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Aquel día...

    Aquel día... en que Don Perico se la pasaba renegando, junto con Doña Ruiseñor, mientras Conejo Strawberry se escapaba del escenario.

    Todo empezó hace un año, cuando yo era un títere nuevito y perfumado. Era mi primer día en el Teatro Campanita, así que, me decidí a hacer nuevos amigos.

    Me aproximé al primer títere que vi, era rosado, con orejas más largas que mis patas, tenía un broche con forma de frutilla enganchado en su oreja y ojos celestes como el cielo en un día soleado.

    Le dije hola, no emitió sonido alguno por un tiempo, hasta que en un punto se sobresaltó y luego me miró de arriba para abajo.

    — ¿Quién eres?— Me preguntó toscamente

    —Soy nuevo aquí, me llamo Manchitas el bombero, me preguntaba ¿Te gustaría ser mi amigo?      — le respondí, aunque mi mente en ese momento me estaba bombardeando con insultos diciéndome:

    "Que tonto eres Manchitas, ¿por qué no corriste?"  "Cobarde ¿Por qué pensaste en correr?" Parecía que mi mente se insultaba a si misma, puesto que este ser me generaba un poco de desconfianza y temor por la penetrante mirada que tenía. 

    —Eh... claro, me llamo Conejo Strawberry, me hallo aquí hace 11 meses, así que si quieres... te puedo mostrar el lugar— me contestó. Luego le dije que sí me gustaría, pero de la nada empezamos a escuchar aplausos y silbidos.

    —Ah...parece que es hora de ir al espectáculo— me avisó indiferente y luego de su comentario una mano gigante nos tomó de sorpresa (o al menos a mí).

    — ¡HOLA NIÑOS! ¿CÓMO ESTÁN?— Verbalizó (Eso sí, ya sé que muchos estarán pensando que estoy exagerando, por ponerlo en mayúscula, pero así los títeres escuchamos a los humanos) —HAY UN NUEVO AMIGO EN EL TEATRO Y SE LLAMA MANCHITAS— siguió diciendo mientras me destartalaba los oídos con su gritona voz.

    De repente salió a escena una títere de cabello blanco, una caperuza roja, y ojos verdes como los de los gatos. Atrás vino otro títere muy distinguido con pico y plumas verdosas.

    — ¡Hola niños!— saludó la chica de la caperuza.

    — ¡HOLA CAPERUZA!— Logré entender, ya que mucho escuchar no pude por el irritante grito de un niño emocionado. Y sin aviso entró a escena Conejo Strawberry:

    — ¡Hey! ¡Córrete caperuza!—Escuché de la boca del conejo— Yo soy la más linda del mundo y merezco hablarle a los niños— No estaba seguro si los gritos del público me habían hecho mal al oído o Conejo Strawberry se había convertido en una niña engreída.

    Y así fue por el resto de la obra y a pesar de que el espectáculo había durado 2 horas, aun no había actuado, pero supuse que luego me iban a dar el guión de la próxima puesta en escena, nunca me lo dieron.

    Los días pasaban, aun Conejo Strawberry no me había mostrado el lugar, ya que apenas nos levantábamos el tenía que actuar.

    Podíamos hablar pocas veces (bueno más bien, muy pocas veces), ya que luego de las funciones, yo siempre lo veía agarrado por un humano. Así que empecé a socializar con otros títeres como:

    Caperuza, el doctor Wi (un títere francés, por eso mucho no lo entendía), Smile, Papá Sandía, Don Perico, Doña Ruiseñor, Chocolate, Ricitos de oro, Frambuesa, Sofía, El general, Nani, Cupcake, León el valiente, Lily la mariposa, Florcita, La aldeana, Lucas, Lolu, Bella, Bestia, Pulpito, Latita, Cara de papelito, La chica de la manicura, Hojaldre, El policia Tobias, Melaza, Memi la abeja, Pati, Fantoche y por último Cenicienta.

    Ninguno sabía el porqué siempre conejo Strawberry, era llevado por el titiritero hacia su oficina.

    Yo deseaba saber que pasaba pero no obtenía respuesta alguna...

    Era un misterio sin resolver.

    Siempre era lo mismo y yo quería ser parte del acto, no sabía aun cómo era el sentimiento de actuar.

    Un día vi a Papá Sandía melancólico, él estaba sentado en una caja de cigarrillos, y yo me aproximé a él para indagar que le pasaba.

    —Se me rompió la mano y ahora me van a dejar en una caja...—me explicó lagrimeando, la verdad yo no entendía porque tanto drama si nada más tenía un pequeño tajito, pero traté de consolarlo para que se sintiera mejor.

