PRÓLOGO
“Juro que te había olvidado,
Juro que te perdoné hasta lo imperdonable con tal de no volver a verte”
La respiración era cada vez más acelerada, su cabello se adhería a su frente por el sudor que corría en ella, su entrecejo fruncido y sus venas remarcadas le recordaban la melancolía que lo hacía trasnochar siempre. Por su torso desnudo rodaban varias gotas de sudor que trataba de limpiar con sus manos temblorosas.
Encendió la lámpara que estaba sobre la mesita de noche, esperando que aquella claridad borrara lo que acababa de pasar, tomó de un solo sorbo el vaso de agua al lado de la lamparita de noche, desvaneciendo la sequedad de su garganta, pero aún así, permaneciendo ahí el nudo que se formaba en ella por tener que soportar seguir reviviendo en sus sueños su pasado. .
Entonces aquél tic volvió a él, rascar su antebrazo hasta hacer una herida con sus uñas, hasta que el ardor en la zona mandara a su cerebro a parar aquella acción.
En otras instancias aquello era absurdo, recordar su adolescencia en el instituto cuando era maltratado por un grupo de chicos, pero esque simplemente la crueldad de ellos traspasaba cualquier bullying leve. Se dejó caer nuevamente en las sábanas, recordando. Recordando otra vez aquellos malos momentos...
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Trataba con todas sus fuerzas respirar cada vez que su cabeza lograba salir del agua, trataba de no pensar y mantenerse calmado para que los nervios no le impidieran sacar el poco aire que lograba recolectar en sus pulmones para no ahogarse.
Pero era inútil, por más que rogó en su momento esos chicos no tenían piedad alguna. Reían y se burlaban mientras su cuerpo de a poco perdía oxígeno y se dejaba hacer mientras el chico que lo sostenía lo dejaba caer al suelo.
—Este imbécil, no aguanta nada… pronto no podremos divertirnos contigo si sigues siendo así de débil.
La tos se apoderó de él hasta raspar su garganta, la nieve caía y el frío empezaba a helar su piel al estar empapada.
Su labio empezó a temblar, y su respiración a ralentizarse. Las lágrimas empezaron a caer al pensar que en cualquier momento podría morir.
Los golpes y patadas empezaron en su delgado cuerpo, mientras solo lo cubría una camiseta y sus pantalones. Su abrigo, su bufanda y sus guantes le habían sido quitados y tirados lejos de él.
El momento de rendirse había llegado, como cada vez que eso mismo pasaba, siempre creía que era el fin, solo para que sus heridas y moretones sanaran y tiempo después aquello volviera a pasar.
Cerró sus ojos, llevándose consigo la última imagen que sus ojos pudieron enfocar. A él, sentado en una banca, observando sin siquiera tener la mínima intención de detener a sus amigos. Detalló sus labios, su rostro angelical, su sonrisa, su cabello bailando por el frío viento. Todo él. La última imagen que vio en dos semanas antes de desmayarse y ser internado en un hospital.
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Caminaba imperturbable, mientras sus "lacayos" como él los llamaba, le hacían reverencia y corrían atemorizados hasta sus puestos de trabajo. Con cada pisada que daba con su zapatilla de tacón dejaba saber su sólida presencia.
—Buenos días señor Min. Aquí tengo su agenda de hoy —dijo su secretaria a su lado, caminando al mismo ritmo de él.
De todos sus empleado, ella era la única que Yoongi podría decir que no era tan incompetente.
—Te quiero en mi oficina en cinco minutos ¿Programaste la reunión con Kim para hoy?
—Así es señor, estarán Kim, Jung y Jeon.
—De acuerdo. Veremos lo de Media Luna después ¿Cómo va el proyecto?
—¿Señor?—el llamado de la mujer le alertó que no era bueno lo que saldría de sus labios.
—¿Qué?
—El arquitecto se quejó del diseño, dice que es imposible llevarlo a cabo.
Yoongi chasqueó su lengua con molestia, una risa sarcástica se dibujó en sus labios al tiempo que encendía un cigarrillo en sus labios, ahí enfrente de todos sus lacayos.
—Idiotas, no entiendo para que estudian una carrera como esta si no van a tener imaginación —suspiró cansado —. Tráelo ante mí.
La mujer asintió y Yoongi ingresó a su oficina, en donde cientos de papeles le esperaban para ser revisados, se instaló y exactamente cinco minutos después su secretaria entró sin avisar, poniéndose de pie frente al escritorio de su jefe. Pues era la única que podía ingresar a la oficina además de Yoongi, solo la huella de ambos permanecía en el tablero digital de acceso.
—¿Llegó el nuevo material?
—Así es señor— respondió tendiéndole un papel —. Aquí tiene la proforma con los gastos incurridos, debe firmar para hacer saber que está de acuerdo.
—Excelente
—Además, una de las maquinarias se averió en el proyecto al orilla de la playa de MoonBeach.
—Consigue una nueva si no tiene reparo. Llama al ingeniero para que vea el problema ¿Algo más?
—No señor Min, eso es todo.
—Bien... Retírate, y si algún problema surge llámame, estaré con el papeleo.
La mujer sonrió y se fue, ella era la única que podía entablar una conversación con aquél hombre al que todos apodaban como el hombre de piedra o el Iceman, cualquiera de los dos apodos describían a la perfección su amargo carácter.
Yoongi se encontraba formando y escribiendo algunas notas, cuando su celular privado empezó a sonar sacándolo de su burbuja de concentración. Sin mirar quién, contestó, teniendo la vista aún en una las cláusulas de un absurdo contrato que debía firmar.
—¿Hola?
—Muy buenos días señor Min —escuchar la voz de esa mujer era grato, sonrió.
