Capítulo 79. La pedida.
Tuvo que ir Marta a abrir la puerta porque Martina estaba hecha un manojo de nervios. Enseguida se acercaron Cristina y Diego al haber oído sonar el timbre. Estaban los dos entusiasmados de ver a su hermana con su profesora.
Cuando Marta abrió, se quedó sorprendida de lo guapa que iba Lorena, con un vestido formal y unas preciosas sandalias con tacón. Su amiga estaba preciosa, pero sabía que la ocasión lo requería.
-Eh, preciosa, qué tal. Pasa. Estás espectacular…
-Ya será para menos-dijo Lorena algo nerviosa. -¿Y Martina?.
-Mi sobrina la tienes atacada. No entiendo por qué está así, si ya estáis juntas…
Lorena se ruborizó, pensando en lo que provocaba en la joven, y a decir verdad le encantaba saber que Martina estaba más nerviosa que ella si cabía.
Cuando Marta le cogió el abrigo a su amiga, de repente apareció Martina con sus hermanos. Y Lorena la miró con mucha dulzura.
-Hola, Martina…¿Qué tal?.
-Hola, Lorena. ¿Y tú? -a la joven le costaba mantenerle la mirada.
-Yo...Cuando me des un beso, estaré mejor que bien.
Martina se acercó a Lorena, mientras sus hermanos estaban expectantes de ver lo que iba a suceder entre las dos mujeres.
La profesora cogió por la cintura a la joven y le dio un beso muy dulce. A Martina le supo a gloria.
Diego se tapó enseguida los ojos y les hizo ver a las ahí presentes que no le había gustado nada el beso que se acaban de dar las dos mujeres.
-Eh, sobrino, ¿No te ha gustado el beso que se acaban de dar?-le preguntó con tono burlón Marta.
-No…¡Qué asco!,no quiero ver a nadie dándose un beso en los labios.
-Vaya, Diego, si nos damos un beso en los labios es porque nos amamos- le contestó Martina a su hermano.
-¡Qué asco!...
-Y dale. Veremos qué haces tú cuando tengas novia, guapo.
-Yo no haré esas guarradas.
Las mujeres se rieron por lo que dijo Diego. Estaba claro que aún no sabía nada acerca de lo que era amar a alguien de esa manera, pero ya tendría tiempo de descubrirlo y vivirlo.
Todos fueron hacia el comedor pero Lorena agarró de la mano a Martina y la atrajo hacia ella, para estar apartadas de los demás. Se acercó al oído de la joven y le dijo:
-Cariño, ummm...hueles muy bien. Que sepas que te he echado de menos, y eso que nos vimos ayer.
-Yo también, Lorena- Martina la abrazó suavemente. Le encantaba sentirla pegada a ella- y estás guapísima. Creo que eres demasiada mujer para mí.
-¿Qué? Igual pienso lo mismo de ti, cariño. Tú si eres demasiada chica para mí...
Lorena buscó los labios de la joven porque quería saborearlos ahora que iban a estar solas un breve momento. Sabía que delante de todos no podía dar rienda suelta a lo que quería hacerle a Martina. Necesitaba besarla y sentirla de alguna manera. Porque iban a pasar horas que se tendría que contener. Y eso la angustiaba un poco. Pero también estaba ilusionada de pasar tiempo con la familia de Martina.
Marta las llamó a las dos. La cena estaba preparada y sólo faltaban ellas.
Todos se sentaron y se dispusieron a cenar. La cena fue mejor que bien. Pasaron un rato muy agradable, hablando de unas cosas y de otras, y participando todos en las conversaciones que sacaban unos y otros.
Conforme pasaba la noche, Martina cada vez estaba más nerviosa. No se atrevía a pedirle a Lorena lo que le iba a pedir, y encima darle la alianza. Estaba bloqueada. Hasta que Sofía le dio un codazo dándole a entender que había llegado el momento de dar el paso que iba a dar. La joven casi se atraganta con dicho codazo. Pero de repente se acordó de lo que habló con su hermana justo antes de la pelea que tuvo con Joana, donde su hermana le decía que tenía que ser valiente y no sólo en el boxeo, y por fin se armó del valor suficiente para hacer lo que debía hacer. Así que sin pensárselo dos veces, se puso de pie.
-Bueno...Yo...Os he juntado aquí a las personas que más quiero, bueno, falta Carmen pero trabaja ahora...Para deciros algo muy importante para mí.
Todos la miraron deseosos de que la joven por fin hablara.