    —Tranquilo no pasa nada— le declaré intentando parar sus lágrimas.

    — ¡¿Tranquilo?! ¡Cómo voy a estar tranquilo si me van a arrumbar en una caja y luego me van a reemplazar!— me dijo gritando, yo estaba mareado, no entendía porqué lo iban a desechar, por solo tener un rasguño.

    —No entiendo ¿Por qué dices que te van a tirar?— Cuestioné curioso.

    — ¡Porque ya soy viejo y estuve 2 años aquí!— Vociferó llorando aun más — ¡Y si no sabías, tu eres un reemplazo! ¡Eres mi reemplazo! ¡Ya que cuando me desechen saldrás a escena!— En ese mismo momento se me rompió el corazón en mil pedazos, todos los fragmentos ya se estaban paseando por mi cuerpo como si estuvieran en plenas vacaciones.

    — ¡¿Qué has hecho Sandía?!— La escuché gritar a Caperuza, refiriéndose a lo que Sandía me había revelado.

    Mi corazón se rompió aun más. ¡¿Caperuza sabía sobre lo de Papá Sandía?!

    —Así que... ¿te vas a ir sin despedirte de nadie Sandía? Ah... como quieras, la falsedad no arregla nada de todas maneras...— Establecí destruido por dentro, me quedó claro que hay cosas de las que no se hablaban, Sandía me miró, Caperuza también, ambos lo hicieron de diferentes maneras. 

    Luego me fui.

    Desde ese día no volví a ver a Papá Sandía y tal como él reveló empezaron a hacerme actuar.

    Cada día me sentía peor, me sentía... culpable, ya lo sé... no le había hecho nada pero de todas formas me sentía mal. Cada vez que pensaba en Sandía empezaba a hacerme más preguntas... ¿A dónde lo iban a llevar? ¿Cuándo lo iban a desechar? ¿Acaso lo podría ver de nuevo? Cada duda me hacÍa peor, pero la curiosidad me ganaba... necesitaba comprobarlo por mi mismo.

    Entré en la trastienda, la habitación en donde el dueño pasaba la mayoría de su tiempo. Sandía había dicho que lo iban a desechar... era imposible que el dueño no supiera de lo que hacían en su propio teatro.

    El lugar tenía pocas cosas, un escritorio con una lámpara, una biblioteca hecha con madera de roble, un par de libros con cuentos clásicos, unas sillas y finalmente cajas con unas pequeñas etiquetas. Las etiquetas de las cajas decían algo que al principio no entendí:

    Una de las cajas decía:  "Elementos de costura."

    Y en la otra se podía leer: "Partes para reutilizar."

    Me quedé pensativo, antes era muy ignorante... tardaba mucho en analizar las cosas.

    Los minutos pasaron, y al no entender bien todo, decidí abrir la caja de las partes.

    Levanté la tapa y pude visualizar una imágen que nunca podré eliminar de mis recuerdos... títeres como yo, desmembrados, también partes parecidas a las de Sandía.

    Empecé a escuchar pasos humanos, cerré la caja con escozor y salí lo más rápido que pude de la habitación.

    Al regresar con los títeres decidí contar mi descubrimiento.

    — ¡Tenemos que salir de aquí! ¡Encontré una caja con partes de seres como nosotros!— Avisé asustado

    La mayoría de mis compañeros se empezaron a reír, otros solo se quedaron irritados.

    — ¡Lo que digo es verdad!

    — ¡Que buen chiste!— Se rió Cenicienta

    —Yo creí que eras genial— Espetó León el valiente

    —ÑAKAÑAKAÑAKAÑAKAÑAKAÑAKAÑAKAÑAKAÑAKAÑAKAÑAKA— Carcajeó Latita

    —Buena historia jaja— Comentó Lily la mariposa.

    Cupcake solo trató de negar decepcionado con la cabeza.

    Se empezaron a escuchar aplausos y gritos de emoción, una obra había interrumpido mi intento.

    El resto de la semana fue indiferente para mí menos el domingo, ese fue uno de los pocos días en donde le podía hablar a Conejo Strawberry, el me dijo algo que me quedó marcado en la mente. Ese día se aproximó lentamente y me hizo una seña con la mano, marcando que lo siguiera. Apenas llegamos vi una caja gigante, de color negro, con estrellas amarillas y con un moño rojo pegado arriba con cinta.

