Capítulo 32 ✔
-Es una pena que no pueda ver tus bonitos ojos. ¿De verdad el sol los lastima? -preguntó de repente con un brillo travieso en sus hermosos zafiros.
Itagar hizo un sonido animalístico en el fondo de su garganta, tragó el bocado de hamburguesa que se hallaba masticando y le devolvió la mirada a su sar'gek.
-Ya te lo dije antes, Adara. Los rayos solares directos causan que me arda la vista y duela la cabeza -Exhaló ruidosamente, liberando todo el aire de sus pulmones, y entornó los ojos sobre ella; gesto que su duendecilla no pudo apreciar debido a las gafas que protegían sus sensitivos irises del sol-. Créeme, es algo muy parecido a que un lagarto gigante te mastique el cráneo. Nada divertido.
La chica se tapó la boca de inmediato y sus hermosos ojos azules se achicaron al intentar luchar contra el deseo de reírse, el cual ya le sacudía los hombros. Sin embargo, su lucha fue en vano pues una carcajada se liberó y luego otra y otra hasta que ya no pudo parar. Cerrando los ojos a la misma vez que lanzaba la cabeza para atrás, Adara rió con ganas, con la felicidad de alguien que no encontraba un motivo para reír en meses. La acción logró que el gran sombrero negro que llevaba puesto para taparse el rostro del sol comenzara a resbalarse de su cabeza y tuviera que controlar su risa para apresurarse a atraparlo antes que cayera al suelo.
Con un brazo sujetando el sombrero en su lugar, Adara retornó su mirada al elfo con el mentón levemente alzado y una resplandeciente sonrisa en sus labios.
-Lo dices como si de verdad un lagarto gigante te hubiera intentado comer la cabeza -mencionó mientras los restos de su diversión cambiaban el tono de su voz.
Itagar, quien se había quedado embelesado mirándola, parpadeó y retornó a su plato la olvidada hamburguesa en sus manos. Se veía tan bella, tan luminosa, tan inocente con aquellos hoyuelos enmarcando su deliciosa boca que no podía más que añorar tocarla una vez más.
-Si hubiera sido tan solo uno no habría sido tan complicado liberarme.
-Aww -Ella hizo pucheros y sus ojos reflejaron una compasión totalmente fingida antes que palmeara el espacio a su lado en el sofá de dos plazas-. Ven. Siéntate aquí a mi lado para que te mime.
Itagar sacudió su cabeza y una media sonrisa acudió a sus labios. Su niña había retornado a ser la atrevida y traviesa duendecilla que lo esclavizó desde aquel primer beso en Svartálfaheim. Los latidos de su corazón se aceleraron, logrando que su respiración sonara más fuerte de lo normal mientras rodeaba la mesa de café que los separaba y tomaba asiento al lado de ella. Sentado en el borde del sofá, sus músculos se tensaron al instante que Adara se movió más cerca, girándose hacia él de forma que podía poder una pierna sobre las de él sin perder su comodidad.
Aquellas manos femeninas se deslizaron sobre sus bíceps, quemando un camino a través de la camiseta que envió lengüetas de fuego directo a su entrepierna, hasta posarse sobre sus hombros y halarlo hacia ella. Su mejilla quedó justo debajo de la clavícula de ella, haciendo que su boca se aguara. Aquella tersa piel lo llamaba, avivando las llamas en su interior y rogando porque él la llenara de besos. ¡Oh, y cuánto deseaba hacerlo! Sin embargo, temía que una movida así solo lograra retraerla en su interior de nuevo.
Hazlo. Bésala. Ella cederá ante nuestro deseo. Su bestia gruñó, aferrándose a los barrotes de su celda.
No. Solo si le permitía a su sar'gek dar el primer paso, su relación tendría un futuro. Fuera como fuera, él tenía que soportar la tentación.
-Adara, estas jugando un juego muy peligroso -le advirtió con la voz ronca por el deseo, pero sin moverse de la incómoda posición en la que se hallaba.
Como si buscara quemarse, en vez de escuchar su advertencia y soltarlo, su colmillo soltó una risilla y comenzó a hundir los dedos entre su cabello, trazando pequeños círculos sobre su cuero cabelludo en búsqueda de algo en específico.
-No seas gruñón y aprovecha el momento -lo regañó en un tono juguetón para luego susurrarle en uno serio que reflejaba matices de añoranza-: Extrañaba tu piel contra la mía -Percibió como el hombre sobre ella se tensó, sin embargo, no le dio tiempo a reaccionar antes de cambiar el tema-. ¿Dónde están las cicatrices que estos supuestos lagartos gigantes deberían haberte dejado? No siento ninguna.
-No las verás en esta forma -dijo Itagar, alejándose de ella para luego cerrar los ojos y sacudir la cabeza, mostrando una media sonrisa en sus labios. Su niña continuaba siendo toda una provocadora-. Aunque en la cabeza las heridas causadas por aquellos lagartos nunca fueron profundas así que no dejaron cicatrices; sin embargo, si quedaron marcas en otros lugares.
-¿Me las mostrarías luego? -preguntó Adara, deseando poder ver los hermosos irises plateados de él que se escondían tras aquellas gafas oscuras; lo único de su amado que había permanecido igual al tomar una apariencia humana.
-¿Estás preparada para verme desnudo y que mi cuerpo reaccione a tu mirada? Porque eso es lo que pasará.
Recordándolo dormido, con su leve erección tapada a su vista solo por la frisa que ella le dio, la chica llenó sus pulmones de aire y entretuvo sus nerviosas manos tomando un mechón del cabello cenizo que él lucía en aquellos momentos para luego acariciarse el rostro con las sedosas hebras. Eran tan sobrenaturalmente suaves al tacto, logrando que se perdiera en la sensación electrificante que la recorría cada vez rozaba el mechón contra sus labios. Podría decirse que se sintió en las nubes hasta que recordó la conversación y la pregunta que su elfo le hizo. Estaba segura de que él ya no esperaba una respuesta cuando ella le soltó:
-Tu forma humana parece no liberar mis malos recuerdos de su cofre -confesó con timidez, pero sin dejar de observarlo.
-Pero esta no es mi verdadera piel, no deberías acostumbrarte a ella -Itagar apretó la mandíbula y se levantó bruscamente. Por un momento, permaneció parado al frente del sofá, indeciso entre qué acción tomar mas antes que se convenciera de retomar su asiento, se alejó del lugar en largas zancadas y entró en la casa sin pronunciar otra palabra.
Si quería convencer a su colmillo que volviera a Svartálfaheim era imperativo que ella volviera a confiar en él luciendo como un drow no como un humano. Aunque complicara más las cosas, ella debía enfrentar sus miedos o nunca superaría su violación.
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