-Sigue, cariño.-Le dijo cariñosamente Marta a su sobrina.
Lorena no sabía por dónde iban los tiros y comenzó a ponerse nerviosa ella también.
Martina miró fijamente a los ojos a Lorena, mientras sacaba la cajita que tenía en su bolsillo, la cual casi se le cayó al suelo de lo que le temblaba la mano.
-Bueno, Lorena...Yo...En realidad quiero decirte algo- Lorena la miró sin pestañear. Necesitaba saber qué le quería decir la joven delante de todos. Si el corazón seguía latiéndole tan fuerte y tan deprisa, se le iba a salir del pecho.- Sabes que estoy muy enamorada de ti. Que poco a poco has sabido llegar a mi corazón de la mejor manera que lo has podido hacer, porque reconozco que al principio me parecías una mujer muy estirada y me caías mal, y encima eras la amiga de mi tía. Pero me has permitido ir conociéndote y tengo que decirte que toda tú me encantas, no te cambiaría absolutamente nada de nada. Eres perfecta para mí. Ahora que tenemos el beneplácito de todos, y hemos superado muchas adversidades juntas, me gustaría pedirte que seas mi novia…
Martina iba a explotar de la emoción acumulada que tenía dentro de ella. Y necesitaba que Lorena le contestara inmediatamente.
Lorena la miró a la cara perpleja. La joven se había vuelto loca. Conociéndola como la conocía, entendía que le costara la vida pedirle eso delante de todas las personas que ella quería.
Mientras las dos mujeres se miraban sin pestañear, Martina por fin sacó la alianza de la caja. Lorena se puso también de pie y sin ella querer, se emocionó tanto que se echó a llorar. Marta le apretó el hombro para relajarla.
Lorena le acercó su mano y la joven la cogió delicadamente y se dispuso a colocarle la alianza en su dedo.
-Cariño, no sabes todo lo que te quiero. Esta alianza significa mucho para mí. Que por cierto, es preciosa, te ha tenido que costar un dineral. Y que sepas que espero no quitármela nunca. Eres lo mejor que me ha pasado en mi vida, sin lugar a dudas.
Martina se animó a darle un beso en los labios, mientras Diego volvía a taparse los ojos y las demás aplaudían a las dos mujeres.
Después de besarse, Martina abrazó a la mujer que amaba. Se moría por estar a solas con ella para demostrarle todo lo que la amaba y todo lo que la quería. Esa mujer le había robado el corazón. Y para colmo le había dicho que sí a ser su novia. No podía ser más feliz. Iba a tener de novia a una mujer bandera. Tenía muy claro que la iba a cuidar y a respetar como Lorena se merecía.
Diego y Cristina también abrazaron a Lorena, y ésta no se lo podía ni creer. Esos dos niños la apreciaban sin conocerla casi. Seguro que se debía a ver tan feliz a su hermana. Porque Martina derrochaba felicidad la miraras por donde la mirases. Esos niños se notaba que amaban a su hermana mayor por encima de todo, y que también la necesitaban.
Después de un buen rato conversando y riendo todos juntos, Lorena le preguntó a Marta si podía quedarse esa noche con sus sobrinos, porque quería llevarse a Martina a su casa. Necesitaba amarla y hacerla suya, para después dormir abrazada a la joven. Y Marta, cómo no, le dijo que contara con ello. Por fin había ayudado a dos de las mujeres más importantes de su vida a juntarse. Le pesaba mucho cuando se separaron por su culpa. No podía vivir con tanta culpabilidad, y necesitaba que las dos mujeres se dieran una nueva oportunidad. Se lo debía a las dos. Y ahora no podía estar más feliz por ellas.
Martina fue a la cocina a llevar la vajilla y Lorena fue detrás de ella. La abrazó por detrás sorpresivamente.
-Cariño... Cógete una muda que te vienes a dormir conmigo a mi casa.
-¿En serio quieres? Tendré que hablarlo con mi tía.
-No es necesario que hables con ella. Ya lo hice yo. Y sabes, no sabes cuánto deseo hacerte el amor durante toda la noche. Y cuando caigamos las dos rendidas, durmamos desnudas y abrazadas. Me muero, Martina, por hacerte mía…Ahora es a mí a la que le duele tanta necesidad de tenerte para mí.