    — ¿Sabes?... —Me comentó —... Yo fui el decimosegundo títere en entrar aquí y al mismo tiempo el primero en descubrir la verdad...—siguió diciendo—...El primero en saber que había tras una cortina, fui el primero en sentir la luz y la oscuridad, que uno puede hallar en la soledad de la libertad. —Terminó de decir, luego me miró y vio como caían esas pequeñas gotas de agua salada llamadas lágrimas, y que ahora se deslizaban por mi cara llena de manchitas.

    —El titiritero siempre me llevaba a su oficina, para vigilar que no me escapara del teatro...—Comunicó Conejo Strawberry, con los ojos perdidos, en el piso de roble del cuarto —...Él me amenazó, me expresó que si me escapaba por segunda vez me iba a quemar con una cerilla, por eso clavaba sus ojos de fantoche en mi— agregó.

    Ya casi todo tenía sentido y lo que faltaba era lo que me seguiría contando.

    —Te preguntarás porqué te traje aquí ¿verdad?— me preguntó Conejo Strawberry con una ceja levantada.

    —Si— le afirmé.

    —Te traje aquí por esto...— me declaró mientras trepaba por la caja con estrellas.

    De a poco conejo Strawberry fue retirando el envoltorio de la caja y lentamente se empezó a revelar ese cuerpito redondo, color verde claro y con rayas verde oscuro. De repente ya me había dado cuenta de que Papá Sandía se encontraba en el suelo.

    Mis piernas comenzaron a temblar, yo creí que él se encontraba muerto, pero se estaba aproximando hacia mi.

    — ¡¿Tú no estabas despedazado?!— Vociferé asustado

    —No... no estoy así— Me avisó confundido

    Papá Sandía se quedó quieto por un momento y luego me abrazó pidiendome perdón (Aunque no se porqué ya que en realidad me gritó por estar asustado).

    Mi comentario sobre el "desmembramiento" de Sandía fue ignorado por el resto.

    — ¡Hace mucho que no los veo chicos!—Se precipitó a gorjear Conejo Strawberry— ¡espero que estén listos para la acción!

    No podía decir nada más sobre Sandía, era de mala educación interrumpir una charla, tendría que hablar después con Strawberry.

    Papá Sandía no entendía nada y yo bueno...quedaba de adorno al lado de él.

    Entre los allí presentes había, una "oveja-rockera", un perro rosa con un sombrero con manchas, un pajarraco azul (Lamentablemente para mis sensibles oídos de perro, el pájaro chillaba muy agudo) y una especie de gusano con flequillo multicolor y ojos grandes.

    De la nada oí un comentario que me pareció interesante

    —A ver conejito, nos dirías ¿Qué podemos hacer para escapar?— se apresuró a indagar la lombríz de flequillo multicolor y a eso Conejo Strawberry le contestó:

    —Sinceramente... no lo sé, pero con la ayuda de ustedes estoy seguro que podremos hallar una forma de escapar de este lugar — Todo el mundo se quedó estupefacto, (hasta yo lo estaba). Pero de la nada todos empezaron a alentar a conejo (esta vez no me sorprendí ya que en ese día ya había habido demasiadas sorpresas).Luego de que el conejo diera su alentadora opinión, nos pusimos a idear algún plan.

    Papá Sandía sugirió que nos escapáramos por las alcantarillas de la ciudad y que vayamos a Japón. Aunque la verdad nadie estuvo de acuerdo con su pensamiento.

    El pajarraco azul sugirió que vayamos volando arriba de él, hacia "el infinito y mas allá". Mientras tanto el perro rosa con sombrero, sugería que nos hiciéramos pasar por un niño que no encontraba a su familia. Todos compartimos ideas (y lamentablemente más de la mitad eran disparatadas), pero no podíamos rendirnos, teníamos que escapar del teatro, teníamos que escapar de esa gran cortina que no nos dejaba hacer nada por nuestra cuenta, teníamos que ser libres.

    Estuvimos más de una hora ideando algún plan, pero lamentablemente no se nos ocurría nada, aparte sabíamos que pronto vendría el titiritero. Así que decidimos que al siguiente día íbamos a seguir planeando una forma de escapar.

    Todos decidimos irnos al lugar en donde el titiritero nos había visto por última vez, para no armar sospecha. Ese fue el momento perfecto para contarle a Strawvery lo de los títeres desmembrados.

    —Strawberry, hace unos días descubrí algo, hoy se los quise decir a todos, pero no pude— Empecé a comunicar.

    —Manchitas, ¿no ves que estamos tratando de volver a nuestros lugares? Lo podés contar luego, la próxima vez que nos veamos— Me dijo ásperamente.

    Solté aire.

    La próxima vez iba a ser, y luego la próxima de la próxima, así nunca logré decir nada.

