Capítulo 76. Y la pasión de nuevo.
Cuando llegaron a casa de Lorena, las dos se bajaron del coche rápidamente. Ninguna de las dos quería perder tiempo aunque no supieran las intenciones de la otra, parece que sentían exactamente lo mismo.
Lorena abrió la puerta y dejó pasar primero a Martina.
-Martina, tú ahora tienes que descansar. Siéntate en el sofá. ¿O prefieres recostarte en mi cama?.
-Pues creo que prefiero ir a tu cama, si no te importa. Así me estiro entera.
-Claro. Te acompaño.
Martina se dirigió directamente a la habitación de su profesora. Tuvo que parpadear varias veces para ver bien dónde se encontraba. Tenía que asegurarse que no era ningún sueño lo que estaba por llegar.
-Martina, ¿Cómo te encuentras?.
-Ahora empiezo a tener más dolor. La verdad. Mañana pasaré mal día. Me va a doler hasta el pelo.
-Lo sé. Siéntate en la cama que te voy a ayudar a desnudarte.
Martina sólo pudo obedecer a su profesora. No quería llevarle la contraria en absolutamente nada. Estaba a su entera disposición, por muy golpeada que estuviera. Se sentó en el borde de la cama de Lorena y ésta se acercó para primero retirarle suavemente la sudadera deportiva que llevaba la joven. Lorena ya se estaba excitando de ver a Martina en ropa interior. Aprovechó a tocar más de la cuenta. Cuando le quitó la sudadera, pasó el dedo índice por el escote de la joven mientras no quitaba su mirada de la de Martina. Luego llevó ese dedo al duro abdomen de ésta, y Martina sólo pudo sonreír mientras observaba la dirección que iba a tomar ese dichoso dedo. Iba directo a su monte de venus. La piel de Martina se erizó completamente al sentir ese dedo acariciarla. Y Lorena, como se dio cuenta de lo que sus caricias provocaban en el cuerpo de la joven, no podía estar más feliz.
El cuerpo de la joven se tensó. Lo que más deseaba en el mundo era volver a sentir el cuerpo de Lorena pegado al suyo. Quería poseerla y amarla durante todo el día. Le daba igual que le doliera todo el cuerpo. De sólo pensar que iba a poder hacer lo que quisiera con Lorena, se excitó sobremanera.
Lorena quería decirle a Martina que quería tocarla entera, muy despacito, para no dejarse ninguna parte de su cuerpo sin tocar. Pero en esos momentos sobraban las palabras entre ellas.
Lorena se puso de cuclillas enfrente de Martina, mientras le abría las piernas para colocarse entre ellas. Llevó sus manos muy lentamente al botón del pantalón de la joven. Se lo desabrochó y le bajó los pantalones muy despacio. Estaban las dos completamente extasiadas.
La profesora, una vez que le deslizó el pantalón cayendo éste al suelo, estaba impresionada observando esos perfectos muslos tersos, duros y fuertes. Llevó las palmas de sus manos a la piel de la joven y comenzó a acariciar suavemente los muslos de la chica. De un lado para otro. Tenía ganas de apretarlos y de hecho se moría por hacerlo, pero no quería hacerle daño a Martina así que se abstuvo. Martina llevó una de sus manos al cabello de la profesora y la otra a la blusa que llevaba la mujer. Iba directa a desabrocharle de nuevo los botones de ésta. Mientras, las dos se miraban atontadas y emborrachadas ya de tanta pasión acumulada en ambos cuerpos.
Lorena fue acercando sus dedos a la entrepierna de Martina, hasta que dio con sus bragas, y antes de retirarlas también, acarició sutilmente sobre las bragas los genitales de la chica. Le impactó lo húmeda que estaba ésta. Después de que sus dedos también se humedecieran, decidió por fin quitárselas. Llevó sus dedos índice y corazón a los labios vaginales de Martina. Y si antes quedó impactada de lo mojada que se encontraba ésta, ahora, al sentir esa humedad directamente en sus dedos, creyó que se iba a morir ahí mismo. Martina sólo atinó a abrir más las piernas mientras apoyaba sus codos en las sábanas de la cama y echaba la cabeza para atrás a la vez que jadeaba sin parar.
La profesora acarició con sus dos dedos la vulva de la joven. Primero lentamente para después aumentar la velocidad del movimiento de sus dedos. Y Martina pensó que iba a desmayarse de un momento a otro sobre la cama. ¿Cómo podía sentir tantísimo placer? Sólo con Lorena era capaz de tocar el mismísimo cielo cuando hacían el amor.
Lorena decidió pasar la lengua por los labios vaginales de Martina, y le encantó sentir lo húmeda y mojada que estaba por cómo la estaba tocando. Cuando Martina sintió la húmeda lengua de Lorena moverse con tanta experiencia y tanta soltura por sus genitales, pasó de los jadeos a los intensos gemidos mientras doblaba y tensaba sus piernas.
-Dios…Lorena...joder...No puedo...voy a gritar de placer.
-Grita cariño, sólo te oigo yo.