-Joder, Lorena, vámonos ya. Yo llevo conteniéndome toda la cena. Y viendo que tú deseas lo mismo, no veo por qué tenemos que alargar ésto…-dicho y hecho, volvieron las dos al comedor y se despidieron de todos. Marta y Sofía se percataron de las ganas que se tenían una a la otra y entendían perfectamente que se quisieran ir ya. Así que les desearon a las dos que disfrutaran de la noche. Y vaya si lo iban a hacer.
Lorena nunca había conducido tan rápido, mientras Martina no le podía quitar la mirada de encima y mientras le acariciaba el muslo peligrosamente. Lorena estaba a punto de explotar y de parar el coche para dejarse hacer de todo por la joven ahí mismo.
-Martina, cariño...Si me sigues acariciando así el muslo voy a tener que parar el coche y te voy a tener que follar aquí mismo.
-Entonces voy a parar. Porque hoy no quiero follar, quiero hacerte el amor. Quiero amarte, Lorena. Quiero que unamos nuestros cuerpos y se haga uno sólo mientras nos amamos.
-Muy bien, yo deseo lo mismo, amor. Entonces estate quieta. Aguanta que en cinco minutos estamos en casa.
Cuando aparcó el coche, las dos se bajaron rápidamente. Y cuando Lorena consiguió abrir la puerta y dejar las llaves en un mueble que tenía en la entrada, Martina la abrazó por detrás, llevando su nariz al cabello de la mujer y absorbiendo el maravilloso olor que éste desprendía. La volvía loca a Martina.
Martina llevó sus manos a las caderas de la mujer, pero primero le retiró el abrigo. Con sus largos dedos comenzó a acariciarle el vientre y no tardó en subir sus dedos para tocar y masajear sus turgentes pechos sobre el sujetador. Lorena ardía en deseos de que Martina tocara todo su cuerpo sin dejarse ni una sola parte sin tocar.
La joven bajó una mano al muslo de Lorena y también lo acarició. Lorena iba a perder totalmente la cordura. En ese momento era incapaz de pensar en nada salvo en el placer tan indescriptible que estaba sintiendo con el contacto de Martina. Ésta le subió el vestido y acercó su entrepierna a las nalgas de Lorena. Seguidamente llevó sus manos de nuevo a las caderas de la mujer para así apretar todo lo posible su entrepierna al trasero de Lorena. Estaban las dos jadeando.
Martina no podía más, necesitaba tocar a Lorena en sus partes íntimas. Se moría por sentir la humedad que ella misma le provocaba a su profesora, y justo como ella había pensado, cuando llevó sus ágiles dedos a las bragas de ésta, sólo pudo sonreír y disfrutar de lo mojada que se encontraba Lorena. No tardó nada en retirarle las bragas a un lado para poder tocarle directamente con la yema de sus dedos los labios genitales de la mujer. Con ese contacto la joven estaba a punto de tener un espectacular orgasmo. Además de seguir frotando sus partes íntimas con el trasero de su profesora.
Mientras Lorena apoyaba las palmas de sus manos en el mueble de la entrada, Martina más se rozaba con ella, y más profundo introducía dos dedos en el interior de Lorena. No había nada que le gustase tanto a Martina cómo sentir sus dedos aprisionados entre las paredes vaginales de la mujer de sus sueños. Estaba disfrutando como pocas veces lo había hecho. El cuerpo de Lorena se tensó y por fin llegó el tan ansiado orgasmo. Martina no tardó también en tener el suyo propio. Y desde luego, para las dos fue espectacular.
Cuando ambas recuperaron la respiración, Lorena se dio la vuelta y besó directamente en los labios a Martina mientras la abrazaba. Martina seguía tan excitada que le bajó las bragas sin pensárselo dos veces. Seguidamente cogió a la mujer de la cintura y la hizo sentarse sobre el mueble. Quería sentirla de nuevo. Lorena abrió las piernas y la joven se colocó entre ellas. La profesora le desabrochó los pantalones y se los bajó. Como también las bragas. Las dos mujeres estaban aturdidas por tanto deseo. No tardaron en juntar sus sexos y rozar con ganas el uno con el otro mientras la entrada de la casa se llenó de estrepitosos gemidos de ambas mujeres, y no tardaron tampoco, en tocar el cielo a la vez.
Esa noche iba a dar comienzo una hermosa relación a la vista de todo el mundo, entre dos mujeres que se amaban por encima de todo, a pesar de costarles a las dos darse cuenta que estaban hechas la una para la otra, pero por fin tenían más que claro que debían recorrer el mismo camino que las llevaría a una felicidad plena y conjunta.
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