    Habíamos estado más de un mes pensando en algún plan para luego organizarnos, pero no se nos ocurría nada, así que en vez de dejar al resto de nosotros en una pequeña caja, decidimos seguir craneando un escape y...

    ¡Se nos ocurrió una manera de escapar!

    Resulta que la idea había aparecido en mi mente y luego se las dije. Todos estábamos de acuerdo, íbamos a hacerla.

    Le pedimos ayuda a uno de los titiriteros y él decidió aceptar nuestro pedido, ya que tenía problemas con su jefe. Puesto que debía alimentar a sus trillizas de 4 años y no conseguía el dinero suficiente.

    El titiritero lamentablemente no tenía poder sobre el guión y se negaba a robar, por eso le contó el plan de los títeres a la guionista, y ella decidió ponerse del lado de los esclavizados, colocando un viejo cuento en lugar del guión, de esa forma su jefe lo tomó como un tipo de improvisación.

Ahora lo único que faltaba era alejar a caperuza de la obra. La verdad que no iba a ser nada simple. Ella era astuta y se podía dar cuenta de cualquier detalle de inmediato, así que había que tener mucho cuidado en la distracción elegida, y sí, no sé con que la distrajeron, pero lo importante es que funcionó a la perfección.

    El show empezó.

    — ¡HOLA NIÑOS!— Saludó un titiritero, la mayoría de los infantes le contestaron con la mano, otros decidieron hacerle daño a mi sensible oreja canina, como siempre.

    — EL DÍA DE HOY LES VAMOS A CONTAR LA HISTORIA DE MAESE TROTAMUNDOS, ESTE CUENTO FUE ESCRITO POR JAVIER VILLAFAÑE EN...— Comenzó a relatar la guionista de cabello liso.

    Yo estaba oculto detrás del telón, esperando para salir y revelar la verdad, íbamos a empezar actuando la historia de Maese, pero luego le íbamos a dar un giro, para que nuestra idea se lograra entender.

    Conejo Strawberry me agarró del brazo, me dedicó una mirada fría como la Antártida y me preguntó algo que no logré entender.

    — ¿Tienes un plan B, Manchis?

    — ¿Un plan B, a qué te refieres, Strawberry?— Indagué.

    — Simplemente tengo la sensación de que nos van a traicionar— El conejo hizo una pausa larga, como si le doliera decir lo siguiente— y que nos van a quemar con una cerilla.

    Me quedé impactado.

    —Strawberry... yo... confío en ellos— Logré decir.

    —Lo sé, pero no tienes que ser tan confiado. Después de todo, son humanos, la especie más cruel, no dudarían ni un segundo en desecharnos por este espectáculo.

    Suspiré. Los trabajadores nos hicieron una señal para que apareciéramos todos en el escenario.

    Empecé a caminar, ignorando lo que Strawberry me advertía...

    — ¡Público! ¡Respetable público!— Empecé— Denle la bienvenida a los títeres del teatro.

    Todos los espectadores quedaron confundidos, algunos títeres también por el rotundo cambio en la función, ya me lo venía venir.

    —Respetable público: disfruten el cuento— Terminé de enunciar.

    Salí de escena y empezó nuestra última actuación en el teatro.

    La mayoría de los títeres se quedaron en silencio.

    —Eh... ¿Qué tenemos que hacer? No conozco la historia...— Preguntó Smile confundido.

    Me mantuve en silencio por un rato pensando la respuesta indicada pero Strawberry me interrumpió.

    —Solo sean ustedes mismos, sean lo que son, títeres, o dicho de otra manera... esclavos del ser que reemplaza muñecos solo por estar rotos, el ser que nos crea, nos usa, nos apuñala por la espalda con la daga llamada traición y luego nos desecha. Dejen que los utilice, total... ¡somos títeres! ¡Estamos hechos para ser manipulados! ¡Somos idiotas e inútiles! Muchos permanecemos tras una cortina esperando para actuar y los años pasarán, solo lo haremos cuando alguien desaparezca.

    Un silencio abismal inundó el lugar.

    — ¡¿Cómo te atreves a chapurrear eso en frente de la gente, gazapo creído?!— Exclamó Doña ruiseñor rompiendo la mudez del ambiente.

    — ¡Sabemos que es un conejo idiota!— Agregó Don Perico enojado.

    — Sí, pero la palabra majadero suena mejor— Respondió Doña Ruiseñor

    — ¡Esa es una falsedad!

    Cerré los ojos.

