamado con expresiones variadas en sus rostros. Una era de incredulidad, la otra de enojo y la tercera, aquella más importante para el recién llegado, portaba una mezcla de sorpresa, alegría y temor en su hermoso rostro.

Una punzada de dolor atravesó el pecho y la cabeza de Adara simultáneamente, logrando que la niebla interfiriendo con sus procesos mentales desapareciera y apareciera como si se tratara de un fantasma luchando por su existencia. Imágenes de ese hombre con orejas picudas y tez ónix aparecían en sus pensamientos en los breves momentos en que la niebla desaparecía, haciendo obvio que esa cosa había sido puesta ahí para joder con su mente. ¿Pero por qué? ¿Quién era ese hombre para ella y por qué causaba que su pecho doliera cada vez que lo miraba? Casi se sentía como si su corazón quisiera saltar fuera de su pecho y correr hasta los brazos de aquel extraño.

-¿Quién eres?

Los ojos plateados del elfo oscuro se agrandaron y luego fueron tornándose brillosos con ese característico efecto que anuncia lágrimas a punto de derramarse antes de mover la cabeza y clavar aquellos divinos ojos sobre los niños. Estos últimos se plantaron frente a ella, bloqueando al extraño de su vista, sin embargo, lo oyó gritar algo en un idioma irreconocible para ella y uno de jovencitos fue lanzado por una fuerza invisible contra un árbol del grosor de su cintura, partiendo el tronco en dos por el impacto.

Ella ahogó un grito y el hombre volvió a clavar su mirada en ella, mas ahora sus orbes no eran plata, sino cromo con anillo rojizo rodeando la pupila. Un escalofrío involuntario le recorrió la espina dorsal. Algo le decía que ella conocía al monstruo que se ocultaba tras aquella intensa mirada.

-No los lastimes -imploró con voz temblorosa mientras veía el muchachito restante levantar las manos con las palmas abiertas, igual que si estuviera alzando una plegaria a los cielos, y enredaderas comenzaron a crecer del suelo, siguiendo su comando. Los ojos de la chica se llenaron de miedo y gritó—: ¡No peleen, por favor! 

Sin embargo, ninguno de los combatientes hizo caso de sus palabras. Las plantas del chico se fueron enrollando entre sí hasta formar dos picos de lanza que esperaban la orden de su creador flotando en sus flancos; al mismo tiempo, su oponente pronunció más palabras extrañas que lo volvieron invisible al instante.

Al ver esto, el niño gritó palabras sin sentido para la humana con una furia palpable en cada una de ellas y lanzó uno de sus proyectiles vegetales al lugar donde había estado parado el extraño. Para aumentar su creciente ira, no se escuchó ningún quejido o indicación alguna de que el arma hubiera alcanzado su marca.

Itagar observó al chiquillo rabiar bajo la protección del hechizo de invisibilidad y se acercó a este sin hacer ruido, cuidando que ni su respiración ni sus pisadas alertaran a su presa de su presencia. Esto te dolerá más a ti que a mí, mocoso engreído.

Sabiendo que el acto le ganaría la ira de su colmillo más tarde, el elfo golpeó al adolescente con un gancho contundente en la barbilla, que lo levantó varios centímetros del suelo y lo tiró inconsciente sobre una cama de hierba amarilla. Satisfecho con su trabajo, se acercó a su mortal con una media sonrisa en sus labios y unas ganas de besarla que le calaban en los huesos, cuando ella alzó su mano derecha y lo abofeteó, dejándole la sensación de cinco dedos ardiendo en la piel de su mejilla.

—Pedí que no los lastimara específicamente porque son solo unos jovencitos, ¿y usted los dejó inconscientes comoquiera? ¿Quién se cree que es? —clamó Adara, aguantándose los deseos de golpearlo de nuevo—. No sabré quienes son ni cómo llegué aquí, pero no necesitaba derramar la sangre de unos niños que solo desean una madre para salvarme.

—Te sigo hasta otro planeta para rescatarte de tus secuestradores y, ¿así es cómo me pagas?

—¿Quién es usted? —preguntó ella con un poco de temblor en la voz mientras daba un paso atrás.

—¿No has podido romper el hechizo todavía? —Aquellos ojos cromados se achicaron y una lengua rosada salió a humedecer los suculentos labios de su dueño—. Creo que entonces tendré que ayudarte a recordar —sentenció el drow, acortando la distancia entre ellos y agarrándola por ambos brazos para evitar que se le escapara. Le sostuvo aquella mirada azul cielo que tanto adoraba por un instante donde su lengua volvió a relamer sus labios y se inclinó sobre ella, moldeando sus labios a los de ella.

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N/A: Este capítulo hasta canción tiene. Disfruten 😘

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