Capítulo 16
Destiny.
El día después del entierro, le pedí a Greg que me dejara en mi casa.
Necesitaba solucionar las cosas con mi familia, sobre todo con mamá.
Mercedes me dio un beso en cada mejilla y me puso al tanto de la situación.
— El señor y la señora pelearon duro niña Destiny. Su madre no quería irse pero el señor la sacó casi a patadas. — me colocó una taza de té entre las manos. —Sople que está caliente todavía. —me advirtió.
— Como le iba diciendo, el niño Derek y la señorita Daniela consolaron al señor cuando rompió a llorar. Ese día subió para su despacho y sentí cristales rompiéndose. — "la colección del abuelo" pensé y tuve razón.
Seguramente pensó en volver a beber.
— Mamá no mide el peligro de las cosas que hace. No sé por qué papá esperó tanto para esto.
— Yo lo que sé es que el señor está mucho más tranquilo ahora sin aquella bruja. Me perdonas niña Destiny pero...
— No hay nada que perdonar Mercedes, yo también pienso que lo es.
Me dolía admitirlo.
Me pasé toda la vida siguiendo los consejos de mi madre, haciendo lo que ella quería, lo que ella decidía, usando lo que a ella le gustaba... ¿cuántas cosas no he dejado de hacer por miedo a lo que piense mamá? ¿Cuántas veces ella ha pensado en lo que quiero yo?
— Hola guapa. — me saludó Daniela con un beso en la mejilla y nos pasamos la mañana poniéndonos al día.
— Anoche me dijo que me amaba.
— Cualquiera te amaría... solo hay que conocerte un poco.
— Quiero quedarme con él un tiempo. Quitarle responsabilidad a papá. Que pueda salir a distraerse un poco.
— Derek y yo también nos vamos.
— ¿Tan pronto?
— Si, debemos vender el apartamento y presentar la carta de renuncia a nuestros trabajos.
— ¿Qué?
— Vamos a volver Dest. Todo va a ser como antes. — no, yo seguía sin poder ver, pero asentí.
— Ahora vamos a empacar. Quiero conocer a mi cuñado.
Después de varias horas con Daniela insistiendo para que llevara lencería sexy, terminamos con la maleta.
— Quiero que conozcas a mi hermano. — dije al teléfono y Daniela me golpeó con el codo. — y a mi mejor amiga. Prometo que no terminará como la cena con mis padres.
— Vale, en una hora estoy ahí.
— ¿No le has dicho nada verdad?
— ¿De qué? — sabía perfectamente de lo que hablaba.
— Destiny.
— Lo sé, lo siento, él ha pasado por mucho últimamente.
— Deja de pensar en los demás joder.
— No puedo, el perdió mucho y yo necesito...
— Necesitas pensar en ti y punto. Tú perdiste la vista, perdiste lo que más disfrutabas hacer...
— Pero no puedo perderlo a él.
— ¿Que te hace pensar que con decirle lo de la operación lo vas a perder?
— No lo sé Daniela. Ahora quiero trabajar en que sea feliz, luego le diré lo de la operación.
— Te queda un mes Dest. —asentí.
Greg.
Solo necesitaba aplicar un poco de perfume y estaría listo para salir.
Me miré en el espejo y daba lástima.
El cabello más largo de lo habitual, las ojeras bastante marcadas y un semblante de tristeza apreciable desde 10 kilómetros.
Mojé un poco mi rostro, intentando que el agua hiciera magia.
Me rendí y decidí salir de una vez.
Abrí la puerta y había una botella en el suelo... no era cualquier botella... era justo esa que habíamos comprado aquella noche... ese día que me emborraché con...
— Hola guapo. — Amanda.
— ¿No fui claro la última vez? Que te alejes de una maldita vez.
— ¿Esto no te trae buenos recuerdos? — levantó la botella del suelo con delicadeza y sonrió. — Fue el mejor polvo de nuestras vidas, ¿recuerdas?
Negué. Se acercó y tragué con dificultad.
— Sé que lo estás pasando mal Greg, me enteré de lo de Kev, sabes que lo quise mucho.
Tocó una fibra delicada.
— No hagas esto por favor.
— ¿Qué? Yo solo quiero ayudarte a sanar Greg. Tú me importas mucho. No sabes cuánto te extrañé.
Me sujetó de la nuca y se pegó a mi pecho. Ese olor a jazmín me trajo recuerdos lindos.
Amanda saltando de alegría cuando la llevé al parque de diversiones.
Amanda sonriendo cuando le hacía cosquillas.
Amanda y Kevin peleando por quien tomaba el control remoto.
La dejé pasar, abrimos la botella y comenzamos a charlar.
Tres tragos más tarde todo me daba risa. Cada palabra que salía de la boca de la pelirroja me parecía graciosa.
Sentí el sonido de móvil.