    En ese momento no sabía que hacer, el público estaba confundido, muchos títeres estaban de adorno, otros se sumaban a la pelea, era un castigo para mí... ¿¡Por qué Strawberry dijo eso de esa forma!? ¿¡Por qué no se callaba y punto!? ¡Todo iba de acuerdo al plan! Volví a abrir los ojos, le iba a preguntar la razón de su repentino diálogo, traté de buscarlo con la vista... no estaba por ninguna parte. Comencé a buscarlo por el escenario... nadie me prestaba atención...

    Una madera del pequeño escenario crujió marcándome donde estaba el conejo. Sus ojos celestes se cruzaron con los míos, él se encontraba tras una cortina... se trataba de camuflar con el lugar, yo entendí todo a la perfección, le sonreí.

    —Buen viaje— Deseé mientras trataba de no desmoronarme al ser traicionado.

    Él estaba escapando.

    Respiró y luego me dijo

    —Adiós Manchis, buena suerte...

    Luego de eso Strawberry empezó a correr, dejando a todo el equipo...

    Volví al escenario, y restauré todo lo sucedido, nada había pasado... el público estaba más tranquilo, no habían discuciones. Solamente hice un segundo intento. Don Perico y Doña Ruiseñor no dejaban de mirarme enojados, seguían acordándose de lo que había dicho Strawberry... ya sabían que tenía algo entre manos.

    La obra finalmente empezó.

    —Bien, empecemos de nuevo. Hemos sido explotados por el dueño de este lugar por años (aunque yo solo estuve aquí por un año y 3 meses), hemos sido vigilados, algunos han sido amenazados, a parte los títeres rotos luego son desmembrados— Expliqué seriamente— Un par de compañeros y yo decidimos hacer esto para que ustedes entiendan todo, así que... venimos a decirles que los títeres estamos vivos.

    De repente los espectadores se empezaron a reír. Los humanos llegan a ser tan... no hay una palabra exacta para describirlos.

    Yo solo traté de mostrar la verdad, ellos lo tomaron como si fuera una simple parodia.

    — ¡La obra ha finalizado!— Exclamó Doña Ruiseñor

    El público se comenzó a retirar.

    Los adultos se habían quedado pensativos, no se entendía bien el giro, era una temática rara... a algunas personas, les debió haber hecho acordar a sus problemas laborales, puesto que comentaban anécdotas. 

    Algunos estaban ofendidos o indignados porque conociendo el cuento de Maese sabían que habíamos cambiado todo el argumento.

    Prácticamente, casi nadie había entendido lo que nos sucedía, agrego un casi porque pude ver a un niño llorando. Sus padres lo consolaban sin entender porqué lagrimeaba.

    — ¿Qué sucede cariño?—Le preguntó su papá preocupado.

    — ¿No entienden qué pasa? ¡Los títeres están sufriendo!— Explicó el pequeño, sus padres intercambiaron miradas y desestimaron sus palabras, le dijeron que le iban a comprar helado.

     —¿Pero no entienden? ¡Hay que ayudarlos!— Replicó el niño entre sollozos más fuertes porque sus padres lo subestimaban.

    —Pero hijo, es solo una obra— Le recalcó su madre.

    Ahí supe que al menos había un halo de esperanza, en ese niño que tenía la sensibilidad e inteligencia, que muchos adultos no poseen. Alguien nos había escuchado y podría replicar nuestras voces. Eso me llenaba el alma, porque era parte de nuestro deseo, más allá del escape.

    —Así que, ¿están haciéndonos con partes de otros? Interesante, ¿vas a escapar?— Teorizó Don Perico interrumpiendo mis pensamientos, yo ya sabía que iban a entender todo, siempre habían sido buenos en asimilar cosas.

    —Sí... a parte voy a llevar a unos viejos compañeros conmigo— Declaré confiado en que no iba a suceder nada.

    — ¿Estás dispuesto a llevar a otros títeres? Nosotros... nos queremos ir también, hace tiempo que investigamos a Caperuza ya que parece ser la secuaz del dueño, siempre está de su parte— Preguntó el perico.

    —Pueden acompañarnos, de hecho todos pueden acompañarnos— Respondí.

    Muchos me miraron, era obvio que la mayoría no quería irse. Lo positivo es que varios títeres coincidimos en lo mismo, era peligroso quedarse.

    Todos los escapistas nos fuimos tras bambalinas directamente, mientras corríamos, fue sospechoso el hecho de que no hubiera inconvenientes.

    Miré por última vez el teatro, no más cadenas...

    Habíamos estudiado los planos del teatro, pensamos que un ducto de ventilación nos llevaría afuera, y no nos equivocamos.

    El plan funcionó... logramos escapar.

    Muchos se quedaron en el teatro... otros solo se quedaron atrapados en mis memorias.  

Gracias por la lectura

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