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Detrás de la ternura

Oneshot "Salvando al héroe" #HWAwards2017

Nombre de la protagonista: Natita.

Perteneciente a "Anhelos gatunos"

Se ha escuchado muchas veces que no hay que dejarse engañar por las apariencias ajenas. Y como era de esperarse, la gente lo toma en cuenta frente a los demás durante la vida cotidiana; acción que es totalmente normal. Pero, también están cometiendo un error gravísimo, porque ese refrán sólo lo aplican a las personas, es decir, hacia su misma especie; y no por ejemplo... de un tierno gato, que puede terminar siendo incluso, su peor pesadilla...

A Robert Pemberton no se le ocurrió una mejor idea que invitar a un grupo de amigos a su casa, ya que, ¿qué dificultades había? El día estaba perfecto y ya había pasado la hora del almuerzo; además, no hace nada de malo relajarse luego de una semana intensa de exámenes en la universidad. Así que, después de indagar tanto, lo decidió al fin.

Así que, llamó a cada uno de su grupo y no hubo mayores problemas para que acuda la mayoría de ellos.

Por otro lado, su mascota, Natita, no se había enterado de la gran visita hasta de luego transcurrido dos horas, cuando ya empezaron a tocar a la puerta y a resonar por toda la casa los saludos y las risas.

Como era muy curiosa, no tardó en bajar del lecho donde descansaba y a caminar sigilosa por el pasillo. Y como lo intuía, llegaron demasiados humanos para su gusto. No estaba acostumbrada a tanto gentío, y eso la agobiaba. Pero le molestaba mucho más no encontrar a Robert entre ellos.

Lo que no sabía la blanca gatita es que su amo conversaba con una chica en la cocina. Ella venía solamente de acompañante de un amigo de Robert, donde este último la había visto sólo un par de veces. La chica, llamada Jaila, siempre estuvo interesada de él desde el primer momento en que lo vio, y no iba a perder la oportunidad de venir cuando Frank la invitó a acompañarlo.

Empezó a tratar con él tímidamente, pero poco a poco se fue soltando y a sentirse más cómoda. Nunca había sentido tanta tranquilidad con alguien. Por ello, comenzó a insinuársele con algún que otro coqueteo.

Mientras tanto, Natita intentaba librarse pronto de los agarres de Diane, la mejor amiga de Robert; que por falta de suerte la pilló.

—¡Qué linda es! ¿No creen? —Todos los demás lo afirman y la acarician con gestos de ternura.

Finalmente, luego de transcurridos unos minutos, Diane la baja de sus brazos y todos prosiguen con sus pláticas.

Natita se va corriendo lo más rápido posible y sin pensarlo llega a la cocina.

«¡Aquí estás, Robert» pensó alegremente.

Sin embargo, su felicidad no duró demasiado cuando lo vio con compañía.

Por otro lado, ninguno de los dos se había percatado de la presencia de la gata, por lo tanto, Jaila seguía con sus intentos de seducción.

Era primera vez que alguien lo trataba así, que lo halaguen tanto; y eso a su vez lo hacía sentir muy bien, pero también extraño. Le gustaría a veces que más mujeres se le insinuaran de esa manera; o tal vez ya lo hacían de hace mucho tiempo y él no se había dado cuenta por lo despistado que es.

No obstante, lo que Robert no sabe es que a su gata le hervía la sangre por lo que estaba observando. Él no tiene idea de los sentimientos ocultos que guarda su compañía gatuna, y mucho menos que está enamorada de él. Y por más que ella sepa que una relación así es imposible, no puede evitar sentir celos frente a esa mujer.

—Quiero ir al baño —interrumpe la conversación Jaila, observando a Robert pícaramente—. ¿Por dónde está?

—Ehmm... bueno —respira hondo y toma un sorbo de su gaseosa. Tiene demasiadas sensaciones encontradas con ella—. Sales de la cocina y doblas a la derecha.

Ella se lo agradece y se dirige hasta allá, sin darse cuenta que una gata la seguía. De hecho, ni se había enterado que ese chico tenía mascota alguna y de los planes malévolos que ésta tenía en su cabeza.

Natita mientras tanto, aprovecha que la chica se sienta en el inodoro para subir rápidamente hacia donde estaba la luz con la ayuda del lavamanos. Todo el baño era blanco, así que pudo camuflarse sin problemas, aunque no sabe si esto resultará.

Aprieta con fuerza el interruptor con su pata y la luz se apaga.

—¿Qué está pasando? ¿Se habrá cortado la luz? —se pregunta extrañada.

La felina ríe para sus adentros e intenta emitir algo parecido a un rugido, el típico sonido de un gato furioso. Lo hizo variadas veces.

—¿Q-qué es eso? —titubea la chica ya asustada, donde ni siquiera ha pensado en tocar el papel higiénico para limpiarse e irse rápidamente de allí.

En ese momento, Natita sube veloz hasta la ventana —iluminada débilmente gracias al farol de afuera— y formó una sombra deforme a la muralla de enfrente del baño. El grito no tardó en llegar.

Aprovechó ese momento de espanto para bajar y rajarle la mayor parte posible de la ropa con las garras, rozando con suerte la piel ya que estaban mal afiladas.

La fémina no deja de dar gritos ensordecedores mientras se tocaba todo el cuerpo, intentando defenderse frente al ser invisible.

No resistió más y salió espantada con el pantalón apenas arriba. Todos en el exterior estaban asustados y ella ni siquiera había oído los golpes en la puerta que habían hecho para saber qué le ocurría.

—¡No volveré más! ¡Esta casa está embrujada!

Algunos la miraban estupefactos, y a otros hasta les causaba risa la expectación. Sin embargo, a ella no le importó y sin dudarlo abre la puerta de la entrada con desesperación para irse corriendo sin mirar atrás.

Con este hecho, se comprobó que los celos de una mujer son más peligrosos que un ejército entero, y sobretodo, que los de una gata no quedan inferiores. Nunca se sabe los mil demonios que se pueden esconder detrás de una ternura.

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