Seis
Seis
Naruto empujó el carro mientras caminaba por el mercado para comprar los víveres de esa semana. Sentía varias miradas en su espalda, pero no les daba importancia. No conocía a nadie allí, el lugar tenía una pequeña población, dónde se conocían todos y no le parecía extraño que lo observarán de reojo.
Se rascó la barba desprolija mientras miraba los artículos de limpieza. Había usado todo lo que había llevado y aún le faltaban dos habitaciones de arriba para limpiar. Un escalofrío bajó por su columna cuando pensó en la habitación principal. Aún no la había limpiado, desde esa primera noche, casi había evitado ingresar allí. Las pocas veces que lo había hecho, una sensación de soledad y tristeza lo embargaba. Ya era bastante con sus propios sentimientos, para tener que sobrellevarlos sin alcohol. Cada vez que lo hacía, terminaba bebiendo más de la costumbre esa noche.
Tomó todo lo que necesitaba y se movió hacia el siguiente pasillo.
— Naruto...
Él se detuvo al sentir ese susurro cerca de él, parecía un llamado sueve ... Casi parecía un suave murmullo de una amante ansiosa por verlo. Se volteo, buscando la fuente de la voz, pero no vio a nadie cerca. Frunció el ceño mientras se quedaba allí unos minutos y luego negaba con la cabeza para volver a lo que estaba haciendo.
Se detuvo en el pasillo de los utensilios de la cocina y buscó pequeñas cucharas. Él había llevabado casi media docena de ellas, pero no había ninguna en su cajón. Le parecía extraño, pero probablemente las había agarrado en algún momento, estando borracho y las habría dejado por allí. Tomó media doce más y las dejó en el carrito de compras. Creía que tenía todo lo que necesitaría esa semana y se movió a la caja, sintiéndose cada vez más observado.
Una pareja de chicas pasaron por al lado de él, en el pasillo. Notó la mirada de ellas en él y sonrió de manera amigable e hizo un pequeño moviento con la cabeza de saludo. Ellas parecieron un poco perturbadas por eso y pasaron por al lado de él rápidamente y sin mirarlo ni devolverle el saludo. Naruto suspiró.
— Buenos días— sonrió a la anciana cajera cuando llegó para poner todas las cosas que iba a comprar en la cinta.
— Buenos días, jovencito— le saludó ella de manera amigable.
Naruto no estaba del mejor humor, tendría que limpiar la habitación principal apenas llegará a la casa y eso lo tenía de un humor un poco sombrío. También estaba algo distraído, pero podía sentir esa mirada en él. Miró sobre su hombro, encontrando a una mujer de mediana edad que también lo observaba. Pero como la mayoría, ella desvío la mirada cuando se fijó en la mujer.
Frunció el ceño y volvió el rostro al frente, preguntándose si tal vez tenía aspecto de un hombre algo loco. Se rascó la barba y creyó que tal vez parecía a un asesino serial para estás tranquilas personas. No podía culparlos, su barba larga y su cabello indomable no eran la mejor imágen.
—¿Usted es el hijo de Minato, verdad?— preguntó la cajera mientras pasaba sus productos.
Naruto se movió al otro lado de la cinta para empezar a guardar en su mochila las cosas que había comprando. Pero esa pregunta detuvo sus movimientos. Miró a la mujer, que seguía pasando productos tras productos.
— Si, lo soy— contestó volviendo a guardar sus cosas lo más rápido posible.
La cajera le sonrió y le dijo el costo de su compra total. Naruto sacó si billetera para pagar con efectivo.
— Lamento lo que le sucedió a Minato. Le habían advertido que eso terminaría en desastre..
Naruto se quedó congelado mirando a la mujer, con el dinero en la mano.
—¿Disculpe?— preguntó él con la voz profunda.
— Kushina llevaba la desgracia en su sangre—, dijo de manera suave, su sonrisa nunca vaciló—. Se le advirtió que no llegaría a buen puerto.
Naruto apretó los labios mientras tomaba el dinero de manera poco suave de los dedos de la anciana. Se colgó la mochila en un hombro mientras miraba a la mujer, sin saber cómo contestar sin ser un mal educado. Prefiero mantener silencio y se dio media vuelta para irse.
— No cometas el mismo error, joven—, dijo la anciana su voz un poco más profunda que antes, logrando que se detuviera de golpe.
Él la observo desde arriba de su hombro, sin entender lo que quería decir. La mujer lo miraba seriamente, se convenció que tal vez la vieja está loca y sólo asintió.
Salió de la tienda, agradeciendo el día templado de otoño. Sonrió al ver su cachorro dentro de su camioneta, mirándolo ansioso para que entrara y lo llevará a la casa de nuevo. Y aunque parecía extraño, él también.
Se sintió fuera de lugar en ese pueblo, y deseaba volver a la soledad de su terreno y la tranquilidad de su casa...
Aunque allí también se sintiera observado..
Continuará...
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