— No, no están permitidas las llamadas en esta reunión. — se abalanzó sobre mí intentando quitarme el aparato.
En el forcejeo quedó a horcajadas encima de mi.
No tenía intención de quitarse y yo por alguna extraña razón, no quise que se quitara.
Me miró a los labios y se remojó los de ella. Me acerqué un poco, solo un poco hasta que rocé mis nariz con la de ella.
Se acercó más y fue suficiente para que nuestros labios se unieran.
Besé a Amanda.
Destiny.
Llamé otras tres veces y nadie respondió.
¿Donde estabas Greg?
Me pasaron miles de ideas por la mente. Quizás había salido a beber, quizás estaba deprimido por lo de Kevin. Quizás estaba nervioso por conocer a mi hermano.
Debí haberme quedado con él.
Después de una hora volví a llamar... cuando pensé que no iban a responder... la voz de una chica que conocía muy bien habló.
— Hola. — me dijo y la imaginé riendo.
— ¿Donde está Greg?
— Se acaba de quedar dormido, ¿le dejó algún mensaje?
— No tienes por qué hacer esto, no conmigo. Conozco lo qué haces, conozco lo que le hiciste y también sé lo vulnerable que puede llegar a ser frente a ti. Pero no actúes como si él te importara, porque tú solo quieres que él vuelva a depender de ti, que vuelva a llamarte cientos de veces y a necesitar de tu amor. Pero te advierto Amanda, si no dejas a Greg en paz las consecuencias serán conmigo.
— ¿No te interesa saber lo que hicimos?
— Nada que no haya hecho ya conmigo.
Colgué y limpié las lágrimas que habían salido.
Greg y Amanda habían...
Greg.
Follamos, o por lo menos la ropa regada por el suelo indicaba eso.
La cabeza me dolía pero lo recordaba todo.
Me molestó ver a Amanda desnuda por la habitación. Me molestó que anoche haya traído una botella con el único fin de meterse en mi cama. Me molestó más aún haber dejado plantada a Destiny.
— ¿Por qué?
— ¿De qué hablas?
— ¿Por qué eres tan egoísta?
— No lo soy. — me dijo y comenzó a vestirse.
— Si lo eres. Amanda tu tiempo ya pasó. Me heriste, te superé y vuelves pretendiendo que deje mi vida otra vez por ti.
— No...
— Déjame terminar. — la interrumpí.
— No vuelves a mi porque me quieres o porque me extrañas, vuelves porque sabes que ya no dependo de ti, que no puedes tenerme a tus pies y que estoy con alguien más. No te molesta que sea feliz, te molesta que sea feliz con alguien que no seas tú.
— No pienso discutirlo, tienes razón.
— Te invito a irte, ya sabes donde está la puerta. — asintió y se marchó.
Ahora solo me quedaba la parte más difícil. Enfrentarme a Destiny.
Me coloqué una sudadera con capucha para protegerme de la lluvia. No me preocupé mucho por mi aspecto, sólo quería verla y pedirle miles de disculpas.
Llamé varios taxis pero por culpa de la lluvia todos lo servicios estaban detenidos.
Caminé hasta su casa.
Toqué el timbre y me dejaron entrar.
Me quedé en la puerta esperando a que saliera, o más bien esperé que no lo hiciera.
Pero sí, la chica a la que había abandonado en mi casa y ahora había traicionado, salió de su casa con una toalla en las manos.
— ¿Greg? ¿Te mojaste?
— Un poco. — repasé con la vista mi ropa empapada.
— Entra, le pediré a Mercedes que te preste un poco de ropa y nos haga chocolate.
— Yo... quiero...
— Adentro Greg.
Una vez seco y con una taza delante me senté junto a ella, al lado de una ventana a ver cómo la lluvia caía y a contarle todo lo estúpido que había hecho la noche anterior.
— Anoche...
— Ya lo sé Greg.
— ¿Que sabes? ¿Por qué no estás molesta?
— ¿Quién dice que no lo estoy? ¿Tendría que gritarte y ofenderte para que sepas que me enfadé? Pues no, soy más inteligente que eso.
— Lo siento tanto.
— Me da pena, la verdad.
— ¿Qué?
— Si, me molestó que te hayas acostado con tu ex, pero más me molesta que hayas sido tan imbécil de hacer justo lo que ella quería.
— ¿Cómo sabes que me acosté con ella?
— Te llamé. Varias veces. — recordé como mi celular había sonado y Amanda me lo había quitado. — En el último intento ella contestó.
— Que hija de...
— No la ofendas, porque al final fuiste parte de su juego.
— No quiero que esto termine.
— Debiste pensarlo antes, pero no te culpo, ella es tu gran amor.
— ¿Leo es tu gran amor?
— No. — sonrió. — Tú lo eres. Una lástima... porque dicen que los grandes amores nunca tienen su final feliz.
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