—Buenos días linda ¿A qué se debe esta sorpresiva llamada? —aventó los papeles al escritorio para recostarse en su acolchada silla y prestarle toda la atención a la sensual voz de la mujer.
—Sabe a qué se debe señor Min. Estaremos reuniéndonos todos de nuevo, no es lo mismo sin usted presente. Todos esperamos que pueda unirse.
—Sabes que nunca he rechazado unirme a sus reuniones, linda. Pero actualmente me he retirado un poco por mi trabajo y no tengo con quién acudir a la reunión.
—Entiendo señor Min. Considérelo, la reunión será dentro de unos meses. Le mandaré un correo para que esté al tanto.
—Claro que sí preciosa. Cuídate.
—Cuídate igual, Min.
Colgó la llamada volviendo a su trabajo sintiéndose más relajado. El resto del día pasó sin nada interesante, como siempre, él estaba sumergido entre todos esos papeles y cosas que firmar.
Hasta que escuchó el aparato que lo comunicaba con su secretaria.
—¿Dime?
—Señor Min, la reunión empezará en diez minutos.
—Perfecto, te quiero con libreta a mano.
Se levantó tomando su libreta de apuntes, dejando con un separador todas aquellas dudas que podían surgir a lo largo de la reunión, dudas que se encargaba de cuestionar su secretaria.
Entró a la sala de reuniones luego de darle su libreta a la chica, dentro ya se encontraban todos aquellos hombres que decía llamar socios en sus proyectos. Todos aquellos que si no fuera por él, no tuvieran reconocimientos.
Se sentó al frente de la larga mesa luego de dar los buenos días y corroborar la presencia de cada uno.
—Señor Min, un gusto volver a verlo —dijo Kim, uno de sus socios más cercanos. Lo vio de reojo rodando los ojos con aburrimiento.
—Kim Namjoom, no hagas como que no me conoces, ingrato.
—Ingrato tú que no me has llamado.
—Sabes que el trabajo nos ha tenido ocupados
—¿A si? ¿Entonces no piensas ir? —preguntó con su mirada que hablaba más que las propias palabras.
Sabía que el hombre de mirada gatuna había recibido la misma llamada que él.
—Quisiera, pero no puedo.
—¿Qué? ¿No tienes con quién ir? —dijo el menor riendo con gracia. Yoongi lo observó sin decir nada —. Vaya ¿Quién lo diría? Es la primera vez que no vas por ese motivo.
—Me he retirado un momento.
—Eso me suena a excusa... —canturreó.
—¿Qué dijiste? —preguntó Min al escuchar al menor murmurar algo.
—Nada, nada.
—Bien, guarda silencio que ya vamos a iniciar.
Se acomodó en la silla giratoria viendo entrar al salón a su secretaria, y tras ella un chico quien en todo momento evitó levantar su cabeza, pero su cabellera rubia logró llamar su atención.
—Muy bien, esta es nuestra primera reunión por el proyecto del hotel —dijo su secretaria—, señor Min ¿Quiere comenzar?
—Le dejo el inicio al señor Kim Namjoom.
—Muy bien. Le dejaré los primeros puntos a mi secretario. Adelante —dijo el moreno hacia el chico rubio quien en esta ocasión levantó su cabeza de entre las carpetas que tenía en sus manos.
—Buenos días señores...
Entonces lo vio. Igual que aquella primera vez que no pudo evitar notar su entrada al salón de clases, aquella vez que le sonrió al verlo a los ojos, la primera vez que sus pulmones olvidaron respirar al ver tanta belleza. Odió y amó volver a ver sus orbes brillantes, llenos de vida, llenos de esperanza y ahora, con un toque de inocencia.
Su voz, probablemente se había hecho un poco más varonil, pero siempre era fina, más que la de los hombres promedios, su voz era dulce y un poco afeminada. Su cabello no perdió tonalidad, siempre había sido de un rubio bastante claro. Su rostro, había cambiado muchísimo, pero podría saber que era él en cualquier parte. Su cuerpo es fino, delgado y curvilíneo. Su trasero al voltear a la pantalla en donde se encontraba explicando los puntos de la reunión, se podía ver voluminoso, tentador. Era él. Aquél chico en la que en una ocasión se arrodilló a sus pies, estaba frente a él. Ante esos ojos azules que siempre lo veían con burla.
Pero al conectar miradas el chico no se asustó, no lo vio con aquella altanería con la que siempre lo había hecho en el pasado, no hubo burla, solamente se reflejó vergüenza en aquellos orbes celestes que eran acompañados por dos mofletes teñidos de rosa. El chico siguió hablando, pero Yoongi no prestaba la mas mínima atención. Por su mente solamente pasaban escenas de su juventud, escenas traumantes que algunas vez quiso encerrar en un baúl en lo más profundo de su subconsciente.
Entre esos pensamientos uno nuevo se apoderó de su mente, uno en el que tenía al rubio arrodillado ante él, a su merced, suplicándole, implorando con lágrimas en sus ojos. Una sonrisa se dibujó en su boca, que era cubierta por sus dedos que tenía apoyados en ella para ocultar hasta la forma morbosa en la que mordió su labio al verlo más detenidamente sin ningún tipo de filtro en su mirada.
Kim Namjoom lo supo, esa mirada en su amigo no era normal, era de una total bestia dispuesta a casar a su presa.
Yoongi saboreaba entre sus labios su venganza, ese chico pagaría por todas esas veces que lo había humillado, lo tendría a sus pies y por más que rogara no pararía de castigarlo, de hacerle saber cuánto daño le había hecho.
"Pero tuviste que aparecer así de repente a como aquel día en secundaria,
cuando
con una sonrisa hiciste brillar mis ojos,
cuando la tuya se formó en tus preciosos labios y me sonreíste.
A mí...
al chico "raro".
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