Pasaron unas cuantas semanas hasta que todo volvió a la normalidad.

Después de que la hermana de Isabelle ingresara en prisión por el asesinato de una chica y por su secuestro, la vida de Grace dio un cambio radical. Poco a poco intentó retomar la relación con sus padres. Eso le ayudó a quitarse un peso de encima, porque aunque vivía alejada de ellos, echaba de menos su cercanía.

Por momentos deseaba que todo fuera como antes de la marcha de Annie.

Su hermana siempre estuvo presente durante su viaje en el tren y su estancia en la casa. Había participado en aquel sorteo con el fin de cambiar un poco de aires, de romper con la rutina y se había topado cara a cara con la verdad. A pesar de que las cosas estaban volviendo a su cauce, aún tenía pendiente tratar con sus padres el tema de la adopción de su hermana.

No quería más mentiras en su vida.

Se encontraba recostada en la cama cuando Camile entró en su habitación. Llevaba un vestido de encaje negro y unos tacones demasiado altos para su gusto. No entendía cómo podía sentirse cómoda llevando así, pero tampoco era algo de su incumbencia.

—Veo que vas a salir —murmuró mientras intercambiaba miradas entre el libro y su amiga—. Ya me contarás qué tal ha ido.

Vio como Camile se acercó hasta a ella, y le empujó un poco para sentarse en el borde de la cama. Después tomó el libro y lo cerró antes de depositarlo en la mesilla de noche.

—¿En esto van a consistir tus días?

Grace se encogió de hombros.

—Me gusta leer, me despeja la mente.

—¡Y una mierda! —exclamó esta—. No digo que no leas, Grace, pero llevas así desde que volviste de ese "viaje". Sigues anclada al pasado. No a lo que pasó exactamente ahí, sino a tu hermana. Sigues aferrándote a Annie.

Grace apartó la mirada de su amiga. No quería responder a eso. Sabía que tenía razón, pero no podía alejar de su cabeza el recuerdo de Annie. No era algo tan sencillo.

—Sé lo que estás pensando —Le apuntó con un dedo—. No es fácil, lo sé, por eso necesitas ayuda.

—¿Ayuda?

—Sí. De un profesional.

Grace negó con la cabeza.

—No pienso hablar mis cosas con un extraño, no me siento cómoda.

Camile se incorporó y no dijo nada. Cuando se encontraba justo en la puerta de la habitación, giró en su dirección y habló:

—Deberías intentarlo. Date la oportunidad de que todo mejore.

En sus manos se encontraba el papel con la dirección de una psicóloga que le había recomendado Camile. Sentía que estaba cometiendo una locura, pero una parte de su cabeza le animaba a descubrir esa experiencia.

Era consciente de que no había superado la muerte de Annie.

Con sus padres era imposible hablar de eso, porque pese a que las cosas con ellos parecían ir mejor, tampoco quería sacar el tema. Y Camile... Bueno, ella no podría llegar a entenderla de la manera que necesitaba, así que todo apuntaba a la misteriosa mujer que vivía en esa dirección.

Estaba aterrada.

Durante varios minutos sintió que el miedo le había paralizado por completo. Tardó un rato en armarse de valor hasta que logró tocar el timbre. Entonces se dio cuenta de que ya no había marcha atrás.

La máscara había caído y la verdad estaba a punto de ser desvelada. Su verdad.

Al fin sería capaz de hablar con alguien sobre la muerte de Annie.