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7 | Bienvenidos a vuestra casa

El teléfono de Annie vibró en su mesilla de noche. No escuchó el mensaje porque se encontraba terminándose de arreglar en el baño, pero Grace, que se hallaba recostada en el cama de su hermana sí lo vio.

Te ha sonado el móvil, enana habló en alto para que la otra lo escuchara.

Inmediatamente Annie salió del cuarto de baño y tomó el aparato entre sus manos. Grace pareció vislumbra un pequeño fruncimiento de cejas en su rostro cuando esta leyó el mensaje. Seguramente lo que estaba escrito no era de su total agrado. La vio teclear durante unos segundos para luego volver a dejar el móvil donde estaba.

¿Pasa algo? quiso saber. Cualquiera diría que Annie había visto un fantasma, pues su cara perdió algo de color.

Es ella. Fue lo único que dijo. Grace seguía sin comprender qué estaba pasando, así que volvió a preguntar, pero esta vez fue algo más clara.

¿Quién es ella, Annie? Si te sucede algo malo, ya sabes que...

No pudo terminar la frase porque fue interrumpida por Annie. Esta negó varias veces con la cabeza como si tratara de dejar claro a Grace que no ocurría nada malo.

¡Claro que no! Es solo que había quedado con alguien Dio una mirada de soslayo al teléfono y luego la centró en su hermana—. Pero hoy no se va a poder presentar.

Grace dudó en si volver a preguntar. Estaba claro que se preocupaba por Annie, pero tampoco quería resultar una curiosa. Su hermana ya era mayor como para hacerse cargo de sus propios asuntos, pero el gesto de Annie triste le animó a hacer otra pregunta, de la cual esperaba tener otra respuesta mejor.

¿Quién es?

El silencio se hizo en la habitación durante un par de minutos, y cuando Grace ya daba todo por perdido, Annie habló:

Laia. Mi hermana melliza.

Frente a ellos tan solo se desplegaba un paisaje solitario. Al fondo, a un par de kilómetros de distancia, se dieron cuenta de la presencia de una majestuosa casa. Ninguno se atrevió a poner un pie en el suelo. Aunque no lo ponía en la carta, el hecho de que el tren hubiera detenido su viaje y que ante ellos se encontrara esa casa, era señal de que la misteriosa persona de la nota les estaba invitando hasta allí.

¿Pero acaso podrían estar a salvo en un lugar como ese? La casa no parecía destartalada, todo lo contrario, animaba a entrar en ella, pero era justo eso y la situación en la que se hallaban, lo que les impedía dar un paso hacia adelante. No desprendía ningún tipo de seguridad.

Paker tomó de los brazos a Grace y a Juliette antes de echar a andar.

—Es ahora o nunca, chicas. Además, estoy harto de estar en este estúpido tren. Veamos que podemos encontrar en aquel lugar.

Juliette se soltó enseguida de su brazo y se rehusó a dar un paso más. No compartía en absoluto la decisión de Parker sobre abandonar el tren. Prefería estar allí antes que abrirse paso hacia lo desconocido. Nada bueno podría esperarles en esa extraña casa.

—¿No ves que es una trampa? —preguntó Juliette con el objetivo de hacerle entrar en razón—. Quiere que nos alejemos de aquí para poder manejarnos a su antojo.

—¡Ya lo ha hecho! —exclamó Parker alzando los brazos—. ¿No lo ves? —Apuntó el tren situado tras ellos—. Hemos estado metidos ahí desde hace unos días. Hemos sido sus marionetas. Además, no quiero convivir con un cadáver.

Grace se mantuvo al margen de la conversación. Simplemente se dedicó a contemplar el paisaje. Su mirada se perdió por un momento en la casa. Sentía cierta curiosidad por descubrir lo que se escondía allí, pero por otro lado, estaba deseando darse la vuelta y escapar lo más rápido posible. Toda la situación en la que se hallaban metidos, destilaba peligro.

Y el peligro nunca traía nada bueno.

—Tenemos que tomar una decisión —habló Grace al cabo de unos minutos de silencio—. No podemos permanecer en este lugar mucho tiempo. Para bien o para mal, tenemos dos opciones: quedarnos en el tren o ir hacia esa casa.

—En el tren no hay nada —Esta vez fue la voz de Parker la que pronunció esas palabras—. No hay comida, y apenas tenemos agua...

Juliette lo meditó durante unos segundos, y aunque no estaba convencido del todo de que alejarse del tren fuera lo más correcto, al final optó por esa idea. Tampoco quería quedarse sola.

Después de caminar durante un largo rato, al final lograron llegar a la deshabitada casa. Permanecieron varios minutos en la puerta sin atreverse a girar el pomo. Además, tampoco que es que la puerta fuera a estar abierta... ¿O sí? Pese a que ninguno de los tres se lo esperaba, la que se atrevió a dar el primer paso fue Juliette.

Grace y Parker miraban expectantes los movimientos de la chica. Los tres se llevaron una gran sorpresa cuando la puerta se abrió con facilidad ante ellos. Sin moverse del sitio, contemplaron por encima el interior de esta. Parecía que en su día había sido una espléndida casa, pues la decoración era del todo menos sencilla. Al fin consiguieron armarse de valor y caminaron dentro.

Un olor a comida llamó su atención. Siguieron su procedencia y llegaron hasta una enorme sala la cual era presidida por una mesa central. Encima de esta había platos muy diversos. Fue Parker quien se acercó a toda prisa y tomó un pequeño bollo de un cuenco de metal.

—¡Sin duda esto es mil veces mejor que el tren! —exclamó mientras sus ojos viajaban de plato en plato. Parecía que nunca hubiera visto tanta comida junta en su vida.

Juliette negó con la cabeza. Todo eso de que la puerta estuviera abierta, tanta comida... Algo no le terminaba de cuadrar. Grace le dedicó una mirada como si leyera sus pensamientos. Ella tampoco entendía muy bien la situación. Parker en cambio no paraba de comer.

Al cabo de unos minutos, ambas muchachas tuvieron que separarle de la mesa. Parecía encontrarse en otra realidad. Grace le golpeó el brazo para llamar su atención, pero fue en vano.

—¡Parker! —exclamó esta vez Juliette. Al ver que el muchacho no reaccionaba hizo lo primero que se la pasó por la cabeza: le dio una bofetada.

El joven se quejó a la vez que pasó una mano por la mejilla que había recibido el golpe. Le dedicó una mirada feroz a Juliette antes de hablar.

—¿Por qué narices has hecho eso? —Estaba enfadado.

Juliette se encogió de hombros restándole importancia.

—Era lo que se me ocurrió para hacerte volver en sí.

Ese comentario descolocó al muchacho, que por un momento se olvidó del golpe.

—¿Hacerme volver en sí?

—Estabas ido, Parker —Grace observó al joven antes de dirigir la mirada a toda la comida de la mesa—. Creo que intentan controlarnos. No sé, todo esto es una locura.

El sonido de un reloj provocó que los tres pegaran un bote del susto. Al principio no lograron ver de dónde provenía, pero luego se percataron de que justo en una esquina se hallaba un pequeño reloj de madera. Parecía algo antiguo. No fue eso lo que más llamó su atención, sino que pegado a él, había un papel doblado.

Juntos caminaron hasta allí. Grace tomó la nota y con miedo la desdobló. Se quedó muda cuando leyó para sí misma. Juliette tocó su hombro.

—¿Qué pone? —Como Grace no respondía, tomó la nota de entre sus manos y la leyó en voz alta—. Bienvenidos a vuestra casa.


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