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Prólogo

Después de darle muchas vueltas a si debía llamar o irse de nuevo a casa, Grace se animó a tocar el timbre. El miedo le recorría todo el cuerpo cuando la puerta se abrió ante ella, ahora ya era demasiado tarde para escapar.

Una mujer de unos cuarenta años vestida con la ropa más extravagante que jamás había visto, le dio la bienvenida. A simple vista parecía simpática, solo esperaba que las cosas fueran bien, le había costado mucho llegar hasta allí y si no fuera por Camile, ni siquiera se habría dignado a concertar una cita.

—Adelante —Le invitó a pasar—. Siéntete como en casa.

Grace echó un vistazo a la estancia y lo primero que captaron sus ojos fue que era algo pequeña, aunque tenía pinta de ser acogedora. Lo segundo que pensó fue que esperaba estar el menor tiempo posible allí.

Cuando llegaron a una pequeña sala no tenía muy claro que hacer hasta que la inquilina le invitó a sentarse en uno de los sillones que había. Las dudas empezaron a cobrar vida, y justo en ese momento se sintió como una intrusa en aquel lugar. Tenía ganas de largarse de allí.

—Soy Galia —se presentó con una sonrisa, que para el gusto de Grace resultó un poco intimidante—. De ahora en adelante seré tu psicóloga.

—Bueno... —Grace no tenía muy claro que después de ese día volviera a acudir a la consulta, pero prefirió no decirlo.

—¿Por qué has decidido empezar terapia? —Galia tomó del escritorio una pequeña libreta.

—Yo... —No sabía muy bien qué decir—. No he sido yo, bueno, he sido yo, pero alguien me animó a venir. —Se sentía muy nerviosa.

Vio como anotaba algo, pero luego sus ojos volvieron a hacer contacto con ella.

—¿Hay algo en especial de lo que quieras hablar? ¿Algo que no le hayas dicho nadie y desees liberarte de ello?

—Yo...

—No tengas miedo, Grace —le animó Galia con una sonrisa. En todos sus años trabajando como psicóloga había contemplado muchos tipos de pacientes, y era normal que al principio costara un poco más abrirse—. No te voy a juzgar, no estoy aquí para eso.

—Quiero hablar de mi hermana —Sintió una leve punzada de dolor cuando dijo esas últimas palabras—. De la muerte de mi hermana.


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