Y finalmente Martina tuvo un orgasmo descomunal con la maravillosa lengua de su profesora lamiéndole sus labios genitales.
Martina acabó tumbándose en la cama. Ya que aún tenía espasmos como consecuencia del orgasmo que acababa de tener. Si se lo proponía podía tener otro orgasmo del mismo calibre que el anterior en ese mismo instante. Era tanto el deseo que tenía por Lorena que con sólo tenerla cerca se ponía ya cachonda.
Lorena ni corta ni perezosa se quitó los pantalones y las bragas para acto seguido sentarse a horcajadas sobre las piernas de Martina. Ahora le tocaba a ella sentirse en el mismísimo paraíso.
Martina se incorporó para estar más cerca de Lorena. Y al tenerla tan cerca, antes de besarla, quiso abrazarla y sentirla mientras sus pechos quedaban aprisionados por los de Lorena.
A Lorena le gustó que la joven la abrazara en ese momento, pero no pudo evitar sentir cierta preocupación.
-Amor, ¿Te encuentras bien?-le preguntó la mujer para quedarse tranquila.
-Si, Lorena, estoy mejor que nunca. Sólo que necesito sentirte de todas las maneras posibles.
-Ummm, me encanta, Martina. Me encanta cuando me abrazas estando las dos desnudas. Eres excesivamente pasional y tierna a la vez. Y es una combinación que me chifla.
Siguieron un rato más abrazadas hasta que Martina comenzó a pasar su lengua por el cuello de Lorena y por el lóbulo de su oreja. Lorena se retorció de placer sobre Martina, mientras ésta no paraba de acariciar toda la piel de su profesora. Comenzó por su espalda, pasando por los muslos y siguiendo por el abdomen y los pechos de la mujer.
Lorena se movía sensualmente sobre Martina, y ésta ya estaba perdiendo totalmente la cabeza. Mientras la profesora frotaba su sexo con el de la joven, ésta estaba encandilada observando detenidamente a la diosa que tenía sobre ella. Martina quería tener un orgasmo a la vez que Lorena, por lo que tuvo que hacer acopio de su autocontrol y retener esa explosión de placer que iba a dar lugar en un instante entre esas cuatro paredes.
Las dos gemían al unísono, mientras Lorena se echaba para atrás, con sus manos apoyadas en las rodillas de Martina, y ésta cogiéndola suavemente por debajo de sus senos. Por fin, las dos se dejaron llevar y estallaron a la par en un ansiado y espectacular orgasmo.
Ahora fue Lorena la que abrazó a la joven. Estaban las dos aturdidas. Martina, sin poder evitarlo, se echó a llorar. Tantas emociones acumuladas en tan poco tiempo acabaron pasándole factura.
-Eh, amor, espero que llores de felicidad, y no por otra cosa.
Martina llevó su rostro al cuello de su profesora. No quería que la viera llorar. Pero Lorena sí quería verla y compartir con ella ese momento que la estaba trastocando, para bien o para mal.
-Martina, cariño, mírame a la cara, por favor- Lorena le alzó suavemente el mentón y se asombró de los preciosos ojos azules que ahora la miraban con tanto amor y dulzura.
-Lorena, no sabes lo feliz que estoy de tenerte en mi vida. No quiero volver a perderte. Me gustaría que me dieras la oportunidad de estar contigo y acompañarte allá donde vayas.
-Amor, ¿Y qué crees que quiero yo?. Sabes…¿Quieres que te diga algo?.
-Sí, claro que quiero.
-Mira, Martina, ni París, ni Madrid, ni Nueva York...Ni tanta poesía ni tanto anhelar. Quiero que me cantes en el coche cuando vayamos juntas, y que me cuentes cómo han ido cada uno de tus días. Quiero que me des tu mano y entrelacemos nuestros dedos. También quiero que me digas que pare el coche en un descampado porque te mueres de ganas por hacerme el amor o follarme. Quiero que me beses cada vez como si no hubiera un mañana para nosotras. Quiero estar contigo en un cine, en una cafetería o en una playa, me da igual el lugar, no tendremos prisa porque no iremos a ningún lado en realidad. Quiero que me mires a los ojos mientras te muerdes el labio por el deseo que sientes de poseerme,de tal manera que tus ojos me coman entera. Cariño, quiero que conduzcas tú por nuestro camino, a la vez que yo te observo detenidamente, mientras tú no frenas, sólo te limitas a sonreír, feliz, dejando el asfalto marcado y disfrutando, juntas, de nuestro trayecto.
Martina no se podía creer lo que había oído de boca de Lorena.
-Eso es lo que quiero, amor. ¿Te ha quedado claro, o tengo que volver a repetirlo?.
-Lorena, me quedó más que claro. Sólo que me cuesta creer que quieras tantas cosas conmigo.
-Sí, tú eres la compañera de vida que quiero. Entonces lo quiero todo contigo.
Las dos volvieron a abrazarse sabiendo que iban a estar así durante un largo tiempo. Se besaron como si el mundo sólo existiera en el interior de sus bocas, y en ningún otro lugar más.
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