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6 | Sin vía de escape

Grace sabía que tenía que ser la fuerte del grupo.

Juliette se encontraba demasiado aterrada cuando vio la nota, y Parker, bueno, él parecía haber vuelto al mismo estado del principio cuando conoció a Grace, como si hubiera visto un fantasma. ¿Cómo habían llegado hasta ese punto?

—¡Esto es una pesadilla! —exclamó Juliette sin apartar en ningún momento la vista del trozo de papel.

Alguien había colocado la nota en un asiento de tal manera que esta fuera encontrada, pero lo peor de todo, alguien había estado justo en el mismo vagón que ellos cuando se hallaban dormidos. Podría haberles hecho algo y ni siquiera hubieran tenido la oportunidad de reaccionar.

—A ver, chicos, debemos calmarnos, así no vamos a resolver nada. ¿Entendéis?

—Ya... —comenzó hablar Parker—, pero...

—Pero nada —le interrumpió Grace—. Todo esto es una mierda, lo sé, y ojalá no hubiera participado en aquel estúpido sorteo, pero tenemos que averiguar cómo salir de aquí antes de convertirnos en una presa más para el asesino.

Parece ser que el pequeño discurso de Grace logró que ambos chicos recobraran un poco de color en su cara, y alejaran por un rato el miedo que estaban sintiendo. Pese a que la situación no acompañaba, tenían que unir fuerzas para escapar. Además, el olor del cuerpo de Laia cada vez era más molesto...

—¿Cómo descubristeis el sorteo? —Fue la voz de Juliette la que rompió el silencio después de unos minutos—. Tal vez si partimos desde el principio, conseguimos llegar al final.

—A mí me hablaron por mensaje —contestó Grace—. Me pasaron un enlace para que accediera a una página y rellenara un formulario con mis datos, y después de eso ya estaría participando. Al cabo de unos días, me mandaron otro diciéndome que había sido una de las ganadoras. No quería venir, pero me convenció una amiga —Posó la mirada en la ventana, perdiéndose por un momento en el paisaje—. Ojalá no la hubiera hecho caso.

—Igual —añadió Parker—. Aunque no sé cómo consiguieron mi número. En un primer momento estuve a punto de borrarlo, pero luego me dije: ¿por qué no? ¿Qué tenía que perder?

—La vida —señaló Juliette. Y los tres comenzaron a reír, aunque la situación no acompañara. Quizá eso les ayudaba un poco a liberar tensiones—. Debo ser la única que se alegró demasiado cuando recibió el mensaje, entonces.

—¿Por qué nosotros tres? —preguntó Grace. Llevaban varios días en ese tren y nadie más había dado señales de vida, por lo que eran los únicos que viajaban, pero, ¿por qué justo ellos?

—Estoy contigo —concordó Parker—. ¿Qué tenemos nosotros tres de especial?

De pronto escucharon un leve susurro procedente del fondo del vagón. Un escalofrío les recorrió el cuerpo, como si una brisa de aire gélido se hubiera colado en el vagón y les abrazara por detrás. No se percataron de que otra nota se hallaba en el suelo, justo al lado de la puerta que marcaba el límite con el siguiente vagón.

Fue Grace la que se dio cuenta del trozo de papel. Los otros dos siguieron con la mirada sus pasos cuando esta se encaminó a recogerla del suelo. Antes de volverse hacia ellos, probó a girar el manillar de la puerta con tal mala fortuna que comprobó que estaba cerrado. No podía pasar al otro lado.

—¿Qué pone ahí? —Quiso saber Parker, que no apartó la mirada de la nota en ningún momento. Tenía curiosidad, pero a la vez se encontraba demasiado aterrado como para arrebatarle el papel al Grace y leerlo él mismo.

Grace se sentó en uno de los asientos y soltó un pequeño suspiro antes de desdoblar la hoja y leer en voz alta:

—Si tratáis de escapar: estáis muertos. Recordad que tengo ojos y oídos en todas partes.

El silencio se instaló en el vagón. La nota lo decía muy claro, si encontraban una vía de escape, no saldrían de allí con vida. ¿Qué iban a hacer ahora? ¿Dejar pasar el tiempo? Cada vez se encontraban más débiles, ya que apenas habían comido. Y el cansancio también empezaba a hacer mella.

—¡Esto es una completa locura! —exclamó Parker llevándose las manos a la cabeza—. Estamos en un callejón sin salida. Además, el cuerpo de Laia...

Grace echó un vistazo al pequeño cuarto de baño. No habían vuelto a acercarse por ahí, la imagen de la melliza de Annie era demasiado perturbador y nada agradable para contemplar. El cuerpo ya había empezado a oler. Centró la mirada en una de las ventanas, pero el paisaje no le resultaba nada conocido. Unos minutos después volvió a observar a Parker y Juliette.

—Tenemos que salir de aquí como sea —susurró. Aunque por un pequeño instante la mirada se alejó hasta la puerta que separaba ese vagón del siguiente.

—Pero la carta decía... —Fue Juliette la que pronunció esas palabras. De los tres parecía ser la que más asustada se encontraba.

—¡Qué le den a la carta! —La determinación de Grace para salir de ahí, animó a Parker a sumarse a su propuesta.

Grace fue a contestar cuando sintieron bajo sus pies como el tren se detenía. ¿Por qué se paraban ahora? De pronto una voz retumbó por todo el vagón anunciando que habían llegado a su destino. Se quedaron helados en el sitio. ¿Acaso ese podría ser su final?

Las puertas del vagón se abrieron con lentitud, y ninguno de los tres tuvo el valor de dar un paso. Por un momento se sintieron a salvo dentro del tren. ¿Qué podría esperarles allí fuera? Dadas las circunstancias era mejor un lugar conocido, aunque tuvieran demasiadas ganas de alejarse de allí.


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