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4 | Pasos en la sombra

Justo cuando estás en la tranquilidad de tu cuarto, a punto de dejarte llevar por el sueño, el sonido de unos pasos logran perturbar tu descanso.

Así se sentía Grace Blanchet mientras se hallaba recostada en uno de los incómodos asientos del tren. El traqueteo de las ruedas acompañado del silencio tan escalofriante que reinaba en el vagón, le impedían conciliar el sueño. Parker yacía a su lado. Sus ojos llevaban cerrados desde hacía un par de horas, pero ella era incapaz de dormir.

Lo había intentado de mil maneras posibles. Incluso había probado todos los asientos del vagón, pero nada, parecía que esa noche le sería imposible descansar. Rendida por completo a ese hecho, decidió levantarse y aprovechar para caminar un rato. Tal vez eso le ayudaba a despejarse un poco la mente.

Desde que se subió a ese tren todo había sido un completo caos. El tiempo pasaba y ningún ocupante más daba señales de vida, seguían estando solos y con la incómoda compañía del cuerpo de Laia. Decidió apartar de inmediato esa imagen de su cabeza para evitar así que las nauseas volvieran a hacerse presentes. Después de caminar durante unos cuantos minutos, se dio cuenta de que había llegado al final del vagón. Se detuvo y contempló por una de las ventanas. Pudo ver el cielo estrellado abriéndose camino por el pequeño cristal y una sonrisa se instaló en su rostro.

¿Has visto, Grace? A su lado vio a su hermana radiante con la mirada puesta en el cielo que se alzaba ante ellas. Diminutas estrellas decoraban la cúpula celeste como si de un cuadro se tratase—. Cuando sea mayor, le voy a decir a papá que me compre un telescopio para poder verlas mejor.

Grace soltó una sonora carcajada sin apartar la vista de Annie. Siempre había admirado la pasión de su hermana por la astrología. Y aunque ella no era consciente, llevaba unos cuantos meses ahorrando para comprarle el telescopio que tanto quería, al menos, al final todo el trabajo valdría la pena solo por ver a Annie feliz.

Algún día, pequeña. Algún día.

Un sonido le trajo de vuelta a la realidad, y el recuerdo de su hermana y las estrellas se esfumó como el humo.

—¿Quién anda ahí? —Se atrevió a preguntar. No obtuvo respuesta, así que volvió a intentarlo esperando tener más suerte—. ¿Hay alguien?

—Ella está aquí. —Fue un susurro, pero logró captar el lugar de procedencia. Justo entre dos asientos, se encontraba una chica. Tenía la cabeza gacha y los brazos alrededor de las piernas como un ovillo. Parecía temblar pues no dejaba de balancearse.

Grace temió acercarse hasta ella, ya que no quería incomodarla, pero luego se dijo que quizá esa chica necesitaba ayuda. Una vez estuvo a su lado, depositó una mano sobre su espalda y comenzó a acariciarla. No dijo nada, pues no sabía cómo romper el hielo, así que prefirió que fuera la chica quien diera ese paso cuando se sintiera más tranquila.

Poco a poco notó como sus respiraciones eran más pausadas, señal de que la extraña se hallaba más relajada. Esta levantó la cabeza despacio, y cuando vio los ojos de Grace, cierto alivio cruzó su mirada.

—Nos está vigilando —murmuró sin apartar la mirada de Grace—. Ella la ha matado.

Al igual que Parker, esa chica parecía haber visto a alguien más en el tren. Y ella también sabía de la existencia del cuerpo de Laia. ¿Tal vez la mujer de la que hablaba era la asesina de la hermana de Annie? Pero si aceptara esa posibilidad, querría decir que estaban compartiendo espacio con una asesina...

—¿Tú también sabes de la chica muerta? Pensé que Parker y yo éramos los únicos del tren...

La muchacha la miró algo aturdida, como si acabara de descubrir que, a parte de ella, Grace y la posible asesina de Laia, también había alguien más en el vagón.

—¿Parker? —preguntó curiosa.

—Sí. Él también estaba muy nervioso cuando lo encontré —Se detuvo unos segundos antes de continuar, pues ahora que la joven se veía más tranquila, temía perturbar su paz—. Al igual que tú, dijo que había visto a una mujer, pero yo no me he topado con nadie más que vosotros.

—Ella está aquí —susurró dirigiendo la mirada a todas las direcciones para después volver a centrarla en Grace—. No sé por qué viene a por nosotros, yo no he hecho nada malo.

—Lo sé... —murmuró Grace. Seguía dándole vueltas al hecho de que tenía que haber rechazado el viaje cuando tuvo ocasión. De esa forma se habría librado de la situación que estaba viviendo—. Por cierto —Extendió la mano—, no me he presentado. Me llamo Grace.

Pese a que la joven se hallaba bastante más calmada, tomó la mano de Grace con cierta desconfianza.

—Yo soy Juliette, aunque todo el mundo me llama Julie —dijo levantándose del suelo. Su mirada se perdió un momento en el fondo del vagón, como si tuviera la sensación de que a tan solo unos metros suyos hubiera alguien vigilando cada movimiento que daban—. ¿Puedo ir contigo y con Parker? —Se abrazó así misma—. No quiero estar sola.

—¡Claro! —entrelazó su brazo con el de ella—. Supongo que a Parker también le gustará la compañía.

Cuando llegaron a donde estaba Paker, este aún seguía durmiendo. Grace no quiso despertarle para contarle que tenían nueva compañía, así que decidió que lo mejor sería intentar dormir al menos un par de horas antes de que amaneciera. Mañana ya se encargarían de descubrir qué estaba sucediendo en el tren, y si como decían ambos, había una mujer que los vigilaba.

Justo cuando estaba por caer en los brazos de Morfeo, un susurro casi inaudible llamó su atención. Fijó la vista en el fondo del vagón, y sintió que el corazón se le detenía cuando en el cristal de la puerta apareció el reflejo de una silueta. Cerró los ojos con fuerza a la vez que murmuraba para sí misma:

—No puede ser. No puede ser.

Seguro que lo que vio fue fruto del cansancio. Lentamente volvió a abrir los ojos, y esta vez un escalofrío le recorrió todo el cuerpo casi cortándole la respiración. Vio como la extraña sombra colocó un dedo sobre su garganta a la vez que lo deslizaba sobre ella en señal de amenaza.

Juliette y Parker tenían razón.

No estaban solos en ese vagón, y lo peor de todo es que además de compartir espacio con un cadáver, tenían que sobrevivir a la presencia de un posible asesino que resultaba demasiado perturbador.


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